lunes, 30 de noviembre de 2015

Cuestión de letras - Capítulo 2 - Relación rota

La ambulancia partió desde el hospital hacia el domicilio de Evelyn. En su interior junto a ella, subió Thomas que la  miraba de soslayo, mientras que ella giró la cabeza en dirección contraria, para no verle la cara.
Al cabo de un rato llegaron y los paramédicos maniobraron la camilla para evitar las máximas molestias a la herida, que empezaba a quejarse debido  a los puntos que le habían dado en la herida.

Domicilio de Evelyn



Unos instantes más tarde, llegó  Michael con cara de preocupación debido a los acontecimientos con los que se había encontrado, él que solamente pretendía hallar la paz para su inspiración:

--La verdad es que el comienzo ha sido un poco agitado, masculló para sus adentros.

Salió del coche y golpeó la puerta de la casa para obtener permiso de entrada:

--¡ Adelante, pase !-le invitó Evelyn al tiempo que se sentaba en un sillón del salón

La tensión se podía palpar con sólo ver los rostros de ambos prometidos. En vista de ello decidió que cuanto antes saliera de allí, sería mejor para todos:

--¿Está bien, siente molestias?- preguntó a Evelyn
 --Si, si, no se preocupe. Estoy perfectamente; molesta por el vendaje nada más. Vaya tranquilo, usted no ha tenido la culpa, ya se lo he dicho. No se sienta responsable por ell-.. Y lo decía mirando a Tom, que a su vez bajó la cabeza.
 --Bueno si es así, me alegro de que todo haya quedado en un susto. Ahora me voy para que descanse. Estaremos en contacto para interesarme por usted ¿le parece?
 --Oh si, desde luego. Cuando quiera, pero le repito que estoy bien.





 Michael, giró sobre sus pasos y salió de la casa, dejando solos a Evelyn y Thomas frente a frente, cuyo silencio ninguno de los dos se atrevía a romper. Pero se imponía una explicación y fué Tom, el que primero empezó  el relato de cómo había ocurrido todo:

--Verás, comentó Tom-,  sé que toda explicación que te de será insuficiente porque no hay justificación. No sé cómo ocurrió, sencillamente me enamoré de ella, pero viendo tu entusiasmo me faltaron fuerzas para decírtelo abiertamente.
-¿Qué te enamoraste de ella? ¿ Desde cuando? ¿Qué pretendías que me enterase,  como ha ocurrido, que pasase el tiempo a ver si me cansaba de nuestra relación? Por amor de Dios, ¿qué? Os habréis reido de mi  pensando en todos mis proyectos. No te ha importado que haya sacrificado mi profesión por estar a tu lado. Sabes positivamente, que valgo más que para hacer videos de bodas. Renuncié a ser corresponsal por tí. ¿Por qué no hablastes francamente conmigo en aquella ocasión? He hecho el ridículo más espantoso, pero tu has quedado como un cobarde. No te preocupes; sigue tu camino con quién has elegido. Yo olvidaré todo esto y conseguiré ser feliz como era antes de conocerte, y quién sabe si no se cruzará en mi camino alguien que merezca la pena  dejarlo todo por esa persona. Y ahora, por favor sal de mi casa.
--Se que tienes razones para estar ofendida, y lo comprendo. Yo te quiero, pero mi cariño es el de un buen amigo, no de amante, no como para atar nuestras vidas el uno al otro. No es esa clase de cariño la que siento por tí. Te ruego perdones el daño que te he hecho; tienes toda la razón del mundo para odiarme, pero créeme si puedes.  Daría cualquier cosa porque todo ésto no hubiera ocurrido. Deseo tener tu amistad, pero comprendo que ahora es imposible. Te deseo la mayor felicidad del mundo, te la mereces  Dentro de un par de días, vuelve al hospital para hacerte la cura, y no te preocupes si te molesta no seré yo  el que te la haga, pero no dejes de acudir.

Y salió de su casa y de su vida.  Se ´quedó mirando la puerta por la que se había marchado y entonces un profundo gemido salió de lo más profundo de su corazón. La frustración que sintió fué tan grande que tardo mucho rato en aplacarse.  Sólo pasado un ´tiempo, se dió cuenta de que estaba medio inválida. Sentada en una silla, no tenía ni siquiera unas muletas para poderse mover. No le dió demasiada importancia y arrimó una silla hasta donde estaba sentada, la giró y agarrándose al respaldo, sin apoyar la pierna en el suelo se incorporó, y haciendo un guiño con la boca pensó:  arrastraré la silla y así me manejaré...


Thomas


Evelyn

Con esa "muleta" improvisada llegó hasta el teléfono y conectó con la farmacia. Les solicitó que la llevaran algo en lo que poderse apoyar , hasta que por lo menos le quitaran el vendaje y manejarse mejor.

A la mañana siguiente, hacia mediodía, alguien llamó a su puerta y se encontró de frente con Michael, que portando un ramo de flores venía a interesarse por ella.

--¡ Buenos días !, fué el saludo de él

Una Evelyn sorprendida, le correspondió con una sonrisa, y haciéndose a un lado , le franqueó el paso

--¿Cómo se encuentra? He de decirle que me tenía preocupado, pero veo que se maneja perfectamente. Es usted una chica muy valiente.
 --¿ Por qué lo dice? Esto no tiene importancia. Deje que me quiten la venda y verá si estoy metida en casa...
 -- Por cierto ¿ me haría un favor enorme?
 --Por supuesto, dígame lo que desea y estará hecho al instante
 --Tengo que ir al hospital a que me curen ¿ me acercaría?. Por cierto ni siquiera nos hemos  presentado. Yo soy Evelyn, fotógrafa de profesión.
 --Yo, Michael, escritor en busca de ideas. Ja,ja,ja. y desde luego que la llevaré a que la curen. Dígame cuando. ¿Quiere ahora mismo?
 --Vale, ahora está bien. Por cierto las rosas son preciosas. Póngalas en el jarrón, por favor.

Se dirigieron hacia la cocina en dónde ella le tendió un jarrón de cristal que llenó de agua. Michael depositó las flores en el lugar elegido por Evelyn y con una sonrisa la dijo:

--Gracias, gracias por todo y siento el percance.  El susto que le produje, aunque sin querer, claro.

Ambos rieron y se dirigieron rumbo al coche en el que se trasladarían al hospital

domingo, 29 de noviembre de 2015

Cuestión de letras - Capítulo 1 - Percance en la carretera


Evelyn se había desperezado al despertarse. Hoy no tenía trabajo que realizar, por tanto había quedado con su novio, Thomas, en que iría a recogerle al hospital al terminar su turno. Se duchó canturreando y cuidadosamente eligió un bonito vestido y se maquilló ligeramente. Estaba contenta pues iba a pasar un día entero y quién sabe si la noche con su querido Tommy, ya que por sus respectivas profesiones era difícil que coincidieran durante todo un día para pasarlo juntos y divertirse. Pero hoy no ocurriría; hasta había imaginado una comida especial preparada por ella. Llevaba siendo novia de Tommy hácía más de dos años y a pesar de que tenían un proyecto futuro, no teminaban de concretarlo.
Evelyn


Desayunó poco,  pues estaba deseando encontrarse con él. Se miró por última vez al espejo, se puso un poco de perfume en las muñecas y salió de su casa. En el garaje tenía la bicicleta y sacándola de allí, se encaminó hacia la carretera que la conduciría al hospital.

Michael, malhumorado salió del despacho de su editora, Katty. Habían tenido una agria discusión; la editora le exigía alguna creación en un breve espacio de tiempo. Hacía mucho que no entregaba ninguna obra para editar y se estaba impacientando: necesitaba otro best seller para que sus lectores no le arriconaran en el olvido. Pero Michael estaba "seco" de ideas, no se le ocurría nada y es que su pensamiento estaba ocupado por la reciente separación sentimental de Katty.
Michael


Para ella había sido un romance pasajero, pero para él, hombre muy sensible, su relación había sido algo bastante más profundo y no se resignaba a que concluyera aquella historia, que le estaba trastornando. Había decidio irse a vivir a otro lugar momentaneamente, hasta que recuperase las musas que le habían hecho ganar un  premio Pullitzer, pero que ahora su cerebro estaba totalmente vacío. Bajó refunfuñando en el ascensor que le conduciría al aparcamiento; enfilaría la carretera saliendo de la gran ciudad. En un pueblecito costero del estado de Nueva York, recobraría la imaginación que ahora le faltaba, una vez hubiera descansado, al cabo de un par de días.

Evelýn dejó la bicicleta en el aparcamiento y entró en la sala del hospital. Preguntó en el control de enfermeras de urgencias por el doctor Thomas Jackman, y la enfermera sonriente le indicó dónde podría encontrarle. Le extrañó que le indicara el lugar en el que se hallaba Tommy, pero no se dió cuenta de la pícara sonrisa con que le obsequió la enfermera.

Decidida Evelyn empujó la puerta del almacén de lencería indicado por la enfermera, y a penas  había entrado, escuchó susurros, suspiros y chasquidos de besos que le extrañaron sobremanera.  Nombró a su novio y un Tommy asustado salió abrochándose rápidamente la chaqueta que llevaba a modo de uniforme.

--¿Pero qué ocurre, qué estás haciendo?
--¡ Evelyn, qué pronto has llegado!
--Tom ¿qué te pasa?. Preguntó una voz femenina al tiempo que se hacía ver
-- ¡ Oh Dios mio ! Sinvergüenza, canalla. Te has estado riendo de mi todo este tiempo. ¡ Claro ! ahora me explico muchas cosas. ¿Pues sabes lo que te digo? Que ahí te quedas, con tu preciosa enfermera. No me hacen falta fantoches como tú en mi vida. Adiós.

Dando un portazo y llena de rabia corrió pasillo adelante hasta llegar a la puerta, no sin antes dar las gracias a la enfermera que con malicia le había indicado dónde estaba el doctor.


Tommy



Stanten Island
No quería llorar, pero la furia que sentía era tan grande que le ahogaba en el pecho. Dando varios tumbos en círculo, consiguió dominar la bicicleta y emprendió el regreso a su casa.

Ya situada en la calle del pueblo, no se dió cuenta de que un coche venía detrás a gran velocidad. Al pasarla,  el viento que desprendió  y su propia inestabilidad,  hizo que diera con su cuerpo en el suelo. Al ver la caida de la chica, el conductor del coche se detuvo un trecho más  adelante y corrió hacia la muchacha que permanecía en el suelo. Lloraba no por el dolor ni por el susto, sino por la escena que acababa de presenciar en el hospital; por la decepción e impotencia sufridas, por el engaño del que hasta ese momento creia fuera su novio.

--Perdón, perdón señorita. ¿Está bien, que daño le he producido? Llamaré a una ambulancia. Y sacando el teléfono comenzó a marcar un número.

Ella le cortó en seco:

--No, no, no me ocurre nada. Sólo un raspón sin importancia; no hace falta que llame a nadie, estoy bien   Usted sólo no ha tenido la culpa, yo tampoco iba muy segura en la bicicleta.
--Insisto, debo llevarla  al hospital. No se mueva puede tener alguna fractura. Quédese quieta, traigo el coche y yo mismo la  trasladaré al hospital
--¿Qué dice? al hospital ni loca voy. No ni hablar.
--Pero es necesario. No sabe el lío que me puede buscar si no la llevo.

A regañadientes, Michael consiguió meterla en el coche y conducirla hasta urgencias. Entró con ella en una silla de ruedas, pues la herida que se había producido en la rodilla era profunda y con muy mala pinta. Al encuentro salió el médico que a pesar de haber finalizado su turno, estaba demorando la salida del trabajo.  Se le había presentado un percance con su novia y no sabía qué explicación darle, ya que no era otro médico que Thomas.

--¡ Dios santo !¿Qué te ha ocurrido?
--Nada, nada que un poco de agua oxigenada y mercromina no pueda solucionar. Así que me limpien la herida y me voy volando a mi casa.
--Lo siento, Evelyn, no es tan sencillo, Hay que hacerte radiografías; puedes tener la rótula rota y además la herida es profunda. Habrá que darte puntos.
--Muy bien que sea otro médico. Tú ya has terminado y no quiero que me pongas las manos encima.

Michael presenciaba la escena algo atónito sin comprender la discusión emprendida por ambos. Mientras ellos aclaraban la situación, a Evelyn la entraron en la sala de curas y él dió el informe de lo ocurrido.

Había pasado aproximadamente una hora, cuando Evelyn salía. No había rotura, pero si la herida era profunda y se la había vendado, lo que le impedía hacer el juego de la pierna .Fué trasladada a su domicilio en una ambulancia, seguida por el nervioso Michael que aún no comprendía muy bien todo lo ocurrido.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Amor en la Red Social - Capítulo 12 y último- Como debe ser


Por prescripción médica, Ingrid debía dar largos paseos. Tenían la inmensa suerte de vivir en un sitio bonito y con mar.  Los largos paseos por la playa eran sus preferidos.  Enlazados por la cintura algunas veces charlaban, otras guardaban silencio y cada uno se sumergía en sus pensamientos.   Hacía pocos días que  habían regresado de España, e Ingrid debía abordar la problemática en la carrera de Jack.  Bajo ningún criterio quería que abandonase la medicina por la  búsqueda de nuevos horizontes laborales. Mientras daban su paseo, ella reclinando su cabeza en el hombro de Jack,  le dijo

- Amor, tenemos que pensar en el futuro. ¿ Sigues decidido a dejar la medicina? - él de momento guardó silencio.

- Mira cielo, es un tema del que por ahora no quiero hablar

- Pero tenemos que hacerlo. Comprendo el motivo por el que pensaste en abandonar,pero es injusto. Eres muy valioso en tu campo y, te faltaba poco para cumplir tu sueño de ser cirujano.  Vuelve mi amor, por favor no abandones tu sueño

- Tengo miedo de enfrentarme a otra desgracia como aquella. Siempre tengo tu imagen en la cabeza y, no lo soporto. No podría vivir sin ti ¿ es tan difícil de entender?




- Yo te entiendo y comprendo que fue horrible, pero también hay niños que nacen ayudados por las expertas manos del médico, por manos como las tuyas.  No tienes que sentir miedo; yo estoy sana y fuerte. Estoy bien, y nuestro hijo nacerá sin problemas. Eres un excelente médico, pero si lo dejas por la investigación, serás un mediocre investigador, porque no es lo tuyo. Te arrepentirás si no continúas.  Hazme caso, . Pide la reincorporación a tu puesto, hazlo por mí.

Ingrid se alzó sobre las puntas de sus pies y cogiendo el rostro de su marido, le besó repetidamente, hasta arrancarle la promesa de que volvería al hospital.

Así lo hizo, con gran satisfacción de Philip, pues apreciaba mucho a su amigo. A él también le costó recuperarse de lo ocurrido con Lucille, pero era más veterano que Jack y al cabo de unos días había vuelto a la rutina de siempre, como si nada hubiera ocurrido.

El embarazo de Ingrid se desarrollaba normalmente. Iba a revisiones mensuales, y posteriormente, cuando la fecha se acercaba, cada semana.  Ella estaba nerviosa. Deseaba ardientemente tener a su hijo en brazos, pues sería varón, pero ni se la ocurría comentarlo con su marido, no creyera que lo que sentía era miedo por el momento que se acercaba; aunque un poquito de miedo sí sentía.  No por si la ocurría algo malo, sino miedo a lo desconocido: sabía que se pasaba mal, era la creencia que se transmitía de generación en generación. Era mimada por Jack, que desde su separación parecía amarla más intensamente y estaba siempre pendiente de ella.


Y Jack se incorporó a su trabajo, y lejos de lo que pensaba se sintió feliz por estar de nuevo ejerciendo. Llamaba a su mujer varias veces en el transcurso del día

- ¿ Estás bien ?

- Si, cariño, estoy bien. Aún no toca; no te preocupes tanto.  Te quiero muchísimo, pero me mimas en exceso y no va haber quién me aguante cuando todas las caricias se las lleve el pequeñín y te olvides de mi

- ¿ Olvidarme de ti ? Nunca, jamás,  mi cielo. Me llaman por el busca, más tarde te llamo

- Anda, corre, ve y no te preocupes.

Cada vez que le tocaba guardia de noche, lo pasaba inquieto, con preocupación por si su mujer le necesitaba y no estaba con ella.  Cuando más disfrutaban era,  al caer la tarde. Se sentaban en el pequeño jardín de la casa y contemplaban la puesta de sol abrazados  Lejos de distanciarles la separación les había unido aún más. Lo tenían todo, eran absolutamente felices, tan sólo les faltaba  el "bicho",  como cariñosamente llamaba Jack al niño, y  que en breve nacería.

Ni siquiera se habían planteado mudarse de domicilio a otra casa más cerca del hospital. Les gustaba aquel pueblecito pequeño, de gentes alegres y cariñosas. Se encontraban a gusto y cerca del mar. El lugar de trabajo de Jack no estaba muy lejos de Fowey, en apenas quince minutos llegaba a él, por tanto no era inconveniente.  Jack había hablado con Philip para que tuviera todo preparado, ya que  Philip es el que había llevado el embarazo de Ingrid a su regreso a Fowey.

- Tranquilízate, muchacho. Todo va bien, tu mujer es fuerte y está sana. No habrá problemas, tranquilo
-Si, pero si sales de fin de semana,  que yo pueda localizarte rápidamente
- Ja, ja ,ja. eres un cobardica. No pasará nada, confía en mi. Sois mis amigos ¿ crees que no voy atender bien a Ingrid?

Tenía los nervios a flor de piel y a medida que se acercaba el día, iban en aumento.  Se cuidaba mucho de que ella no se diera cuenta de la preocupación que sentía.

  Le  conocía bien y sabía que no estaría tranquilo hasta que naciera Albert, pues así habían decidido que se llamara, en homenaje al abuelo paterno, ya fallecido.

Aquella mañana, Ingrid se encontraba rara. El vientre lo tenía más bajo. Sus cara se había hinchado ligeramente y había empezado a sangrar débilmente, señal inequívoca de que la hora se acercaba; quizás ocurriera esa misma mañana.  Dudaba en advertir a Jack, aún era pronto y éste se preparaba para dar su paseo por la playa

- Cariño, no tengo ganas de andar. Hoy no me apetece salir

- ¿ Por qué, te encuentras mal ? Sabes que Philip te ha dicho que los paseos facilitan el parto. O es que...

- Creo que sí, mi vida.  Creo que Albert va a empezar su viaje de un momento a otro.

- Voy por el coche - Jack nervioso buscaba apresuradamente las llaves que no sabía dónde las había dejado

- ¡ Qué torpe soy, Dios mio.! ¿ Dónde las habré puesto ?

- Tranquilo, mi amor que hay tiempo. Mira allí están - dijo señalando el lugar en donde siempre las dejaba

Ingrid también estaba nerviosa y sentía temor por lo que se avecinaba, pero ni se la ocurría comentarlo.  Por fin estaban instalados en el coche, después de que Jack avisara a su amigo Philip

- ¿ Tiene contracciones?

- No, al menos no se queja

- Pues entonces venid tranquilos. Hay tiempo de sobra. El parto no ha empezado

Ya llegaban al hospital. La carretera se les hizo interminable, pero aún se puso más nervioso, cuando nada más sentarla en la silla de ruedas, Ingrid sintió que de su cuerpo salía como una fuente de líquido incontrolable:  había roto aguas

- Vamos rápido, rápido - decía el celador que empujaba la silla de Ingrid

Jack cogía su mano y corría a la par dirigiéndose al paritorio.  Philip ya estaba preparado.

- Jack estate a mi lado. Te necesito dentro, ayudándome - dijo a su marido con voz suplicante que se resistía a entrar en el paritorio.  Las contracciones habían comenzado

- No me pidas eso, por favor. No podré verte pasar el mal rato- replicó Jack

- Pero yo te necesito, ahora más que nunca. ¡ Ay Dios mio, qué terrible !

Miró a su mujer que tenía la cara contraida por el dolor, y no lo dudó más: tenía que estar a su lado, no sería un estorbo.  La secaría el sudor y la sostendría cuando empujase con la expulsión



- Prepárate Jack, vas a ayudarme. Ya casi está aquí. Viene rápido. Ni siquiera podemos anestesiarla - le dijo Philip - viene con prisas

Jack no replicó, no dijo nada.  Como un autómata actuaba eficientemente al lado de su amigo.  Ingrid le veía hacer satisfecha por su reacción: se había recuperado, había vuelto a ser médico y sería el primero que cogiera a su hijo al nacer.

Albert nació sano, fuerte y con carácter, y efectivamente Philip le dejó que tomará a su hijo por la cabecita y le ayudara a salir del claustro materno.  Lo depositó sobre el vientre de su madre que lloraba de emoción, y él muy serio y emocionado les contemplaba como si no fuera real lo que acababa de vivir.  Besó a su mujer y a su hijo, y fue entonces cuando se dio cuenta de que todo había terminado felizmente y abrazaba a su familia - " ¡no ha ocurrido nada !"- repetía mirando a su amigo.  Por fin aliviando la tensión rompieron a reír ambos médicos abrazándose

- ¡ Eh ! que a quién tienes que abrazar es a tu mujer.  Ha hecho un buen trabajo y te ha dado un hermoso hijo. Enhorabuena amigo. ¡ Por fin ya sois padres !

- Felicidades, mi amor, felicidades. Me has dado un hijo perfecto y precioso - decía besando a Ingrid

- ¿ Está bien, Jack ? ¿ es normal, está completo ?

- ¿ Que si está completo ? Completísimo mi amor. Ahora nos lo tenemos que llevar al pediatra para su examen.  Yo me quedo aquí contigo, aún no se ha terminado.  Todavía te queda pasar un mal rato, pero será breve. La expulsión de la placenta.
- No importa. Si tú estás a mi lado, soportaré todo. Te quiero Jack, te quiero.




Ingrid agotada, dormitaba ya en la habitación cuando subieron al pequeño. Era una bolita de piel algo tostadita como la de su madre, pero una pelusilla entre rubio y pelirrojo hacía que su padre riera orgulloso

- Mira mi vida, si hasta tiene pequitas como yo- decía feliz a su mujer

- Si cariño, será un inglesote como tú. ¿ Puedo dormir un ratito ? - suplicó a Jack

- Un poquito más, mantente despierta un poquito más y después dormirás todo lo que quieras.  Sobretodo no separes las piernas en algunas horas

- ¿ Por qué tengo que permanecer así ?

- Por precaución mi amor.

- De acuerdo. Dame a mi "bicho", le quiero besar.

Al sentir el calor de la madre, el pequeñín tranquilo se quedó dormido, mientras Jack les miraba inmensamente feliz.  Dos días después salían los tres del hospital rumbo a su casa. Habían de comenzar una nueva experiencia con su hijo en el hogar, y no sería tarea fácil para Ingrid, dado que no tenía idea alguna como madre.

Ingrid se sentía desbordada por la situación.  Era novata y aún no conocía bien las costumbres que poco a poco iba imponiendo el chiquitín.  Era tragoncete y cada tres horas, exactas, reclama el pecho de su madre.

 Apenas la daba tiempo para hacer lo imprescindible ya que había que bañarle, vestirle, darle de mamar, y algunas veces volverle a limpiar de nuevo después de estar bañado, porque las necesidades fisiológicas no venían cuando la mamá quería, sino cuando su cuerpecito lo demandaba.  Algunas veces llegaba Jack del trabajo y la encontraba muy apurada, pues en toda la mañana no había dejado de llorar.

- Da unos gritos desgarradores - comentaba a su marido muy acongojada

- Vamos a ver, cielo.  Tendrá gases. Es la forma que tienen los bebés de hacerse notar cada vez que les ocurre algo.  Ten un poco de paciencia, ya le irás conociendo

- ¿ Y cómo lo sé? Soy una mala madre que no conoce a su hijo

- Ven aquí-decía con calma abrazando a su mujer- Es normal, eres primeriza, y habéis de acoplaros.  Dentro de unos días te habrás hecho con la situación; es pronto, ya lo verás. Mira 

Depositó al bebé sobre la cama y comenzó a masajear su tripita.  Advirtió a Ingrid

- Mira cuando llora tan fuerte, si ya ha comido,  y al tiempo encoge sus piernecitas, es debido a que tiene gases y le duele la tripita. Da unos masajes en el vientre, suavemente hasta que expulse el aire. Después de amamantarle ¿ le sacas los gases? Ponle sobre tu hombro dándole unas palmaditas en la espalda y te asombrarás del erupto que suelta.  Mi amor son pequeños trucos que poco a poco irás aprendiendo.  No te entristezcas, eres la mejor madre del mundo.  Yo te ayudaré .  Sabrás distinguir el llanto cuando tiene hambre, del que  hace cuando tiene alguna molestia. Ten paciencia, cariño.

Ella se reclinó sobre el pecho de su marido rompiendo en sollozos apenada por lo inexperta que era.  Creía que no sabía cuidar a su hijo.




Comenzaba a sufrir la depresión post parto inevitable en casi todas las mujeres.  Desean ser perfectas en la protección de su bebé y nada les es suficiente para lograrlo, siempre piensan que lo hacen mal,  porque es tanto el amor que sienten que nunca es bastante en el cuidado de su hijo

Jack trataba de consolarla, pero le preocupaba la depresión que pudiera sufrir su mujer. Con motivo de su trabajo, pasaba mucho tiempo sola, y decidió contratar a una muchacha que la ayudase con el niño.  No había nada que Jack no hiciera por ella. Le preocupaba que siempre estuviera encerrada en casa, pendiente del niño. No salían  ni frecuentaban a sus amigos, desde que nació Albert.  Le daba la impresión de que estaba obsesionada; tenía miedo a quedarse sola con el niño, y no se movía de su lado por temor a que pudiera ocurrirle algo.  Algunas veces, arrodillada junto a su cuna le hablaba como si el niño pudiera entenderla

- ¿ Sabes, mi cielo ? yo era una chica estúpida que renunciaba a lo más valioso que tiene un ser humano: su familia.  Estuve a punto de perder a papá y por tanto de perderte a ti. Papá tuvo paciencia y supo conquistarme y ahora estoy orgullosa de vosotros.  Daría mi vida por ti y por él, no hay nada que se pueda comparar a la felicidad que siento al teneros a los dos.  Me da miedo no ser merecedora  de tanta dicha - y de repente, rompía a llorar sin saber muy bien porqué.

Pasaban los días y la depresión se acentuaba en ella. Físicamente se veía gorda. Había perdido su cintura con el embarazo y hasta el gusto por vestirse. " Cada dos por tres estoy con el pecho fuera, un pecho enorme..." - lloraba mirándose en un espejo. 

Jack consultó con un compañero de hospital sobre el problema que padecía Ingrid

- No te preocupes. Es algo muy común en las mujeres primerizas después de dar a luz. A medida que coja confianza en si misma, se le irá pasando. En cuanto recupere su forma física, ya no se encontrará tan horrorosa- comentó el psiquiatra

Pero a Jack le preocupaba, y mucho.  Al llegar a casa la encontraba malhumorada, despeinada y poco habladora. Había algo que no se le podía criticar y era el especial esmero que ponía en que el niño estuviese atendido al máximo.  Había controlado los entuertos del pequeño y cada día que pasaba era más experta.  No era ese el problema, entonces ¿ qué la ocurría ?  El anuncio que había puesto en el tabló  del hospital solicitando a una mujer para que la ayudase en el cuidado de Albert, había dado sus frutos y Daphne, una mujer de mediana edad experta enfermera de muchos años, había concertado una entrevista con el matrimonio.  Todo era perfecto: Albert estaría atendido por las dos mujeres, pero Ingrid tendría más tiempo libre para cuidarse de ella.

Después de algún tiempo, decidió acudir a un gimnasio para recuperar su silueta.  Debía atender también a su marido, que hasta entonces le había dejado un poco de lado.  Aprovechaba cuando el niño dormía después de desayunar para hacer ejercicio. Y eso hizo que fuera recobrando poco a poco el carácter  afable y alegre de antes del parto.

Todo transcurría normal y el tiempo hacía su andadura.  Albert celebraba su primer aniversario y la casa se vió invadida  por los niños de los compañeros de Jack. Una barbacoa, piñata y la consabida tarta hicieron las delicias de todos los asistentes.  Recibió infinidad de regalos, peluches deliciosos . Hubo uno que llamaba  especial atención de todos por su gran tamaño: un oso panda enorme.   Parecía iba a ser el preferido del pequeño Albert , pero era anónimo.  Nadie conocía a quién había firmado la tarjeta, sólo Chr.  Jack, sin poderlo asegurar, se imaginaba de quién era: Christine. Ocultó a su mujer la remitente, y argumentaba " será de algún paciente agradecido".  Pero Ingrid no se quedaba conforme, le parecía extraño su forma de actuar, máxime porque le notaba algo nervioso cada vez que hacían referencia al regalo.



Decidió hacerse el encontradizo con su antigua novia, y trataría de sonsacarla si ella había sido la protagonista del regalo.  No entendía el porqué lo había hecho; había quedado todo muy claro entre ellos y no estaba dispuesto a que hubiera interferencias en su matrimonio, ahora que, por fin, Ingrid estaba casi recuperada de su depresión.  No comentó nada con su mujer para no inquietarla.  Tras una llamada telefónica, Jack quedó citado con Christine.  Quería agradecerla el regalo a su hijo, pero también averiguar qué significaba aquello, ya que desde que se uniera a Ingrid no se habían visto.

La citó en la cafetería del hospital, toda vez que tenía guardia y no podía moverse de allí, y tampoco deseaba que el tiempo pasara sin saber lo que sucedía.  Algo en su interior le avisaba de algo que no podía concretar, pero que le hacía permanecer alerta.

- Christine ¿ cómo estás? - fue el saludo acompañado de dos ligeros besos en las mejillas de ella

- Bien Jack, estoy bien.  Me preguntaba si imaginarías quién había hecho el regalo al pequeñín. Ya veo que sí, que aún no me has olvidado

- Te tengo afecto.  Fuiste generosa conmigo, pero desearía que no lo tomes como una vuelta al pasado, porque eso no ocurrirá.  Amo enormemente a mi mujer y a mi hijo, y soy el hombre más feliz del mundo.  Por nada ni nadie perdería a mi familia, y si retomásemos una amistad ya extinguida seguro que pasaría.

- Nunca ha sido esa mi intención - replicó ella, ocultando la verdad-  Solamente deseaba conocer a Albert, te lo aseguro

- Me alegro que sea así. Solamente quería dejar las cosas claras entre nosotros.  Mereces ser feliz.  Y ahora discúlpame, pero debo volver.  Estoy de guardia

- Bien.  Ya he recogido el guante y no te preocupes no te volveré a molestar

- No. Te agradezco el regalo, pero te conozco lo suficiente como para saber que  tu intención es otra. Te ruego disculpes mi brusquedad, y el que te hable con tanta claridad.  No voy a dejar a mi mujer.  Nos queremos y somos felices. Nadie mejor que tú para saber lo que ocurrió entre ella y yo.  Todo está solventado y olvidado.




Jack se perdió en el interior de la cafetería para acudir a su trabajo.  Christine le vió irse con una sonrisa que podía expresar algo difícil de descifrar.

Cuando al día siguiente Jack volvió a casa, contó a Ingrid el encuentro del día anterior y ella torció el gesto, pues no veía claro la intención que le había movido a regalar al niño ese enorme osito, que ni siquiera podía manejar

- Quería hacerse notar - es lo que comentó a Jack

- Yo creo que no, sencillamente  deseaba obsequiar a Albert

- Eres un inocente, y no conoces a una mujer resentida.  No me gusta nada que mantengas amistad con ella.  No me fío.

- No seas tonta, mujer.  He dejado muy claro que no tiene nada que hacer

- Humm... No me gusta, no me gusta nada - y dando la espalda a su marido le dio las buenas noches dispuesta a dormir
- Yo también me acuesto.  Estoy cansado.  Tuvimos urgencias movidas. Espérame, voy contigo.

Ingrid se desveló con la confidencia que le había hecho Jack.  Algo en su interior la decía que estuviera sobre aviso.  No se fiaba de esa mujer, aunque en un principio al dejar la relación se quedara conforme.

- Anda, ven aquí. Estás muy segura de lo que te quiero. Buenas noches mi vida, duerme bien- dijo a su mujer al tiempo que la besaba.  No tardó mucho en quedarse profundamente dormido; estaba muy cansado

Ingrid por el contrario no podía dormir.  Se levantaba constantemente y acudía hasta la cuna de Albert que dormía tranquilo.  Pero la verdad es que algo la inquietaba.  Decidió que iría a buscar a su marido al hospital, siempre que no tuviera que hacer guardia.  Evitaría la oportunidad de que se vieran nuevamente.

Habían pasado dos meses desde este hecho, cuando Ingrid recibió una llamada desde España.  Era del marido de su madre y le anunciaba que iba a ser sometida a una intervención quirúrgica de gravedad.  Deseaba verles, especialmente al niño, por lo que pudiera ocurrir

- ¿ Pero de qué se trata ? - dijo angustiada a su padrastro
- Las pruebas  dicen que se trata de un tumor cerebral de difícil acceso, y no saben, hasta que no operen  si hay extensión.

Cuando Jack llegó a su hogar, se encontró a Ingrid muy preocupada y llorando.  Era una noticia no esperada.

- Debes ir y llevarte a Albert.  Me reuniré con vosotros lo antes posible; he de programar las operaciones, pero debes acudir cuanto antes

Organizaron el viaje y partieron hacía España, dos días después.  Se reuniría con ellos lo antes posible.  Ingrid llegó antes de que ingresara en el hospital.  La operación estaba prevista  para una semana después, pero debían ingresarla para el pre-operatorio.  Jack llegó a tiempo y consultó con sus colegas el pronóstico que tenían, y que no era muy halagüeño.  Le dieron la oportunidad de estar en quirófano con ellos y sería el portador de las noticias, a medida que transcurriera la intervención.




La suerte estuvo de su lado y a pesar de ser complicada por la situación del tumor, no había metástasis y después de diez días de ingreso, la dieron el alta para seguir recuperándose en casa.

Jack  regresó a casa , pero Ingrid y el niño permanecerían junto a ellos hasta estar recuperada totalmente.  La madre de Ingrid era feliz con su nieto y con su hija, pero el tiempo pasaba y debían partir.

- Hija, yo desearía que permaneciérais aquí toda la vida, pero debes regresar a casa, junto a tu marido,  que te necesita.  Tiene un trabajo difícil y el que tu estés allí hace que pueda descargar la tensión acumulada.  Te necesita y te echará de menos.  No hay nada más que miraros para saber lo unidos que estáis.  Tu marido es muy guapo y debes estar cerca...

- ¿ Por qué lo dices, mamá?

- Yo cometí errores sin darme cuenta de que los hombres son muy vulnerables.  El resultado ya lo sabes. Tenemos una buena amistad, pero mucha culpa de lo que ocurrió la tuve yo, aunque no me diera cuenta de ello, entonces.  Por eso te advierto, no le dejes solo mucho tiempo.

Entonces vino de nuevo a su memoria el encuentro con Christine y su presentimiento de que había un doble sentido en ella.

Cinco días después un coche la dejaba frente a su casa. Volvía al hogar, junto a Jack, que seguramente estaría en el hospital.  Al entrar, notó demasiado orden en él. Jack no es que fuera muy ordenado, por eso la extrañó que todo estuviera en su sitio.  No le gustó nada aquello.  Dejó en el suelo a Albert, cuando oyó abrirse la puerta de la calle y unos tacones repiquetear en la entrada.  De buenas a primeras se encontró frente a frente a una mujer que no había visto nunca, pero que adivinaba se trataba de Christine

- ¿ Quién es usted? - preguntó malhumorada
- Seguro que eres Ingrid. Yo soy Christine, y he venido estos días a echar una mano a Jack.  Sabes que no es muy ordenado y deseaba que todo estuviera  en su lugar para cuando tú llegases

- Es muy amable de tu parte. No tenías que haberte molestado, ya lo hubiera hecho yo a mi llegada.  No obstante, te lo agradezco, pero ya no es necesario que te molestes

- ¿ Me estas diciendo que me vaya?

- Pues ... si.  Creo que si. Debes irte

- Francamente no esperaba algo así.  Lo he hecho con la mejor intención

- Y yo te lo agradezco, pero te repito, ya estoy aquí

- Muy bien.  Cuídale, le tienes algo descuidado

- ¿ Qué es lo que dices?  No sabes nada de nuestra vida. Atiendo perfectamente a mi familia, y no eres tú la indicada para decir nada al respecto

- El no es todo lo feliz que debiera. Te quiere demasiado, por eso calla, pero ...

- Hemos terminado esta conversación.  Por favor sal de mi casa

Christine abandonó la casa, pero había sembrado la cizaña de la desconfianza.  Ingrid estaba deseando que llegara Jack; tenía que aclarar muchas cosas con su marido.  La rabia y la desconfianza la torturaban y aún había de esperar para que Jack llegara.  Se alegraba de no haberle advertido de su regreso.  ¿ Deseaba pillarle in fraganti ?  No debía desconfiar de él; seguramente habría una explicación.

Ajeno a todo, Jack introdujo la llave en la cerradura y al notar que no estaba echada, abrió la puerta llamando a

- Christine, Christine ¿ dónde estás?

Una Ingrid con el rostro descompuesto salió a su encuentro.  Se confirmaba la semilla que había sembrado unas horas antes: su marido la engañaba con su antigua novia

- ¡ Cómo has podido hacerlo !

- ¡ Ingrid, mi amor ! ¿ Cuándo has llegado y por qué no me has avisado?

- ¿ Para qué, para que no te pillara?

- ¿ Qué dices? no te entiendo

- Llegué esta mañana y mi sorpresa ha sido grande cuando otra persona ha visitado esta casa para "atenderte". ¿ En qué te ha atendido, eh?

- Nadie me ha atendido. Christine se ofreció a arreglar la casa y hacerme la comida mientras estabas ausente, nada más ¿ que piensas, que me he acostado con ella? ¿ es eso ?

- Pues si, es eso.  Al menos es lo que me ha reprochado. ¿ Quién es ella para reprocharme nada? ¿ Qué le has contado de nuestra vida ?

- Nada. No la he contado nada... Se trata de nuestra vida y no voy hablando con nadie de lo que solamente nos incumbe a nosotros.  Nunca me he sentido desatendido, no tengo motivos para ello

- Jack, ¿ qué has hecho, qué has hecho?

- Nada, no he hecho nada.  Pero ¡si a penas nos hemos visto en todo este tiempo!  Es injusto lo que dices.  Sabes que sois mi vida

El niño con su llanto interrumpió la discusión.  Era una pelea muy fuerte, como nunca habían tenido.  Ingrid se sentía traicionada, y Jack no sabía cómo apaciguar a su mujer.  Era inocente de todo lo que le acusaba, pero comprendía que ante sus ojos le hiciera aparecer culpable.  No sabía cómo arreglar aquel brote de celos de Ingrid, aunque quizá no la faltara razón para suponer lo que no había ocurrido.  Recordó su encuentro con  Christine después del cumpleaños de Albert y se dio cuenta de que era parte de un plan tramado por su antigua novia.  Pero no se saldría con la suya, no le robaría la felicidad que había alcanzado con Ingrid y,  con resolución la dijo

- Ven - levantando al niño del suelo que no cesaba en su llanto, le besó

- ¿ Dónde me llevas ?

- A que ratifique delante de mi lo que te ha hecho creer. No se puede quedar así

Llegaron frente a la casa de Christine, que salió a recibirles con extrañeza

- ¿ Qué ocurre Jack ?

- Eso dímelo tú ¿ Qué pretendes ? Te  dejé muy claro que amaba a mi mujer y a mi hijo y no perdería a mi familia

- ¿ A qué viene eso ahora? Ya lo sé...

- Tú insinuaste que teníais una relación - dijo Ingrid

- Debes haber perdido el juicio. Jamás te dije nada

- Además de falsa eres cobarde.  Te has visto pillada en tus propias mentiras.  Has sembrado malestar entre él y yo, pero ¿ sabes qué ?  No lo has conseguido.  Quiero a mi marido y él me quiere a mi.  Es mejor que te olvides de nosotros para siempre.





De nuevo en su hogar, y después de acostar a Albert, el matrimonio solucionaba sus problemas quedando claro que todo había sido una patraña.  Recordó los consejos de su madre y pensando en voz alta, repitió " nunca volveré a dejarte solo "

-Mi amor, nunca nadie ocupará tu lugar.  Eres el amor de mi vida, siempre lo has sido y deberías saberlo y no desconfiar  de mi

-Ya lo sé, pero lo dijo tan segura... y hacía tantos días que no estábamos juntos... Perdóname Jack, no volverá a ocurrir

- Dicen que lo mejor de las peleas está en la reconciliación - dijo riendo al tiempo que la besaba




Nueve meses después llegó Sara.  Una preciosa muñeca que les colmó de alegría.  Christine salió del lugar al día siguiente del hecho y nunca más supieron de ella.

A día de hoy, Jack es jefe de equipo de cirugia, Ingrid trabaja en un despacho de abogados de Fowey.  Albert y Sara van a la guardería y en menos de tres meses vendrá  uno nuevo bebé  a la familia.

La madre de Ingrid junto a su marido les visita en Inglaterra y pasan con ellos el verano disfrutando de la compañía de sus nietos.  Piensan quedarse hasta que Ingrid dé a luz nuevamente.  Siguen amándose y son plenamente felices.

Chatean con sus amigas, que menos Carmita, que permanece soltera,  pero en pareja, se han casado y son madres de familia.  Marta va por el cuarto hijo y ahora viven en La Toscana y Guilio se encarga de una empresa vinícola que atiende junto a sus hermanos

De vez en cuando recuerdan la forma en qué se conocieron y ríen felices pensando en que Ingrid no quería saber nada de familia, y ya tienen tres hijos, de momento...





                                              F   I   N  ( Autor. 1996rosafermu )
                                              Editado:   Noviembre de 2015
                                              DERRECHOS DE AUTOR RESERVADOS

viernes, 27 de noviembre de 2015

Amor en la Red Social - Capítulo 11 - Más que a mi vida

Jack había pedido una excedencia resuelto a no ejercer la medicina, a pesar de ser su pasión. Abandonó definitivamente su pensamiento de ser cirujano.  Su compañero Philip, no sabía cómo hacerle desistir de ello.  Por mucho que le hciera los cargos referente a su talento como cirujano, a su vocación de ser útil a los demás, los pensamientos de Jack eran firmes y resolutivos

- Philip, no insistas. No me interesa nada, y si sigo como investigador es porque no sé hacer otra cosa que no sea la medicina, pero no volveré a ejercer como médico
- Pero no puedes marcar tu vida por lo ocurrido con Lucille. ¿ Seguro que se lo explicaste bien a Ingrid?
- Si Philip, se lo expliqué muy bien, pero ella en sus trece, no me escuchó.  Pero además ocurrió algo de lo que me avergüenzo y motivó todo. Me vas a perdonar, pero no quiero hablar de ello.

Cuando Jack llegó a casa, su vacío le aplastaba. Comía cualquier cosa, no arreglaba la habitación y la ropa sucia se amontonaba en un rincón. Reconocía que no podía vivir así, pero por mucho que lo intentara no podía, ni quería,  hacer otra cosa que no fuera dormir. Y durmiendo tampoco encontraba la paz.-  " Si al menos pudiera hablar con ella" - pensaba.  Pero el tiempo transcurría y nada sabía de su mujer.  Con la excedencia como médico, tampoco tomaba el rumbo en otra actividad. Simplemente dejaba transcurrir los días.



Sobre la mesa del escritorio de su despacho, al que pocas veces entraba, continúaba el ordenador que no había vuelto a utilizar desde que Ingrid se marchara.  Olía a sudor, pues también la higiene personal  la había descuidado. Pensó en darse una ducha. Cuando se vistió, volvió de nuevo al despacho y en un acto reflejo encendió el aparato, no sabía muy bien porqué.

De nuevo el sonido familiar de Windows, repicó en su cabeza, y el pensamiento le trajo hasta los días en que chateaba con Ingrid, al principio de todo - "¿ y si ella se conectara ?" - sin muchas esperanzas, entró en su biografía y en el apartado "Notas", comenzó a escribir



" Llegaste a mi sin buscarte, por casualidad, cuando la soledad y el aburrimiento hacían pareja con la monotonía.  Fuiste un soplo de aire fresco que llegó a mi vida,  siendo otra persona la que en esos momentos distraia mi aburrimiento.  Pero pronto supe, que eras tú la destinada a mi.  La sinceridad imperó siempre en nuestras vidas, pero poco a poco, me fuiste ganando sin a penas darme cuenta y te amé, casi desde el primer minuto, a pesar de tu incipiente rechazo.  No te conocía y tú no tenías ganas de que esa situación cambiase, pero el destino siempre juguetón, una tarde de primavera, aclaró todo lo que nos separaba. Y fueron tan sólo tres días, pero suficientes como para saber que estabas destinada a ser la mitad de mi vida.  Pero aún habían de pasar meses para volver a encontrarnos y darnos cuenta de que nuestras almas se pertenecían, igual que nos  pertenecimos mutuamente  en una noche en que el amor nos desbordaba.  Nos casamos y fuimos muy, muy felices, tanto que un incidente en mi vida hizo que temblara de sólo pensar que podía perderte.  Pero de todos modos te perdí, y me rechazas  a sabiendas que me has dejado roto el corazón.  No he superado mi miedo, he renunciado a lo que me hacía mejor como persona, pero tú sigues sin estar a mi lado.  Han pasado los meses y no has querido ni siquiera decirme cómo te encuentras.  Pero yo te confieso, aunque tarde, que nada me haría más feliz que tener un hijo tuyo, aunque ya nada valgan mis palabras.  Seguro que no me crees, y sin embargo nunca he dicho mayor verdad.  Mil veces me he reprochado el no haber cumplido mi promesa de engendrarte un hijo cuando lo pensábamos.  Si hubiera sido de esta forma, nada de esto hubiera ocurrido.
Pero ya es tarde, todo está hecho y nosotros lejos el uno del otro.  Quiero que sepas que haría cualquier cosa por recuperarte y compensar de alguna manera los sinsabores, que sin proponérmelo,  te he dado. ¡ Si el destino de nuevo jugara a mi favor y leyeras esta nota!... No es fácil lo sé, porque tampoco te gustaban estos "aparatos", como los llamabas. Quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado, que te quiero hasta  sentir  dolor físico y profundo, que cada día se me hace más insoportable la soledad, que nada vale si no lo disfrutamos juntos, que te quiero a morir y que te pido con todas mis fuertas que regreses a mi. Iré a buscarte, si así lo quieres, al fin del mundo si es necesario. Que mis noches están vacías y que acaricio tu almohada por ver si el nuevo día te trae de nuevo a mi lado.  Siempre te querré, aunque tú no lo creas, porque es más fuerte que yo y no puedo evitarlo. Eres mi sweet del alma. Por favor regresa. Tendremos ese hijo que nos una aún más y que tanto deseamos, porque yo también lo quiero aunque dijera lo contrario. Por favor, llámame.  Jack"



Pensativo repasó las palabras escritas y que habían salido de lo más profundo de su corazón, pero no tenía ninguna esperanza de que Ingrid lo leyera.  Dejó el ordenador encendido después de pulsar el  publicar.  La suerte estaba echada, pocas cosas más podía hacer, pero si quedaba alguna, la haría sin dudar.

Ni por lo más remoto se le había ocurrido a Ingrid abrir el ordenador.  Nunca le gustó.  Si había accedido a usarlo fué por charlar con Jack, y por la insistencia de sus amigas, pero ahora todo era diferente.  Carmita llegó más tarde que de costumbre. El trabajo en el despacho se había complicado con un caso que les había entretenido más de la cuenta.

-No sé a qué hora me voy a acostar, hoy. Es un caso algo enrevesado. Les he dicho que me envien unos datos para completar el informe.  Mañana ha de estar en el juzgado.  Hazme un favor, enciende el ordenador mientras yo me doy una ducha rápida.

Ingrid se dirigió a la mesa en la que descansaba el ordenador, y después retornó a lo que estaba haciendo:  la cena.   Escuchó una especie de campanilla que avisaba de la recepción de un mensaje

- Carmita, ha llegado algo
- Ya salgo. Será lo que estaba esperando

Efectivamente era lo que esperaba.  Dió un repaso rápido a FB ,  en "Ültimas noticas", había una Nota que llamó poderosamente su atención.  Leia por encima y entonces se fijó en el autor de la misma

- ¡ Dios mio es Jack !

Leyó apresuradamente los primeros renglones.  Enseguida se dió cuenta de que no era para ella, sino para Ingrid. ¿ Pero cómo hacer para que lo leyera ?  Sin pararse en más, llamó a su amiga

- Ingrid, ven enseguida
- ¿ Qué te pasa, qué ocurre ?
- Siéntate cerca del ordenador y por favor, ves dictándome lo que hay escrito
- Está bien, pero espera retire la cena, si no lo hago se quemará



Hecho ésto, acercó una silla y comenzó a leer lo que la pantalla le devolvía.  Inmediatamente se paró.  Aquello no era un informe para el juzgado ¿ qué era ?  Le eran muy familiar aquellas palabras, y entonces si fijó en el nombre del titular. Era de su marido, pero no quiso seguir leyendo y rompió en sollozos.

- Leélo, por favor. ¿ Qué es lo que quieres ? te está pidiendo perdón, quiere que regreses y desea tener ese hijo que ignora,  ya está en camino.  No puedes tener tal grado de crueldad. El te quiere, desea que regreses.  Por favor Ingrid recapacita
- Dame tiempo Carmita. No esperaba una cosa así y se van a enterar cientos de personas de lo que nos pasa.
- Y a tí ¿ qué te importa ? Nadie de los que puedan leerlo os conoce, ni nadie sabe lo que ha ocurrido. Anda llámale; ésto se os tiene que pasar. Sólo es una crisis de las muchas que tenemos las personas cuando amamos a alguien desesperadamente.
- Deja que lo piense primero. Que analice lo que he de decirle; desde luego, si le llamo,no le mencionaré mi actual estado.  No quiero hacerlo hasta no tenerle frente a mi.  Así sabré si lo que ha escrito, es cierto.
- Muy bien, toma - y alargando la mano, le ofreció el teléfono para que llamase a su esposo.
- Y sé cariñosa con él, que cuando quieres , te muestras bastante arisca.




Lentamente marcó el número, aunque creia no estaría e
n casa, sino en el hospital.  Ya iba a colgar cuando la voz de Jack resonó en su cabeza borrando las palabras que pensaba decirle, sólo pronunció una frase , unas cortas palabras antes de romper en un llanto incontenible

- Jack, por favor ven a buscarme
- ¡ Ingrid, mi amor ! ¿ Estás bien ?
- Si, si - no podía hablar más. La emoción anudaba su garganta
- Iré ahora mismo. Te quiero Ingrid, te echo de menos. Por favor dime que no te ocurre nada
- Yo también te quiero. No te preocupes, estoy bien.  Sólo que he leído... y ... - no podía continuar
- Cálmate vida. Me pongo en movimiento ahora mismo. No tienes ni idea de lo que he deseado oir estas palabras.Mañana estoy allí, y nada ni nadie nos va a volvar a separar.

Al colgar cada uno de ellos, pensaba que no podía ser verdad ¡" todo se había arreglado , y su mujer le pedía que fuera a buscarla. E iría aunque fuera a nado"



Reservó pasaje para el primer avión que saliera rumbo a Madrid. Metió en una maleta, lo que creyó podría necesitar, el neceser de aseo y,  en el coche, partió loco de alegría hacia Londres.  Llegó de noche y tendría que aguardar en el aeropuerto hasta la salida del avión.  No le importaba las horas que tuviera que esperar. Tenía la impresión de que en aquel lugar estaba más cerca de Ingrid.



Llegó a Madrid a primera hora de la mañana. Cuánto más cerca estaba, más impaciencia sentía. Tomó un taxi en la salida y dándole la dirección de Carmita se encontró frente a su mujer en menos de media hora.

El timbré sonó repetidamente en casa de las chicas.  Ambas se miraron comprendiendo que aquella llamada era de Jack.  Ingrid temblorosa, parecía que le habían clavado en el suelo.  Fué Carmita, la que cariñosamente, empujó su espalda para que abriera la puerta.

Y por fin estaban frente a frente.  Jack abrazó a su mujer y ésta al marido. Ambos tenían los ojos brillantes a punto de soltar una que otra lagrimilla.  Entonces fué cuando Jack se percató del estado de su mujer

- Ingrid... - dijo con mirada de asombro, mientas acariciaba su abultado vientre - ¡Estás embarazada y no me has dicho nada!.¡ Cómo he de decirte que yo también lo quiero!...  ¡Cómo no voy a desearlo si está dentro de ti, si es parte tuya y mia ! Mi amor, mi amor
- No me atreví a decírtelo. ¡ No hablábamos, cómo iba a decírtelo !  No supe nada hasta unos días después de llegar aquí, cuando en una consulta médica me dijo lo que ocurría
- Por Dios santo. ¿ No pensabas decirme nada ?
- ¿ Cómo ? ¿ Recuerdas por qué ocurrió todo? ¿ Cómo después de aquél horrible día te lo iba a decir ? Me ibas a odiar
- ¡ Cómo voy a odiarte ! Te daría mi sangre gota a gota sin pensarlo. La criatura que está aquí dentro,  es nuestro fruto de amor, aunque ciertamente aquél día no estuve todo lo bien que es de desear, y que habrás de perdonarme porque yo no puedo hacerlo. En todo este tiempo me lo he recriminado una y otra vez, de día de noche, a cada minuto.  No quise hacerte daño, pero fuí torpe por quererte protejer
- Abrázame Jack, abrázame fuerte. Entonces ¿ no estás enfadado conmigo ?
- ¿ Enfadado ?¡ fuí yo!. Pero bendito sea aquel momento de violencia, si como conclusión vamos a tener un hijo.


- Chicos, siento interrumpir, pero tengo que ir a trabajar, lo siento - dijo Carmita feliz por ver a sus amigos reconciliados y felices.

Al cabo de dos días prepararon el retorno a Inglaterra; debido al estado de Ingrid no podían retrasar mucho el viaje.  Debían evitar complicaciones; el traslado no duraba mucho, pero preferían tomar todas las precauciones debidas.  Decidieron pernoctar en Londres y al día siguiente partirían rumbo a su hogar.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Amor en la Red Social - Capítulo 10 - Distancia

Jack permaneció en cama durante toda la mañana y parte de la tarde.  De vez en cuando Ingrid, se asomaba lentamente a la habitación, para no despertarle.  Le extrañaba la conducta de su marido  ¿qué ocurrió esa noche en el quirofano para que estuviese tan afectado?  Por su profesión veía fallecimientos de todas clases, y aunque le entristecían, pasadas unas horas volvía a su vida normal.  No lo entendía. Si al menos la explicara algo...  Ya de noche, Jack se levantó. Tenía grandes ojeras y muy mal humor.  A penas hablaba, y ni siquiera miraba a Ingrid.



- Tienes que decirme lo que te ocurre ¿ no comprendes que estoy muy preocupada ?

- Pues no te preocupes - la decía con malos modos

- ¡ Cómo no voy a preocuparme ! Nunca me habías tratado así

- ¿ No puedes dejarme en paz ? ¿ No ves que no tengo ganas de hablar ?

- Está bien, te dejo. Yo no te he hecho nada para que te comportes así conmigo. Nunca, nunca lo habías hecho

- ¿ Me dejas tranquilo ? - interrumpió bruscamente a la acongojada Ingrid

Ella salió a punto de llorar. ¿ Qué había hecho para que Jack le hablase de esa forma ?

-¡ No le he hecho nada.!..

Había pasado un buen rato desde su discusión.  Ella preparaba la cena en la cocina. Jack se acercó lentamente y la soltó de sopetón



- Nada de niños

- ¿ Cómo dices ?

- Lo que has oido, no tendremos niños. Ni ahora ni nunca

- Pero ¿ por qué ?

- Porque no quiero tener hijos ¿ Es suficiente ?

- Por favor, explícame lo ocurrido para que yo pueda saber a qué obedece todo este ... jaleo

- Muy bien, te lo explicaré - y lentamente relató a su mujer todo el triste suceso de Lucille

Ella le escuchaba con los ojos muy abiertos, atenta a las palabras de su marido.  Pero mentalmente iba repasando todo lo que sabía referente a Lucille, y de repente lo comprendió todo:  Jack seguía enamorado de esa desdichada mujer. Esa era la explicación

Derrumbada en un sillón, se tapaba la cara con las manos. De repente comprendió que toda su vida, desde que le conoció, había sido una farsa. ¿ Se había vengado de ella  por su rechazo a formalizar la relación?  Pero... en este tiempo que  llevaban juntos, él le había demostrado su amor,  ¿ Entonces?...  Su mente confundida pensaba y pensaba, sin apenas escuchar el final de la historia que le contaba Jack.  Ante el profundo silencio de ella, la dijo impaciente

- Y bien ahora ya sabes todo.  Conoces el porqué no quiero niños en nuestras vidas.  Lo que he vivido esta noche no lo olvidaré jamás.  No quiero ni pensar si a ti te ocurriera algo, no podría soportarlo.   Tengo grabado en la retina la escena del padre con su hijito en brazos, llorando la muerte de su esposa. He pensado dejar la medicina y dedicarme a la investigación



 Ingrid no prestaba atención a lo que él la decía. De no haber estado enfrascada en sus propias preocupaciones, se hubiera dado cuenta de que estaba equivocada respecto a Lucille, que había salido de la vida de Jack hacía tiempo Ella era el amor de su vida, no había otra persona en su mente sólo ella y su temor a que le ocurriera algo semejante a lo pasado en aquel quirófano.  Pero no reaccionaba, y él extrañado, la miraba fijamente ajeno a los pensamientos de Ingrid.  La agitó ligeramente por los hombros como para que volviera en si

- ¿Has escuchado lo que te he dicho ? Voy a dejar la medicina

Entonces ella reaccionó mirando desolada a Jack, haciéndole repetir su decisión

- ¿ Que vas a dejar la medicina ? ¿ por ella ? La sigues amando ¿ verdad ? El haber presenciado su inesperada muerte te ha hecho ver que la perdías definitivamente

- Pero ¿ de qué hablas? No has escuchado lo que te he dicho

- Te amo más que a nadie. Lo estás haciendo para castigarme, para que no insista más con lo de los niños.  Creo que nunca me has querido; quizá ha sido todo una novedad en tu vida, porque en realidad a la que seguías amando era a Lucille.  Yo renuncié a todo por tí, te he entregado no sólo mi amor, también he tratado por todos los medios amoldarme a tu trabajo, a pesar de que me agobia la soledad.  Pero tú eras feliz con lo que hacías.  Eso me bastaba, pero ahora resulta que no soy nada más que una  ¿circunstancia? en tu vida.  Lamento muchísimo su pérdida, lo lamento por ella, por su marido y sobretodo por su hijito, pero ha sido mala suerte. Hay cientos de mujeres a diario que dan a luz y no les pasa nada.  Pero lo que más te ha afectado es que se trata de Lucille, tu primer y único amor-
  Tragó saliva y respiró hondo para poder seguir hablando

-  Creo que lo mejor será que cada uno de nosotros nos alejemos durante una temporada. Necesitamos aclarar las ideas, los dos, y estando juntos nos va a ser difícil

- Has debido volverte loca. Nada de lo que me estás diciendo es congruente. En ningún momento he dicho que lo ocurrido con Lucille me haya trastornado. Eres tú quién me preocupa, solamente tú.  No quiero que pases por lo que esta noche he visto. Tú no, mi mujer no.  No tengo que reflexionar nada, tengo las ideas muy claras y sé muy bien lo que quiero, y eres tú.

- ¿ Pretendes que me lo crea? Por amor de Dios eres médico, has visto cientos de veces morir a una persona y has continuado con tu trabajo, con más o menos sentimiento, pero has seguido. Qué casualidad que a raíz de lo de anoche, hasta piensas en dejar la medicina, ¡ por favor !

- Te digo que eres tú mi preocupación.

No sabía cómo convencerla. Ingrid era terca y estaba segura de que su amor por ella era una farsa. Se le acumulaba el estres, la rabia, la ansiedad, y la desesperación porque veia que perdía lo que más amaba en el mundo: su esposa.  Bruscamente la atrajo hacía sí.  La besaba con furia y ella trataba por todos los medios por desasirse de aquellas caricias, que siempre buscaba en él y que ahora rechazaba.  La llevó hasta la cama y la hizo el amor con rabia, bruscamente, a pesar de que ella lloraba pidiéndole que no siguiera. Estaba fuera de sí. No había caricias previas, ni palabras cariñosas, ni abrazos, ni complicidad entre ellos.  Era solamente sexo,  y no amor.

Ella lloraba quedamente, desconsolada. Se había roto lo más importante de su vida; le dio la espalda y una idea comenzó a tomar forma en su cabeza: regresaría a Madrid, no podía permanecer a su lado ni un minuto más.  Se levantó de la cama bajo la atenta mirada de su marido.  No estaba orgulloso de lo que había hecho. Nunca había tenido necesidad de imponerse por la fuerza ¿ por qué habia ocurrido ? La veía salir de la habitación, y la siguió tratando de reconducir su relación. Ella lloraba y Jack trató de abrazarla, pero ella dando un respingó, le frenó en seco

- No se te ocurra ponerme las manos encima.  Voy a dejarte

El trataba por todos los medios de que le escuchara, de convencerla de que estaba en un error, de que no había escuchado nada de  su relato y estaba confundida.  Pero no hubo forma de poderla convencer, y desesperado se encerró en su despacho, dándose cuenta de que la había perdido.  Ninguno de los dos durmió aquella noche.  Ingrid guardó su ropa en la maleta y en cuanto comprendió que era la hora, llamó a un taxi.  Iría hasta Londres y desde allí tomaría un avión de regreso a España.  No podía creérselo: abandonaba a Jack a pesar del inmenso amor que sentía, pero el recuerdo de la última noche era como un puñal clavado en su corazón. Nunca se hubiera imaginado un final así.



Cuando llegó a Barajas llamó a  Carmita, su mejor amiga.  No tenía a dónde ir. Se sentía como si solamente existiera ella en el mundo.  Se sentía huérfana " si al menos mi madre viviera en Madrid"... De repente se acordó de Jack y un nudo en la garganta le impedía hasta respirar.

- Carmita...  -un sollozo alarmó a la amiga que la escuchaba al otro lado del teléfono
- ¿ Qué te ocurre, qué te pasa?

- Por favor ven a buscarme.  Estoy en Barajas y no sé dónde ir

-Ahora mismo salgo para allá. ¿ En dónde te recojo ?

- En la salida de internacional. Ven pronto por favor

Ambas amigas se abrazaron emocionadas. Y a grandes rasgos Ingrid relató a su amiga la discusión tenida con Jack

- Pero vamos a ver, mujer. Seguro que no lo interpretaste bien.  No puedo creer que Jack estuviera guardando ese secreto toda su vida ¿ por qué ? no tiene objeto.  Si os vierais como yo lo he hecho cuando estáis juntos, no pensarías así. Tiene que haber una explicación, seguro.  Mira ahora vamos a casa, le llamo y hablo con él

- No, no quiero que le llames. No quiero saber nada de él, por favor, no le digas dónde estoy

La preparó una taza de tila bien concentrada.  No había forma de calmarla, de tranquilizarla y a duras penas consiguió que se acostara.  Al cabo de un rato rendida por las emociones, se durmió, con un sueño , repleto de pesadillas. Carmita sentada en un sillón,  en la misma habitación, velaba por su amiga.  No podía creerlo

- Sin duda hay algo que lo explique. No me lo puedo creer.  Es imposible

El teléfono sonaba a distintas horas del día, deduciendo que era Jack para saber de ella, pero no contestó a ninguna de sus llamadas.  Carmita, aprovechando que Ingrid había salido a dar una vuelta, le llamó.  Jack quería ir a buscarla y a duras penas pudo hacerle desistir de ello

- Jack, hazme caso. Es mejor que os serenéis, de lo contrario os haréis más daño. Quizás unos días separados os haga bien. Hazme caso no vengas. Lo siento,  pero me ha prohibido te llame. No obstante te llamaré en cuanto tenga una ocasión; no te preocupes por ella, no la dejaré sola, la cuidaré como si fuera mi hermana.



Y pasaron los días y la situación no cambiaba dado que Ingrid seguía pensando lo mismo.  Una mañana, Carmita entró en la habitación para despertarla y al ver su semblante se alarmó.  Unas grandes ojeras violáceas rodeaban sus ojos.  Había adelgazado y un profundo malestar le aquejaba desde hacía unos días.  A penas si retenía la comida en el estómago, la poca comída que ingería, pero por las mañanas las náuseas que sentía, hacía que saliera corriendo al servicio. Al tener el estómago vacío, nada vomitaba,  pero los esfuerzos hacían que pareciera que el estómago se le saliera por la boca

- Tenemos que ir al médico, no puedes pasar ni un día más de esta forma - anunció Carmita- Yo misma pediré cita ahora mismo.

Esa misma tarde acudieron a su médico de siempre. El doctor Hernández que  se acordaba perfectamente de Ingrid y aún conservaba su ficha clínica.  Después de un breve preámbulo conversando con las dos, indicó a Carmita que debía salir de la consulta

- Querida, sólo debe estar la paciente y su médico. Son confidencias entre ambos. Si ella quiere después contártelo, estupendo, pero ahora déjanos solos, por favor.

Carmita sonrió comprendiendo que el secreto profesional era lo que primaba en aquel amable galeno tan fiel a sus principios médicos.  Tras una exploración, el doctor sonrió y preguntó a Ingrid

- ¿ Te casaste verdad?

- Si, hace casi dos años

- Bien. Hija mía, no tienes nada, estás perfectamente, salvo...

- ¿ Qué, qué ocurre ? - preguntó impaciente

- Pues lo normal: estás embarazada.  De poquito tiempo, pero lo estás.  Así que cuídate, aliméntate bien, que te encuentro algo delgada, y acude a tu ginecólogo para que te haga el seguimiento. ¡ Ah, y enhorabuena ! Seguro que tu marido se pondrá loco de contento

- Pero , no puede ser... estamos separados

- ¿ Desde cuándo?

- Pues ...- dijo dudosa - hace poco...

- ¿ Hay otra persona en tu vida ?

- Noo, nadie más que él

- Pues entonces haríais el amor antes de separaros.  La cosa está clara



-La noche aquella - pensó -¡ me quedé embarazada aquella noche !  Ay Dios mio, ay Dios mio ! - se despidió del médico que sonriente estrechó su mano como despedida

 Una intrigada Carmita, le aguardaba impaciente

- ¿Qué, qué te ha dicho ? ¿ es algo de estómago, de nervios ?

- ¡ Estoy embarazada !

- ¡ Dios mio ! , en definitiva es lo que tú querías

- Pero no así, en esta situación. ¿ Qué haré ?

- Pues llamarle ahora mismo y decírselo

-¡ Estás loca !  Todo fué porque él no quiere niños ¿ cómo voy a decirle que estoy encinta?

- Pues mira, coges el teléfono, marcas su número y cuando te conteste le dices: Jack vamos a tener un  niño. Ven a buscarme

- No, no puedo hacerlo. No le llamaré, ni tú tampoco. ¿ No te das cuenta de que no sería una alegría para él, sino todo lo contrario ?  Daré tiempo a hacerme a la idea y después resolveré.

Pero no resolvía, y Carmita tampoco podía hacer nada. Le había tenido que jurar que nunca le llamaría. No sabía qué hacer.  Más de una vez comenzó una carta, que posteriormente rompió, ante la inseguridad,  al pensar que quizá fuese peor que ella,  precisamente,   le diese la noticia.  Decidió que de momento dejaría las cosas así, tratando de convencer a Ingrid avisara a su marido.

Las náuseas pasaron a los tres meses, pero había perdido el apetito y estaba desmejorada.  El médico en sus chequeos comprobaba que todo estaba en órden, pero la regañaba para que se cuidase.  Comenzaba a perder la línea de su cintura, sentía repugnancia por alimentos que anteriormente la volvían loca. Sus pechos comenzaron a redondearse y a crecer, y  se dio cuenta de que había de tener cuidado pues sus tobillos también engordaban por la retención de líquido. Se cansaba más y los riñones a veces parecía que tuviesen fuego y a veces no soportaba el dolor de espalda.  Pero a pesar de todos estos síntomas, seguía sin anunciar a su marido la llegada del bebé.




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