viernes, 30 de octubre de 2015

Como te quise, te quiero - Capítulo 7 - El príncipe sapo

La conversación entre los esposos se prolongó largo rato, pero ninguno de los dos pudo aclarar nada. Alberto levantándose se dirigió a su despacho y recogió varios objetos que quería conservar y procedió a meterlos en una caja.  Pasó una semana sin que se dirigieran la palabra. Cada uno acudía a su trabajo, pero evitaban verse y coincidir en algún momento.  Al regresar a casa una noche, Alberto comunicó a su esposa que había decidido ir a Estados Unidos. Allí realizaría una especialización en laparoscopia, ya que en España aún no se había puesto en marcha ese tipo de operaciones.

-Pasado mañana me marcho,  temprano

No dijo más, dió media vuelta y se dispuso a acostarse. Ella no dijo ni comentó nada. Es la solución a la que habían llegado y la mejor,  según su criterio. El estaba muy dolido y ella tenía tanta confusión que no era capaz de discernir lo correcto.



Alberto partió rumbo a  América y Almudena acudió a su trabajo con normalidad, pero su carácter había cambiado, tanto, que hasta sus compañeros lo habían notado.  No hubo llamadas de teléfono, ni cartas, ni mensajes, ni nada. Parecía que  Alberto se le hubiera tragado la tierra. A ella le preocupaba el silencio, pero lo comprendía.  Había pasado el verano, la ley de divorcio se había aprobado en el Congreso y el otoño se empezaba a hacer notar.

Como cada día al salir del hospital, iba andando hasta su domicilio, pero aquella tarde cambió de rumbo. No tenía ganas de meterse en casa. Hacía fresco pero los últimos rayos de sol hacían que apeteciese estar en la calle. Las hojas de los árboles comenzaban a caer señal inequívoca de que se aproximaba la época que más detestaba: el invierno.

-¡¡¡ Ay   !!!- suspiró.

Estaba triste, quizá la proximidad del otoño la ponía melancólica. Desembocó en Martínez Campos enfrente del que había sido su colegio, y sonrió al recordar su adolescencia. ¡ Qué pronto había pasado !
Bajó por la calle y pasó frente al Museo de Sorolla. Por la Castellana abajo, paseando lentamente , hasta llegar a su domicilio.  Había dado una gran vuelta, aunque a penas si se dio cuenta, sumida en sus pensamientos.

Comenzaron a caer unas gotitas de agua que en un principio eran pocas y menudas, pero pronto arreció y tuvo que refugiarse en un portal para no quedar empapada. A su lado había un hombre que en  principio no se fijó en su rostro, pero él reclamó su atención:





-Almu... ¡ Vaya ! ésto si que es una sorpresa...

-¿ Luis ?, ¿pero  qué haces aquí? yo te hacía viviendo en Salamanca

-Oh, si. En un principio viví allí, pero luego...Trabajo aquí, mira

Le señaló una placa que lucía a la entrada del portal:  Montseny,  Abogado.

-¡ Es increible ! ¿ desde cuando?  Nunca nos hemos encontrado y yo vivo muy cerca

-Oye, vamos a la cafetería de aquí al lado y charlamos un rato.  Tengo muchas cosas que contarte.

Se encaminaron a la cafetería. No había pasado mucho tiempo desde que sus caminos se separaran , pero le notó mayor, "claro que a mi también me encontrará distinta", pensó 



La charla se prolongó más de una hora y Luis la contó que su matrimonio había fracasado al poco tiempo y se habían separado. Tenía un hijo y otro venía en camino.

-¿ Cómo has tenido el valor de dejar a tu mujer en tal situación?

-Es complicado, yo la quiero, pero necesito ampliar mi horizonte profesional y allí tengo todo el camino trillado.  Llegamos al acuerdo de  si debemos tener otra oportunidad, y en eso estamos. ¿ Y tú?

-Bueno, me casé. Ahora mi marido está en Estados Unidos haciendo un máster

-¿ A qué se dedica?

-Es ginecólogo y obstetra-   No le quiso decir que al igual que él, su matrimonio había sido un fracaso.

La conversación empezó a  derivar hacia la vida personal que tuvieron cuando eran jóvenes, y  Luis la insinuó que podrían quedar otro día para comer juntos y recordar viejos tiempos.  Conocía sobradamente a Luis como para saber que no había cambiado nada en absoluto, que seguía siendo el mismo conquistador de siempre. No la pareció correcta la actitud de él respecto a su mujer y respecto a ella ¿ qué se había creido?

-Oye Luis, no estarás pensando en ligar conmigo ¿ verdad ?

Ël esbozó la mejor de sus sonrisas y tomando la mano de ella, la miró a los ojos y la dijo

-No he dejado de pensar en tí en todo este tiempo. Aunque no lo creas yo te quería, pero con mi matrimonio se me abrían muchas puertas. Mi mujer es de una familia influyente en Salamanca, y tuve que decidirme ...

-Y elegiste irte con ella. No te importó el dolor que me ibas a producir, no te importó más que el ser un chico importante de la rancia sociedad que permanece anclada en el tiempo.  Doy gracias a  Dios que encontré en mi camino al hombre mejor del mundo, al más cariñoso, noble e íntegro que nunca ha existido. Me adora y yo le quiero con locura...   estoy deseando de que acabe para que vuelva a mi lado.

Ella misma se asombraba de las palabras que estaba pronunciando. Quizá hubiera exagerado en lo referente al amor por su esposo, pero se dió cuenta de que su "príncipe azul,  era un sapo". Se le cayó de golpe la venda de los ojos. Había descubierto de una vez la verdadera cara de Luis, y en ese momento cortó la entrevista, negándose a que él la acompañara hasta su casa.

Como si la hubieran quitado un peso de encima, respiró hondo al salir a la calle. Había parado de llover y estaba cerca de casa, . Apuró el paso para alejarse de él lo más rápido posible.

-No volveré a pasar por aquí. No quiero volver a verle. ¿ Y por este mequetrefe me he jugado mi matrimonio? Tonta, más que tonta. Debiste darte cuenta de cómo era. Posiblemente si te hubieras casado con él, serías tú la que estuvieras abandonada con una criatura pequeña y otra en tu vientre... ¡ Valiente sinvergüenza !.  Pero esto no arregla mi vida-  pensó con tristeza-.  Ni siquiera sé dónde está ni dónde vive. Quizá me haya olvidado y esté con otra chica. Si pudiera al menos pedirle perdón...



Esa noche no se preparó cena, no tenía apetito y guardaba muy mal recuerdo de su entrevista con Luis. No le volvería a ver más.

Varió su itinerario para no encontrarse con él. Todo el amor que había sentido , se había desvanecido y ahora le había tomado manía por su forma de ser tan egoista y ruín.  Era un día oscuro de otoño y tenía el cuerpo destemplado. Había estado veinticuatro horas seguidas de guardia y habían tenido dos alumbramientos. Estaba cansada, triste, preocupada y decepcionada. No quería tener con Luis ningún contacto, ni siquiera deseaba tener amistad. "¡ Lástima de tiempo perdido!" Pensaba, al llegar a casa darse un baño relajante y meterse en la cama.  Dormiría hasta mediodía. Tenía el día libre

Aprovecharía su descanso para hacer algunas compras y comería con sus padres. Ahora les veía menos. Don  Rodrigo se había jubilado y no paraban de viajar y disfrutar de la vida. Se lo merecían, ya que cuando jóvenes no lo habían  podido hacer. Supo por su padre,  que de vez en cuando recibía noticias de Alberto,  que le habían ofrecido un puesto en el hospital donde estudiaba.  Estaba muy considerado entre sus jefes y estaba pensando en quedarse allí definitivamente, noticia que a  Almudena  desagradó enormemente, a pesar de que sabía que un encuentro con Alberto resultaría muy difícil. Cuando ya entrada la tarde salió de la casa de sus padres fué directamente a la suya. No la apetecía ir de compras; estaba angustiada desde que su padre la comunicara el paradero de su esposo. Rodrigo no la había querido comentar nada para no complicar más las cosas, pero le preocupaba su hija. Siempre estaba triste, no tenía amigas y solamente salía de casa para ir al trabajo en el hospital

Llegó el invierno, los días más cortos y su estado de ánimo iba cada vez más decaido. Sus padres estaban muy preocupados al verla en ese estado, pero no podían hacer nada para  que ella remontara su pesimismo.  Una llamada de teléfono hizo que esa noche no pudiera dormir



-¿ Sra. Suárez ?


- Si, ¿ quién llama ?


-  Señora soy el abogado de su esposo. Necesito hablar con usted cuanto antes ¿ Cuándo puede ser? 
-Pues, hoy mismo si quiere. Tengo el día libre
- Le parece esta tarde a las cinco, ¿por ejemplo?
-Si, si, desde luego. Hasta la tarde

Almudena se imaginaba lo que el abogado quería. No había otra cosa más que el divorcio, y no se equivocaba.  A la hora acordada, llamaron a la puerta



-¿Sra. Suárez?
-Si, buenas tardes, pase usted
-Creo que es mejor ir directo al asunto que nos ocupa, pues es bastante desagradable. Se trata....
-Del divorcio ¿verdad?
-Si, exacto.  El abogado procedió a abrir su maletín del que extrajo unos papeles que Almudena debía firmar
-Le ruego lo lea detenidamente y si tiene algún desacuerdo o algo que objetar, me lo comunica. Si lo desea se los dejo y mañana vuelvo a recogerlos
-No hace falta. Si me aguarda un momento dejamos zanjado este asunto. Con su permiso voy a leerlo



Almudena leyó detenidamente los términos del divorcio. Se alegaba " incompatibilidad de caracteres". A continuación fijaba la pensión que habría de recibir y la cantidad como gananciales del efectivo que tuvieran en las cuentas bancarias



-Todo es correcto menos un par de cosas. No quiero ninguna pensión, tengo mi trabajo y no lo necesito, y tampoco quiero dinero de su cuenta. No es necesario y además no sería justo. El resto es conforme; por favor rectifique esa cláusula y se lo firmo en el acto.
-Bien, tengo que consultar con mi cliente y si es conforme mañana  vendré para la firma y asunto terminado.


-¿ Usted ha visto a mi marido? ¿ Está bien ?


-Si señora, está bien
-De acuerdo, muchas gracias. Entonces hasta mañana.



El abogado se despidió y quedó con ella en hablar al día siguiente con la respuesta que le diera Alberto





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