sábado, 8 de abril de 2017

Nadie hablará de mí cuando ya no esté - Capítulo 23 - Dudas


Y con altibajos de carácter, Adela siguió adelante con su embarazo.  Con las clásicas molestias de los tres primeros meses y con mucha sensibilidad por su parte, quizá demasiada, lo que hacía que Anderson estuviera permanentemente  observándola.  No había interrumpido su trabajo, aunque ahora lo tomaba con mas calma. Seguían con su vida igual que siempre. Anderson la cuidaba en extremo, la creía frágil y la colmaba de caricias y cariño. Ella  trataba de que su preocupación por las dudas, que seguían asaltándola, no salieran a la superficie para que su marido no lo notara. Ya tenía los cinco meses de embarazo y el volumen de su vientre comenzaba a hacerse visible.

Anderson se había olvidado por completo del incidente con Sara.  Ella había abandonado el hotel hacía tiempo.  Trabajaba en una guardería infantil, no muy lejos de los hoteles, pero hasta esa fecha no habían vuelto a saber nada de ella, aunque Anderson no las tenía todas consigo.

Esa tarde irían a la consulta de Michael. Le tocaba revisión y le haría una ecografía para ver si podían conocer el sexo del bebe  Y lo supieron: era un varón, y todo estaba bien y normal.  Anderson besó en la frente a su mujer mientras sus ojos se empañaban por la emoción. Adela le apretaba la mano cariñosamente y no podía evitar unas lagrimillas que se escapaban de sus ojos. Ambos estaban muy contentos y emocionados.  En la cara del médico  se traslucía la emoción contagiosa de los futuros padres.


— Tenemos que celebrarlo— dijo Anderson estrechando contra él  a su mujer a la salida de la consulta—  Gracias Dely.  Me has hecho el regalo más grande que un hombre pueda recibir. Te quiero, te quiero, te quiero
— Andy, no seas loco...  El regalo también es para mi, y tu has sido el autor.  Me siento ¡tan feliz, tan unida a ti, que nunca creí que ello fuera posible !
— ¿ Qué quieres hacer ? ¿ Cenamos fuera de casa?  ¿ Te encuentras bien ?
— Estoy perfectamente.  Las molestias ya se han marchado, gracias a Dios, y estoy plenamente feliz, hambrienta y mimosa.  Quiero que mi marido me mime, y que me diga cuánto me quiere, y cuánto quiere a mi pequeño
— Dely, tu sabes que te quiero más que a nada y que este diablillo que dentro de nada estará con nosotros físicamente, es toda mi ilusión.  Es nuestro hijo y además tu le proteges ¡ Cómo no os iba a querer!

  Y dicho eso, la estampó un beso en la mejilla.

Cenarían en un afamado restaurante que estaba de moda.  No dejaban de dedicarse palabras cariñosas, ni dejaban de mirarse a los ojos.  Nada enturbiaba su felicidad. Adela parecía que había recuperado nuevamente su equilibrio interior.  Ya no lloraba.  Se la veía siempre alegre, aunque todas las noches, después de cenar los antojos hacían  que Anderson anduviera de cabeza, hasta el punto de  tener que desplazarse hasta el centro para buscar alguna cosa extraña que se le había antojado.  Pero lejos de molestarle, le hacía feliz, y siempre con una sonrisa en la cara.  Su mujer le pedía algo para su bebe y él no tenía otra cosa,  más que complacerla.

Ya era tarde, pero esa noche Adela tenía el antojo de fresas con chocolate, nada fácil de localizar las fresas, pues era fuera de temporada, pero había un establecimiento de delicatesen, y era posible que las encontrara.   Como así fue.

Se encontraba pagando la compra cuando una mano le golpeó en el hombro suavemente.  Anderson se giró para comprobar quién llamaba su atención, y entonces vió a Sara

— ¡ Vaya, Anderson ! ¡ Cuánto tiempo sin verte !  ¿Qué haces por aquí a estas horas ? ¿ Dónde has dejado a tu mujercita ?
— Hola Sara. Lo siento pero no puedo entretenerme, me están esperando—. Fue su respuesta
— No tengas tanta prisa.  Lo misma da cinco minutos más o menos
— No, lo siento, no puedo.  Quizá otro día.  Que te vaya bien — Y se despidió de ella alejándose a paso ligero.
— ¡ Ya lo creo que otro día ! — repitió ella — Es decir... En la primera ocasión haré una visita a la insulsa de tu mujer. ¡ Oh Anderson ! Te aguarda una gran sorpresa.  No creas que todo ha terminado.  Aún estoy furiosa contigo y con la insípida mujer con quién te has casado.  Iré a visitarla, pero no en el trabajo, sino a su casa. ¡ Ya lo creo que iré !

El encuentro con Sara había dejado preocupado a Anderson. No quería tener contacto con ella, y sobre todo que ella no se acercara a su mujer. La creía capaz de cualquier cosa, y ahora todo marchaba de maravilla entre ellos.  No quería que se estropeara por nada del mundo.

Sara, no tuvo que aguardar mucho tiempo para encontrarse frente a frente con Adela.  Fue en el supermercado en el que ambas coincidieron para hacer sus compras

— ¡ Adela...¡Vaya ! — dijo Sara mirando al vientre de la muchacha— ¡ Cómo no me ha dicho nada Anderson !

Adela se quedó perpleja ante el asombro de Sara. ¿ Es que ve a su marido ? ¿ Por qué tenía que decirla nada?

— ¿ Le has visto ?
— ¡ Claro ! — exclamó como si fuera la cosa más natural del mundo—  Esta es una ciudad pequeña y es fácil encontrarse en algún lugar.  Además él y yo mantenemos una buena amistad

Estas últimas palabras, hicieron que Adela frunciese el ceño. ¿ Cómo que eran amigos ?.  Lo último que ella sabía fue su encuentro del día de su boda.  Nunca, Anderson, Le había comentado nada al respecto.  No le gustaba la idea. No le gustaba Sara, y no la quería cerca de su marido.   ¿Eran celos ? Quizá, pero inmediatamente desechó la idea
— Vas a tener que perdonarme, Sara. Tengo un poco de prisa y mucho trabajo. Hasta otro día que coincidamos. Adiós.
—¿Ni siquiera por cortesía vas a ofrecerme tu casa?— la dijo Sara
— Perdona, tengo que dejarte. Voy  tarde. Otro día

Adela salió todo lo deprisa que pudo del establecimiento, mientras era seguida por la mirada de Sara.
Guardaba rencor a aquella mujer, que para colmo le iba a dar un hijo.  No lo comprendía.  Ella era más guapa que Adela, y había sido la primera en su vida.

 —Bueno... Lo que se dice la primera, la verdad es que no lo he sido. Él siempre me hablaba de ella, pero... ¿ Cómo iba a imaginarme que acabaría casándose con ella ?  Además, ¡Está horrible ! con esa barriga, que dentro de nada abultará más que ella, y ese andar de pato que se la está poniendo... ¡ Por Dios ! ¿ Cómo puede seguir enamorado de ella ?

El rencor no la permitía ver la realidad. Comprobar que Anderson estaba encantado de la vida con su familia, que no tardando mucho se vería incrementada con ese pequeño que vendría al mundo en unos meses.

—Haré una visita a Anderson.  Si, pero lo haré de forma que ella se entere también

 Y comenzó a construir una trama que la permitiera crear dudas en el matrimonio

 Se alejó todo lo deprisa que pudo de aquel lugar. Había sido un encuentro muy incómodo, y se dio cuenta de que Sara no iba a dejar de dar la lata.

— ¿ De qué demonios ha ido esto?—se preguntaba  ¿Se siguen viendo ?  Tampoco es de extrañar que coincidan en algún lugar. La ciudad no es muy grande y quizá ella viva y trabaje cerca de nosotros.
¡ Hum !, de ésta me espero cualquier cosa.  Le preguntaré a Andy, aunque no se si sería correcto.  Es tanto como decirle que desconfío de él.  De momento no le diré nada.  Seguro que todo es casualidad.

Se quería convencer a sí misma, pero en algún lugar de su cabeza, se abría paso la duda. Desechó la idea mientras se dirigía al hotel .  Recogería a su marido y juntos regresarían a casa.

— Ni cinco minutos, dedicaré a esta arpía.  Ni un minuto más.

Pero aunque se lo propuso, algo en su interior no la dejaba tranquila.  Decidió disimular ante él, y no darle más importancia a lo acontecido.  Pero por mucho que lo intentó, no podía alejar de su pensamiento el encuentro con la intrigante Sara.  Sentía que  una luz de alarma se había  encendido

Cuando llegó a casa Anderson, le recibió como siempre con la mejor de sus sonrisas y cariño, ocultándole el encuentro


—¿ Cómo te ha ido todo?— le preguntaba él como cada vez que se juntaban por la noche, y cada uno le contaba al otro las incidencias del trabajo
—Bien, sin problema. Como siempre
— ¿ Has ido a  hacer la compra?
—Si...
— ¿ Qué pasa ? Parece que lo dices dudando. ¿ Es que cambiaste de idea?
— No, no...  Fui al supermercado...  pero allí me encontré con Sara
— ¿ Sara ?
— Si.  Parece ser que trabaja y vive cerca de tu hotel, y coincidimos en la tienda.  Por cierto, no quería decírtelo, ni tampoco mencionarte el encuentro, pero ha surgido...
— Creo que hay algo que no me estás contando
-—No, no es eso...  Me dio a entender que os habéis visto en alguna ocasión
— ¿ Qué ?  Hace mil años que no la veo.  Ni deseo encontrármela.  No me gustó su actitud la última vez que la vi. ¿ Qué te hizo sospechar que la he visto ?


— No lo he sospechado.  Me lo dijo ella.  Me vio el vientre abultado y eso exactamente fue lo que la llamó la atención, porque tu no la mencionaste que estaba embarazada
—En parte tiene razón.  La vi un día que acudí a la tienda de delicatesen a por tu antojo de fresas con chocolate.  ¡ Claro que no la dije nada ! ¿ Por qué iba a decírselo? Además apenas cruzamos cuatro palabras.  No quiero tener trato con ella
— Yo te creo, claro.  Me resulta una intrigante, pero ella me dio a entender otra cosa
—Pues no es cierto.  Y ahora tu verás a quién crees— Respondió Anderson bastante enfadado
—  No te estoy culpando de nada, sólo te digo lo que ella comentó, nada más. No sé porqué te pones hecho una furia.  En todo caso debía ser yo la que estuviese enfadada ¿ no crees?
— No veo por qué. Te estoy diciendo la verdad. No me gusta mentir, y tu deberías saberlo. Pero parece ser que tiene más crédito una extraña, que tu propio marido. ¿ Por qué estamos discutiendo?
— No lo se.  Yo no he empezado a subirme por las paredes, has sido tu el que te has enfurecido, y sabes ¿ qué ? que si no tuvieras nada que ocultar no te hubieras puesto tan enfadado
—¡Esto es el colmo!.  ¿ De manera que yo soy el culpable?  Mira he tenido problemas en la oficina, me duele la cabeza y esta discusión me cansa, así que me voy a la cama.  Quizá mañana más tranquila entiendas que es absurda toda esta pelea que estamos teniendo...   Por nada
— ¡ No has cenado ! ¿ Vas a acostarte sin cenar?
— Exactamente. Eso voy hacer. Cuando te quedes sola, pelea con las paredes.  Buenas noches

Anderson se marchó al dormitorio, y Adela se quedó en el salón analizando el porqué había ocurrido esa pelea tan absurdamente tonta, y  el motivo que lo había provocado.  En su fuero interno justificaba la actitud de Anderson, no porque estuviera ofendido por sus dudas, sino porque en realidad era culpable.  Se estaba viendo con ella, y la prueba era su enfado.  Una ola de indignación, le atenazaba la garganta.  Sentía deseos de llorar, pero no quería hacerlo.  Se sentó en el sillón y, aunque trató de evitarlo, las lágrimas rodaban por sus mejillas. ¿ Cómo era posible que Andy le hiciera aquello? Estaba gorda, torpe, comía como una descosida las cosas más extrañas que se imaginaba.  Dormía mal, daba vueltas en la cama despertándole a cada rato.  Él se levantaba al día siguiente cansado, aunque nunca protestó ni demostró su enfado.  Pero la discusión había roto el dique de contención y había salido al exterior la incomodidad que sentía por el estado de su mujer. Ella, abrazó su vientre, como protegiendo a su bebe.

— No nos quiere, chiquitín. Ya no me quiere, quizá a ti si, pero estoy segura que ya no está enamorado de mi, sino de ella. Sara que es una criatura preciosa, que está loca por tu padre y además tiene buen tipo, y no como la gorda de tu madre.

 Y rompió a llorar sin poderse contener

El llanto duró bastante rato, hasta que el cansancio y el sueño, la rindieron y se fue a la cama.  Anderson dormía plácidamente, y ni siquiera se inmutó cuando ella, dentro del lecho, trató de acercarse a él.  Estaba absolutamente segura de que su marido ya no la quería, y la prueba de ello era que ya no respondía como antes, cuando se acurrucaba a su lado.  Se dio media vuelta, dando la espalda a Anderson,  poniéndose en una orilla para no molestarle, al tiempo que silenciosamente, comenzaba nuevamente a llorar.  De muy madrugada, Anderson se giró en la cama y abrazó a su mujer, como tenía por costumbre, lo que despertó a Adela.  Ella se volvió para mirarle, y comprobó que seguía profundamente dormido.  Lentamente volvió a quedarse dormida.

Cuando sonó la alarma del despertador, extendió un brazo para pararla y evitar que él se despertara.  Siempre era ella la que se levantaba antes, pero en esta ocasión no había sucedido así.  El ya estaba levantado y vestido.  Se puso una bata y acudió en su busca.  Se encontraba en la cocina preparando el desayuno

— Buenos días — saludó ella con una débil sonrisa

Anderson la miró y respondió con un lacónico " buenos días".  Nada más.  Ninguna pregunta,  ningún interés por cómo se sentía, como hacía a diario desde que ella se quedó embarazada.  Ninguna palabra que le hiciera notar que ya no estaba enfadado, pero descubrió que era todo lo contrario  ¿Enfadado él ? Era ella la que debía estarlo.  Era ella la que tenía dudas de que no se estuviera viendo con la arpía, y sin embargo él se da por ofendido por la discusión del día anterior...
Dio media vuelta, y sin comentar nada más se metió en el baño para arreglarse.  No quería ir con él al trabajo, no con esa tesitura.  Pondría alguna excusa y ella llamaría a un taxi.  Si quería pelea, tendría pelea, pero no iba a ceder encima  de no ser la culpable.

Cuando salió ya arreglada, Anderson había dispuesto todo para el desayuno.  Miraba de reojo a su mujer que no tenía muy buena cara.  Le había escuchado vomitar en el cuarto de baño, y se sentía responsable  por ello, aunque en el fondo no quería reconocer que no había cenado a causa de esa estúpida discusión

—Adela... ¿ Te encuentras bien ? ¿ Te han vuelto las náuseas ?
— No te preocupes.  Si estoy bien.  En cuanto desayune se me pasarán
—Oye...  Quería disculparme por lo de ayer. Ha sido algo estúpido que hayamos peleado por algo tan nimio
— Nos pusimos nerviosos. Eso ha sido todo.  No te preocupes— le dijo lacónicamente
— Si, si me preocupo.  No me gusta la forma en que anoche nos dormimos.  Es la primera vez que nos damos la espalda
— Tu me diste la espalda.  Cuando fui a la cama estabas dormido y ni siquiera te moviste.  Pero tampoco tiene  importancia.  Comprendo que no estoy de lo más atractiva. Es lógico... ves a diario a ejecutivas y clientas preciosas, y sin embargo luego me ves a mi, y ...
—¿ Dónde quieres ir a parar, a que ya no me guatas? ¿ Es eso ?  Es una solemne tontería. Sabes que siempre he estado loco por ti, y ahora más todavía.  El que estés encinta no te resta un ápice de belleza.  Eres una mujer bella. Creo que te has levantado de mal humor, que quizá has dormido poco. Será mejor que lo dejemos, o terminaremos como anoche
-Tienes razón. ¿Sabes qué ?  Voy a llamar a Henry para decirle que no me encuentro bien y no voy a ir al trabajo. En realidad, no es mentira, no me encuentro muy bien
— ¿ Me quedo contigo?
— No. No hace falta.  Todo es por falta de alimento.  En cuanto desayune se me pasará

Desayunaron en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos.  Esa había sido la primera discusión seria que tenían desde su casamiento, y los dos se sentían extraños, incómodos.  Anderson dejó los cacharros en la pila y, besando a su mujer en la frente, se despidió de ella para acudir al hotel.

— Vuelve a acostarte y descansa.  Yo llamaré a Henry.  Comeré en la cafetería del hotel, y te mandaré algo de comida para que no tengas que guisar la tuya ¿ Qué te apetece? Así no tienes necesidad de levantarte si no quieres
—Algo de verdura y pescado
—Bien.  Te lo mandaré con Robert a mediodía. Descansa por favor.  Me voy preocupado.  No me gusta verte así
-—Ya...   Mucho me temo que de ahora en adelante, vendrán más días así.   Dentro de nada entro en el sexto mes
— ¿ Llamo a Michael ?
— No.  De verdad.  No es necesario. Anda ve.  Llegarás tarde.  Conduce despacio
— Hasta luego.  Vendré lo antes que pueda.  Llámame si no te mejoras.  Yo llamaré cada hora.  No me gusta verte así
— Estoy bien, Estoy bien

Recibió con ternura el beso que Anderson le dio en los labios, y le acompañó hasta la puerta para despedirle.  Había tratado por todos los medios por aparecer tranquila, sin dar importancia a su estado, pero la verdad es que estaba muy lejos de sentirse bien.  Tenía una sensación incómoda que no se debía a sus náuseas matutinas, sino a algo nuevo que experimentaba desde la noche anterior, con la discusión con su marido.  Algo había cambiado entre ellos. Lo presentía.  Algo de forma sutil había invadido  sus vidas, justo ahora que más le necesitaba.

Se sentó durante un momento en el salón y pensaba que quizá Anderson estuviera cansado, agotado, por sus insensateces, por sus dudas sin fundamento.  Era una época diferente, todo era diferente en ella.  No tenía cerca a nadie con quién hablar sobre ello y despejara su negro horizonte. Si Clara estuviera aquí...  ella le daría los buenos consejos de siempre. ¿ Por qué no hablar con su suegro?  Era un hombre razonable y podría darle algunas pistas sobre su marido. ¿ Se conocían bien? Ella era diáfana, pero él...  había tenido una vida libre durante mucho tiempo, y es posible que ahora, máxime con la responsabilidad de ser padre, se sintiera atado, y empezase a echar de menos su libertad perdida.

Esperó a que él llegase al hotel y cuando comprendió que ya estaría en el despacho, marcó en su móvil el numero de su marido

— Dime ¿ Qué te ocurre? — la respondió una voz ansiosa
— Nada, tranquilízate, no me ocurre nada.  Es que se me ha ocurrido acercarme a ver a tu padre. Hace días que no le hemos visto, y así pasaría la mañana más distraída.  En casa sola me da por pensar...
—¿ Qué tienes que pensar? ¿ Tienes miedo al parto ?
— Un poco si...Me pongo nerviosa al pensar que ya queda muy poco, pero no pienso en el parto en si, sino en lo que viene después.  Me da miedo el bebe
— ¿ Por qué ? No entiendo tu inseguridad, francamente.  Estaré a tu lado, siempre.  Te ayudaré en lo que pueda
— Ya lo sé, ya lo sé.  Pero ¿ cuándo tu no estés ? Una tosecita, o el llanto que no sabré por qué es...son muchas cosas. Ya sabes que soy insegura...Pero no quiero hablar de eso ahora mismo. Sólo te llamaba para decirte que voy a salir.
— No me gusta mucho que vayas sola conduciendo.  Estás muy adelantada....No, no me gusta.  Pero si eso te va a mejorar, hazlo...  Pero llámame en cuanto llegues.
— Bien.  Hasta luego, entonces
— Hasta luego.   y...  ten cuidado

Colgaron.  No hubieron palabras cariñosas, ni mimos como en otras ocasiones, lo que hizo que su estado de ánimo empeorara. " Ya no me quiere, no me necesita.  Se siente atrapado..."  Y de repente volvió a cambiar de opinión.  No iría a ver a su suegro.  No se sentía con ánimos, porque sabía que si comenzaba a  hablar, no pararía y le contaría todo lo que pensaba.  No quería disgustar al anciano. Iría al centro de la ciudad, tomaría algún refrigerio en algún sitio y así pasaría la mañana. No deseaba quedarse en casa, porque si lo hacía no pararía de pensar y se pondría peor.  Cogió su bolso y las llaves y salió de casa rumbo a la ciudad.


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