jueves, 21 de julio de 2016

Historia de dos familias - Capítulo 8 - La negativa

Sin cruzar ni una sola palabra, Robert y Perla llegaron frente a la finca. El cortesmente le abrió la puerta y la ayudó a salir del coche. Al ofrecerle la mano para ayudarla,  , a su contacto,  un ,escalofrio recorrió a ambos. Robert iba serio, un poco ausente, como pensando en algo que le mortificaba. Perla le miraba de reojo:

--¿Qué le pasará, le habré dicho algo que le ha molestado? No creo, no hemos hablado nada.
--¿ Puedo preguntarte algo, Robert?
--Naturalmente, pregunta lo que quieras
--¿Qué te ocurre, estás molesto por algo?
--No, ¡qué cosas se te ocurren! tengo algo que resolver y me tiene intranquilo hasta que lo resuelva
--¿Algo importante?
--Si, para mi muy importante.



En el umbral de la puerta se dibujó la silueta de Kim y Ralph. Les estaban esperando puesto que Perla era la única asistente que vivía fuera de la finca


--¡ Vaya ! exclamó Ralph al ver a la chica
--Buenas noches señores Villanueva-  saludó Perla al tiempo que besaba a Kim y estrechaba la mano de Ralph.
--Bueno, ya estamos todos- respondio Ralph.
--Ven Perla, te presentaré a mis amigos -.  Y fué presentada a los padres de Jennifer, puesto que al resto de los invitados ya les conocía.

Ralph emparejó a todos: Robert con Jennifer, al padre de Jenny con Kim, a Perla con David  y él lo hizo con la madre de Jennifer.  Se dirigieron al salón contiguo al comedor en donde tomaron un aperitivo.  En la mesa reinaba el buen humor y la armonía   Robert estaba sentado frente a Perla y ésta tenía a su derecha a David. No pasó desapercibido para Perla, la atención con la que miraba a Jenny. Ella en un aparte y en voz baja le preguntó-

--David ¿te gusta Jenny?
--Me gusta si,  y mucho. Pero creo que ella ni se ha fijado en mi
--¡Vaya ! lo siento. ¿Tiene algo con Robert?
--No. Se conocen desde niños, y al parecer ella está pasando por un mal momento amoroso y la han traido para que se despejase. Robert no está enamorado de ella, si es lo que te preocupa.
--¡ Vaya pareja que formamos!, respondió Perla

Robert no le quitaba la vista de encima. Les veia hablar con familiaridad y eso le enfurecía. Por primera vez en su vida sintió lo que era tener celos.  Al acabar de cenar, Ralph conectó la cadena musical y una música suave envolvió el ambiente que era distendido y amable. Ante una taza de café cada uno formó su corrillo, y por lógica las dos parejas más jóvenes hicieron su aparte.  David, preguntó a Jenny


--¿Quieres bailar? sería estupendo aunque tengo que decirte que no soy  un bailarín muy bueno
--Desde luego que si, tengo ganas de divertirme. Creo que me he excedido con el vino y siento un cosquilleo que me dan ganas de reir como una loca -,   fue  lo que le respondió Jenny

Cambiaron a una música más movida y Robert y Perla quedaron frente a frente:

--No parece que te estés divirtiendo ¿qué te ocurre?,-preguntó Perla a Robert
--Nada, no me ocurre nada.
--Está bien, perdona -.  Ella hizo intención de ir a sentarse a otro lado. Quizás esté molesto por tener que atenderme, pensó
--No te vayas, por favor
--Sólo voy a sentarme. Quizá quieras bailar con Jenny y te lo estoy impidiendo por tener que atenderme
--¡ Cómo se te ocurre ! Jenny es como una hermana para mí y tu te empeñas en que tengo algo con ella. Eso es lo que me pone de mal humor, la poca confianza que tienes en mi
-- Te la has ganado a pulso ¿no crees?
--No por favor, esta noche no quiero discutir.



Perla decidió que ya era hora de regresar a casa, a pesar de que la sobremesa se prolongaba y era agradable, pero no quería ser pesada. Entonces inició la despedida

--Señores . Villanueva han sido unos anfitriones magníficos. Señores . Smith han sido ustedes encantadores, pero debo marchar ya , es muy tarde. La cena ha estado fantástica y  agradezco a todos las atenciones que he recibido. Jenny espero que me cuentes entre tus amigas y llámame si quieres que te acompañe a algún lado. David, nos veremos y tú Robert gracias por todo
--Yo te acompaño hasta tu casa. Nos vamos cuando quieras.
--Bueno, pues lo dicho: buenas noches a todos.

Llegaron hasta el coche y se acomodaron en su interior. Ella se sentía incómoda; no sabía qué pensar por la actitud de Robert. Decidió que si él no hablaba, ella tampoco lo haría. Llegaron en cinco minutos y se disponía a salir del coche, cuando él la retuvo:

--Perla, tenemos que hablar, así que entra coge una chaqueta , quitate los tacones y vuelve a salir que te espero aquí.  Me apetece pasear mientras hablamos, hace una noche preciosa. ¿Te importa?
--No, no me importa, ¿qué te ocurre?
--Ahora te lo explico todo. Anda ve.

Mientras aguardaba a que ella saliera, Robert se quitó la pajarita y se desabrochó el cuello de la camisa. Estaba nervioso; nunca había tenido esa sensación tan angustiosa, de incertidumbre. Iba a dar el paso más importante de su vida, y tenía el presentimiento de que no iba a tener éxito. Perla obedeció a lo que él la pidió y salió vestida con una chaqueta y unos zapatos planos, para andar por el campo

--Bien, ya estoy aquí


Robert salió del coche y la tomó por el brazo. La condujo hasta el camino iluminado por las farolas de la calle. No transitaba nadie por él. Era como una especie de paseo en el que estaban anclados  unos bancos de piedra. La condujo hasta uno y se sentaron. Robert tomó una mano de ella, que se puso tensa, presintiendo lo que venía a continuación:

Robert, muy serio, no sabía muy bien cómo empezar la conversación y sin embargo estaba deseando comenzar. La miró de frente, a los ojos y dijo:

--Durante toda la noche me has preguntado si me pasaba algo, y si. He de decirte que voy a dar el paso más trascendental  de mi vida y no estoy seguro si voy a tener éxito, pero lo tengo que hacer, no puedo más. Tuve que marcharme a América porque algo dentro de mí estaba cambiando y necesitaba aclarar mis ideas. Cuando te vi el otro día toda sucia y maloliente supe que es aquí en donde quiero estar y que eres tu con quién quiero estar. Esta noche me has vuelto loco; los celos me mordían cuando te veia hablar con David. Me moria por bailar contigo, pero no me atreví a proponértelo. Estabas seria, distante, a disgusto.
Quiero que sepas que deseo casarme contigo y formar mi propia familia. Que seas la madre de mis hijos y los quiero tener aquí. Se que es difícil que me creas porque la idea que tienes  no es muy buena, pero he cambiado. Antes no sé que es lo que buscaba, quizá te buscaba a ti sin saberlo. Cuando supe la historia de nuestras familias pensé que eran cosas de novelas, pero ahora creo que el espíritu de nuestros abuelos se han unido y ellos quieren que nosotros nos unamos también.  Te quiero Perla, te quiero como nunca pensé querer a nadie y tengo que hacer grandes esfuerzos para  no abrazarte, para no besarte...



--Creo que estás obcecado. Que no sabes distinguir la realidad de la ficción. ¿Cómo puedes decirme que me quieres más que a nadie, si hace unos meses te vi en una revista abrazado a otra chica , en la que anunciabas tu próxima boda?  No juegues conmigo, Robert, no juegues con los sentimientos de ninguna mujer. No creas que por eso voy a caer en tus brazos, porque no va a ocurrir. Estás deslumbrado porque esta noche me has visto vestida de una forma diferente al habitual, pero a diario no voy con vestidos lujosos, sino con vaqueros, con un suéter y hasta huelo a estiércol y no a Dior como hoy.
Confundes tus sentimientos y crees estar enamorado de mi, pero solamente ves tu propio ego, en conseguir algo a toda costa. Además, no pertenecemos a la misma escala social. Yo tengo que trabajar para vivir y tu vives sin trabajar. Es imposible, y por favor no hagas que la historia se repita. Nos haría daño a los dos.

--Tú lo has dicho, que no se repita la historia. He visto cómo mi abuelo no tenía ilusiones por nada. Respetó a mi abuela y la quiso, pero dentro de él guardó un amor eterno por Almudena. Ahora no existen las barreras sociales que ellos tuvieron. Por favor, piénsalo; yo se que me quieres, aunque pienso que no tanto como yo a ti, pero eres terca y te juraste a ti misma no enamorarte nunca y aunque destroces nuestras vidas, no darás tu brazo a torcer. Por favor, por favor ,consiente en ser mi esposa
--No Robert, es imposible. Seguramente tus padres tendrán en perspectiva  una futura señora . Villanueva más acorde con la escala social que tenéis en América. No te imagino viviendo aquí, en la finca, entre el ganado o peleándote con los de la cooperativa para vender mejor las cerezas. No te imagino así. Te imagino con esmoquin como ahora, brillando en los saraos de la jet. Te avergonzarías de mi; nuestro amor se acabaría enseguida y sería más doloroso.  Por otra parte, me gustas, pero eso no es suficiente para pasar toda la vida al lado de alguien a quién no amas. La convivencia es algo más, trae muchas cosas consigo y no todas buenas. No Robert, estás confundido y crees amarme, pero sólo soy exotismo, alguien al que no estás acostumbrado a tratar. alguien a quién no puedes manejar a tu antojo

--¿De qué tienes complejo? ¿Avergonzarme de ti? Te puedes presentar delante del mayor de los reyes del mundo. Tienes cultura, educación y unas ideas muy claras. Que no te gusta cómo está montada la sociedad, a mi tampoco, por eso te digo que viviríamos aquí, en donde eres feliz y sólo si tu quieres iríamos a dar una vuelta por América. Además mis padres, si no lo has notado, cada vez pasan más tiempo aquí. No me rechaces, por favor, si lo haces hundirás mi vida para siempre.

--Lo siento Robert. .Pienso en mi abuela y me da miedo...Soy cobarde no quiero correr el riesgo de que lo que vivimos sea un sueño y un día despertar de una amarga pesadilla. Por favor no lo hagas más difícil. Quizá pienses que no son razones suficientes o que quizá no te ame todo lo que debiera, pero no me casaré contigo.


Robert, angustiado, no sabía qué hacer: la estaba perdiendo, la había perdido y ni siquiera le había dado la oportunidad de hacerla ver que había cambiado. Ya no era el mujeriego que ella conoció. Ahora sus ojos sólo la veían a ella, sus brazos se morían por abrazarla a ella y no a otra y sus labios sólo deseaban besarla a ella. Si  no le aceptaba destrozaría su corazón. Tendría que irse de allí, pues el verla sería como hurgar en la herida constantemente.

--Bien, ¿es tu última palabra? ¿ni siquiera me das una oportunidad para demostrarte que tú eres lo más importante en mi vida?
--Robert, por favor, ya
--Pues bien, sea como quieres.

Robert la abrazó y la besó con toda la desesperación del mundo. Lo que no podía sospechar Perla es que tardarían  en volverse a ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares