miércoles, 14 de septiembre de 2016

La chica del tiempo - Capítulo 16 Un día de Enero

Pasaron las navidades y un nuevo año comenzó  Durante el fin de semana Nelly había estado por el Valle de Artibonito, y había charlado con algunos de los habitantes de la zona.  Gentes humildes, pero campechanas y sencillas. Hasta compartieron con ella la frugal comida.  Sacó fotos y cuando llegase a la pensión redactaría el reportaje y lo llevaría al periódico, a ver si esta vez tenía más suerte.  Comenzaba una semana extraña. Cuando se levantó, miró al cielo, como tenía por costumbre  y observó algo raro en la conducta de los animales: los pájaros volaban en una dirección  distinta a la acostumbrada, como si estuvieran desorientados..  También le extrañó, no escuchar el canto de las aves que normalmente la despertaban al anunciarse el día.  Tuvo la sensación semejante a  un  presentimiento.  Desayunó, fue al periódico, y se olvidó del tema. Habían aceptado el reportaje, pero querían más fotografías de los habitantes, principalmente de los niños, de la escuela, en fin "más material," , es lo que le pidió el director y ella aceptó. Iría después de comer, que haría a hora temprana.


Después de hacerlo  en un bar, se dirigió  al Valle. La gente estaba haciendo su vida normal, sin imaginar siquiera lo que se les venía encima.  Ella había terminado su trabajo y se dispuso regresar a la capital.  Cuando llevaba medio camino andado, un fuerte movimiento, hizo que su coche se desplazará a bastantes metros de distancia, quedando las ruedas al borde de un gran socavón que se había producido en la carretera.  Salió como pudo y al hacerlo, observo que no había sido un socavón, sino una enorme grieta abierta en las mismas entrañas de la tierra. Y seguidamente otra fuerte sacudida que la hizo caer al suelo. Era un terremoto, un fuerte terremoto .  Angustiada miraba a   su alrededor sin saber qué hacer .  Ni siquiera atinaba a rezar alguna oración que había aprendido de pequeña.  Se le habían borrado de la cabeza. De repente una réplica más, y entonces comenzó a llorar llamando a Aidan.  Caminaba por la carretera abierta, tratando de sortear  árboles y matojos que caían a su paso. No sabía dónde ir, y si podría llegar a alguna parte.  Nombraba a Aidan como una oración, como si con solo pronunciar su nombre, estuviera a salvo de todo lo ocurrido.  Miró hacia atrás.  No sabía si continuar hasta Puerto Príncipe o retroceder en su camino.  Pero el paisaje era dantesco en ambas direcciones.  Optó por seguir, mientras las réplicas se lo permitieran.  A ellas se unieron un grupo de personas que huían despavoridas  sin saber qué dirección tomar, ni tampoco de donde salieron.  Y a ellos se unió.  Le daba miedo la noche.  Nunca se había visto en una aventura semejante, ni conocía que hacer en casos como este. Y las réplicas seguían unas más flojas y otras más fuertes.  De vez en cuando se paraban en campo abierto para descansar.  Estaban agotados y se les hacía de noche.  Nadie más se les agregó.  Divisaron a lo lejos unas casas totalmente derruidas. No sabían donde estaban pero Nelly encabezó la misión de ayuda a quién fuera necesario. Seguramente habrían personas entre los escombros de las casas.  Era un lugar  no muy grande, pero efectivamente había heridos e incluso fallecidos.

 Con las manos, ya que no tenían herramientas para ello, retiraban los ladrillos y pedazos de muros, hasta localizar el lugar en donde pudiera haber alguien que necesitase ayuda.

Rescataron a cinco personas, pero otras se quedaron allí sin vida.  Las mujeres lloraban, y los hombres estaban asustados.  Ella no sabía en que estado de ánimo estaba, seguramente en shock.  No paraba de repetir el nombre de su marido.  Deseó tener alas para salir de allí e ir a su encuentro, pero no podía.  No tenían luz y se había hecho de noche. Retumbaba en sus oídos el bramar de la tierra con cada réplica, y a cada una de ellas, eran los sollozos los que les acompañaban.  Se ayudaban unos a otros, unos sujetaban a los otros que no pudieran andar.

Por fin se hizo de día y el sol caía a plomo sobe ellos, cuando vislumbraron lo que debía ser Puerto Príncipe.  La escena era aterradora; edificios parcial o totalmente  derrumbados, gente extrayendo cuerpos de los escombros. Personas llorando desgarradoramente  abrazadas a algún cuerpo inerte, y las réplicas castigándoles constantemente. El pequeño grupo se paró aterrado de lo que sus ojos contemplaban; era como si estuvieran clavados en el suelo sin poderse mover. No podían circular coches, ya que los escombros de los edificios caídos ocupaban toda la calzada.  Trepando entre ellos y ayudando a quienes podían, llegaron frente al Palacio del Gobierno, eje central de la ciudad.  También ese edificio había sufrido daños importantes.

  Habían perdido la orientación, no tenía ninguna señal de  referencia en  ninguna dirección. Ahí tenía su reportaje.  Tenía que mostrar al mundo la tremenda tragedia que estaba sufriendo el país.  necesitaban ayuda urgente, pero ¿cómo informar?
   Como pudo y acompañada por el grupo que no querían separarse, se encaminaron como pudieron y supieron,  hacia el lugar en el que debería estar el periódico.  Quizás al ser una construcción más estable, hubiera quedado algo en pie y podrían transmitir alguna noticia al mundo.

La marcha fue lenta y penosa. Se detenían constantemente para prestar ayuda a alguien mal herido, o que trataba de desenterrar a  otra persona.  Poco a poco, las calles se llenaron de gentes desesperadas que buscaban refugio, o simplemente buscaban a su seres queridos.  Pasaron por la escuela y el corazón se les encogió al ver su edificio totalmente en el suelo  Nelly corrió hacia esa dirección:  Era horario de escuela cuando se debió sentir, así que sería posible que los niños aún estuvieran en clase.  Se unieron al grupo de  personas que en cadena retiraban trozos de pared, porque efectivamente había niños sepultados.

Tras muchas horas de esfuerzos, consiguió llegar hasta el periódico.  Había sufrido daños cuantiosos, pero parte de él permanecía en pie.  Llamó a voces a los que conocía pero nadie respondió.  Entró en lo que fuera el despacho del director y trato de ver si el fax funcionaba o alguna línea de teléfono. Todo había sido destruido, estaban solos ante la hecatombe.  Fue el día 12 de Enero, martes,  a las 16'55 de 2010. Día que quedó marcado como uno de los peores terremotos que se había sufrido.



Pero ¿ habría algún medio para poder avisar fuera.? La Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, alguna organización debía estar allí.  Por deprisa que pensaba era como si diera vueltas en un círculo vicioso. No podía quedarse quieta , sin hacer nada.  Tomando como referencia el periódico, llegó hasta la sede de Médicos del Mundo. Había sido dañada, pero habían podido rescatar algo de material médico y estaban montado tiendas de campaña. Aceleró el paso cuanto pudo y llegó hasta ellos. Habló con alguien, no sabía con quién y averiguó que ellos habían contactado con su sede central y estaban organizando los socorros.

El médico observó su cara y sus manos y se dio cuenta que ella estaba herida, y ni siquiera se había percatado de ello.  Los dedos los tenía destrozados y un fuerte golpe en un pómulo. La auscultó por encima y percibió que un hombro lo tenía dislocado; seguramente por el volantazo que dio el coche cuando comenzó todo.  Era tanta la tensión y la angustia, que ni siquiera sentía su dolor físico, ante la magnitud de la tragedia que estaban viviendo.

Todo había quedado arrasado y las gentes vagaban por las calles sin saber dónde ir.  Lo habían perdido todo.  No tenían alimentos ni agua. Las vendas , anestésicos, y antisépticos escaseaban .  Habían perdido la mitad de sus instalaciones.  Nadie pudo prever tamaño desastre.

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