martes, 21 de marzo de 2017

Nadie hablará de mí cuando ya no esté - Capítulo 3 - El chico de los ojos azules

 Antes de que pudiera darse cuenta, estaban mezclados con el resto de los bailarines

— Yo no se bailar... Yo no se bailar....— le decía muerta de risa
— No importa.  Haz lo que sepas.  El caso es divertirse— la respondió él

Y comenzó a moverse. Sus pasos eran torpes, hasta que comenzó a seguir el ritmo bailando como si fuera una danza gallega.  No es que fuera exactamente igual, pero al menos no permanecía quieta y rígida como un palo.  Al terminar, jadeando por la risa y por lo inesperado del momento, miraba fijamente al chico de los sorprendentes ojos azules

— ¿ De dónde has salido tú ? —la preguntó
— Del internado de las Hermanas del Amparo— respondió Adela
— Ah...¡ Ahora me lo explico! No eres de aquí
— No, claro que no ¿ En qué lo has notado ?— contestó ella riendo
—Ja, ja, ja.  Veo que tienes sentido del humor. Ven,  tienes que beber algo, será un ponche, porque te veo muy joven para beber otra cosa
— No soy tan joven
— ¿ Ah, no ?  Calculo que tendrás como quince años
—¡ Nooo ! Cumpliré diecisiete dentro de dos meses.
— Hum, si ¡ Ya lo creo ! Eres bastante mayor
— Y tú ¿ Cuántos años tienes ?
—Veintiséis.  Todo un anciano
— ¿ Cuál es tu nombre?— le dijo ella
-—Alastair, pero todos me llaman Aleck
— Yo soy Adela
— Mucho gusto, Adela. ¿ De qué parte del globo eres ?
— De España. He nacido en Madrid
— Yo estuve durante un verano allí. En un intercambio de familia.  Me lo pasé estupendamente

En ese momento, Clara llamó su atención, dándole un tirón en el brazo.  Las monjas reclamaban  su 
presencia para regresar al internado

— Adela, nos vamos
—¿ Tan pronto ?  Ahora que me lo pasaba genial
— Pues si, ahora  y date prisa que el autocar nos aguarda, y ya está puesto en marcha
— Lo siento Aleck, tengo que irme. Ha sido estupendo. Eres muy amable
— Lo mismo digo, Adela. A ver si nos encontramos otro día
— Hum, lo dudo.  Sólo nos dejan salir los fines de semana... si nos portamos bien. Bueno adiós. Encantada de haberos conocido a todos. 

 Las dos muchachas salieron corriendo para incorporarse a su lugar en el autocar

— Vamos, vamos, señoritas. No se entretengan 

   Aleck salió a la puerta para despedirse de las chicas.  Le resultaban simpáticas y la experiencia le hizo  gracia. Cuando el vehículo tomaba su ruta, él dio media vuelta y volvió a la fiesta.

Las chicas iban calladas,  unas, otras hablaban bajito, pero todas comentaban lo bien que  lo habían pasado en ese primer día de excursión.  Sor Angels sonreía complacida: las chicas se habían portado bien, "repetiremos la experiencia", pensaba mientras se reclinaba en su asiento.  Clara y Adela permanecían en silencio, que fue interrumpido por Clara al cabo de un rato

— Estás muy callada ¿ en qué piensas ?

— ¿ Te has fijado en Aleck?
—  ¿ Quién es ese?— preguntaba Clara intrigada
-—Ay hija, algunas veces pareces boba. Quién va ser, el chico que estaba conmigo.  Tiene los ojos más azules que he visto nunca.  Sólo he visto unos iguales y ha sido en el cine: los de Paul Newman
— ¿ Es cierto ? Habérmelo dicho antes y me hubiera fijado. ¿ Por qué te saco a bailar ?
— No lo sé. Sería por el empujón que le di. Es muy simpático y...  muy guapo—dijo bajito tapándose la boca para que sólo Clara pudiera escucharla.

Y volvieron a guardar silencio. Clara dormitaba, y Adela con los ojos cerrados pensaba en otros muy azules,  y en una sonrisa preciosa. Lamentaba que ya no volvería a verle.  Sólo conocía su nombre y le había visto en una boda ¿ De quién ?.  Ni siquiera eso le había dado tiempo a preguntarle, ni si vivía allí,  o estaba de paso como ella.

— Todo ha sido ¡tan romántico!— pensaba mientras suspiraba bajito.  Intentaba dormirse, al igual que Clara, para ver si en sueños volvía a ver a su desconocido compañero de baile, pero cuando los ojos se rendían , el autocar paró:  habían llegado al internado.

Los siguientes días, transcurrieron con la misma rutina de siempre. Estudiar, estudiar, y estudiar. Deseaba llegase el fin de semana para hablar con sus padres, y por ver si por una casualidad, volvían a llevarlas de excursión.  Sabía que era imposible volviera a cruzarse en su camino el chico de los ojos azules, pero lo que tenía muy claro es que, desde luego, en el colegio no le vería.  Y si. Volvieron a salir, pero no las llevarían a Inverness. Esta vez tocaba la visita  a las cuevas de John O´Groats.

—Seguro que será precioso— comentaba Clara ante la cara de disgusto de Adela—  Hija, ¿ Qué te ha dado?
— No sé Clara, no lo se.. Es una tontería ya se me pasará
— No te habrás enamorado de él ¿ verdad ?.  Eso sólo ocurre en las novelas
—No seas boba, claro que no, pero...  ¡ Fue tan simpático !  No lo vayas a comentar con nadie.  Se reirían de mi
— Naturalmente que no.  Eres mi amiga
— Gracias Clarita.  No me gustaría nada que cuchichearan a mis espaldas.

Y al igual que la semana anterior, regresaron al internado hacia media tarde, pero esta vez,  Adela no iba tan entusiasmada, aunque la redacción que había de hacer,  reflejaría todos los detalles de lo hermoso del paraje, aunque no fuese tan eufórica como la que hizo del Lago Ness.

—Sería impensable que alguna vez nos dejasen ir  nosotras solas a la ciudad, de compras por ejemplo  ¿verdad?—Comentaba Adela a su amiga mientras se desvestían para meterse en la cama
—Ni lo sueñes. Quítate esas ideas de la cabeza.  Mientras estemos aquí iremos con carabina y a donde ellas quieran.  Yo al menos no he ido a ningún sitio por libre en todo el año pasado, y este supongo que será igual. ¿ Por qué lo piensas ?
— Por nada, por nada en concreto.  Porque está muy bien eso de hacer excursiones culturales, pero comerse una hamburguesa o ir algún centro comercial nosotras solas a comprar... ¡ Qué se yo ! Jabones por ejemplo, tampoco estaría mal
—Estás loca —dijo riendo Clara—. A mi no me engañas. Quieres volver a ver al niño de ojos azules

Adela no respondió, lo que hizo pensar a Clara que había dado en el clavo.  Los días transcurrían lentos y monótonos en el internado, y así pasaron los dos meses en que Adela cumpliría los diecisiete años.  Sus padres pasarían esa fiesta familiar con ella, y con un permiso especial de la directora, se desplazaron hasta la ciudad para comer en un restaurante y celebrar el cumpleaños de su hijita en familia.  Por mucho que intercedieron para que Clara les acompañase, la rígida disciplina del colegio, no les concedió ese deseo, por lo que apenada Adela se ausentó de allí durante unas horas. 

Los padres encontraron a su hija, algo cambiada.  A menudo se "ausentaba" de la conversación que mantenían.  La preguntaron miles de cosas, y vieron que se había acostumbrado a aquel lugar y la conversación mantenida con sus profesoras, les habían dejado muy satisfechos.  Ya no era la chica alocada y testaruda de cuando entró. Ahora se había vuelto más responsable, aunque también se distrajera con mayor frecuencia.  Pasearon por el centro de la ciudad y compraron para Adela alguna cosa que la chica les había pedido.

Después de deambular durante un par de horas por las calles, decidieron sentarse en una cafetería y descansar hasta la hora de volverla a dejar en el internado.  Sus padres saldrían al día siguiente en su regreso a Madrid.  Hacía un bonito día con sol.  Se sentaron en una mesa junto a un ventanal.  Detrás de ellos, había un grupo de jóvenes charlando animadamente, todo muy normal.  Nadie les prestaba atención, pero fue cuando uno de ellos pronunció un nombre que hizo que Adela girase la cabeza en esa dirección


— Eh, Aleck, pide otra para mi también

Y de nuevo se topó con el chico de los ojos azules.  Su corazón la dio un vuelco de alegría, pero sólo la duró unos segundos, cuando  vio  que él acariciaba una mano femenina.

— Hija ¿ qué te ocurre — la preguntó preocupada Eugenia al observar que se había puesto pálida
— Nada mamá, no me pasa nada. ¿ Me perdonáis? He de saludar a alguien

Armándose de valor, decidió que era ahora o nunca, al tiempo que se preguntaba por qué lo hacía. A buen seguro que él ni siquiera se acordaría de ella.  Se levantó de su sitio y lentamente se dirigió hacia la mesa ocupada por Aleck y sus amigos
— Buenas tardes, Alastair— dijo entrecortadamente
— ¿ Quién eres tu ?—respondió él
—   Hace tiempo que nos vimos en el Lago, en una boda.  Yo te di un empujón y....
— ¡ Claro ! ya me acuerdo ¿ Cómo estás ? ¿ Ya no estás en el internado ?
— Si, pero es que hoy es mi cumpleaños y estoy con mis padres.  He escuchado que alguien llamaba a Aleck, y entonces he mirado y te he visto.  Aquel día fuiste muy amable conmigo, y creía que debía saludarte.  Pero no os interrumpo más
—Espera no te vayas, voy a presentarte a mis amigos

Uno tras otro fue diciendo los nombres de los chicos y las chicas que le acompañaban, pero ella no le escuchaba.  Una casualidad había propiciado ese encuentro, pero sabía que difícilmente volvería a darse otra oportunidad.  Miraba  a cada uno de los que eran presentados, pero instintivamente ella volvía sus ojos hacia Aleck y a la muchacha que le acompañaba.  Una vez fue presentada, se despidió de ellos y se alejó para reunirse con sus padres, seguida por la mirada de Aleck, que con una sonrisa relató a sus amigos la anécdota que propició su primer encuentro.

Aquella noche, de regreso en el internado, escribió en su diario, no sólo la visita de sus padres, sino el encuentro inesperado con el chico de los ojos azules.  Hizo una observación sobre  cómo se había sentido al verle sonriendo y acariciando a una de las chicas que le acompañaban junto con sus amigos.

  " Quizá sea su novia ", escribía mientras un nudo se le hacía en la garganta.  No tenía sentido lo que la ocurría sólo le había visto en dos ocasiones ¿ Qué era lo que le estaba pasando?.  Había transcurrido mucho tiempo desde que le viera por vez primera, pero no le había olvidado.  Ese pensamiento la tenía confundida  ¿sería amor? " Imposible, eso no pasa, no puede pasarme a mi"  Pero una duda se abría paso en su cabeza ¿ qué podía hacer ? No se sentía bien con ese sentimiento, que desde ya, tenía que desterrar de su vida.  Era una locura y un imposible.



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