martes, 20 de diciembre de 2016

El chico de mis sueños - Capítulo 5 - Volvió la paz- Mi vida con un actor


Al quedarse solo en casa, Maxim se sirvió un vaso de vino, se sentó en un sofá y reclinó la cabeza hacia atrás pensativo.  Sabía que no estaba siendo justo con ella ¿Qué fuerza le impulsaba a descargar en Eva el disgusto que sentía ? ¿ Por qué ?  Nunca le había pasado en ningún rodaje, pero éste, le estaba costando mucho, y no se centraba.  Amaba su profesión, pero nunca le había fastidiado   tanto trabajar en un film como éste que hacía. Su compañera en la película, no le agradaba especialmente, y sin embargo tenían que rodar escenas complicadas y, se resistía a ello.  Era muy profesional, pero sin embargo, había que repetirlas una y otra vez porque no terminaba de poner la pasión que correspondía. Su malestar radicaba en algo que no acertaba a comprender, pero lo que sí tenia muy claro, es  que era injusto con su ayudante personal.  Mientras la reñía veía el rostro de ella descompuesto y violento.  Un primer impulso había sido cortar la regañina, y tomarla de  una mano y tranquilizarla.  Pero no había hecho ninguna de las dos cosas.

— Habré de calmarme, de lo contrario, corro el riesgo de que se marche. No por Dios, eso ni hablar.

 ¡¡¡ Por fin, acabó el rodaje !!!. Se fue de vacaciones como cada vez que terminaba una película. "Para desconectarme", comentaba. Y en cierto modo tenía razón; debía descansar su mente para involucrarse de pleno en el siguiente personaje.

Ed pasó unos días fuera de Los Ángeles ultimando el próximo trabajo que sería en el extranjero.  Por tanto, estábamos solos, sin presiones, sin malas caras...

Afortunadamente los días en que ambos jefes estuvieron fuera de la oficina, mis nervios se sosegaron y hasta echaba de menos las cara refunfuñona de Maxim, pero todo tiene un fin y una tarde regresó. Estaba más moreno, señal sin duda de que había estado cerca del mar. Su cara estaba un poco más relajada, pero seguía muy huraño.

Saludó como si hiciera cinco minutos que faltara de la oficina y sin mirar a nadie, se dirigió a su despacho. Llevaba unos papeles en la mano. Al cabo de cinco minutos, se abrió la puerta de nuevo y haciéndome un gesto con la mano, me indicó que me reuniera con él. Estaba en mangas de camisa, sin corbata, señal de que había que trabajar duro. Y así fue.

—Antes de nada que un mensajero lleve esta tarjeta a la Floristería Peonía, está a la vuelta de la esquina.  Que manden dos docenas de rosas rojas hoy sin falta.  La factura como siempre

Deduje que serían en pago a unas alegres vacaciones y, una punzada de desilusión se agitó dentro de mi.  El me observaba, pero nada de lo que pensaba trascendía al exterior. Y a continuación siguió dando órdenes

—Me tienes que pasar el papel ¿Sabes?
—Pues no ... No lo he hecho nunca. Si me indica cómo hacerlo seguro que podré

Me explicó cómo  hacerlo y no me resultó dificultoso, a pesar de que al principio me ponía un poco nerviosa. Me alteraba porque él no dejaba de mirarme, siempre me miraba, serio, pero muy fijamente y a mi me ponía nerviosa aquella situación. Procuré concentrarme para no fallar, por temor a una regañina. Al mismo tiempo pensaba en la cantidad de trabajo que había dejado sobre la mesa y que tenía que terminar sin falta ese mismo día, pues se trataba de reservas de hoteles, entrevistas y otras tareas que debía hacer en su próximo viaje en días cercanos. Iba a presentar su  próxima película que se rodaría en ese país. El marketing empezaba a funcionar...

Dejé mis pensamientos a un lado . Al fin cuando ya estaba oscureciendo dio por terminado el paso de papeles. Me dio las gracias y salí del despacho.

Enfrascada  en el trabajo,  no me di cuenta de que era tarde y casi todo el personal se había marchado a su casa, pero yo tenía trabajo que terminar aquella noche para pasarlo por fax al día siguiente a Ed, que estaba ultimando todo.  No me di cuenta de que el despacho se abría y Maxim se acercó a mi mesa, preguntándome:

—¿Pero todavía estás aquí?
—Ya me queda poco. Sólo pasar unos datos para que mañana Ed lo reciba a primera hora
—De ninguna manera, es tarde. Vete a casa y mañana lo terminarás. ¿ Por qué no me dijiste que tenias trabajo que hacer?

Me encogí de hombros y sonreí. El me miraba con fijeza y yo me ponía nerviosa

—Pues pensé que era más urgente que lo mío..
— Vamos, déjalo ya
—No imposible, he de terminarlo hoy
—Termina pronto y después te invito a cenar
—No, no es necesario. Sólo son unas direcciones, apretar un botón y listo. Ya termino.
—Insisto es lo menos que puedo hacer después de tu ayuda.
— De verdad, no es necesario
—  ¿Sabes ? Hace mucho tiempo, una chiquilla rechazó mi autógrafo. Tú  me lo has recordado al rechazar mi invitación.  Es curioso, hasta tienes cierto parecido físico con ella.

 No comenté nada y seguí trabajando.  Terminé y amablemente y con una sonrisa me llevó a cenar a un magnífico restaurante. ¿Por qué su carácter era tan cambiante, qué es lo que le hacía ser unas veces un encanto y en otras le odiarías?

La cena fue amable, pero un poco tensa. Yo no olvidaba en ningún momento que estaba cenando con mi jefe, con un jefe algo difícil de llevar. El caso es que sólo se comportaba así conmigo; con el resto de los empleados era amable y educado.

—No debo caerle bien, pues de lo contrario no lo entiendo. Yo le trato con respeto y referente a mi trabajo nunca me rectifica. Entonces ¿ qué le ocurre?

La sobremesa y,  ante un café,  la conversación derivó en el último rodaje, en las anécdotas que habían sucedido, algunas graciosas, otras no tanto. Soslayó la que produjo nuestro primer encontronazo. Noté que no le agradaba comentarla. Reímos juntos los incidentes graciosos. Estaba simpático y alegre, muy distinto su  comportamiento al  que había tenido por la tarde.

Dando por terminada la velada y ya en la calle, llamó mi atención que la luna en el cielo brillaba con una luz clara y fuerte. Era luna llena y su luz se irradiaba por todo el espacio. Miré hacia el cielo comentando la belleza de la noche, y de pasada expresé mi pensamiento en voz alta

—¿Quieres pasear?
—No, es tarde, mañana hay que madrugar y estoy cansada. Normalmente a estas horas ya estoy durmiendo
—Pero no es tan tarde
—Para  mi si.  Suelo acostarme  pronto, pero gracias. Quizás otro día.
—Bien, como desees. Vamos al coche. Te llevaré a casa

Cuando llegamos a mi domicilio, se bajó cortésmente y me ayudó a salir dirigiéndose, junto conmigo, hacia el portal.  Me pidió la llave para abrir, muy educadamente. Yo no salía de mi asombro. ¡ Qué cambio ! Así es soportable —  pensé .

  Cuando abrió el portal se volvió hacia mi y yo tendiéndole la mano con una sonrisa de cortesía le daba las gracias por la agradable velada. Se aproximó a mi y antes de que me diera cuenta, me besó ligeramente, muy ligeramente en los labios. Yo retrocedí asustada

—¿Pero qué hace?
—Darte un beso de despedida, lo normal. Lo que hace todo el mundo después de salir
—Pero es que usted no es todo el mundo. Es mi jefe y no ha debido hacerlo. Esto no ha debido ocurrir
—Cuando salgo de los estudios o de la oficina, no soy el actor soy una persona normal, como cualquier otra. Esta noche hemos cenado como compañeros de trabajo; ni tu eres mi asistente ni yo soy el actor. Somos un hombre y una mujer que han pasado un buen rato. Pero si te he molestado te ruego me perdones. Te aseguro que aunque volvamos a salir otro día, no volverá a ocurrir.

No pude decir más que: "Buenas noches, hasta mañana"

 —Hasta mañana, mujer. Te aseguro que no lo he hecho con mala intención, ni quería seducirte

Después que comprobó que la luz de mi vivienda se había encendido, dio media vuelta y metiéndose en el coche se perdió en la calle. No pensé en ningún momento que iría con él en su viaje al extranjero, pero solicitó que me uniera al pequeño grupo de Ed, él y yo.



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