sábado, 5 de diciembre de 2020

Doctor O´Reilly - Capítulo 6 - Un día de libranza

 Miró el reloj y comprobó que era de madrugada. Kyra se rebulló un poco al notar el calor de la manta, pero sin soltar la mano de la pequeña, algo que hizo sonreír con ternura al médico. Qué era lo que le sucedía. Se había jurado una y mil veces que jamás volvería a fijarse en una mujer, y sin embargo ahora, no podía despegar los ojos de ella,  de su rostro, que dormía apacible.

Kyra miró rápidamente en dirección a la cama de la niña que seguía durmiendo en la misma postura.  La habitación estaba en penumbra, tan sólo alumbrada por una tenue luz de la lamparita de la mesilla de Stella con unos muñequitos que giraban sin cesar. Se dio cuenta que sobre sus rodillas había una manta abrigándola.  Ella no la había puesto, pero enseguida se dio cuenta de  que había alguien enfrente de ella que la observaba con detenimiento. Era él, que había regresado de sabe Dios dónde. Le preguntaría a Felicity a dónde iba durante tantos días y regresaba tan triste y desmejorado. Suponía que sería algo relacionado con su mujer, pero no imaginaba la cruda realidad.

La indicó que salieran fuera de la habitación para no despertar a la niña. En el pequeño pasillo que unía a todas las habitaciones de esa planta hablarían y así ella no se despertaría:

- ¿ Ocurre algo ? Me he asustado cuando he abierto los ojos y le he visto

- No, tranquila, no ocurre nada. Sólo quería preguntarle si durante mi ausencia ha habido algo anormal en Stella.

-¡ Oh no !, nada en absoluto. Se ha portado bien, como siempre. Es una niña preciosa y muy buena. Sólo que ...

-Solo que...

-Le ha echado mucho de menos, especialmente hoy, y no sé por qué. No ha querido cenar y a duras penas conseguí calmarla. La leí dos cuentos, hasta que al fin el sueño la rindió.

- Las rindió...

-¿ Cómo dice ?

- No importa. He querido decir que ambas se durmieron.

-¡ Ah, ya ! Perdón por el despiste

- Vaya a descansar, yo me quedo  con ella. Duerma cuanto quiera. No madrugue. No empiezo a trabajar hasta mañana por la noche, así que esté tranquila.

- Bien. Si me necesita no dude en llamarme. Buenas noches

- Buenas noches - respondió él viéndola dirigirse a su apartamento.

Si la necesitase. ¡ Pues claro que la necesitaba ! Y cada vez se reafirmaba más en que sería una madrastra increíble.  No le gustaba esa palabra, tenía connotaciones ásperas y no de cariño y comprensión. Una vez ella desapareció de su vista, dio media vuelta y entró de nuevo en la habitación de su hija. Cuando entrase más la mañana llamaría a su floristería y solicitaría que enviasen un ramo de rosas blancas a su propia casa, pero con un nombre en el sobre Kyra. Y en su interior una tarjeta que dijera:  "Gracias" O´Reilly.

Cuando saliera de cumplir las guardias, la concedería el día de permiso que la correspondía por su suplencia mientras estuvo fuera. Que ella lo eligiera; debía ser condescendiente porque se mostraba en extremo cariñosa y había conseguido que la niña recobrara la alegría que por edad la correspondía. Eso era impagable. Su comportamiento no había variado desde el primer día que entró a trabajar  y seguía comportándose de igual modo respetuosa y educada. Estaba claro que las primeras horas de su permanencia en esa casa, no habían sido fáciles para ella, pero se supo ganar el aprecio de todos.

Kyra se metió en la cama después de despedirse de O´Reilly y al instante se quedó dormida. Era ya medio día cuando se despertó sobresaltada. Miró el reloj alarmada y de inmediato, tras ducharse, se vistió y bajó las escaleras corriendo. Llamó en la biblioteca y no había nadie. Fue en busca de Felicity y ésta la hizo entrega del ramo que habían enviado de la floristería en nombre del médico.  Se quedó sorprendida, pero era la ocasión propicia de sonsacar a su amiga lo que le ocurría al doctor.

Felicity la contó la triste historia del médico y el horrible accidente que costó la vida a su mujer dejándole en la más absoluta desolación y a una bebe de un año huérfana, y el cambio tan radical que sufrió desde entonces. Se le había agriado el carácter no siendo el mismo de antes. 

 Entonces comprendió muchas cosas, al tiempo que sentía una pena inmensa , no sólo por él, sino por la niña que ni siquiera recordaba a la madre. Se le puso un nudo en la garganta. y miraba las rosas de otra manera. Había conocido el porqué de sus ausencias y de algunos días su soledad.  Stella era el retrato vivo de su madre, de ahí que nadie quería que rozase su fotografía.

Tardó dos días en volver a verle. Le dio las gracias por las flores y al tiempo le pidió el día libre. 

- La dije que lo tomara cuando quisiera. Durante esta semana tengo trabajo sólo por la mañana y el fin de semana libre, así que usted elige

- Si no le importa el próximo sábado.  Es el cumpleaños de un buen amigo mío y va a celebrarlo con una comida familiar.

- ¿ Es muy amigo? - la preguntó

- Si, desde hace años. Hicimos juntos el bachillerato.  ¡ Ya ha llovido desde entonces!-contestó ella

- Bien Kyra. Tómese el día libre - respondió

Pero ella notó un cambio brusco entre sus amables palabras del inicio de la conversación, y la frase final, escueta y cortante, dando por terminada la conversación.

De acuerdo con el contrato de trabajo que tenía firmado, podía llegar de noche hasta las doce. Sería un día perfecto James, su amigo la quería mucho y no sólo como amiga. Pero había quedado claro entre ellos que sólo les uniría la vieja amistad. Se arregló con esmero y eligió uno de los vestidos que más la favorecían. Casi nunca salía y si lo hiciera, siempre era con él. Y la gustaba la reunión que iban a tener: un par de amigos comunes y ella. Antes de acudir a casa de Jimmy, le compraría un regalo; quizás un libro.

La reunión fue perfecta. Necesitaba un día como el que habían pasado. Había estado relajada en todo momento. Sabía el terreno que pisaba y no había tensión entre ellos. Era muy distinta a la acumulada cada vez que O´Reilly la llamaba para darla algún encargo. Se les había ido el día sin darse cuenta y ya eran las doce. Debía regresar a la cruda realidad.

James la acompañaría e irían dando un paseo.  Hacía una noche espléndida y ellos estaban contentos. Frente a la casa se despidieron, dándose un beso en las mejillas, y quedando para repetirlo otro día.  La vio entrar y él llamó a un taxi para regresar a su casa.

Tras el ventanal de su despacho, unos ojos inquisitivos esperaban a que ella estuviese en su apartamento, y hacia allí se dirigió con no muy buenas intenciones.


RESERVADO DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGT

Autora: rosaf9494quer

Edición. Diciembre 2020

Ilustraciones: Internet

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