viernes, 4 de diciembre de 2020

Doctor O´Reilly - Capítulo 5 - Una cabaña en el bosque

 En carretera, y aunque  faltasen varios kilómetros hasta llegar a la cabaña, Aidan O´Reilly comenzaba a sentir la misma sensación de siempre. Dolor, incertidumbre, soledad y desesperación. ¿ Nunca conseguiría mantenerse en paz? ¿ Nunca olvidaría la terrible sensación de culpa? Si hubiera llevado el coche al taller para el arreglo del airbag, probablemente su mujer estaría aún viva, y no tendría estos debates consigo mismo sobre lo que es correcto hacer y volver a empezar de nuevo. El tiempo pasaba, pero él, al llegar la fecha del aniversario, se sentía más derrumbado. 

En lugar de estar con su hija, estaba devorando kilómetros, porque únicamente en la cabaña encontraba la paz sin dejar de buscar las respuestas que nunca llegaban.


La había dejado al cargo de Kyra, que estaba resultando eficaz y competente.  Demostraba su cariño hacia Stella, y lo más importante la niña hacia ella. Quizás estaba mirando muy lejos, y lo tenía muy cerca. Pero era descabellado. Sólo sabía de su vida por el currículo presentado para optar al puesto de tutora, nada más. Era muy bonita, así que no sería de extrañar que tuviera pretendientes a montones, pero el caso era que nadie la llamaba nunca. Bueno eso que se supiera, porque hoy día con los móviles tienes acceso a cualquier hora y en cualquier lugar.

-Es una idea descabellada. Yo tengo un fin, y no me importaran lo medios, pero no con ella. No merece atarse a un hombre que no la quiera, que sólo mire asegurarse el bienestar de su hija. Además no creo que le caiga muy bien. Siempre se muestra inquieta cuando está en mi presencia. Además mis condiciones son bastante especiales. No, ni siquiera lo intentaría.

 Después de tanto divagar, al fin se encontró en el sendero que llevaba hasta la cabaña. Allí se sentía libre. Eso era lo que pensaba, pero en realidad estaba prisionero de un recuerdo irreversible, preso de sus propias culpas, porque no las tenía. El remordimiento le hacía ver errores donde no los había. Estaba proyectando un futuro no muy lejano con el único propósito de proteger a su hija, era lo único que le importaba. Él creía no merecer felicidad alguna, no mientras ella estaba sepultada  y él viviendo.  No habría más una esperanza para él.



Pensando así, sin embargo, no le importaba unirse a otra nueva mujer a sabiendas que no la amaría, y de eso no sentía remordimiento, porque siempre ponía por delante la felicidad de Stella. Pero daba la casualidad de que la niña con quién era feliz era con una sola persona y justo él la rechazaba. Reunía todas las condiciones que él mismo se había impuesto para llegar a estar nuevamente unido a una mujer, y a decir verdad, eran demasiado estrictas, porque en esa especie de contrato que firmarían ambos, prevalecería una cláusula de difícil cumplimiento.

Serían marido y mujer, pero ninguna relación sexual. Cada uno de ellos podrían tener la vida que les apeteciera, incluido relaciones con otra persona, pero no, con quién se había casado. Era arbitrario y nada común. Por eso no encontraba a nadie, a pesar de ser un gran partido como pretendiente. Y se movía en un círculo vicioso, porque siempre volvía al mismo punto de partida y a la misma persona. Ella sería la "madre" perfecta para Stella, pero sería muy difícil mantenerse alejado. Y había una segunda parte: su opinión. La opinión de Kyra que creía no fuera favorable a ese especie de acuerdo que truncaría su vida. Totalmente descartada.

No reconocía que poco a poco se estaba sintiendo atraído por la tutora, aunque sus relaciones jefe-empleada, seguían lo mismo. Aunque ella no estuviera relajada en su presencia y a veces le mirara con ojos extraños.

- No sé si tiene a alguien en su vida, pero sólo espero que nos abandone cuando mi hija tenga la suficiente edad como para no necesitar tanto una madre. No seas iluso, va a necesitarla siempre.¿ Crees acaso que la vida para ella va a ser fácil? La pondrás el mundo a sus pies, pero no sólo son cosas materiales las que complace a una persona. Están las afectivas y tú, so pena de que te jubiles, tienes mucho carrete por delante. Además quién te dice que dentro de unos años, cuando ella vuele por si misma, te encuentres totalmente solo y necesites una mujer que te acompañe. Será demasiado tarde. Así que desecha esa idea descabellada.



Abrió la puerta y siempre le recibía el mismo aroma, que él identificaba como el que usaba su mujer, pero eso era lo que él quería creer, porque lo cierto el olor correspondía a un ambientador que utilizaba la señora que cuidaba de la casa, al final de su limpieza. Pero en su soledad, él así lo creía. Por eso le gustaba venir siempre, aunque no fuera la fecha del aniversario de su muerte o de su casamiento.

Allí pasaron horas felices. Allí buscaron tener continuidad, y allí pasaron las vacaciones y el embarazo. Recuerdos muy intensos como para poderlos olvidar. Aún la fecha de su desaparición estaba cercana. No podía hacerlo, no podía meter en su cama a otra mujer ostentando en título de esposa. por muy buena y bonita que fuera.

El, además de perder a su mujer, perdió el sentido de la belleza. Todo lo encontraba feo y oscuro y es que le faltaba la luz principal de su vida. Cuando tuvo a Stella entre sus brazos se sintió que era feliz completamente. ¡ Infeliz! no sabía la pesadilla que la vida le guardaba poco tiempo después.

Pero algo iba cambiando a medida que pasaba el tiempo y conocía mejor a Kyra.  Se resistía a admitir que la chica le interesaba. Y además se mostraba hosco en su presencia: quería que le odiase, pues de este modo justificaría ese sentimiento que, sin saberlo, sin darse cuenta, se abría paso en su corazón.

No era justo con ella. No tenía motivos para enfadarse con la persona que mejor atendía a Stella, que según él era el motor de su vida. Lo normal era que le fuera indiferente. Que la tratara con el debido respeto como jefe ante una empleada, pero no tenía que ser brusco ni mal educado con ella, porque de ese modo sólo conseguiría asustarla. También pensaba que Kyra estaba en la flor de la vida, eso suponiendo que no estuviera enamorada de alguien, y por lo tanto ni pensar en que  aceptase tan descabellado asunto. Ella tenía que poner todo de su parte ¿ y él? Era una mujer joven en plenitud y en algún momento su cuerpo reclamaría lo que, además por ley, la correspondía ¿ Estaría él dispuesto a dárselo? ¿Lo admitiría si buscaba ese desahogo en otro lugar fuera del hogar?


¿ Estaría dispuesto a que le pusiera los cuernos? Seguro que no. Pero el caso era que él mismo había redactado ese contrato prematrimonial, con los derechos y obligaciones. Y había una cláusula muy específica: " cada uno puede hacer su vida sin ridiculizar al otro. Nada de relaciones sexuales, ni reclamaciones ..." Si él podía hacerlo, ella también.  Además era una mujer muy segura de sí misma, aunque delante de él se muestre insegura. Pero no admitiría tal dislate. De manera que ella no sería candidata en nada.

Encendió la chimenea y se hizo un café. La casa estaba destemplada al no estar habitada, pero era confortable y se encontraba a gusto en ella. Nunca había traído a nadie, ni siquiera a su hija. Era su rincón sólo para él. Nadie más tenía derecho a profanar ese santuario.
Su voz interior, cada vez le sermoneaba con más frecuencia:

- Debes ir al médico. A un psiquiatra. muchacho, no estás bien. Vas a volverte loco. Estás en un continuo sin vivir entre una y otra y debes elegir y tratar de olvidar .  Volver a tu vida normal, de lo contrario siempre estarás con las dudas y posiblemente termines neurótico. Tienes una responsabilidad para con los pacientes a los que atiendes. Les debes atención porque su vida depende de tí, pero estás muy perdido en otros asuntos. Debes aclararte, de lo contrario nunca encontrarás ni la paz ni la felicidad.

Y entre tanto desasosiego pasó la semana sin conseguir aclarar nada. Recogió su ropa y regresó a casa, a su otra casa. Era mediodía, no tenía hambre, así que se puso en marcha; ya comería algo por el camino, o tomaría un bocadillo cuando llegase. 
Ya era de noche. La casa estaba en silencio. Entró sigilosamente. Lo primero que hizo fue ir a la habitación de su hija. Seguro que Kyra también dormiría. Abrió la puerta despacio para no despertar a la niña y se quedó mirando el cuadro que tenía ante él.
Efectivamente Stella dormía plácidamente. Su manecita agarraba la de Kyra, que junto a su cabecera, en un sillón, también dormía. La escena le enterneció y se confirmó en que ella era la idónea para hacer de madre. Buscó una manta y se la puso sobre las rodillas, después cogió otro sillón y se puso al otro lado de la cama de su hija.

RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora: rosaf9494

Edición:  Diciembre 2020

Ilustraciones: Internet


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