domingo, 20 de agosto de 2023

El brigadista de la Lincoln - Capítulo 9 - El viaje

La claridad de un nuevo día comenzaba a filtrarse a través de las cortinas de la habitación. Perla se despertaba lentamente sintiendo el brazo que la rodeaba. Como si de repente se diera cuenta de lo ocurrido durante la noche. ¿ Qué locura había cometido ? ¿ Qué le había impulsado a cometer semejante disparate?  ¿Por qué ?  Él dormía plácidamente a su lado ajeno a lo que ella estaba debatiendo consigo misma. Apartó el brazo que descansaba sobre su pecho y se deslizó fuera de la cama , vistiéndose con el camisón y poniéndose la bata que estaban tirados en el suelo. Recogió las llaves de su habitación y salió de la estancia sin hacer ruido.  Estaba asustada: se daba cuenta de lo que él representaba en su vida, pero no estaba segura si para Jeff ella era lo mismo. Había sucedido todo muy rápido, pero no podía culpar a nadie, puesto que había sido ella misma quién había acudido a la habitación de él.




A toda prisa se duchó,  se vistió y recogió todo como si temiera que él hiciera acto de presencia en  cualquier momento. No quería quedarse a solas con Jeff, y pensó que si la buscaba en la cafetería no discutirían. Su actitud le parecía ridícula, inapropiada para una mujer de su edad, pero tenía dudas. Estaba segura de sus sentimientos pero no de los de él.


Respondió enseguida a las caricias que ella le daba, intensamente, pero ni una sola palabra de amor que es lo que esperaba. En toda la noche, ni siquiera en los momentos más álgidos salieron de sus labios palabras como “ te quiero, eres mi vida, ...” Estaba desconcertada y arrepentida. Su mente trabajaba a mil por hora reprochándose haber tenido una experiencia sexual con otro hombre que no fuera su marido.  Pero ´el estaba muerto… ¿tenía derecho a reconstruir su vida ? Era joven, atractiva y deseaba compartirla  con Jeff, pero él no respondía a sus expectativas.  Sencillamente no era hombre de una sola mujer siempre estaba enredado con alguna aventura y eso la dolía, porque ella si se había entregado a él con los cinco sentidos


Se dirigió a la cafetería. Se sentó en una mesa cercana al mostrador, de esta manera si se enfadaba con ella siempre sería en silencio, a pesar de que no acostumbraba a dar voces, pero sus palabras eran cortantes y la violentaban mucho. Quizá supiera en su interior que no se había comportado bien. Debió quedarse en la cama hasta que él se despertara y no huir como una aventurera ocasional.  No tenía apetito, pero su propia impaciencia hizo que pidiera un  café.  No había empezado a tomárselo cuando Jeff hizo acto de presencia en la cafetería, y en contra de lo que pensaba la saludó dando los buenos días y besando sus labios al tiempo que la sonreía con dulzura


- ¿ Por qué te has levantado tan pronto ?   Yo esperaba que estuviéramos algo más,  puesto que no tenemos prisa-.  Perla se sonrojó y bajó la cabeza. Le daba vergüenza mirarle a los ojos, algo que Jeff no comprendía.
- ¿ Qué te ocurre ?
- Nada, no me ocurre nada
- Oye. el tono de tu voz me dice todo lo contrario. ¿ Por qué estás tan distinta a anoche?
- No lo vuelvas a mencionar. Lo de ayer fue un error tremendo del que estoy muy arrepentida. Nunca debió ocurrir.   Nunca
-¿ Cómo dices ? ¿ Me estás diciendo que lo que sucedió anoche no ha significado nada para ti?
-Si, si ha significado. Fue una metedura de pata  descomunal. No te culpo,  la responsabilidad ha sido toda mía
- Pero, … ¡ es inaudito ¡ Para mi ha sido muy,  muy importante! He acariciado ese sueño durante mucho tiempo. Ahora me dices que ha sido una metedura de pata…  ¡ No me lo puedo creer ¡  Entonces,  es que he sido un juguete para ti.! ¿ qué pretendías ?
- No pretendía nada. Fue un momento de debilidad, eso es todo
-¿Eso es todo?  Y mis sentimientos ¿ no importan ?
- Nunca has demostrado el más mínimo interés hacia mi.. Siempre he sido como una “!hermana pequeña” para ti. A las primeras de cambio te enredabas con  alguna chica. Nunca tuviste en cuenta lo que yo podía sentir
-Porque siempre levantabas un muro en tu vida. Siempre anteponías la memoria de tu marido ¿ que querías que hiciera ?   Todo esto no puede estar pasando
- Ni siquiera anoche me dijiste que me querías. ¿ Por qué lo hiciste, , por qué accediste a mis deseos. ?  ¿Por caridad ?  Ah, claro seguro que pensarías “ esta pobre, desde que se ha quedado viuda …."
- ¿ Piensas eso realmente,?  ¿de verdad lo piensas?
- Naturalmente que lo pienso. Si no fuera cierto no te lo diría
- Muy bien. Si es así como piensas, será mejor que cortemos nuestra relación en este preciso momento. Te has reído de mi  y yo confiaba en que sería distinto, pero veo que he sido un instrumento para tu satisfacción, así que por favor déjame en paz. No deseo volver a verte nunca más. He tratado durante todo este tiempo de cuidarte, de protegerte y de esconder mis sentimientos para no herirte, pero he comprobado que no todos somos iguales.  Te espero en el coche. 




Jeff abonó la cuenta y salió del local en dirección  al vehículo que les llevaría de nuevo a Madrid. Sentía un inmenso dolor. Al comprobar que ella permanecía inamovible, que no había significado nada,,,  que todo lo vivido aquella noche, era una simple anécdota en su vida.


Durante el regreso ninguno de los dos habló en todo el camino. Perla le llevó hasta la puerta del hotel. Jeff bajó del coche y con un simple adiós, dio por terminada su relación. Ella arrancó  sin pronunciar palabra.  No fueron fáciles los días siguientes. Pensaba que se había equivocado: quizá debió hablar con él antes de acusarle de desamor, pero ya era demasiado tarde. Pensaba que no le volvería a ver. Había perdido su oportunidad de ser feliz nuevamente.


Habían pasado tres semanas desde el incidente con  Jeff, cuando una inesperada llamada telefónica la sobresaltó. Apenas había amanecido y a esas horas ciertos avisos no auguran buenas noticias. No estaba dormida, pues siempre estaba desvelada. Saltó de la cama pensando en Jeff, quizá hubiera sufrido un accidente….  Preocupada, descolgó el teléfono
- ¿ Quién es ?
-Señorita, la llamo de la residencia de Belchite. Es referente a Dolores, siento comunicarle que ha fallecido esta pasada noche
- ¡ Oh Dios mío ¡ Pobrecilla. No sé qué decir. Salgo inmediatamente para allá.
-Cuando llegue pregunte por Nora, por favor. Es la directora de la residencia. Tiene un encargo para usted.
-Descuide, así lo haré. Muchas gracias por avisarme.


En menos de una hora estaba sentada al volante , en carretera,  camino de Belchite.  Llegó sobre las diez de la mañana, y como la empleada le había indicado, preguntó por la directora, que la  recibió en su despacho.  Como había supuesto, se refería a la caja de los tesoros de Dolores.  No pudo evitar emocionarse cuando la tuvo entre sus manos. Después de relatarle cómo había ocurrido el suceso, la condujeron hasta la capilla ardiente que habían instalado en la iglesia de la Residencia.  Por prescripción judicial, hasta pasadas veinticuatro horas del deceso,  no podían darle sepultura, por eso hacia mediodía decidió ir a alguna pensión del pueblo y alquilar una habitación, pues hasta el día siguiente a primera hora de la mañana no sería el entierro.  Acudieron varios compañeros de la residencia cuyo desplazamiento les fuera más fácil. En su coche llevó a tres , de los más conocidos por Dolores. Sería enterrada en el Viejo, junto a su marido y su hija. 

 Una vez sepultada, pidió quedarse a solas frente a la tumba durante unos instantes. Tenía que narrarle a Dolores que le iba a ser muy difícil cumplir con su promesa, pero estaba dispuesta a llevarla a cabo. Se despidió de ella como si pudiera escuchar su congoja. En su cabeza se agolpaba la muerte de la mujer y el recuerdo del último viaje que realizó con Jeff y que tanta trascendencia tuvo en su vida..






Sentía una rara sensación en el estómago, mucha desgana y sin embargo ansiedad por un determinado alimento. Pensó que por falta de riego en el cerebro, es que se mareaba todos los días al levantarse, algo que le producía unas náuseas horribles, como nunca había sentido. Y transcurrían los días, y esa sensación no desaparecía. Lo achacaba a la tensión vivida en los últimos tiempos, y a pensar continuamente en Jeff, del que no había tenido noticias .Ya no era normal, y decidió acudir al médico.  El diagnóstico que le dio tras una analítica, la dejó sin sangre en las venas. No podía ser, era imposible, se había equivocado.  Quizá habían cambiado el análisis en el laboratorio. ¡ Oh no ! Esas cosas no ocurrían a la primera vez.. Por más argumentos que dio, el médico la miraba pacientemente y con una sonrisa  respondió.

- Hija, es normal. Si te has acostado con un hombre y habéis hecho el amor sin precauciones, el resultado puede ser éste. No se trata de las veces que lo hagáis, sino si es en el momento oportuno, y el tuyo lo era, no cabe la menor duda: estás embarazada.  No obstante, para disipar tus dudas, te haré una ecografía. Pasa a la sala contigua.  Mi enfermera te ayudará - Efectivamente el médico  no se había equivocado: se estaba formando una nueva vida en su interior.


Cuando salió a la calle caminaba como una autómata, sin rumbo fijo. Las palabras del médico retumbaban en su cabeza. Sentía miedo a lo que se le venía encima, algo para lo que no estaba preparada, y tenía que vivirlo sola. Pensó en sus amigas y en cuanto llegó a su casa, fueron convocadas para una reunión urgente,,  para ese mismo día  La sorpresa que sintieron no fue menos que la suya propia al recibir la noticia.


- Tienes que decírselo- exclamó Araceli su amiga más íntima
- No ni hablar. Es cosa mía nada más


- ¿Estás loca ? Tiene derecho a saberlo. Además ¿cómo vas a enfrentarte a una maternidad sola, sin tener ni idea y sin ayuda…? Ahora te pesa, pero debiste pensarlo antes.. Venga, llámale..
-No, no insistas. No voy a  hacerlo.


Trabajó todo cuanto pudo para poner  al día su cometido en la editorial. A penas faltaba algo más de un mes para las Navidades, la época fuerte en ventas de libros.  Pidió unos días de adelanto en sus vacaciones navideñas y dispuso todo para su viaje a Estados Unidos.  No sabía la dirección del abuelo, por tanto no le quedaba otro remedio que ponerse en contacto con  Jeff.
Aguardó a que en América fuera una hora razonable para poder hablar. Decidida marcó el número de él


-¿ Si ?






Su varonil voz retumbó en sus oídos, esa voz tan deseada de escuchar,  perdida irremediablemente. Echaba de menos sus discusiones, sus charlas que siempre terminaban en eso: discutían  por cualquier cosa. Pensaba que eran de todo punto incompatibles.


- Jeff, soy yo
-Ah, ya. Dime ¿qué quieres? -.  Ni una amable palabra,  ninguna sorpresa por su llamada,  una frialdad absoluta. Verdaderamente ya no formaba parte de su vida
- Verás. Dolores ha fallecido y yo tengo que cumplir mi promesa, pero ignoro el domicilio del abuelo. Necesito saber a dónde debo acudir
-Bien. Toma nota.  Mis padres y mi abuelo, viven en un pueblo a las afueras de Nueva York. Su dirección es….  ¿Sabes cuándo vas a venir ?
- Seguramente el martes. Mañana tengo que ir a recoger el billete.
-Bien , avisaré a mis padres . O mejor,  toma nota de su teléfono y ponte en contacto con  ellos para que te recojan en el aeropuerto.
-¿ Cómo va tu libro ? -.  Jeff sorprendido por la pregunta, tardó unos momentos en contestar. Al fin dijo
- Bien, bien. Ya está en imprenta
-¿Querrías enviarme un ejemplar cuando estén a la venta?
-Claro. Te lo enviaré. Ahora si me disculpas tengo una visita
-¡ Oh, perdón ¡ te ruego me perdones por la intromisión. Adiós


Jeff le había mentido. Estaba solo en casa, pero el escuchar su voz le hacía daño.  Le hubiera preguntado mil cosas. A pesar de que había pasado algún tiempo, no la había olvidado,  al contrario estaba más furioso y no quería ni oir de entrevistarse con ella. Lo estaba pasando mal. Quería liberarse de una vez de la influencia de la muchacha.


Perla al día siguiente, llamó a los padres de Jeff. Mantuvo una conversación amable y cortés con el padre y más participativa con  Gena, la madre. Era extrovertida, sincera y amable. Quedaron en dar la fecha fija de su llegada a América y ambas colgaron el teléfono.
Hasta el último momento mantuvo la esperanza de que iría Jeff a buscarla , pero no fue así. En su lugar acudieron sus padres y cómo no, el abuelo. Un perfecto caballero, educado y a pesar de su edad muy atractivo. En verdad observó lo que dijo  Dolores: “ te pareces a aquel jovencito que fue novio de mi hija!”


Era alto, muy mayor, pero el color de sus ojos y su brillo eran iguales a los de Jeff. Y hasta tenía su misma sonrisa y el mismo hoyuelo en su barbilla.  . Quizá nunca, aquel venerable anciano, llegase a saber lo que cambió su destino con su  historia. Al verse frente a él, no sabría describir la sensación de ternura que tuvo.  Allí estaba uno de los protagonistas de su propia historia
El abuelo, fue el primero que la abrazó, agradeciéndole la misión que había desarrollado y la había conducido hasta allí.  Perla llevaba un paquete dentro de una bolsa que cuidaba con especial esmero, no por su fragilidad, sino por el hermoso contenido del que había sido depositaria.


Ya en la casa, les entregó  el paquete que Dolores había preparado . El abuelo pidió permiso para retirarse a su habitación y en soledad  contemplar aquellos  recuerdos tan queridos para él a pesar del tiempo transcurrido.


Ni Gena ni Perla pudieron evitar el emocionarse  y tuvo que ser  Jeffrey padre , quién las consolara. Al cabo de un rato,  una vez repuestas de las emociones, Gena condujo a Perla hasta su habitación para instalarse. Pensaba quedarse sólo un par de días, pero se acercaba el día de Acción de Gracias y esa festividad era muy celebrada por la familia. La convencieron para que se quedara unos días más. Gena era muy cariñosa con ella, se prestaba a las confidencias,  tenía especial manera para ganarse a las personas, y se ganó la de Perla.  Gena le contó que la hubiera gustado tener otro hijo más : una chica, pero complicaciones a la hora de dar a luz a Jeff, provocaron que nunca  más pudiera volver a ser madre. Perla conmovida , la abrazó diciéndola cuanto sentía lo ocurrido


- No te preocupes, ha pasado mucho tiempo, ya está superado. ¡ Me hubiera gustado tanto tener una hija ¡ …  Ahora te toca a ti. Cuéntame…




Perla narró todo lo ocurrido con la enfermedad de Carlos, , su fallecimiento, la depresión en la que cayó y las inseguridades y remordimientos que sufrió posteriormente. Muy de pasada la contó  cómo se conocieron Jeff y ella.


No dió ningún nombre sólo evocó que había conocido a un hombre del que se había enamorado y que por motivo de su inseguridad, había roto su relación.  Narró la noche apasionada que tuvo con él y la consecuencia de aquello…
- Si Gena, me he quedado embarazada y estoy muy asustada…
-Hija, tienes que hablar con el padre de la criatura
- No. Es responsabilidad mía; yo fui quién llamó a su puerta buscando su pasión, y fue mío el remordimiento que sentí al día siguiente por haber sido infiel a mi marido
- ¿Infiel ? ¡ Pero si hace varios años que enviudaste! Tienes derecho a vivir de nuevo. Además, él también tuvo su culpa. No le pusiste un puñal en el pecho para que te hiciera el amor.  .Seguro que estaba encantado de la vida.


No dijo ningún nombre, pero Gena intuyó enseguida que se trataba de su hijo. El cúmulo de circunstancias coincidían con lo narrado por Perla. Comprendió el porqué él no había venido a saludar a su amiga, y comprendió también la tristeza que había permanentemente en los ojos de la muchacha


- Pero ¿ tu quieres a ese muchacho ?
-Naturalmente que le quiero y muchísimo. Lo he comprendido cuando era demasiado tarde. Quizás estaba confiada en que él nunca me dejaría, hasta que se cansó de aguantar mis insensateces
- Pero tienes que decírselo. Es su padre, tiene derecho a saberlo. Si luego  no quiere saber nada de ti, pues allá él, pero es tu obligación. Se lo debes a tu hijo que algún día te pedirá responsabilidades.
-Tienes razón,  pero todavía no estoy preparada. Son demasiadas cosas las que tengo que asimilar. Además seguramente se habrá buscado otra pareja. Es un buen partido y además muy guapo.


Con la sinceridad que la caracterizaba, Gena abordó la pegunta a bocajarro
- Ese hombre es Jeff ¿verdad ?


Perla se quedó callada. Como en tantas ocasiones bajó la cabeza avergonzada. Le pesaba haber sido tan sincera con la madre del hombre del que se había enamorado
- Es Jeff ¿verdad? - la preguntó por segunda vez-  Pues debes decírselo, de lo contrario le hablaré yo
- No por favor Gena, no lo hagas. Debo ser yo quién se lo diga.  Necesito unos días más. No quiere ni oir hablar de mi, no quiere verme nunca más ¿ Cómo voy a decirle ahora que vamos a tener un hijo?
- Está bien. Esperaré hasta que me digas, pero si tú no lo haces lo haré yo.

Ahora entendía el porqué de aquel largo viaje.  No debió ser cómodo para ella dado su estado. La entrega del legado de Dolores, era sólo un pretexto; en realidad podría haberlo hecho por correo o por mensajería, pero deseó entregarlo en propia mano. ¿ Esperaba encontrarse con Jeff ? ¿ Buscaba una reconciliación ?.  Sintió pena por aquella muchacha que estaba tan desorientada, tan confundida con sus sentimientos. ¿ Por qué se sentía culpable de haberse acostado con Jeff, o con cualquier otro que se hubiera terciado ?  Era una mujer preciosa, inteligente y libre.  Había sufrido y amado a su esposo; la ausencia de él era irremediable. Era justo que organizase su vida nuevamente. Pero se habían juntado dos caracteres muy fuertes, y la situación se complicaba.  Al mismo tiempo, la llenaba de ilusión el saber que iba a ser abuela; aunque no le tuviera cerca y quizá su madre nunca le hablase de la existencia de la familia de su padre, pero ella sabría que en algún rincón del mundo, su semilla fructificaba.


- ¿ En qué piensas ? - la dijo su marido al verla bajar tan callada y reflexiva

- En nada en especial, marido. Sólo en lo que ha traído a esta chica viajar tan lejos. Es muy dulce y bonita- respondió .

 Gena sospechaba que Jeff no pasaría el día de Acción de Gracias con ellos. Ahora lo comprendía todo, el porqué no había ido a ver a su amiga ni volvería a casa mientras ella estuviera allí. Cuando Perla se hubo retirado a descansar, cogió el teléfono y marcó el número de su hijo


-Jeff

- Hola mamá ¿ cómo estáis?
- Bien, estamos bien. La que no se encuentra bien es Perla
- ¿Está enferma ?
- No pero tiene graves problemas
-¿Problemas, de qué tipo ?
-Es muy largo de contar…¿No vendrás, verdad?
-- No, Tengo compromisos. No, no iré
- Bien. Hijo mío cuídate y ten un feliz día de Acción de Gracias. A propósito, Perla se va al día siguiente de la fiesta, te lo digo por si vuelves a casa
- Mamá,.. mamá…





-Adiós hijo mío. Pásalo bien


Cuando colgó el teléfono, Gena sonrió. Conocía muy bien a su hijo y sabía que estaría dando vueltas a la cabeza y que posiblemente se presentara a verles, a pesar de contar con la presencia de Perla.

sábado, 10 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 28 - Olvídate de ese día

Alex fue dado de alta definitivamente  con  tan solo unas pequeñas  señales de lo ocurrido en su rostro, ninguna otra secuela le había quedado. No estaba nada contento con su regreso a casa. Ella ya no estaba y a él le sobraba todo lo que le rodeaba.

 Tuvo una pelea con su padre porque quería regresar a la cabaña. No estaba de acuerdo con la decisión que su hijo iba a tomar al rememorar de nuevo las situaciones dolorosas vividas. Pero él decía que necesitaba volver y vivir de nuevo aquellos días con ella allí.

 Se encontraría mejor. Ya no había peligro y, la presencia de Danka estaba por todos los rincones de aquella choza. Los momentos vividos los evocaría nuevamente. Y, se desesperaba por no tenerla a su lado. Los recuerdos son dolorosos pero, a veces, se necesitan. Los que él tenía de aquellos días, eran muy intensos. Necesitaba volverlos a vivir. Necesitaba a su hijo también, que a penas conocía. Oler su aroma a bebe recién bañado y contemplar a Danka mientras daba el pecho a su pequeño. El tiempo transcurría, pero no todo lo rápido que deseaba. 


El juicio era complejo y había que atar muy bien todos los cabos para que nada fallase. Pero al menos podían hablar telefónicamente casi a diario.

No obstante, se mostraban nerviosos y Alex se alteraba por cualquier cosa. A Danka le parecía, cuando eso ocurría, que ya no la quería con la misma intensidad. Que la distancia les estaba castigando. Temía que nunca volvieran a verse, aunque, al menos él, viajara  a Europa para ver a su hijo.

A solas en su dormitorio, se hacía mil preguntas. Tenía el miedo metido en el cuerpo y no terminaba de convencerse de que, el peligro había pasado. No temía por él, sino por Danka y su hijo. Eso le hacía desquiciarse, y a veces, discutir con ella que no tenía culpa de nada. La imaginaba sola y desorientada en la ciudad, acudiendo al trabajo y dejando al bebe con su abuelo y con la señora que había contratado para cuidarles.

Seguía haciéndose la misma pregunta noche tras noche:  ¿Qué habrá sido de su familia? ¿Se acordará de él? ¿Se querrá casar? Estaba impaciente por comenzar los trámites para hacerlo con Danka, y para ir en su busca y de su bebe. Pero para eso, tenía que estar seguro de que el ruso y sus secuaces, estuvieran a buen recaudo y, eso no sucedería hasta que se celebrase el juicio.  Por mucho que estuvieran en libertad provisional y con la pulsera telemática en su pierna. No se fiaba; esa clase de gente saben mil argucias para esquivar a la policía.

Los días pasaban lentos, impaciente por poder realizar el viaje de sus sueños. Conocía por la policía que ella había encontrado un trabajo y, que un guardaespaldas, camuflado, la protegía por si acaso alguno de los rusos la buscaba para cobrar su deuda. El fiscal del caso metía prisa para que el juicio se celebrara. No tenia objeto demorarlo más, puesto que tenían todas las pruebas y, en cualquier momento podría escaparse a su pais o a otro que se le antojara, ya que estaba libre bajo fianza, gracias a su abogado.


El juicio se celebraría rápidamente. Danka declararía por teleconferencia desde Praga. Yuri, estaba  reclamado en su país y, si se demostraba que era culpable, lo encarcelarían allí. 

Se demostró su implicación no sólo por la declaración de Danka, sino de las otras dos chicas que la acompañaron en su viaje, y que estaban a punto de ser repatriadas a su país. 

"Culpable". Fue la palabra mágica que pronunció el juez y desde aquél instante, sería entregado a la justicia de su pais. Ya podían respirar aliviados.

 Después, al llegar ese momento, sólo faltaba que Alex tomara el avión que le condujera a la república checa, encontrarse con Danka y unirse en matrimonio. Siempre y cuando ella le aceptase. No habían tenido ningún contacto y por ese motivo, vivía intranquilo por si ella le hubiese olvidado.  Pero nada era tan fácil como él lo imaginaba. Tenía que ir paso a paso.

 Danka, llamó al rancho desde una cabina telefónica en la calle, así no había forma de rastrear la llamada en caso de que la siguieran sus verdugos. La voz de Alex, sonó en sus oídos como trompetas de gloria. Se quedó callada, ya que no esperaba escuchar su voz, sino la de Carmela o del propio Alejandro. 

Al otro lado del aparato, una voz impaciente preguntaba una y otra vez quién llamaba. Ya estaba a punto de cortar la comunicación, cuando se decidió a hablar:

— Alex. Soy yo

— ¿Danka? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

— Si, mi amor. Estoy bien, pero muy lejos. No puedo hablar mucho. No quiero que escuchen esta llamada

—¿Estás en peligro? ¿ Y el niño ?

— ¡No! Estamos bien, pero no quiero dar facilidades. ¿Cómo estás?¿Te has recuperado?

— Pronto voy a ir a por tí

— A por nosotros...— Y ambos rompieron a reír felices.

Después siguió un torrente de palabras entre lágrimas por parte de ella y de ternura de él.


—Estoy tramitando todo para poder casarnos y reunirnos de una vez. ¿Has hablado con tu padre de la idea de que viva con nosotros?

Danka a penas podía hablar por la emoción al escucharle. Todo seguía igual, aunque hubiera por medio miles de kilómetros de distancia. Y sonreía entre lágrimas y alegría. Parecía mentira que todo siguiera con la fuerza del principio con la cantidad de obstáculos que habían tenido que salvar.

—No pienses más en los malos ratos vividos. Nuestro encuentro estaba preparado por algo extraño que debía unirnos. Y bendigo aquél momento, aunque he de confesarte que estuve tentado de salir corriendo. Nunca me había visto en una situación semejante, pero que me ha servido para seguir evocándote y amarte cada día más. Gracias a todo eso, hemos sido padres y pronto estaremos unidos para siempre. Céntrate en eso solamente. Cuando estemos juntos, no recordaremos aquellos días, aunque desde el fondo de mi corazón, los bendigo, porque me permitieron conocerte y amarte tan profundamente como te amo.
¡Oh Danka! Estoy impaciente por teneros frente a mí. Piensa que ese día no existió, sólo el momento de nuestro encuentro por primera vez. Que su recuerdo no te perturbe, y al contrario, tenemos motivos para alegrarnos de que así ocurriera. No quiero ni pensar si no hubiera sido yo quien te viera primero.

— ¡ Alex, te quiero! He de colgar. Da un abrazo a tu padre. Nunca le olvido en mis plegarias. Adiós

— No te vayas, no te vayas todavía...

Pero, Danka, temerosa, aún guardaba en su cabeza la huida de aquellos tiempos, y  de que Yuri apareciese de un momento a otro para castigarla por su fuga, a pesar de saber que seguía en Estados Unidos, pero también podría tener una mano tan larga que llegase hasta ella, a pesar de la protección. Lo que sí tenía, era la compañía del policía que, desde la distancia seguía sus pasos para protegerla.

 Quería quedarse a solas cuando regresase a su casa. Se encerraría en su habitación con cualquier pretexto para no alarmar a su padre y, evocaría todas las palabras que se habían dirigido por teléfono.

A partir de ahora, el tiempo pasaría más lento aún. Deseaba que él viniera a por ella y su hijito, que se parecía a su padre. Una vez que conocía todos los trámites a realizar, los días, o quizá los meses, pasarían lentos y desquiciantes para ella. No entendía la clase de amor que ambos amantes experimentaban con el poco tiempo compartido juntos, y en la forma en que se conocieron. Era algo difícil de entender teniendo en cuenta sus circunstancias.

No quería desechar de su cabeza, aquella primera vez en  que le vió al final de la escalera en el burdel, la impresión que le causó, sin sospechar siquiera que estaba destinada a ser suya no tardando mucho.

— Tiene razón Alex. Ese día nunca existió, sólo ese momento. He de centrarme en ello, porque todo lo que vino después fue hermoso, pese a lo complicado de la situación a la que nos enfrentábamos día a día.  Quería morirme cuando me vi tendida en aquella cama, desnuda, tapándome el rostro con las manos, teniéndole frente a mí, que se desvestía lentamente, dispuesto a cumplir con algo por lo que estaba allí y había pagado. Eso he de borrarlo de mi memoria, pero conservar todo lo que vino después. Nunca había conocido a una persona tan generosa, amable y comprensiva como él. Por eso le amo y le amaré eternamente. Agradeceré haberle encontrado en mi camino. Siempre. Siempre seré suya y él mío, por muchas cosas que tengamos que enfrentar en la vida, que nos toque vivir, pero siempre junto a él. ¡Oh Alex. Te amo tanto!


Aún tendrían que esperar varios meses para realizar y ultimar toda la documentación que les protegiera y permitiera vivir con normalidad y, tranquilos en América. Hasta consiguieron olvidar, borrar de sus vidas el motivo de su encuentro y el encierro vivido en aquella cabaña. Pese a todo, había sido positivo para sus vidas.
 De algunos trámites fue eximida debido a sus especiales circunstancias de entrada en el país.

La víspera de la llegada de Danka  y su hijo, Alex no pudo dormir. Los nervios, la impaciencia y, los preparativos de su boda, le tenían alterado, pero feliz.

Se casarían poco después de su llegada. Lo celebrarían en el rancho, a la par que el bautizo de su hijo.

Quizá con demasiada antelación a su retorno, padre e hijo, paseaban nerviosos por el aeropuerto de Sacramento. Aún faltaba un par de horas hasta que pudiera abrazarlos, pero estando allí, le parecía que estaban más cerca. Y en realidad, así era, solo que a cientos de kilómetros hacia arriba.

Llevaba un ramo de rosas rojas para Danka y un peluche para el niño que, poco a poco había crecido.  Aún no tenía nombre, ya que, por expreso deseo de la madre, lo buscarían entre los dos.

Sentada en su asiento del avión, con el niño dormido en su regazo, Danka pensaba igual que Alex. La impaciencia la dominaba, aunque faltaran horas para reunirse.

Y por fin, el tan ansiado momento había llegado. No podía ni respirar, mientras el avión se deslizaba por la pista del aeropuerto, aminorando su velocidad. 

 En la terraza, Alex observaba la maniobra, al tiempo que desde los altavoces, anunciaban la toma de tierra del avión procedente de Praga

.

Un nudo en su garganta, subió hasta sus ojos y, tragando saliva, sonrió levemente, nervioso porque todos los trámites aduaneros le permitiera abrazar a su familia pronto,  aunque legalmente aún no lo fueran, pero sí para ellos dos.

Alejandro les observaba algo retirado de ellos. Era su momento y, él abarcaba con su abrazo el cuerpo de Danka y el menudo de su pequeño que protestaba, quizás asustado por esa expresión que desconocía, y que  era de cariño y, de su padre.

Era una muñeco rubio como su madre, con los inmensos ojos azules también de ella. Al fin, los tenía allí frente a él. No era un sueño, sino la más hermosa realidad.

Danka se dirigió hacia  Alejandro que les miraba emocionado. Nunca hubiera imaginado a su hijo tan enamorado de una mujer con una historia tan rocambolesca a sus espaldas. 

El padre de Danka, les observaba también sonriendo. Pasados unos instantes, fue ella la que hubo de presentar a todos y dar nombre a aquellos rostros, hasta entonces desconocidos, pero que tanta influencia tenían en la vida de todos.

Recibió su ramo de rosas con intensa emoción. Era el único regalo que la había hecho. Alex se disculpaba por ello, pero Danka le rectificó:

—Te equivocas, el más grande regalo que me has hecho lo tienes en brazos ahora mismo. Él hizo que todo fuera más soportable. Me volvía a la realidad cada vez que desfallecía y, me hacía seguir adelante, sin renunciar a nadie ni a nada.

Aunque sus padres estaban presentes, se saltaron el protocolo, y Alex atrajo hacia sí a Danka y a su hijo, bajo las protestas de éste. Todos reían y, felices, partieron en dirección al rancho.
Sería Alex quién condujera el coche, y mientras, los padres, charlaban y comenzaban a conocerse. El padre de Danka, lo hacía mitad en ingles, otras partes en checo y francés. Pero los sentimientos afloraron entre ellos y no tuvieron problemas de comunicación.


¿ Qué fue de los prisioneros durante todo ese tiempo?

  Yuri en libertad provisional bajo fianza  y  controlada. Había tenido un excelente abogado, aún así no consiguió que saliera libre de cargos. 
Permanecieron  en prisión hasta después del juicio en que, Yuri sería extraditado a sus autoridades, y Margueritte, aún cumpliría un tiempo en la cárcel. 

Eso la tenía alterada. No deseaba volver a ver a Yuri. Le tenía un miedo horroroso, sin pensar que ya no podría hacerla daño nunca más. Pero las palabras de Alex, no la calmaban, porque machaconamente volvía su imagen, a su memoria una y otra vez.

Muy nerviosa, había declarado como testigo desde Praga. Poco tenía que contar, más que su encuentro con él. Para Margueritte tuvo palabras a su favor, ya que en realidad, nada podía decir en su contra, aunque su estancia en aquella casa, no fuera lo más ortodoxa que se esperaba.

A veces, parecía que la faltaba el aire, sobre todo cuando la mirada del ruso, se fijaba en ella durante el interrogatorio. Pero quién la hace, lo paga y, eso le pasó a Yuri, dado que no era la primera vez que lo hacía y estaba reclamado por la justicia de su pais.

Margueritte cumpliría sus años de sentencia en una prisión, por tráfico de mujeres, aunque éstas estaban registradas y se consideraban "trabajadoras sociales".

Con un sonoro martillazo en la madera , el juez dio por concluido el caso. Había sido un juicio rápido debido  a las pruebas recopiladas, y con el atenuante de las facilidades dadas por los testigos desde el principio.

Y se casaron. Emocionados se miraban fijamente tomados de la mano, y de esta forma dijeron sus votos. Todos los invitados guardaban un silencio absoluto, pero sólo unos pocos, exceptuando los empleados del rancho, conocían la verdadera historia de esas dos personas que en ese día se convertían en marido y mujer.

Al día siguiente celebrarían otro acontecimiento: el bautizo de su hijo, de Armand, en homenaje a esa abuela que no conocía.

Y aquí termina esta rocambolesca novela, de unos seres que se amaron por encima de todo pese a las circunstancias en las que se conocieron. Aún pasaría mucho tiempo, para que, ambos olvidaran aquél día que, felizmente existió. 
Y fueron felices a pesar de discusiones que siempre hay en los matrimonios, pero su amor era tan fuerte que derribó hasta las murallas de Jericó.









                                                          F    I    N

Autoría: 1996rosafermu
Editado: Mayo 2021
Ilustraciones: Internet
Nota: Todas las situaciones planteadas, así como sus lugares y, personajes, son ficticias
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS




El día que nunca existió - Capítulo 27 - Carta de libertad

 El inspector se despidió. Alejandro y Danka, intercambiaron una mirada en la que expresaban su alivio y, también temor de que todo fracasase. Sabía que el riesgo de ser expulsada del país estaba latente, ya que figuraba como turista con un determinado plazo ya extinguido. Tendría que abandonar el pais y a él cuando más le necesitaba.

No se quejaba. Siempre le estaría agradecida porque sin duda la había salvado de una vida  que ella ni buscaba, ni deseaba. Se temía que fuera inminente y no había nada para poder recurrirlo.

Poco a poco Alex se recuperaría, pero ella no estaría allí para verlo. Besó suavemente sus labios y siguió al policía que la esperaba en la puerta para llevarla directamente al aeropuerto. Con su hijo en brazos, echó una última mirada antes de que la puerta de la habitación de Alex, se cerrara tras ellos.

Por muchas gestiones que hiciera Alejandro de nada sirvieron. Primero tendría que regresar a su país, y después ser reclamada nuevamente, pero esta vez con toda la legalidad.

Tenía muchas horas por delante para pensar en todo lo acontecido y, en lo que al final ha desembocado. Lo que más la dolía era la separación de él. Postrado en la cama del hospital, inconsciente, sin saber que ella ya no estaría ahí cuando despertara. Ni ella ni su pequeño.


 Probablemente sería lo mejor, ya que si estuviera consciente, todo sería más difícil. Durante ese tiempo, habían vivido en una burbuja, pensando que todo sería realizable.  Pero, en realidad, era descabellado, y así ha terminado.

— Adiós, amor.

Fueron las palabras que dirigió a Alex que permanecía sedado. Alejandro la observaba apenado. ¡Qué triste situación ! Después de lo que habían luchado por poder estar juntos. Por protegerla...

 En cambio, los autores del delito, serían puestos en libertad en un plazo relativamente corto, después de depositar una importante fianza que, a buen seguro  compensarían con otra expedición de muchachas inocentes, pero no en ese lugar. No importaba. La geografía es amplia y habrían más lugares que abastecer de carne humana. Y probablemente no tendrían la suerte como en  la casa de Margueritte, sino otra en la que se les explotaría sin miramientos de ninguna clase.

Alejandro tenía miedo, por si durante el trayecto, se metieran con ella y fueran capaces de alguna fechoría como castigo. Habló con el inspector que llevaba el caso:

— No se preocupe señor Jiménez. Yo mismo la acompañaré hasta su casa. He  contactado con la policía de Praga y estarán al tanto. Parece ser que iban tras sus pasos. No van a salir tan bien parados como ellos piensan. En ese intermedio tendrán tiempo para efectuar las gestiones si es que van a reclamarla. Por nuestra parte no habrá malos informes, porque en realidad ella se vió involucrada sin saber nada y en nada intervino.

— ¿Y Margueritte?


— Todos conocemos "su trabajo". Pero en todos estos años ha incumplido la ley de su negocio. Además hemos comprobado que en verdad habían firmado un contrato por el "alquiler" de la mercancía, sin especificar qué. Ella cumple con las normas legales establecidas. No quiero decir que esté de acuerdo  con lo que se gana la vida. Permanecerá encerrada durante un tiempo. No hay pruebas de que ella estuviera al corriente de todo y de hecho trató de defender a su hijo con sus propios "gorilas". Tarde, es cierto, pero lo intentó. Es un asunto feo y escabroso, pero de los que tenemos  montones a diario. Todo saldrá bien, no se preocupe.

¿Tranquilo? ¿Cómo podía estar tranquilo con todo lo pasado y con la certeza de que todo ha sido inútil? No quería ni pensar cuando Alex se despierte y compruebe lo que tanto temía: la extradición de Danka y con ella la de su bebe.

De nada habían servido las gestiones que realizara para reconocer al niño. Debía hacerlo ante una autoridad y Alex, no estaba en condiciones de hacerlo aún.

La pidió su dirección y todos los datos con que pudiera localizarla en su país. Estaba seguro que, en cuanto Alex se repusiera, iría a buscarla. Se casarían por poderes si fuera necesario, aunque tardaran meses en reunirse. Aunque también pudiera ocurrir que, precisamente por la tardanza, no lo consiguieran al haberse olvidado de la aventura que les tocó vivir. Todo eso ya se vería. Lo importante es que Alex se recobre. Que todo lo vivido no haya repercutido en su salud¡ La veía tan frágil y perdida...!

También se ocuparía de Margueritte. Era parte de su familia, aunque resultara la hija díscola  que tiró por otros derroteros. Sabía que si su mujer viviera, le insistiría en buscarle un abogada que la defendiera.  

En el fondo no era mala persona, a pesar de con lo que se lucraba, que no aprobaba. Pero al menos cuidaba de sus chicas tanto sanitaria como laboralmente.

 Sabía que tenía predilección por Alex, que probablemente fuera un resto de lo que, en otro tiempo, sintiera por el padre. Quién sabe si aún perduraba. Era su sobrino, aunque él no lo supiera. Era la parte oculta de la familia que nunca quiso saber de ella.


Llamó a su abogado para que se ocupara del caso de Margueritte y, puesto que la habían confiscado sus bienes, también correría con los gastos de la fianza que le diera la libertad. Sabía que a su mujer la hubiera gustado hacerlo, si viviera para verlo. Era su hermana, y con errores y desaciertos, era sangre de su sangre.

Por la tarde, el mismo policía que la había acompañado al aeropuerto, le puso al corriente de que Danka había embarcado y protegida por un policía checo que iba camuflado como un viajero más. Al menos hasta que llegase a Praga, iría segura. Después, sería la policía checa la encargada de tenerla a buen seguro. Estaban muy interesados en seguir ese tema, ya que no era la primera vez que vendieran a alguna chica joven. Esta vez sí les pillarían, ya que los testigos estaban decididos a declarar  a la policía  cómo había ocurrido todo. No querían que su pais se viera envuelto en tráfico de personas


Tenían un piso franco esperándola y, a su padre que, había sido trasladado  y, la aguardaba con inquietud y deseoso de abrazarla y conocer a su nieto. Todos eran gastos sufragados por Alejandro. Los policías que los protegerían, eran detectives privados contratados a tal efecto, además de la policía. No querían que nada fracasara por falta de previsión Sólo faltaba que Alex se pusiera bien.

Y poco a poco Alex se iba recuperando.

 Su rostro iba lentamente volviendo a su fisonomía normal. Se levantaba y daba largos paseos por los pasillos del hospital. En un par de días sería dado de alta. Estaba malhumorado. Lo que menos esperaba al volver en sí, es que ella se hubiera marchado, llevándose a su pequeño con ella. Se sentía culpable y, no quería pensar en que estuviera corriendo algún peligro.

Por más que su padre le hablara de los planes establecidos por la policía de ambos paises, ya que a ambos les interesaba atraparlos, no estaba tranquilo. Inquieto, a penas hablaba. En cuanto estuviera recuperado del todo y pudiera viajar, partiría de inmediato a la república Checa y la buscaría hasta debajo de las piedras.

Le preocupaba su estado y todas las alteraciones que se habían visto obligados a vivir. Sabía por su padre haberse  despedido de él cuando fue trasladada al aeropuerto.  El tiempo pasaba rápido, pero aparentemente, nada cambiaba.

Como suponían Yuri estaba en libertad provisional, tras haber pagado una fianza suculenta. También sería extraditado a su pais, por no tener permiso de residencia, tan sólo de turista. Permanecería en Estados Unidos, hasta celebrarse el juicio, y eso suponiendo que ganara, que no estaba tan claro.

Margueritte también, y a su salida, supo quién había pagado su fianza  Se dirigió al hospital. Tenía que ver a su cuñado y a su sobrino. De haber sabido la relación de ambos jóvenes, otra cosa hubiera sido.

Ahora estaba en deuda con Alejandro y tendría que volver a empezar de nuevo cómo ganarse la vida. Ya no tenía ni la misma belleza, ni el mismo empuje que cuando se inició como madame. Nunca imaginó volver a verse en esa situación. Pero lo que mal comienza, mal acaba. Sentía los despidos de todos sus empleados, a los que apreciaba al cabo de tantos años juntos. Todo eso se lo debía al ruso y a su poca precaución.

Pero todo eso era secundario. Conservaba la vida, que no era poco. Y encontraría la forma de salir adelante como siempre había hecho. Ningún miembro de su familia había salido perjudicado, excepto Alex por la paliza, pero Danka, ahora sí, la llamaba por su auténtico nombre se vería perdida, con una responsabilidad sobre sus espaldas, de criar a un hijo siendo tan joven e inexperta, y haber vivido una aventura totalmente inesperada.

Confiaba en que su cuñado lo arreglase y, pronto ambos jóvenes volvieran a reunirse en paz y con tranquilidad. Disfrutar de su hijo, y olvidarse de una vez de todo este episodio.


viernes, 9 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 26 - La redada

 Danka lloraba silenciosamente encogida sobre sí misma incapaz de sobreponerse. Sentía un dolor profundo por Alex. Si no la hubiera conocido, él, seguiría con su vida, aunque fuera un cabeza loca. 

Y aún debían dar gracias a la llegada de la policía. Estaba segura de que si no hubieran entrado  a tiempo, a estas horas, Alex sería tan solo un recuerdo en su vida.

 Alejandro la agarraba de la mano para darle los ánimos que a él mismo le faltaban.

 Se reprochaba una y mil veces, que no hubiera tomado la decisión de acudir a la policía desde el primer momento.  Deseaba evitar lo que de todas formas, había sucedido viviendo durante mucho tiempo con la incertidumbre y escondidos. Ya no había marcha atrás. Los errores se pagan y ellos lo estaban pagando desde hacía tiempo.


Llegado a este punto, ignoraban qué sería lo siguiente. No quería ni imaginarlo, después de haber luchado tanto.

 A ella la pondrían en la frontera por irregular y trabajar en un local como en el que lo había hecho, aunque ella no "debutase" en él, sino con el hombre al que amaba e iba en una ambulancia camino del hospital por defenderla de esos delincuentes que, a buen seguro saldrían a la calle tras pagar una fianza, mientras Alex se debatiera grave en una cama de hospital.

Ella no había hecho nada malo, sino haber sido una ingenua y creer en la buena fe de unas personas que no lo merecían.  Se acordaba de su bebe ¿ Qué sería de él, de ellos dos? Porque al no estar casados, Alex no tendría derecho alguno sobre su hijo, que acompañaría a la madre al ser expulsada. Al menos se reuniría con su padre, si es que aún estaba en la residencia. También  por él temía.

 La asustaban ¡ tantas cosas! No volver a ver más a Alexander y, aunque esto causaba una punzada de dolor en su interior, lo aceptaría con tal de que su hijo y él, no sufrieran castigo por su imprudencia y buena fe en las personas.  El niño, tampoco tendría a su padre. y él si que era el más inocente de todo lo ocurrido en sus vidas. Y, su propio padre, ignorante del rumbo que había tomado la vida de su hija.

 Esperaba con todo su corazón que él estuviera bien, y si pudiera, sería la primera visita que efectuaría si es que aún permanecía en la residencia. Muchas cosas en las que pensar. Muchos frentes abiertos para alguien tan joven, tan inexperta y tan preocupada por diversos motivos


Sentía mucho dolor por Alex y por su padre, que se habían visto involucrados por su inexperiencia y habían luchado por ella desde el primer momento.

Sentía como si un lobo la devorase el estómago. Tanto Alejandro como Danka, permanecían en la comisaría. Llevaban horas. No sabía cuántas, pero se le hacían larguísimas. Alejandro hablaba tanto con su abogado como con los inspectores que le habían tomado declaración. No podían moverse de allí, ni siquiera para interesarse en el hospital por Alex. Sobre todo ella que, era la protagonista, sin proponérselo, de todo lo acontecido. Pidió un vaso de agua para ver si así calmaba su malestar. Las sienes le batían fuerte y algo amargo la subía desde el estómago hasta la garganta. Los oídos la pitaban y de repente, perdió la vista. Todo se había vuelto  nuboso y las voces que la hablaban las escuchaba muy lejanas. 

Alejandro se levantó rápidamente para sujetarla antes de que cayera al suelo desmayada. Y es que llevaba muchas horas de angustia, nervios y ayuno. 

Con la preocupación de Alex, ni siquiera habían advertido que amamantaba a su hijo y necesitaba alimentarse. Llamó a una policía mujer, porque estaba seguro de que ella, comprendería mejor que un hombre lo que la estaba ocurriendo.

— Necesita comer, y dar de comer a su hijo. Lleva mucho sin probar bocado. Si no puede moverse de aquí, dejen al menos que alguien la traiga a su bebé.— reclamó Alejandro

— ¿ Por qué no lo han dicho antes? ¿ El bebe es de alguno de estos sinvergüenzas?

— Por fortuna no. Mi hijo es el padre y yo su abuelo

—La pondremos más cómoda. Pase a mi despacho. Tengo un sofá y allí podrá tumbarse. Mientras les traeré agua y algo con que alimentarse. Aún van a estar aquí varias horas. Mandaré a un policía que vaya al rancho, Llámeles por teléfono avisando de que van a ir a recoger al niño.

Calmó su llanto y, guardó silencio centrándose en los días, en los momentos más sublimes pasados con Alex. Sin duda era su ángel de la guarda. De no haber sido por él,  a estas horas, posiblemente estaría graduándose en sexo en aquella casa. Y de repente se acordó de Margueritte que también había sido detenida. Su cabeza estaba llena de rostros, secuencias, bosque, cabaña y de habitación de burdel, bendecida por el más puro amor que ambos sintieron al conocerse.


Fue una situación insólita que nunca pensó en vivir. Se había trazado una vida anodina, pero calmada en alguna oficina de Praga, con una vivienda cerca del centro limpia y ordenada. Junto a un padre que, esperaba impaciente que dieran las seis de la tarde, para que su hija llegase a casa al salir del trabajo.

Nunca imaginó que fuera captada por un desaprensivo  y llevándola lejos de allí. 

Alejandro estaba conmovido y preocupado por esta casi niña que tenía a su cargo. También su pensamiento estaba en la cama del hospital y en su hijo, solo, sin saber nada de lo ocurrido con ella. Le permitieron hacer una llamada y hablar con Carmela,

— Carmela, has de ir al hospital: Alex está solo y necesitamos tener noticias de cómo está. Nosotros estamos en la comisaría y no podemos movernos de aquí. Que alguien te acompañe y traes al bebe que necesitará comer. Por favor, ve tú y quédate con él. Dame noticias. Llámame al móvil. Cuando regrese, ya te contaré. Porque es largo.

— ¡Ay, Dios mío! ¿Están bien?

— Si Carmela, estamos bien, la niña está bien. Necesito saber cómo está mi hijo. ¡ Por Dios, traed cuanto antes al bebe ! La madre está desesperada.

— Descuide señor, ahora mismo salgo para allá 

Alexander había sido introducido en quirófano directamente desde la ambulancia. Su cara era un montón de carne cubierta de sangre, a pesar de haber sido limpiada mientras iban camino del hospital. Les preocupaba su inconsciencia, temiendo que algún golpe de los propinados le hubiera hecho daño en la cabeza.

Mientras daban noticias  de lo que habían procedido a curar en la ambulancia, la camilla que le llevaba, iba deprisa. Le introdujeron en quirófano y, de inmediato procedieron a revisarle y tomar nota de lo que precisaba para su análisis de la situación creada. Les avisarían en cuanto supieran algo concreto.

Todos los implicados en el suceso permanecían en comisaría. Unos retenidos como testigos, otros por participantes en un delito. 

Mientras un grupo de policías registraba el despacho de Margueritte, otros la habitación del ruso en busca, ambos, de pruebas. En la caja fuerte de la habitación de Yuri, hallaron un grupo de pasaportes correspondientes , sin duda a las muchachas que explotaban. Entre ellos estaban los de las tres últimas adquisiciones, es decir los de Danka y las otras dos chicas que la acompañaron en el viaje de esperanza a América que se transformó en pesadilla.


Margueritte hizo su declaración, asegurando que desconocía totalmente la situación de esas jóvenes. Yuri lo negó todo alegando que eran mayores de edad y vinieron con consentimiento a lo que viajaban y para el trabajo  en el que fueron contratadas.

Para unir todos los cabos, sólo faltaban las declaraciones de Alejandro, Danka y en cuanto fuera posible la de Alex. Ellos no tendrían nada que esconder, excepto la bronca que les echó el inspector por no haber denunciado antes el suceso.

Era de noche, cuando pudieron salir de la comisaría. Por  deseo de Danka, irían al hospital para ver a Alex si los médicos lo autorizaban. Entregarían a Carmela el bebe para que regresaran al rancho. Se quedaría esa noche para cuidar a Alex. No podría dormir tranquila sabiendo que está hospitalizado por su causa.

—Nos quedaremos los dos, si los médicos lo autorizan. No te voy a dejar sola —respondió Alejandro.

El inspector que llevaba la investigación, pasada la medianoche, les buscó en la habitación de Alex, que, una vez asistido médicamente. había sido trasladado a planta. 

A la cabecera de su cama, sentada en un sillón, permanecía Danka observando su rostro, que permanecía sedado. Alejandro dormitaba al otro lado de la cama de su hijo.

Unos suaves golpes en la puerta dieron paso al inspector que venía a comunicarles que, tras la declaración de los implicados y las pruebas encontradas, permanecerían en prisión por bastantes años. Margueritte  también, pero comprobado la veracidad de su coartada, saldría libre, con cargos, a la mañana siguiente.

— Ella se portó bien conmigo — dijo Danka

— Y lo tendremos en cuenta. Estaba ignorante  de la mitad de las cosas y, por ese motivo saldrá antes de la cárcel, pero no es atenuante. Ella se lucra de unas chicas sin interesarse de dónde y cómo llegaban hasta allí. Es cómplice también; debió exigir la documentación de vosotras y no lo hizo, desentendiéndose de todo. Aprecio a Margueritte, pero el asunto es demasiado grave y no podemos pasar por alto lo sucedido y las repercusiones..

jueves, 8 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 25 - La decisión de Danka

 Estaba preparado para todo, por eso al salir del burdel, el mismo guardaespaldas que le recibiera, le detuvo.

 Como le había comentado Margueritte, eran cómplices de los rusos a base de untarles cantidades de dinero  ¿Sería verdad o, era para descargar culpas? Sabía a lo que se exponía y no le pilló por sorpresa.

El tiempo pasaba y se demoraban en llegar  para ajustar cuentas con él. Por un lado sentía miedo de no poder resistir lo que le esperaba. Su familia no sabía nada, tan sólo Margueritte y en ella confiaba en que diera la voz de alarma, porque seguro que, a ella, también de rechazo, algo le tocaría. ¿ Podría confiar en ella? Al menos, pedía mentalmente, que llamara al rancho para decir dónde estaba. Pensaba que lo que la había unido a su padre, sería por algo y, por eso mismo  le avisaría .

Ni siquiera pudo efectuar una llamada a su casa .El hombre que le mantenía encerrado y maniatado, no se lo permitió , seguro que cumpliendo órdenes de más arriba. No sabrían dónde estaba o dónde había estado si es que no saliera vivo de allí. Centró su imaginación en Danka y en su hijo. Ese hijo que había sido concebido por accidente, pero que al mismo tiempo de engendrarle a él, engendró un sentimiento de responsabilidad y amor por la madre que le llevaba dentro. Se quedaría totalmente desprotegida, confiando en que sólo con él tuvieran bastante. Debieron dar cuenta a la policía y no esperar ¿ A qué esperaban ? No tenía ninguna posibilidad de salir bien parado de allí. Seguramente le harían desaparecer en algún lugar de alguna perdida carretera. Nunca sabría su familia que,  por ellos daría su vida, si fuera necesario, mil veces.


Si tan sólo fuera por cuestión de dinero, no tendría problemas, pero mucho se temía que la soberbia y la venganza estarían detrás de todo lo que le hicieran.

Nadie, excepto el guardaespaldas socio de los rusos, sabía dónde estaba. Lamentaba no haber dejado alguna nota con alguna indicación de adónde se dirigía, y una despedida. Estaba tan ansioso por arreglar su cuenta que ni siquiera se le había ocurrido tal cosa.

Margueritte se asomó a una de las ventanas de su despacho y vió que el coche de Alex seguía ahí aparcado . Había pasado mucho tiempo  desde que saliera del salón. Sus temores se estaban confirmando. Se sentía intranquila y con miedo, sin saber cómo hacer, no sólo por ayudar a su sobrino, sino por ella misma. Seguramente no creerían que ella también había sido engañada por Alex. Ella tan avispada, había caído en un simple engaño. No se lo creería y, sin embargo así había ocurrido.

Descolgó el teléfono con idea de ponerse en contacto con el rancho, pero desistió esperando a saber cuál sería el desenlace.

De improviso la puerta de su despacho se abrió bruscamente y un Yuri fuera de sí se plantó ante ella con gestos muy agresivos. Un escalofrío recorrió su espalda. No quería ni pensar lo que estaría o a punto de suceder en el lugar en donde tuvieran a Alex. Porque si de algo estaba segura, es que no le habían dejado marchar, y, además su coche seguía en el mismo lugar en que lo dejara.

Las voces del ruso se escuchaban en toda la casa y, gracias a eso, los guardianes de Margueritte, fieles a ella, subieron de inmediato hasta su despacho. Llevaban las manos en las pistolas que portaban por si acaso su patrona se viera en apuros.

Al ver a los hombres de ella, grandes como torres, Yuri, replegó un poco su genio. Pero Margueritte estaba de vuelta de muchas cosas y no podría con ella. Además no tenía culpa de lo que Alex hiciera. Sería mejor que llegaran a un acuerdo para que nadie tuviera que lamentarlo y se arreglara todo, de la mejor manera posible, sin que nadie resultara herido.

Pensaba en Alex, en definitiva era su sangre, y conocía los métodos que solían emplear los bravucones para no perder prestigio ante sus socios. Pero además del dinero que le pedirían por la pérdida de beneficios durante tanto tiempo, no se iría de rositas, para que en otra ocasión no jugara a los caballeros sin espada, con otra chica.


— Contigo hablaré luego, cuando termine con él. No creas que me han convencido tus argumentos. Ahora he de solucionar otras cosas. Pero volveré, y será mejor que permanezcas en tu despacho, porque de lo contrario...

—¿Qué? ¿Vas a darme una paliza, o me vas a hacer desaparecer? No se te ocurra ponerme la mano encima ¿Me oyes? Ni se te ocurra.

Yuri, apretando los puños e inflando de rabia las aletas de la nariz, salió del despacho en dirección al lugar en donde estaba retenido Alexander.

Como una exhalación entró en la habitación en donde le tenían  maniatado. Se plantó delante de él y ambos hombres se miraron fijamente. Uno altivo y muy enfadado, el otro tranquilo sabiendo que no saldría bien parado, si es que  hiciera lo que imaginaba.. Esperaba paciente a que algún puño se estrellara sobre su cara, pero simplemente, entre tanto, se miraban fijamente. Cada minuto transcurrido era un desafío para Yuri. No sabía si sobornarle por dinero y darle una paliza que le dejara medio muerto para que no se metiera en asuntos ajenos la próxima vez, si es que le quedaban ganas de hacerlo.

Margueritte, al fin descolgó el teléfono y contactó con el rancho. Algo en su interior la impulsaba a hacerlo, no sólo por el sobrino que ignoraba el parentesco que les unía, sino el recuerdo de un amor fallido con Alejandro.

El capataz la atendió y, dándose a conocer pidió que la pusieran urgentemente con el patrón. Había inquietud en el rancho por la tardanza de Alex en regresar, sobre todo Danka pensaba que no era normal:

— Él nunca se hubiera ido sin mí, y además tarda demasiado en volver. ¿Adónde habrá ido?

No quería ni pensar en lo que posiblemente hubiera hecho. Ella era la causante de todo y sería ella quién aclarara lo ocurrido. En su cabeza bailaba constantemente la idea de que quizá ocurriera lo que en realidad estaba sucediendo. Escribió una nota a su suegro indicándole lo que sospechaba y a dónde se dirigiría. 

" Todo ha pasado por mi culpa y seré yo quién ha de arreglarlo..."

Metió la nota en un sobre dirigida a Alejandro, y se la entregó a Carmela para que se  la hiciera llegar  en cuanto llegase, y rogándola que cuidase de su bebe mientras tanto. Pidió a Anselmo que la llevara a la ciudad. A la casa de Madame Margueritte. Durante el camino no dejaba de pensar en lo que iba a decir a la madame, pero el temor no era ella, sino los esbirros embaucadores de los rusos. Debía tener fuerzas para hacer frente a la situación por difícil que fuera.

Entró en el despacho de la madame sin siquiera llamar a la puerta. Corría prisa el asunto que allí la llevaba. Sabía que sería recibida con uñas y dientes, pero eso sería lo que menos importase. Hablaría con ella y la diría la verdad de todo, y después que fuera lo que Dios quisiera.,


La madame fue sorprendida por ella. Lo que menos esperaba era su presencia y las explicaciones que la estaba dando. Danka lloraba sin cesar haciéndola mil ofrecimientos para compensar las pérdidas que por su culpa hubiera sufrido. Ella la escuchaba en silencio, aunque con el gesto duro, pero también reconociendo que simplemente se habían enamorado en una situación especialmente difícil y que, sobre todo ella, había sido una incauta al creer en la buena fe de la gente. Una ingenua por ser demasiado joven y no saber nada del sub mundo  que se oculta y, del que  ella no tenía noticias hasta que la tocó vivirlo. 

El guardián que vigilaba a Alex, a una indicación de su jefe, sacudió un derechazo en la mandíbula de él, que maniatado no podía defenderse. Después de ese vinieron más, no sólo en su cara, también en su estómago y patadas cuando ya estaba en el suelo semi desmayado. Yuri tenía las mandíbulas apretadas, disfrutando de su venganza. Alex, no respondía debido a  su inmovilidad, pero tampoco podía, al haber perdido el conocimiento.

En ese instante se abrió la puerta y Margueritte, acompañada de sus dos guardaespaldas, se hizo presente en la estancia, horrorizada al ver la cara de Alex totalmente desfigurada y sangrando abundantemente.  No quería que Danka le viera, pero ella se escabulló y entró detrás de ellos. Lanzó un grito y corrió hacia Alex, acogiéndole entre sus brazos.

A una orden de Yuri, el hombretón que se había ensañado con Alex, la cogió por los brazos fuertemente, separándola de él.  De nada servían sus llantos, sus peticiones de perdón. El ruso estaba ciego de ira .

Unos pasos firmes apurados, se escuchaban cerca, al tiempo que unas sirenas de policía cercaban la calle. Alejandro les había avisado y contado a groso modo lo que había llevado a su hijo hasta aquella casa.

 Por pronto que quisieron reaccionar, la policía ya había tomado posiciones.

Detuvieron a Yuri, y a sus dos "gorilas", así como a madame Margueritte que, aunque no tenían cargos contra ella, debía declarar en comisaría.  Los paramédicos soltaron a Alex y procedieron a examinarle y a curar las heridas de la cara. Danka permanecía a un lado abrazada por Alejandro. 

— Hay que llevarle al hospital. Seguramente tendrá alguna lesión interna. No perdamos más tiempo— explicó el paramédico.

Salieron detrás de la ambulancia. Padre y novia, iban sobrecogidos por la escena     que acababan de presenciar. El rostro querido de Alex, en nada se parecía a la realidad. Danka sollozaba en silencio bajo la mirada de Alejandro que, de vez en cuando apartaba la vista de la carretera en la que estaban siguiendo al coche policial.



miércoles, 7 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 24 - Margueritte

 Pareciera que la vuelta al rancho les había dado seguridad. Habían dormido durante toda la noche; hasta el chiquitín lo hizo de un tirón ¿ Sería posible recobrar su vida sin zozobra? Alex no confiaba en ello. Era como la paz que precedía a la tormenta, y no quería ni pensar en cómo sería. En su cabeza bailaba una idea fijamente, que desde hacía tiempo tenía: personarse en el burdel y hablar con Margueritte. Ella sabía bien el dineral que había pagado por Danka, pero claro,  argumentará que era por una situación muy concreta, no por casi un año entero.

Si los rusos fueran sus socios, estaba claro que ellos no lo pasarían por alto, así que esperaba alguna sorpresa. Lo increíble era que hasta ahora no sabía nada de ellos. Y eso, en lugar de tranquilizarle, le puso más sobre aviso.


Nada comentó ni con Danka ni con su padre, de los planes que tenía en mente. Seguro que si lo supieran se lo quitarían de la cabeza por lo peligroso que podría llegar a ser. Esos personajes no entienden de componendas, sólo que habían perdido a una preciosa muchacha que les podría haber dado pingües beneficios y no los obtuvieron por su escapada. 

Se preparaba mentalmente para ello. Pero debía proteger a su familia y no habría nada ni nadie que le hiciera desistir de ello.

Desayunó como si tal cosa y hablaron de lo bien que habían descansado, algo que no hacían desde hacía muchos meses. Dejó caer como sin importancia, que daría una vuelta por la oficina del rancho a ver si podía ayudar en algo, y cuando lo hiciese, le apetecía mucho cabalgar un rato a caballo, recorriendo la estancia.

De inmediato su padre protestó para impedir que lo hiciera, ya que el peligro no estaba conjurado. Guardó silencio para no insistir, pero tenía muy claro que no se quedaría a esperar a verlas venir. Necesitaban aclarar su situación cuanto antes, porque también cuanto antes debía regularizar su vida. La estancia de Danka estaba a punto de expirar al cumplirse el plazo de estancia en el pais. Y el pasaporte lo tenían ellos, y sin él no podían hacer nada.

Pediría a su padre que se pusiera en contacto con ese amigo que los falsificaba para estar prevenidos en caso de que tuvieran que salir corriendo de allí de nuevo.

Su cabeza era un caos buscando la solución a, lo que justamente no estaba en sus manos. Como último recurso, estaba el denunciar a la policía la trata de personas, pero ¿cómo justificarlo? Todos los papeles que lo acreditaban estaban en posesión de ellos. 

Por cualquier lado que  buscara una salida, encontraba una puerta que se cerraba. Decidido: no había otra solución más que dar la cara.


Aprovecharía la última hora de la tarde, cogió el coche y lo más discretamente posible, puso rumbo a Sacramento y una vez allí, a entrevistarse con Margueritte. Aún no estaba abierto al público, pero él solicitó al guardián de la puerta, y por ser conocido, que le llevara ante la madame:

— Tengo una cuestión urgente que hablar con ella.

— Tendrá que esperar a las diez de la noche. Antes no se abre

— Lo sé, pero haga el favor de pasarla esta nota. Ella me conoce y estoy seguro que me recibirá de inmediato.

— Aguarde un momento

Cerró la puerta y Alex permanecía en el exterior, esperando impaciente que Margueritte le recibiera. Pero el caso es que se retrasaba más de la cuenta y, eso no era buena señal. O quién sabe si estuviera dudando en recibirle, escuchar lo que tenía que decirla, o no y, hacer oídos sordos a lo que deseaba de ella.

Estaba muy enfadada con él. La había mentido y arguyó una mentira que desde el principio tenia en mente, y ella había caído en la trampa como una inexperta. 
También había tenido una buena pelea con los rusos al reclamarles la jugarreta que la habían hecho exigiéndoles la devolución de lo que había pagado por "Adeline". Algo que ellos rechazaron de plano y, todo lo que les pudo sacar era que la encontrarían y les darían un buen escarmiento.

Lentamente jugaba con el trozo de papel que Alex le había enviado. No tenía el menor interés por volverle a ver, pero en el fondo deseaba saber qué mosca le había picado con esa chica. Alex no era un santo y no era la primera vez que acudía a "su casa", pero en cuanto vió a la chica, perdió los papeles.
¿Qué se traía entre manos?  Si al final decidiera recibirle, no se quedaría callada, ni mucho menos. Le tendría esperando en la puerta hasta que ella quisiera; quería hacerle sufrir, porque lo cierto era que debía tratarse de algo importante, al haber desaparecido del lugar en el que había nacido.


Ella también estaba inquieta sin saber el porqué. Daba vueltas por la habitación sin terminar de decidirse. Al fin llamó a su guardaespaldas y le dijo que hiciera pasar a ese cliente que aguardaba en la calle.

Alex entró en su despacho con paso firme, aunque por dentro tenía los nervios a punto de estallar. Ella tenía el labio superior fruncido, señal de que estaba de mal, de muy mal humor. Ambos se conocían desde hacía tiempo, tanto que ni siquiera Alex lo imaginaba, pero no eran los negocios los que les había unido

Siempre había sentido simpatía por ese joven atractivo, juerguista, adinerado y algo mujeriego. Seguramente fueron reminiscencias del padre, del que estuvo bastante enamorada desde antes de que se casara con su hermana, con Amanda.

Porque sí, la sangre de Alex y la suya, era la misma. Margueritte era la hija díscola de la familia Mulligan. Una cabeza loca que tuvo amoríos con un hombre que, después de conseguirla la despreció, y ella tuvo que salir de su casa y ganarse la vida como mejor pudiera. Su hermana iba a casarse con un ranchero mejicano del que ella se había enamorado, pero que él no tenía ojos más que para Amanda.

Así que viajó lo más lejos que pudo de casa de sus padres, pero no lejos del hombre que la enamoró sin saberlo. Y la mejor manera que encontró para ganarse la vida fue poniendo un bar de alterne que enseguida se hizo famoso, dado que el lugar era pequeño.

Fue al morir su hermana, cuando pasado el tiempo y, seguir viudo, Alejandro volvió los ojos hacia ella, pero no había amor por su parte sino buscaba alivio a su naturaleza. Ni siquiera recordaba que Margueritte era la hermana pequeña de su querida esposa. Por eso siempre ella le guardaba los mejores "planes", y por el mismo motivo lo hizo con su sobrino Alexander.
Era su secreto, nadie excepto ella lo sabía, pero no podía evitar tener consideraciones con aquellos dos hombres que habían irrumpido en su vida sin saber cómo y por qué.


Se miraron fijamente. Ella con gesto hosco, Alex firme, pero al mismo tiempo tratando de comportarse. Sabía que estaba en desventaja y,  mejor con buenas maneras, podría sacar algo positivo de aquella entrevista, que no por las malas.

— Bien, pues tú dirás. Porque pienso que tendrás algo que decirme. Me la jugaste bien, y además con alevosía. Te burlaste de mí, y eso no te lo perdono. Abusaste de la confianza que tenía con vosotros, pero está visto que la cabeza es la que debe regir y, no los sentimientos. Así que te escucho. Más te vale que lo que vayas a contar sea verdad, porque si me doy cuenta de que me vuelves a mentir, llamaré a los rusos y ellos darán cuenta de tí. Así que habla, porque tengo un trabajo que atender.

Alex, pensó que con la verdad le iría mejor, y relató lo ocurrido entre ellos y de qué forma se enamoraron ambos. Sólo buscaban amarse, y por ello no le importó pagarla un dineral, pero no tenían la documentación de ella y no podía salir del pais.

Por Alex, Margueritte se enteró de qué forma habían traído a " Adeline" y a las otras dos chicas. Los rusos la dijeron que no estaban a gusto en el burdel en el que trabajaban y por eso las llevaron allí. A ella también la habían mentido, y la ponían al borde del precipicio si la policía se enteraba de ello.

Alex vió el cielo abierto al conocer que la madame era inocente, al menos de la trata de personas. Por un lado fue un alivio para él, pero también ella estaba en peligro si llegaba a  oídos de los rusos. Trataría de denunciarles, pero si ellos lo descubrieran estaría doblemente en peligro no sólo ellos, sino el burdel también, con todos cuantos trabajaran en él.

Una preocupación más para Margueritte que era muy sensible en cuestiones de amor. Pero ambos tenían enfrente a un enemigo muy peligroso. No tenía plena confianza con los guardaespaldas. Lo más probable era que les untaran algunos dólares para tenerles al corriente de las novedades que ocurrieran en el burdel, y justamente, la novedad que se estaba produciendo en el despacho de la madame sería de lo más suculenta para ellos.

—Debes irte ahora mismo. Te llamaré si consigo algo nuevo. Pero sobre todo cuídate de esos sujetos. Son de los que no perdonan.

A la salida el mismo guardaespaldas que le recibiera, le aguardaba con una sorpresa.


martes, 6 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 23 - Visita en el rancho

 Se encontraban a gusto en San Francisco y poco a poco fueron bajando la guardia. Confiaban en que pasarían desapercibidos entre aquel heterogéneo barrio. De todas formas y, por si acaso. Alex era prudente. Cada quince días recibían la visita de Alejandro, que les animaba a volver al rancho, ya que él estaba siempre intranquilo. Nadie había pasado por allí, nadie había preguntado, pero ese silencio no le gustaba. Estaría más tranquilo teniéndoles cerca.

Ellos eran prudentes y evitaban al máximo dejarse ver. Alquilaron un apartamento amueblado y pequeño. No les importó, ya que estaban de paso. No tenían amigos.

 Y así de esta forma el tiempo, los meses pasaban y,  la hora de que el vástago de Alex y Danka llamara a las puertas de este mundo, cada vez estaba más cerca  Los días habían pasado lentos para ellos. No habían tenido ni un sólo día en que no estuvieran alertas a cualquier movimiento extraño a su alrededor. Era una tortura lenta, siempre alerta.


La atendió en el parto el mismo médico que había llevado su embarazo. No hubo complicaciones, por tanto en tres días estaban de regreso en su hogar. Habían tenido un niño precioso y lamentaban no mostrárselo a los obreros y empleados del rancho, y poder celebrar su bautizo con todos ellos.  Estaban nerviosos alterados por todos los acontecimientos surgidos en sus vidas en pocos meses.

 El encierro voluntario incrementaba el mal humor y las tensiones entre ellos. No habían vuelto a hablar de futuro, o es que quizás asimilaron que toda su vida transcurriría de esta forma, errante, huyendo de  ese enemigo invisible que no les dejaba vivir.

Y surgió la primera discusión seria. Los reproches  se hicieron presentes, los de una y los del otro. Sus desacuerdos con el tipo de vida que llevaban, cuando lo mejor hubiera sido marcharse del pais y formar su vida en otro, como lo habían dispuesto en un principio.

Ya había pasado el tiempo suficiente para que se hubieran olvidado de ellos y, a veces, Danka llamaba desde un locutorio a su padre. La echaba de menos y, el buen hombre no entendía el porqué no había regresado a casa. Argumentó que había conocido a alguien y se habían enamorado. Que la intención era la de casarse y efectuar el viaje de novios a Praga, así le conocería.

Seguía sin comprender los razonamientos de su hija, pero los daba por buenos, aunque en su cabeza había muchos interrogantes que no comprendía.


Alex, sabía que toda su felicidad se estaba esfumando. Echaban de menos el calor humano que tenían en el rancho, y comenzó a pensar que seguramente ya era hora de regresar. Por otro lado allí estaría  segura su familia y sería hora de empezar a pensar en su boda.

A pesar de los desacuerdos, de las discusiones, se querían. Estaban viviendo una situación anómala desde el comienzo de su relación, y eso hacía que estuvieran siempre en tensión. Procuraban zanjar sus diferencias en el mismo día en que se producían, pero poco a poco hacía que su carácter cambiase.

Una mañana se levantó y después de arreglar al pequeño, decidieron regresar a casa. No lo anunciarían al casero, de momento, era su válvula de escape si acaso debieran regresar a toda prisa. Ahora tenían una responsabilidad mayor con el bebe; ya no estaban solos y su deber era proteger a la madre y a su hijo. Ese hijo no buscado pero si querido y deseado desde el mismo momento en que supieron la noticia.

Todo había sido más difícil, pero por nada del mundo renunciaría a su pequeña familia. Lo afrontarían juntos, pasase lo que pasase.


Hacía tanto tiempo que faltaron de allí que, antes de llamar con la bocina, se detuvieron un momento frente a la puerta del rancho. Vivirían una nueva etapa. Quizá la definitiva o la más complicada. El tiempo lo diría.

Y al fin, Alex hizo notar el claxon. Fue Carmela extrañada, la que abrió la puerta y sonriendo, corrió hacia ellos. Por lo inesperado fue una sorpresa doble. La mujer enternecida, abrió sus brazos para tomar en ellos al pequeño. La emoción se hacía latente en todos.

En el dintel de la puerta apareció Alejandro con cara de sorpresa ante la visita inesperada. Abarcó en un abrazo a los tres miembros de su familia.

Tenían mucho de lo que hablar, pero lo harían, padre e hijo, cuando Danka estuviera ocupándose del niño.

Ese sigilo no satisfizo para nada a Alex, que escudriñaba el rostro de su padre buscando respuestas a las miles de preguntas que tenía en mente. Mientras tanto, sostuvieron una charla procurando no desvelar nada de lo que Alejandro había averiguado referente al contencioso con Margueritte. Por la solemnidad de su rostro, presumía que no eran buenas noticias.

Estaba rígido, expectante y, deseando quedarse a solas con su padre y conocer los motivos que tenía para estar tan pesimista. Debían procurar que Danka no supiera nada de lo que fueran malas o buenas noticias, al menos de momento. Un disgusto en ella, repercutiría en el pequeño al ser amamantado por su madre.

Todos en el rancho sabían que debían permanecer con la boca cerrada. Imaginaban algo, pero, por respeto a su patrón, ni siquiera se les ocurrió averiguar nada. Mejor así, cuanto menos supieran, menor peligro de irse de la lengua en el bar ante una cerveza con los amigos.


Aprovecharon que ella atendía al bebe, para que pudieran hablar, al menos explicarle lo más importante. Ya encontrarían una oportunidad para hacerlo más ampliamente, pero sobre todo que Danka no se enterara. Ya estaba bastante alterada como para incrementar más su ansiedad.
Entre padre e hijo, hubo confidencialidad, sin prejuicios, hablando claramente. Alejandro dijo que habían recibido ciertas visitas, pero que no les dijo nada para no preocuparles.

 Se fueron igual que vinieron, pero fue motivo para que él se entrevistara con Margueritte  y averiguar de una vez, cuál era verdaderamente la situación.
Si fuera por dinero, la pagarían la deuda que tuvieran, y ella aceptó el trato, pero también les avisó que los "rusos" eran muy quisquillosos y no lo verían bien con tanta normalidad como ella lo hacía.

Buscaban "venganza", y por mucho que ella les dijera que no merecía la pena, puesto que estaba dispuesto a saldar con creces la deuda, se sentían humillados y eso no se lo perdonarían. 

Se habían reído de ellos y la noticia se sabía en los cuatro puntos cardinales del mundo. Atañía a su "honor" personal. Nunca nadie les había burlado como ellos lo habían hecho. Merecían un escarmiento y así lo harían. Solamente de esa forma, darían el caso por cerrado.

No sabía cómo sería su venganza y eso es lo que les daba miedo. No querían sólo el dinero, que también, sino escarmentar, no sólo a ellos, sino también para el futuro. Que nadie se atreviera a reírse de su organización.


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