domingo, 17 de abril de 2016

El susurrar del viento - Capítulo 11- Cuando el viento susurra

Aquella era una bonita mañana de domingo. El final del verano se acercaba, pero aún hacía calor a mediodía. Todo estaba dispuesto para la llegada de Lucía que se produciría en dos o tres días. Sean y Carmen estaban felices esperando ansiosos la llegada de ella. Se levantaron pronto y decidieron dar un paseo   padre e hija, por los terrenos de la estancia.  Ensillaron los caballos y despacio, sin prisas charlaban como dos amigos.

— Vayamos por ahí— dijo Sean a su hija señalando un camino a su derecha
— ¿ Por qué? ¿ Hay algo especial por allí?
—Si. Al menos para mi lo es.  Es una charca natural que descubrimos Peter y yo, cuando éramos niños.  Cuando conocí a tu madre,  allí me refugiaba y pasaba horas escuchando el susurro del viento. Me tumbaba en la hierba y cerraba los ojos.  La imaginaba sentada a mi lado y, a veces el viento parecía que me traía su voz, aunque desconocía completamente el timbre que tenía , era como un susurro llamándome.


— Háblame de mamá ¿ Cómo os conocisteis ?
— Es una historia muy larga y extraña
—Tenemos todo el tiempo del mundo, y siempre he deseado conocer por qué me llamo Carmen, un nombre tan español, y yo soy americana y rubia. No casa con nada de los estereotipos establecidos.- respondió la chica
— Tu abuelo, el padre de mamá, era tenor  o barítono, no sé muy bien su tesitura musical,   sin suerte porque la guerra civil española, truncó sus sueños, pero adoraba la música. A mamá le puso Lucía por la ópera Lucia de Lammermoor, que era su preferida. Su segunda predilecta fue Carmen. Y en homenaje a su padre, mamá te puso su nombre.
—¡ Oh papá !. Nunca lo hubiera imaginado. Quiero que me cuentes su historia, vuestra historia.  En una ocasión se lo pedí a mamá. La pedí que me contara cómo os conocisteis. También quiero que me cuentes qué sucedió para separaros, amándoos como os amáis.
-—Está bien hija, te lo contaré todo. Ocurrió que mi hermano Peter, fue destinado a una base americana en España: Torrejón. En un permiso viajó hasta el centro de la ciudad. Comenzó a llover torrencialmente y se resguardo bajo el techo del escaparate de un comercio. Unas muchachas estudiantes corrían para guarecerse de la lluvia; estaban empapadas por el agua, y él les hizo un hueco para que se refugiaran. Eran muy jóvenes, una de ellas casi una niña, pues tenía dieciséis años. Era bonita como una estrella y tenía unos profundos ojos oscuros y una sonrisa espectacular. Venían de una academia en la que estudiaban ingles.  Tío Peter, quedó prendado de aquella chica, increiblemente simpática y tímida.  Debían irse a sus casas, pues se les había hecho tarde.  Peter entró de nuevo en el comercio y compró un paraguas. Acompañó a la chica hasta el metro y después hasta su casa... Y allí comenzó el noviazgo más puro y hermoso que puedas imaginar. Después, él fue destinado a Vietnam, y allí cayó en una emboscada.  Fue algo terrible para todos nosotros; la abuela estaba desesperada por haber perdido a su primogénito. El abuelo furioso, porque siempre estuvo en contra de que fuera soldado, y yo, había perdido a mi único hermano, a mi referente, a mi cómplice de aventuras.  Una noche,  recién llegado de España,  antes de partir a extremo oriente, me enseño una fotografía de su novia española, con la que pensaba casarse en cuanto le licenciasen.  Y entonces la conocí.  Su sueño nunca se cumplió.   A solas en mi habitación contemplaba una y otra vez el rostro sonriente de la fotografía, y me enamoré perdidamente de ella.  Pero debía respeto a mi hermano . Nunca,  nunca le di a entender lo que yo sentía por Lucía.

—Me dejó encargado de una carta que debía hacérsela llegar si a él le ocurriera algo. Y después de pasar algún tiempo en casa, partió hacia Vietnam Tras unos pocos meses ocurrió el desenlace. Tuvimos que hacer muchos trámites para que nos entregaran su cuerpo y poderle enterrar en nuestro panteón familiar.  Fueron días tremendos en lo que creí que la abuela se enfermaría, y el abuelo desesperado, no encontraba la forma de echar fuera el dolor que le consumía. Y yo, con mi propio sufrimiento, teniendo que hacer frente a esa situación con mis padres.  Me encerraba en el estudio y lloraba amargamente por todos, por Peter y por aquella desconocida,  a miles de kilómetros, ajena a todo el drama que estábamos viviendo.

—Pasaron los días y, aún sin asimilar la tragedia, quise cumplir el encargo de mi hermano, y partí hacia España para transmitir la noticia que nunca hubiera querido dar. Cuando la vi frente a mi, por primera vez, mis expectativas fueron superadas: era mucho más bonita que en la foto.  Era menuda y débil: había perdido a su madre hacía poco tiempo, y se mostraba ¡ tan vulnerable ...! La entregué la carta y ella con manos temblorosas la recogió para leerla en la intimidad de su habitación.  No me digas porqué, ni cómo, establecimos una relación de sincera amistad, por parte de ella, y un amor profundo y oculto por mi parte.  Al llamar a la abuela Nancy, porque quiso hablar con ella, se derrumbó totalmente y entre todos la convencimos de que se viniera a vivir con nosotros como uno más de la familia, ya que en España no tenía a nadie.  Y así conseguimos que viniera.

—Pasó el tiempo. Se suavizó su herida y comenzó a darse cuenta que yo estaba ahí y poco a poco recobró las ganas de vivir y se volvió a enamorar... de mi.  Nos casamos y al cabo de los meses, tú viniste al mundo.

— ¡ Dios mío, papá ! Qué historia tan triste y tan hermosa.  Lo que no entiendo es por qué os separasteis si está claro que os amáis con locura.
—Surgieron terceras personas en nuestras vidas. Discutimos una noche y me fui de casa regresando de madrugada y medio bebido.  Aquél fue el primer disgusto serio que tuvimos, y conseguimos arreglarlo.  Pero había empezado a sentir  algo muy malo: la desconfianza.  Porque siempre que llegaba tarde, mamá pensaba que estaba por ahí de juerga, y nada más lejos de la realidad.  Los negocios no iban bien.  habíamos tenido muchas pérdidas por una fuerte sequía, y yo estaba de un humor de perros.  Llegué cansado, de mal humor... y lo pagué con ella.  La discusión surgió rápidamente, las voces fueron más altas de lo debido, y volví a salir de casa, sólo que esta vez regresé cuando ya era de día.  Un día en el supermercado tropezó con unas charlatanas que iban difundiendo el rumor de que yo estaba liado con una mujer, cosa totalmente falsa, en esa ocasión no era verdad.  Pero el día de la última discusión, me dirigí al bar y allí había otra persona dispuesta a recoger los pedazos de vida que acababa de romper.  Todavía no sé porqué me deje engatusar. El caso es que me acosté con ella, y como ya llovía sobre mojado... mamá se dio cuenta de ello y enlazó con la conversación que había escuchado.  Decidió abandonarme, a pesar de que la pedí perdón, porque estaba verdaderamente arrepentido y  no me explicaba lo que acababa de hacer.  El caso es que hizo su maleta y contigo en brazos salió de casa rumbo a Madrid.

—Yo no pensaba divorciarme, pero estaba absurdamente dolido por su reacción.  Aún me pregunto cómo fui tan estúpido para no luchar para ganármela. A cambio de mi gran estupidez, deje correr el tiempo pensando que la escarmentaba y , me uní a Moira.  Nunca, nunca, me arrepentiré lo suficiente por haberlo hecho.  Venía desesperado,  hasta este rincón,  añorando a tu madre  y aquí gritaba  al viento mi desesperación por haberla perdido, ¡tanto como la deseé!. El viento me susurraba y yo lloraba y lloraba llamándola a gritos. Y de pronto un día, cuando ya había perdido todas las esperanzas, en el entierro de la abuela, ella volvió, no a mi vida...,  pero la vi y entonces todo se aclaró en mi mente.  Supe que seguía amándola y nada ni nadie podría cambiar eso.  Y así ocurrió todo.  El resto ya lo sabes.

— Papá, papá

 Gimoteaba agarrada a su padre

— Dime,  la mujer del bar ¿fue Moira? 
-— Si, fue ella.  Nos conocíamos desde muy jóvenes y siempre tuvimos una relación extraña, ocasional. Hasta que apareció tu madre.

El llanto de Carmen se incrementaba, y Sean acariciando su mejilla trataba de consolarla.

—No llores cielo.  Ya todo está arreglado; volvemos a ser nosotros porque nunca, ninguno de los dos, se olvidó del otro. Sólo estas piedras y estos árboles, saben cuánto la amé, cuánto la lloré, cuanto  me arrepentí.  Pero es hora de pasar página y recobrar la felicidad perdida. Dentro de nada estará aquí, y ya nada ni nadie nos separará.

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