domingo, 10 de abril de 2016

El susurrar del viento - Capítulo 4 - Un mal entendido

Sean madrugó mucho.  En realidad había dormido poco. El viaje, la presencia de Lucía, su frialdad, el motivo de su estancia en España, todo ello influían en él sobremanera. A su regreso a la vida normal, ya no tendría a su hija a su lado; ella era su bálsamo y habría de esperar hasta Navidad, para tenerla nuevamente. Tocó el timbre en casa de Lucía; sabía que ella estaba levantada, tenía que acudir al trabajo



— Buenos días Sean— saludó
— Buenos días.  He querido venir antes de que tu te fueras. ¿ Duerme Carmen aún ?
— Si.  Se acostó rendida. Deseaba hablar contigo sobre algo que la ocurrió en tu casa. Pienso que ahora es el momento oportuno que ella no nos escucha
— Bien, pues tu dirás
— Anoche me contó algo sobre un incidente que tuvo con Moira, y que ignoras
—¿ Qué paso con ellas ?
— Moira la recriminó que no la pidiera permiso a ella, al no estar tú en casa, cuando iba a salir con sus amigos. Parece ser que tuvieron palabras de reproche una con otra y ...En definitiva Moira le abofeteó en la cara.  Sé que no es el momento más oportuno para decírtelo, pero creí que deberías saberlo
— ¿ Que la abofeteó en la cara ? ¿ Me lo estás diciendo en serio ? Esto ya es el colmo.¡  Lo que no hemos hecho nosotros... nunca !
— Siento decírtelo. Cuando me enteré de ello, llame a tu... ¿ Cómo la nombro ? ¿ Tu mujer, tu pareja, tu amante ? ¿ Cómo  Sean ?
— ¿ Por qué haces esto ? En ella me refugié cuando me dejaste, porque la conocía de hace tiempo, porque...
—Porque ya os habíais acostado y estabas enamorado de ella.  Dilo, ya no importa.  Es tu vida.  Haz con ella lo que quieras
— No, por favor.  No volvamos a lo mismo ¿ Qué querías que hiciera?
— No liarte con ella. Eso es lo que quería
-—¿ Pero de dónde sacas esa sarta de insensateces? No estaba liado con ella
—¡ Claro ! ¿ Sabes qué ? Me da igual lo que pasara. Para terminar te diré que la prohibí que volviera a poner sus sucias manos en la niña. Te lo anticipo, porque sé que ella te dará la versión de víctima. Y ahora si me perdonas, tengo que irme a trabajar. A las siete estaré de vuelta; te dejo una llave por si venís antes
—Lucía, espera.  No puedes irte así


—Así ¿ cómo ?
—Estás llena de rencor y de odio
—Déjalo ya, por favor. Sólo te falta decirme que estoy loca, pero la realidad es que tardaste muy poquito en llevarla a nuestra casa y vivir en pareja con ella ¿ Ese era tu amor ?
— Si era mi amor.  Porque tú no me dejaste otra opción. Lo hice por rabia, por vengarme de tu frialdad , por eso lo hice.  Yo te amaba y lo sabes
— Está bien.  Ya está hecho y no puede borrarse de nuestras vidas, así que olvida lo que te he dicho

Y dando media vuelta se marchó, dejando a Sean incrédulo por todo lo que le había contado.  Si tuviera alguna sombra de esperanza, acababa de desvanecerse en ese preciso instante.  No conocía a Lucía, a esta Lucía, fria y rencorosa, que le reprochaba constantemente algo que no había ocurrido.  Miró su reloj y comprobó que era madrugada en Tejas.  Esperaría unas horas más.  Hablaría con Moira, escucharía su verisón, y después lo haría con su hija de esta forma sacaría sus propias conclusiones.

Mientras preparaba el desayuno para la niña, ésta se presentó en la cocina aún somnolienta.  Acusaba el  cambio horario. Notó a su padre que estaba serio, pero no le dio gran importancia.  Pensó que sería por la reunión del día siguiente

— Buenos días papi ¿ Has dormido bien ?
— Buenos días cielo. No no he dormido bien.  He extrañado, la hora, la cama... Todo, lo he extrañado todo.  Siéntate y desayuna.  Después tenemos que hablar... Con calma... Pero has de decirme lo ocurrido con Moira.  Mamá me lo ha contado antes de irse a la oficina.

Y así lo hizo Carmen.  Miraba intermitentemente al rostro de su padre, como buscando respuesta a lo que pensaba.  Moira era su pareja y la estaba acusando de algo desagradable que desconocía.  Intuía que le iba a hacer daño y  no era esa su intención. Buscaba las palabras más suaves para definir lo vivido aquel día.  ´El la escuchaba con atención y con la cabeza baja, como absorbiendo las palabras de su hija.



—He de suponer que me has dicho la verdad, toda, sin ambages y sin aumentar nada
— Naturalmente papi.  Sabes que no miento.  Además Luisa lo presenció; pregúntale a ella si desconfías de mi
— No cielo, no desconfío de ti — dijo apretando su mano— Sólo deseo conocer tu versión porque quiero hablar con ella y debo comprobar si las dos habéis llevado las cosas demasiado lejos sin necesidad
— Papa, no ha sido una chiquillada.  Quizás estuve algo maleducada en mi contestación, pero nunca hasta el extremo de darme un bofetón.  Ella no es nadie para mí, papa. Es tu pareja o como quieras que la denomines, pero tengo un padre y una madre y ellos son los que deben castigarme si hago algo mal y no ella.
— No la tienes mucha simpatía ¿ verdad ?
-—No papi, no es de mi agrado.  Pero eres tú el que convive con ella. Entiendo que estés enamorado, que la necesites a tu lado, pero yo... no, papa. Para mi es una extraña, a pesar de que hace tiempo que la conozco.
— Está bien.  Cuando hable con ella, volveremos a tener una charla. Y dime, dónde quieres que pasemos el día
— Donde tu quieras papa
—Bien haremos turismo.  Empezaremos por Gran Vía.  Me gusta esa calle y me trae recuerdos muy gratos
— ¿ Allí  conociste a mamá ?
— No.  Allí la conoció tío Peter
— De verdad no entiendo nada.
—Eso te lo contará mama.  Fue ella la que lo vivió.  Pregúntaselo a ella

A la hora dada por Lucía, regresó a casa.  Sean y Carmen, aún no habían regresado de donde quiera que hubieran estado durante todo el día.  Se sentó en un sillón.  Ni siquiera encendió la lámpara de sobremesa.  Una jaqueca amenazaba con invadirla; reclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, porque a oscuras creía se le pasaría antes.  Poco a poco se fue adormilando. Las risas de Sean y de Carmen, al entrar en casa, fueron las que la despertaron

— ¡ Qué raro, aún no ha llegado mamá !—dijo Carmen preocupada
-—Se habrá entretenido con algo que le surgiera a última hora. No te preocupes
—¿ Hablabais de mi ?
— Mama  ¡ Qué susto me he llevado ! ¿ Por qué estaba todo a oscuras?
— Me amenazaba una jaqueca y no encendí la luz; se me pasa antes si estoy a oscuras. Luego me quedé dormida.
-— Y estás mejor ?— la preguntó su marido
— Si, gracias.  Ya se me ha pasado.
—Bien. Idos preparando porque hoy cenamos fuera. Pero antes dejadme que haga una llamada y os ruego que no me interrumpáis por nada mientras esté hablando.
—Supongo que llamas a casa. Bien, ve a mi habitación allí podrás hablar todo lo que quieras, incluso gritar si tienes que hacerlo .

  Él la miró fijamente, pues sabía a que y a quién iba a llamar

Se encerró en la habitación.  Se sentó al borde de la cama, y marcó el número de su casa. Y como siempre la voz de Luisa fue quién le atendió




— Luisa, por favor ¿ Puede avisar a Moira ?
— Si señor, ahora mismo
— ¡ Mi amor, qué alegría escucharte ! ¿ Cómo estás ?
— Bien Moira, estoy bien.  Y dicho esto, quiero que me cuentes tu versión de lo sucedido con Carmen
—  ¿ A qué te refieres?
— Sabes muy bien a qué me refiero, así que no te andes con rodeos y dime ¿ Qué sucedió ?
— ¿ Qué te ha contado?
—No.  Primero tú. Dime lo que pasó
— Verás... Estábamos nerviosas por lo sucedido con Nancy.  Ella no me dijo nada de que se iba. Sólo se despidió. Tu no estabas y me sentí responsable y preocupada por si la ocurriera algo. Me dijo que no era quién para pedirme permiso... Eso fue todo. No nos entendemos muy bien ella y yo...Sólo ha sido un mal entendido. Yo no debí preguntarla, pero ella no debió contestarme así
—¿ Y ?
— Cómo que ¿Y ? No pasó más
— ¿ En serio ? ¿ Y el bofetón ? Qué fue ¿ Una caricia ?
—Ya te lo he dicho fueron los nervios que nos traicionaron a ambas
—Pues que sea la última vez que pegas a mi hija. Ni siquiera te dirijas a ella. Nada, ignórala. Tiene un padre y una madre para que la reprendan. ¿ Entendido ?
— Claro que si, cielo. Descuida; no volverá a pasar
— Así lo espero.  Para mi ella es intocable ¿ comprendes ?
— Claro, claro...
—Bien, pues adiós.  Estoy muy cansado Moira, muy cansado. Estoy harto de luchar contra las olas.  Hay demasiados frentes abiertos y ya no puedo con todos
—Pero no creo que te planteo problemas. Esto ha sido una chiquillada.  No te pongas así. Te echo de menos y estoy deseando que vuelvas.
— Esta bien, Moira. Tengo que dejarte
— Adiós, cariño.  Cuídate
-—Adiós. Tú también



Cuando terminó la conversación, se quedó mirando al teléfono.  Tal y como se lo había contado Moira, era una discusión sin importancia.  Si sólo hubiera sido eso :  una discusión.  Pero estaba lo de la bofetada y eso son palabras mayores.  No lo olvidaría; no tenía ningún derecho a hacerlo.  Conocía la enemistad existente entre ellas.  Le pareció lógico por parte de su hija: veía a otra mujer en el puesto de su madre, a pesar de que Moira era cariñosa con ella. ¿ Pero lo era siempre o fue cuestión de unos días ?  Estaría atento a ello.  No quería ni necesitaba más problemas.

Lo que en realidad le tenía desconcertado era la actitud de Lucia.  Se mostraba distante, fria, como si lamentase verle. Y sin embargo él deseaba un acercamiento, que esa hostilidad que ambos mantenían durante años, se diluyese de una vez, y al menos fueran amigos, ya que volver a ser esposos era prácticamente imposible.  Nunca se había planteado que Lucía pudiera tener a alguien en su vida.  Pero era perfectamente lógico; era guapa y joven, con treinta y seis años era una mujer joven y atractiva:  Es más, diría que ahora está más bonita que cuando la conoció. Qué lejos estaba ese día. Y recordó que su hija le había pedido conocer esa parte de su vida que ignoraba, que le dolía recordar porque en ella estaban seres muy queridos que formaron parte de ella, incluida Lucía, que seguía pensando que le había sido infiel, sin estar en lo cierto, aquel encuentro no significó nada. Y la realidad fue que debió dejar claro esa situación que nunca se produjo, pero estaba tan enfadado con ella, por sus rarezas, sus celos, y... ¿ Por qué no decirlo ? por él mismo, que contribuía a toda la desconfianza que Lucía  sentía hacia .... ella.   Bien es verdad que Moira siempre estaba ahí, cada vez que discutían, no sabía como se las arreglaba, pero siempre la encontraba.  Ella escuchaba sus lamentos, le daba consejos, pero quizá debió darse cuenta de que estaban algo envenenados y que iba tras un fin, que más tarde consiguió: dudas y separación.  Se acordó del origen de todo, cuando aquella noche en el bar se encontró con ella y bebieron juntos hasta hacerle confidencias de su matrimonio.  Llegó de madrugada oliendo a alcohol que fue el detonante de su separación. Y también recordó el día que Lucía regreso a España, el encuentro sexual que tuvo con Moira.  Fue desgarrador, brutal; necesitaba sacar fuera toda la frustración y dolor que sentía por la partida de su mujer. Hoy, con la distancia que marca el tiempo, estaba arrepentido de haberlo hecho; se arrepintió muchas veces.  Quizá si no hubiera ocurrido, aún estarían juntos Lucía y él. Pero ya no había remedio: ocurrió y nada podía cambiar las cosas.

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