viernes, 22 de abril de 2016

El susurrar del viento - Capítulo 16 - Una visita inesperada

La espera fue larga, muy larga ante la impaciencia de Lucía y Carmen.  Acudieron  muy temprano al hospital. Durante la interminable  noche, no se había producido ninguna llamada, lo que significaba que no había cambios y, por ello respiraron aliviadas. Ante el nerviosismo de Lucía, Santiago las llevaría.  Llegaron a la UCI y fueron recibidas por el médico del turno de noche, que les dio una ligera esperanza.

—  La hemorragia parece haberse contenido, pero hay que  esperar otro día más hasta asegurarnos de que no haya  peligro de una recaída. .  Ha tenido mucha suerte; normalmente si no se actúa rápido, ocurre lo peor. Y quizá este haya sido el caso, que usted acertó a pasar por allí enseguida de ocurrir y actuó .  De no haber sido así, creo que ahora estaríamos hablando de otra circunstancia.
—¿ Está consciente ?— preguntó Lucía
— No señora.  Preferimos continuar con la sedación, para evitar riesgos. Si pasadas las cuarenta y ocho horas, sigue la mejoría, bajaremos la dosis.
—¿ Pueden decirnos cuándo pasará a planta ?
 — Si todo sigue bien, como esperamos, en tres días a partir de mañana, le trasladaremos a una habitación y allí podrán estar con él más tiempo.
— Gracias doctor— dijo Lucía.
— Recuerden podrán venir a verle dos veces al día: por la mañana y a la tarde, pero sólo cinco minutos.
-—Gracias doctor, así haremos.



Pudieron verle a través del cristal. Su rostro estaba pálido, pero tranquilo debido a la sedación.  "Ha sido cuestión de suerte; de haber tardado más ..."  Esas palabras retumbaban en su cabeza machaconamente. ¿ Fue una premonición ? Recordó que la brisa soplaba sólo en su rostro, y fue algo extraño lo que hizo que regresara rápidamente.  Un escalofrío recorrió su cuerpo que la hizo estremecer, y Carmen se dio cuenta de ello.

—¿ Te encuentras bien, mamá ?
— Si hija.  Estoy tranquila ahora que le hemos visto.  Pero no estaré bien del todo hasta que no le vea en planta y pueda tomar su mano y besarle. ¡ Ay Carmen , no quiero ni pensar lo que podía haber ocurrido ! ¿ Qué sucedió ? Mucho me temo que no lo sabremos hasta que él nos lo diga.

Y los cinco minutos, fueron como un suspiro. La enfermera, cumpliendo con su deber, cerró la ventana.  Hasta las cinco de la tarde no podrían volver a verle.

Y el vaticinio se cumplió. Al quinto día de su ingreso en el hospital, le trasladaron a planta. Le sedaban   sólo por la noche, a fin de que pudiese descansar. Lucía y Carmen estaban en la habitación cuando una enfermera,  junto a un celador, transportaron la cama de Sean.  Aún seguía medio adormilado por la medicación nocturna, pero se dio cuenta de que su familia estaba allí, junto a él.  Al quedarse a solas, Lucía no pudo reprimir su emoción y consumo cuidado para no dañarle, abrazó su cabeza besándole en el rostro, mientras sus lágrimas corrían por las mejillas de ambos esposos

— Eh, eh, pequeña. ¿ Qué es eso ? ¿ No te alegras de que esté aquí ?
 —¿ Cómo puedes decirme eso? No sabes el infierno que hemos pasado, hasta verte fuera de peligro. ¿ Qué te ocurrió? Tu eres muy prudente conduciendo ¿ Qué pasó?
— Primero deja que bese a mi hija, y me dices cómo estás tú y mi otro retoño
— Sean ¿ cómo puedes bromear ahora ?
— Bromeo porque pensé que no os vería más.  Fueron unos momentos angustiosos hasta que perdí el conocimiento. ¿ Quién me rescató?
— Yo pasaba por allí de regreso a casa, y creí morirme cuando vi el coche y a ti.  Por suerte el teléfono no quedó dañado, y pude pedir auxilio. ¡ ¡Oh Sean ! Verte tan mal herido, inconsciente y sangrando, pensé ...

 - No pudo continuar porque al revivir nuevamente la escena la angustia oprimíó su garganta.

No hubo forma humana de que Lucía se separase de Sean mientras estuviera en el hospital. Cuando le hubieron trasladado a planta, un agente de policía se personó en la habitación: tenían que esclarecer el accidente y lo ocurrido. Miller, que así se llamaba el policía, llamó a la puerta obteniendo el permiso para entrar .

— ¿ Se encuentra bien, señor?  Si no es así lo dejaremos para otro momento
— No agente, estoy mejor.  Acabemos con el trámite de una vez
— Seré breve, no se preocupe. ¿ Puede decirme algo de cómo ocurrió ? ¿ Fue un fallo mecánico? Porque el cuentakilómetros da una velocidad normal
— Ha sido sencillo: un animal se cruzó en el camino.  Di un volantazo para no atropellarle, y me estrellé contra el árbol.  Sentí un dolor fuerte en el pecho y en la pierna; después perdí el conocimiento y lo siguiente que recuerdo es la UCI del hospital
— Bien señor Flanagan.  Su versión coincide exactamente con lo detectado por nosotros. Así que ya no le molestaré más
—¿ Acaso pensaban que era por otro motivo ?
— No señor Flanagan, pero hay que averiguar  todo.  Hay mucho loco por el mundo suelto.  Me alegro que todo haya ido bien.  Los médicos dicen que ha sido casi un milagro. Las lesiones eran graves. Y ahora, repóngase pronto y olvide este incidente
—Gracias, agente.  Eso espero

Al quedarse solos, Lucía  abrazó a su marido . Se miraban con inmensa ternura, gozando de ese momento, valorando el que estaban juntos.  Ella no hacía más que pensar en que podría no haber sido así, y la congoja nuevamente la invadía.

Habían pasado tres días desde que fuera trasladado a planta, cuando en el hospital se personó alguien que no esperaban ver nunca más:  Moira.  Lucía estaba aguardando afuera, a que las enfermeras y el médico realizaran su inspección, cuando la vio llegar hasta ella

-—Antes de que me digas nada ¿ Cómo está?— preguntó Moira
—¿ Qué haces aquí ?— respondió Lucia
—¿ Podemos hablar en algún sitio más reservado? — dijo Moira
—Estoy esperando a que salga el médico y me informe, así que este no es un buen momento
—Bien. Entiendo que es algo privado.  Aguardaré en la salita.  Tengo mucho interés en que hablemos, por favor.  Es muy importante para mi.

El médico junto a los auxiliares, salían contentos de la habitación; se reflejaba en sus rostros sonrientes, y Lucía respiró aliviada.

— Bien, señora Flanagan.  Su esposo está bastante bien. La hemorragia está totalmente controlada, es decir, con las horas que han pasado, no creo se vuelva a reproducir.  La herida del muslo cicatriza normalmente.  Lo peor son las costillas por molestas.  Solo podemos administrarle algún calmante, porque estará bastante tiempo con dolores, aunque sean soportables, pero nada que no se  pueda solucionar .  Deberá dormir sentado, pero después de lo ocurrido, eso es lo de menor importancia.  Les doy la enhorabuena . Y ahora si lo desea puede entrar a verle.
— Muchas gracias a todos ustedes.  Les estaré eternamente agradecida por todo lo que han hecho por mi marido.  Muchas, muchas gracias

. Estrechó la mano de los médicos y sonriente, entró en la habitación para dar el diagnóstico a Sean

Le beso repetidamente y ambos reian felices. El susto había pasado.  De repente, recordó que en la sala de espera le aguardaba Moira, y sin decir el nombre de la visita, explicó a Sean que tenía que hablar con alguien y después entraría con esa persona que seguro querría verle.

— Ve tranquila. Tómate tu tiempo; yo estoy bien Aprovecharé para dormir un poco.  Aún dura el efecto del calmante que me dieron anoche. 

 Y besando nuevamente a Sean, salió de la habitación. Se dirigió a la sala en donde Moira la aguardaba nerviosa, paseando de un lado a otro.

—¿ Qué querrá esta mujer ahora? ¿ Es que no va a dejarnos tranquilos nunca?— pensó mientras se acercaba a ella— Y bien Moira ¿ qué quieres decirme?
-—Ante todo, lamento muchísimo el accidente de Sean. Estaba pasando unos días en casa, cuando me he enterado. ¿ Qué le ocurrió ?
— Se le cruzó un animal y dio un volantazo, perdió el control y se estrelló contra un árbol
—Supongo que está fuera de peligro
-—Así es, afortunadamente.  Pero creo que no has venido hasta aquí para eso
— Tienes razón. Quería hablar contigo y si me lo autorizas verle
—Yo no te tengo que autorizar nada. Es él quién tiene que hacerlo
—Deseo pedirle perdón, y a ti también, por todo lo ocurrido.  Me marché  muy furiosa contra todos vosotros, pero luego con la distancia que marca el tiempo, y sabedora del accidente de Sean, decidí poner las cosas en orden.  Nunca sabemos si tendremos tiempo de hacerlo
—Eso es ser muy pesimista ¿ Te encuentras bien ?

— Si desde luego. Quiero que sepas, que amé a tu marido, pero eras tú la que debías ocupar el lugar que yo usurpé. Y es cierto que puse en juego mis armas de mujer para conseguirlo.  Pasabais por una mala racha y yo me aproveché de ello.
— Nos hiciste mucho daño, Moira. Pero no sólo tú tuviste la culpa, yo también , e incluso Sean. Pero ahora todo está bien entre nosotros; hemos recobrado el equilibrio y hemos pasado página. Tú también deberías hacerlo.  Creo que te has casado con un buen hombre.  Sunset es un lugar pequeño, y ya sabes...  las noticias corren por todos lados.
— Si es cierto, Thomas es un buen hombre y me quiere mucho, pero..., aunque le tengo cariño, no le amo.  Y es que sólo he podido amar a un hombre
—No sigas, por favor. Sé a quién te refieres y no deseo escucharlo
— Lo entiendo. Pero como te dije antes, deseo tener las cosas en orden.

 Lucía no entendía muy bien a qué venía ni su visita ni sus palabras, pero al parecer quería estar a bien, y ella no se lo negaría

— ¿Me disculpas un momento? Voy a consultar con Sean si desea recibirte; es él quién tiene que decidirlo
— Lo entiendo.  No te preocupes.  Tampoco me extrañaría que no quisiera. La última vez que nos vimos, la despedida fue muy tensa
—Bien, pues aguarda un momento. Ahora vuelvo. 

 Lucía giró sobre sus pasos y fue a la habitación para consultar con su marido

—¿ Qué demonios quiere ahora ?— dijo Sean
-—No lo sé exactamente. Dice que desea poner en orden su conciencia. Creo que le sucede algo, aunque ella lo niega
— Está bien. Hazla pasar.  Espero que sea breve. No me apetece verla

 Lucía, acompañada por Moira, entró nuevamente en la habitación.  Tanto Moira como Sean, se miraron intensamente. En los ojos de ella, había un brillo especial, en los de él, frialdad.  Lucía hizo intención de marcharse, y él la retuvo de la mano, al tiempo que la decía:

-—No te vayas. Lo que Moira tenga que decirme, tú ya lo conoces
—Lo sé, pero es cosa vuestra y a mi no me apetece escuchar vuestros recuerdos en común. Sólo te ruego, Moira, que la visita sea breve.  No debe fatigarse, está muy reciente todo
— Descuida Lucía, tardaré sólo unos minutos



Y así lo hizo.  Al quedarse a solas los esposos, después de que Moira se marchase, Sean la contó lo que quería, y era pedirle perdón y confesarle que aún le amaba, pero de otra forma muy distinta: con sosiego y agradecimiento por los buenos años pasados.

— Es todo muy extraño— comentó Lucía
—A mi también me lo parece.  Es como si se estuviera despidiendo. La he perdonado, y hemos zanjado el asunto, así que todo terminado.

Unos meses más tarde, supieron que Moira había muerto en Australia, víctima de una enfermedad incurable.  Entonces comprendieron el porqué de su inesperada visita.  Lucía tuvo un recuerdo, si no entrañable, si de piedad y tristeza por el destino de aquella mujer, que tanto influyó en su separación. Decidieron guardar un recuerdo para ella,  y para su marido, que había quedado desconsolado, pues él si estuvo enamorado de ella, aunque Moira nunca le confesó que solamente le tenía cariño.


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