jueves, 19 de enero de 2017

Matrimonio por contrato - Cap ítulo 12 y último -- El desquite

A Richard Durham no se le olvidaría mientras viviese, el día que Thomas Perkins se presentó en las oficinas de su empesa con un abogado y un notario.  Por fin la amenaza tanto tiempo dilatada, se cumpliría. Tendría que abandonar el lugar que fuera fundado por sus abuelos y pasado de generación en generación, hasta la suya, ya que nadie más quería regentar la empresa.

Se sintió humillado por aquel advenedizo que había osado enfrentarse a él, y conseguido dejarle sin nada.  Una astucia digna de tomarse en cuenta.  Él no había hecho más que trabajar durante toda su vida, y ahora, a su vejez, se encontraba sin nada, sin lo que más quería: su empresa.

No entendía esa mente mezquina que había tramado tal engranaje, durante tanto tiempo, para dejarles en la ruina.  Bien es cierto que nadie le obligó a jugar en bolsa, arriesgarse quizá demasiado, y al fin perder todo.   Deseaba que su firma fuera la más grande de Inglaterra, y para ello no había reparado en sacrificios.  Y al llegar a este punto, se preguntaba si había merecido la pena todo lo vivido por algo tan materialista como el dinero.  Pero había sido educado en esa consigna,  lo había llevado a termino en su propio hijo.  Un hijo al que ahora debía seguir viviendo en la misma casa y no verse recluidos en una residencia o en un apartamento barato de algún suburbio.

Perkins se había encargado de hacérselo saber el mismo día que lo perdió todo. ¿ Fue cruel ? Posiblemente si lo fuera, pero le estaba bien empleado, porque vivió con sus padres el vacío que les hicieron y a lo que tuvieron que doblegarse.  Y él mismo haberse casado sin estar enamorado de su mujer, sólo porque uniendo sus apellidos serían grandes en Bibury. Con el tiempo formaron un matrimonio tradicional, pero sin excesivo amor.

Todos sus pensamientos  corrían en tropel por su memoria, mientras, desplomado sobre un sillón, repasaba los papeles que debía llevarse.  Y paseó la mirada por el que hasta entonces había sido su despacho:  muebles regios como corespondía a una empresa de tal categoría.  ¿ En qué invertiría ahora su tiempo?  No había hecho en toda su vida otra cosa más que acudir a los círculos de la buena sociedad, pero que ahora, cuando se supiera la noticia, nadie querría sentarse a su mesa.

Unos golpes en la puerta, le sacó por un momento de su abstracción . " Adelante ", dijo sin mucho entusiasmo

- Soy yo, papa
- Pasa Patrick.  Estoy recogiendo las últimas cosas
-Padre, ahora comienza una nueva etapa en tu vida. Aparta el trabajo y dedícate a vivirla. Has trabajado duro toda la vida. Tómalo como una jubilación
- ¿ Jubilación dices ? No hijo, es un despojo de todo lo que tres generaciones de Durham habían conseguido. Es un expolio
-Papá, no digas eso. Perkins ha sido generoso. Y por otra parte, nadie te obligó a arriesgar todo lo que tenías, más que el afán de tener aún más.  Eso lo habéis hecho todos en la familia, y el que no acataba vuestras imposiciones... ya sabemos lo que ocurría. Lo que les ocurrió a tus propios padres.  La abuela murió de tristeza,  y conmigo trataste de hacer lo mismo. Pero doy gracias a Dios por la mujer que puso en mi camino, de lo contrario hubiera sido un hombre totalmente fracasado y amargado.  Pero no es hora ni tiempo de reproches.  Tendrás que asimilar tu nueva situación y empezar de cero
-¿ Cómo, a mi edad ?  No podré dar a tu madre el nivel de vida al que está acostumbrada.  Tendremos que amoldarnos a la pensión que tú, generosamente, nos has asignado para poder vivir.
-Que te entre en la cabeza que no hay otra salida, así que cuanto antes te hagas a la idea, será mejor para vosotros.


El silencio se produjo entre padre e hijo.  Patrick no quería seguir hablando y evitar los reproches que le venían a la mente. Y recordó la altanería con que le recibió en su despacho, en ese mismo despacho, cuando vino a pedirle dinero para la medicación de Melissa, de esa Melissa que ahora era la propietaria de todo aquello.  Lo estaba pasando mal.  No era agradable ver a su padre totalmente derrumbado, con la espalda encorvada por el peso de lo sucedido, pero es todo cuanto podía hacer.  Era una situación que ellos solos se habían labrado a través del tiempo, y que ahora tendrán que convivir con las mismas gentes que antes les sonreían y ahora les criticarán a sus espaldas.  Tendrían que convivir con una sociedad, falsa hipócrita y egoísta, de la que afortunadamente, ni él ni su familia fomarían parte de ella, nunca.

Y Richard Durham, salió por la puerta portando simplemente una caja de cartón repleta de papeles, de recuerdos de toda una vida, de una determinada posición social falsa y vacía.  Iba acompañado de su hijo, de su único valor, pero que hasta estos momentos no se había dado cuenta de lo importante que era.  Y lentamente se alejaron de allí en dirección al hogar.  Allí les esperaba una desconsolada esposa y madre que no podía creer lo que estaba ocurriendo.  Se preguntaba ¿ qué es lo que habían hecho mal ?.  Formulaba esa pregunta una y otra vez.  Patrick se dió cuenta de que su madre no había asimilado lo que les ocurría, y además se sentía una víctima.  Movió la cabeza de un lado a otro y se repetía

- No cambiarán nunca. Creen que toda su vida ha sido correcta, sin tener en cuenta la cantidad de gente que ha quedado en el camino.  No se sienten responsables de nada.  Ni de su egoísmo, frivolidad y despotismo.

Cuando creyó que estaban más tranquilos, salió de su casa y se dirigió a la suya propia, en Londres. a su hogar del que se sentía satisfecho y feliz, pero también recordó que  él se había sometido a la tiranía del dinero, aunque sus motivos fueran altruistas, pero que en aquel momento pagó un alto precio por ello.  Cuando llegó a casa, Aisling le esperaba ansiosa, intranquila por cómo había ido todo.


- Bien. Penoso. Les va a costar hacerse a la idea, pero no tendrán más remedio.  Al menos he visto por primera vez en mi vida, abrazados a mis padres. Parece mentira ¿ verdad ? Una simple cosa como es un abrazo o un beso, para ellos era impensable.  Al menos ahora, pienso estarán más unidos.  Y ahora ¿ dónde está mi mujercita que no me ha abrazado?

Aisling le abrazó fuertemente conocedora de los sentimientos por los que estaba pasando, y quiso transmitirle en ese abrazo que ella estaba allí, que no le dejaría solo nunca, y que su amor era firme y consistente. Que ellos no tuvieron contrato y que si en algún momento lo hubieran tenido, quedó roto el mismo día de su noche de bodas, dando paso al amor más firme que pudieran sentir.

Esa noche, Patrick, tuvo un sueño extraño, pero era tan claro que parecía real. El abuelo hablaba con su nieto. Como fondo un lugar soleado, resplandeciente, y en su rostro una sonrisa apacible. A su lado la silueta difusa de Phoebe; ella no hablaba, sólo sonreía.  Había cosas que no entendía a pesar de que veía mover sus labios.  Quería aguzar el oído para no perder ninguna palabra de lo que Steve le decía, pero siempre había alguna frase que no llegaba hasta él.  A medida que el sueño se desvanecía, y las imágenes desaparecían, su respiración se aceleraba, y sólo al final del sueño pudo escuchar con nitidez algo que el abuelo le dijo:

" Que tu conciencia siempre permanezca tranquila, que nada la altere. Has sido un buen hijo y buen marido.  Descansa tranquilo, has obrado correctamente, y yo te lo agradezco, porque lo que le ocurra a Richard, me apena.  No olvides que él es hijo mio, pero merecía ser castigado.  Sólo espero que aprenda la lección. Adiós Patrick, sed felices "



Cuando, al despertar, contó su sueño a Aisling, ésta sonrió y besando su mejilla, le dijo.

- No ha sido un sueño. Él ha estado contigo. Y ahora sigamos durmiendo, amor. Es muy temprano.

Patrick la abrazó atrayéndola hacia él, beso su cabeza, y abrazados volvieron a dormirse con una sonrisa en los labios.


                                                         F    I    N
Editada:  Octubre de 2016
Autora:   1996rosafemu
Fotografías:  Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS

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