lunes, 29 de febrero de 2016

Nadie hablará de mí cuando ya no esté - Epílogo

Había un gran trasiego en la  mansión  McLochlaim.  Anderson había enviado a los jardineros y floristas que trabajaban en el hotel. El jardín descuidado desde que faltaba la señora de la casa, había recobrado su antiguo esplendor.  Los jarrones con peonías de color blanco y rosa,  en el vestíbulo,  y los arreglos florales se distribuían por cada habitación de la casa.  Hasta en  la cocina un centro de flores primaverales, las preferidas de la cocinera.  Había gran ajetreo, hasta el punto de que uno de los chef del hotel, estaba como refuerzo.

Todo se le hacía poco a Anderson para celebrar debidamente el bautizo de su hijo.  Estaba exultantemente feliz.  Adela se había recobrado perfectamente.  Las pruebas a las que se había sometido, eran satisfactorias y el pequeño se criaba perfectamente.  Todo era como debía ser.



Los padrinos del pequeño,  serían  Aleck y Eugenia, así todos estaban contentos.  Y por fin, todo en su sitio, fue inspeccionado por Anderson y Adela, absolutamente felices.  Cogidos de la mano, Anderson condujo a su mujer hasta el jardín, para que ella diera el visto bueno

- Andy, está perfecto.  Tu madre estaría orgullosa de ti.  Lo has hecho todo maravillosamente bien. Ahora que tenemos un momento de tranquilidad, entre toma y toma del niño, quería comentarte algo que me bulle en la cabeza.  A  tu padre, el niño le está dando la vida.  Tendrías que verle cómo le habla, y cómo Kevin le escucha como si le entendiera
- ¿ Qué quieres decirme?- dijo Anderson mirando a su mujer con una sonrisa
- No se si te parecerá bien, pero...  creo que deberíamos vivir aquí con él.  La mansión es muy grande para él solo, y a mi me ayudaría con el bebe.  Podríamos vender nuestra casa y ...
- ¿ Por qué venderla? La dejaríamos para que vivieran en ella tus padres cada vez que viajen a Escocia, que supongo harán con frecuencia para ver a su nieto


- ¿ Quieres decir que lo apruebas?- dijo ella sonriente
- No solo lo apruebo, sino que me parece una idea estupenda, y te lo agradezco.  Se me había ocurrido, pero no me atreví a proponértelo por si no te parecía bien
- Te recuerdo que hicimos la promesa de consultarnos todo ¿ por qué no me lo habías dicho?
- Creí que te gustaba nuestra independencia
- ¡ Pero si aquí la tendremos igual!  Creo que debes decírselo cuanto antes.  Le he escuchado hablar solo, lamentándose por el día de nuestro regreso a casa
- Me parece bien.  Cuando nos reunamos todos para comer, se lo propondré.  He de asegurarte que le vamosA hacer tremendamente feliz.  Me encantan que nuestros padres hayan congeniado tan bien y sean tan cómplices.  Tus padres son extraordinarios.  Voy a contarte un secreto, pero no quiero que lo divulgues porque Alvaro me lo contó , y ni siquiera lo sabe tu madre.  Quiere jubilarse, pasar más tiempo con ella, y disfrutar de la vida,  ahora que todavía son jóvenes.



Estaban todos sentados a la mesa. Toda la familia, por ambas partes, reunidos en una comida alegre y feliz.  También estaban Aleck, Maureen y su hijita Anna.  Anderson dio un golpecito con el tenedor en una copa, para llamar la atención de los comensales y que le prestaran un poco de atención.  Hecho el silencio, Anderson cogió la mano de Adela y se dispuso a plantear los planes que habían trazado para su futura convivencia


- Adela y yo, hemos pensado que ...  como papá,  estás solo, la casa es muy grande..., venirnos a vivir contigo.  Tu estarás acompañado y ayudarás a Adela con el niño. Destinaremos la casa en la que ahora vivimos, para que vosotros, Alvaro y Eugenia, viváis en ella cada vez que vengáis a visitarnos.


La respuesta fué unánime y clamorosa.  El anciano señor, con los ojos turbios por la emoción, agradeció el ofrecimiento y aceptó vivamente en el acto.  Los padres de Adela, sorprendidos, también aceptaron y,  un sonoro aplauso se oyó en la habitación entre risas de la pequeña Anna y de los mayores, que asentían satisfechos.

Al finalizar el almuerzo, pasaron a una sala contigua para tomar el café de la sobremesa.  En un sillón se sentó Adela y cerca de  ella, lo hicieron Aleck y Maureen.  Hablaban contentos y poco a poco su conversación derivó hacia la campaña electoral que había llevado a Aleck hasta la Alcaldía de la ciudad.

Adela,  mirando a Maureen con una sonrisa en el rostro, comenzó a narrar sus experiencias de aquella época

- ¿ Sabes Maureen que estuve enamorada de tu marido?
- ¡ Qué me dices !- respondió Maureen- Aleck, no me habías  dicho nada...
- Es... que... yo no sabía nada- respondió un balbuceante Aleck

- Tenía dieciséis años,  cuando mis padres,  hartos de mis malas notas en el instituto, me inscribieron aquí en un internado.  En una excursión que hicimos al Lago, en el restaurante donde teníamos que comer, se celebraba una boda.  La música, el tipismo, la vistosidad de la ropa tan desconocida para nosotras, nos hizo a Clara y a mi husmear en el salón donde cantaban y bailaban celebrando la boda.
Sin darme cuenta... di un empujón a un chico, y él amablemente me invitó a bailar... cosa que hice muy torpemente.  Pero me habían cautivado sus ojos  azules, tan extraños para nosotros.
Mi enamoramiento duró bastante tiempo.  No prestaba atención a ningún chico.  Ni siquiera al que hoy es mi marido.  Pero el tiempo pasó y Anderson estaba ahí, supo esperar,  y sin darme cuenta, sin saber cómo...  un día descubrí que de quién estaba enamorada realmente,  era de él.  Lo otro fué una novela que viví de adolescente.  Pero Andy es lo más importante , es mi centro, y ahora también mi hijo.  No quiero que esta confesión te cree violencia, Aleck.  Eso fué un sueño de una cría solitaria con muchos pájaros en la cabeza
.- ¡ Oh Adela, qué romántico ! - corrió Maureen a su lado abrazando a su cuñada Ambas mujeres fundidas en un abrazo reian, acompañadas por Aleck
- ¿ De qué os reís ?- preguntó Anderson acercándose al grupo, mientras que su padre charlaba con sus consuegros animadamente
-No es ningún chiste, hermano- respondió Aleck- Comentñabamos anécdotas de la campaña electoral
- Ya... ¿ Os lo ha contado ?
- Si - respondió cauto Aleck
- ¡ Vaya historia ! - respondió Anderson dando un rotundo beso a su mujer

La ceremonia del bautizo, se realizó en la capilla de la mansión. La oficiaba  el padre McCainn.  En el centro la pila bautismal de los antepasados McLochlaim. A un lado los padres y,  al otro los padrinos.

- Yo te bautizo con el nombre de Kevin McLochlaim Montero.

El pequeño, al recibir el agua fría en su cabecita, rompió a llorar de una forma tan sonora, que hizo que todos los presentes rieran felices.  El abuelo paterno, protestó por el despertar tan brusco que tuvo su nieto

- Esa costumbre que tienen los curas de hacer eso...  comentó a Maureen que le tenía cogido de la mano

Anderson, pasó un brazo por los hombros de su mujer, al tiempo que se inclinaba hacia ella, y al oido bajito le dijo




- Dentro de unos meses, otro "

Adela le miró risueña y apoyó su cabeza en el hombro de su marido, asintiendo firmemente






                                                      F   I   N

Autoría:  1996rosafermu
Editada:   Marzo de 2014
Ilustraciones:  Archivo 1996rosafermu
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS

                                       

sábado, 27 de febrero de 2016

Nadie hablará de mí cuando ya no esté - Capítulo 24 - Angustia, confesión, alivio

 Ese día salió antes del trabajo. No esperaría a Anderson que tenía una reunión con un cliente a última hora de la tarde.  Estaba en la recta final del embarazo,  Sólo le faltaban quince días para salir de cuentas.  Estaba deseando de que llegase el momento, y a la vez lo temía.  Todo era nuevo para ella, mejor dicho para ellos. Ni siquiera contaba con la presencia de su madre, ya que llegarían en las fechas cercanas a su salida de cuentas.  Tenía ganas de verles y darles un abrazo.  Desde la boda no les había visto, pero ahora que ella misma iba a ser madre, comprendía mejor el inmenso cariño que se siente por un hijo, y comprendes muchas cosas, que antes de ser padre,  no entiendes.

Se tumbó en el sofá y puso los pies en alto para que le bajase la hinchazón de los tobillos.  Se sentía bastante pesada y torpe.  Los calambres  y los lumbagos la martirizaban a menudo, pero pronto pasaría todo y tendría a su hijito en los brazos, y esa sería la mayor compensación de todo,.
Un fuerte timbrazo en la puerta hizo que se levantara, no sin esfuerzo,  y se encaminara hacia ella

- ¿ Quién podrá ser ?- se preguntaba.  Pero pronto descubrió a la visita  que había interrumpido su ligero descanso

- ¡ Oh querida, cómo estás ya !  Debes estar agotada -.  Era Sara ¿ Cómo sabía donde vivían ? Los ojos abiertos de para en par por el asombro, y de su boca no acertaba a salir ni una sola palabra
- No creí causar tanta sorpresa.  Me acordé que estabas encinta y decidí comprar algo para el bebe.
- ¡ Sara ! No... no esperaba a nadie... Pero... pasa, por favor
- ¿ Estás sola ? Anderson  no debería dejarte sola estando tan adelantada ¿ Para cuando lo esperas?
- Todavía me queda. Mi marido no tardará en llegar
- ¡ Me encantará saludarle ! Hace días que no nos vemos



La curiosidad y su sospecha hicieron que formulase aquella pregunta, que no debió hacer, ya que con ello facilitaba el terreno a su enemiga.

- ¿ Os veis con frecuencia?
- Bueno...  yo diría que si... Aunque, claro, no todo lo que quisiéramos
- ¿ Qué quieres decir con eso?
- Nada, querida.  Es una forma de hablar
- Sara perdóname y no lo tomes como una descortesía, pero no me encuentro muy bien.  Creo que deberías irte
- ¡ Adela !  Eso es una grosería
- Interpretalo como quieras, pero deseo que te vayas de mi casa.  No eres bien recibida
- ¿ Por qué ? ¿ Acaso temes que si me ve, tu marido, desee volver de nuevo conmigo? ¿ Tan insegura estás?  Recuerdo que él me comentaba que tenías bastantes fallos en tu autoestima
- Lo que yo tenga o deje de tener, no es asunto tuyo.  Tómalo como quieras, y si te enfadas mejor.  No eres bien recibida, te lo he dicho ya. Sal por favor -.  Se dirigió a la puerta y abriéndola obligaba a Sara a salir de allí
- Espera, creo que olvidas algo- dijo mientras recogía el regalo, que sin abrir permanecía encima de la mesita
- Puedes quedarte con ello- replicó furiosa Sara
- No querida.  Mi hijo no necesita tus regalos. ¡ Ah ! y deja en paz a mi marido

Sara salió dando un portazo.  Adela tuvo que sentarse. Las piernas se negaban a sostenerlas. ¿ ´De dónde había sacado las fuerzas para echarla ? No  hubiera imaginado jamás  hacer semejante cosa, pero ahora, precisamente su hijo, le estaba dando fuerzas .  Sentía que le tenía que defender.  Que tenía que defender a su familia, aunque corría el riesgo de que Anderson se enterara y regañaran por ese motivo.   Sara había insinuado que se veían con frecuencia.  Quizá hubieran vuelto a intimar, aunque en realidad lo dudaba, pero no le importó. Su crónica inseguridad, se había borrado en un momento, cuando se sintió agredida y humillada por esa arpía, y lo que era peor para ella, no iba a consentir que nadie hiciera daño a su hijito, aunque ahora él no se diera ni cuenta.

Anderson llegó tarde.  La reunión se había prolongado más de lo debido, y cuando ya estaba dispuesto a marcharse, una llamada de teléfono le retuvo un rato más.  Adela supo en cuanto entró, que llegaba de malhumor. Lo notó en su forma de saludarla, en su frio beso que depositó en la mejilla.  Ella le miraba de reojo, esperando su reacción de un momento a otro.  Lo que no sospechaba era el motivo de su mal genio.  Adela permaneció tumbada en el sofá, mientras Anderson daba paseos de un lado a otro de la habitación, como queriendo reprimir su cólera.  Al fin no pudo aguantar más, y de forma inesperada estalló

-¿ Me puedes decir a qué viene todo esto? ¿ Te he dado algún motivo para  que te comportes como una cria? Debes madurar.
- Te ha llamado ¿ verdad ? Dime lo que te ha contado, por favor.  Mucho me temo que su versión no coincide con lo que en realidad ha ocurrido. Pero ¿sabes  que ? no me interesa. Insinuó algo que tú estás corroborando y ahora entiendo muchas cosas.
- ¿ Qué es lo que entiendes?
- Nada, Anderson, nada.  Sólo se que algo ha fallado entre nosotros desde hace tiempo.  Esa mujer es mala y tu la estás  defendiendo frente a mi, cuando en realidad yo soy la que está pasándolo mal  No importa.  Ya está todo aclarado. Podréis veros todo lo que deseéis. Yo no voy a ser ningún impedimento


- ¿ Qué  quieres decir con eso?
- Creo que debemos guardar distancia. Es hora de que vaya a visitar a mis padres.  Quizá así veamos las cosas más claras, aunque yo lo tengo bastante definido.
- Debes haberte vuelto loca. Estás casi para dar a luz y piensas en hacer un viaje en avión de más de dos horas.  No te entiendo, francamente no te entiendo.  ¿ En qué  momento lo has decidido ?
- Ahora.  Ha sido ahora, y has sido tú con esta conversación.  Ella no ha dejado de importarte nunca, aunque no te dieras cuenta. ¿ Por qué, entonces, te uniste a mi?
- ¡ Vaya pregunta más tonta !  Te he querido siempre, siempre, y tu lo sabes.  Al menos deberías saberlo.  Todo esto es una locura.  No me interesa esa mujer para nada, es más, la quiero fuera de nuestras vidas
- Eso justamente fue lo que hice, y por lo que estamos teniendo una nueva pelea.  Siempre por ella. Te recuerdo que no es la primera que tenemos por su causa. Pero algo tengo que agradecer de su visita de esta tarde: me ha curado la inseguridad. La ha borrado de mi vida de un plumazo. ¿ Y sabes por qué?  Porque con su actitud, con sus palabras, supe que quería meter cizaña en nuestra relación, y sentí que debía defender a mi familia, a nuestro hijo, y sin más la eché de casa.  No sé qué es lo que te ha contado, pero francamente no me interesa en lo más mínimo. Tú ya has tomado la determinación por ella, y así será.  No te preocupes por nosotros.  Soy capaz de sacar al bebe adelante yo sola.  No vas a tener ninguna atadura, pero no voy a consentirte, ni a ti ni a nadie que intervenga en mi casa, en mi matrimonio. Necesito poner distancia de por medio, ya te lo he dicho.  He de pensar muy bien lo que voy hacer, se me acaba el tiempo.  Te lo he repetido en más de una ocasión: soy una persona que pasará por la vida sin pena ni gloria, no dejaré ninguna huella, hasta ahora, porque ahora sí dejaré, al menos una vida que recordará a su madre el día que ya no exista.  Con un poco de suerte quizá tenga el color de mis ojos, o de mi cabello, o sea algo tímido como yo. Quizá tenga algún rasgo que me recuerde, y entonces mi vida no habrá sido tan vacía, tan inútil. Y ahora discúlpame, tengo que hacer mi maleta
-¿ Te has vuelto loca?.  Rematadamente loca. No vas a ir a ninguna parte.  Esta es tu casa. Soy tu marido. Yo te quiero más que a nada, y no la estoy defendiendo   a ella, estoy defendiendo a mi familia, a ti y a nuestro hijito ¿ es que no te das cuenta?  La conozco mejor que tú y se de lo que es capaz.  Efectivamente me llamó cuando ya venia a casa. Fue bastante desagradable, porque estaba hecha una furia y me dijo cosas desagradables de ti, y entonces decidí que no se lo iba a consentir y fui a verla, para decirle cara a cara, el desprecio que me  infundía y que por encima de todo eres mi mujer. No se lo que te ha dicho, pero no nos hemos visto desde el día de las fresas.  Ni siquiera hemos hablado por teléfono.  Pero sé que es una artista en el doble sentido.  Sabe perfectamente cómo decir algo en el momento que a ella le interesa, y es lo que ha hecho contigo. Y sí,  estoy furioso contigo porque no me has dicho todo lo ocurrido, que pienso,  es de hace tiempo. Eres mi mujer y llevas a mi hijo en tu vientre ¿ crees acaso que es por arte de magia?  Deberías saber que cuando hemos hecho el amor, ha sido eso,  amor, y no otra cosa.  Han habido muchas mujeres en mi vida, tu ya lo sabes porque yo te lo dije, pero desde  que comenzamos nuestra relación, ninguna, óyeme bien, ninguna,  se volvió a meter en mi cama.  Tú has sido la única en mi vida desde hace mucho  tiempo.  A estas alturas creí que ya lo sabrías, pero no.  Ha tenido que venir esa intrigante a abrir una brecha tan profunda en nuestras vidas, como pensar  en abandonarme.  ... Perdona, pero soy yo quién piensa que no me amas lo suficiente para compartir mi vida.  Que todo ha sido un espejismo de mis ansias por tenerte cerca.  Nunca imaginé que llegaríamos a esto
- Pero yo te quiero... no deseo abandonarte, solo...   que ella me dio a entender... bueno ya puedes imaginar lo que me dio a entender



- ¿ Por qué no me lo dijiste ? Directamente, sin ambages. Nos hubiéramos evitado todo este jaleo
- Pero además...  tu has estado muy frio conmigo desde hace días.  No eres tan cariñoso como antes.  Llegas a casa de malhumor, apenas hablamos . Lo entiendo, estoy pesada y poco atractiva.  Pero eso ya lo sabías...  Te he decepcionado, lo sé, pero...  yo hago lo que puedo
- ¿ Que ? Precisamente ahora es cuando estás más bonita ¿ no te das cuenta? Eres tu la que me esquivas Hablé con Michael porque noté tu distanciamiento, y me dijo que les sucede a algunas mujeres  al quedarse embarazadas. Hay algunas que hasta odian a sus maridos porque les culpan de lo que les está ocurriendo
- Yo no te odio, ni te culpo de nada.  Yo te quiero y estoy feliz de tener a este bebe, pero precisamente porque te quiero mucho, me duele todo esto.  Me siento que no represento nada para ti.
- ¡ Por Dios ! Somos un par de estúpidos enfrascados en un problema inexistente. Eres todo para mi  ¿cómo has podido pensar eso?  Anda ven aquí.  Abrázame y zanjemos de una vez este embrollo en el que nos hemos metido nosotros solos, sin ayuda de nadie.  Olvida por favor todo lo ocurrido. Olvida a Sara.  No creo que vuelva a aparecer más por aquí, y si eso ocurre, dímelo.  No me ocultes nada. Que no volvamos a tener malentendidos entre nosotros.

Adela se refugió en los brazos de su marido, que la besaba insistentemente tratando de calmar el llanto que sacudía su cuerpo.

Nuevamente, a la mañana siguiente, volvió a salir el sol en sus vidas.  El estaba más cariñoso con ella, que lo había estado en los últimos tiempos.  Conocía la causa del distanciamiento de su mujer, y creía había disipado todas sus dudas respecto al amor que sentía por ella.  Adela sonreía incesantemente y acariciaba la mejilla de él, mientras ponían la mesa para desayunar.  Anderson acariciaba el vientre de ella, transmitiendo con esa caricia el amor que sentía por el pequeño, que  no tardaría en llegar al mundo.

Los días siguientes fueron de paz entre ellos, y Adela dejó de trabajar para esperar la próxima llegada de su hijo.  Lo tenía todo preparado para el acontecimiento y esperaba con ilusión la llegada de sus padres en un par de días.  Lo tenía todo dispuesto, tan solo le faltaban algunas cosas en la despensa y pensó que debía ir al supermercado para terminar sus compras.  Anderson le había dejado a la puerta del establecimiento .  Mandaría a un empleado del hotel a recogerla y la dejaría de nuevo en casa.  No quería que cargase peso, inclusive no deseaba que saliera de casa.

- Avísame si te encuentras rara. Hazlo inmediatamente- le dijo él cuando se despidió de ella- Te quiero, Dely, ¿ lo sabes?
- Claro que lo se.  Anda que vas a llegar tarde al trabajo.  Estoy bien, estoy bien.  Aún quedan unos días para que llegue- dijo pasando su mano por la tripa.

Pero en realidad no se encontraba muy bien.  Había notado que su vientre había bajado.  Su rostro había cambiado de expresión y se encontraba cansada.  No quería preocupar a su marido, y por eso había ocultado su preocupación.  Pensaba que la llegada de  su hijo era inminente

- Espera un poquito, chiquitín, sólo un par de días, a que lleguen los abuelos

Hizo sus compras y el empleado la dejó en casa y la ayudó a colocar las cosas en  su sitio. Tras ofrecerle una taza de te, el muchacho regresó al hotel nuevamente.  Ella se quedó sola y se tumbó en el sofá del salón. Se encontraba extraña.  Decidió llamar a su marido.  Su estado no era el normal de todos los días.  No era que se sintiera molesta ni cansada, era una sensación diferente

- ¿ Estás bien ? - la voz ansiosa de Anderson respondió enseguida a su llamada
- Lo siento Andy.  No, no estoy bien.  No se que me ocurre, pero creo que la llegada...
- Voy para allá- Anderson no la dejó terminar la frase.  Tardó poco más de veinte minutos en llegar a su casa.  Entró nervioso, impaciente y preocupado.
-Dely, Dely - llamaba  a voces al no encontrarla en el salón
- Estoy en el baño- respondió.  Anderson fue en su busca preocupado decidido a acudir al médico, después de ponerse en contacto con él
- Cariño ¿ llega ya ?
- Creo que si...  He manchado un poco
- Vámonos, ahora.  Michael ya está avisado.  Le he llamado antes de salir del hotel.  Nos espera en la clínica
- ¡ Oh Dios mio !
- ¿ Que ocurre, que pasa ?
- Espera , espera...
- ¿ Estás rompiendo aguas?
- Creo que si. ¡ Oh Dios mio !
- No te asustes. Tranquilízate. No voy a dejarte sola. Vamonos ya, por favor
- De acuerdo, vamonos

Llegaron enseguida . Michael lo tenía todo preparado.  Se había adelantado unos días, y aunque el bebe era de su tiempo, no le gustaba que se precipitara el parto.  La instalaron en su habitación y dos enfermeras la prepararon para monitorizarla.  Los dolores del parto habían comenzado mientras iban en dirección al hospital,  y Anderson, lívido y nervioso, tomaba nota de la frecuencia.  Mientras las enfermeras se encargaban de Adela, Michael llamó a Anderson

- Todo está controlado, Anderson.  No me gusta que se haya adelantado, pero no es la primera vez que ocurre. Cuando la monitoricemos comprobaremos que todo va bien,. Quédate tranquilo
- No Michael, no estoy tranquilo. Presiento que por tu expresión algo no va bien ¿ me equivoco ? Dime la verdad, por favor
- Cuando la reconozca  y comprobemos el monitor, te diré cómo anda todo. No me gusta que se haya adelantado, pero te repito, no es infrecuente.  Quédate a su lado y disimula la preocupación.  Ella necesita ahora todo tu apoyo.

El monitor indicaba que había sufrimiento fetal.  Los dolores se habían parado y ella comenzaba a estar más fatigada de lo normal.  Anderson miraba intermitentemente a su mujer y al médico, tratando de adivinar lo que estaba ocurriendo.  Por fín Michael habló con él

- Anderson, el niño se ha dado la vuelta y tiene dificultades para nacer. Hay que hacer una cesárea
- ¿ Ella está bien ? La encuentro muy agotada
- Lo está, por eso no podemos perder mucho tiempo
- De acuerdo. Haz lo que creas oportuno, pero sálvales .... , a los dos.
- De acuerdo, voy a disponerlo todo rápidamente.  No hay tiempo que perder. El bebé está sufriendo y es peligroso. Podríamos perderle

Fue conducida al quirófano.  Anderson no le soltaba la mano y la sonreía como si no ocurriera nada  que no fuera normal.  Adela no hablaba, de vez en cuando cerraba los ojos y cuando los abría, los fijaba en su marido queriendo adivinar lo que sucedía.  Transmitiéndole su pensamiento.

Entraron en el quirófano.  El anestesista estaba preparado y todo dispuesto. Las enfermeras colocaron la pantalla .  Todos estaban en silencio. Sólo la voz de Michael dando instrucciones a sus ayudantes . Ya estaba en marcha el monitor cardiaco, el gotero, y ya estaban aplicándole la anestesia.

- Anderson, no te vayas.  No me dejes sola. Te quiero
- Yo también te quiero cielo, y no me moveré de tu lado.  -La dio un breve beso en los labios, antes de que Adela se sumergiera en el sueño de la anestesia
- ¿ Cómo va todo ?

Preguntaba Michael, y en su voz había preocupación.  Cuando el anestesista le dio la indicación, con un corte preciso hizo una incisión en el vientre de Adela.  Anderson, lívido, no articulaba palabra. Presentía que no iba todo lo bien que debiera.  Agarrado fuertemente a la mano de su mujer, alejaba de su cabeza un mal presagio.  No podía ser, no podía ser.  Y mentalmente recitaba una letanía pidiéndole a Dios que les ayudara.  El médico sacó al niño,  que tenía un color azulado, y rápidamente se lo entregó al pediatra que inmediatamente procedió a limpiarle y a reanimarle.  Anderson veía la escena como si estuviera viendo una película.  No podía ser real, no podía estar ocurriendo.  Con los ojos muy abiertos observaba todos los movimientos en silencio.  No podía ni hablar, hasta que un llanto fuerte llenó la habitación haciendo que todos sonrieran a un tiempo.




Una enfermera mostró el recién nacido a su padre durante un instante e instintivamente, y a pesar de que ella no le escuchaba, se lo mostró a Adela, que permanecía inconsciente. Tenía los ojos nublados por la emoción. Abrazó al niño con infinito amor, un amor maravillado ante el milagro de la vida. Pero una voz le volvió a la realidad: " la estamos perdiendo" .

- Anderson tienes que salir - dijo Michael con voz contundente
- No Michael no me voy
- Sal ahora mismo- le ordenó con voz fuerte y rotunda

Una enfermera le tomó del brazo e hizo que saliera del quirófano, e inmediatamente la enfermera,  regreso al interior.  El monitor cardíaco daba señales de debilidad.  La dieron masajes No reaccionaba, entonces decidieron que había que actuar sin pérdida de tiempo, y la inyectaron directa al corazón.  Inmediatamente, su corazón volvió a tomar el ritmo normal y todos volvieron a  respirar tranquilos. Cuando hubo pasado el peligro, Michael salió para hablar con Anderson y explicarle lo ocurrido.  Cuando le vio salir del quirófano se precipitó hacia el médico.  En su rostro se reflejaba la ansiedad y preocupación, el miedo a no saber lo que estaba ocurriendo en esa habitación en donde su mujer estaba en peligro

- Michael ¿ qué ha ocurrido?- le preguntó al médico
- Tranquilo Anderson, ya pasó todo- le decía mientras se sentaba en una silla a su lado- Te hice salir porque por un momento creí perderla, pero inmediatamente reaccionó a la inyección que la pusimos. Ahora mis ayudantes la están controlando y atendiendo para trasladarla a la UCI
-¿A  la UCI ? ¿ Sigue en peligro ?
-Quiero tenerla en observación durante unas horas, mientras elimina la anestesia.  Quiero comprobar que todo está en orden.  Podrás verla unos minutos.  Si todo va bien, como espero, la trasladaremos a planta no tardando mucho y allí podrás disfrutar de tu mujer y de tu hijo.  Por cierto el niño está perfectamente.  Ahora podrás verle en el nido.   Ha pesado  tres kilos y ochocientos gramos
- No se cómo darte las gracias. Mil años que viviera no te agradecería bastante lo que has hecho por mi familia
- Vamos, vamos, es mi trabajo, y es una satisfacción enorme la que sentimos cuando todo sale bien.  Ahora tendrás que disculparme, tengo otro parto.  En cuanto tenga un rato libre pasaré a veros.
- Gracias Michael, gracias siempre.
-Es un niño fuerte y precioso.  Enhorabuena.  Respira tranquilo.  El susto ya ha pasado.  Cuando terminen de arreglarla, una enfermera te acompañará para que la veas. Sólo podrás estar con ella un máximo de diez minutos.  Estará volviendo de la anestesia, así que no te asustes si no te habla o si la encuentras adormilada. Todo está controlado. Dale un beso y vete a casa a descansar y a relajarte.  Te avisaremos cuando la pasemos a planta. Y ahora me voy. Hasta luego



Anderson esperó,  a penas diez minutos, cuando una enfermera salió en su busca para conducirle hasta la UCI.  Fueron los momentos más largos de su vida, pero al fin estaba frente a ella.  Estaba adormilada y pálida, y unas ligeras ojeras bordeaban sus ojos.  Se acercó despacio y la tomó una mano apretándosela. Besó su frente y no pudo reprimir un callado llanto.  Había estado a punto de perderla, y se daba cuenta de lo mucho que significaba para él.  Ella lo era todo.  Acariciaba suavemente su rostro y ella a veces abría los ojos, aunque su mirada estaba perdida. La susurraba dulces palabras al oído.  No sabía si ella las escuchaba, pero necesitaba decirla  lo importante que había sido encontrarla y hacerla su esposa.

- Señor, tiene que salir ya. Lo siento

Anderson levantó la cabeza y miró a la enfermera, asintiendo con la cabeza. Cinco minutos, cinco breves minutos para estar con ella.  Obedeció inmediatamente, y en ese momento recordó que tenía un hijo y que ni siquiera había ido al Nido para verle.  Preguntó a la misma enfermera dónde estaba, y se encaminó hacía allí.  Tras los cristales miraba buscando a su hijo, y una enfermera sonriente, le sacó de la cunita y le acercó hasta la ventana para que pudiera verle.  Era el niño más hermoso y sonrosado que nunca había visto.  Tenía la piel morenita como su madre, aunque no sabía muy bien si ese sería su color natural, o es que lo tenía por estar recién nacido.  La pelusilla de su cabello era rojizo como el de él, pero no pudo ver el color de sus ojos porque estaba dormido.  Tranquilo y feliz ajeno a todo lo que podía haber ocurrido al nacer.  Se dio cuenta de que unas lágrimas rodaban por sus mejillas.  El, el hombre rudo, viajado, y de vuelta de tantas cosas, se emocionaba al ver a su hijo y,  un feliz orgullo recorrió su cuerpo estremeciéndole. " Ya somos una familia", se dijo para sí.  La enfermera volvió a dejarle en su cuna y Anderson salió a la calle desorientado, y sin saber muy bien dónde ir.  Le parecía mentira que todo hubiera ocurrido y que todo hubiera pasado.  Se subió al  coche y antes de ponerlo en marcha decidió que tenía que notificar el nacimiento del niño.  Llamó primero a sus suegros.  Les contó lo ocurrido y una llorosa Eugenia se lamentaba de no haber estado al lado de su hija



- ¡ Dios mio, mi pobre niña !
- No Eugenia, no te lamentes.  Todo está bien. Ha sido muy valiente, y tu nieto es una maravilla. Te vas a enamorar de él en cuanto le veas.  Ahora llamaré a mi padre y a mi hermano, que no saben nada. Esta noche más tranquilamente os volveré a llamar y hablaré con Alvaro para explicarle todo, porque imagino que querréis saberlo al detalle.  De todas formas ¿ cuando venís?
- Por mi, saldría ahora mismo. Pero Alvaro tiene que dejar unos asuntos solucionados, aunque se volverá enseguida. Yo me quedaré más tiempo, si me lo permitís
- ¡ Qué cosas dices ! Eres la madre de mi mujer, la mujer que me acaba de hacer padre ¡ cómo no voy a permitírtelo! Venís a vuestra casa, siempre que queráis. Siempre seréis bien recibidos. Más tarde os llamo.  Yo también necesito recuperarme de tanta emoción
- Cuídate, hijo- le contestó Eugenia
- Luego os llamo. Adiós

A continuación marcó el número de su padre y le comunicó la noticia. El señor McLochlaim, apenas podía hablar de la emoción.

- Hijo ¿ de verdad me dices que todo está bien?
- Si, papá.  Todo ha pasado ya. Te lo explicaré con más detalle luego. Voy a decírselo a Aleck y después iré a verte hasta la hora de volver al hospital
- Bien hijo mio.  Haz lo que tengas que hacer

Puso el coche en marcha y se encaminó hacia el Ayuntamiento.  Quizá su hermano aún estuviera trabajando.  Efectivamente aún no se había marchado y cuando conoció la noticia, ambos hermanos se fundieron en un abrazo, y por primera vez Anderson, al sentir la presión de los brazos de su hermano, supo que se relajaba, que sus músculos crispados, se distendían, y por fin se daba cuenta de lo que significaba esa bolita de carne sonrosada que dormía plácidamente en una cunita no muy lejos de su madre, a la que estuvo a punto de no conocer.  La emoción pudo con él nuevamente cuando sintió el abrazó de Aleck. Le reconfortaba tanto ...  Se había sentido perdido en aquellas horribles horas de incertidumbre. Por fin cuando se hubo calmado, Aleck le dijo

- Venga vamos a tomar un café. Quiero que me lo cuentes todo con detalle




Bajaron a la cafetería del Ayuntamiento, y en una mesa apartada, Anderson relató a su hermano el episodio del parto.  Pero necesitaba contarle un capítulo de la vida de Adela que él ignoraba y que despejaría de una vez el silencioso contencioso que guardaba para si

- Quiero que me escuches con atención lo que voy a contarte. Adela me lo contó hace tiempo, cuando al principio de nuestra relación.  Es un secreto que solamente lo conocemos ella, su amiga Clara y yo, y por supuesto ahora tu.  Te conoció en una boda que celebrabais en El Lago, cuando ella vino a estudiar, con apenas dieciséis años. Le causaste una gran impresión, tanto, que estuvo enamorada de ti, en silencio,  hasta que regreso a Escocia.  Por ti intervino en tu campaña, pero se mantuvo alejada al casarte con Maureen, y fué el día de tu boda, a mi regreso para asistir a ella, cuando la conocí, y me enamoré.  No se si fue un flechazo.  Sólo se que buscaba su compañía y conseguimos ser buenos amigos, pero ella no correspondía a mi amor porque aún se acordaba de ti.

 Pasó el tiempo y entonces se dio cuenta de que había alguien que bebía los vientos por ella, y por fin accedió, en un principio,  a salir y posteriormente, conseguí conquistarla.  Quiero que sepas, que ese episodio está ya olvidado y superado y ahora nos amamos como nunca pensé que pudiera  suceder.  Pero hoy al verla tan débil, tan agotada,  y estando a punto de perderla, me he dado cuenta de que ella es la que me mueve a hacer todo y que yo soy su mundo, y ahora el mundo de ambos es nuestro hijo.  Siempre ha sido una chica solitaria e introvertida.  Luché mucho para que olvidara sus complejos, y lo he conseguido.  Espero que dentro de unos días, cuando todo vuelva a la normalidad recobremos nuestro equilibrio, y podamos al fin ser felices.

- No tenía ni idea de este episodio.  Me alegro que me lo hayas contado.  Se que lo pasaste mal cuando me casé con Maureen y eso nos había separado durante algún tiempo. Hermano, eres generoso y bueno.  Sabías el secreto de Adela y nunca diste a demostrar nada.
- Espero que al conocerlo, no te cree ninguna violencia, porque no lo he hecho con esa intención. He pasado horas muy difíciles y pensé,  mientras esperaba delante del quirófano, que si todo salía bien, pasaría página definitivamente de todo lo ocurrido hasta este día.  Para ello tenía que hacer un examen de conciencia y tú me faltabas en él.  Y ahora me voy. Quiero ir a casa a contarle a papá todo y después volveré al hospital en cuanto me avisen
- Ve con cuidado por la carretera, y gracias por ser tan buen hermano como eres.

Se abrazaron nuevamente y Anderson salió del edificio aliviado por la confesión hecha a su hermano.  Creía que debía saberlo, y  se había quitado un peso de encima. Más conforme y tranquilo , puso  rumbo a la casa de su padre.  Cuando llegó, encontró al anciano  impaciente por conocer todo lo acontecido.  Detalló minuciosamente toda la sucesión de lo vivido durante esas horas. Al concluir su relato, el padre estaba disgustado, pero más tranquilo

- Dime ¿ ella está bien? ¿ Cómo es el bebe?
- Cuando salí del hospital, aún no había vuelto completamente de la anestesia, pero del incidente surgido en el quirofano, estaba recuperada. Y el bebe es lo más bonito, lo más precioso, y lo más grande que he vivido nunca
- Bueno,  bueno-  dijo el padre riendo-  Veo que estás entusiasmado. Deseo ir a verles cuanto antes
- Te prometo que mañana vendré a buscarte y te llevaré a que le conozcas. Hemos hecho un trabajo espléndido- por primera vez en muchas horas, Anderson fue capaz de reir

Su móvil sonó. La voz algo impersonal de una enfermera, le anunció que Adela ya estaba en planta con su hijito al lado y perfectamente

- Gracias por avisarme. Voy para allá inmediatamente- fue lo que respondió Anderson
- Papá tengo que irme.  Es del hospital.  Ya está en la habitación. Estoy impaciente por verles. El niño está con ella
- Bien, hijo. Pero ve con cuidado. Y llámame cuando les veas y me dices cómo están
- Así lo haré, papa.

Y salió corriendo impaciente por estar al lado de su mujer y su hijo.  Estaba nervioso, pero no por preocupación, muy al contrario, alegre y contento por poder abrazarles.  Una enfermera le acompañó hasta la habitación que ocupaba Adela.  Abrió la puerta sigilosamente, por si ella estaba dormida. Adela estaba despierta y tenía al bebe en los brazos.  Se paró un momento para contemplar la imagen que se mostraba ante sus ojos: ella lloraba de emoción mientras acariciaba la pequeña cabecita.  Levantó la vista y entonces comprobó que Anderson la miraba emocionado




- Andy...   es nuestro pequeño
-Mi amor -  y corrió a su lado abarcando con su abrazo a la madre y al hijo, a su familiaBesaba una y otra vez el rostro de ella ,   juntando en la caricia,  las lágrimas de ambos
 - Dely, Dely...  me has dado el hijo más precioso que un hombre deseara tener
- Anderson, mi vida.  Nunca hasta ahora me había dado cuenta de lo importante que eres para mi. Cuando pensaba  en el quirófano que no viviría, mi único pensamiento era para ti.  Mentalmente, antes de perder la consciencia te pedía que fueras fuerte para criar a este pequeño.  Creí que no llegaría a conocerle, que no te vería nunca más.
 -Calla, calla, por favor.  Olvídalo.  Piensa sólo en nuestro pequeñín. ¡Es tan bonito!  Estoy muy orgulloso de ti, de ambos.  Nunca creí que llegaría a quererte tanto, a necesitarte tanto.  Creí que  no era posible quererte más, pero cuando te vi cómo luchabas por traer a nuestro hijo al mundo, supe lo importante que has sido y  eres en mi vida.



Un suave beso fue el broche final, de aquella declaración mutua, mientras el bebe dormía plácidamente sobre el vientre de su madre, protegido por el amor de ellos.


Nadie hablará de mí cuando ya no esté - Capítulo 23 - Dudas


Y con altibajos de carácter, Adela siguió adelante con su embarazo.  Con las clásicas molestias de los tres primeros meses y con mucha sensibilidad por su parte, quizá demasiada, lo que hacía que Anderson estuviera permanentemente  observándola.  No había interrumpido su trabajo, aunque ahora lo tomaba con mas calma. Seguían con su vida igual que siempre. Anderson la cuidaba en extremo, la creía frágil y la colmaba de caricias y cariño. Ella  trataba de que su preocupación por las dudas, que seguían asaltándola, no salieran a la superficie para que su marido no lo notara. Ya tenía los cinco meses de embarazo y el volumen de su vientre comenzaba a hacerse visible.

Anderson se había olvidado por completo del incidente con Sara.  Ella había abandonado el hotel hacía tiempo.  Trabajaba en una guardería infantil, no muy lejos de los hoteles, pero hasta esa fecha no habían vuelto a saber nada de ella, aunque Anderson no las tenía todas consigo.

Esa tarde irían a la consulta de Michael. Le tocaba revisión y le haría una ecografía para ver si podían conocer el sexo del bebe  Y lo supieron: era un varón, y todo estaba bien y normal.  Anderson besó en la frente a su mujer mientras sus ojos se empañaban por la emoción. Adela le apretaba la mano cariñosamente y no podía evitar unas lagrimillas que se escapaban de sus ojos. Ambos estaban muy contentos y emocionados.  En la cara del médico  se traslucía la emoción contagiosa de los futuros padres.



- Tenemos que celebrarlo- dijo Anderson estrechando contra él  a su mujer a la salida de la consulta-  Gracias Dely.  Me has hecho el regalo más grande que un hombre pueda recibir. Te quiero, te quiero, te quiero
- Andy, no seas loco...  El regalo también es para mi, y tu has sido el autor.  Me siento ¡tan feliz, tan unida a ti, que nunca creí que ello fuera posible !
- ¿ Qué quieres hacer ? ¿ Cenamos fuera de casa?  ¿ Te encuentras bien ?
- Estoy perfectamente.  Las molestias ya se han marchado, gracias a Dios, y estoy plenamente feliz, hambrienta y mimosa.  Quiero que mi marido me mime, y que me diga cuánto me quiere, y cuánto quiere a mi pequeño
- Dely, tu sabes que te quiero más que a nada y que este diablillo que dentro de nada estará con nosotros físicamente, es toda mi ilusión.  Es nuestro hijo y además tu le proteges ¡ cómo no os iba a querer! - y dicho eso, la estampó un beso en la mejilla.

Cenarían en un afamado restaurante que estaba de moda.  No dejaban de dedicarse palabras cariñosas, ni dejaban de mirarse a los ojos.  Nada enturbiaba su felicidad. Adela parecía que había recuperado nuevamente su equilibrio interior.  Ya no lloraba.  Se la veía siempre alegre, aunque todas las noches, después de cenar los antojos hacían  que Anderson anduviera de cabeza, hasta el punto de  tener que desplazarse hasta el centro para buscar alguna cosa extraña que se le había antojado.  Pero lejos de molestarle, le hacía feliz, y siempre con una sonrisa en la cara.  Su mujer le pedía algo para su bebe y él no tenía otra cosa,  más que complacerla.



Ya era tarde, pero esa noche Adela tenía el antojo de fresas con chocolate, nada fácil de localizar las fresas, pues era fuera de temporada, pero había un establecimiento de delicatessen, y era posible que las encontrara.

Se encontraba pagando la compra cuando una mano le golpeó en el hombro suavemente.  Anderson se giró para comprobar quién llamaba su atención, y entonces vió a Sara

- ¡ Vaya, Anderson ! ¡ Cuánto tiempo sin verte !  ¿ Qué haces por aquí a estas horas ? ¿ Dónde has dejado a tu mujercita ?
- Hola Sara. Lo siento pero no puedo entretenerme, me están esperando- fue su respuesta
- No tengas tanta prisa.  Lo misma da cinco minutos más o menos
- No, lo siento, no puedo.  Quizá otro día.  Que te vaya bien - y se despidió de ella alejándose a paso ligero.
- ¡ Ya lo creo que otro día ! - repitió ella - Es decir... en la primera ocasión haré una visita a la insulsa de tu mujer. ¡ Oh Anderson ! Te aguarda una gran sorpresa.  No creas que todo ha terminado.  Aún estoy furiosa contigo y con la insípida mujer con quién te has casado.  Iré a visitarla, pero no en el trabajo, sino a su casa. ¡ Ya lo creo que iré !

El encuentro con Sara había dejado preocupado a Anderson. No quería tener contacto con ella, y sobretodo que ella no se acercara a su mujer. La creía capaz de cualquier cosa, y ahora todo marchaba de maravilla entre ellos.  No quería que se estropeara por nada del mundo.



Sara, no tuvo que aguardar mucho tiempo para encontrarse frente a frente con Adela.  Fue en el supermercado en el que ambas coincidieron para hacer sus compras

- ¡ Adela..., vaya ! - dijo Sara mirando al vientre de la muchacha- ¡ Cómo no me ha dicho nada Anderson !

Adela se quedó perpleja ante el asombro de Sara. ¿ Es que ve a su marido ? ¿ Por qué tenía que decirla nada?

- ¿ Le has visto ?
- ¡ Claro ! - exclamó como si fuera la cosa más natural del mundo-  Esta es una ciudad pequeña y es fácil encontrarse en algún lugar.  Además él y yo mantenemos una buena amistad

Estas últimas palabras, hicieron que Adela frunciese el ceño. ¡ Cómo que eran amigos !.  Lo último que ella sabía fue su encuentro del día de su boda.  Nunca, Anderson, Le había comentado nada al respecto.  No le gustaba la idea. No le gustaba Sara, y no la quería cerca de su marido.  ¿ Eran celos ? Quizá, pero inmediatamente desechó la idea
- Vas a tener que perdonarme, Sara. Tengo un poco de prisa y mucho trabajo. Hasta otro día que coincidamos. Adiós.
- ¿Ni siquiera por cortesía vas a ofrecerme tu casa?- la dijo Sara
- Perdona, tengo que dejarte. Voy  tarde. Otro día

Adela salió todo lo deprisa que pudo del establecimiento, mientras era seguida por la mirada de Sara.
Guardaba rencor a aquella mujer, que para colmo le iba a dar un hijo.  No lo comprendía.  Ella era más guapa que Adela, y había sido la primera en su vida.

- Bueno... lo que se dice la primera, la verdad es que no lo he sido. El siempre me hablaba de ella, pero... ¿ cómo iba a imaginarme que acabaría casándose  ?  Además, ¡está horrible ! con esa barriga, que dentro de nada abultará más que ella, y ese andar de pato que se le está poniendo... ¡ por Dios ! ¿ cómo puede seguir enamorado de ella ?

El rencor no la permitía ver la realidad. Comprobar que Anderson estaba encantado de la vida con su familia, que no tardando mucho se vería incrementada con ese pequeño que vendría al mundo en unos meses.

- Haré una visita a Anderson.  Si, pero lo haré de forma que ella se entere también- y comenzó a construir una trama que la permitiera crear dudas en el matrimonio

 Adela se alejó todo lo deprisa que pudo de aquel lugar. Había sido un encuentro muy incómodo, y se dio cuenta de que Sara no iba a dejar de dar la lata.

- ¿ De qué demonios ha ido esto?- se preguntaba- ¿ Se siguen viendo ?  Tampoco es de extrañar que coincidan en algún lugar. La ciudad no es muy grande y quizá ella viva y trabaje cerca de nosotros.
¡ Hum !, de ésta me espero cualquier cosa.  Le preguntaré a Andy, aunque no se si sería correcto.  Es tanto como decirle que desconfío de él.  De momento no le diré nada.  Seguro que todo es casualidad.

Se quería convencer a sí misma, pero en algún lugar de su cabeza, se abría paso la duda. Desechó la idea mientras se dirigía al hotel .  Recogería a su marido y juntos regresarían a casa.

- Ni cinco minutos, dedicaré a esta arpía.  Ni un minuto más.

Pero aunque se lo propuso, algo en su interior no le dejaba tranquila.  Decidió disimular ante su marido, y no darle más importancia a lo acontecido.  Pero por mucho que lo intentó, no podía alejar de su pensamiento el encuentro con la intrigante Sara.  Sentía que  una luz de alarma se había  encendido.

Cuando llegó a casa,  Anderson, le recibió como siempre con la mejor de sus sonrisas y cariño, ocultándole el encuentro



- ¿ Cómo te ha ido todo?- le preguntaba él como cada vez que se juntaban por la noche, y cada uno le contaba al otro las incidencias del trabajo
- Bien, sin problema, como siempre
- ¿ Has ido a hacer la compra?
- Si...
- ¿ Qué pasa ?, parece que lo dices dudando. ¿ Es que cambiaste de idea?
- No, no...  Fui al supermercado...  pero allí me encontré con Sara
- ¿ Sara ?
- Si.  Parece ser que trabaja y vive cerca de tu hotel, y coincidimos en la tienda.  Por cierto, no quería decírtelo, ni tampoco mencionarte el encuentro, pero ha surgido...
- Creo que hay algo que no me estás contando
- No, no es eso...  Me dio a entender que os habéis visto en alguna ocasión
- ¿ Qué ?  Hace mil años que no la veo.  Ni deseo encontrármela.  No me gustó su actitud la última ez que la vi. ¿ Qué te hizo sospechar que la he visto ?
- No lo he sospechado.  Me lo dijo ella.  Me vio el vientre abultado y eso exactamente fue lo que la llamó la atención, porque tu no la mencionaste que estaba embarazada
- En parte tiene razón.  La vi un día que acudí a la tienda de delicatessen a por tu antojo de fresas con chocolate.  ¡ Claro que no la dije nada ! ¿ Por qué iba a decírselo? Además apenas cruzamos cuatro palabras.  No quiero tener trato con ella
- Yo te creo, claro.  Me resulta una intrigante, pero ella me dio a entender otra cosa
-Pues no es cierto.  Y ahora tu verás a quién crees- respondió Anderson bastante enfadado
- No te estoy culpando de nada, sólo te digo lo que ella comentó, nada más. No sé porqué te pones hecho una furia.  En todo caso debía ser yo la que estuviese enfadada ¿ no crees?
- No veo porqué. Te estoy diciendo la verdad. No me gusta mentir, y tu deberías saberlo. Pero parece ser que tiene más crédito una extraña, que tu propio marido. ¿ Por qué estamos discutiendo?
- No lo se.  Yo no he empezado a subirme por las paredes, has sido tu el que te has enfurecido, y sabes ¿ qué ? que si no tuvieras nada que ocultar no te hubieras puesto tan enfadado
- ¡Esto es el colmo!.  ¿ De manera que yo soy el culpable?  Mira he tenido problemas en la oficina, me duele la cabeza y esta discusión me cansa, así que me voy a la cama.  Quizá mañana más tranquila entiendas que es absurda toda esta pelea que estamos teniendo...,   por nada
- ¡ No has cenado ! ¿ vas a costarte sin cenar?
- Exactamente. Eso voy hacer. Cuando te quedes sola, pelea con las paredes.  Buenas noches

Anderson se marchó al dormitorio, y Adela se quedó en el salón analizando el porqué había ocurrido esa pelea tan absurdamente tonta, y  el motivo que lo había provocado.  En su fuero interno justificaba la actitud de Anderson, no porque estuviera ofendido por sus dudas, sino porque en realidad era culpable.  Se estaba viendo con ella, y la prueba era su enfado.  Una ola de indignación, le atenazaba la garganta.  Sentía deseos de llorar, pero no quería hacerlo.  Se sentó en el sillón, y aunque trató de evitarlo, las lágrimas rodaban por sus mejillas. ¿ Cómo era posible que Andy le hiciera aquello!  Estaba gorda, torpe, comía como una descosida las cosas más extrañas que se imaginaba.  Dormía mal, daba vueltas en la cama despertándole a cada rato.  El se levantaba al día siguiente cansado, aunque nunca protestó ni demostró su enfado.  Pero la discusión había roto el dique de contención y había salido al exterior la incomodidad que sentía por el estado de su mujer.  Abrazó su vientre, como protegiendo a su bebe.



- No nos quiere, chiquitín. Ya no me quiere, quizá a ti si, pero estoy segura que ya no está enamorado de mi, sino de ella. Sara que es una criatura preciosa, que está loca por tu padre y además tiene buen tipo, y no como la gorda de tu madre- y rompió a llorar sin poderse contener

El llanto duró bastante rato, hasta que el cansancio y el sueño, la rindieron y se fue a la cama.  Anderson dormía plácidamente, y ni siquiera se inmutó cuando ella, dentro del lecho, trató de acercarse a él.  Estaba absolutamente segura de que su marido ya no la quería, y la prueba de ello era que ya no respondía como antes, cuando se acurrucaba a su lado.  Se dio media vuelta, dando la espalda a Anderson,  poniéndose en una orilla para no molestarle, al tiempo que silenciosamente, comenzaba nuevamente a llorar.  De muy madrugada, Anderson se giró en la cama y abrazó a su mujer, como tenía por costumbre, lo que despertó a Adela.  Ella se volvió para mirarle, y comprobó que seguía profundamente dormido.  Lentamente volvió a quedarse dormida.

Cuando sonó la alarma del despertador, extendió un brazo para pararla y evitar que él se despertara.  Siempre era ella la que se levantaba antes, pero en esta ocasión no había sucedido así.  El ya estaba levantado y vestido.  Se puso una bata y acudió en su busca.  Se encontraba en la cocina preparando el desayuno

- Buenos días - saludó ella con una débil sonrisa

Anderson la miró y respondió con un lacónico " buenos días".  Nada más.  Ninguna pregunta,  ningún interés por cómo se sentía, como hacía a diario desde que ella se quedó embarazada.  Ninguna palabra que le hiciera notar que ya no estaba enfadado, pero descubrió que era todo lo contrario  ¿Enfadado él ? Era ella la que debía estarlo.  Era ella la que tenía dudas de que no se estuviera viendo con la arpía, y sin embargo él se da por ofendido por la discusión del día anterior...
Dio media vuelta, y sin comentar nada más se metió en el baño para arreglarse.  No quería ir con él al trabajo, no con esa tesitura.  Pondría alguna excusa y ella llamaría a un taxi.  Si quería pelea, tendría pelea, pero no iba a ceder encima  de no ser la culpable.

Cuando salió ya arreglada, Anderson había dispuesto todo para el desayuno.  Miraba de reojo a su mujer que no tenía muy buena cara.  Le había escuchado vomitar en el cuarto de baño, y se sentía responsable  por ello, aunque en el fondo no quería reconocer que no había cenado a causa de esa estúpida discusión

-Adela... ¿ te encuentras bien ? ¿ Te han vuelto las náuseas ?
- No te preocupes.  Si estoy bien.  En cuanto desayune se me pasarán
-Oye...  quería disculparme por lo de ayer. Ha sido algo estúpido que hayamos peleado por algo tan nimio
- Nos pusimos nerviosos. Eso ha sido todo.  No te preocupes- le dijo lacónicamente
- Si, si me preocupo.  No me gusta la forma en que anoche nos dormimos.  Es la primera vez que nos damos la espalda
- Tu me diste la espalda.  Cuando fui a la cama estabas dormido y ni siquiera te moviste.  Pero tampoco tiene  importancia.  Comprendo que no estoy de lo más atractiva. Es lógico... ves a diario a ejecutivas y clientas preciosas, y sin embargo luego me ves a mi, y ...
- ¿ A dónde quieres ir a parar, a que ya no me gustas. Es eso ?  Es una solemne tontería. Sabes que siempre he estado loco por ti, y ahora más todavía.  El que estés encinta no te resta un ápice de belleza.  Eres una mujer bella. Creo que te has levantado de mal humor, que quizá has dormido poco. Será mejor que lo dejemos, o terminaremos como anoche
- Tienes razón. ¿ sabes qué ?  voy a llamar a Henry para decirle que no me encuentro bien y no voy a ir al trabajo. En realidad, no es mentira, no me encuentro muy bien
- ¿ Me quedo contigo?
- No, no hace falta.  Todo es por falta de alimento.  En cuanto desayune se me pasará

Desayunaron en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos.  Esa había sido la primera discusión seria que tenían desde su casamiento, y los dos se sentían extraños, incómodos.  Anderson dejó los cacharros en la pila, y besando a su mujer en la frente, se despidió de ella para acudir a su trabajo

- Vuelve a acostarte y descansa.  Yo llamaré a Henry.  Comeré en la cafetería del hotel, y te mandaré algo de comida para que no tengas que guisar la tuya ¿ Qué te apetece? Así no tienes necesidad de levantarte si no quieres
- Algo de verdura y pescado
- Bien.  Te lo mandaré con Robert a mediodía. Descansa por favor.  Me voy preocupado.  No me gusta verte así
- Ya...   Mucho me temo que de ahora en adelante, vendrán más días asi   Dentro de nada entro en el sexto mes
- ¿ Llamo a Michael ?
- No,  de verdad,  no es necesario. Anda ve.  Llegarás tarde.  Conduce despacio
- Hasta luego.  Vendré lo antes que pueda.  Llámame si no te mejoras.  Yo llamaré cada hora.  No me gusta verte así
- Estoy bien, estoy bien

Recibió con ternura el beso que Anderson le dio en los labios, y le acompañó hasta la puerta para despedirle.  Había tratado por todos los medios por aparecer tranquila, sin dar importancia a su estado, pero la verdad es que estaba muy lejos de sentirse bien.  Tenía una sensación incómoda que no se debía a sus náuseas matutinas, sino a algo nuevo que experimentaba desde la noche anterior, con la discusión con su marido.  Algo había cambiado entre ellos. Lo presentía.  Algo de forma sutil había invadido  sus vidas, justo ahora que más le necesitaba.

Se sentó durante un momento en el salón y pensaba que quizá Anderson estuviera cansado, agotado, por sus insensateces, por sus dudas sin fundamento, o quizá ahora si....  Era una época diferente, todo era diferente en ella.  No tenía cerca a nadie con quién hablar sobre ello y despejara su negro horizonte. Si Clara estuviera aquí...  ella le daría los buenos consejos de siempre. ¿ Por qué no hablar con su suegro?  Era un hombre razonable y podría darle algunas pistas sobre su marido. ¿ Se conocían bien? Ella era diáfana, pero él...  había tenido una vida libre durante mucho tiempo, y es posible que ahora, máxime con la responsabilidad de ser padre, se sintiera atado, y empezase a echar de menos su libertad perdida.

Espero a que él llegase al hotel y cuando comprendió que ya estaría en el despacho, marcó en su móvil el numero de su marido

- Dime, ¿ qué te ocurre? - le respondió una voz ansiosa
- Nada, tranquilízate, no me ocurre nada.  Es que se me ha ocurrido acercarme a ver a tu padre. Hace días que no le hemos visto, y así pasaría la mañana más distraída.  En casa sola me da por pensar...
-¿ Qué tienes que pensar? ¿ Tienes miedo al parto ?
- Un poco si...Me pongo nerviosa al pensar que ya queda muy poco, pero no pienso en el parto en si, sino en lo que viene después.  Me da miedo el bebe
- ¿ Por qué ? No entiendo tu inseguridad, francamente.  Estaré a tu lado, siempre.  Te ayudaré en lo que pueda
- Ya lo se, ya lo se.  Pero ¿ cuándo tu no estés ? una tosecita, o el llanto que no sabré porqué es...son muchas cosas. Ya sabes que soy insegura...Pero no quiero hablar de eso ahora mismo. Sólo te llamaba para decirte que voy a salir.
- No me gusta mucho que vayas sola conduciendo.  Estás muy adelantada...., no, no me gusta.  Pero si eso te va a mejorar, hazlo...  pero llámame en cuanto llegues.
- Bien.  Hasta luego, entonces
- Hasta luego y ...  ten cuidado



Y colgaron.  No hubieron palabras cariñosas, ni mimos como en otras ocasiones, lo que hizo que su estado de ánimo empeorara. " Ya no me quiere, no me necesita.  Se siente atrapado..."  Y de repente volvió a cambiar de opinión.  No iría a ver a su suegro.  No se sentía con ánimos, porque sabía que si comenzaba hablar, no pararía y le contaría todo lo que pensaba.  No quería disgustar al anciano. Iría al centro de la ciudad, tomaría algún refrigerio en algún sitio y así pasaría la mañana. No deseaba quedarse en casa, porque si lo hacía no pararía de pensar y se pondría peor.  Cogió su bolso y las llaves y salió de casa rumbo a la ciudad.



jueves, 25 de febrero de 2016

Nadie hablará de mí cuando ya no esté - Capítulo 22 - Un bebé en camino


Y Anderson dejó a su mujer en el hotel. La luna de miel había terminado y, ahora se imponía lo cotidiano, la monotonía.  Aunque no sería lo mismo. Sabía que al final de la jornada se reunirían y comentarían miles de cosas, y además comerían juntos.  El iría hasta el primer hotel para reunirse con ella en el restaurante .  No quería dejarla sola.  Sabía que Sara se hospedaba allí, y la conocía lo suficiente como para saber que no daría su brazo a torcer.   No comprendía como aquello, se había convertido en un quebradero de cabeza.  Sara no le quería, sólo pretendía hacerse notar y fastidiar a la pareja.  Nunca había sentido mucha simpatía por Adela. Tenía  celos de ella, de la predilección que Anderson había manifestado siempre por su, en aquel entonces,  amiga.

Cuando llegó a su despacho, buscó en su agenda , el número del médico que atendía a su padre y que anteriormente lo hiciera  con su madre.  Le preocupaba mucho la salud de Adela, y el cambio en su carácter que estaba sucediendo. La mayoría de las veces, y cuando ella no se daba cuenta, observaba su rostro y veía su mirada perdida y con un rictus de tristeza en él.  No dormía bien, cosa que achacaba a la diferencia horaria, pero la oía llorar cuando creía que él estaba dormido.

El cambio tan grande que había experimentado en tan poco tiempo le preocupaba.  Tenía miedo de que hubiera contraído alguna enfermedad tropical, a pesar de haberse vacunado antes de partir, pero en verdad no encontraba explicación para miles de cosas que estaba observando en ella



- Michel . Hola soy Anderson- saludó al doctor, al que conocía desde su adolescencia
- ¡ Anderson ! ¿ Ya habéis regresado ?
- Si, amigo. Hace un par de días que hemos vuelto. Aparte de llamarte para saludarte, quería consultarte, como médico, algo que me tiene muy preocupado.  Y me refiero a mi mujer
- Compruebo que estás preocupado ¿ Qué la ocurre?
- No lo sé, Michael, no lo se. Necesito hablar contigo detenidamente y después deseo llevarla a tu consulta. ¿ Cuando puede ser? Ni que decir que deseo sea cuanto antes. Estoy muy inquieto
- Bien ¿ puedes venir a mi consulta ahora ?
-¡ Claro que puedo !, y te lo agradezco.   Cuanto antes... Bueno salgo para allá ahora mismo
- Pues aquí te espero.  Daré orden a Scheila de que te pase inmediatamente.

Y al cabo de quince minutos, Anderson se encontraba frente a la puerta de la consulta del doctor Michael Jenkins.  Sheila tenía órdenes del doctor de hacerle pasar en cuanto llegase, aunque tuvo que aguardar unos instantes a que saliera la paciente que se encontraba en consulta

- Anderson, muchacho ¡ cuánto tiempo hace que no te veía !
- Buenos días Michael.  Encantado de verte nuevamente. Es cierto hace mucho que no nos veíamos, y la verdad  es que lo he tenido complicado atendiendo al nuevo hotel, luego nuestra boda..., en fin, que el tiempo se ha ido entre los dedos sin darnos cuenta.
- Y bien. ¿ Cuál es esa preocupación que tienes ?
- Verás Michael, es algo complicado y difícil de entender. No se qué le ocurre a mi mujer. La mayoría de los días está deprimida. Tiene un semblante pésimo y su inseguridad , que había conseguido erradicar, ha vuelto y con nuevos bríos.  Por la menor cosa, se echa a llorar.  Francamente no sé qué hacer con ella.  Se encuentra mal del estómago, y hay veces que no retiene nada en él, y otras sin embargo devora la comida con ansia.  Yo achacaba esos cambios al lugar en donde hemos estado, a las comidas, al cansancio de no parar de acá para allá en todo el día, y luego a la diferencia horaria, pero no ha habido ningún cambio y ya llevamos tres días aquí.
- Dime una cosa ¿ ha sido siempre así ?
- No, la inseguridad siempre la ha tenido, pero al iniciar nuestra relación parecía recobrar la seguridad en si misma, y se mostraba alegre y sonriente siempre
- ¿ Dices que lo has notado de unos días acá, que llora por nada?
- Exacto ¿ por qué está deprimida?  Yo la quiero con toda mi alma.  No tenemos problemas entre nosotros de ningún tipo, y cuando digo de ningún tipo, es así ¿ me entiendes?
- Claro que te entiendo.  Soy médico. Creo que tengo una ligera idea de lo que la ocurre, pero antes he de examinarla y hacerle algunas pruebas.  No me gusta adelantar diagnósticos, aunque sea a personas de tanta confianza como vosotros.
- Michael, me estás preocupando. Haz lo que tengas que hacerle, pero, por Dios, que sea pronto. Esta incertidumbre me está matando
- Mañana tráemela a primera hora de la mañana , en ayunas. Le haré una analítica, una ecografía, le tomaré la tensión..., en fin todo muy primario de momento, hasta saber el resultado de la analítica. Que haga pis en este tarro a primera hora de la mañana, antes de venir, y lo traéis, así vamos ganando tiempo
- Pero ¿ no puedes adelantarme algo que me tranquilice?  Ella no sabe que he venido, y me cuesta  mucho fingir despreocupación, cuando la angustia me mata. Se que me dirás que es normal que de recién casados diga lo que voy a decirte, pero te aseguro que es verdad. Me enamoré de ella hace mucho, y lo que menos podía pensar, es que el destino nos uniría, pero ahora...  ya no podría vivir sin ella
- Bueno, bueno, muchacho.  No adelantes acontecimientos. Tenemos que tener calma, y averiguar lo que nos dicen los resultados de las pruebas.  Haces bien en quererla, y demostrárselo.  Eso es muy importante para las mujeres.  Mientras sabemos algo concreto, cada vez que la veas triste, abrázala fuerte, muy fuerte, que note que es lo primero en tu vida. Hádselo saber, repiteselo una y mil veces.   ¿Es celosa ?
- Un poco. Pero te aseguro que no tiene motivo para ello
- Te creo, pero cuando están deprimidas por el ... por algo, se vuelven muy sensibles y entonces se machacan la cabeza pensando en la vida que anterior a ella llevaste, y piensan que no son bonitas, se ven raras, inclusive, y creen que cuando estamos con ellas, nos acordamos de otras aventuras... En fin las mujeres son un enigma que nunca, los hombres, entenderemos. Anda ve tranquilo y tráemela mañana sin falta. Advierte a Sheila lo de la analítica y estad aquí a las ocho ¿ es muy temprano?
- No, no.  Estaremos a las ocho ¿ Cuándo sabremos algo más concreto?
- Posiblemente mañana mismo a última hora de la tarde. Analizaré yo mismo las pruebas, y os llamaré. Pero de eso ya hablaremos mañana.
- Gracias Michael.  siempre te estaré agradecido por todo lo que haces por mi familia
- Anda, anda.  Lo que siento es que no pude ayudar a tu madre todo lo que  hubiera querido. Anda, vete.  Tengo que seguir pasando consulta

Se dieron un abrazo y Anderson salió del consultorio, con más dudas, quizá, que antes de entrar.

Cuando se reunió con Adela para comer juntos, la encontró con buen semblante.  Se la veía alegre y contenta. Recibió a su marido con un beso y un abrazo, saludo normal entre ellos. Cogidos por la cintura, se encaminaron a la cafetería.  Allí mientras aguardaban a ser atendidos, Anderson planteó el tema de su visita al médico



- He pedido hora en la consulta del doctor  Jenkins. Me tienes muy preocupado y quiero que te examine
- Debías habérmelo dicho antes ¿ no crees? Estoy bien. Todo se ha debido al cambio por el viaje, pero hoy me encuentro bastante mejor. Y no te preocupes, cariño, no estoy enferma
- Yo no quiero que estés enferma, pero vamos a ir al médico. Y no se hable más de este tema, punto final

Cuando la recogió por la tarde para ir a casa, la observó con más detenimiento. En verdad parecía estar mejor.  Al menos había pasado todo el día tranquila y relajada.  Había hablado con Henry confidencialmente, para que estuviera pendiente de ella, sin que se diera cuenta, y el informe facilitado fue bueno

- ¡ Uf, menos mal ! - respiró tranquilo Anderson al colgar el teléfono después de hablar con el administrador.  Se sentía más optimista, pero sin abandonar la idea de acudir al médico.

Con antelación a la hora fijada, la pareja esperaba paciente en la sala a la que Sheila les había conducido. Michael, no tardaría en llegar, como así fue.  Después de saludar efusivamente a la pareja, procedió a atenderles en la consulta.  Le extrajo la sangre para la analítica, y Sheila se hizo cargo de la muestra de orina.

- Y bien pareja ¿ qué ocurre ?- dijo el doctor dirigiéndose principalmente a Adela
- Doctor, ya me encuentro bien, pero he pasado unos días muy rara
- Bien. Vayamos por partes. Voy hacerte una ecografía. Pasa, por favor a la sala contigua que es donde está el ecógrafo

Y así lo hicieron, y el médico examinó su vientre , del que  no apreció nada extraño, pero no así el ojo experto del doctor. Cuando terminaron, y mientras Adela se vestía, Anderson escudriñaba el rostro del médico por ver si descubría algún gesto, alguna sensación que le indicase lo que la ocurría. Pero tuvo que esperar a que Adela entrase en la consulta para saber lo que Michael opinaba

-Bien, pareja. Estad tranquilos.  Adela no tiene ninguna enfermedad  que no se pueda curar cuando hayan transcurrido nueve meses. Esto no es definitivo, quiero dejarlo claro.  Me faltan los resultados de la analítica, pero creo que estás embarazada.  De muy poquito tiempo, por lo que habremos que repetir la ecografía más adelante para precisar con exactitud de qué tiempo estás. Yo calculo que de unas  tres o quizá cuatro semanas como máximo. Repito, falta confirmarlo

- Pero doctor, no se ve nada ...- dijo Adela algo alarmada
- Vosotros no lo veis, porque como ya os he dicho estás de muy poco. No obstante os lo confirmaré esta noche, cuando tenga el resultado de los análisis de sangre y de orina.  Habrás de volver a la consulta,  dentro de un mes , más o menos.,   Voy a extenderte una receta con lo que habrás de tomar de ahora en adelante.   Es muy importante que durante los tres primeros meses no hagas esfuerzos, ni te alteres, ni hagas viajes largos.  Durante este plazo hay riesgo de aborto, con lo cual habrás de cuidar en extremo lo que hagas el día a día. En la próxima ecografía veremos si es conveniente tomar alguna medida más.
- ¡ Adela, vamos a tener un hijo ! ¿ Es que no te alegras ?- dijo Anderson extrañado ante la perplejidad de ella
- ¡ Oh, Anderson ! claro que me alegro, solo que ...  yo no ....¡ Oh Dios mio  !...



Ante la sonrisa complaciente del médico, Anderson se levantó de la butaca en la que estaba sentado y fue al lado de su mujer.  La abrazó y la beso emocionado ante la noticia, que menos esperaba. Tenia los ojos brillantes por la emoción.  Por eso no entendía la pasividad de ella.  Se despidieron del médico hasta la noche en que les confirmaría el diagnóstico.  Salieron a la calle y él la volvió  a abrazar.  Quería que ella sintiera lo enormemente feliz que esa noticia le había hecho.  Ya en casa abrazo y besó a su mujer como si fuera la primera vez. Ella comenzó a reaccionar, pero no en la forma que él esperaba

- Dime Dely ¿ no te alegras de tener ese bebe?
- Claro que me alegro, cariño.  Pero creo que no estoy preparada para ello
- Por Dios santo ¿ qué dices ?  Nadie está preparado cuando se tiene el primer hijo. Los niños no vienen con un libro de instrucciones bajo el brazo.  Ninguno de los dos lo estamos.  Ningún padre lo está, pero aprenderemos sobre la marcha. Aprenderemos juntos y juntos le atenderemos. ¿ Pero te das cuenta de la buena noticia?
- Oh Andy... no sé si voy a poder
- Claro que podrás. Estaré siempre a tu lado y entre los dos le atenderemos. No me lo puedo creer...¿Te imaginas que dentro de unos cuantos meses, tendremos una cosita pequeña y dulce corriendo a gatas por aquí?  Gracias, amor mío, me has hecho el hombre más feliz del mundo
- No se lo diremos a nadie. Prométemelo
- ¿ Por qué ?, no entiendo tus dudas
-Esperemos hasta pasar los tres meses.  Podría malograrse
- Ni se te ocurra pensar en eso.  Será una criatura fuerte, sana y preciosa.  Si alguien me hubiera dicho hace un año que hoy estaría celebrando mi paternidad, me hubiera reído en su cara, cuando ni siquiera en esa fecha pensaba en casarme
- Andy, tengo miedo




- No cariño. No tengas miedo. Todo va a ser normal y serás la mejor madre del mundo y yo el padre más consentidor de la tierra.  De ahora en adelante yo te cuidaré. Ya has oído a Michael, nada de excesos de ningún tipo ¿ me entiendes? Ni coche, ni viajes, ni disgustos..., nada de nada.
- Pero escucha, loco. No me voy a pasar todo el tiempo metida en casa o en la cama. Seguiré con mi vida normal, cuidándome, pero haciendo lo mismo que venía haciendo hasta ahora
- De acuerdo, pero con cuidado.  Hablaré con Henry para que te vigile
- No harás eso, claro que no. No le dirás nada. Confía en mi. Te aseguro que yo también quiero  ese bebé, pero dame un tiempo para hacerme a la idea. No lo esperaba y me ha sorprendido mucho, eso es todo. Cuando lo procese ... estoy contenta Andy, sólo que vas a tener que echarme una mano con el cuidado del bebe. ¿ Seré capaz de cuidarle bien?
- ¿ Qué ? No tengo la menor duda de que así será y le querrás con toda tu alma, y a mi me dejarás en un segundo plano, y yo me pondré muy celoso por ello, porque mi mujercita me dará menos besos que al bebe
-No lo dirás en serio ¿ verdad?
- Es una broma. Yo se que nos querrás a los dos, pero que estarás más pendiente de él, porque te necesita y yo estaré ahí para ayudarte y darle todo el amor que un padre debe guardar para su hijo
Pero  ¿ cómo es posible que no hubiéramos pensado en esa posibilidad en vez de pensar en que estabas enferma?  Tú debías saberlo
- No lo pensé, lo siento.  Todo lo achaqué a trastornos del viaje, nada mas. Abrázame marido. Ahora voy a necesitarte más que nunca
- Y siempre me tendrás a tu lado, de noche y de día.  Espero que no me mortifiques con los antojos

Ambos rieron abrazados.  No había ningún mal presagio en sus vidas, todo lo contrario.  El estaba muy preocupado por  Adela al pensar que pudiera haber contraído alguna enfermedad, y en silencio se reprochaba el haber elegido ese viaje de novios, y no otro más cercano y con menos riesgos.  No habían seguido las rutas normales y eso también era un mortificación para él.  Pero todo había quedado olvidado ante el anuncio del médico.  Esperaría con ansiedad a la noche y que Michael les confirmara la buena nueva del embarazo de Adela.

Por fin llegaba la noche y con ello el repiqueteo del teléfono, y fue Adela quién lo atendió

- ¿ Eres Adela ?- preguntó una voz al otro lado
- Si soy yo.  ¿ Eres Michael ?


- Exacto, soy yo, para deciros que mi diagnóstico se ha confirmado. Vas a ser madre, así que comienza a tomar lo que te mandé esta mañana y quiero verte de  nuevo de hoy en un mes, Ya he anotado en la agenda de Sheila que lo tenga presente. No faltes a ninguna de las citas que tengamos. Piensa que estás formando una vida humana en tu interior y digo bien " formando" y ha de ser fuerte y sano. Díselo a Anderson, y enhorabuena pareja. Me alegro mucho por vosotros. Si te notas algo anormal o manchases, por poco que sea , localízame inmediatamente. Si no surge nada anormal, y no tiene porque pasar, sigue con tu vida normal, sin hacer esfuerzos, pero piensa que no es una enfermedad, es un proceso de la Naturaleza. Nos vemos dentro de un mes, y cuídate. Adiós
- Adiós Michael y gracias- susurró ella con un hilo de voz
- ¿ Es Michael ? ¿ Y ?- preguntó un ansioso Anderson
- Siiiii. Vamos a tener un bebe, Andy
- Adela, mi amor -. y nuevamente se fundieron en un abrazo


Nadie hablará de mí cuando ya no esté - Capítulo 21 - Luna de miel

Anderson con el rostro demudado, no pronunciaba ni una sola palabra, intuyendo por el gesto de Sara, que se avecinaba algo desagradable.  Adela al verle de esa manera, extrañada, giró la cabeza en la misma dirección que él, y entonces  supo que algo estaba a punto de ocurrir

- Anderson ¿ qué ocurre?- le dijo preocupada
- Nada mi amor. Ahora vengo- respondió

Con paso rápido llegó hasta donde Sara, con una sonrisa irónica en su rostro, aguardaba a que él llegara

- ¿ Qué demonios haces aquí?- la preguntó airado
- Estamos en un país de libre circulación.  He venido a dar una vuelta por Escocia, y me he enterado que te habías casado.  ¡ Nada más !  Quería daros la enhorabuena. Francamente no se porqué te alteras tanto
- ¿ Que por qué me altero tanto?  Te conozco lo suficiente como para pensar algo que no me gusta. Cuando te visité en Madrid, te lo anuncié. Te hablé muy claro, y no tenía obligación de hacerlo.  Quise terminar algo que nunca debió empezar, pero tu no has puesto punto final.  Yo si.
- Vale, vale...¿ Puedo saludar a tu mujercita ?
- No, no puedes.  No quiero que te acerques a ella
-Ja, ja ja... ¿ me tienes miedo ?
- No, sólo que no te quiero en nuestras vidas. Déjame en paz
- Yo no quiero nada contigo. No seas tan presuntuoso. Si no es hoy, en cualquier ocasión me cruzaré con ella y charlaremos


- Ni se te ocurra acercarte a mi mujer
- Bueno. Quizá a vuestra vuelta del viaje de novios...  Voy a trabajar por aquí, y en  un sitio tan pequeño, seguro que coincidiremos...   en el supermercado, en alguna cafetería, o simplemente en el hotel.  De momento viviré allí.  Anda, vuelve con ella. nos está mirando y apuesto que daría algo por saber lo que ocurre, aunque creo que lo imagina.
- Me estás desafiando. Pues ten cuidado.  No te tengo miedo, porque de nada he de esconderme.  Mi mujer conoce perfectamente lo que fue nuestra relación.  No hay nada por lo que me puedas hacer daño.  Lo mejor es que des media vuelta y regreses a tu país. Te lo pido por última vez: déjanos en paz


- ¿ Estás seguro de que a tu mujercita esto no le afectará?  Si conocieras mejor a las mujeres, fuera de una cama, sabrías que a nosotras no se nos pasa tan rápido lo que afecta a nuestra vida sentimental.
- ¿ Qué quieres decir ?
- Nada, nada...  Ya me voy, y anda ve con ella. Tiene la cara muy pálida y eso no hace más que confirmar lo que acabo de decirte.  Ella imagina algo... ¡ Acláraselo ! Cuéntala que nos hemos acostado en varias ocasiones, cada vez que tu ibas a Madrid, y que hasta viviste en mi casa.  Seguro que el saberlo va a ponerla muy contenta
- No hay nada que ella no sepa. Se lo he contado todo. Sara, lo mejor para ti y para todos,  es que des media vuelta y te vayas.  Esta situación es absurda, y no conduce a nada.
- Está bien, me voy. Que te vaya bien, que os vaya bien. Adiós.

Sara giró sobre sus talones y desapareció por la puerta del hotel, mientras Anderson se reunía con su mujer y Henry, que le aguardaban expectantes

- ¿ Qué quería esa chica? - le pregunta Adela - ¿ Es ? ...- y dejó la pregunta suspendida en el aire

Discretamente como si fuera lo más normal del mundo, la pareja se despidió de Henry y entraron en el coche que les conduciría a su hogar. Iban en silencio, cada uno con  sus pensamientos

- No es normal que estemos así... Acabamos de casarnos -.- decía entristecida Adela
- No te preocupes, cariño. No permitas que nos amargue el día. Es una mujer molesta, nada más.  No tiene nada que ver con nosotros. Disfrutemos de nuestro día. Vámonos ya de una vez
- De acuerdo.  Vámonos

Al día siguiente, tomarían un avión que les llevaría a ese paraíso exótico, que Anderson había elegido para iniciar su vida de casados. Tailandia era la elección.  Lo había llevado muy en secreto, y ni siquiera Adela conocía su destino.  No sería un clásico viaje de turista.  Por haber estado en aquel país en repetidas ocasiones, conocía a la perfección los rincones más pintorescos y bellos, aquellos que no aparecían en las agencias de viajes.  Fue un viaje largo, con escalas, pero al fin se veían alojados en un hotel de lujo y en un entorno maravilloso y romántico.  Estaban cansados, pero el entorno incitaba al romanticismo y al amor.   Ellos no fueron ajenos .

Serían diez días maravillosos, en un paraíso en el que sólo contaba la pasión y el amor que sentían.  Aislados de todo lo que a diario vivían en Escocia. Desecharon los problemas. Sólo eran ellos dos, nada importaba, y el recuerdo de Sara, quedó diluido en sus pensamientos.



Después de visitar algún lugar pintoresco, alguna fiesta popular y paseos nocturnos que Adela quiso conocer, sus pequeñas vacaciones tocaban a su fin.  De nuevo volverían a poner los pies en la tierra, fuera de la burbuja que habían construido para su especial luna de miel.  No tenían más que las preocupaciones normales que proporciona la gerencia de un negocio propio.  Entre ellos se había establecido una corriente especial. A pesar de haber convivido antes de la boda, desde que ya eran oficialmente marido y mujer, algo había cambiado.  Anderson sabía que cuidaría, amaría y protegería a Adela hasta el fin de sus días. Adela se sentía amada, cuidada y comprendida por su marido.  El  le daba la confianza en si misma que ella necesitaba, y poco a poco iba venciendo, siempre que tuviera a Anderson apoyándola y dándola seguridad. ¿ Por qué se sentía tan insegura? No tenía motivos para ello, pero no  podía evitarlo. Siempre la había sentido, desde muy joven. Se creía un ser inferior a cualquier otro, y el comprobar el éxito que su marido despertaba entre las féminas, no hacía más que corroborar esa idea. ¿ Por qué ese sentimiento?






 En sus paseos nocturnos se mezclaban la complacencia por lo visto, a los absurdos celos que sentía por lo que Anderson conocía de aquellos lugares.  Estaba segura que había frecuentado a alguna mujer tailandesa. Son muy bellas y es fácil verse atrapado en sus brazos, máxime cuando eres joven, soltero y viviendo la vida como tu quieres.
Esos pensamientos la mortificaban, a pesar de que estaba segura que él la amaba, y que no tenía motivos para sentir esa mortificante sensación.  Ella aún no había aparecido en su vida.

- ¿ En qué piensas? - le preguntaba Anderson, ya acostado y observaba a su mujer mientras ésta cepillaba su cabello

Pero fue ese gesto habitual de cada noche, lo que hizo que él la observara con más atención.  Se demoraba más de lo habitual, y su mirada perdida le hacía sentir que algo estaba bullendo en su cabecita. ¿ Qué sería esta vez?  Hacía los movimientos mecánicamente, con la vista perdida en quién sabe qué punto, absorta.  Tanto, que no escuchó lo que él la preguntaba.

- Dely ¿ que ocurre?- volvió a preguntarla
-  Eh... ¿ decías algo ? - le respondió ella distraídamente
- ¿ Qué está pasando por esa cabecita a pájaros ?
- Andy... no me ocurre nada. Sólo que lo he pasado muy bien, y lamento que se termine. Pero hemos de volver a nuestra vida común, a la realidad. Ha sido fantástico, mágico, diría yo
- Me alegro te haya gustado el viaje. Quería que fuera especial, lugares que no se conocen porque no son tan comerciales
- Dime una cosa... ¿ Frecuentabas la vida nocturna ?
- Ya... ya se lo que te pasa. Por amor de Dios, Adela. Era joven, solitario y dueño de mi vida. No tenía compromiso con nadie y tú aún no habías aparecido.  Si, frecuenté esos lugares. ´¿ Así te quedas tranquila?


- ¿ Y Sara ? ¿ Qué lugar ocupó ?
- ¿ Por qué demonios la mencionas ahora? ¿ Qué pinta ella en nuestras vidas?
-Ya... Sentías algo. Con la primera pregunta no te has enfadado tanto. o sea, que si.  Que estabais liados
- ¿ Me quieres decir a qué viene eso ahora?  Te lo he contado todo. Te lo dije desde el principio.  Ella no significó más que una simple aventura, que no debió ocurrir, pero ocurrió  y no se puede hacer nada  por ello. Ven a la cama, ya de una vez. Si sigues cepillándotelo te lo vas a arrancar
- Es que... Las chicas de aquí son preciosas, al igual que Sara... y yo ...  soy de lo más corriente
- ¡ Vaya por Dios, apareció la inseguridad con su mejor rostro ! ¿ Quién te ha dicho que eres corriente?  Eres una mujer preciosa, dulce y cariñosa, y además eres la mía. Olvida por favor, todas esas ...
- ¿ Tonterías ?  Para mi no lo son, Anderson, no lo son
- No lo son porque piensas que me voy a cansar de ti y añoraré todas estas aventuras que he tenido.  ¿Cómo es posible que pienses  esas tonterías?
- ¿ Tonterías ? ¿ tonterías?.  Para mi no lo son, ya te lo he dicho
- Me canso de repetir una y otra vez el mismo tema. ¿ Voy a escucharlo durante toda mi vida? ¿Sabes lo que pienso ? que eres una inmadura.  Eso es lo que te pasa
-¿ Inmadura? Yo diría inexperta. Si hubiera corrido el tacón tanto como Sara, sabría más de cómo conquistar a un hombre
- A mi ya me tienes conquistado, y no creo que lo estés diciendo refiriéndote a otro hombre, porque eso si me cabrearía un montón
- ¿ Por qué los hombres podéis tener todas las aventuras habidas y por haber, y nosotras no?  Eh.. ¿dime por qué ?
- Adela, creo que como broma, ya ha durado demasiado. Ven a la cama de una vez, caramba. Deja ya de divagar por algo de hace mil años, por favor...




Había sido la primera discusión que tenían, no sólo de casados, sino desde que habían tomado la decisión de convivir antes de estarlo. ¿ Por qué había terminado en una riña? Anderson no le daba ningún  motivo para pensar que podría recordar alguna otra aventura. No tenía sentido.  Si no la amara no se habría casado con ella.  Se metió en la cama y se acurrucó entre los brazos de su marido.  Se sentía triste. De nuevo las dudas habían vuelto.  Nunca la abandonarían.

- Ven aquí, ven aquí. No seas chiquilla. Sabes que estoy loco por ti. Te he perseguido durante mucho tiempo.  No dudes de mi, por favor, no tienes motivos
- Lo se, lo se... pero no puedo evitarlo. ¿ Crees que lo hago por gusto?  Lo paso mal.  Quisiera ser el único motor de tu vida, pero se que no es así y eso me duele
- ¡ Claro que eres el único motor de mi vida ! Porque te sintieras feliz, haría cualquier cosa. Eres lo más importante que tengo.  Te quiero Adela, como nunca pensé que podría querer, y no se cómo hacértelo comprender
- Abrázame fuerte, por favor
- ¿ Qué te ocurre? te encuentro extraña. ¿He hecho o dicho algo que te haya molestado?
- No.  No eres tu, soy yo. Ni yo misma me entiendo. No se qué me ocurre, pero tengo unas ganas enormes de llorar
- Eh, eh... ¿ Por  qué quieres llorar? Me estás preocupando.  Dime ahora mismo lo que te pasa
- Es que no lo se. Solo que tengo una inmensa tristeza
- Seguro que es porque nos tenemos que marchar a casa, porque tenemos que regresar. Pero nuestra luna de miel seguirá allí. Te quiero, pequeña, y deseo hacerte feliz.  Que nada ni nadie enturbie nuestras vidas. Ven aquí dame un beso, anda



A la mañana siguiente, Adela se encontraba mejor de su melancolía, pero no del estómago.  Desayunó poco, y a la fuerza para no preocupar a Anderson.  Habían tenido una noche loca de pasión, y parecía haber olvidado su inseguridad, pero no se encontraba bien.  Temía la cantidad de horas de vuelo que tenían por delante, con la voz baja, para que él no la escuchara, le pedía a Dios, no ponerse enferma.  Al menos hasta llegar a casa.  Y el vuelo de regreso fue largo y pesado, con escalas interminables, al menos es lo que a ella le parecían.  Anderson estaba totalmente volcado en su mujer.  Trataba de hacer lo más cómoda posible  la larga espera en la sala de viajeros.  La compró revistas, bombones, perfumes...  Ya no sabía qué hacer.  Intuía, que aunque ella no le dijera nada, no se encontraba bien:  hablaba poco y tenía mala cara.

- Debe ser el cambio..,.  el clima... o algo que le haya sentado mal ¿ Qué es lo que la ocurre? Por Dios bendito, estoy deseando llegar a casa.  Y lo malo es que aún nos quedan unas cuantas horas para eso

Adela entraba con relativa frecuencia al servicio del aeropuerto.  Seguía sintiendo ese malestar que a ratos la mortificaba.  Sonreía a su marido por no preocuparle, pero estaba segura que no lo conseguía

- ¿ Tienes hambre ? - la preguntó Anderson, incapaz de hacer otra cosa para distraerla
- No es exactamente hambre.  Es como si estuviera empachada...Comeré algún bombón

Pero a penas pudo darle un mordisco, cuando unas náuseas horribles sacudían todo su cuerpo



- Huelen horrible - dijo para justificar el estremecimiento que sintió al tener el chocolate en su boca
- Pero no es posible que estén en mal estado. Lo he comprado en la pastelería más lujosa del aeropuerto - dijo él sin entender lo que ocurría- Dámelos. Voy a presentar una reclamación
- No, déjalo...   igual soy yo... mi estómago no anda bien. Pienso que alguna comida me ha sentado mal y la tengo retenida...  y hasta que no la expulse voy a estar molesta.  Anda llévame a alguna cafetería y comemos algo.

Anderson se quedó más tranquilo, cuando la vio comer, casi con voracidad, una sopa que les sirvieron como primero.  A él no le pareció que estuviese excesivamente rica, pero para Adela debía ser un manjar, a tenor de la cara de satisfacción que tenia  mientras la degustaba.  El color volvió a sus mejillas, y dio por buena la explicación que Adela le daba de que era cosa del estómago.  Y tras largas horas, por fin, llegaron a casa contentos y felices.  Adela se encontraba bien y Anderson había olvidado la preocupación por su bienestar.

- ¡ Al fin hemos llegado ! - respiró él aliviado mientras abrazaba a su mujer
- Si, ya estamos en casa de nuevo.  Ha sido un viaje fantástico, de ensueño.  Lo recordaré siempre. Te quiero Andy, y me haces muy feliz
- Yo también te quiero, pequeña. Y no será el último viaje que hagamos, pero el próximo será más cerca

Y ambos rieron felices y contentos abrazados.  No se incorporarían  al trabajo hasta dos días después. Aprovecharían esas horas de libertad para estar juntos, visitar al padre de Anderson y para aclimatarse con el horario y con la vuelta a la tarea diaria.


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