martes, 24 de noviembre de 2015

Amor en la Red Social - Capítulo 8 - Bodas

Se casarían a mediados de Agosto.  Ingrid deseaba contar con la presencia de sus amigas, y para ello las llamó inmediatamente que supieron la fecha

- Carmita ¿ por dónde andáis?

- Ingrid  ¿ ocurre algo ?

- Si, nos casamos dentro de una semana

- ¡ Dios mio !- dijo Carmita

- ¿ Qué pasa, qué pasa ? - apremiaba Susana preocupada

- Deseo vengáis a nuestra boda - pidió Ingrid

- No faltaremos. Pediremos unos días más a cuenta de vacaciones.  Mejor si fuera en fin de semana, porque de esta forma no tendríamos que pedir favores, puesto que acabamos de llegar del veraneo

- Haré todo lo posible de que así sea - respondió Ingrid, despidiéndose de sus amigas.

Y así lo hicieron.  Encontraron a su amiga exultante de felicidad y a un Jack totalmente desconocido: amable, cariñoso, solícito...  También conocieron a Thomas y a Sarah, en fin, comprobaron que el entorno de  la pareja era tan armónico como feliz



Después de la boda, se reunieron todos en un restaurante a las afueras de Fowey. Eran pocos los acompañantes entre los que reinaba la alegria.  Jack e Ingrid se retiraron pronto. Querían estar a solas y comenzar su luna de miel.  La tenían programada para la primera hora del día siguiente.



  Irían a Londres y después cruzarían al continente, a Paris.  Disponían de pocos días, ya que Jack debía incorporarse a su nuevo trabajo el día 1 de Septiembre, pero serían unos días intensos de felicidad.

Ya estaban instalados en su hogar, Jack había comenzado su trabajo en el hospital como residente, pero debido a su experiencia su destino fué en urgencias.  Estaba contento, era feliz a pesar de que no pasaban juntos el tiempo que deseaban.  Ella le esperaba ansiosa por estar con él, y disgustada, aunque no lo diera a conocer, cuando le tocaba guardia. Era de 24 horas seguidas, pero se trataba del futuro y de lo que Jack amaba: curar a las personas que acudieran a urgencias.  Amaba su profesión y además estaba satisfecho, porque tendría oportunidad de intervenir en alguna operación, lo que le serviría para la experiencia que habría de tener cuando terminase la residencia y por fin fuera cirujano titulado.



Ingrid canturreaba contenta preparando una cena muy del gusto de Jack, ese día terminaba su turno a las 10 de la noche, y a pesar de que él no estaba acostumbrado a cenar a esas horas, haría una excepción.  Era inmensamente feliz, amaba a su esposo y él la amaba, nada se interponía en su felicidad.

Sonó su móvil y una voz sumamente familiar la respondió al otro lado

- Ingrid, chica ¿ cómo te va ?

- ¡ Marta, Marta ! ¡ qué gusto volver a oirte ! ¿ cómo estáis ?

- ¿ Que cómo estamos ? Felices, amiga, muy felices.  Nos casamos la próxima semana y quiero que vengáis

-Marta, no sé si Jack podrá acompañarme.  Acaba de incorporarse a su nuevo trabajo y no creo que le den permiso, pero yo acudiré, seguro.  No me lo perdería por nada del mundo.

- Intentad venir los dos.  Nos haría muchísima ilusión

Continuaron hablando un buen rato más.  La charla era alegre y amena, puesto que las dos amigas estaban pletóricas de felicidad. Al colgar, Ingrid sonrió pensando en lo extraña que es la vida y lo jugueton que es el destino con  las personas.

Cuando llegó Jack, le contó las noticias de Marta y el deseo expresado de que asistieran a su enlace

- Bien que me gustaría, mi amor, pero acabo de empezar, tú lo sabes.  No creo que pueda hacerlo; necesitaría al menos cinco días.  Si hubiera sido antes de mudar de trabajo, no habría problema, pero en éste. . .

- Lo comprendo rey. Ya se lo he dicho. No te preocupes, pero a mí me gustaría asistir

- Desde luego. Ve tú en representación de los dos. Ella ha sido muy importante en nuestras vidas.

Acurrucada entre los brazos de su marido, le decía mimosa

- Te voy a echar mucho de menos

- Y yo ¿ qué ?¡ Acostarme en una cama fria, sin nadie que me dé calor ! . . .- bromeó Jack - Quizá tenga que buscarme a alguien que me acompañe - dijo riendo

- Ni se te ocurra. Ese sitio es mio y de nadie más - dijo Ingrid abrazando a su marido.

Se casaron en Milán, en donde fijarían su residencia. Marta estaba preciosa y Giulio no cabía en sí de contento.  Su familia era en extremo cariñosa y afable.  Se deshicieron en atenciones con las amigas de Marta.  Los recién casados recorrerían la costa italiana y pasarían unos días en Capri como viaje de novios.  En un aparte con Ingrid, Marta confesó a su amiga



- No iremos solos en el viaje. Seremos tres

- ¿ Cómo tres, lleváis carabina ?

- Ja, ja, ja.  Nooo. Estoy embarazada.  No lo sabe nadie de su familia; ahora lo sabes tú también

- Marta ¡ qué alegría !- Ingrid abrazó a su amiga- Nosotros esperaremos más, como un año. Queremos disfrutar del matrimonio y, a que Jack se estabilice en el hospital.  Aunque parezca imposible, deseo ser madre.

- Amiga- le dijo Marta - ¡ No te conozco ! ¡ Tú queriendo ser madre, pero si ni siquiera querías tener novio ! Verdaderamente, Jack es un campeón

 Ambas amigas se abrazaron riendo.

Los novios después de despedirse, emprendieron su viaje de luna de miel. Las amigas tomaron el avión que las llevaría a cada una a su destino.  Ingrid regresó al lado de Jack que la esperaba ansioso por verla.  Después de ponerle al corriente de todo lo acontecido en la boda, Ingrid insinuó que la gustaría dentro de unos meses aumentar la familia, a lo que Jack asintió encantado.

- De acuerdo mi amor. Iremos en busca del niño. Buenas noches, cielo, descansa que el viaje ha sido largo.



Los días transcurrían apaciblemente, no obstante Ingrid planteó a Jack que estaría bien comenzase a trabajar.  Había días, cuando él estaba de guardia, que se sentía bastante sola

- Si es ese el motivo ¿ por qué no buscas amigas? Hazte socia de algún club, de algún gimnasio.  En ellos siempre tienes a alguien con quién hablar

- ¿ Y cómo ? apenas hablo inglés. Si, si, ya me lo avisaste. Mañana mismo buscaré en los anuncios del periódico a ver si encuentro algo.  Quizás en algún despacho de abogados. . - dijo Ingrid bostezando- Buenas noches cariño. Hasta mañana- Dió un beso a su marido y abrazados se durmieron.

A la mañana siguiente en cuanto Jack se hubo marchado, se dirigió al pueblo en busca del periódico.  Entró en un pub y ante una taza de café, comenzó a desgranar uno por uno los anuncios que venían.  Encontró una solicitud en un despacho ó gestoría. Tomó nota del número de teléfono y procedió a contactar con el mismo.  Quedaron para una entrevista al día siguiente.  Y al día siguiente Ingrid acudió a su cita para la entrevista. Advirtió que su inglés era muy primario, pero no le dió demasiada importancia el que sería su jefe. Y la plaza que ofertaban quedó concedida a Ingrid, que contenta aguardó con impaciencia a que llegara Jack para comunicárselo.

Debido a su experiencia en el despacho de Madrid, y a sus tres años de estudios en Derecho, se convirtió en una buena ayudante  del  jefe. Había avanzado en la lengua inglesa y ya no la daba miedo el mantener una conversación.  El jefe era un señor de mediana edad,  establecido en el lugar hacía muchos años, recién terminada su licenciatura en derecho.  Los clientes tampoco daban problemas; eran trabajos rutinarios, sin complicaciones.  Ingrid estaba a gusto. Había establecido amistad con la otra secretaria y en alguna ocasión, cuando Jack estaba de guardia, comían fuera de casa o por la tarde acudían al cine.



Habían cumplido su primer aniversario de boda. Jack intervenía con más frecuencia en las operaciones y todo les marchaba divinamente, a pesar de que Ingrid echaba de menos a sus amigas con las que por las noches, durante las ausencias de Jack, charlaban mediante el ordenador.

Habían habilitado  una webcam y de este modo podían verse.  Cada vez con más frecuencia, la asaltaba la idea del bebé, y cada vez lo iban dilatando.  Los dos estaban enfrascados en sus trabajos respectivos, y el tiempo corría veloz.  Jack había hecho amistad con el ginecólogo de urgencias. De unos cuarenta y pico años, se complementaban perfectamente, e incluso le ayudaba en alguna pequeña intervención, como aplicar puntos en algún desgarro vaginal, o en alguna cesárea, por ejemplo a alcanzarle el instrumental requerido.  Estaba feliz, y cada noche al llegar a su hogar, los esposos se contaban las incidencias de sus respectivos trabajos.  Algún que otro fin de semana salían junto con el ginecólogo, por nombre Philip y su esposa Hellen, Thomas, Sarah y ellos dos.  Las mujeres se llevaban muy bien , haciéndose buenas amigas.


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