domingo, 3 de abril de 2016

Lucía - Capítulo 11 - Seremos uno del otro

Fué un beso largo, profundo y apasionado como todos los suyos para Lucía.  La amaba tanto, y la había deseado tanto, que ahora que ella había aceptado ser su esposa, no se lo terminaba de creer. Era como un sueño, algo maravilloso que le desbordaba. Era una fuerza incontenible difícil de dominar.  Y ella se daba cuenta de ello, y le correspondía, porque algo nuevo corría por sus venas. La vida  invadía todo su ser y un extraño deseo  nublaba su razón.  Quizá las palabras de Nancy, o la fuerza incontrolable de los sentimientos de Sean hacia ella, hacían que su  abrazo y sus besos tuvieran la misma fuerza que los de él, y por primera vez en su joven vida, sintió que deseaba pertenecer a aquel hombre, allí y ahora.  Su instinto se lo pedía a voces; ese instinto tanto tiempo reprimido por una educación obsoleta y por la pérdida de aquel primer amor a edad tan temprana. 

 Y recordó las palabras de Nancy: " acuéstate con él si le amas, si es lo que deseas ...". Entonces de sus labios brotaron unas palabras que no reconocía fuesen pronunciadas por ella, sino por un instinto natural y primitivo de su organismo reprimido hasta entonces y, locamente desbocado bajo las caricias de aquel hombre que estaba locamente enamorado de ella   ¿Podría compensarle de la misma forma ?

—Sean, Sean..., por favor— dijo temblorosa y jadeante acariciando el rostro del hombre— Por favor. Van a vernos
— No me importa. Que nos vean...  Así todos se enterarán que estoy loco por ti
— Vayamos a donde podamos estar solos.  Deseo recibir tus caricias, las necesito, pero no aquí
—¿ Qué quieres decir ? ¿ Deseas estar a solas conmigo ?
—Si.  Lo deseo más que nada.  Llévame a tu cabaña
—¿ A la cabaña ? ¿ Estás segura? ¿ Sabes lo que eso significa ?
—Si lo se. No conoces mi vida.  No sabes que por la educación imperante en mi pais, era un pecado hasta besarse con tu novio.  Peter lo sabía, se lo dije, y él aceptó mis reglas. Pero... ha pasado el tiempo.  Ya no soy una niña, y ...  es difícil acallar las voces que en mi interior gritan que les de salida .  Que ya es hora de dar lo que la Naturaleza reclama, y deseo que seas tu mi primera vez

Sean la miraba atónito.  No podía creer lo que estaba viviendo y escuchando. ¿ Cómo era posible pasar en tan poco tiempo, de una desesperación horrible al creer que no le amaba, a la proposición de matrimonio, y,  a la solicitud de hacerla suya, todo en unas horas?

— ¿ Eso es lo que quieres? ¿ No deseas esperar a que estemos casados ?
— No si a ti no te importa
—Lo he deseado desde que te conocí. El más liviano roce de una mano tuya, me provocaba tal excitación que tenía que irme de donde estuvieras. ¡ Cómo va a importarme, si vas a ser mía de todos modos !  Pero en la cabaña no
— ¿ Por qué en la cabaña no ?  Es tu casa
— Pero también han estado en mi cama otras mujeres. No allí no. Vayamos a otro sitio. Será nuevo para ambos, nuevo como lo que ocurrirá entre nosotros
-—¿A dónde iremos ?
— A un hotel.  Al más lujoso de la ciudad.  Allí nos perderemos el uno en el otro.  No importa el tiempo, no importa nada más que tú y yo. Así que anda, pon en un neceser lo que necesites para pasar la noche fuera de casa.  Mientras lo haces hablaré con mamá. Después pasaremos por la cabaña a recoger mis cosas.  Te quiero. No sabes de qué manera.

 Y besándola nuevamente se separaron .

— Mamá — dijo Sean a su madre
— Dime hijo
—Nos vamos. Lucía no vendrá esta noche a dormir.  Vamos a hacer una excursión y a charlar detenidamente de nuestras cosas
— Entonces... ¿ Vais a casaros ?
— Si mama, ella me ha aceptado
— Me alegro, cielo. Es una buena chica y te necesita.  Se siente perdida y tu le darás seguridad. Me alegro. Papá está ocupado con un cliente. Hablaré con él a la hora de comer, pero debes comunicárselo tú
—Así lo haré, mamá. Hoy mismo
— Muy bien hijo




Sean salió en busca de su novia, y Nancy, sonriendo, movía la cabeza y decía bajito: " ¡Oh el amor! . Es un potro desbocado, incontenible. Bendita juventud "

 Se pararon delante del hotel más lujoso de Austin. Ella se merecía lo mejor, en esa ocasión tan especial.  Ambos estaban nerviosos. Lucía aún no entendía cómo había tenido el valor suficiente para proponerle su primera experiencia amorosa .  Debía explicárselo primero. ¿Cómo  decírselo?  Era muy violento; le daba vergüenza hablar de esas cosas con él.  Otra muy distinta había sido hablar con Nancy.  Al tratarse de una mujer, sabría comprenderla, pero ¿ qué pensaría Sean?, ¿cómo abordar el tema ? ¿ Cómo debía comportarse ?  No era una situación fácil y la tenía nerviosa y sofocada .  ¿Cómo se le había ocurrido pedirle eso, sin haber tenido roce amoroso con él, más que un par de besos ?. ¡ Qué besos !, desde luego,..,  pero lo otro...  eran palabras mayores.  ¿ Sería lo bastante bonita para él?

 —Vamos.  Nuestra habitación está lista.

 Esas palabras la sacaron de su ensimismamiento y, tomada de su mano, la condujo hasta el ascensor con paso seguro y apresurado.  No se atrevía a mirarle de frente. La cara le ardía y se tocó la mejilla para comprobar que era real y no una apreciación suya. Sean la miraba intensamente, observando hasta el más mínimo detalle.  Sabía que ella estaba nerviosa, violenta, avergonzada. Su hermano le contó que era virgen, por tanto sabía perfectamente lo que tenía que hacer, pero ella ignoraba que conocía ese secreto.  Habría de tener mucha cautela para no ahuyentarla.  Era muy sensible y vulnerable.  No deseaba que pasase mal rato, pero cómo explicarla que era la cosa más normal del mundo entre un hombre y una mujer que se amaban. .Al verla tan excitada, la preguntó inquieto:
— ¿ Qué te pasa? ¿ Te arrepientes de algo ?
—Todo el mundo se ha enterado a lo que venimos— le replicó avergonzada
-—Ja, ja ,ja. ¡ Qué cosas se te ocurren ! ¿ Crees que somos los únicos que vienen a eso ?
— Me da mucha vergüenza. No puedo evitarlo. Déjalo estar

Él la miraba entre divertido y asombrado. Aunque joven, era una mujer adulta.  Comprendía su nerviosismo y violencia. Y una ráfaga de ternura le invadió; tendría que ser su instructor hasta en lo más elemental.   ¿Cómo desechar la inhibición que, por lógica habría de sentir en el primer momento?.  Él tampoco se había visto en una situación igual.  Todas las mujeres a las que había tratado, eran expertas, nunca tuvo que lidiar con ese aspecto. Pero ella, no era una mujer más; era el amor de su vida, la iba a poseer por primera vez y no quería herirla.  Sería tierno y tendría calma; confiaba en que todo viniera por su propio camino.  Era un examen para ambos, y de esa noche dependía  su futuro como pareja.




Antes de abrir la habitación, la preguntó nuevamente si estaba decidida a dar ese paso.  Ella movió su cabeza afirmativamente, sin levantar la vista del suelo.  La tomó por la cintura y entraron. Mientras él cerraba la habitación, ella recorría con la mirada el entorno de la misma.  Era una suite lujosa y confortable. Sobre una mesa baja, había depositada una cesta con frutas y bombones. En una bandeja una botella de champán con dos copas, que previamente Sean había encargado.

— ¿ Está todo bien... A tu gusto ? — fue lo que la preguntó para de alguna manera romper el hielo

Lucía no pronunciaba palabra alguna, era como si hubieran huido de su cabeza.  Estaba algo pálida y creía arrepentirse de haber sido tan impulsiva. No estaban casados; si hubiera sido así, todo habría resultado más sencillo. Pero había sido ella la que tomó la iniciativa, y ahora estaban allí, los dos solos, en una habitación de hotel desconocido para ella. Sean se aproximaba con muestras del profundo amor que sentía por Lucía.




Besaba suavemente sus sienes, sus ojos, sus mejillas, su cuello. Ella entornaba los ojos; le agradaba sentirse amada por aquel hombre tan tierno y dulce . Poco a poco se fue relajando, para dar paso a otro sentimiento hasta ahora nunca sentido.

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