martes, 27 de octubre de 2015

Como te quise, te quiero - Capítulo 4 - De guardia

Sabía  que no estaba obrando correctamente, pero sentía tanta rabia, tanta tristeza contenida que era incapaz de reflexionar sobre lo que estaba a punto de hacer. Entró en los servicios de la cafetería y extrajo de su bolso la polvera de maquillaje y la barra de labios. Se retocó y peinó su cabello, Se perfumó y salió de la cafetería dirigiéndose a su trabajo. Era tarde; se había entretenido demasiado.



-Perdón por llegar tarde- dijo a su padre y mirando a  Alberto,  esbozó una ligera sonrisa.

-Vamos, hija.  Tenemos muchas pacientes y se te ocurre llegar tarde. Anda ponte el uniforme y haz pasar a la primera señora

-Enseguida, papá

Estaba especialmente simpática, y ella en situación normal, lo era, pero la simpatía esta vez no iba dirigida a las pacientes sino que sutilmente se lo dedicaba a Alberto. Él estaba extrañado porque habitualmente era cortante con él, pero hoy...

-¿Qué la ocurrirá?-  pensó 

Alberto

Alberto había terminado su carrera de medicina y se había especializado en ginecología y obstetricia en homenaje a su madre. Era hijo de soltera, criado por su madre y su abuela que trabajaron incansablemente  para darle unos estudios. Pertenecían a la clase media, pero aunque no tenían apuros económicos, tampoco les sobraba el dinero. La madre era enfermera y perdió la cabeza con un médico que al saber que estaba embarazada la abandonó para casarse con la hija del director del hospital en el que ambos trabajaban.

Era un buen muchacho que no desperdició ni un minuto de esfuerzo para compensar a las mujeres que habían supeditado sus vidas a las de él. Admiraba a las féminas, sobretodo a las madres. Conocedor por su profesión de los cambios profundos que el organismo de la mujer sufre con un embarazo, las admiraba y deseaba ayudarlas en tan difícil trance como es el parir a un ser humano.  No había tenido novia, no tenía tiempo para enamorarse, pero al conocer a  la hija de su jefe, todos los esquemas que había trazado se le rompieron. Era un muchacho tímido e inexperto y tenía poca experiencia en el trato con las mujeres en el terreno amoroso.  Se le iban los ojos detrás de ella,  cada vez que Almudena entraba en la consulta

-Espero tener valor algún día de invitarla a cenar...o al teatro..o a ..¿ a qué se les invita en estos casos? - se preguntaba

La consulta se había llenado del perfume de la muchacha, pero era uno de esos días en que la consulta estaba a rebosar. Habían muchas mujeres a punto de dar a luz y  los reconocimientos eran más exhaustivos.  Por fin llegó la hora de salir
-Papá, hoy voy a dar una vuelta. No iré directamente a casa

-Bueno, pero avisa a mamá. Yo tengo guardia. Ya has visto que por lo menos tendremos tres partos.

-Alberto ¿también hará guardia?

-Él quiere quedarse, así que me imagino que si. Además le viene muy bien para su experiencia. Ya pronto habrá convocatoria para la plaza de MIR en La Paz y seguro que la saca.

-En ese caso, yo también me quedo. A mi también me vendrá bien la experiencia y así os ayudo ¿Qué te parece?

-No habrá horas extras, no hay dinero para tanto, lo sabes ¿no?, en ese caso si te quedas avisa a tu madre

-¡ Papá ! sabes que no me importa ayudarte, me quedo encantada. Ahora aviso a mamá que no nos espere.



En ese momento se abrió la puerta dando paso a Alberto que venía quitándose la bata de la consulta.

-Doctor. Costa, si no le importa iré a la cafetería a comer algo antes de comenzar la guardia, ya que la noche va a ser movidita.

-Ve Alberto.  Yo aún no tengo apetito, iré más tarde. Cuando tenía vuestros años comía hasta las piedras, pero hoy estoy preocupado con María del  Pilar. Mucho me temo que tendremos cesárea a la vista

-Si, yo también lo creo. La criatura no ha cambiado de postura en todos estos días y ya  está dilatada. Menos mal que la hemos ingresado, de esta forma estaremos al tanto.

-Preparaos para  intervenir en cuanto cambien el turno. No conseguimos nada que esté sufriendo y corramos riesgos inútiles

-¿Qué nos preparemos, se queda acaso alguien más?

-Si, mi hija se ha ofrecido para ayudarnos

-Bien,- exclamó Alberto agradeciéndole su ayuda con una sonrisa que desarmó a Almudena

Algo en su interior reprochaba lo que iba a hacer. Sabía que él era noble y abnegado, que no tenía la culpa de lo que el bastardo de Luis le hubiera hecho, pero...Tenía que sacar fuera la decepción que sentía



-Por otro lado, Alberto es muy guapo y educado, bastante más que el engreído ese.. No será una tarea difícil, es muy agradable.... y muy tímido...

-¿Quieres cenar conmigo?.-   Alberto se admiraba de haber formulado esa pregunta a Almudena. Lo hizo mirándola fijamente a la cara y temiendo que se le notara demasiado que estaba loco por ella.

- La ocasión la pintan calva...- pensó Almudena y fijó sus ojos en él. Esbozó la sonrisa más encantadora que tenía y aceptó de inmediato.

Sentados en una mesa pidieron un bistec con patatas fritas y ensalada.  Un café cargado fue su postre.

-¿ Por qué elegiste ginecología ?-  le preguntó Almudena

-Se lo debía a mi madre. Os admiro. admiro a las mujeres y admiro el sacrificio que tenéis que hacer para llevar a buen puerto un embarazo, sobretodo si eres soltera en un  país en que está considerado como una vergüenza y tenéis que esconderos, cuando es lo más maravilloso que puede sentir un ser humano...

Y poco a poco, sin pensarlo Alberto narró toda su vida junto a las mujeres más importantes de ella.  Almudena le escuchó sin pestañear y poco a poco se fue disipando el sentimiento vengador hacia Alberto.  Su figura se agigantó de repente y le admiró desde el fondo de su alma. Admiró las dificultades que habían tenido que superar su madre y su abuela para que él estudiase una carrera tan larga y difícil como la de ser médico. Entonces se fijó en su rostro, en sus ojos que hablaban sinceramente frente a frente y pensó que no era justo lo que le iba a  hacer. Sería su amiga y nada más. Quizás una buena amiga, pero a él le gustaba Almudena y de  eso,  ella no había tenido parte .  Trataría de que las cosas no se salieran de madre; no le daría pié para que se hiciese ilusiones. Es todo cuanto podía hacer.

Y la noche fue intensa y larga. Efectivamente hubo cesárea y Almudena fué la encargada de recoger a la criatura y llevarla hasta el pediatra que debería examinar a la pequeña, porque era una niña preciosa.  Quizá porque ese día era de especial sensibilidad para ella, se emocionó al tener en sus brazos a la pequeñina y sin darse cuenta miró hacia Alberto que la contemplaba con admiración al ver los sentimientos que ella expresaba al tener al bebe en brazos.



-¿Te das cuenta? sólo una mujer es capaz de emocionarse con el nacimiento de un niño, aunque no sea su hijo.  Por eso os admiro. Los hombres no os sabemos apreciar, no señor. - fue el comentario de Alberto

Ella sonrió agradecida a las hermosas palabras que él la dirigió. Era un buen hombre, sensible y cariñoso.  El doctor Costa les miraba no entendiendo muy bien lo que les ocurria a aquellos dos jóvenes. No era la primera vez que Alberto y Almudena habían asistido a un parto.  Por eso les preguntó

-Y a vosotros ¿ qué os pasa? Vamos Alberto hay que terminar de arreglar a  Pilar. Su familia está deseosa de verla,  y a la niña.  Rosalía en cuanto el doctor termine de examinarla llevenla con su padre que estará con los nervios a flor de piel ahí fuera y en cuanto vuelva en sí, trasladar a la madre hasta la habitación- fue la indicación que hizo a la enfermera de turno del doctor Costa.

 Alberto se derrumbó en una silla quitándose el uniforme de quirofano mientras Almudena hacía lo mismo.

--Ha sido una noche intensa ¿ no te parece?

- Si Alberto,  pero muy hermosa. Hemos cuidado para que esa niña venga a este mundo áspero, ingrato y despiadado. No sé qué me pasa...- fué todo lo que pudo decir antes de echarse a llorar

-Eh, eh,..-   el médico  se levantó de la silla y arropó con sus brazos a Almudena. Le daban ganas de abrazarla y besarla y decirla lo que sentía por ella, pero no pudo. No en aquel momento.


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