sábado, 18 de febrero de 2017

La celta que llegó de lejos - Capítulo 21 - Volviendo al pasado

James, a penas sin hablar, relató a su familia lo que había descubierto y que coincidía con lo relatado por su mujer.  Se abrazaron los tres, y determinaron que comenzarían inmediatamente el papeleo necesario para la difícil  exhumación de los restos de toda la familia de Kendrick, al menos los que pudieran localizar, pero sobretodo la recuperación de Kendrick y Lua, en un mismo lugar, juntos para la eternidad como ella deseaba y les había pedido.  Los trámites serían largos y difíciles, pero tenían toda la vida por delante para cumplir con la promesa que ante el retrato de la galería los tres les hicieron.  Megan ya tenía una excusa para mudarse de nuevo a casa de sus hijos, ya que quería a Marian como si en realidad fuese su hija. Sabía el amor profundo que se tenían y que gracias a ella James era totalmente feliz, motivos suficientes para adorar a su nuera.  Se sentía a gusto con ella; tenían charlas entretenidas y jamás se aburrían.


Y por fin llegó el tan esperado día de la recuperación total de Marian. Debido a los buenos cuidados y el reposo, los huesos habían soldado perfectamente y no fue necesaria la cirujia. Esa mañana, los tres se dirigieron al hospital: la quitarían la escayola .  Se sentiría libre, al fin, como así sucedió, aunque necesitaría rehabilitación diaria para volver a recuperar la movilidad del tobillo y que no quedase ninguna secuela.

Pero aquella noche sería su noche. Habían tenido abstinencia durante demasiado tiempo y ahora había recuperado nuevamente a su mujer, La deseaba, la necesitaba, lo mismo que ella a él.  Y por fin tuvieron su noche.  No les importó no dormir más que un par de horas.  Habían pasado casi dos meses desde su accidente, y ya era la hora de volver a tomar sus vidas.

A punto de obtener el alta definitiva, decidieron acudir nuevamente al castillo.  Tenían los permisos para levantar la pesada lápida de piedra, algo que harían ante un juez, notario y el familiar más cercano a los restos a exhumar, con lo cual Arthur estaría presente.  Conocedor  James, de todo lo acontecido, no podía evitar mirarle con prevención; no podía imaginar lo que conocía de su antepasado, y que usaría sin dudar cuando reclamase su título de Señor, pero para que todo fuese perfecto esperaría a saber el resultado del test al que se había sometido Marian, sospechando que al fín iban a ser padres. Con esa certeza y las pruebas extraídas de los libros , tendrían todo listo  para  reclamar con  legalidad su Señorío, y que con malas artes le había arrebatado durante un tiempo.

 Era una mañana fria, gris y desapacible, cuando la pequeña comitiva, cada uno por su lado, se trasladó hacia las ruinas del antiguo castillo propiedad de Megan y James.  Llegaron los primeros.  Paseaban sus miradas por aquellas piedras que encerraban tantos secretos tanto tiempo guardados y que  les habían sido revelados por los propios interesados, aunque ésto lo ocultaran para evitar comentarios que no venían al caso.  Por indicación de James, se dirigieron hacia lo que debió ser una capilla y era el lugar en donde reposaban los restos de Arthur.  Con la ayuda de unos canteros llevados por el juez, y ayudados por unas barras de acero, procedieron a destapar la losa.  Megan y Marian aguardaban fuera, ya que James no quiso que presenciaran lo que sería un tanto desagradable.


Y por fin, tras mucho esfuerzo, corrieron la losa, dejando al descubierto un esqueleto ataviado con un sudario por toda vestimenta y junto a ´él  un pequeño diario.  El secretario del juzgado tomo nota de lo que veían y a continuación procedió a extraer el contenido del sepulcro. No había nada más.  Ni símbolos que indicaran su pertenencia a ningún clan.  Solían enterrar de esa guisa, a los condenados a muerte o a aquellos que morían en la cárcel y nadie les reclamaba.  En esta ocasión, su cuerpo si fue reclamado y enterrado en aquel lugar que no le pertenecía.

 El Arthur  descendiente directo de él, no podía articular palabra.  La versión que en su familia circulaba era todo lo contrario a lo que allí se había encontrado.  James tampoco hablaba, pero no le pilló por sorpresa, puesto que él si conocía la versión facilitada por los libros que escribiera alguno de los hijos de sus parientes.  Solamente, al despedirse de los funcionarios y de Arthur, le dijo a éste

- Arthur tenemos que hablar. No todo concluye aquí, y veo que no estás en antecedentes de nada de lo que ocurrió hace tiempo- Con sorna, le miró fijamente y respondió a James
- ¿ Tú si lo sabes ?
- Exacto, lo se todo, pero no es el momento ni el lugar para entablar una discusión.  Dime cuando podemos reunirnos, y será ante un notario.  Sucedieron cosas muy graves que han de ser aclaradas, aquellas y éstas
- ¿ A qué te refieres ?
- Lo sabrás a su debido tiempo. El notario te citará para el día que sea nuestra reunión.   ahora si me disculpas, he de recoger a mi mujer y a mi madre  aun tenemos cosas que hacer
- Como tu digas. Ya nos veremos

Arthur se marchó y James se le quedó mirando. Pensó que la altanería seguía corriendo por las venas de esa familia.  pero ahora debían localizar el lugar en donde Lua descansaba.  Fue en busca de su familia, y los tres, acompañados por los obreros se dirigieron al lugar en donde creían estaban los restos de Lua.


Con el plano en la mano, escudriñaron palmo a palmo el lugar, buscando algún signo que les indicara por donde andaban las mazmorras y por tanto donde reposaba Lua. Estaban a punto de tirar la toalla, cuando algo les hizo ver que estaban en el lugar indicado y no lejos de hallar lo que con tanto ahínco buscaban. Una ligera brisa y un suave olor a jazmines, hicieron que se detuvieran junto a una derruida parte de lo que en su día fuera un muro con una oxidada reja.  Marian estaba sobre un trozo de terreno y miraban a ver si encontraban algo  para comenzar a excavar, pero fue justo donde Marian, sin moverse, percibió con intensidad el olor dulzón y fue a ella quién el aire despeinó sus cabellos.  Los tres se miraron sin decir nada, pero comprendieron que habían dado con el sitio exacto.

Los obreros señalaron el lugar indicado y procedieron a acotarlo,. Tendrían que volver nuevamente con el juez y un notario.  Debían hacer las cosas bien hechas, a pesar de estar en su propiedad y tratarse de un familiar.  James no desea ningún contratiempo, que todo fuese legal para que nunca más fuera perturbado el sueño eterno de los que reposarían en lugar cristiano como ellos merecían.

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