viernes, 3 de febrero de 2017

La celta que llegó de lejos - Capítulo 3 - Noche de bodas

Los fogones de la casa MacDonald se preparaban para el gran acontecimiento. Al día siguiente   era el día señalado para la unión del clan con una joven extranjera, aunque de su misma raza. El señor de los MacDonald, debía su vida al padre de la joven celta que llegaba desde Iberia, y que habían concertado para que la raza siguiera fuerte y poderosa. Ambos eran vivo ejemplo de buena sangre.  Ella, valiente y sin temores,  que había llegado hasta las tierras altas, arriesgando su vida, siendo a penas una criatura que comenzaba a vivir.    Él, el último de los hijos casaderos de dicho clan.  Era arrogante, mujeriego, pero respetuoso con las tradiciones y sabía que la palabra dada por su padre, era sagrada para él. Así que ni siquiera protestó cuando conoció que,   aquella mujer que le encandiló una fría noche en medio del campo.era la destinada para él  Nada dijo de aquello,, ni nada tenía que reprocharle a ella.. Salvo ellos y Aroa,  nadie más sabria que se habían conocido antes de ser presentados formalmente.

Siguiendo la tradición, fue enviado a casa de su tío James dos días antes del enlace para evitar malos pensamientos...,  y obras.  La joven era bella a rabiar, algo que Kendrick había tenido oportunidad de comprobar, y que nunca antes de aquella vez, había visto tan de cerca, pero echaría de menos, sin duda, los revolcones dados con las ayudantes de cocina de su casa. Debería guardar el debido respeto a su esposa, y esos serían sus propósitos, al menos de momento.  Se sentía atraído hacia ella. Ninguna de las mujeres que había tratado, tenía la mirada tan inquisitiva como ella, ni tan franca, pero al mismo tiempo, la presumía rebelde y altanera.  Procedía de uno de los reyes celtas mejores que se conocieron y eso daba a su estirpe un sello muy especial. Pero el clan MacDonald, también tenia sus ancestros ilustres, así que estaban igualados en linajes.

Cuando la vio frente al altar no apartaba sus ojos de ella.  Era la mujer más hermosa que había pisado las altas tierras, y tenía el porte digno de una reina.  No podía quitarse de la cabeza cómo sería su noche de bodas con aquella hermosa mujer, pero ella no parecía estar muy contenta. O quizá fuese el azoramiento propio de una moza que iba a acostarse por primera vez con su marido.  Sin poder evitarlo, Kendrick, recorrió en su cabeza la imagen de su cuerpo desnudo dentro del agua, y aquella perfección en sus curvas, ni muy grandes, ni muy pequeñas.  Distintas a todas las que había probado en sus andanzas juveniles con las rechonchas mujeres con las que se divertía.  Y sintió como si la viera por primera vez. Estaba deslumbrado por la que iba a ser su esposa, y comprendió que habría de comportarse como el caballero que era y al que pertenecía por nacimiento.  La calidez de su joven  cuerpo y el roce de sus cabellos en  aquel día, le inspiraron ternura y pasión desenfrenada por poseer aquel cuerpo, al que sin embargo respetó durante todo el camino desde que se encontraron.  Pero esa noche sería suya.  Y se oyó pronunciando sus votos y su juramento hacia ella, y supo que no sería ningún sacrificio pertenecer, honrar y respetar a   aquella mujer celta que llegó  a su vida desde tan lejos, y por unas circunstancias que el destino puso en sus manos.



Las fiestas de los esponsales eran dignas del clan MacDonald, y el vino y la buena comida corrió por las mesas.  Todo el clan, al completo, se dió cita en esa ocasión, y hasta vinieron de tierras lejanas, de Edimburgo, de Inverness y de Loch Marce, aunque los recién desposados no estuvieran presentes, como por otra parte era natural. Estarían alojados en casa de su tio James, y solamente serian testigos de ello, los sirvientes encargados de su atención

A solas en la estancia destinada como dormitorio principal, Lua y Kendrick no sabían de qué hablar ni cómo hacerse entender.  Esa sería una de las misiones como esposo: enseñarle el gaélico para poder mantener una conversación con ella,  y no comunicarse por señas.

Despacio, Kendrick se acercó a su mujer y mirando  sus  ojos fijamente, con una inclinación de cabeza, pidió permiso para proceder al ritual de recién casados.  Primero le desharía el complicado peinado que las mujeres le habían hecho.  Tenía un hermoso y largo cabello, y hundió sus grandes manos en él, masajeando su cabeza, que la hacía entornar los ojos.  La besó dulcemente y procedió a desabrochar el complicado vestido de boda. Sólo la camisola cubría su cuerpo, procediendo él a desnudarse, sin apartar la mirada del rostro de su mujer.  Ella tenía la vista baja, nerviosa, jugueteando con sus manos.  Kendrick, levantó su barbilla, y por primera vez sintió la calidez de su labios suaves .  Nunca  antes había posado su boca sobre la de ella.  Los abrazos se sucedieron y la desnudez de ambos  dio paso al rito ancestral del matrimonio consumado por vez primera. Y fue en esa noche, en ese preciso instante, cuando ambos esposos supieron que el deseo les inundaba y que sus vidas ya no serían las mismas a partir de ese momento.  Y la madrugada fue larga invadiéndoles el deseo sin restricciones.

Kendrick acariciaba el rostro de su mujer dormida a su lado y recorría con la mirada la desnudez de su cuerpo, de un cuerpo joven, de niña, menudo, pero sensual y cálido, con la misma calidez que sintió al tenerla tan cerca aquél día, pero con un gran respeto.  Y supo que amaría a esa mujer por encima de todo, que sería vida de su vida, parte de su cuerpo y de su alma, y que nada ni nadie, haría desear a otra que no fuera ella., y así hasta el final de sus días.

Al despertarse, pasó su mano sobre la almohada y al encontrarla vacía, se incorporó sobresaltado, mirando alrededor de la habitación.  Ella no estaba, había huido de su lado, pero no había sido así. La vio delante de la chimenea encendida y miraba las llamas de la lumbre con  fascinación nunca antes contemplada.  Saltó de la cama y fue a su lado para averiguar lo que la ocurría.  Gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas.  Kendrick hizo que se volviera hacia él, y abrazándola trató de hacerse entender para averiguar lo ocurrido.  Cuando se quedaron dormidos hacia horas, ambos lo habían hecho abrazados.

Levantó su mirada hacia él y comenzó a hablar, y pareciera que su esposo entendía lo que le decía y procuró apaciguar su angustia con besos suaves.


-Nadie me dijo que sería así. Salí de mi casa siendo una niña y ahora me he convertido en una mujer que no sabe cómo comportarse con su marido. Esta noche he sentido algo extraño, una sensación confusa, pero no tengo a nadie a quién preguntar, ni siquiera tu puedes explicármelo porque no entiendo lo que me dices.  Ni entiendo a nadie cuando me hablan. Estoy sola

Pero Kendrick entendió perfectamente lo que ella sentía, la sensación que tanto le extrañaba era simplemente el placer conocido por primera vez allí, en el momento supremo, con él.  Y supo que su mujer era demasiado joven para saber de los placeres mundanos, pero que él sería quién la enseñara.  No necesitaba a nadie más.  Que su inocencia le sería desvelada por quién mejor podía hacerlo: su marido, a solas en su habitación.  Y la abrazó fuertemente, besándola con tanta pasión que la transmitió su mismo deseo.  Apuntaban las primeras luces del alba, que les sorprendió abrazados en perfecta sintonía


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