viernes, 29 de julio de 2016

Volver a los diecisiete - Capítulo 5 -Jóvenes amantes

Repasaba en su memoria, una y otra vez, la letra de la canción.  Es como si estuviera escrita para ella, sólo que ,la mujer de esa letra, había encontrado el amor, y ella,estaba muy lejos de tenerlo. De repente se había vuelto nostálgica. Levantó la vista hacia arriba, admirando la copa de los frondosos árboles que comenzaban a poner sus hojas de color dorado. Contemplaba la belleza  en esta estación, una de las mejores para disfrutar en Madrid. Llamó su atención el canto extraño de un pájaro y le buscaba entre las copas de los árboles. Detuvo su andar justo en medio de la calzada, por donde las bicicletas tenían via libre para su circulación. Extasiada con el canto del ave, no se dio cuenta de que una bici le hacía señales de que debía apartarse del carril. Ni siquiera lo escuchaba, así que el ciclista optó por echar un pié a tierra y llamar su atención con el vehículo parado,  de lo contrario corría el riesgo de atropellarla.

— Tenga cuidado. No puede ir por la vida tan despistada.

 Entonces se dio cuenta. Ante ella estaba de nuevo Adolfo

— ¡ Pero bueno!¡ Qué casualidad !
—Tu nombre es Carmina ¿verdad?

                                                   ..
Él se apeó de la bicicleta para acompasar su paso al de ella, y entablaron una conversación intrascendente.  Al cabo de un rato, Adolfo dijo

— Se me ocurre una idea. Te invito a comer, y seguiremos nuestra charla ¿ ¿Vale ?
— La verdad, no sé qué contestar—  respondió Carmina
—Por ejemplo di si

Ella lo pensó durante unos instantes. Le resultaba violento aceptar la invitación, apenas se conocían. Sin embargo le agradaba. Aceptó mirándole a los ojos y con la más feliz de las sonrisas.

— Muy bien. Iré a casa, me cambiaré de ropa y enseguida volveré a buscarte. Vivo cerca. A no ser que quieras venir a mi casa....
— No. Mejor te espero aquí
—Vivo ahí enfrente

 Dijo señalando un edificio, que ella siguió con la mirada

—  En media hora estoy de regreso.  No te marches, ni te muevas de aquí.

Él sonreía. ¿Sería el comienzo de una gran amistad?  Media hora es lo que tardó en regresar impecablemente trajeado.  Carmina le miraba, y pensaba : " es muy guapo y educado " ...  Adolfo pensaba: " tiene una sonrisa que quita el sentido.  Su marido debió ser un cretino si despreció a esta mujer, por otra más joven.  En fin ..."

Una vez instalados en el coche de Adolfo, decidieron dónde ir y eligieron de nuevo Jockey.

— Tengamos un mejor comienzo—  apostilló Adolfo
-—Bueno en definitiva no fue tan malo, pudimos conocernos—.  y ambos rieron.

El almuerzo fue agradable, relajado. Habían limado todas las asperezas y pasaron una tarde muy amena y divertida.  Al salir del restaurante pasearon y poco a poco su conversación derivó hacia sus vidas personales.  Ambos se sinceraron y cada uno de ellos contó al otro su transcurrir por la vida.  Adolfo escuchaba con atención el relato de Carmina. La escuchaba en silencio comprendiendo la frustración de ella durante la mitad de su vida.  Adolfo contó sus andanzas juveniles, y la decisión que le llevó  a permanecer soltero.                                      

— Observé la vida de mis amigos, siempre con las mujeres y después con los niños...  Siempre controlados por ellas. Pensé  que esa vida no era para mi.  Podía disfrutar  a mi antojo. Salir con cuantas mujeres quisiera sin comprometerme a nada, sin ataduras...Y de esta forma el tiempo fue pasando y llegué a los cincuenta.  De un día para otro mis salidas con chicas se espaciaron; me aburría esa vida, me cansaba.. Un día pensé que me había equivocado: mis amigos habían formado una familia, yo estaba solo. El silencio de mi casa me agobiaba, pero ya era tarde para pensar en una estabilidad familiar. Era demasiado mayor. Seguía saliendo con mujeres, pero ahora las que aceptaban mi compañía lo hacían por mi status y por mi dinero.   Eran bastantes más jóvenes que yo y no lo hacían por mi atractivo, sino para disfrutar de los elegantes lugares a los que les llevaba y por qué no decirlo,  mi abultada cartera.  Mis relaciones íntimas con ellas ya no tenían atractivo para mi, eran monótonas, cumplidoras , faltas de entusiasmo...

   El se detuvo en su relato y la miró:

— Es curioso. Ambos hemos " desnudado" nuestros más íntimos sentimientos sin apenas conocernos, pero nos comprendemos perfectamente.
— Eso es porque a nuestra edad, hemos andado la mayor parte del camino y, hemos dejado en él prejuicios que antes sentíamos.  Ahora lo vemos todo con otro prisma diferente. " La vida es la mejor escuela ", decía mi madre.  Y tenía razón. ¡Si las cosas se supieran... Si la experiencia la tuviéramos nada más nacer...!—  comentaba Carmina lamentándose
— Quizá no cometeríamos los mismos errores, pero haríamos otros.  Los seres humanos somos así: no escarmentamos— dijo Adolfo


El coche se paró delante del portal de Carmina. Se bajó  y solícito abrió la portezuela del lado de ella.  Se despidieron y quedaron en verse.   Se besaron en ambas mejillas como dos buenos amigos.  Al día siguiente se verían de nuevo, a las doce.  Tomarían el aperitivo, después almorzarían y por la tarde verían qué hacer.  Pasarían el día juntos.  Ambos gozaban de la compañía mutua; no les faltaban temas de conversación.

De vez en cuando se miraban fijamente, como queriéndose decir con la mirada  lo  que sus labios ocultaban.  Sonreían con frecuencia, se sentían atraídos.  Ella sentía en su interior algo que había olvidado hace tiempo:  en su estómago sentía una sensación de nerviosismo e impaciencia.  Era como lo que los poetas decían "revolotear de mariposas".  No podía haberse enamorado de nuevo, en tan corto espacio de tiempo y sin apenas conocerse, pero esa sensación le hacía regresar a su juventud.  Sentía el mismo entusiasmo como cuando empezó a salir con el que más tarde sería su marido. Conocía esa sensación por haberla vivido antes

—¡ Por Dios, a mi edad!—  pensó,  al tiempo que miraba de reojo a Adolfo

Con ser el mismo sentimiento, era distinto. Ahora más reposado, pero igual de intenso.  Pensó que se había quedado viuda demasiado joven y además estaba la frustración de su matrimonio. Su edad era de cincuenta y seis años, pero sin duda su biología se había quedado en los cuarenta.  Una edad plena para la mujer, joven, pero para ella....  Sólo había tenido despego por parte de su marido.

-- ¿ Qué me ocurre con esta mujer ? -, se preguntó Adolfo.

Había "corrido" lo suyo, sin embargo con ninguna  con las que había estado sentía tanta paz y serenidad como con Carmina.  La opinión sobre ella era excelente:  buena compañera de charla, educada, dulce y bonita.  La transparencia de su mirada le encantaba. Sus ojos revelaban lo que pensaba, no había maldad en ellos ,  podías leer sus pensamientos.  Su sonrisa era la más dulce que había visto nunca.  Con ella podía hablar de cualquier tema.  Había abierto su corazón confesándola sus andanzas de hombre soltero,  sin escandalizarla.  Quizá la edad de ambos y  las experiencias vividas,  les permitían hablar sinceramente, sin cortapisas.

Carmina no era una mujer de mundo, pero él podía transmitirla un mundo nuevo, de nuevas sensaciones ya olvidadas tiempo atrás, nuevas aventuras, una nueva vida sin monotonías ni rutinas.  Él nunca había sentido "aquello" que sentía por  ella.  Ansiaba que las horas corrieran para estar a su lado nuevamente, y pensaba  " es ternura lo que me inspira, nada más" ...¿ Nada más que ternura?  Una voz interior  le anunciaba que podía significar algo más profundo.  Quizás estuviese jugando con fuego.   No le importaba sólo quería poder verla y estar a su lado y protegerla ¡ Era tan vulnerable ! ...


Llamó por el portero automático a casa de Carmina y apareció ante sus ojos vestida elegantemente. Tenía lo que las mujeres definen como "clase".  Tenía un buen cuerpo, a pesar de la edad, y todo la  sentaba bien, porque además era elegante por naturaleza.    Una amplia sonrisa adornaba su rostro. Él la miraba con admiración.  Se dieron los buenos días y se saludaron con un beso en las mejillas, como hicieron la noche anterior.  Al percibir el roce de su piel en los labios, Adolfo sintió algo nuevo en su interior y de nuevo las mariposas revolotearon en el estómago de Carmina que pugnaban por "salir volando"  Cortés y educado como era, acompañó a Carmina hasta su asiento en el coche. Después dando un rodeo se sentó en el suyo, a su lado. Fue entonces cuando girando el cuerpo y mirando a Carmina, la preguntó:



                                         
—¿ Dónde quiere ir mi bella dama? — . Ella rió complacida y dijo:
— Donde mi caballero me lleve — y, jocoso, él respondió:
—Hacer a un hombre ese comentario, es muy peligroso...
— ¿ Por qué ?  Confío en mi caballero — . El la miró fijamente y, al cabo de unos instantes comentó:
— Te pondré el cinturón.  Permíteme, se atasca un poco ...

Se aproximó a ella para  asegurar el cinturón.  Sus rostros se acercaron y Adolfo no pudo evitar besarla en los labios.  Fue un beso suave, corto, fugaz, pero Carmina no se sorprendió, había deseado que lo hiciera.  Adolfo no sólo no se excusó, sino que repitió otra vez, pero ahora sería más intenso y Carmina le correspondió posando su mano en la mejilla de él, mientras éste la abrazaba.

Ambos deseaban que el mundo se parase allí mismo, en ese instante. Estaban enamorados aunque les costase reconocerlo.  Ella volvió a su adolescencia en cuestión de segundos y sintió la misma felicidad del primer beso a sus diecisiete años. Amaba a aquel hombre que había llegado a su vida de forma inesperada y que sabía despertar aquel sentimiento tan especial. Se sentía como la dueña del universo, la más guapa, la más amada,  cada vez que Adolfo posaba su mirada en ella o rozaba ligeramente su mano. 
Él había tenido entre sus brazos a muchas mujeres pero, los sentimientos que  Carmina había despertado en él,  nunca los  había experimentado. Sus tibios  y dulces labios junto con la caricia que le había dado en la mejilla mientras la besaba, le hacía pensar que era correspondido  de la misma forma.  No obstante, pensó que debía disculparse ante ella


— Perdóname.  No sé cómo ha ocurrido.  Te ruego me perdones, yo no quería ...
— ¿ No deseabas besarme ?
— Si ... no sé...  Me provocas algo desconocido para mi, algo que nunca he sentido, a pesar de mis años.  He besado a otras mujeres, ya lo sabes, pero contigo ha sido diferente.  Como si pisará sobre una nube...  Lo siento no puedo describirlo...
—  Yo me siento atraída hacia ti. Te he contado mis más intimas experiencias, pero creo ... que me he enamorado de ti.  Estoy confusa. No sé cómo debo actuar.  Por un lado este sentimiento me hace vivir, aunque sé que es una utopía.  Has defendido tu independencia hasta ahora y sé que no la perderás, pero no me importa. Sé que pronto terminará todo, pero tengo más vida contigo, con alguna caricia tuya, que durante todos los años que permanecí casada.  Me basta una tarde a tu lado para sentirme viva.  Con mi marido me acostumbré a su indiferencia, creí que era la forma normal en que los esposos  tratan a sus mujeres: la costumbre. Me sentí una mujer florero, aunque entonces no me daba cuenta, hasta que te conocí. Contigo me siento una reina.  Pero no me importa. Cuando todo termine me quedará el recuerdo de lo que hemos vivido
— Me desconciertas Carmina.  Dices estar bien conmigo y al mismo tiempo das por sentado que vamos a terminar, cuando apenas hemos empezado...
— Porque sé que no estás enamorado de mi y al cabo de un tiempo seré un recuerdo en tu memoria, una muesca más en tu cinturón.  Adoras tu libertad, tu forma de vivir sin comprometerte con nada ni con nadie. Saboreas los placeres de la vida.  Yo soy una casualidad en ella, una novedad porque me has conocido de forma distinta, alguien con la que puedes hablar de cualquier tema, alguien que sabe escuchar.  Por si todo esto fuera poco, está mi familia, mi hija Raquel sobre todo... Sé que no aceptará mi relación con cualquier hombre... Ella adoraba a su padre y piensa que debo llevar luto eterno por él, que mi deber es permanecer así con ellos y con mis nietos, sin nadie más en mi vida.  De vivir en la India antiguamente, me hubiera quemado en la pira al morir su padre.  Lo nuestro de llegar a algún sitio, está condenado de antemano.


— Pero no sabes lo que siento por ti.  También yo me he enamorado y haré lo que sea por defender lo nuestro.  Hablaré con tus hijas, les haré comprender que no es un juego. No a nuestra edad. Que es algo más importante de lo que se imaginan y que la vida no ha terminado para nosotros, sino que comienza ahora, en este instante.  No deseo  otras mujeres, te quiero a ti. Sólo quiero estar contigo, unir mi vida a la tuya. Me infundes ganas de vivir, me haces sentir más joven, más vital.  Siento no haberte conocido antes.  La gente piensa que cuando cumples cierta edad, se acaba la vida, las sensaciones, la sexualidad. ¡ Es falso ! sólo necesitas compartir tu vida con la persona adecuada. Te enamoras y la deseas como cuando eras  joven ¿ Qué hay de malo en eso?  ¡Es vida, por amor de Dios ! Vuelves a ser joven.  Te deseo con todas mis fuerzas, pero al mismo tiempo te respeto enormemente y no quiero molestarte ni lastimarte. Eso sería lo último.  Por nada del mundo quiero perderte
— Pero no puede ser ¿ Dónde tendríamos relaciones? ¿ En  un coche, como cuando éramos unos  críos?
— Ja, ja, ja.  ¡ Eres tan inocente ! Sigues viviendo en los años sesenta...¿ No sabes que existen hoteles en los que puedes estar y nunca nadie te ve ni tu ves a nadie?  Entras directamente con el coche hasta la habitación que te destinen. Todo lo haces a través  de un interfono y pagas cuando te vas de igual forma.  En la discreción más absoluta. Además yo vivo solo. Con la señora que se encarga del mantenimiento de la casa....
— Ni hablar, en tu casa ni hablar
— ¿ Por qué ?
— Me moriría de vergüenza si  tu sirvienta me encontrara en tu cama.  Vamos a ese hotel
—¿ Estás segura, deseas ir?
— Si lo deseo.  Aunque mañana esté arrepentida. Hoy no quiero pensar más 
—Muy bien, pues vamos.  Toma, sujeta el cinturón, Ahora te lo abrocho 

  De nuevo se besaron como dos chiquillos. Iban a vivir la mayor aventura de sus vidas.  Mientras Adolfo procedía a asegurarla, al sentir tan cerca el rostro de él, pensaba:

— ¡ Te has vuelto loca ! Vas a acostarte con un hombre al que has conocido hace nada. Igual ni te acuerdas cómo es hacer el amor. Estás a tiempo todavía . Di que no. Da media vuelta y di que no
— ¡ No ! — gritó
—¿ No ? ¿ No quieres hacerlo. Es eso ? — respondió él extrañado


— Adolfo... no sé... Es todo muy extraño... Yo..., creo que mejor me dejas en casa
— No voy a forzarte, desde luego, pero  ¿ qué ha ocurrido para que en una fracción de segundo te hayas vuelto atrás ? ¿ Te has dado cuenta que no me deseas, a pesar de lo que acabas de decirme?
— No, no es eso. Es que... tengo la sensación de que ...
— Estás faltando a tu marido ¿ No es eso ? — la interrumpió Adolfo. 
 Ella pensativa, le miró fijamente, y le respondió:
— Si. Lo siento, además...  hace mucho tiempo que ...
— ¿ Crees que eso se olvida a pesar del tiempo transcurrido?  Abre tu mente. No tienes que dar explicaciones a nadie. Ya has pagado tu cuota y ahora debes vivir como tu desees. Igual pensabas que me querías  y te has dado cuenta de que no es así.  No te preocupes.  Olvidemos todo esto.  Te llevaré a casa
— Es que... deseo estar contigo.  Quiero volver a sentir que corre la sangre por mis venas.  Quiero sentir el placer nuevamente.  Quiero estar contigo, aunque mañana me avergüence de ello
— ¿ Por qué vas a avergonzarte ? Es lo más natural del mundo entre un hombre y una mujer que se aman. No es un delito querer ser feliz de nuevo. Eres libre¡ Por el amor de Dios !
— Cállate y llévame a ese hotel. Yo también lo deseo, y creo que debo darme la oportunidad de volver a sentir aquello que se me negó en su día.



 La besó nuevamente y giró el coche para tomar la dirección del hotel en donde nuevamente volverían a ser jóvenes.





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