jueves, 3 de diciembre de 2020

Doctor O´Reilly - Capítulo 1 - Repasando el pasado.

 Sentado frente a la chimenea encendida de la cabaña perdida en el monte, a la que siempre acudía en el aniversario de la muerte de su mujer, cada vez que las dudas le atormentaban,  se debatía constantemente entre lo que su cabeza le decía y su corazón le ordenaba. No sabía que el destino, a veces, se muestra juguetón y nos envía unas pruebas duras, de difícil asimilación, desviándonos del camino correcto que debíamos tomar, para al final volver al principio día tras día, y año tras año.

Y allí estaba, desesperado rememorando su corto matrimonio y retorciéndose de dolor ante la pérdida de su amada esposa, muerta  prematuramente. Le había dejado viudo con una criatura de un año, que no recordaba, ni ligeramente el rostro de su madre. Y eso le dolía profundamente, porque fue buscada y amada por ella. Pero la vida te da zarpazos tan crueles que a veces hasta desvarías.

En una de sus manos tenía una copa de whisky y miraba fijamente a las llamas del fuego que dibujaban siluetas que se perfilaban cuales si fueran un ballet , aunque todas distintas, pero igualmente atractivas para la mirada. Se abstraía de ellas y, a su memoria llegaban recuerdos de otros tiempos no muy lejanos, pero tremendamente dolorosos para él.

Ahora estaba en una época de incertidumbre.  Por un lado el deber respecto a su hija, le empujaba a algo que no quería, y sin embargo una voz interna le obligaba  de forma apremiante. En su cabeza no había lugar para la lógica, y sin embargo debía tomar una decisión por el bien de la pequeña, que se había quedado sin madre con tan sólo un año de edad. Y de eso ya hacía cinco años.

Debido a su trabajo, se ausentaba de su casa más de lo debido, pero el tiempo que tuviera libre se lo dedicaba solamente a su hija. El resto del día, de los días, estaba en manos de la servidumbre que, aunque quería mucho a la niña y la atendían, no podían darle el calor y amor de unos padres, principalmente de su madre. Era una niña dócil, cariñosa y preciosa, pero solitaria, aunque una de las sirvientas intentara distraerla.  Echaba de menos a su padre, ya que de su madre no tenía recuerdo alguno, pero en su interior creía que, al igual que sus amigas del parque, ella también debiera tener mama. El padre se lo había explicado, pero era demasiado pequeña para entenderlo

Cada vez que el doctor O´Reilly  debía tomar una decisión referente a su vida privada, siempre se refugiaba en esa cabaña, en la que estuvo junto a su mujer, disfrutando solamente de su mutua compañía.  Tenía la sensación de que aún perduraba en el aire su perfume, su presencia, y era el único lugar en el que se encontraba a gusto y hasta tenía la sensación de que ella le hablaba, le sonreía... aunque sólo fuera objeto de su imaginación. Ni siquiera con su hija  acudía a ese lugar, desconocido por todos sus allegados.

Se culpaba de su muerte, aunque lo cierto es que el destino había marcado ese día para que fuera ella la que ocupara  su coche, hasta un taller mecánico para una reparación. Se lo había pedido muchas veces a su marido, pero él tenía poco tiempo, y lo demoraba .  Hasta que llegó el día señalado en su línea de la vida.

Un conductor imprudente, algo bebido, o cansado de conducir toda la noche un enorme camión, no se dio cuenta de que se había cerrado el semáforo.  Probablemente se durmiera, pero el resultado fue que se tragó literalmente el coche que ella conducía,  muriendo en el acto.

 Ya no podía, no quería recordar más. Se levantó de la butaca, y salió al exterior. Lo siguiente al accidente,  no quería  recordarlo; sucedieron horas en que deseaba morir, sin importarle  dejar huérfana de padre también  a un bebe de un año.

Hacía bastante frio; en el aire se notaba el cambio de estación. El otoño estaba finalizando y el invierno llamaba a la puerta insistentemente.  Durante esa época del año, a penas venía a la cabaña. La nieve lo cubría todo. Solía estar varios días en solitario, como si hiciera un examen de conciencia, pero lo que realmente era , es que buscaba el recuerdo de ella, que se materializaba en imágenes y en fotografías, que a veces le hacían llorar, gritar y mesarse los cabellos.

En esta ocasión y coincidiendo con el aniversario, quería reflexionar. Tenía que tomar una decisión importante que implicaría tanto a él como a su hija y, principalmente por ella lo haría. Pero también tendría la responsabilidad de alguien más y le intranquilizaba no sólo el resultado de lo que iba a hacer, sino la otra persona implicada, que no sería su hija solamente.

Tendría que hablar, antes de nada, con los que fueran sus suegros.  Maravillosas personas que le querían y adoraban a su nieta, prueba viva de la que fuera su hija. Sabía lo que ellos le responderían a lo que les dijera, pero era un deber y aunque a remolque lo cumpliría.

Muchas cosas en las que pensar en una fecha importante para él, pero muy delicado por la implicación que todos tenían en el tema.


Había tenido tres días libres de guardias y ello le permitía, a pesar del agotamiento del trabajo, hacer una escapada a la cabaña, solo, sin nadie que le interrumpiera en sus meditaciones. De los tres días, había consumido dos. Ya sólo disponía de uno para tomar decisiones. Había sacrificado el estar con su hija, por tratar de hallar la solución a su problema.  Stella era aún pequeña, pero a medida que crecía, se tornaba más introvertida, y le daba miedo que perdiera su espontaneidad y alegría de la infancia. Elegir una supuesta madre para ella, era una tarea muy difícil, no sólo por la elección de la mujer adecuada que debía contar principalmente con el beneplácito de la niña. Pero también por él. Si la encontraba y fuese aceptada por la chiquilla, se casaría con ella, aunque en su interior rechazaba todo romance, por más que en ocasiones necesitara de una compañera para compartir, no sólo su hogar, sino momentos más íntimos entre hombre y mujer.

Le aterrorizaba la idea de llevarla  a su casa, tratar con la niña y después meterla en su cama. A eso no estaba dispuesto; si lo hiciera sería porque sería su mujer, y eso precisamente es lo que no soportaba: meter a otra mujer en el sitio que ocupara la suya, de la que seguía enamorado.

Emprendió el regreso a su casa. Pasaría el último día con Stella y de paso examinaría el informe , que habían remitido al administrador sobre una tutora para la pequeña. El otro objeto de su vida, el unirse a otra dama, se lo pensaría más despacio.  Iría con tiento, ya que él era muy tentador y lo que importaba sería el bienestar de su hija, y lo suyo... ya vería.


Además de ser un buen médico, era como hombre, muy atractivo. Con buena posición económica, aunque algo huraño y difícil de conquistar. Solía salir con alguna mujer de vez en cuando, pero no a todas las llevaba a su casa. Únicamente lo haría cuando estuviera seguro de que reunía todas las virtudes que él deseaba para hacer de madre de su hija.  Eso era lo que más le importaba, y lo más difícil de lograr. Lo llevaba intentando bastantes veces, y cada vez que pensaba la había encontrado, la invitaba a cenar en su casa para que conociera a la niña, y ésta automáticamente la rechazaba, por muchas carantoñas que la hiciera. Y eso era un requisito indispensable para él. Hasta que llegó un momento en que se dio por vencido, al menos durante una temporada. Así que contrató a la tutora, al menos para que se ocupase exclusivamente de Stella.

Posiblemente la conocería al día siguiente en que el administrador la había citado para entrevistarla y con arreglo a eso, la contrataría o no. Ya se vería. No quería que la niña la viera hasta no estar decidido para que no se frustrase a la pequeña. Debía estar con la niña todo el día; no tendría otra ocupación más que ella.
Le daba igual la edad que pudiera tener, pero si fuera joven, mejor, para que la pequeña no sintiera miedo ante sus órdenes.

Se reintegró al hospital a primera hora de la mañana del día después de su llegada del retiro. Había examinado los informes mostrados por el administrador en el que tenía plena confianza, y eran satisfactoriamente buenos. Además tenía  un punto a su favor:  era una mujer joven y por lo visto bastante buena en su trabajo. Dio la orden de que la contratase firmando el contrato, y él la conocería al día siguiente al salir de la guardia de esa noche.

RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora: rosaf9494quer

Edicion: Diciembre de 2020

Ilustraciones: Internet

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