lunes, 28 de marzo de 2016

Lucía - Capítulo 7 - Una nueva vida. Una nueva familia

La cabeza le daba vueltas.  Allí estaba sentada junto a Sean y esperando el despegue del avión que les llevaría hasta  Austin.  Al pie de la escalerilla, estarían Nancy y Andrew, su nueva familia.  Era la primera vez que se subía a  un avión, y estaba nerviosa; no sabía muy bien si por miedo, o por todo lo que encontraría al llegar a Tejas. Él la miraba de vez en cuando y veía  que los músculos de la cara los tenía tensos y los labios apretados. Depositó su mano sobre la de ella, y le dio un suave apretón.  Lucía giró la cabeza en su dirección, y Sean la dedicó una tranquilizadora sonrisa.

- ¿ Tienes miedo ? - la dijo
- Es la primera vez que  subo a un avión. No sé si son nervios, o simplemente miedo
- ¿ De qué tienes miedo ?
- A varias cosas.  Nunca me imaginé hacer este viaje sin él. Me infundía confianza
-¿ Yo no te la inspiro ?  Hasta ahora no me he comido a nadie- dijo algo malhumorado
- No he querido ofenderte.  No lo he dicho en ese sentido, sólo que... lo había imaginado de otra forma
- Ya... Te entiendo, no creas que no... Pero puedo asegurarte que haré todo lo posible para que nada malo te ocurra.  Me va en ello la vida
- Eres muy melodramático.  Ya soy mayorcita, no te preocupes
- ¡ Mayorcita ! Por cierto ¿ cuántos años tienes ?
- Cumplí dieciocho. No soy ninguna cría
-Perdona, sé que no eres una chiquilla. Ibas a casarte  ¿no ?
- Déjalo ya.  Te noto malhumorado y eso me violenta, porque no sé qué te ocurre. ¿ He hecho o dicho algo que te haya molestado?
- No, en absoluto.  Son cosas mías.  No me hagas caso.  Esta noche he dormido mal a cuenta del viaje, y cuando no descanso, siempre estoy de malhumor.  A eso también tendrás que acostumbrarte. Pero ya me irás conociendo
- Eso espero, eso espero.
- Trata de dormir un poco. Vamos a tardar muchas horas en llegar.  Tendremos tiempo para todo. Yo también trataré de dormir algo, aunque nunca lo consigo.  Echo de menos mi cama, los asientos del avión son incómodos.  Ahora descansa, pequeña.  Nos quedan muchas emociones por vivir

 La dio un beso en la frente y ella se acurrucó, después de que Sean la arropara con la manta que les había dado la azafata. Y fingió dormir, pero no lo estaba. Pensaba en la confianza que había depositado en aquel hombre que estaba sentado a su lado.  Bien es verdad que era el hermano de Peter, pero no le conocía, y sin embargo se sentía tranquila a su lado; sabía que nada la ocurriría, pero todo era extraño, porque desde el primer momento sintió esa sensación de tranquilidad con él, de que nada malo la haría.  No después de leer la carta que la escribiera Peter, a modo de testamento.  Quizá por eso le permitió que esa noche se quedara en su casa, cuando hacía tan sólo unos pocos minutos que le conociera.


Pero  Sean no durmió. Contemplaría  su rostro tranquilo; mientras ella estuviese dormida, nada le impediría ver  el rostro amado. ¿ Qué le había dado esa mujer para quererla de esta forma? Por conseguir su amor, sería capaz de traspasar cualquier frontera, cualquier obstáculo, pero el que tenía por delante le parecía insalvable:  Peter.  No se sentía con fuerzas para convivir con ella sintiendo lo que sentía. Le daba miedo que en cualquier momento se delatase, y ella saliera corriendo espantada. La deseaba tener cerca, y sin embargo comprendía que era peligroso, porque  se daría cuenta de la fuerte atracción que sentía por ella..  Tendría que irse a vivir a la cabaña, esa sería la mejor solución; de esa forma la tendría cerca, pero no con tanto peligro.

En una parcela, dentro de la misma granja, se había construido una "cabaña" como él la denominaba, pero era más bien un chalet de estilo hispano.  Lo utilizaba como "picadero" o para  correrse  alguna juerga con amigos viendo algún partido,  donde la cerveza y el whisky corrían a su antojo, pero allí,  no molestaban a nadie.  De esta forma estaba aislado, sin que nada le perturbase. La última vez que la habitó, fue al enterarse de la muerte de su hermano.  Se refugió allí y tardó varios días en ir a la casa grande, y lo hizo pensando en el estado anímico de sus padres.  Había sido egoísta al pensar sólo en su dolor.

Y por fin, llegaron a Austin y allí les recibió el matrimonio Flanagan. Nancy abrazó con cariño a Lucía, y ambas mujeres fundieron su llanto en uno solo. Andrew abrazó a su hijo, y pasados los primeros momentos de emoción, los cuatro se encaminaron al todo terreno que les aguardaba en el aparcamiento del aeropuerto.

Aún transcurriría un buen rato hasta que llegasen a  Sunset Valley, que tal era el nombre de la ciudad a la que pertenecía la granja.  Cuando Andrew paró el coche frente a la fachada de la casa, Lucía se dio cuenta de que eran una familia más importante de lo que había pensado. Mientras los hombres descargaban el equipaje, Nancy se acercó a ella y rodeando su hombro en un abrazo, la dijo cariñosamente


-Esta es tu casa.  Espero que tu permanencia entre nosotros sea cómoda y llegues a sentirte como uno de los nuestros.  Lamento que haya sido en estas circunstancias;  pensé que te conocería siendo la esposa de mi hijo, pero...  la vida nos lo ha arrebatado a ambas, y eso es algo que nos unirá toda la vida. Bienvenida, hija.
- ¡ Oh, Nancy ! No tengo palabras para agradeceros tanta generosidad y cariño. Yo amaba a tu hijo.  Fue el primer amor y el único en mi vida. Nunca le olvidaré

-Hija mía, eres casi una niña.  Tienes mucha vida por delante.  Ahora estamos pasando por un momento muy difícil, pero el tiempo nos serenará y entonces deberás pensar en seguir adelante.  Ahora el tiempo se ha detenido en estos dolorosos momentos, pero tenemos que seguir viviendo, no nos queda otra.  Poco a poco, deberás seguir con tu vida, como lo haremos nosotros.  Ya nada podemos hacer por él, sólo poner flores en su tumba, nada más.

Y los cuatro penetraron en la casa-mansión de los Flanagan.

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