jueves, 2 de marzo de 2017

Amor en la Red - Capítulo 10 - Distancia

Jack permaneció en cama durante toda la mañana y parte de la tarde.  De vez en cuando Ingrid, se asomaba lentamente a la habitación, para no despertarle.  Le extrañaba la conducta de su marido  ¿qué ocurrió esa noche en el quirófano para que estuviese tan afectado?  Por su profesión veía fallecimientos de todas clases, y aunque le entristecían, pasadas unas horas volvía a su vida normal.  No lo entendía. Si al menos la explicara algo...  Ya de noche, Jack se levantó. Tenía grandes ojeras y muy mal humor.  A penas hablaba, y ni siquiera miraba a Ingrid.


- Tienes que decirme lo que te ocurre ¿ no comprendes que estoy muy preocupada ?
- Pues no te preocupes - la decía con malos modos
- ¡ Cómo no voy a preocuparme ! Nunca me habías tratado así
- ¿ No puedes dejarme en paz ? ¿ No ves que no tengo ganas de hablar ?
- Está bien, te dejo. Yo no  he hecho nada para que te comportes así conmigo. Nunca, nunca lo habías hecho
- ¿ Me dejas tranquilo ? - interrumpió bruscamente a la acongojada Ingrid -.  Ella salió a punto de llorar. ¿Qué había hecho para que Jack le hablase de esa forma ?
-¡ No le he hecho nada.!..

Había pasado un buen rato desde su discusión.  Ella preparaba la cena en la cocina. Jack se acercó lentamente y la soltó de sopetón
- Nada de niños
- ¿ Cómo dices ?

- Lo que has oído, no tendremos niños. Ni ahora ni nunca
- Pero ¿ por qué ?
- Porque no quiero tener hijos ¿ Es suficiente ?
- Por favor, explícame lo ocurrido para que yo pueda saber a qué obedece todo este ... jaleo
- Muy bien, te lo explicaré - y lentamente relató a su mujer todo el triste suceso de Lucille


Ella le escuchaba con los ojos muy abiertos, atenta a las palabras de su marido.  Pero mentalmente iba repasando todo lo que sabía referente a Lucille, y de repente lo comprendió todo:  Jack seguía enamorado de esa desdichada mujer. Esa era la explicación

Derrumbada en un sillón, se tapaba la cara con las manos. De repente comprendió que toda su vida, desde que le conoció, había sido una farsa. ¿ Se había vengado de ella  por su rechazo a formalizar la relación?  Pero... en este tiempo que  llevaban juntos, él le había demostrado su amor,  ¿ Entonces?...  Su mente confundida pensaba y pensaba, sin apenas escuchar el final de la historia que le contaba Jack.  Ante el profundo silencio de ella, la dijo impaciente

- Y bien ahora ya sabes todo.  Conoces el porqué no quiero niños en nuestras vidas.  Lo que he vivido esta noche no lo olvidaré jamás.  No quiero ni pensar si a ti te ocurriera algo, no podría soportarlo.   Tengo grabado en la retina la escena del padre con su hijito en brazos, llorando la muerte de su esposa. He pensado dejar la medicina y dedicarme a la investigación

 Ingrid no prestaba atención a lo que él la decía. De no haber estado enfrascada en sus propias preocupaciones, se hubiera dado cuenta de que estaba equivocada respecto a Lucille, que había salido de la vida de Jack hacía tiempo Ella era el amor de su vida, no había otra persona en su mente sólo ella y su temor a que le ocurriera algo semejante a lo pasado en aquel quirófano.  Pero no reaccionaba, y él extrañado, la miraba fijamente ajeno a los pensamientos de Ingrid.  La agitó ligeramente por los hombros como para que volviera en si

- ¿Has escuchado lo que te he dicho ? Voy a dejar la medicina  -.  Entonces ella reaccionó mirando desolada a Jack, haciéndole repetir su decisión
- ¿ Que vas a dejar la medicina ? ¿ por ella ? La sigues amando ¿ verdad ? El haber presenciado su inesperada muerte te ha hecho ver que la perdías definitivamente
- Pero ¿ de qué hablas? No has escuchado lo que te he dicho
- Te amo más que a nadie. Lo estás haciendo para castigarme, para que no insista más con lo de los niños.  Creo que nunca me has querido; quizá ha sido todo una novedad en tu vida, porque en realidad a la que seguías amando era a Lucille.  Yo renuncié a todo por tí, te he entregado no sólo mi amor, también he tratado por todos los medios amoldarme a tu trabajo, a pesar de que me agobia la soledad.  Pero tú eras feliz con lo que hacías.  Eso me bastaba, pero ahora resulta que no soy nada más que una  ¿circunstancia? en tu vida.  Lamento muchísimo su pérdida, lo lamento por ella, por su marido y sobretodo por su hijito, pero ha sido mala suerte. Hay cientos de mujeres a diario que dan a luz y no les pasa nada.  Pero lo que más te ha afectado es que se trata de Lucille, tu primer y único amor--.   Tragó saliva y respiró hondo para poder seguir hablando
-  Creo que lo mejor será que cada uno de nosotros nos alejemos durante una temporada. Necesitamos aclarar las ideas, los dos, y estando juntos nos va a ser difícil
- Has debido volverte loca. Nada de lo que me estás diciendo es congruente. En ningún momento he dicho que lo ocurrido con Lucille me haya trastornado. Eres tú quién me preocupa, solamente tú.  No quiero que pases por lo que esta noche he visto. Tú no, mi mujer no.  No tengo que reflexionar nada, tengo las ideas muy claras y sé muy bien lo que quiero, y eres tú.

- ¿ Pretendes que me lo crea? Por amor de Dios eres médico, has visto cientos de veces morir a una persona y has continuado con tu trabajo, con más o menos sentimiento, pero has seguido. Qué casualidad que a raíz de lo de anoche, hasta piensas en dejar la medicina, ¡ por favor !
- Te digo que eres tú mi preocupación.

No sabía cómo convencerla. Ingrid era terca y estaba segura de que su amor por ella era una farsa. Se le acumulaba el estres, la rabia, la ansiedad, y la desesperación porque veia que perdía lo que más amaba en el mundo: su esposa.  Bruscamente la atrajo hacía sí.  La besaba con furia y ella trataba por todos los medios por desasirse de aquellas caricias, que siempre buscaba en él y que ahora rechazaba.  La llevó hasta la cama y la hizo el amor con rabia, bruscamente, a pesar de que ella lloraba pidiéndole que no siguiera. Estaba fuera de sí. No había caricias previas, ni palabras cariñosas, ni abrazos, ni complicidad entre ellos.  Era solamente sexo,  y no amor.

Ella lloraba quedamente, desconsolada. Se había roto lo más importante de su vida; le dio la espalda y una idea comenzó a tomar forma en su cabeza: regresaría a Madrid, no podía permanecer a su lado ni un minuto más.  Se levantó de la cama bajo la atenta mirada de su marido.  No estaba orgulloso de lo que había hecho. Nunca había tenido necesidad de imponerse por la fuerza ¿ por qué habia ocurrido ? La veía salir de la habitación, y la siguió tratando de reconducir su relación. Ella lloraba y Jack trató de abrazarla, pero ella dando un respingó, le frenó en seco

- No se te ocurra ponerme las manos encima.  Voy a dejarte

El trataba por todos los medios de que le escuchara, de convencerla de que estaba en un error, de que no había escuchado nada de  su relato y estaba confundida.  Pero no hubo forma de poderla convencer, y desesperado se encerró en su despacho, dándose cuenta de que la había perdido.  Ninguno de los dos durmió aquella noche.  Ingrid guardó su ropa en la maleta y en cuanto comprendió que era la hora, llamó a un taxi.  Iría hasta Londres y desde allí tomaría un avión de regreso a España.  No podía creérselo: abandonaba a Jack a pesar del inmenso amor que sentía, pero el recuerdo de la última noche era como un puñal clavado en su corazón. Nunca se hubiera imaginado un final así.


Cuando llegó a Barajas llamó a  Carmita, su mejor amiga.  No tenía a dónde ir. Se sentía como si solamente existiera ella en el mundo.  Se sentía huérfana " si al menos mi madre viviera en Madrid"... De repente se acordó de Jack y un nudo en la garganta le impedía hasta respirar.

- Carmita...  -un sollozo alarmó a la amiga que la escuchaba al otro lado del teléfono
- ¿ Qué te ocurre, qué te pasa?
- Por favor ven a buscarme.  Estoy en Barajas y no sé dónde ir
-Ahora mismo salgo para allá. ¿ En dónde te recojo ?
- En la salida de internacional. Ven pronto por favor

Ambas amigas se abrazaron emocionadas. Y a grandes rasgos Ingrid relató a su amiga la discusión tenida con Jack

- Pero vamos a ver, mujer. Seguro que no lo interpretaste bien.  No puedo creer que Jack estuviera guardando ese secreto toda su vida ¿ por qué ? no tiene objeto.  Si os vierais como yo lo he hecho cuando estáis juntos, no pensarías así. Tiene que haber una explicación, seguro.  Mira ahora vamos a casa, le llamo y hablo con él
- No, no quiero que le llames. No quiero saber nada de él, por favor, no le digas dónde estoy

La preparó una taza de tila bien concentrada.  No había forma de calmarla, de tranquilizarla y a duras penas consiguió que se acostara.  Al cabo de un rato rendida por las emociones, se durmió, con un sueño , repleto de pesadillas. Carmita sentada en un sillón,  en la misma habitación, velaba por su amiga.  No podía creerlo

- Sin duda hay algo que lo explique. No me lo puedo creer.  Es imposible

El teléfono sonaba a distintas horas del día, deduciendo que era Jack para saber de ella, pero no contestó a ninguna de sus llamadas.  Carmita, aprovechando que Ingrid había salido a dar una vuelta, le llamó.  Jack quería ir a buscarla y a duras penas pudo hacerle desistir de ello

- Jack, hazme caso. Es mejor que os serenéis, de lo contrario os haréis más daño. Quizás unos días separados os haga bien. Hazme caso no vengas. Lo siento,  pero me ha prohibido te llame. No obstante te llamaré en cuanto tenga una ocasión; no te preocupes por ella, no la dejaré sola, la cuidaré como si fuera mi hermana.


Y pasaron los días y la situación no cambiaba dado que Ingrid seguía pensando lo mismo.  Una mañana, Carmita entró en la habitación para despertarla y al ver su semblante se alarmó.  Unas grandes ojeras violáceas rodeaban sus ojos.  Había adelgazado y un profundo malestar le aquejaba desde hacía unos días.  A penas si retenía la comida en el estómago, el poco alimento  que ingería, pero por las mañanas las náuseas que sentía, hacía que saliera corriendo al servicio. Al tener el estómago vacío, nada vomitaba,  pero los esfuerzos hacían que pareciera que el estómago se le saliera por la boca

- Tenemos que ir al médico, no puedes pasar ni un día más de esta forma - anunció Carmita- Yo misma pediré cita ahora mismo.

Esa misma tarde acudieron a su médico de siempre. El doctor Hernández que  se acordaba perfectamente de Ingrid y aún conservaba su ficha clínica.  Después de un breve preámbulo conversando con las dos, indicó a Carmita que debía salir de la consulta

- Querida, sólo debe estar la paciente y su médico. Son confidencias entre ambos. Si ella quiere después contártelo, estupendo, pero ahora déjanos solos, por favor.-  Carmita sonrió comprendiendo que el secreto profesional era lo que primaba en aquel amable galeno tan fiel a sus principios médicos.  Tras una exploración, el doctor sonrió y preguntó a Ingrid

- ¿ Te casaste verdad?
- Si, hace casi dos años
- Bien. Hija mía, no tienes nada, estás perfectamente, salvo...
- ¿ Qué, qué ocurre ? - preguntó impaciente
- Pues lo normal: estás embarazada.  De poquito tiempo, pero lo estás.  Así que cuídate, aliméntate bien, que te encuentro algo delgada, y acude a tu ginecólogo para que te haga el seguimiento. ¡ Ah, y enhorabuena ! Seguro que tu marido se pondrá loco de contento
- Pero , no puede ser... estamos separados
- ¿ Desde cuándo?
- Pues ...- dijo dudosa - hace poco...
- ¿ Hay otra persona en tu vida ?
- Noo, nadie más que él
- Pues entonces haríais el amor antes de separaros.  La cosa está clara

-La noche aquella - pensó -¡ me quedé embarazada aquella noche !  Ay Dios mio, ay Dios mio ! - se despidió del médico que sonriente estrechó su mano como despedida   Una intrigada Carmita, le aguardaba impaciente
- ¿Qué, qué te ha dicho ? ¿ es algo de estómago, de nervios ?
- ¡ Estoy embarazada !
- ¡ Dios mio ! , en definitiva es lo que tú querías
- Pero no así, en esta situación. ¿ Qué haré ?
- Pues llamarle ahora mismo y decírselo
-¡ Estás loca !  Todo fué porque él no quiere niños ¿ cómo voy a decirle que estoy encinta?
- Pues mira, coges el teléfono, marcas su número y cuando te conteste le dices: Jack vamos a tener un  niño. Ven a buscarme
- No, no puedo hacerlo. No le llamaré, ni tú tampoco. ¿ No te das cuenta de que no sería una alegría para él, sino todo lo contrario ?  Daré tiempo a hacerme a la idea y después resolveré.

Pero no resolvía, y Carmita tampoco podía hacer nada. Le había tenido que jurar que nunca le llamaría. No sabía qué hacer.  Más de una vez comenzó una carta, que posteriormente rompió, ante la inseguridad,  al pensar que quizá fuese peor que ella,  precisamente,   le diese la noticia.  Decidió que de momento dejaría las cosas así, tratando de convencer a Ingrid que  avisara a su marido.

Las náuseas pasaron a los tres meses, pero había perdido el apetito y estaba desmejorada.  El médico en su chequeo comprobaba que todo estaba en orden, pero la regañaba para que se cuidase.  Comenzaba a perder la línea de su cintura, sentía repugnancia por alimentos que anteriormente la volvían loca. Sus pechos comenzaron a redondearse y a crecer, y  se dio cuenta de que había de tener cuidado pues sus tobillos también engordaban por la retención de líquido. Se cansaba más y los riñones a veces parecía que tuviesen fuego y a veces no soportaba el dolor de espalda.  Pero a pesar de todos estos síntomas, seguía sin anunciar a su marido la llegada del bebé.



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