sábado, 15 de abril de 2017

Dos hermanas - Capítulo 4 - Arthur

Esgrimió su sonrisa más seductora, y se mostró sonriente. Y aceptó la invitación de él a cenar juntos.  Poco a poco, sin apenas darse cuenta, Arthur fue concibiendo un futuro junto a Alexa, a pesar de que ella con toda sinceridad le dijera que había de tener paciencia y darla tiempo.  Deseaba enamorarse de él; era un buen hombre y la amaba desde hacía mucho.

A veces mantenía una constante lucha por querer olvidar a Arnold, cuya relación con ella, permanecía inalterable: eran cuñados, simplemente.  El la quería, pero no de la forma que ella deseaba.  Sin embargo Arthur se le había declarado infinidad de veces, e infinidad de veces había recibido una negativa, pero ésta vez era diferente, algo había cambiado entre ellos.


Alexa aceptó su invitación a  cenar y en la sobremesa, una vez más él la habló de su relación y que deseaba llegar a buen puerto con ella.  Se le quedó mirando y aceptó la propuesta sin darle demasiadas esperanzas.  Y sintió que era hora de dar rienda suelta a algo que no fuera dolor,  y satisfacer su espíritu de mujer.  Sentirse amada y deseada, aunque no fuera esa la persona elegida por ella para ese momento  Se lo hizo ver, y por fin le confesó que era a su cuñado a quién amaba, pero se había cansado de esperar:

- Haré todo lo posible por olvidarle, por enamorarme de ti.  De verdad que lo deseo, porque hasta ahora sólo he conseguido dolor desde que era una adolescente.  Bien es verdad que él lo ignora, pero deseo sentir el amor de un hombre hacia una mujer, y no ser siempre la cuñada y la tía que acude a su rescate. No te prometo nada, pero también he de decirte que haré todo lo posible por olvidarle y amarte. Si me aceptas, adelante.  Si no te complacen los planteamientos, no pasa nada. Seguiremos como amigos, como hasta ahora.
- ¿ Me estás pidiendo que nos acostemos juntos? ¿ Es eso lo que me quieres decir?
- Posiblemente  sea eso, no lo sé.  Ni yo misma me reconozco al decir estas cosas, pero, creo que si.  He llegado a un punto en que necesito la cercanía de un hombre con una mujer.  No habrá responsabilidades de ninguno de los dos. Nada pediría,  ni nada me pedirías.
- ¿ Sabes ?  He estado esperando este momento desde que te vi por primera vez.  Te he deseado siempre, pero tu me rechazabas, pero ahora, has hablado sinceramente, y mi respuesta es si.  Deseo hacerte el amor más que cualquier otra cosa.  Hoy.   Mañana Dios dirá. Tengo un pequeño cottage en  los Costwolds ¿ quieres que vayamos allí?
- Me parece bien. Y aunque me creas una atrevida he de decirte, que me está costando mucho hablarte de esta forma, porque además , me he mantenido virgen por él y para él.  Ahora ya lo sabes todo.  No quiero engañarte, no te lo mereces, pero también te digo que será mucho el tiempo que pasará hasta que me olvide completamente de él, y probablemente no lo consiga nunca
- Está bien.  Acepto el reto. Vayámonos, si te parece.  Después de esta conversación, me está siendo muy difícil controlarme.


Enseguida llegaron .  Ella iba muy callada durante todo el camino, y Arthur la miraba de soslayo, tratando de asimilar lo ocurrido en aquella trascendental cena para él. Probablemente porque no esperaba tanta sinceridad se sentía feliz, y a un tiempo expectante ante el reto que le había planteado.  Lo había deseado desde que la conociera y esta noche sería suya por primera vez. Amaba a esa mujer más que a nada y confiaba que a partir de ese momento, ella comenzase a verle con otros ojos distintos a una buena amistad.  Quería hacerla su esposa, y aunque el reto que se planteaba era difícil, esperaba, que con el tiempo, ella borrase de su cabeza el rostro de Arnold, aunque su sombra fuera demasiado alargada.

Se detuvo frente a la entrada sopesando el paso que iba a dar.  ¿ Lo había pensado bien? O quizá  no lo había hecho.  Era una mujer adulta con la edad suficiente para hacer lo que le viene en gana sin tener que dar explicaciones a nadie. Además si los hombres pueden irse con una mujer cada vez que quieren ¿Qué norma impide que una mujer no haga lo mismo mientras no dañe a  un tercero? Y ambos eran libres y sin ataduras, y ella, no sabía muy bien por qué, necesitaba una compañía masculina.  Sabía de sobra lo que eso conllevaba, y conocía de antemano el pudor que la produciría desnudarse delante de un hombre por vez primera y además ante un amigo, y no sólo eso, sino lo que vendría a continuación. ¿ Estaba dispuesta a ello?  Arthur estaba sorprendido al verla tan parada y pensativa ante la puerta del cottage

- Si no quieres, no pasará nada, te lo prometo. Haremos lo que tu quieras hacer.  Si sólo deseas hablar, hablaremos todo lo que quieras. Imagino la lucha interior que tendrás, lo comprendo; mi amor por ti no va a cambiar si damos media vuelta y regresamos a casa
- No, quiero hacerlo. Posiblemente mañana me habré arrepentido, pero hoy, quiero hacerlo.  Abre la puerta y entremos.

Arthur estaba algo confuso.  Habría de ir con mucho tiento para no asustarla; controlar su impaciencia y sus propias emociones.  Cerró los ojos, inspiró aire y la ofreció algo de beber, que ella rechazó.

- Tomemos una copa de Jerez, nos ayudará - dijo él cautamente

  Se acercó lentamente hacia ella y la besó con ternura, pero ella le respondió de inmediato, casi con furia.  Sabía que no se encontraba bien, que esa reacción no era la lógica, y que posiblemente estaría motivada por su indecisión, pero no lo pensó más.  La abrazó colmándola de caricias y poco a poco Alexa fue relajándose, dejándole hacer y,  lentamente él la despojó de su ropa, sin violencia, haciendo él lo mismo. La tumbó en la cama y Arthur lo hizo a su lado besándola, acariciándola, expresando el profundo amor que sentía por ella y que era más fuerte que él.


Ella cerró los ojos, como si no quisiera ver lo que estaba pasando y poco a poco fue correspondiendo a las caricias de Arthur a sus besos y a sus palabras de amor, aunque ella se los dirigía a Arnold y se entregó.  Pero no pensaba que lo hacía con Arthur, sino con su cuñado. Y con ese pensamiento en la cabeza, experimentó por vez primera el placer como mujer, aunque no fuera la situación,  ni el hombre,  que siempre había imaginado.

Arthur pensaba que era él quién provocaba esa sensación abrumadora, y no se dio cuenta, o no quiso dársela,  cuando ella, al llegar al clímax, muy bajo, pronunció un nombre que no era el suyo.  Le había pedido paciencia y se la concedería.  No importaba que ahora creyese que era otro hombre el que había tomado posesión de su cuerpo.  Esperaría, no importaba el tiempo.  Lo importante era que había dado un gran paso.  Ni siquiera la mencionaría que había creído que estaba con su cuñado, no se daría por aludido, y esperaba que ella tampoco se pronunciase, porque entonces si debía darle una explicación que aliviara su orgullo herido.

La miraba tendida a su lado con los ojos cerrados, pero sin dormir.  Ni siquiera se atrevía a preguntarla cómo se había sentido, por si su respuesta no le complacía.  Lo dejaría pasar, como si nada hubiera ocurrido, y sólo él hubiera recibido los placeres de su amada. Eso haría; quizá ella se haya dado cuenta y dé alguna explicación, aunque  sabía de sobra a qué se debía esa confusión, si así pudiera llamarse.

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