lunes, 20 de marzo de 2017

Nadie hablará de mí cuando ya no esté - Capítulo 2 - El clan McLaughlin

Ya había transcurrido un mes desde que se iniciaran las clases en el internado.  Adela se había resignado a su destino, pero no podía evitar que una profunda añoranza la invadiera, máxime en un día como el que había amanecido:  gris, nublado y con perspectivas de lluvia, de un momento a otro.  El Otoño se anunciaba pronto.  ¡ Qué distinto al clima de España, en que esa estación era una de las más hermosas!   Dio un suspiro y siguió aguardando a que Clara terminara de arreglarse, para que juntas, acudieran al comedor para desayunar.

— Vamos, Clara, se nos va hacer tarde. Anda, mujer, date prisa
— Ya voy, ya voy

Acelerando el paso, recorrieron el pasillo y bajaron las escaleras que les llevaba directamente al comedor, en donde la mayoría de las alumnas, vigiladas por una monja, se disponían a tomar la primera comida del día.  Reinaba un silencio absoluto, mientras otra sor leía a los clásicos ingleses

— Qué divertido — gruñó Adela — La mejor manera de empezar un lunes...
— ¿ No te gustan los lunes? —la preguntó Clara
— Los odio con toda mi alma— respondió
— Schsss, señoritas.  Silencio por favor — dijo la monja que leía

De clase en clase transcurrió la mañana, y por la tarde más de lo mismo.  Al finalizar su jornada, la biblioteca para hacer los deberes, si es que los tenían.  Así un día y otro, hasta llegar al fin de semana en que podrían hablar con sus padres, si acaso  no podían ir personalmente para estar con sus hijas.

En el locutorio, tenían que aguardar su turno, pues debido a lo cercano del comienzo del curso, pocos padres se trasladaban hasta el colegio, siendo la mayoría de lugares lejanos, cuando no del extranjero,  como ocurría con los padres de Adela. Una emocionada Eugenia y,  una llorosa Adela, mantenían una conversación llena de preguntas por parte de la madre , y de quejas, por parte de Adela

— Mamá, te echo de menos. Esto es aburridísimo.  No podemos ni respirar.  Nos han dicho que si nos portamos bien, quizá nos lleven de excursión algún fin de semana
— Bueno, hija. Ten paciencia, llevas poco tiempo. Verás que todo se te hará más fácil dentro de poco . Oye, te paso a papa. Le tengo aquí a mi lado
—Adela, mi niña ¿ cómo estás ?
— Oh, papá.... 

 No pudo seguir hablando, porque la emoción hizo que brotasen las primeras lágrimas.
No me puedo creer que me hayáis hecho esta faena.  Es como estar en la cárcel
— Ja, ja, ja,—rió el padre— ¡ No será para tanto ! Creo que podremos ir a verte a mediados de este mes

No tenían mucho tiempo, ya que aguardaban más chicas para hacerlo con sus respectivos familiares.  Después de hablar con sus familias, las dos amigas se reunieron y saliendo al jardín, comentaban la novedad de haber podido hablar con sus seres queridos, que para ellas fue todo un lujo. 

La rebeldía de las muchachas se iba doblegando, es decir se iban acostumbrando a la rigidez de la disciplina, y por ello el sábado las llevarían de excursión a la vecina Inverness, y podrían observar a ver si con suerte vieran  al monstruo del lago.  Pero claro, tenían una contraprestación:  deberían hacer una redacción contando la impresión que les produciría aquel singular y hermosísimo paraje.

(Foto Internet)


No hizo falta poner el despertador.  Era la primera excursión  que tenían desde que llegaron al internado.  Las chicas nerviosas reían y charlaban todas a un mismo tiempo, mientras aguardaban en fila esperando la llegada del autocar.  Todas uniformadas, parecían más jóvenes de lo que eran en realidad.  El uniforme era algo que atormentaba especialmente a Adela.  Echaba de menos sus vaqueros y sus camisetas, sus deportivas..., en definitiva su ropa informal.  Odiaba principalmente a la ridícula corbata que cerraba el cuello de la camisa que debían vestir.  Le parecía anacrónico, que en pleno siglo XXI, cuando todo el mundo busca la igualdad, ellas tuvieran que llevar un ridículo uniforme, pero claro,  la rigidez británica no era igual que el pensamiento más abierto de los europeos latinos. Fueron subiendo  y acomodándose en los asientos.  Nuestras chicas se miraban nerviosas y se tomaban de las manos fuertemente mientras reían para contener la emoción que sentían


— ¿ Veremos a Nessy ? — preguntaba Adela
— ¡ Pero si es mentira ! No existe — le respondía Clara asombrada de que su amiga creyera en la leyenda
— Pues a mi me gusta. ¡Es tan romántico !
— Adela, evoluciona- la repetía su amiga
º
Al poco rato, a la revuelta de un camino, llegaron a Inverness, y al cabo de unos minutos más, se encontraron frente al Lago Ness.  Todas inmortalizaron la belleza del paisaje en sus cámaras fotográficas.  Adela a pesar de llevar la suya, se quedaba extasiada ante el paisaje.  Revivía en su cabeza las historias leídas en las novelas juveniles, y le daba la impresión de que en algún recodo del camino aparecería el joven protagonista de alguna historia.  . Lo retendría todo en su memoria, pero no se perdería el hechizo de aquel lugar mágico, buscando con la mirada la superficie del agua, intentando, quizá, ver a Nessy
 Para la comida, habían contratado el almuerzo en un restaurante a pocos metros del Lago.  Todas estaban hambrientas.  En uno de los salones contiguo al que ellas ocuparon, se estaba celebrando una boda, y la música llenaba el ambiente, para regocijo de las chicas.  Una vez terminaron el almuerzo, solicitaron de las monjas que las acompañaban, permiso para asomarse al salón y ver cómo era la celebración, ya que la mayoría de ellas eran de fuera de Escocia

— Bien, asomaros pero con formalidad. No metáis ruido, no hagáis nada que pueda molestar a las personas que celebran el enlace

Para no abarcar mucho espacio, las chicas se amontonaban unas encima de las otras, metiendo la cabeza para poder ver mejor.  Adela lo veía todo deslumbrada.  Los novios bailaban sin cesar reflejando la felicidad que sentían.  Todos iban vestidos con el traje típico escocés, suponía que era el correspondiente a su clan, puesto que en los hombres, las faldas eran de los mismos colores: rojo, negro y verde, y ellas una banda de la misma tela, pero también había otro grupo con colores diferentes y supusieron que serían amigos, aunque de otro clan.    Todo era muy colorido y romántico. Era increíble.  
Prometieron ser formales y entreabrieron la puerta del salón para poder verlo mejor.  Unos danzarines bailaban al compás de unas gaitas, mientras que los asistentes aplaudían gozosos marcando el compás de la música.

Cuando se giró, sin querer, otra chica la dio un ligero empujón, pero al pillarla desprevenida, fue a parar a la espalda de uno de los invitados.  Este con sorpresa, giró también su cabeza para averiguar lo ocurrido, y entonces ...le vio

— No se preocupe, no tiene importancia ¿ Quiere bailar? está a punto de concluir la danza, y me toca a mi ¿ Me acompaña ?
—¡ Dios mío ! — decía para sus adentros— tiene los ojos más azules que he visto nunca... Lo siento, lo siento mucho.  Ha sido sin querer—se disculpó

Uno de los invitados se dio cuenta de que las chicas estaban observando, y se dirigió hacia ellas para que también participasen de la fiesta.   Se les iban los ojos detrás de los bailarines,  y los pies, sin darse cuenta,  llevaban el compás.  Para Adela, aquello era todo un descubrimiento.  Dio media vuelta y se dirigió a una de las monjas para pedirla permiso y participar de la amable invitación que las habían hecho

—Sor Angels, por favor... Han sido muy amables en invitarnos y para mi es algo totalmente nuevo
— Si me dais vuestra palabra de que os vais a comportar como Dios manda, y que en cuanto tengamos que irnos, no rechistaréis— advirtió a Adela
— Lo prometo, lo prometo
—Bueno, pues id y dad las gracias por su amabilidad

Corriendo llegó al grupo de chicas y les anunció que tenían el permiso de sor Angels para mezclarse en la boda.  Aplaudían locas de contentas, y como una tromba entraron en el salón.  El amable invitado las condujo hacia una esquina para que pudieran presenciar sin dificultad las danzas y las invitó a que ellas también bailasen junto con los jóvenes que intervenían en ese momento.  Daban saltitos de alegría y aplaudían deseando que terminase la pieza para incorporarse a la danza

— Clara ¿ tú sabes bailar esto ?— dijo Adela a su amiga
— Muy poquito.  Yo ya he tenido ocasión de verles.  Recuerda que es mi segundo año de estancia aquí
—Yo no tengo ni idea
—Es muy amable, pero no conozco estos bailes.  No soy de aquí
—Ya, ya lo he notado ¿ De dónde eres?
— Soy española
— Bonito lugar. Bueno ¿ vienes ? 

 La tomó de la mano y la llevó hasta ocupar un lugar entre todos los danzarines.


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