sábado, 24 de diciembre de 2016

El chico de mis sueños - Capítulo 9 y último - En el rodaje - Mi vida con un actor

Maxim se despertó con un tremendo dolor de cabeza. A penas había dormido un par de horas y durante ese tiempo no había dejado de soñar con la escena de la película. Era como una obsesión. Quizás estuviera equivocado, pensó. Pero al segundo descartaba esa idea, era Eva.
 La conocía muy bien, sabía de memoria sus rasgos y sin duda era ella.  Se tiró de la cama y se metió en la ducha dejando que durante un rato el agua resbalara sobre su nuca. Estaba tenso. Lo que peor llevaba es que no tenía ganas de trabajar y debía hacerlo sin falta pues el tiempo les llevaba la delantera. Ya no recordaba cuando,  en esas  mismas situaciones,  se encontraban los distintos directores de las películas que él interpretó,  y lo mucho que se enfadaban cuando alguna escena se repetía una vez tras otra, por capricho del actor o actriz de turno.  Sonrió con añoranza al recordarlo, pero en su situación actual estaba contento, satisfecho y creía firmemente que aquella etapa había pasado irremediablemente. Sin buscarlo,  volvió a aquellos tiempos en que Eva y él trabajaban juntos, a sus broncas y finalmente a la ausencia de ella y recordó con amargura la última noche en que ella se fue

—¿Cuántos años han pasado? Diez, siete... Ya ni sé. Seguramente ella se habrá casado y vivirá rodeada de hijos con un marido al que adorará y le habrá hecho olvidar su etapa conmigo. ¡ Dios !



Contrariado salió de la ducha y sentándose en el borde de la cama, secó su rostro como queriendo borrar aquellos recuerdos que aún le mortificaban.

Eva desayunaba en el comedor del hotel al tiempo que proyectaba su jornada. Había abierto el periódico local y repasaba las imágenes, puesto que el idioma no lo conocía. Era por pasar el rato, porque el tiempo no fuese tan lento en aquel lugar y la mañana se le hiciera tan larga. Había amanecido el día algo nublado, pero más pegajoso el calor,  y el sudar tanto, le molestaba.

—No sé si ir a la playa, o a la piscina del hotel. ¡ Hace tanto calor !...

Pensó en acercarse al puerto de nuevo, pero rechazó la idea. Al fin se decidió ir un rato a la playa.
Se dio unos baños en el mar. El agua estaba muy templada, pero era tan cristalina y bella que nadó despacio por un tiempo aproximado a una hora. Después salió y se protegió del sol bajo una sombrilla. Lentamente se quedó dormida mecida por el susurro del mar. Se despertó al oír unas risas cerca de ella, comprobó la hora y vio que al menos la mañana casi había pasado. Lentamente recogió su toalla, su libro y su bronceador y con paso lento entró en las estancias del hotel para dirigirse al bungalow. Se duchó y se dispuso a bajar al comedor para el almuerzo. Se sentó en su mesa de siempre y revisó la carta sin saber muy bien qué comer. El día estaba muy pesado y no tenía apenas apetito. Al acercarse el camarero le pidió opinión y el buen hombre le aconsejó si no tenía hambre, una macedonia de frutas locales que según él era muy apetitosa y ligera.  Eva aceptó y después de comer decidió ir a dormir una siesta.

Cuando se despertó ya  apenas había sol y la pesadez del día había descendido algo. Se puso una camiseta ligera y salió a la terraza de su habitación a tomar el poco fresco que llegaba con la noche. Por la escalera bajó hasta la playa y se sentó en la arena. Miraba al horizonte sin fijar la vista en ninguna parte, pero el mar la relajaba y pasaba mucho rato mirando al frente.



A lo lejos una lancha motora se dirigía al pequeño muelle del hotel y las risas de sus ocupantes llegaron hasta sus oídos haciéndola esbozar una sonrisa. Eran jóvenes disfrutando de un día tranquilo de mar y de amor. Y esas risas le recordaron otras, de su misma edad ante la alfombra roja de un cine, y un rostro asombrado de un actor que cambió su vida.  Nunca  comentó que aquella chica que le recordaba a otra, era ella misma y que estuvo mucho tiempo pensando en por qué rechazo su foto y su firma.

No iría a cenar.  Pediría cualquier cosa y comería en la habitación. No tenía ganas de cambiarse de ropa para acudir al comedor.  Encargó que le subieran una ensalada de frutas como la aconsejada por el camarero por la mañana y cenó en la terraza frente al mar.

Se cambió la camiseta por un vestido ligero y decidió dar una vuelta por la playa ; era demasiado pronto para acostarse y no le apetecía ver la televisión.  Con las sandalias en la mano pisó la arena dejando que las pequeñas olas que rompían  le dieran en los pies. Lentamente  avanzaba  mirando unas veces hacia el agua y otras a las luces de los hoteles que rodeaban el horizonte. Poco a poco se iban extinguiendo los últimos rayos de sol y la temperatura se volvía agradable.


Con los pies dentro del agua y la bajada de la temperatura, empezó a sentir fresco y pensó en regresar ya que se había distanciado bastante del hotel. Salió del mar y comenzó el regreso.  A lo lejos se divisaba la silueta de un hombre que venía en su dirección, andando lentamente , paseando. Aquella silueta le resultó familiar, pero inmediatamente desechó de su cabeza aquel pensamiento.

Se había hecho de noche.  Hasta ella llegaban las luces de los hoteles que ahora iluminaban la playa. En algunas de sus hamacas retozaban algunas parejas de jóvenes y sus risas lo cubrían todo.  Apenas faltaban unos veinte metros para cruzarse con el paseante, cuando de golpe ambos se detuvieron; el hombre aceleró el paso mientas que ella permanecía inmóvil:, no podía moverse.
El llegó a su altura y entonces pudieron comprobar que no se habían engañado, Maxim y Eva estaban frente a frente, mirándose, sin decir palabra, sin saber qué hacer.  Fue Maxim quién extendió sus brazos para dar refugio al cuerpo tembloroso de Eva.  El susurraba algo ininteligible para ella. Estaba nerviosa y tiritaba no sabía si de frío , de emoción o ambas cosas a la vez. Maxim se quitó la chaqueta y tapó con ella a Eva, que entonces si ambos se fundieron en  un largo beso.


—¡ Dios mío, tanto como te he buscado y estabas aquí !
—¿Qué quieres decir ?
—Te vi de extra en la película y esa misma noche te busqué por todos sitios, sin que nadie me diera referencias tuyas, y resulta que estabas hospedada en el mismo hotel que yo, en este...

Y señalando al bungalow de ella, soltó una sonora carcajada.  Ambos se sentaron en la arena contándose tantas cosas ocurridas en tantos años sin verse. Todo era muy formal, como si fueran dos buenos amigos que se encontraban después de mucho tiempo, pero eran más que dos buenos amigos. No habían dejado de amarse nunca.

Maxim se lo repetía una y otra vez, y ella guardaba silencio complacida.  Hubo un momento en que Eva le reprochó que todo eso estaba muy bien, pero que él no dejaba de salir con otras mujeres...

—Buscaba desesperadamente olvidarte. Creía que alguna de ellas haría que me olvidase de ti, pero siempre estabas ahí mortificándome en el momento más inoportuno. Te veía, bien lo sabe Dios, y veía tu cara como si me reprochases lo que estaba haciendo, y te juro que no podía...Despedía a la muchacha y volvía a mi desesperación por no tenerte.  Las cosas no me fueron bien.  Al poco tiempo de marcharte se fue Ed y la persona que me buscó, no respondía ni al trabajo ni a mis expectativas, o quizá fuese yo el que no respondía.
 Empecé a   hacerme mayor y los productores empezaron a olvidarse del nombre del actor que les había forrado de dólares.  Entonces recordé una conversación que tuve con Ed y que me dijo le habías recomendado: emprender algo detrás de las cámaras de manera que pudiera satisfacer mi dependencia del cine, pero que no me viera peregrinando por los despachos suplicando un papel en alguna película. Y así lo hice, y mira aquí me  encuentro rodando una.

—¿No me digas que eres el director en la que intervine ayer?
—Si, y doy gracias al cielo por ello.

Maxim acarició su cabello y la miraba con ternura infinita. Ella reclinaba la cabeza sobre su hombro y ambos guardaron silencio mirando el ir y venir de las olas. Había una pregunta que quemaba los labios de Maxim y que necesitaba saber:

—Eva ¿Estás casada o tienes pareja?
—No, nunca me casé. Tuve alguna relación, poca cosa. Tan poca cosa que aún permanezco soltera. Tengo un pequeño amor en mi vida...
—¿Tienes algún hijo?— le interrumpió Maxim
—No. El pequeño amor, es un pequeño perrito que se llama Body y que ahora está en Méjico con mi amiga Teresa. Es la señora que vive conmigo. Es toda mi familia.
—¿No has pensado nunca en casarte?
—No. Mi corazón está ocupado desde hace mucho tiempo y eso me impide querer a otra persona. ¿Te puedo preguntar algo?—dijo Eva
—Claro. Dime
—¿Por qué salías siempre del rodaje de tan malhumor?
—Viste mi película ¿no? Pues por esas escenas. No me gustaba hacerlas, pero el compromiso estaba bajo contrato y no tenía más remedio que realizarlas. Procuraba que la toma fuese a la primera, pero siempre había que repetirla, y no por mi culpa. Eso me hacía violentarme con quién menos debía, contigo. Me parecía que te estaba traicionando, porque yo te quise desde el principio, aunque tú no me diste facilidades...  Te vi en la portada de una revista que las chicas llevaron a la oficina. No quise ver su interior. Ellas comentaban que quizá fueses una nueva estrella de Hollywood. No escuché más.  Eran como puñales clavados en mi.  Estabas deslumbrante, y en algunas algo ligera de ropa
— ¡ Maxim ! No se veía nada
—Ya lo se. Era por hacerte rabiar— dijo riendo
— ¿Y si así hubiera sido ?
— No. Ni hablar. No quería que otros disfrutaran de lo que un día fue mío
— Yo me pasé bastante tiempo compartiendo tus películas con media humanidad, claro que en aquella fecha, no eras mío 

  Se levantaron y, ambos se dirigieron al hotel. Y volvieron a repetir la última noche en que se vieron, pero ahora sabiendo que su unión duraría toda su vida.


 Maxim terminó su película. Eva se despidió de Edimburgo y junto con Teresa y Body, regresaron a Los Ángeles, en donde les aguardaba con impaciencia un  Maxim sonriente y rejuvenecido. Ya no tenía tan marcada la arruga del entrecejo y había vuelto a ser la persona amable, educada y caballerosa de antaño.



Se casaron una mañana de Junio y a su enlace asistieron pocas personas: sus mejores amigos. Ed con su esposa y sus chiquillos, el periodista amigo de tantos años, Teresa, algunos miembros del equipo de Maxim y claro, Body. No les dio tiempo a tener hijos. Consideraron que eran muy mayores para ello y lamentaron el tiempo perdido, pero fueron felices, se quisieron cada día más y ahora estaban siempre juntos, de rodaje en rodaje. Eva de nuevo volvió a ser su asistente personal, quién le aconsejaba lo que mejor debía hacer y Maxim poco a poco fue olvidando su nostalgia del cine , de no ser el actor de primera plana.

Tenían todo cuanto querían, se tenían a ellos mismos, y juntos recorrían los distintos países buscando localizaciones,  rodando películas, o  asistiendo a festivales .  Toda la parafernalia que el pertenecer a esa profesión se requiere para que sus gentes no se olviden de tí. No tenían excesiva vida social. Acudían algún acto benéfico relacionado con la infancia o a la celebración de alguna fiesta ofrecida por un amigo.  Maxim consiguió varios premios por algunas de sus producciones. La productora marchaba bien, al tiempo que ayudaba a los nuevos valores proporcionándoles una oportunidad.  De nuevo Eva se convirtió en su mano derecha y la armonía y felicidad  reinaba en su hogar y hacía felices a todas las personas que les rodeaban. De nuevo, él,  era la persona que ella conoció, además su carácter se había dulcificado haciendo más atractivo su rostro.

Maxim ya ronda los cincuenta y ella algunos  menos. Se siguen  amando como el  día que se unieron. Él sigue apasionado por su trabajo. Teresa sigue a su lado y va envejeciendo con ellos. Body les abandonó un día y fue uno de los más tristes en la vida de Eva. Han vuelto a reír, a gastar bromas como dos adolescentes y de vez en cuando hacen alguna escapada los dos solos como dos enamorados que son. Los gemelos de Ed les llaman tíos y Eva se ganó hace tiempo la predilección del representante y ahora se ríen de las "batallitas" que tuvieron en otros tiempos.

Pasan el tiempo apaciblemente. Compraron una casa, no muy grande, en Malibú, y allí se sientan frente al mar tomados de la mano, mirándose y diciéndose lo que se quieren.  Y un día Eva, al fin, le confesó que aquella chica que en la alfombra roja negó querer su autógrafo, era ella misma, y que lloró durante mucho tiempo por aquella tontería que hizo,  pues ya estaba enamorada . él y  era el chico de sus sueños. .  Maxim, en un principio, se la quedó mirando
—¡ Claro, eras tú ! Por eso decía que me recodabas a alguien.  Aquello que hiciste me dio que pensar durante mucho tiempo.-

 Al final ambos rompieron a reír.



                                                         F    I    N

Autora:  1996rosafermu
Editada: Octubre de 2011
Fotografías:  Archivo de 1996rosafermu. Google. Promoción de Fifty

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS

Nota de la autora: El relato es totalmente ficción, pero está basado en hechos reales #rosaf9494



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