domingo, 31 de julio de 2016

Volver a los diecisiete - Capítulo 7 - Confidencias

Puntual a su cita, Carmina acudió al restaurante donde había quedado con Ramón.  Ël ya había llegado y la aguardaba tomando un Martini. Ramón y ella habían conectado perfectamente desde un principio. Quería y comprendía a su suegra.  A veces, además de ternura, le inspiraba lástima.   Cómo siendo una mujer tan especial, había tenido poca suerte en la vida.  Cierto era que tenía una familia maravillosa, unas hijas y nietos que la adoraban y unos yernos que la querían, además de respetarla muchísimo. Pertenecía a la generación perdida,   la que siempre había llegado tarde para todo.  Por eso cuando la vio con aquel hombre, y su sonrisa hacia él, era tan especial. se alegró que de una vez hubiera roto las cadenas que la ataban a su anterior vida.   Aún era joven, libre y no tenía responsabilidades, nada más que su propia vida.

 Carmina  alzó el brazo para llamar su atención. Se   dirigió hacia donde el maître le había indicado que la aguardaban.

—¡ Hola, Ramón ! ¿ Cómo estás?
—Yo, bien. A tí no hace falta preguntarte. Te ves espléndida. ¿ Quieres tomar algo?
— Si. Lo mismo que tú

 Ramón llamó la atención del camarero y le pidió un Martini seco.  Mientras lo servían, le  preguntó




-—Y bien ¿ De qué querías hablar conmigo ?
-—Que conste que estoy de tu lado y me alegro enormemente que retomes tu vida, pero... También me preocupas.  Te quiero mucho, ya lo sabes y, me da miedo que la vida te vuelva a maltratar
— Sé que me quieres y por eso accedo a hablar de mi intimidad como si fueras un hijo, que es como yo te considero.  A tí si puedo contártelo, pero no a Raquel.  me da miedo su reacción, por eso lo voy demorando, aunque sé que tarde o temprano tendré que hablar con todos vosotros.
— ¿ Quién es, Carmina ?
-—Es un prestigioso abogado, de mi misma edad. Con él he sabido lo que es tener ilusión de nuevo. Me alaga, me quiere y estamos a gusto juntos. Quiere casarse conmigo, pero le he rechazado porque sé que de hacerlo perdería a mi familia, y sois demasiado importantes para mi.  Mientras tanto, vivimos, simplemente. Vamos al cine, al teatro, hacemos algún que otro viaje y, si tenemos oportunidad,  nos acostamos juntos. Ya lo sabes todo.  El otro día nos vistes cuando salíamos de cenar; paseábamos simplemente.  Lo que queremos es estar juntos.  Yo dejé atrás mi juventud demasiado pronto y sabes de sobra las circunstancias últimas de mi matrimonio... Él me infundió las ganas de vivir, me valora. A su lado no soy una mujer florero, soy simplemente su compañera. He de decirte que es soltero y ha corrido muchas aventuras, pero a nuestra edad necesitamos cariño y sosiego. Yo gozo de vuestro cariño, pero necesito algo más... Si no fuera por Manoli hace tiempo me hubiera hundido en una depresión.  Mi vida de casada ha sido frustrante debido a la época que me tocó vivir. No culpo a nadie. Era la vida de entonces, pero ¿ te imaginas a los cuarenta años, cuando estás en plena ebullición sentirte abandonada por una chica que podía ser su hija?  No lo quise ver antes, pero el mazazo que recibí cuando me enteré  de la causa de su fallecimiento, fue demoledor.  Raquel no lo comprende; ella amaba  a su padre y si yo cambiara de forma de vivir, me consideraría... no sé, como a la esposa indigna que olvida a su marido, a pesar de los años de luto transcurridos y a pesar de que como marido dejaba mucho que desear.  Me negaba la intimidad del matrimonio. Siempre tenía una excusa, pero la verdad es que lo hacía porque encontraba la satisfacción en otra cama. ¿ Comprendes ahora el porqué de esta nueva ilusión? Porque he vuelto a la juventud, siento como si el tiempo se hubiera detenido en los días en que me la  hicieron perder   cuando aún era joven.. Y ha renacido a mis cincuenta y seis, pero me siento joven, viva, ilusionada.  Con él soy feliz en todos los sentidos... ¿ Me entiendes ? Aunque sé que no durará, que es imposible...  Raquel me dará a elegir, estoy segura...


—¡ Carmina ! no conocía tus pensamientos ni tus desengaños, y ahora te admiro aún más. Siempre estaré a tu lado y estoy seguro que Luis También. Manoli por descontado, así que ya somos tres contra dos... Pero debes decírselo a las chicas 
—Ya lo sé, pero me da miedo

—¿ Quieres que hable con Raquel?   Alicia es más dócil y comprensiva...
—Si, pero ella apoyará a su hermana. Estoy segura.

Ramón trató de convencer a Carmina para ser su avanzadilla, pero ella insistió en que debería hablar directamente y, para ello se decidió para el domingo de esa semana, se reunirían a comer y entonces a los postres hablaría con ellos.

Se despidieron y Ramón la abrazó con cariño y respeto. Más que nunca admiraba a esa mujer que no había sido feliz y que cuando el amor  llamó a su puerta,  tendría  que luchar contra la incomprensión de una hija egoísta e intolerante.  Si necesitaba su apoyo,  él se lo daría sin dudarlo.  Decidido se encaminó hacia el  lugar en dónde Adolfo tenía su despacho.  Hablaría con él.  Entró en una cafetería para hacer tiempo hasta que llegase la hora  de entrada al bufete.  Subió a la planta del despacho y se presentó a la secretaria que le recibió

— Dígale a don . Adolfo que soy Ramón, el yerno de Carmina 

 Fue recibido inmediatamente.  Ambos hombres se estrecharon las manos.

—¿ Quieres tomar algo ?
—Un café, por favor. Acabamos de comer Carmina y yo
—Ya... ¿ Sabes lo nuestro, pues?
—Si. Os vi la otra noche. Me alegro por ella. Se la ve más feliz desde que te conoce y eso me alegra. Merece ser feliz. Es muy buena y cariñosa. Es capaz de dar amor a manos llenas, pero también precisa recibirlo y no siempre ha sido así.  Te vengo a hablar de mi mujer, Raquel. Es buena madre, amante esposa, pero demasiado rígida con su madre.  El "accidente" de su padre le rompió muchos esquemas, no lo entendía y culpó de todo, inconscientemente es verdad, a su madre... ¡ Pobre Carmina !, la más inocente de todos.  Aún no ha asimilado que su padre no volverá y que su madre merece ser feliz y que no por eso deja de respetar a su padre.  Quiero que sepas que nos ha emplazado para el domingo, y que contará a todos vuestra relación.  Deseo y confío que todo salga bien, pero... Raquel es muy testaruda...  Ella te pondrá al corriente sin duda.  Quiérela y protégela, porque si todo sale mal, mucho me temo que tomará una decisión que no os conviene


Se despidieron y Adolfo se quedó con la sensación de que estaban en el filo de una navaja y la más vulnerable, Carmina, se enfrentaba sola a su familia.

viernes, 29 de julio de 2016

Volver a los diecisiete - Capítulo 6 -Amigos y sin embargo amantes

Nerviosa, pero segura del paso que iba a dar, esperó a que Adolfo teminase con los trámites pertinentes.  Efectivamente era totalmente anónimo.  Sin nombres, sólo un número, sin identificaciones, sin nada. Podrían entrar y salir cada vez que ellos quisieran que no verían a nadie.  Era una suite elegante, moderna y grande, que tenía anexo, además del cuarto de baño, un salón con televisión y un mini bar, con cafetera,.  Sobre una mesa, había depositada una bandeja con frutas y una botella de champán que descorcharían  en un momento..  Era a todo lujo.  Ni siquiera sabía que podía existir un sitio como éste.  Quizá su marido si lo supiera... Decidió borrar de su imaginación la figura de él.  Era su noche; estaba con alguien que la agradaba y por primera vez en mucho tiempo le iban a hacer el amor y ella lo iba a recibir.  Ya instalados, Carmina le dijo:

— Un momento, tengo que llamar a casa  para que no me esperen a dormir 

 Cogió su teléfono móvil y marcó el número de su domicilio


— Dígame
—Manoli, soy Carmina. Mira esta noche no iré a dormir a casa
—¿Le ha ocurrido algo
— No, estoy bien. Es que estamos fuera de Madrid y haremos noche aquí. Te aviso para que no estés intranquila
—¿Estamos?
—Si. Un amigo y yo
— ¡ Vaya ! Ya era hora. Cuídese
— ¡ Manoli !... , Bueno...,  hasta mañana. Cuídate tú también

Cuando colgó, Adolfo notó que se había puesto nerviosa. Comprendió que era un gran paso el que Carmina estaba dando. No se atrevía a mirarle y se ruborizaba como una colegiala

—¿ Qué te ocurre ? Si no quieres estar aquí, lo entiendo, nos vamos y no pasa nada
— Si, si quiero estar aquí. Sólo que es una situación insólita para mi... Nunca he vivido algo así. Te ruego me perdones. No es por ti...
— Lo entiendo.  Mírame

Carmina temblorosa levantó la mirada hacia él. Adolfo con una dulce sonrisa acariciaba sus mejillas. Nunca como en ese instante parecía una jovencita asustada que iba a tener su primera experiencia amorosa. Suavemente la abrazó estrechándola contra su pecho. Dulcemente comenzó a besarla, a decirle palabras amorosas y tiernas.  Pequeños y dulces besos, jalonaban su garganta y sus labios.  Las caricias se sucedían y las palabras de amor también.  Ella entornaba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás como queriendo absorber el momento.  Nunca antes había tenido un preludio como este.  Sin poder evitarlo, hizo comparaciones y se dio cuenta de que lo que estaba viviendo si era ternura y amor, lo otro era sexo para satisfacer a una sola persona, sin tener en cuenta las necesidades de la otra.


Lentamente comenzó a desabrocharla el vestido mientras acariciaba su espalda.  Tenía la piel tersa y suave, y Adolfo cada vez sentía que aquella mujer iba a tener la primera experiencia sexual de toda su vida.  No era virgen, era cierto, pero no había dejado de serlo en lo referente a la necesidad imperiosa de la Naturaleza, y que su marido no supo o no quiso satisfacer como ella deseaba.  .Y, así  sin darse cuenta, se dejó hacer .

 Lentamente fueron despojándose de sus ropas.  Adolfo acariciaba su piel, mientras la besaba en las mejillas, en los ojos, en los labios, en el cuello.  Lentamente, con sus besos, iba recorriendo aquel cuerpo adulto, transformado de pronto en una jovencita.  No quería violentarla, por eso aunque se moría de ganas por contemplarla, , se contenía para que ella se relajase y dejase de temblar.  No quería fijar su mirada en alguna parte determinada de su anatomía, de momento no. Ya habría tiempo para recrearse en ella. Tenía un bonito cuerpo, cuidado y esbelto..  Deseaba  acariciar cada centímetro de piel.  De hacerla ver que todo eso era normal y permitido, que no cometía ningún delito si él la tocaba y ella hacía lo mismo con él. Iría despacio; tenía toda la noche para llevarla por el camino de la sexualidad.  Merecía ser feliz, tener el  placer que le habían negado, y él estaba allí para dárselo, sin reservas, sin obstáculos.  Tenía mucha experiencia en tratar con mujeres, pero nunca se había topado con una de cincuenta y pensamientos de diecisiete.  Era una rara avis en los tiempos que corrían, pero él había tenido la suerte de encontrarla y se prometió a si mismo, que aquella noche no la olvidaría nunca.  Finalmente sus bocas se juntaron y dulcemente, Adolfo la poseyó.  No era la primera vez, para ninguno de los dos, pero aquella era especial.  El,  de vuelta de muchas cosas, de los brazos de otras mujeres.  Y ella, era la primera vez que sentía la adoración, el placer  y el amor de otro hombre que no era su marido, y que éste había dejado en el camino hacía tiempo. Y tuvo realmente su primer orgasmo en mucho, mucho tiempo.  Ahora estaba segura que su matrimonio había sido un puro trámite , satisfacción carnal sólo para él.  Ahora conocía la sensación que todo lo inundaba, que la hacía retorcerse bajo Adolfo, y suspirar y gemir libremente sin tener que fingir ,sino dando rienda suelta a sus instintos,  a los que tenía derecho.  Arqueaba su cuerpo y él la atraía hacia el suyo. Gotas de sudor perlaban sus frentes, pero no importaba nada.  Se pertenecían el uno al otro. No importaba si cuando amaneciera tuvieran que separarse y no volvieran a verse más. Era el presente, ahora, y buscaba la boca de él con ansiedad renovada, recobrando de golpe la juventud y las energías adormecidas.

 Con el nombre de Adolfo en la boca, se desplomó sobre la cama y él sobre el cuerpo de ella.  Yacían uno encima del otro sin querer separarse.  Jadeantes, sudorosos, enlazaban sus manos y él miraba sus ojos, que ella tenía cerrados de puro placer y relajación.  Volvería a ser suya nuevamente, cuando las fuerzas volvieran a su cuerpo.  No había sentido un clímax más intenso nunca y de ella no tenía ninguna duda:   jamás. Le pertenecía; aquella maravillosa mujer había sido suya totalmente, sin fingimientos, sin reservas, total y absolutamente entregada al placer que él le proporcionaba con sus caricias, con sus besos, con su posesión.


Transcurridos unos momentos en que ambos se reponían, Carmina, poco a poco abandonó su vergüenza y reemplazo ese sentimiento por otro más visceral.  Quería recorrer el cuerpo de aquél hombre que era capaz de transportarla a las estrellas,  que le  había dado el placer  olvidado  hacía tiempo.  Retorcía las sábanas y suspiraba quedamente al compás de Adolfo,  que con sonidos guturales acompañaba su ritmo amoroso, y juntos alcanzaron de nuevo  el placer más absoluto, un placer nuevo y renovado para cada uno de ellos.

Ella acariciaba la espalda de él, sus muslos, sus nalgas, su pecho.. Él la dejaba hacer, y la besaba animándola a que fuera más audaz. juntaba su boca a la de ella, como sujetándola para que no huyese.  No quería soltarla.  Tenía la sensación que si lo hiciera, se le escaparía, y no quería perderla. Ya no.  En esa unión se habían dado lo mejor de cada uno.  Un sentimiento puro y buscado y, al fin recuperado.  Deseaban que el reloj se detuviese, que sus cuerpos permaneciesen enlazados eternamente. .  No importaba lo que hubiera ocurrido antes de conocerse.  Su vida comenzaba allí, en aquel momento,  en el que se entregaron.. Pasado un rato, una vez recobrada la calma. Adolfo acariciaba el rostro de Carmina, con veneración.  No tenía que forzar las palabras, salían solas de su garganta, inspiradas por la dulzura e inocencia de aquella mujer necesitada de amor, un amor que ella entregó  a su marido sin condiciones y que se había visto defraudada en sus más íntimos sentimientos de mujer.

Todo había sido distinto con Adolfo.  Carmina no recordaba cuánta ternura, deseo y pasión había inspirado en sus relaciones sexuales con su marido.  No quería pensar en él. Ahora no.  Tenía derecho a ser feliz a sentir lo que todas las mujeres amadas sienten al tener relaciones con la pareja. Él estaba allí, a su lado. Acariciando su cara , su cuerpo, sus turgencias dulcemente, con una sonrisa tierna en sus labios. La había amado y adorado con su cuerpo como nunca lo habían hecho antes.  . .  Era su momento y el de Adolfo.  No consentiría que se lo arrebatase un recuerdo ya pasado. Ni en sus mejores momentos de casada, había sentido tanto placer.  Un placer reposado, con caricias, besos y dulces palabras de amor mientras tomaba posesión de su cuerpo.


—Mi cielo... Eres la mujer más dulce que nunca he conocido. Me has hecho el hombre más feliz del mundo
—Adolfo yo...
— Schsss... Calla, no digas nada.  Solo quiero saber si te he hecho feliz.  Si te has sentido amada, porque eso es lo que te he querido transmitir.  Estoy enamorado de ti y nunca creí que volvería a tener ese sentimiento, que sólo tú  has sabido inspirar
— Nunca, óyelo bien, nunca... he sentido el éxtasis, el placer enorme de haber sido tuya. Nunca, con nadie.  No pienses que establezco comparaciones, porque no es cierto.  Ni siquiera he pensado ni en él,  ni en que estábamos haciendo algo deshonesto.  Ha sido sublime y me he sentido amada, porque yo también te quiero.

Se amaron intensamente. No contaba la edad, eran jóvenes de nuevo dando rienda suelta a sus sentidos, al cariño que ambos sentían. Estaban en el paraíso, no existía nada más que su amor.  Pasaron todo el día y toda la noche juntos. Por la mañana salieron del hotel al igual que entraron, sin ser vistos. En sus rostros , en sus vidas había una luz distinta.

Cuando llegó a su casa, Manoli, recibió a Carmina sonriendo y,  abrazándola,  la saludó:

— Vaya, vaya.  ¡ Ya era hora ! ....
—¡ Manoli...!  Vas a avergonzarme...
— ¿ Por qué ? ... Es lo más natural del mundo entre un hombre y una mujer libres. Porque él es libre ¿verdad?
— Si, lo es.  Ven Manoli, siéntate a mi lado. Tengo que hablarte.  No sé qué hacer, estoy muy confundida...

Narró desde el principio su encuentro con Adolfo y  confesó el amor que de nuevo había llamado a su puerta.

— Pero sé que a pesar de todo, nuestra relación es imposible
— ¿ Por qué ?Por lo que me ha dicho están  enamorados ¿ Dónde está el imposible?
— Está en Raquel y tú deberías saberlo
— Pues enfréntese a ella. Defienda su relación.  Ha guardado luto durante diez años por alguien... Bueno me callo.  Ya es  mayorcita para regir su vida. Ella tiene la suya y, usted tiene derecho a ser feliz.  No renuncie a él si le quiere, o se arrepentirá toda la vida. 

La conversación fue interrumpida por una llamada de teléfono:

—¿Mamá?
-—Hola hija, ¿ Estáis bien ?
— Si, si , todos bien.  Te quería pedir un favor
—Dime Raquel
—Ramón quiere que cenemos fuera de casa esta noche ¿ Te puedes quedar con los niños ?
— ¡ Claro ! Traédmelos
— Gracias mamá.  Te quiero
—Yo también a ti, hija

 Al colgar el teléfono, Carmina se quedó pensativa

— Qué,   los niños ¿ no ? ¿ Se da cuenta ? Para eso mamá es estupenda
— Calla Manoli. Son mis nietos, son mi familia
— Tiene razón. Mejor me callo. Pero es tonta, perdone que se lo diga



Los niños llegaron después del colegio.  Carmina les preparó la merienda y disfrutó con las ocurrencias de los chiquillos.  Ya por la noche recibió la llamada de Adolfo.  Se encerró en su habitación para disfrutar en la intimidad de la voz de su amado

— ¡ Hola mi amor !
-—¡ Hola, cariño !
— ¿ Qué haces ?
— Estoy con los niños.  Hoy dormirán en casa
— ¡ Qué suerte !
— ¡ Adolfo !
—¿ Qué ?  Hace un siglo que no te veo y te echo de menos
— Me has visto esta mañana
— Pues eso, un siglo ...
— Ja, ja, ja.  Te quiero, te quiero mucho
— Y yo, Yo también.  Muchísimo.  Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.  Mañana tengo juicios, pero por la noche ¿ nos vemos ?
— Claro. Estoy deseando verte y estar contigo
— ¿ Pasamos  la noche juntos?
— No lo sé...¡ Ojalá ! ¡Te echo tanto de menos ! ...
— ¿ Quedamos a las ocho?  Ven a buscarme al despacho y ya decidiremos ¿ te parece ?
— De acuerdo. Hasta mañana. Te quiero
— Yo también. Cuídate

Entró en el edificio y buscó en el panel de información la planta del despacho de Adolfo. Preguntó en información a la señorita que lo atendía por el despacho de él.  La empleada consultó su reloj y señaló a Carmina

— Perdón, señora,  pero es un poco tarde En la agenda de trabajo no figura su cita
— Lo sé. Ha sido algo inesperado.  Le ruego anuncie mi visita.  Me espera. 

 La secretaria hizo lo indicado y el mismo Adolfo salió a su encuentro.

— ¡ Ah ! Amelia puede irse a casa. En cuanto termine con la señora cerraré la oficina, y cuando salga dígale por favor al conserje que no pase ninguna llamada, que no deseo ser interrumpido por nada.  Lo que tenemos que tratar es urgente y delicado.  Hasta mañana
-—Hasta mañana don  Adolfo.  Señora...Buenas tardes

Carmina entró en el despacho conteniendo la risa y extendiendo la mano a modo de saludo para no levantar sospechas en la secretaria

— Señora,  encantado

Adolfo estrechó la mano para corresponder al saludo y sin soltársela le dio un ligero tirón hasta tenerla abrazada, después de que la secretaria cerrara la puerta del despacho.  Se abrazaron y se besaron como si verdaderamente hiciera siglos que no se veían. Mientras se acariciaban retrocedían hasta un sofá.  Allí Adolfo la echó y comenzaron a besarse de nuevo, e hicieron el amor.

— Pensé que aquí era un buen lugar, solos tú y yo.  Si no quieres ir a oro sitio...
— Adolfo ¡ hemos hecho el amor en un sofá ! ¡ Estamos locos !
 —Si mi amor, pero bendita locura.  Casémonos y no tendremos que andar a escondidas
— Dame un tiempo.  Tengo que plantearlo en casa
— De acuerdo, pero no tardes demasiado
— Anda. Deja que me arregle un poco y llévame a cenar
— ¿ Te ayudo ?
—Nooo, No saldríamos de aquí si lo hicieras
— ¿ Acaso no te agrada ?
— Sabes que sí.  Anda déjame

Cogidos del brazo salieron a la calle para ir a cenar.  Carmina recostaba la cabeza en el hombro de Adolfo mientras aguardaban que el semáforo cambiase de color.  Un coche pasó junto a ellos, que paró unos metros más adelante.  Su conductor se apeó, pero el nombre de Carmina no llegó a pronunciarlo al ver que ella se besaba con un hombre que la miraba complacido.

— Ramón, frótate los ojos— se dijo—  ¡Tu suegra tiene novio ! Bien

Era la una de la madrugada cuando Carmina llegó a Casa.  Después de cenar pasearon sin más objetivo que el de estar juntos.  Dejó las llaves en el mueble de la entrada y cogió una nota que Manoli le había dejado

—  Ramón ha llamado. Dijo que no era importante, Que volvería a llamar por la mañana— Sonrió y se fue a dormir.  Durmió como una niña relajada y feliz.

— Buenos días—  dijo a  Manoli ,que sonrió al ver a Carmina.—Llegó tarde ¿ no ?
— Como a la una...
— ¿ Vió la nota ?
— Si la vi. ¿ No dijo lo que quería ?
— No. Sólo que volvería a llamar

Carmina estaba radiante.  Definitivamente, la tristeza había desaparecido de sus ojos.  El brillo de sus pupilas era evidente y la sonrisa permanente en su rostro indicaban que era plenamente feliz.  Manoli nunca la había visto tan bonita y tan sonriente.  Se alegraba por ella, quizá nadie sabía lo mal que  lo había pasado. Merecía esa felicidad. 

—Bendito sea el tal Adolfo que la hace tan feliz .  Pero... tiene una papeleta con sus hijas..

  A media mañana, Ramón llamó a su suegra:

— Carmina-  la saludó en tono jovial
— Hola Ramón ! Me llamaste ayer ¿verdad? ¿ Está todo bien ?
— Si, si... ¿ Comes hoy conmigo ?
— ¿ Y eso ? ¿ Los niños están bien ?
—Si, si...  es algo personal
— ¿ Tenéis algún problema  Raquel y tú ?
— Desde luego que no.  No tenemos ningún tipo de problemas...  En nada
— Me tienes en ascuas
— Verás. Anoche te vi con un señor, os besabais
— Ya ... ¿ Y ?
-—Que yo me alegro que tengas un ligue...¡Ya era hora! Quiero hablar contigo. Simplemente eso...
— De acuerdo.  Dime hora y dónde
-—A las dos en el Donostiarra
— A las dos. Allí estaré.  Y ... Ramón, no te preocupes.  Después te cuento. Todo va bien


Volver a los diecisiete - Capítulo 5 -Jóvenes amantes

Repasaba en su memoria, una y otra vez, la letra de la canción.  Es como si estuviera escrita para ella, sólo que ,la mujer de esa letra, había encontrado el amor, y ella,estaba muy lejos de tenerlo. De repente se había vuelto nostálgica. Levantó la vista hacia arriba, admirando la copa de los frondosos árboles que comenzaban a poner sus hojas de color dorado. Contemplaba la belleza  en esta estación, una de las mejores para disfrutar en Madrid. Llamó su atención el canto extraño de un pájaro y le buscaba entre las copas de los árboles. Detuvo su andar justo en medio de la calzada, por donde las bicicletas tenían via libre para su circulación. Extasiada con el canto del ave, no se dio cuenta de que una bici le hacía señales de que debía apartarse del carril. Ni siquiera lo escuchaba, así que el ciclista optó por echar un pié a tierra y llamar su atención con el vehículo parado,  de lo contrario corría el riesgo de atropellarla.

— Tenga cuidado. No puede ir por la vida tan despistada.

 Entonces se dio cuenta. Ante ella estaba de nuevo Adolfo

— ¡ Pero bueno!¡ Qué casualidad !
—Tu nombre es Carmina ¿verdad?

                                                   ..
Él se apeó de la bicicleta para acompasar su paso al de ella, y entablaron una conversación intrascendente.  Al cabo de un rato, Adolfo dijo

— Se me ocurre una idea. Te invito a comer, y seguiremos nuestra charla ¿ ¿Vale ?
— La verdad, no sé qué contestar—  respondió Carmina
—Por ejemplo di si

Ella lo pensó durante unos instantes. Le resultaba violento aceptar la invitación, apenas se conocían. Sin embargo le agradaba. Aceptó mirándole a los ojos y con la más feliz de las sonrisas.

— Muy bien. Iré a casa, me cambiaré de ropa y enseguida volveré a buscarte. Vivo cerca. A no ser que quieras venir a mi casa....
— No. Mejor te espero aquí
—Vivo ahí enfrente

 Dijo señalando un edificio, que ella siguió con la mirada

—  En media hora estoy de regreso.  No te marches, ni te muevas de aquí.

Él sonreía. ¿Sería el comienzo de una gran amistad?  Media hora es lo que tardó en regresar impecablemente trajeado.  Carmina le miraba, y pensaba : " es muy guapo y educado " ...  Adolfo pensaba: " tiene una sonrisa que quita el sentido.  Su marido debió ser un cretino si despreció a esta mujer, por otra más joven.  En fin ..."

Una vez instalados en el coche de Adolfo, decidieron dónde ir y eligieron de nuevo Jockey.

— Tengamos un mejor comienzo—  apostilló Adolfo
-—Bueno en definitiva no fue tan malo, pudimos conocernos—.  y ambos rieron.

El almuerzo fue agradable, relajado. Habían limado todas las asperezas y pasaron una tarde muy amena y divertida.  Al salir del restaurante pasearon y poco a poco su conversación derivó hacia sus vidas personales.  Ambos se sinceraron y cada uno de ellos contó al otro su transcurrir por la vida.  Adolfo escuchaba con atención el relato de Carmina. La escuchaba en silencio comprendiendo la frustración de ella durante la mitad de su vida.  Adolfo contó sus andanzas juveniles, y la decisión que le llevó  a permanecer soltero.                                      

— Observé la vida de mis amigos, siempre con las mujeres y después con los niños...  Siempre controlados por ellas. Pensé  que esa vida no era para mi.  Podía disfrutar  a mi antojo. Salir con cuantas mujeres quisiera sin comprometerme a nada, sin ataduras...Y de esta forma el tiempo fue pasando y llegué a los cincuenta.  De un día para otro mis salidas con chicas se espaciaron; me aburría esa vida, me cansaba.. Un día pensé que me había equivocado: mis amigos habían formado una familia, yo estaba solo. El silencio de mi casa me agobiaba, pero ya era tarde para pensar en una estabilidad familiar. Era demasiado mayor. Seguía saliendo con mujeres, pero ahora las que aceptaban mi compañía lo hacían por mi status y por mi dinero.   Eran bastantes más jóvenes que yo y no lo hacían por mi atractivo, sino para disfrutar de los elegantes lugares a los que les llevaba y por qué no decirlo,  mi abultada cartera.  Mis relaciones íntimas con ellas ya no tenían atractivo para mi, eran monótonas, cumplidoras , faltas de entusiasmo...

   El se detuvo en su relato y la miró:

— Es curioso. Ambos hemos " desnudado" nuestros más íntimos sentimientos sin apenas conocernos, pero nos comprendemos perfectamente.
— Eso es porque a nuestra edad, hemos andado la mayor parte del camino y, hemos dejado en él prejuicios que antes sentíamos.  Ahora lo vemos todo con otro prisma diferente. " La vida es la mejor escuela ", decía mi madre.  Y tenía razón. ¡Si las cosas se supieran... Si la experiencia la tuviéramos nada más nacer...!—  comentaba Carmina lamentándose
— Quizá no cometeríamos los mismos errores, pero haríamos otros.  Los seres humanos somos así: no escarmentamos— dijo Adolfo


El coche se paró delante del portal de Carmina. Se bajó  y solícito abrió la portezuela del lado de ella.  Se despidieron y quedaron en verse.   Se besaron en ambas mejillas como dos buenos amigos.  Al día siguiente se verían de nuevo, a las doce.  Tomarían el aperitivo, después almorzarían y por la tarde verían qué hacer.  Pasarían el día juntos.  Ambos gozaban de la compañía mutua; no les faltaban temas de conversación.

De vez en cuando se miraban fijamente, como queriéndose decir con la mirada  lo  que sus labios ocultaban.  Sonreían con frecuencia, se sentían atraídos.  Ella sentía en su interior algo que había olvidado hace tiempo:  en su estómago sentía una sensación de nerviosismo e impaciencia.  Era como lo que los poetas decían "revolotear de mariposas".  No podía haberse enamorado de nuevo, en tan corto espacio de tiempo y sin apenas conocerse, pero esa sensación le hacía regresar a su juventud.  Sentía el mismo entusiasmo como cuando empezó a salir con el que más tarde sería su marido. Conocía esa sensación por haberla vivido antes

—¡ Por Dios, a mi edad!—  pensó,  al tiempo que miraba de reojo a Adolfo

Con ser el mismo sentimiento, era distinto. Ahora más reposado, pero igual de intenso.  Pensó que se había quedado viuda demasiado joven y además estaba la frustración de su matrimonio. Su edad era de cincuenta y seis años, pero sin duda su biología se había quedado en los cuarenta.  Una edad plena para la mujer, joven, pero para ella....  Sólo había tenido despego por parte de su marido.

-- ¿ Qué me ocurre con esta mujer ? -, se preguntó Adolfo.

Había "corrido" lo suyo, sin embargo con ninguna  con las que había estado sentía tanta paz y serenidad como con Carmina.  La opinión sobre ella era excelente:  buena compañera de charla, educada, dulce y bonita.  La transparencia de su mirada le encantaba. Sus ojos revelaban lo que pensaba, no había maldad en ellos ,  podías leer sus pensamientos.  Su sonrisa era la más dulce que había visto nunca.  Con ella podía hablar de cualquier tema.  Había abierto su corazón confesándola sus andanzas de hombre soltero,  sin escandalizarla.  Quizá la edad de ambos y  las experiencias vividas,  les permitían hablar sinceramente, sin cortapisas.

Carmina no era una mujer de mundo, pero él podía transmitirla un mundo nuevo, de nuevas sensaciones ya olvidadas tiempo atrás, nuevas aventuras, una nueva vida sin monotonías ni rutinas.  Él nunca había sentido "aquello" que sentía por  ella.  Ansiaba que las horas corrieran para estar a su lado nuevamente, y pensaba  " es ternura lo que me inspira, nada más" ...¿ Nada más que ternura?  Una voz interior  le anunciaba que podía significar algo más profundo.  Quizás estuviese jugando con fuego.   No le importaba sólo quería poder verla y estar a su lado y protegerla ¡ Era tan vulnerable ! ...


Llamó por el portero automático a casa de Carmina y apareció ante sus ojos vestida elegantemente. Tenía lo que las mujeres definen como "clase".  Tenía un buen cuerpo, a pesar de la edad, y todo la  sentaba bien, porque además era elegante por naturaleza.    Una amplia sonrisa adornaba su rostro. Él la miraba con admiración.  Se dieron los buenos días y se saludaron con un beso en las mejillas, como hicieron la noche anterior.  Al percibir el roce de su piel en los labios, Adolfo sintió algo nuevo en su interior y de nuevo las mariposas revolotearon en el estómago de Carmina que pugnaban por "salir volando"  Cortés y educado como era, acompañó a Carmina hasta su asiento en el coche. Después dando un rodeo se sentó en el suyo, a su lado. Fue entonces cuando girando el cuerpo y mirando a Carmina, la preguntó:



                                         
—¿ Dónde quiere ir mi bella dama? — . Ella rió complacida y dijo:
— Donde mi caballero me lleve — y, jocoso, él respondió:
—Hacer a un hombre ese comentario, es muy peligroso...
— ¿ Por qué ?  Confío en mi caballero — . El la miró fijamente y, al cabo de unos instantes comentó:
— Te pondré el cinturón.  Permíteme, se atasca un poco ...

Se aproximó a ella para  asegurar el cinturón.  Sus rostros se acercaron y Adolfo no pudo evitar besarla en los labios.  Fue un beso suave, corto, fugaz, pero Carmina no se sorprendió, había deseado que lo hiciera.  Adolfo no sólo no se excusó, sino que repitió otra vez, pero ahora sería más intenso y Carmina le correspondió posando su mano en la mejilla de él, mientras éste la abrazaba.

Ambos deseaban que el mundo se parase allí mismo, en ese instante. Estaban enamorados aunque les costase reconocerlo.  Ella volvió a su adolescencia en cuestión de segundos y sintió la misma felicidad del primer beso a sus diecisiete años. Amaba a aquel hombre que había llegado a su vida de forma inesperada y que sabía despertar aquel sentimiento tan especial. Se sentía como la dueña del universo, la más guapa, la más amada,  cada vez que Adolfo posaba su mirada en ella o rozaba ligeramente su mano. 
Él había tenido entre sus brazos a muchas mujeres pero, los sentimientos que  Carmina había despertado en él,  nunca los  había experimentado. Sus tibios  y dulces labios junto con la caricia que le había dado en la mejilla mientras la besaba, le hacía pensar que era correspondido  de la misma forma.  No obstante, pensó que debía disculparse ante ella


— Perdóname.  No sé cómo ha ocurrido.  Te ruego me perdones, yo no quería ...
— ¿ No deseabas besarme ?
— Si ... no sé...  Me provocas algo desconocido para mi, algo que nunca he sentido, a pesar de mis años.  He besado a otras mujeres, ya lo sabes, pero contigo ha sido diferente.  Como si pisará sobre una nube...  Lo siento no puedo describirlo...
—  Yo me siento atraída hacia ti. Te he contado mis más intimas experiencias, pero creo ... que me he enamorado de ti.  Estoy confusa. No sé cómo debo actuar.  Por un lado este sentimiento me hace vivir, aunque sé que es una utopía.  Has defendido tu independencia hasta ahora y sé que no la perderás, pero no me importa. Sé que pronto terminará todo, pero tengo más vida contigo, con alguna caricia tuya, que durante todos los años que permanecí casada.  Me basta una tarde a tu lado para sentirme viva.  Con mi marido me acostumbré a su indiferencia, creí que era la forma normal en que los esposos  tratan a sus mujeres: la costumbre. Me sentí una mujer florero, aunque entonces no me daba cuenta, hasta que te conocí. Contigo me siento una reina.  Pero no me importa. Cuando todo termine me quedará el recuerdo de lo que hemos vivido
— Me desconciertas Carmina.  Dices estar bien conmigo y al mismo tiempo das por sentado que vamos a terminar, cuando apenas hemos empezado...
— Porque sé que no estás enamorado de mi y al cabo de un tiempo seré un recuerdo en tu memoria, una muesca más en tu cinturón.  Adoras tu libertad, tu forma de vivir sin comprometerte con nada ni con nadie. Saboreas los placeres de la vida.  Yo soy una casualidad en ella, una novedad porque me has conocido de forma distinta, alguien con la que puedes hablar de cualquier tema, alguien que sabe escuchar.  Por si todo esto fuera poco, está mi familia, mi hija Raquel sobre todo... Sé que no aceptará mi relación con cualquier hombre... Ella adoraba a su padre y piensa que debo llevar luto eterno por él, que mi deber es permanecer así con ellos y con mis nietos, sin nadie más en mi vida.  De vivir en la India antiguamente, me hubiera quemado en la pira al morir su padre.  Lo nuestro de llegar a algún sitio, está condenado de antemano.


— Pero no sabes lo que siento por ti.  También yo me he enamorado y haré lo que sea por defender lo nuestro.  Hablaré con tus hijas, les haré comprender que no es un juego. No a nuestra edad. Que es algo más importante de lo que se imaginan y que la vida no ha terminado para nosotros, sino que comienza ahora, en este instante.  No deseo  otras mujeres, te quiero a ti. Sólo quiero estar contigo, unir mi vida a la tuya. Me infundes ganas de vivir, me haces sentir más joven, más vital.  Siento no haberte conocido antes.  La gente piensa que cuando cumples cierta edad, se acaba la vida, las sensaciones, la sexualidad. ¡ Es falso ! sólo necesitas compartir tu vida con la persona adecuada. Te enamoras y la deseas como cuando eras  joven ¿ Qué hay de malo en eso?  ¡Es vida, por amor de Dios ! Vuelves a ser joven.  Te deseo con todas mis fuerzas, pero al mismo tiempo te respeto enormemente y no quiero molestarte ni lastimarte. Eso sería lo último.  Por nada del mundo quiero perderte
— Pero no puede ser ¿ Dónde tendríamos relaciones? ¿ En  un coche, como cuando éramos unos  críos?
— Ja, ja, ja.  ¡ Eres tan inocente ! Sigues viviendo en los años sesenta...¿ No sabes que existen hoteles en los que puedes estar y nunca nadie te ve ni tu ves a nadie?  Entras directamente con el coche hasta la habitación que te destinen. Todo lo haces a través  de un interfono y pagas cuando te vas de igual forma.  En la discreción más absoluta. Además yo vivo solo. Con la señora que se encarga del mantenimiento de la casa....
— Ni hablar, en tu casa ni hablar
— ¿ Por qué ?
— Me moriría de vergüenza si  tu sirvienta me encontrara en tu cama.  Vamos a ese hotel
—¿ Estás segura, deseas ir?
— Si lo deseo.  Aunque mañana esté arrepentida. Hoy no quiero pensar más 
—Muy bien, pues vamos.  Toma, sujeta el cinturón, Ahora te lo abrocho 

  De nuevo se besaron como dos chiquillos. Iban a vivir la mayor aventura de sus vidas.  Mientras Adolfo procedía a asegurarla, al sentir tan cerca el rostro de él, pensaba:

— ¡ Te has vuelto loca ! Vas a acostarte con un hombre al que has conocido hace nada. Igual ni te acuerdas cómo es hacer el amor. Estás a tiempo todavía . Di que no. Da media vuelta y di que no
— ¡ No ! — gritó
—¿ No ? ¿ No quieres hacerlo. Es eso ? — respondió él extrañado


— Adolfo... no sé... Es todo muy extraño... Yo..., creo que mejor me dejas en casa
— No voy a forzarte, desde luego, pero  ¿ qué ha ocurrido para que en una fracción de segundo te hayas vuelto atrás ? ¿ Te has dado cuenta que no me deseas, a pesar de lo que acabas de decirme?
— No, no es eso. Es que... tengo la sensación de que ...
— Estás faltando a tu marido ¿ No es eso ? — la interrumpió Adolfo. 
 Ella pensativa, le miró fijamente, y le respondió:
— Si. Lo siento, además...  hace mucho tiempo que ...
— ¿ Crees que eso se olvida a pesar del tiempo transcurrido?  Abre tu mente. No tienes que dar explicaciones a nadie. Ya has pagado tu cuota y ahora debes vivir como tu desees. Igual pensabas que me querías  y te has dado cuenta de que no es así.  No te preocupes.  Olvidemos todo esto.  Te llevaré a casa
— Es que... deseo estar contigo.  Quiero volver a sentir que corre la sangre por mis venas.  Quiero sentir el placer nuevamente.  Quiero estar contigo, aunque mañana me avergüence de ello
— ¿ Por qué vas a avergonzarte ? Es lo más natural del mundo entre un hombre y una mujer que se aman. No es un delito querer ser feliz de nuevo. Eres libre¡ Por el amor de Dios !
— Cállate y llévame a ese hotel. Yo también lo deseo, y creo que debo darme la oportunidad de volver a sentir aquello que se me negó en su día.



 La besó nuevamente y giró el coche para tomar la dirección del hotel en donde nuevamente volverían a ser jóvenes.





jueves, 28 de julio de 2016

Volver a los diecisiete - Capítulo 4 - Rosa León

Aterrizaron en Roma. Carmina coincidió con su vecino del pasillo en la cinta transportadora de equipaje. Él le dirigió una amable sonrisa, y le dijo:

—Feliz estancia en Roma
— Igualmente, caballero

Cada uno siguió su camino.  Pasada la media tarde el grupo se reunió en cafetería para hacer planes y disfrutar de la noche romana; Ella,  no les acompañaría. Estaba cansada y al día siguiente tenían que madrugar para iniciar su periplo. Tomó con ellos una copa y luego se despidió deseándoles una grata velada.  Se dirigió a su habitación. Bajaría a cenar al restaurante del hotel y posteriormente se acostaría.

El camarero la acomodó en una mesa de un solo comensal, Frente a ella estaba sentado observándola su vecino del  avión que con una sonrisa le brindó la copa que estaba tomando e indicó al camarero que sirviera a la señora lo que ella desease.  Pidió  lo mismo que él bebía y le dio las gracias con el mismo gesto que él le hiciera anteriormente.  Cenaron por separado, pero al café, él se le acercó diciéndole




— No me creerá, pero ya he descubierto en dónde nos vimos. Desde que estábamos en el avión, mi cabeza no ha dejado de pensar porqué me era conocida su cara, bien pues ya lo sé.  Usted es la dama que me echó una buena bronca en el restaurante Jockey de Madrid ¿ recuerda ?
—¡ Oh Dios mío ! Cierto. ¡Es verdad !. No sabe cuanto lo lamento debí callarme, en definitiva es un problema que no me incumbía. Lo siento muchísimo
—¡No! Pero lo más gracioso es que se dirigió a mi, que soy soltero y sin ataduras.  Mi  amigo era el de la infidelidad. Ja, ja, ja
— ¡ No me diga eso !¡ Sabe Dios lo que pensaría de mi...!

— Pues..., mejor no se lo digo— dijo riendo a carcajadas.

 Su risa contagió a Carmina que también rió con la metedura de pata.
— He de decirle que tengo una justificación para reaccionar así, pero eso ya pertenece al pasado.
—¿ No sale con sus amigos a conocer la noche romana?
— No,  estoy cansada y mañana empezamos la ruta. Yo ya conozco esta hermosa ciudad. Vine muchas veces con mi marido
— ¿ Dónde está ? ¿ Se han divorciado ?
— No, no. Aunque quizá lo hubiésemos hecho, quién sabe. Soy viuda, pero si hubiese sabido lo que después averigüé creo que ahora no seguiría casada con él.  En fin, cosas que se dan cada día en la vida
— ¡ Vaya ! Lo lamento. He sido muy indiscreto
— No tiene importancia. Ha pasado mucho tiempo. Sólo quiero quedarme con lo mejor, aunque a veces es difícil.  ¿ ¿Y usted tampoco sale ?
— Ni hablar. Tengo que trabajar. Tengo un caso difícil y poco tiempo. A propósito, soy abogado. me llamo Adolfo Mínguez
— Yo me llamo Carmen, pero todos me llaman Carmina
-—¡ Carmina ! Me gusta.  ¿ Desea tomar alguna cosa, una copa, otro café ?
-—No muchas gracias. Voy a retirarme. Si me disculpa...  He tenido mucho gusto, Adolfo. Le deseo el mayor de los éxitos en su gestión
— Gracias Carmina, descanse y feliz estancia en Italia.

Él la vió irse en dirección al ascensor.  ¡ Vaya mujer atractiva ! Es lo que pensó interiormente.
No volvieron a encontrarse y día tras día, se cumplieron los quince de las vacaciones de Carmina. El viaje se le había hecho corto; había disfrutado mucho, a pesar del ronroneo del viudo que no dejaba de mosconearle.  Ella se lo tomaba a broma, pero sin permitir que las cosas fueran a más.  Y por fin ya estaban de nuevo en Barajas. 

La inyección de autoestima había surtido efecto. Venía contenta y pletórica de satisfacción, cosa que alegró a su familia. Tenía un brillo especial en los ojos y al sonreír se iluminaba su cara. Hacía muchos años que no se sentía tan satisfecha. Manoli y Ramón fueron a recibirla al aeropuerto. A sus  hijas se lo imposibilitó el trabajo, pero también les acompañaban los tres pequeños diablillos deseosos de abrazar a su abuela..  Luis llegó sofocado al recibimiento pues fue sorprendido por un atasco, cómo no, en la autovía a Barajas

—¡ Casi no llego...!
— No te preocupes—  le dijo Ramón-.  Aún no han recogido el equipaje

  Las puertas se abrieron y ante ellos una desconocida Carmina les dejó boquiabiertos.

— Pero ¿ Dónde está la decrépita suegra que marchó a Roma?
—¡ Ramón !— exclamó Carmina abrazándose a todos
— ¡ Mis niños !

Los tres diablillos saltaron sobre ella para darle el abrazo más fuerte. Carmina estaba emocionada. Sabía que era muy querida por su familia, pero nunca imaginó que lo era tanto. Apenas habían pasado unos pocos días, pero el cambio en ella era notorio. 
 Cuando llegaron a casa, llamó a sus hijas y quedaron en que irían a comer todos juntos. Tenía que contarles las novedades del viaje y recoger los regalos que traía para todos ellos.  La sobremesa duró hasta bien pasada la tarde.
 Su hija menor la miraba muy complacida, pero Raquel no tanto. Sospechaba que algo había cambiado en la vida de su madre, y tenía miedo de que borrase su vida anterior.  No dijo nada, hasta que estuvo a solas con su marido y, aún así tuvo que ocultar parte de su pensamiento, pues sabía que Ramón estaba totalmente de parte de su madre.



Con el Otoño, llegó la época de ópera en El Real y aquel día representaban Madame Butterfly, su ópera preferida . En las taquillas del teatro sacó su entrada y a continuación decidió tomar un aperitivo en el Rincón del Alabardero, en la Plaza de Oriente.  Tenía que repasar su armario ¿ Tenía el vestido adecuado para ir a la ópera?  Repasó mentalmente  su vestuario y encontró uno negro, algo descotado muy favorecedor. Con un ligero abrigo de entretiempo estaría perfecta.

Se vistió cuidadosamente, acentuó algo su maquillaje y dio media vuelta delante del espejo,  preguntando a Manoli

— ¿ Qué tal estoy ?
— Si esta noche no le sale novio, es que los hombres se han quedado ciegos en Madrid
— ¡ Manoli ! Como te oiga Raquel te fulmina— dijo riendo
—Yo sé lo que me digo. Está guapísima y parece que ha rejuvenecido diez años
—¡ Ojalá ! Aunque me siento como si así fuera. Estoy llena de energía y de ganas de hacer cosas. Hasta he pensado en apuntarme a una ONG y marchar a África o a Suramérica...
— No lo dirá en serio
— La verdad es que es una broma. No podría vivir sin mi familia, sin mis niños...

Se puso el abrigo, cogió el bolso y salió rumbo al Teatro Real.  Acomodada en su asiento, paseaba la mirada por las butacas cercanas. No tenía otra cosa qué hacer. El programa lo había leído y releído. Observó a una pareja que elegantemente vestidos se acomodaron dos filas delante de ella

— ¡ Vaya ! es Adolfo con una dama...— sonrió. No imaginaba que aquél atractivo otoñal saliera con una mujer algo más joven que él.
— Y¿ Por qué no? Es un hombre apuesto y libre. A pesar de que no quería ataduras....  En el fondo todos los hombres son iguales: les pierde lo que les pierde.

Sumida en sus pensamientos no se dio cuenta que el tal Adolfo había girado la cabeza para ver si a su alrededor hubiera alguien a quién conociese. Allí estaba ella, elegantemente vestida y muy guapa. Por un momento se quedó parado al darse cuenta que ella le miraba pero  " no le veía ". Agitó ligeramente una mano para saludarla y fue en ese momento cuando Carmina inclinó su cabeza para corresponderle.

En el intermedio de la obra él salió al vestíbulo con el fin de saludar más formalmente a Carmina. Su acompañante no había querido abandonar su asiento.  Y allí estaba ella en la barra del bar pidiendo un zumo de piña

— ¡ Hola! ¿Cómo está ?
-—¡ Hola Adolfo ! Muy bien ¿Y tú?

Le había tuteado, era la primera vez y no le disgustaba. Las formalidades de protocolo, las justas, y ya eran "antiguos" conocidos.


— ¿ Te gusta la ópera ?
— La verdad es que me gustan ciertas óperas, como por ejemplo ésta. Es mi favorita, a pesar de que siempre que la veo me toca llorar
— ¿ Lloras ? Ja,ja,ja
— Si, me da mucha pena Butterfly
—Bueno ¿ Qué tal te va? ¿Qué tal Roma ?
—Maravillosamente bien. Lástima que pasó tan pronto 

  En ese momento sonaron los timbres que avisaban que de nuevo comenzaba la representación.

— Podemos darnos los teléfonos y quedar un día ¿ Te parece ?

Solicitó Adolfo.  Deprisa y corriendo, en una servilleta, intercambiaron los números, pero ninguno de los dos hizo uso de ellos, hasta que una mañana, por casualidad...

Eran los últimos días de Octubre, de un mes suave y precioso del otoño madrileño. Con un libro bajo el brazo, Carmina se encaminó al parque de El Retiro.  En esa época es una maravilla contemplarlo  que luce maravilloso. Tomó un café en un kiosco, junto al estanque, mientras leía el último capítulo de la novela que le habían recomendado. Era una historia preciosa, de amor con final feliz, como a ella le gustaban.

 — Para desgracias, ya tenemos la vida real— comentaba. 

Las películas le gustaban con los mismos temas; quizás ella deseaba en el fondo que la vida fuera igual, aunque no era así.  En el kiosco habían puesto música y, de repente sus oídos se llenaron de la voz dulce y acariciadora de Rosa León.  Cantaba unos versos de la escritora chilena Violeta Parra.  Había escuchado esa canción muchas veces, pero ahora, sin saber la razón, puso más atención, y llenó su letra de contenido: Volver a los diecisiete.  Suspiró pensando en que su vida hubiera sido distinta, si en lugar de conocer a su marido, hubiera tenido, al menos un novio anterior a él.  Quizá hubiera adquirido más experiencia y hubiera abierto los ojos para no "tragarse" los sapos que hacía se tragara.  Dejó el libro en la mesa, apuró el café y siguió escuchando la letra de la canción.  Trataba de una señora madura que se enamora de un joven, haciéndola vivir nuevamente y, recobrando sus ansias de ser feliz a su lado, pensando que ya no las tenía.  Letra real y preciosa; muy parecida a lo que ella sentía, sólo que no estaba enamorada, no volvía a esa edad y,  por el contrario, su vida había cambiado poco


" Mis años en diecisiete, los convirtió el querubín" 



Decía al final el último verso antes de repetir el estribillo. De pronto se sintió mayor; comprendió que había llegado tarde a todo y que el reloj imparable de la vida, seguía su curso, dejando a ella en la cuneta..  Sus ojos se llenaron de lágrimas.  Buscó en el bolso sus gafas de sol, para ocultar su emoción, y decidió que era hora de regresar a casa.

  Lo haría por el Paseo de coches, aunque diera un gran rodeo, pero tenía todo el tiempo del mundo. La mañana invitaba al paseo y, por La Rosaleda, las últimas flores  exhibían la maravilla de su colorido y el aroma de las miles de rosas que aún florecían. ¿ Por qué eligió esa ruta ? No sabría decirlo.
    Habían otras, más corta y más larga.  Se encogió de hombros sin importarle la razón.  Simplemente la eligió, sin más.

— Todo lo que me sobra es tiempo. ¿ Que más da por dónde voy ?

 Rosa León y su canción le habían puesto triste, porque había descubierto la realidad de su vida, lo estéril de su matrimonio, que de no haber sido por sus hijas, hubiera sido totalmente fallido. Su juventud y madurez, totalmente desperdiciadas¡ Con tanto como tenía por dar!.
 Ella le hubiera dado todo lo que él hubiera querido, todo lo novedoso que encontrase en la jovencita que le causó el infarto.  Todo... Si él la hubiera enseñado qué hacer y cómo. Pero no lo hizo y se daba cuenta de todo lo perdido, de las insatisfacciones vividas y de los fingimientos que había tenido que hacer ante su marido cuando le hacía el amor y el orgasmo no llegaba hasta ella debido a su precipitación.  No debió fingir nunca y, posiblemente él se hubiera dado cuenta de que necesitaba una preparación, unas caricias sensuales que nunca tuvo y que cuando supo de ellas a través de los libros de sexología, fue demasiado tarde, porque él saciaba sus apetencias con otra mujer joven y hábil que, conseguía todo lo que quisiera, tan sólo con abrirse de piernas, pero que era incapaz de sentir amor por él, sólo fingía que la volvía loca, cuando en realidad la dejaba más fría que un témpano de hielo.


martes, 26 de julio de 2016

Volver a los diecisiete - Capítulo 3 -Despertando a la vida

¿Qué reglas rigen la vida de las personas y hacen que en algunas ocasiones se encuentre un hombre y una mujer en situaciones insólitas que jamás creyeron podrían vivir ?¿ Qué circunstancias ocurren para que esas personas, tan dispares, tan opuestas en pensamientos y obras,  crucen sus destinos... ? ¿ Quién maneja los hilos que propicia que sus vidas  confluyan ...?


Terminó su postre, su café y abonó la cuenta.  Estaba furiosa contra aquel desconocido que había conseguido sacarla de quicio con su conversación.  Despacio, con calma contenida, se levantó de la mesa y con la mejor de sus sonrisas y muy educadamente, se plantó delante de uno de aquellos hombres.  Le espetó, sin que él pudiera responder

— Perdón. Sin querer he escuchado la conversación que tenían y he de decirle que debe escuchar a su amigo.  La jovencita le hará feliz, sin duda, hasta que un día en plena "función" le provoque un infarto y tengan que asistirle en la calle a punto de morir. Piénselo bien antes de dejar a su esposa.  La joven en cuestión, sólo busca su posición y dinero.   Y ahora...., les ruego perdonen mi intromisión.  Buenas tardes.  

El hombre al que se había dirigido Carmina, se quedó mudo de asombro. Sólo pudo comentar con su amigo

— Pero ... Ésta ¿ de qué va ? ¿ De qué demonios me hablaba ?¡¡¡ A mi... que me quedé soltero para no tener problemas ni ataduras.... !!!
— Ja, ja, ja,... ¡¡¡ Ha creído que el del ligue eras tú !!!, Ja, ja , ja
— Pues no me ha hecho ni pizca de gracia. Una metomentodo, eso es lo que es. ¿ Qué narices le importaba a ella de lo que hablábamos ? Es una cotilla, eso es lo que pienso

  Haciendo una seña con la mano, solicitó la presencia del camarero

— Perdón señor, ¿ desea algo ?
—  La mujer que acaba de salir ¿ Es habitual de la casa ?
— Estuvo en un par de ocasiones con su marido y, otras veces con sus amigas.  Hoy es la primera vez que viene sola.  Es la esposa de un destacado médico, que creo falleció de un infarto en plena calle... ¡ Y eso que era cardiólogo !  Es una señora muy educada y amable....

Y  fue entonces cuando  Adolfo,  llegó a comprender el porqué de la intromisión de Carmina
.
— ¡ Con razón estaba tan enfadada ! Debió reflejarse en tu espejo, solo que se confundió de personaje...


Decidió ir dando un paseo hasta su domicilio, que no andaba muy lejos.   Vivía en un edificio señorial construido a principios de los años cincuenta, en  una zona de clase media alta. El piso para ella y Manuela, le resultaba grande, pero tenía cariño a sus paredes por las que habían pasado la mayor parte de los pasajes de su vida.  Se mudaron a él, cuando su esposo fue nombrado director del hospital; necesitaban, para su relieve un mayor status y, ese edificio les pareció ideal para ello.


Se había sentido bien una vez se hubo desahogado con aquel conquistador de pacotilla, al que abordó en el restaurante. Estaba muy dolida por todo lo que le había ocurrido, era humillante  Cuando llegó a su casa, le dijo a Manuela:

— Desde hoy te llamaré Manoli ¿ Te parece ?
—¿ Qué le ha ocurrido ?  Viene distinta...
— Siéntate conmigo. Saca la botella de Jerez y un par de copas. Charlaremos como dos buenas amigas, que es lo que eres para mi
— ¡ Vaya !— exclamó Manoli— ¡ Me gusta !  

Rieron las dos mujeres y Carmina le relató lo ocurrido en Jockey

— Me quedé muy a gusto. Lo siento porque no suelo inmiscuirme en la vida de nadie. Pero esos comentarios me "tocaron" muy de cerca, y aún las heridas no han cicatrizado del todo.

Se habían bebido media botella de licor y, dado que ninguna de las dos estaban acostumbradas , los vapores del alcohol hicieron presa en sus cabezas.  Perdieron la noción del tiempo hablando de sus historias.
  Ya anochecía, cuando Manoli dijo:

— ¡ Dios mío ! ¡ Cómo se ha ido la tarde ! Voy a preparar la cena...
— No, no prepares nada. Voy a pedir chino
— ¡ Pero si no le gusta ! ...
— Bueno... Siempre hay una primera vez y hoy es el principio de algo.  No sé de qué, pero estoy decidida a poner punto final a muchas costumbres establecidas desde hace tiempo. Tenemos que hacer cambios en nuestras vidas, pasar página definitivamente.
— ¿ Lo dice en serio ? Hace tiempo que se lo vengo aconsejando y nunca me ha hecho caso
— Pero esta vez es diferente. Llevo en mi cuerpo una dosis alta de Jerez y me atrevo con todo . Ja, ja, ja
—¿ Esta borracha ?
— ¡No! Sólo contenta. Manoli, por primera vez en mucho tiempo, estoy contenta y segura de mi misma.
— Pues me alegro infinito. ¡Ya era hora! Eso merece un brindis
— ¿ Otro ?... Llevamos brindando durante toda la tarde... Pero venga: arriba, abajo, al centro y adentro

Rieron alegres y felices, contentas de ser amigas y, contentas por el Jerez que les había soltado la lengua

Era una mañana de principios de verano.  Se detuvo en el escaparate de una agencia de viajes  contemplando los carteles con paisajes exóticos que invitaban a viajar a paises con  playas paradisíacas.  Se detuvo ante un cartel con la costa Italiana; conocía el pais por haber viajado en repetidas ocasiones.  Le atraía su paisaje, sus gentes tan parecidas a nosotros, su carácter alegre,  mediterráneo.  La Toscana fue su elección.

—   No estaría mal unas vacaciones allí—  pensó

Decidida entró en el establecimiento y pidió información.  Cuando salió de la agencia, llevaba en su bolso un pasaje de avión y una estancia de quince días en Italia: cuatro días en Roma, tres en Amalfi, otros cuatro en Venecia, Florencia.... .  Según le informaron era un grupo reducido y siempre acompañados por un guía  desde Madrid hasta el último día de estancia en Italia.  El viaje era costoso, pero no le importaba. Viajaría cómodamente en hoteles de cinco estrellas; por primera vez en su vida elegía ella misma lo que deseaba hacer, y a dónde quería ir.

Fue de compras. Se equipó como si no tuviera nada que ponerse.  Estaba entusiasmada, se encontraba eufórica.


— Manoli, ven y siéntate un momento
—Vamos a ver ¿ Qué novedad se trae hoy ?
—Voy a irme de viaje ¿Quieres acompañarme? Iríamos a Italia...
— No, no. Por nada del mundo. Será uno de esos viajes en el que sólo estás cinco minutos en cada sitio. Yo me iré a Barcelona, con mi hermana; hace tiempo que no veo a mi familia y me apetece mucho.  Disfrute, que bien que lo merece. Haga lo que le venga en gana ¡caramba! Que ya es hora

El grupo de viajeros fueron agrupados por la guía y después de pasar por el control, se introdujeron en el avión. Todos en una sola fila. A Carmina le tocó en el asiento de al lado, un compañero que se había quedado viudo hacía pocos meses y  que tenía verdadero terror al avión.   Viajaban  en primera clase.
  Al otro lado del pasillo. frente a Carmina, viajaba un hombre maduro, con buena planta a pesar de tener pasados los cincuenta. Dejó su bolso de viaje en el departamento adecuado y un ordenador portátil  en el suelo. Se abrochó el cinturón y tranquilamente aguardó la partida leyendo la prensa del día. De una mirada rápida Carmina analizó el rostro de su vecino y su cara le resultó conocida, aunque no le situaba en ningún sitio.  Él ni siquiera reparó en ella. Su compañero de asiento tenía los nervios en tensión

— No soporto los aviones. Lo paso fatal
— ¿ Por qué no tomas algo que te tranquilice ?
— Tienes razón.  Azafata por favor...
— Dígame señor
— Señorita me traería un poco de agua para tomarme una pastilla
— Enseguida señor. En cuanto despeguemos.  Y ya lo vamos  a hacer
— No se le olvide, por favor

El vecino del pasillo, levantó en ese momento la vista de su lectura y paseó la mirada por los dueños del diálogo que había escuchado. Se detuvo en  Carmina, y al igual que a ella, le resultó familiar

— Cualquiera sabe. Viajo tanto que igual la he visto en cualquier aeropuerto. Aunque no se...



Despegaron. Las azafatas pasaban con el carrito de las bebidas  y sirvieron el agua solicitada por el pasajero nervioso  que acompañaba a Carmina.  Apenas transcurridos unos minutos, cayó en un profundo sueño. 

 Empezaba a sentir frio en los brazos; trató de coger una manta, pero su compañero se había despatarrado y no alcanzaba a cogerla del departamento sin despertarle.  Miró alrededor  por ver si alguien podía ayudarla, pero el que no dormía veía la película.  Dirigió la mirada al otro lado del pasillo, y vio al otoñal que tecleaba en el ordenador y se decidió a pedirle a él el favor

— Disculpe
—Sí dígame
—Lamento interrumpir su trabajo, pero necesito coger la manta del departamento y no llego. ¿ Me haría ese favor ?
— Desde luego, con mucho gusto

Carmina,  entonces se fijó en su cara. le encontró guapo, interesante aunque más o menos de su edad.  

—¿Dónde he visto a este hombre ?

  Cómo si le hubiera leído el pensamiento, él se fijó también en Carmina, efectuándose la misma pregunta, pero de momento no encontraron respuesta.

—¿ Ve ? solucionado
— Muchas gracias. Empezaba a sentir frio
— ¿ No nos hemos visto antes ?

 A pesar de todo Carmina lo tomó como una excusa para entablar la clásica conversación.

—No, creo que no . Le reitero mis gracias

   Y cortó la conversación.  Se puso a ver la película y el hombre continuó con lo que estaba haciendo.


Volver a los diecisiete - Capítulo 14 y último - El querubín de Carmina

Los días transcurrían y la mejoría de Carmina era notoria. Se levantaba,  y hasta paseaba por los pasillos del hospital.  Los médicos estaban muy contentos con  los progresos,  y les anunciaron que de seguir así , procederían a hacerla un chequeo y si todo estaba correcto, como así esperaban,,  le darían el alta.  Pasaría las Navidades en casa. Adolfo que no se separaba ni un instante de su lado, se ausentó del hospital con la complicidad de Manoli. Tenía que visitar una joyería y celebrar una entrevista con el alcalde de la ciudad.  Antes de regresar al hospital, llamó por teléfono a  las hijas de Carmina

--¿Eres Ramón 
-- Si, Adolfo. ¿ Ocurre algo ¿
-- No, al contrario nos han dicho los médicos que posiblemente la den el alta muy pronto. Quería hablar con vosotros porque deseo darle una fiesta sorpresa cuando regrese a casa. Deseo que estéis todos, incluso los niños. Tengo algo que comunicaros muy importante para mi


--¿ Qué es ello?
-- Lo siento Ramón, pero habrás de esperar. Anda dile a Raquel que se ponga
-- Hola Adolfo ¿ pasa algo?
-- Si Raquel, pero todo bueno, muy bueno: pronto nos iremos a casa .  Ramón te explicará lo que he pensado para cuando regrese y espero estés conforme.  Ahora voy a llamar a Alicia para comunicarles lo mismo que a vosotros. Si la vieras no la conocerías del cambio tan grande que ha dado
-- Te lo debemos a ti, Adolfo. Gracias
-- Os tendré al corriente. Hasta pronto,  cuidaros.

Carmina fue sometida a una exhaustiva revisión, por la que estaban en tensión Manoli y Adolfo.  Cogidos de la mano esperaban con ansiedad que los médicos les comunicaran el resultado de las pruebas.  Pasaron tres interminables horas, durante las cuales pasearon por la habitación nerviosos.  Al fin la puerta se abrió dando paso a Carmina sentada en una silla de ruedas que empujaba el médico internista



-- Muy bien…
-- Doctor, por favor díganos algo…
-- Se lo acabo de decir: muy bien. Todo perfecto, tan perfecto que la voy a dar el alta en un par de días

Todos rieron satisfechos.  Adolfo se arrodilló frente a Carmina que fue abrazada por él y por Manoli. Cuando se quedaron solos comentaban sin cesar las pruebas a las que fue sometida, que pasó con resultado satisfactorio Adolfo tendió el teléfono a Carmina, al tiempo que le pedía

-- Anda, llama a tus hijas. Sé tú misma quién les comunique la buena noticia - Emocionada habló con sus hijas y sus yernos. Sus nietos se pusieron también, lo que hizo que se emo ionara ¡ ¡Hacía tanto tiempo que no les veía ¡
Adolfo buscó una excusa y salió de la habitación. Llamó de nuevo a las hijas de Carmina y concertó que la salida del hospital sería para dentro de dos días, por lo que habrían de disponer todo para la fiesta sorpresa.

En un taxi llegaron los tres procedentes del hospital.  Carmina aún estaba algo débil, pero muy contenta. Había recobrado el color de sus mejillas. Del brazo de Adolfo entraron en la casa.  De repente las luces se encendieron y la familia en pleno la recibieron con lágrimas en los ojos.  Los niños corrieron hacia su abuela que emocionada les abrazaba. Carmina extendía sus brazos al frente como queriendo abarcar a todos los miembros de su familia, Algunos pasos más atrás Adolfo contemplaba la escena emocionado, sin poderse creer aún que todo fuese realidad.  Carmina al cabo de unos instantes giró su cabeza y le tendió la mano, al tiempo que se refería a sus hijas

--Todo se lo debo a él, y a Manoli. No me han fallado ni un momento. A vosotras os debo el cariño y la comprensión. Sé que he contado con vosotros cuatro en todo momento y que habéis estado preocupados  por mi.  Quiero que sepáis, por si tenéis alguna duda, que yo no lo provoqué, que fue un accidente, pero… bendito sea que nos ha reunido de nuevo a todos y que todos juntos volvemos a ser una familia unida y feliz.


Todos aplaudieron riendo y llorando de felicidad.  Fue entonces cuando Adolfo pidió la palabra.  Tomando las manos de Carmina, dijo

-- Eres la mujer de mi vida, mi único y verdadero amor. No existe nada en el mundo que yo no hiciera por ti. ¡ Me has enseñado tantas cosas ¡ Me has rejuvenecido, has infundido en mi alma las ganas de vivir y me has dado el amor que todo hombre busca y yo tuve la fortuna de encontrar.  Por todo ello y delante de tu familia, te pido ¿ quieres casarte conmigo?  Cuidaré de ti y te protegeré hasta el fin de mis días.  Nunca me apartaré de tu lado. ¿ quieres     ser mi esposa, mi compañera en el viaje de la vida?
-- Si, si quiero. Es lo que más deseo y tenía miedo de que nunca me lo pidieras, contestó Carmina riendo secundada por todos
-- Pues en ese caso, Raquel, como hija mayor que eres te pido la mano de tu madre
--¡ Adolfo ¡ si claro que si. La joven corrió a su lado y se abrazó al hombre que emocionado no soltaba la mano de Carmina

Sacó un pequeño estuche de un bolsillo y abriéndolo extrajo de él un anillo de compromiso que depositó en el dedo de Carmina, al tiempo que la decía




-- Para mi, ya eres mi esposa, pero haremos las cosas bien hechas.  El día de Nochebuena, por la mañana seremos marido y mujer

La abrazó fuertemente y la besó acompañados de los aplausos y las risas de todos.  Los niños abrazados a las piernas de su abuela no entendían porqué todos se reían tanto y aplaudían de esa manera.

Raquel y Alicia fueron al día siguiente a la capital del Principado y compraron un elegante traje para su madre. Iba a ser la novia más bonita del mundo

Se casaron. Les unió el alcalde y después lo celebraron en el restaurante del mejor hotel de la ciudad. Se respiraba felicidad.; no necesitaron ni desearon una ceremonia pomposa. Estaban con los suyos, con las personas que verdaderamente les querían,. No necesitaban más.



Con el nuevo año, abandonaron el lugar para dirigirse de nuevo a Madrid. Adolfo debía emprender  su trabajo al igual que sus hijos.  Cuando llegaron tenían la sensación de haber faltado el día anterior y verdad es que había pasado mucho tiempo,  y muchas cosas.  No habían tenido luna de miel por expreso deseo de Adolfo temeroso de perjudicar a Carmina, pero aquella noche, ella creyó que ya había pasado tiempo suficiente y que deberían ser esposos en toda la extensión de la palabra.  Buscó en su armario una ropa sugerente y así vestida se presentó frente a Adolfo que la esperaba en la cama leyendo un libro.
No apartaba la mirada de ella y volvieron a ser jóvenes de pronto, como la primera vez, pero ya nada ni nadie podría separarles. Y fueron un hombre y una mujer enamorados que por fin habían conseguido su sueño de amor. Nuevamente se pertenecían el uno al otro. Verían amanecer abrazados y el rostro de ella sería lo primero que él contemplase  al despertar.  Y volvieron a ser jóvenes una noche y otra, y otra…   Por distintos motivos cada uno de ellos en su juventud  se habían frustrado, pero ahora estaban plenos de felicidad.  Cada vez  que estaban  juntos, la sangre les hervía en las venas. Volvían a ser dos adolescentes de cincuenta y tantos años…  Pero no importaba; como dijo un día Carmina: cinco minutos  juntos era como vivir toda una vida.



Y nuevamente, la voz de Rosa León, resonó en el oido de Carmina.  Como la protagonista de la canción, ella volvió a los diecisiete años. Y encontró su "querubín".  Un hombre apasionado de su misma edad, que la deseaba, la buscaba y la saciaba noche tras noche. Era apasionado al igual que ella, o a lo mejor que sus deseos eran tan fuertes que rompían  las barreras de la edad.  No importaba escuchar criterios que según la edad, ya no se sienten deseos sexuales.  Pudieron comprobar que eso no era cierto.  En sus venas les hervía la sange y se acariciaban, se besaban se deseaban y se pertnecían como los jovenes.  Nunca tenían pereza ni excusas, simplemente les bastaba una mirada, para que cada uno de ellos supiera lo que el otro demandaba: satisfacer su sexualidad. Y la satisfacian a pleno rendiminento.  Se amaban intensamente.  Valoraban lo que ahora tenían, y estuvieron a punto de perder.

Y aquella noche, otra de tantas, piel con piel, sus cuerpos desnudos, se pertenecieron una y otra vez.  Mientrtas Rosa León seguiía...

"Y va enredando, enredando, como el musguito en la piedra..."




 No eran cincuentones.  Tenían diecisiete años., y habían conocido, al fin al amor de su vida.
Hubieron de esperar algunos meses para hacer su viaje de luna de miel.  Con motivo de la ausencia de Adolfo, se le había acumulado el trabajo  y hasta la primavera no dispusieron de unas vacaciones. La llevó a un exótico lugar y allí vivieron unos días pleenos de felicidad y amor

-- ¡¡¡ Estamos locos ¡!!, repetía algunas veces Carmina
- No importa, mi amor  No importa

Volvieron a los quince días y todos vieron el cambio que habían experimentado. Se les notaba que eran felices y se querían.  Raquel llamó a un aparte a su madre, y le preguntó




--Mamá ¿ estás contenta, eres feliz?

-- Si cariño, muy feliz. Es un hombre fabuloso. Lo único que lamento es no poder darle un hijo…
-- ¡¡¡ Mamáaaa !!!

...  Y las dos mujeres, se abrazron



EPILOGO:

Este relato está basado en hechos reales. Se han cambiado los nombres y los lugares.  Vivieron muchos años en completa armonía no sólo entre ellos sino con el resto de la familia. Raquel fue la más ferviente defensora de Adolfo al que no dudaba en consultarle cualquier problema que surgiera en sus vidas. Alicia tuvo otro hijo, convirtiendo a Adolfo en abuelo, a pesar de que a los otros tres pequeños les consideraba como tales. Ramón y Luis fueron sus incondicionales, por siempre.  Manoli  permaneció con ellos  toda la vida, envejeciendo los tres. Juntos. 

AUTORÍA :   1996rosafermu
Editada:          Julio 2012
Fotografías:    Archivo 1996rosafermu


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