lunes, 23 de enero de 2017

Keira y el Dr. O'Reilly - Capítulo 4 - Mirada de acero

Me sirvió un té mientras,  de vez en cuando me miraba y esbozaba una tenue sonrisa. ¿ Se está riendo de mi ? Cierto es que estaba muy nerviosa, me intimidaba, algo raro en mi, pero su seguridad me descolocaba. No creo que me llamara sólo para tomar el té; posiblemente era para ultimar mi trabajo, y efectivamente no estaba equivocada.  En un folio tenía escrito todas mis competencias y tareas.  La niña permanecía sentada a mi lado y su pequeña mano, enlazó la mía y me dedicó la más dulces de las sonrisas.  Yo la llevé hasta mis labios, y un tenue beso en su palma hizo que sonriera más ampliamente., gesto que no pasó desapercibido para su padre.

Esta dulce niña, estaba falta de cariño,, de una mano femenina que adivinase lo que ella solicitaba. Su padre la colmaba de toda clase de caricias, pero estaba poco en casa y  se sentía sola.  Y por fin me atreví a hacer la pregunta que desde el primer minuto de mi estancia alli, estaba deseando hacer.


- ¿ Consideraría una indiscreción si le preguntara cuál es su trabajo? - El me miró con una penetrante mirada, que me hizo recordar otra no hacía mucho tiempo
- Soy médico, señorita- respondió secamente. Una profesión de riesgo, según pude comprobar con determinada paciente.

En ese momento me di cuenta de que me había reconocido y al recordar la escena, sentí que mis mejillas ardían; bajé la mirada y pensé que era el momento de disculparme

- Le ruego me perdone por aquella escena.  Traté de disculparme antes de que me dieran el alta, pero nadie supo decirme quién me había atendido. He de confesar que eso  me perseguirá hasta el fin de mis días.  Me encontraba francamente mal, e incapaz de controlar mi cuerpo
- De nuevo disculpas. Por favor, deje de hacerlo. Créame si todo lo que encuentro en mi profesión sólo fueran vómitos sobe mi pecho, me daría por satisfecho. Y a propósito ¿ qué comió ?

Le expliqué mi menú de aquel día, y por primera vez le vi reír abiertamente.  Hubo un instante, sólo un instante, como un rayo, en que nuestras miradas se cruzaron, y ese instante supremo, marcaría mi vida en lo sucesivo.  Y por primera vez me fijé detenidamente en él. No me extrañó que hubieran tenido esa hija tan bella: era un hombre muy atractivo, guapo, diría yo.  Con unos padres como los que Stella tenía, no era de extrañar que ella fuese una belleza en ciernes.



Al fin retiré mi mirada de la suya, y me di cuenta al mimo tiempo que a veces los ojos eran azules y otras grises plomizos.  Me faltaba por descubrir si el cambio de color de uno a   otro, se debería a alegría o enfado.  Pero ahora acababa de reirse con mi anécdota y su color se había tonado gis como el plomo. Las palmas de la mano comenzaron a sudar y era incapaz de sostener mi taza  y el té amenazaba con hacerme alguna faena.

Ignoro quién mueve los hilos de nuestro destino, y porqué extraña razón tuve esa intoxicación, fuese él quién me atendiera, y fuese a parar a su casa y conocer a su hija.  ¿Quién jugaba con mi vida?  Hasta entonces era una chica extrovertida y segura de mi misma, y en cambio, y en presencia de este hombre, toda mi seguridad se había desvanecido y no era capaz de articular palabra.  Deseaba con todas mis fuerzas salir de allí, o al menos que dejara de mirarme como lo hacía, porque de lo contrario volvería a quedar como una chica insegura nada digna de desempeñar el papel para el que estaba en esa casa.La sangre corría por mis venas a velocidad de vértigo y golpeaba mis sienes pareciendo que iban a estallar. Nunca me había ocurrido nada igual.  No era una mojigata.  Había tenido mis romances con otros hombres, pero nada parecido a lo que me ocurría con éste enigmático e impersonal doctor. Al fin levanté la cabeza y decidí mirarle frente a frente.  Ninguno de los dos hablábamos, y pensé que aquello era absurdo y tenía que serenarme y estar atenta a lo que él comenzaba a decirme

- El próximo fin de semana he de viajar, por tanto le rogaría renunciase a su festivo y permaneciese al lado de mi hija.  Compruebo que se ha ganado su voluntad
-Simplemente, necesita una figura de mujer a su lado.  Vive rodeada de personas mayores ¿ No se ha planteado inscribirla en un jardín de infancia?
- Sigue siendo muy indiscreta, y se lo advertí.  No, no me lo he planteado; la necesito a mi lado. Es mi válvula de escape.  Tengo un trabajo muy estresante y es lo único que me relaja.
- No me mueve otro interés que el de Stella.  Necesita a otros niños a alguien joven...  me estoy refiriendo a alguna mujer que la entienda y sepa en cada momento lo que necesita.


El retiraba de su pantalón alguna pelusa imaginaria y,  taciturno, volvió a mirarme con esos ojos insondables
- Para eso está usted aquí. ¿ Que me dice de mi petición ?
- Por supuesto que si.  Siempre que lo necesite.  Elegí esta carrera por vocación, porque amo a los niños.  Para mi no es ningún sacrificio.  Estaré encantada
- Bien, pues creo que eso es todo.  Por cierto, no se ha terminado el té
-Si, se ha quedado frío
-. Muchas gracias por su colaboración
- Es mi trabajo, señor O'Reilly.

Y con paso apresurado salí de allí, sintiendo sus ojos clavados  en mi nuca.

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