sábado, 23 de julio de 2016

Historia de dos familias - Capítulo 10 - Un juego del destino

Un pueblo de Avila, Maello, fué el lugar escogido para desempeñar su próximo puesto de trabajo. Estaba lo suficientemente lejos de Alameda del Jerte como para arrinconar, si pudiera, los recuerdos. Antes de reintegrarse al trabajo, viajó hasta Cáceres para recoger a sus cachorros tenía una nueva casa:  Al llegar ante la casa que compartía David y Jenny, tocó el cláxon y acudieron sus amigos rodeado de todos los perros:

--¡ Pero mira quién es !- gritó Jenny

Las dos mujeres se abrazaron y David hizo lo mismo. Entraron en la casa. Era confortable y amueblada con arreglo al lugar en el que vivían. Se les notaba felices; habían solucionado sus problemas y ahora era una pareja que se adoraba y la felicidad brillaba en sus rostros

--Los negocios nos van bien. Jenny es una administradora genial y yo sigo en la finca. Por cierto que nadie ha vuelto por aquí
--Si, ya lo se. Robert se casó. Sólo espero que sea feliz, se lo merece.
-- Y tú ¿ qué vas hacer, a dónde irás?
--Viviremos en Maello. Es un pueblo  de Avila.  Allí espero ser feliz. Si no me acostumbro volveré a Madrid y viviría en un pueblo de los alrededores, de esta forma tendría conmigo a mis perros, mis fieles compañeros.

La conversación se prolongó hasta la hora de cenar. Se quedaría allí y por la mañana saldría rumbo a su nuevo destino. Se llevaría con ella a Sweety no quería separar a la familia. Ante este comentario los tres rompieron a reir.


 A  la mañana siguiente,  Perla se levantó temprano y dirigió su mirada hacia la mansión ahora solamente ocupada por los obreros que trabajaban en ella. Fué hacia las caballerizas y preguntó a Eusebio por Black

--Está triste, señorita. El señor Robert hace mucho tiempo que no viene por aquí y los señores tampoco. Yo creo que  van a vender la finca -.  Esto entristeció a Perla mientras acariciaba la cabeza del noble animal que recordaba cuando ella le salvó de la indigestión
--Tenga cuidado en él. Es algo nervioso. No le vaya hacer algún daño
--No Eusebio, él me conoce.

Se despidió del mayoral. Tenía un  largo camino por hacer y no quería se le hiciera de noche. Empezaba a hacer frio. Era Noviembre pero por Ávila ya estaba nevando.



La Navidad tocaba a las puertas. Esa iba a ser la más triste que pasaría en muchos años.  David y Jenny le invitaron a que la pasaran con ellos, pero Perla estaba triste, como la ocurría cada vez que llegaba esta época, además le daba pereza salir con el temporal de nieve que llevaban. Era época de matanzas, y no podía dejar su puesto de trabajo. Habían pasado ya dos años desde que se separara de Robert, pero no había conseguido olvidarle, a pesar de no haber tenido noticias suyas. Ignoraba todo acerca de él.
Era el día de Nochebuena, tenía por compañía a toda la familia de Sweety y Canela, en total eran cinco perros los que allí vivían y que por su tamaño ocupaban toda las estancias en donde se aposentaran. Pero era incapaz de deshacerse de ninguno de ellos. Con ellos hablaba y ellos parecían entenderla, y tenían la ventaja de que no le contradecían. Su carácter se había agriado un poco. No era feliz y con cierta frecuencia seguía soñando con su abuela que la recriminaba su fracaso con Robert.  Estaba anocheciendo, cuando alguien tocó a su puerta

--Ya voy, ya voy. Un momento por favor.  Debe ser alguien que necesita mi ayuda, pero es raro, no hay partos,   ni matanzas,   ni nada... - Abrió la puerta y un hombre frotándose las manos y cubierto por la nieve que estaba cayendo la sorprendió:

--Señor Villanueva. ¿Cómo...?
--Hola Perla. David me dió tu dirección y he aprovechado para saludarte.
--Pero no le pilla de camino a la finca...¿Le ocurre algo?
--No, simplemente tenía ganas de verte. La última vez que hablamos no estuve muy cortés contigo. Estaba muy enfadado, muchísimo y al oir tu voz no pude repremirme. Seguramente será  la vena hispánica que tengo. - Perla no dijo nada, aunque estaba segura que su visita no era casual



--Señor Villanueva, ¿qué es en realidad lo que le trae hasta mi casa?  El tiempo no se presta a hacer turismo y el día de hoy mucho menos. Debería estar con Kim y sus hijos cenando en familia ¿Qué ocurre, le pasa algo a Robert?
--Pues verás, efectivamente es de él de quién quiero hablarte. De salud está bien, pero anímicamente no.. Como decía mi abuelo " mal está lo que mal comienza"  No podía salir bien, no en la forma en que lo planteó. Me explicó vuestra conversación y yo le aconsejé que tuviera paciencia, pero se marchó al día siguiente y al poco tiempo se había casado.  Su matrimonio fue un rotundo fracaso  Robert cada vez se ocupaba más del trabajo  y menos de su mujer. Ella empezó a asistir a fiestas y a dejar de hablar con su marido. Apenas se veían; menos mal que no tuvieron hijos, pero cada vez están más distantes. Han perdido el poco amor que les queda, y eso suponiendo que alguna vez se amaran.  Es difícil para mí contarte todas estas cosas, pero estoy muy preocupado.  Les aconsejo el divorcio, pero ellos dicen que no lo pueden hacer porque tendría muchas repercusiones en sus respectivos trabajos. ¡ No  deja de ser una tontería, a estas alturas de la vida! . . .   Robert me dijo en una ocasión que no le amabas . . . Viéndoos juntos yo no tenía esa impresión, pero eráis vosotros los que teníais que decidir, es decir, tú tenías que decidir.  Nadie más que Robert tiene la culpa de su fracaso. No debió unirse a una mujer de la que no estaba enamorado, ahora todo le da igual , es que no tiene interés por nada, ni siquiera por recuperar su libertad. Tenía su cabeza a muchos kilómetros de donde vivía, y su vida no funcionó.


--¿ Y qué quiere que haga yo?
--Si acaso os vierais, sé fria con él, desengañale. Yo se lo que ha sufrido y lamentaría que de nuevo volviera a sufrir. Mi padre padeció ese calvario toda su vida y no quisiera que un hijo mio pasara por ello. Si no le amas, no le hagas concebir esperanzas. Es lo que quiero decirte, te lo pido por favor.
--Pero yo ¿qué puedo hacer?  . Le aseguro que mientras esté casado mi posición será firme, pero si alguna vez nos vemos y él está libre, no le garantizo nada. Yo también se lo que sufrió mi abuela y tuve un enorme error al rechazarle. Sin querer he destrozado su matrimonio, su vida y créame que no lamentaré bastante la noche que me pidió que me casara con él  y le rechacé.  Estaba equivocada y mi error lo estoy pagando, créame y muy duramente. No se preocupe señor. Haré cuanto esté en mi mano. Pero ustedes no deben facilitarle mi dirección.
--Bueno, será mejor que me vaya antes de que sea más tarde
--Pero no puede irse con este tiempo. Está nevando, se ha hecho de noche. ¿Ha venido usted solo o le espera Kim en la finca?
--No, vine solo para ver de arreglar algo....Estaré en la finca hasta pasado mañana, después regresaré a Nueva York para pasar el fin de año con ellos.
--Bueno, pues esta noche se quedará aquí y mañana temprano se pone en camino
--Pero tengo al chófer ahí fuera
-.-También él se quedará aquí. Hay casa suficiente para un regimiento.  Siento no tener un menú especial de Nochebuena, pero una sopa caliente les reconfortará. Así que diga a ese buen hombre que pase.

Al día siguiente Ralph emprendió camino hacia la finca llevando la palabra de Perla de no intervenir en la vida de Robert, a pesar de ser difícil se encontraran dada la distancia de sus respectivos domicilios.  Y así transcurrió el tiempo monótono en la vida de Perla.

 Jenny y David la visitaban esporadicamente, ya que ella no quería ir a Cáceres por si se encontraba con Robert. Ni siquiera preguntaba por él a su más querido amigo como era David, y éste por prudencia tampoco comentaba  nada.  Habían pasado ya cinco años desde que se vieran por última vez, pero el recuerdo de Robert permanecía presente en su vida. Se había equivocado plenamente.  Sí,  estaba enamorada de él.   Sí le amaba más que a nadie, y si le había perdido irremediablemente.


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