lunes, 7 de diciembre de 2020

Doctor O`Reilly - Capítulo 12 - Propuesta

 Se acercó casi con miedo y la dio un beso en la mejilla. El roce con su piel, el aroma de su perfume, le hicieron cosquillas  en el estómago en contra de su voluntad.  Debía permanecer sereno y firme. Se jugaba mucho en esta entrevista y ella era un contrincante digno de tenerse en cuenta. No sólo estaba en juego su pretensión personal, sino la felicidad de su hija que no tenía culpa de nada y estaba ajena a lo que él tramaba.

Permanecían uno frente al otro taladrándose con la mirada, sin hablar, sólo mirándose. El silencio lo rompió el médico:

- ¿ Me dejas pasar ?

- Si, si, claro.  Perdona no sé en que estaba pensando

- Pues seguramente en lo mismo que yo. No nos engañemos, me siento atraído por ti, por tu carácter, por lo segura de ti misma que eres, y porque eres una mujer preciosa. Si a eso añades que eres el delirio de mi hija, pues ata cabos.  Estoy muy nervioso. Es la primera vez que una mujer se me resiste, pero no es por ese motivo, precisamente, sino porque en ello me va la vida y el bienestar de mi hija. Te has convertido en una pieza clave para mi vida

- Aidan, pongamos las cosas en su justo término. Pero pasa. Estamos en la puerta.

Ambos estaban nerviosos y se reflejaba perfectamente en la forma de comportarse de ambos. Kyra delante, Aidan grabando su figura en su memoria. Le condujo hasta un salón sencillo, con pocos muebles, juvenil y sin pretensiones. Nada que ver con su salón, pero precisamente eso  era una de las cosas que le atraía  de ella: la sencillez y verdad que siempre expresaba.

- ¿ Quieres tomar algo? - le preguntó sonriendo

Con los nervios que Aidan tenía no le apetecía nada, pero tampoco quería desairarla y respondió escueto:

-Vengo de casa de mis suegros de una comida familiar, así que desearía un vaso de agua, por favor.

Ella le sonrió más ampliamente. Le conocía bien y sabía que estaba nervioso ante la trascendente conversación que iban a tener. Pensó que más adelante probablemente tomaría un whisky.  Ella también lo estaba, pero había tomado una decisión y el tener esa certeza, hacía que estuviera más segura del terreno que pisaba.

Al verle tan frágil, tan inusual en él, se hubiera tirado a sus brazos y le hubiera abrazado, porque ella sabía a qué se debía esa visita, esa petición y en que consistía, y pese a todas las trabas que el contrato tuviera, sabía que le diría que sí . Que aceptaba lo que él dispusiera, que renunciaba a todo lo que más ansiaba, pero al menos, aunque siguiera siendo la tutora de Stella, podría verle y hablar con él e incluso discutir. 

Su falta de empatía hacia ella, y sus trabas sexuales, no eran nada comparable, a la angustia que había vivido durante un año por no poderle ver. Por no haber podido rebatir sus órdenes, y también su amabilidad, porque había veces que le odiarías y otras le amarías profundamente, y eso justamente es lo que la ocurría a ella.

Era como un niño perdido despertando a la vida. Le miraba y notaba que su corazón se derretía, y daría cualquier cosa porque el beso de la mejilla se lo hubiera dado con pasión y no por cumplir , como ritual en la buena educación. Se enamoró de él casi en el preciso instante de su primera riña, pero ella guardaba dentro de sí ese secreto, porque a medida que le iba conociendo más, sabía que nunca ese hombre magnífico, amaría a otra mujer que no fuera su difunta esposa. 

Mientras estuvo a su servicio, había días en que hubiera dado media vuelta y se hubiera marchado de su casa, y sin embargo otras era tan amable y obsequioso que le amaba profundamente. Había estudiado detenidamente la situación que se la planteaba si le decía que si. Que aceptaba esa cláusula arbitraria, y que la cambiaría  si fuera posible renunciando a todos los derechos que él pudiera adjudicarla. Que todas las riquezas y reconocimientos del mundo entero, no tendrían valor al lado de sentirse amada y deseada, siquiera por una noche entre los brazos del doctor 
O´Reilly, que la poseía cada vez que pensaba en él. Y que por esa razón perdería autonomía con gusto, por las comidas, o las cenas, o alguna que otra charla en el salón viendo televisión, o narrando un cuento a Stella antes de dormir, porque de esa forma se sentía esposa, aunque después de eso, cada uno se dirigiera a una habitación distinta. Sí, sabía donde se metía y lo 
aceptaba no de buen grado, pero sería la única manera de tenerle.

Y volvió a pisar la Tierra, cuando la voz de él se escuchaba solemne, preocupada, pero decidida.

- Te vuelvo a hacer la misma pregunta que formulé hace un año ¿ Quieres casarte conmigo? Todo lo que yo posea será tuyo. Tendrás todos los derechos del mundo a tu disposición, pero tan sólo hay algo que estará vedado. Podrás y podré hacer la vida que cada uno como queramos. Siempre y cuando no dejemos en evidencia a la otra parte. Dispondrás de una asignación mensual para tus gastos, para lo que tú quieras, siendo el mantenimiento de nuestro hogar por mi cuenta. Seguirás siendo la orientadora de Stella y la llevarás y recogerás del colegio a diario, excepto si tienes algún compromiso de tu parte con amigos, o simplemente ese día, por la causa que sea no puedas ir a llevarla o recogerla, en tu lugar lo haría Felicity.

-Que podrás como señora de la casa, organizar las comidas y todo en cuanto se refiera al hogar. Recibir amistades etcétera. Todo lo que una ama de casa hace habitualmente. Quizá tengamos que asistir juntos a algún acto referente a mi trabajo, eso si te apeteciera. No deseo forzarte  a realizar lo que no quieras.
Tan sólo hay algo que no tendremos, y no saltaremos bajo ningún concepto: relaciones sexuales entre nosotros. Dormiremos en camas separadas y podrás elegir la habitación que gustes, menos la mía.


Sé que te pido demasiado, porque a mi mismo me lo exijo, pero ya lo sabías . He traído una copia del "contrato". Analízalo concienzudamente y si aceptas lo firmas. Yo ya lo he hecho. Nos casaríamos en cuanto los trámites estuvieran listos y si aceptas, el lunes iniciaría las licencias y demás. Quiero que lo aceptes, necesito que lo aceptes, pero también entenderé que lo rechaces.
Si decides ser mi esposa, nos casaríamos en el espacio más breve que pudiéramos. Yo seguiría trabajando y tú puedes hacer lo que desees: trabajar o permanecer en casa.  Y esta es mi proposición.
- Dame ese duplicado - dijo ella seriamente

- Estúdialo primero. No firmes sin saber lo que haces. Va a ser para siempre, y aunque lamentaría que lo rechazaras, lo entendería. Es algo muy fuerte para una mujer joven y hermosa como eres tú, pero de momento es lo que hay.

- ¿ De momento? ¿Quieres decir que hay una posibilidad que  se reviertan las cosas?

- Hoy por hoy, no. Pero tampoco puedo asegurarte que sea así para siempre.

- Dame el bolígrafo-. Y con la cara algo triste, estampó la firma en ese contrato sui géneris seguramente único en el mundo, y única ella por admitirlo.

- Ahora si, por favor dame un whisky si tienes - la dijo él  suspirando aliviado.


¿ Qué he hecho? Se preguntaba ella mientras disponía todo para la copa; ella también necesitaba otra. Se consolaba así misma diciéndose que estaba segura que con el tiempo él se olvidaría de esa maldita cláusula y todo sería como es debido. En el aspecto sexual, no le conocía, bueno en muchos aspectos era desconocido para ella. Pero le creía un hombre ardiente; era joven y llevaba bastante tiempo viudo, y aunque saliera con alguna mujer de vez en cuando, era todo muy diferente a tenerla al lado siempre que quieras y como quieras.  Eso era su única respuesta que se repetía mil veces como para convertirla en realidad.  Ya no había vuelta atrás: había dado su palabra de acatamiento y cumplimiento del contrato, en esa firma.

Cuando Aidan terminó su copa, se levantó la besó y la dio las gracias.

- Mañana estate lista a las diez. vendré a buscarte, charlaremos nosotros solos de lo que se te ocurra, y a las doce iremos a recoger a Stella y conocerás a mis suegros. Quiero que te conozcan.

- ¿ Y por qué a las diez? Si son las doce cuando...

- Porque deseo estar contigo todo el tiempo que pueda. Cuanto más nos veamos, más nos conoceremos, y la vida será más fácil - respondió como siempre cortante y seguro de sí mismo

Eran órdenes más que peticiones. ¿ Adónde había ido la inseguridad que sintiera cuando llego a la casa? Debiera acostumbrarse a esa forma de solicitar las cosas, pero eso ya lo sabía de antes, y además sería lo menos sacrificado en todo este extraordinario embrollo en que se habían convertido sus vidas por mor del doctor O´Reilly y sus sentidos de culpa.


RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora: rosaf9494quer
Edición: Diciembre 2020
Ilustraciones: Internet

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