martes, 20 de octubre de 2015

Los silencios - Capítulo 7 - Algo inesperado

Miranda  no quería ver a nadie de manera que por la mañana temprano salió de su casa sin rumbo fijo. Ya en la calle llamó por teléfono a su hijo y le dijo que no estaría en casa hasta mediodía.

-¿Vas a venir a comer ? Bueno, pues hacia la una pide algo de comida. Hoy no tengo ganas de cocinar, a menos que te sientas generoso y lo hagas tu. Yo volveré sobre esa hora.

-¿ Qué te pasa?, te noto extraña ¿Te encuentras bien?



- Oh si,si. Sólo me duele la cabeza y voy a tomar un poco el aire, eso es todo.

-Mamá, llevas mucho tiempo doliéndote la cabeza, deberías ir al médico. Eso no es normal en ti.

-Hijo mio, no te preocupes, son rachas que pasamos las mujeres. Ahora quizás estoy un poco más deprimida, eso es todo. Te quiero  Hasta luego.

Robert pasaba en ese momento por la biblioteca desde donde estaba hablando  Mario con su madre. Preocupado le preguntó:

-¿Ocurre algo, está esferma tu madre?

-No sé, la he notado muy rara. Ella dice que le duele la cabeza, pero últimamente le duele con mucha frecuencia. Estoy preocupado.  Cada vez que vengo la encuentro más delgada y el brillo de sus ojos se ha esfumado completamente. La he dicho que vaya al  médico, pero no quiere ir. Estoy preocupado, papa.



-¿Está ahora en  casa?

- No, iba a salir pero a mediodía si estará.

-Está bien, no te preocupes. Hablaré con ella

-¿Vas hablar con ella?

-Si, ¿ qué tiene de extraño?  Ha sido mi mujer durante muchos años, tenemos dos hijos, es natural que me preocupe.

-¿La sigues queriendo? ¿ La echas de menos?

- Hijo, a tu madre nunca la he dejado de querer, y naturalmente que la echo de menos. Daría cualquier cosa porque esta situación no se hubiera dado.

-¿Pero que ocurrió? Nunca nos lo dijistéis; ya somos mayores y tenemos la necesidad de saber lo que sucede en nuestra casa.

Meredith  estaba delante de la puerta escuchando atenta la conversación entre padre e hijo. No se atrevía a entrar, presentía que por fin iban a enterarse de lo que pasó en sus vidas.



Reflexionó sobre lo que había de contar a su hijo. Creía que había llegado el momento de que ellos supieran lo que había ocurrido. Se sirvió un vaso de whisky como para infundirse valor ante la explicación y comenzó a pasear pausadamente por la estancia hasta detenerse frente a su hijo:

-Verás.  Yo estaba pasando por la época en que un hombre se acerca a la madurez y cree que ya no es lo mismo que cuando es joven. Necesita afirmarse en que todavía es capaz de conquistar a una mujer que no sea la suya. Entre mamá y yo se había producido  cierta distancia; ya no existía apenas comunicación entre nosotros. A mi despacho acudió una mujer que acababa de divorciarse al haber sido engañada por su marido con otra más joven.  No sé cómo pudimos llegar a eso, el caso es que empezó a coquetear conmigo y a sugerirme algo ... Yo perdí la cabeza, perdí el sentido común.... Se sentó en mis rodillas y comenzó a desabrocharse la blusa. A mi no me gustaba aquello, sabía que no estaba bien, pero... los hombres a veces perdemos la cabeza y eso me pasó a mi.  En el momento en que ella se aproximaba a mi para besarme, tu madre entró en la habitación y presenció la escena.



 El resto puedes imaginarlo. Por mucho que la pedí perdón, que traté de explicarle, no hubo forma de convencerla y me pidió el divorcio.  Desde aquel momento nuestra separación se hizo efectiva en todos los sentidos.  Tiempo después coincidimos en Cipriani, pero esta vez fué porque mi "ligue" quería pedirme perdón.  Se había enterado de la repercusión que había tenido en mi vida,..,  pero el mal ya estaba  hecho.  Otro error que cometí: no debí aceptar esa comida, pero me llamó llorando suplicando esa cita,  y aunque tenía mis reservas, acepté para zanjar el problema.  El resto ya lo conocéis. Te aseguro que nunca, nunca he sido infiel a tu madre. Ella siempre ha estado presente en mi vida, ha sido el motor de ella y daría cualquier cosa porque nada de esto hubiera ocurrido.  Quizás últimamente por nuestras respectivas profesiones, nos hemos mantenido más alejados de lo normal,  es cierto,  y ella se quejaba que hablábamos poco.  Yo creía que mi amor era sabido por ella y que no podía amar a ninguna otra mujer, pero veo que no fue suficiente, y la perdí. Fuí torpe porque no me di cuenta de lo que ella me reclamaba: un poco más de atención. Supongo que el habernos quedado solos hizo que se sintiera algo deprimida que os echara de menos y yo no me di cuenta a tiempo de ello.  Eso es todo, dolorosamente cierto, pero así ocurrió. Es una culpa que llevaré toda la vida porque he hecho daño a la persona que más he querido,  y la que me dio todo el amor del mundo. No tenía ningún motivo para serle infiel, jamás me rechazó. La única explicación, ya te lo he dicho: mi crisis de entrar en la madurez. No tengo otra excusa.

Mario le miró y poniendo una mano en el hombro de Robert.

-¡ Papá ! ¡ Qué metedura de pata tuviste! Pobre mamá. Ella nunca nos contó nada, nada.Me pregunto ¿ qué hubiera pasado si mamá no llega en ese momento?

-No lo sé. Quizá hubiera llegado hasta el final... aunque después me hubiese arrepentido, y de eso estoy seguro. Afortunadamente tu madre entró y nunca lo sabremos. Pero siempre he amado a tu madre, aunque, como tú dices, metí la pata hasta el fondo.

En ese momento Meredith  corrió escaleras arriba llorando.  Ahora su madre estaba enferma y ella no había estado a su lado ni un solo día.Debía estar mal, sentirse mal y estaba sola.

Se vistió enseguida y salió a la calle en busca de su madre, pero no la encontró. Miranda  ya había salido y se dirigía hacia el parque. Allí frente al estanque se sentía a gusto y en paz. Era un lugar solitario en el que el único ruido era el canto de los pájaros. Tenía que reflexionar. Pediría un adelanto de sus vacaciones y se iría lo más lejos posible. Necesita encontrar la paz  que buscaba

A la hora de la comida tal y como había prometido a su hijo, volvió a casa. Allí estaban los dos hermanos. Estaban preocupados. Cuando oyeron la llave en la cerradura se abalanzaron sobre ella y la cubrieron de besos y abrazos.

-¿Qué ocurre, qué pasa? ¿Por qué este recibimiento? Sólo me duele la cabeza, nada más. Y soltó una carcajada.  Su hija estaba allí y por primera vez en mucho tiempo con lágrimas en los ojos la había abrazado y muy bajito le había dicho

- Mamá, te quiero.

- Ya lo sé, cielo.  Sólo estás enfadada conmigo, y lo entiendo.  Pero tú también tienes que entender que nosotros podíamos tener nuestros problemas, que no os alcanzan.  Que por eso no íbamos a dejar de amaros como hasta ahora, porque siempre seréis nuestros hijos, y siempre estaremos aquí para ayudaros en todo.

Abrazó a sus hijos, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió confortada. ¿ Qué había ocurrido para que Meredith obrara de aquella manera, tan distinta a como lo había hecho anteriormente ?  No quiso preguntar.  No quería forzarla.  Lo que fuera que la hiciera reaccionar, tendría que ser ella la que lo contara.  Con cada chico a un lado, se dirigieron a la cocina. Cocinaría Mario, como había prometido

- Vosotras id a la sala y tomaros un aperitivo mientras tanto- dijo el chico empujando suavemente a su madre y hermana hasta la estancia- Creo que tenéis que hablar y eso son cosas vuestras.

Las mujeres aceptaron y se sentaron una al lado de la otra.  Meredith, tomó las manos de su madre, y nuevamente el llanto afloró a sus ojos.

-Cálmate hija. Vas a hacerme llorar  a  mi también.  No quiero verte así. Lo que fuera que te hizo rechazarme, ya no está, así que olvídate de todo-.   cariñosamente enjugó las lágrimas de la joven, igual que hiciera cuando era niña.

Durante la comida no pararon de charlar animadamente.  Se había roto el dique de incomunicación entre madre e hija, y ahora eran tres personas escuchando los proyectos que tenían, sin rozar en absoluto el tema de la separación de los padres.



Robert estaba preocupado por la que fuera su mujer.  Desde que la viera en el restaurante, no había coincidido con ella. La confesión de su hijo respecto a su aspecto, le había preocupado.  Tomó la decisión de visitarla y hablar con ella.  Y sería esa misma noche, cuando los chicos se hubieran marchado de la casa de Miranda.  Y así lo hizo.  Llamó al timbre y sorprendida, no acertaba a pronunciar palabra alguna.  Lo que menos esperaba es que estuviera frente a ella.

- ¿ Qué ocurre ? ¿ Por qué tu aquí ?- fue su saludo

- ¿ Puedo pasar ?

- Desde luego, pero no entiendo...

He estado haciendo tiempo  a que los chicos se marcharan.  Están muy preocupados por ti, y ahora que te veo de cerca, francamente, yo también lo estoy.  Has adelgazado considerablemente y quiero saber lo que ocurre

_ Nada que no pueda solucionar el tiempo.  Necesito tiempo. Ha sido una temporada dura e inesperada y tengo que asimilar lo ocurrido.  Eso es todo

Mario me ha dicho que llevas mucho tiempo con dolores de cabeza, y eso no es normal.  Ha pasado tiempo desde nuestra separación, si es a eso a lo que te refieres.  Creo que es otra la causa que te perturba, y por eso he decidido llevarte al médico mañana mismo

- ¿ Llevarme al médico ? ¿ Crees acaso que soy una niña ? Estas cosas, mis cosas,  no te incumben. Así que vive tu vida, y yo haré lo propio con la mia

- ¿ Cómo demonios puedes ser tan cabezota ? Mal que te pese, sigues siendo, y siempre lo serás, mi esposa. Aunque no me creas, yo te amo. Y quiero saber lo que ocurre.  Me preocupas y creo que estoy en mi derecho de actuar, no sólo por ti y por mi, sino por los chicos que están preocupados.  He pedido hora en la clínica, y mañana a las nueve tenemos que estar allí, para hacerte un chequeo.  No admito discusiones, así que terminemos de una vez con las polémicas.  Entiendo que no quieras ser mi mujer, pero podemos ser amigos.  Pienso que tu harías lo mismo si fuera yo el que tuviera algún problema.  Así que a las ocho pasaré a por ti  Estate preparada.  Y ahora te dejo en paz.  Hasta mañana.



Miranda sorprendida por la autoridad mostrada por su marido,  no pudo articular palabra.  Sólo pudo responder

- De acuerdo a las ocho estaré preparada. A ver si de una vez os quedáis tranquilos y me dejáis a mi estarlo también.


Robert, ya en la puerta se volvió y acercando la cara de Miranda a la de él, beso a su mujer en la frente, y acarició su mejilla con el dorso de la mano.  Después salió deprisa sin mirar atrás.  Si lo hubiera hecho, habría visto a Miranda con los ojos vidriosos por las lágrimas a punto de saltarsele.

A la hora fijada, Llamó por el portero automático. Miranda ya estaba esperando esa llamada

- Bajo de inmediato.  Ya estoy lista

Robert abrió la puerta del coche y su mujer se introdujo en él.  Iba en el asiento del copiloto. No intercambiaron palabra alguna.  Sólo "buenos días ", es todo lo que salió de sus labios. Robert, con el semblante muy serio.  Miranda expectante le miraba de reojo.

-Ponte el cinturón - ordenó a Miranda

Ésta soltó una carcajada, y al ver el rostro de sorpresa de Robert, dijo mirándole

- En eso no has cambiado.  En todos estos años, cada vez que viajábamos en el coche, me decías siempre lo mismo.  Como si fuera una niña pequeña

- Y nada va a cambiar.  Deseo protegerte, aunque a ti no te lo parezca.

Arrancó el coche y tomaron la dirección de la clínica en donde les aguardaban para el chequeo.  Fué al estar parado en un semáforo, cuando un coche que tenía su señal en color ámbar, arrancó sin previo aviso, tratando de evitar el atropello de un joven que cruzaba corriendo,  y se precipitó sobre ellos que aguardaban a tener via libre para continuar su camino.  El mayor golpe lo llevó el lado del copiloto, Miranda.




Tras los primeros gritos de espanto de los que lo presenciaban y desconcierto, Robert, antes de perder el conocimiento, llamaba a su mujer, que estaba inconsciente y con rastros de sangre en su pecho.  La llamaba sin apenas voz.  Unas manos y unas voces que escuchaba en la lejanía clamaban por una ambulancia.  Después ya no supo más.  Se despertó, pasadas unas horas en la cama del hospital.  Lo primero que hizo fue preguntar por su mujer a la enfermera que controlaba sus constantes vitales

- Señor, la están operando.  Cálmese

- Quiero verla

- Ahora no puede ser.  Como le digo la están operando, está en quirófano.  Me pondré en contacto con ellos para que le informen de su estado en cuanto terminen

- Por favor ¿ han avisado a mi familia ? Dígame qué ha pasado con mi esposa

- Tiene que calmarse. Su esposa resultó herida, al igual que usted.  Es todo cuanto puedo decirle. Y si, hemos avisado a sus hijos, que aguardaban a que recuperara la consciencia. Voy a avisarles inmediatamente.


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