lunes, 19 de octubre de 2015

Los silencios - Capítulo 5 - Dolorosa entrevista

Miranda  instalada en su casa, repasaba una y otra vez la situación que habían vivido durante la firma de los documentos. Echaba de menos la llamada de sus hijos, que habían sido informados días antes.

La última vez que vio a Meredith ,  su hija, fue cuando en la universidad les comunicó la dolorosa determinación que había tomado. No les explicó los motivos, no quería que sus hijos pensaran mal de su padre; evitó en todo momento extenderse en las explicaciones:


Meredith
-Simplemente la rutina ha hecho mella en nosotros. Discutimos con frecuencia y muy agriamente, por este motivo hemos decidido separar nuestras vidas- fue todo lo que les dijo

No quiso decir nada más.  Su hija la miraba fijamente con una mirada de acero que la dejó  helada, sin embargo su hijo, Mario, corrió a abrazarse besandola en el rostro.   Sabía que su padre gozaba de toda su predilección, pero nunca imaginó que no fuera capaz de darle una palabra de comprensión, como si todo lo que le importaba era en la situación en que se encontraba Robert.

Mario había vuelto a ver a sus padres a la siguiente semana, mientras que Meredith se había limitado a una lacónica llamada telefónica, aunque sabía que con su padre había mantenido una larga conversación. Hoy necesitaba más que nunca una voz amable, cariño en definitiva y solamente se lo había dado la persona de la que acababa de divorciarse, origen de toda su pesadumbre. Se sirvió una copa de Jerez y secó las lágrimas que corrían por sus mejillas.


Mario

-Tienes que empezar de cero, pero ahora ya va a ser muy difícil. De tu vida anterior no te queda más de dos hijos, y de los cuales uno no te quiere, y tu trabajo. Refúgiate en él. Conoce nuevas gentes, quién sabe igual todavía no es tarde para vivir. Se dijo interiormente.

Pasó el fin de semana esperando una llamada de la hija que la culpaba de todo, pero no se produjo. A media mañana el timbre de la puerta la sacó de su  meditación y al abrir vió a su hijo que sonriente se abalanzó hacia ella portando un ramo de rosas blancas. La abrazó cogiéndola en volandas y girando.No pudo por menos de reir.  Una costumbre heredada del padre cuando eran más jóvenes.

- Mamá, mamá ¿ cómo estás?

-Bien hijo, estoy bien ¿ y tú y tu hermana?

-¿No te ha llamado o ha venido por aquí?

-Pues no ¿Dónde está

-Me ha dicho que venía a veros

-Ah, ya. Estará con papá. ¿Vas a ir a verle?

-Si, pero primero mi madre me va a hacer el desayuno más fabuloso que he tomado jamás. Desde que me fuí a la universidad no he vuelto a desayunar como en casa.¡Cómo lo echo de menos! Así que quiero tortitas, huevos y ese café que sólo tu sabes hacer.Miranda  rió abrazando la cabeza de su hijo.

-Después de desayunar iré a ver a papá, porque esta tarde he quedado con una chica para ir al cine¿Te importa?

-Pues claro que no. Pero primero ve a casa de papá. El os necesita, no lo dejes para última hora
.
-Y tú mamá ¿nos necesitas?

-Naturalmente que si, pero las mujeres tenemos más resistencia. Anda, desayuna que se te va hacer demasiado tarde.

Y llegó el lunes. Estaba enfrascada en su trabajo cuando un ciclón llamado Patrick entró en la galería con un cuadro bajo el brazo.

-¿ Es usted la señora Morgan?

-Bueno lo fuí hasta hace unos días. Ahora de nuevo soy  Miranda  González

-¿González,.. Miranda ? ¡ Qué mezcla tan extraña!

-¿ Por qué ?  El nombre  me lo puso mi madre mejicana por una novela que había leido y el personaje le robó el corazón. González el apellido de mi padre, también mejicano. ¡ No hay nada extraño ! yo nací en Nueva York. Asunto aclarado.¡ Ah! y si,   mis padres fueron emigrantes mejicanos  Bueno ya tiene mi curriculum completo, y ahora dígame ¿qué desea?

- Pues verá me han recomendado esta galería para exponer mis cuadros, que como puede comprobar son excelentes - y soltó una carcajada.

Ella  también sonrió. Le agradaba aquel hombre resuelto y decidido a luchar por lo que más deseaba y era ser pintor.

-Veamos, enséñemelo.

Y efectivamente, era muy bueno. Tenía ante si el  retrato de una desconocida, un rostro bello expresivo y decididamente una extraordinaria pintura. En los rasgos de la muchacha retratada había una nota de tranquilidad, pero en sus ojos resaltaba la luz de picardia que quería reflejar.

-¿Es así en verdad esta muchacha?

-¡ Oh , desde luego! Mire el retrato de ella.

Era exacto a la fotografía.  Se quedó pensando y al cabo de un rato le contestó:

-¿Puede volver más tarde, cuando mi jefe llegue? Tiene que ser él quién apruebe la exposición y la fecha.

-Pero usted ¿ qué opina?

-Que si por mi fuera en la primera fecha libre colgaría sus cuadros, y créame entiendo un poco de pintura.

Era la primera vez que se veían, pero la influencia de aquel encuentro iba a tener una gran significado en sus vidas.

Al siguiente fin de semana, Meredith  llegó después de comer a visitar a su madre. Fría y con señales de enfado en su rostro. Se notaba que le habían obligado a ir.

-¿Cómo estas? veo que bien.¿ Ya has superado la crisis?

Miranda,  con todo el dolor del mundo, dijo a su hija:

-¿Para qué vienes, a echarme en cara lo inevitable?

-No tienes ni idea el dolor que has causado a papá. Tu estás tan tranquila, te has salido con la tuya. Habrás de saber que un divorcio no es la compra de un vestido. Papá siempre se ha comportado bien contigo Pienso que le has debido hacer algo si no es inexplicable lo que habéis hecho.  No habéis pensado en nosotros. No has pensado en nosotros y todavía te quejas de que no vengo a verte.Papá me necesita, tu estás muy tranquila.

-Bien, si piensas eso quédate con él. Tienes razón soy una mujer caprichosa que no sabe lo que quiere. Me levanté esa mañana y pensé : hoy no tengo nada qué hacer, me voy a divorciar. ¿ No es eso?.  No tienes ni la más ligera idea de la verdad, pero tampoco te la voy a decir. Lo que tengamos entre tu padre y yo no es cosa tuya, pertenece a nuestra intimidad. Si quieres saberlo tendrá que ser él quién te lo explique, porque yo no pienso hacerlo ¿está claro?. Así que no insistas porque nunca sabras por mi lo que hay entre tu padre y yo. Y ahora si me disculpas, he quedado con alguien y llego tarde.¿Quieres venir conmigo? voy al teatro.

-¿Pero cómo tienes el valor de decirme que va...? Adiós, me voy no quiero estorbarte. No se cuando voy a poder volver.

Y dando un portazo,  salió del apartamento de su madre, dejándola  sumida en una profunda tristeza.

Había quedado con  Maggie para acudir a ver una obra de teatro que tenía deseos de ver, pero de repente se le había ido la ilusión. La llamaría y cancelaría su cita.

Maggie

- No, ni hablar. Me ha costado mucho conseguir las entradas y ahora no me vas a dejar colgada. Hoy más que nunca necesitas salir. Así que ya te puedes poner elegante porque después nos vamos a ir a cenar y quién sabe a dónde más. Dentro de media hora estoy, alli. Así que anda, ponte en movimiento.

 Insistió en que no le apetecía, pero su compañera era tozuda y no se dio por vencida.
Una llamada en el  portero automático avisó que ya estaba Maggie aguardándola abajo. Cogió su bolso y su chaqueta y bajó a regañadientes. Al encontrarse con su amiga, recibió un abrazo que era justo lo que necesitaba en aquel momento.
La obra fué todo un éxito y las dos amigas cogidas del brazo salieron comentando lo que acababan de ver.

-¡ Dios mio, qué actor. Está como un tren ! ¡ Qué interpretación !

-Si es cierto, muy buena

-Y muy guapo - y riendo se encaminaron al aparcamiento en donde recogerían el coche.

-Iremos a Cipriani, comentó Maggie

-¡Maggie, es carísimo !

-Bueno, un día es un día. Decidido iremos a Cipriani

Y hasta allí se encaminaron. Maggie había reservado mesa por lo que no tendrían problema.  Durante la cena las dos amigas hicieron sus confidencias y Maggie escuchó con atención la  tensa discusión que había tenido con su hija.  Empezaba a sentir que los ojos se inundaban de agua y decidió ir al tocador antes de que el rimel hiciera de las suyas.  Al levantarse observó que en u rincón algo apartado y muy privado había una pareja riéndose. A ella no la conocía, pero la espalda de él se la sabía de memoria. Robert estaba con la mujer de la oficina. Ahora había recordado, aunque aquel día solamente la había visto de espaldas.

Miranda
-Vamos a pagar y nos vamos

-¿Que?

-Que nos vamos, acabo de ver a alguien no deseado. Por favor vamonos.

-De eso nada.¿Por qué vas a salir huyendo? Muy al contrario, te va a ver

-¿ Cómo ?

-Ya lo verás

Levantándose, Maggie  se apartó y fué a  hablar con un camarero

-Por favor en voz muy alta, pregone el siguiente nombre Miranda Morgan. Lo tiene que escuchar la pareja que está al fondo. Tenga para que aclare la voz, y alargando un billete volvió a su asiento.

Habían transcurrido unos minutos cuando el camarero voceó tan fuerte el nombre de Miranda  que todo el restaurante se entero de que a la señora  Morgan la llamaban `por teléfono.
Robert,  demudado, interrumpió su comida y se giró para comprobar si la persona a la que reclamaban se trataba de su mujer.  Ella  había alzado un brazo y el camarero se dirigió hacia su sitio portando un teléfono.  Una vez instalado, le guiñó un ojo a la amiga que sonrió complacida.

-¿Quién es? Oiga ¿quién es?, no contestan- dijo a su amiga- ¡Qué raro !

-Hija ¡ qué inocente eres !

-No me digas que....

-Pues claro y mira viene hacia aquí

Efectivamente, Robert se dirigía hacia su  mesa  con semblante entre serio y complacido. Hacía mucho tiempo, desde el divorcio, que no se habían visto.

Robert
- Hola  ¿cómo estáis?

-Bien, bien ¿ y tú? respondió Miranda
-Sorprendido, ¡ qué casualidad venir los dos al mismo sitio!

-Antes lo frecuentábamos mucho. No tiene nada de extraño

-¿ Necesitáis algo, permitís que os invite?

-¡Oh no, no !, gracias es una invitación por cumpleaños de Maggie.

-Me he alegrado en  verte. Cuídate-  y tomando la mano de cada una de las mujeres, depositó un beso en ellas.

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