lunes, 1 de agosto de 2016

Volver a los diecisiete - Capítulo 9 -Punto final

Pasó la noche muy intranquila. Ni siquiera las pastillas que le había dado Manoli consiguieron proporcionarle un sueño reparador. Veía a los niños llorando, tendiéndoles los bracitos y ella no podía alcanzarles.  El rostro de Raquel aparecía riendo a carcajadas, mientras tiraba de los pequeños. Ella corría hacia ellos pero nunca llegaba a su lado y detrás de Carmina,  Adolfo con los brazos hacia ella sin poder abrazarla.  A lo largo de la noche se repetía una y otra vez.  Le dolía la cabeza horriblemente, le martilleaba el cerebro e interpretaba el sueño como que tenía que renunciar a uno de sus más grandes amores, por eso despierta en la cama pensó que debía tomar una decisión y tenía que ser cuanto antes, para no tener más dolor del ya existente.  Mirando al techo reflexionaba en lo que iba a ser la más difícil decisión de su vida, pero debía hacerlo.  Escondió la cara en la almohada para ocultar  su llanto, no quería que Manoli la oyera, pero Manoli entró en ese momento con el fin de comprobar que se encontraba bien.  Al verla en ese estado, corrió a su lado abrazándola.  Era lo único que podía hacer


— Manoli, Manoli...  No voy a poder con esto.  Otra vez no...
— Calla, calla y descansa.  Tienes unas ojeras horribles. Voy a traerte el desayuno
— No, no quiero comer nada. Sólo tráeme un vaso de leche y una aspirina. me va a estallar la cabeza.
— Adolfo ha llamado para preguntar por ti
—No quiero saber nada, no me cuentes nada
-—Pero ¡ Carmina ! ¿ qué dices ? Él no tiene culpa
— Lo sé y por eso es más doloroso, porque he de decirle que no le voy a ver más
— Espera un poco. Igual Raquel reflexiona y no es tan dura
—¿ Tú lo crees?  La conoces tan bien como yo y sabes que no dará marcha atrás
—Y si le hablas de su padre...
—Jamás le diré nada que empañe su figura, que empañe el respeto que tiene hacia él. Haría un daño a mis hijas que nunca me perdonarían.  Nunca diré nada en su contra
— Pero te tienes que defender. Es mucho lo que te juegas. Y no sólo eres tú, también está Adolfo...
— Lo sé, pero así haré. Ahora no puedo hacerlo, pero esta tarde iré a su despacho y hablaré con él. Y esa será la última vez que nos veamos.
— Por favor no lo hagas.  Vas a destruir tu felicidad. Habla de nuevo con tu hija. Quizá Ramón haya podido convencerla
— No lo ha hecho, de lo contrario hubiera llamado y no lo ha hecho ¿verdad?
— No,  no lo ha hecho.
—Ahora déjame sola. No voy a levantarme, no tengo ganas
—Pero es que no has tomado nada...
— ¿ Crees que puedo tomar algo ?  Ni siquiera tengo ganas de ...
— No pronuncies esa palabra. No lo pienses siquiera ¿ me oyes?
— Déjame, por favor, déjame

Manoli salió de la habitación con lágrimas en los ojos.  Parecía mentira que apenas hacía dos días era la viva imagen de la felicidad. Una mujer llena de ilusiones y de proyectos de futuro y que ahora esté totalmente derrumbada y a punto de entrar en una depresión

— ¡ Ay señor, señor ! Estuvo al borde de la depresión cuando se enteró de la faena de su marido, pero esto es muy fuerte. No sé qué va a pasar. ¿ Debo hablar con Raquel, qué debo hacer para ayudarles ?

Pasado mediodía, Carmina se levantó  y lentamente se dirigió al salón.  Llamaría a Adolfo para quedar con él

— Señorita por favor, ¿ Me pone con don Adolfo?
— ¿ De parte de quién ? por favor
—De Carmina
— Un momento
— ¿Carmina?  

 Fue la voz de Adolfo al otro lado del teléfono:
—¿ Cómo estás? Mi amor
-—Bien, bien. Estoy bien.  No quiero interrumpirte más, pero te tengo que verte esta misma tarde a ser posible
— Naturalmente que es posible. Para tí siempre es posible
— Espera, espera.  No es para lo que te imaginas. Va a ser difícil
— No lo hagas, Carmina, no lo hagas.  No renuncies a algo tan grande como lo que hemos creado entre los dos. Ten un poco de paciencia, verás que todo se arregla...
— No conoces a Raquel, por eso debo, por el bien de todos , solucionarlo cuanto antes. ¿ Crees que yo quiero hacerlo?
— Por favor no llores, eso no
—Voy a colgar ¿ A qué hora nos vemos  y dónde ?
— Fíjalo tú y dónde quieras, sólo dímelo
—Iré a tu despacho a las ocho ¿ Te parece?
— Como quieras. Está bien.  Te quiero, te quiero. Vas romperme el corazón.  Nada,  me va hacer tanto daño como lo que me vas a proponer...  Por favor piénsalo bien...
-—Adiós Adolfo



La despedida fue escueta y cortante.  No tenía fuerzas para seguir escuchando su voz sin romper a llorar... Sería la última vez que le viera; iba a renunciar al amor de su vida, a sus ilusiones...

 Con el semblante pálido y serio Carmina entró en el despacho de Adolfo. El rostro de él no se diferenciaba  mucho de el de ella. Se abrazaron y durante unos segundos permanecieron juntos sin pronunciar palabra.  Se miraron largamente a los ojos a sabiendas de que sería la última vez. Ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio, y fue Adolfo el que dijo:

—¿ Quieres tomar algo ?
— No, gracias.. Yo...   No sé por dónde empezar...Todo es cruel e injusto.  Nadie debería jugar con los sentimientos de los demás, pero así son las cosas.  No podemos volver a vernos nunca más, no podemos seguir, debo renunciar a tí, porque no puedo renunciar a mi familia, sobre todo a los niños.  Ellos son parte de mi y sólo espero que lo comprendas.  Nunca me he visto en una situación tan difícil, a pesar de que mi vida ha sido algo complicada y fue muy dura la muerte de mi marido, y todo lo que siguió.  Pero han pasado muchos años y mi tiempo se acaba, mi tiempo para vivir lo que tú me has hecho vivir.  Te quiero más que a mi vida, pero es imposible.  Cuando pase el tiempo... quizás...  Pero no, no nos engañemos.  Tú debes seguir con tu vida y yo con la mía aunque sea demoledora.  Posiblemente me vaya de viaje; ahora no puedo ni hablar con mis hijas. Me han destrozado y no tienen ni idea del daño que han causado.  Pero, se ve que estoy condenada a vivir en soledad el resto de mi vida, porque ellas tiene su vida, sus maridos, sus hijos y yo no tengo nada, absolutamente nada. Tengo que conformarme con una visita semanal de ellos y los niños, pero el resto.. ¿ qué hare ? No, no te acerques a mi, por favor no digas nada  No hagas que todo sea aún más triste. Debes olvidarme, como si hubiera sido un sueño. Seguir tu camino.
— No me digas eso. ¿ Cómo va a ser todo un sueño ? Es imposible, te llevo marcada a fuego, eres lo mejor que me ha pasado y también a mi se me acaba el tiempo.  Por favor no te vayas. No te veré si no quieres, pero al menos sabré que estás aquí, que ves el mismo cielo, que respiras el mismo aire que yo. Por favor, por favor...- Carmina se levantó y le miró largamente .  Tenía los ojos llenos de lágrimas
— Te lo dije el primer día:  que era imposible.  Abrázame por última vez

Se abrazaron y juntos lloraron quedamente sintiendo un dolor inmenso en sus corazones.  Habían vivido algo hermoso, pero demasiado tarde para ellos.  Carmina salió apresuradamente sin mirar atrás seguida por la mirada de Adolfo.  No podía hacer nada por retenerla. Decidido sacó su móvil y marcó el número de Ramón. Tenían que verse esa misma noche y a poder ser en presencia de Raquel y  Alicia.

Quedaron citados en casa de Ramón, y él fue quién le franqueó la entrada a su casa.  En el salón aguardaban las chicas y Luis. Los rostros eran graves y Adolfo venía dispuesto a defender su relación con Carmina con los argumentos más contundentes que con  su experiencia en los juzgados había adquirido.  Demudado, saludó cortésmente a todos los concurrentes, pero su mirada se posó en Raquel que le miraba con hostilidad. Alicia le parecía más indecisa y Luis les daba su total apoyo, al igual que Ramón.  La "batalla" iba a ser dura, puesto que Raquel no estaba dispuesta a ceder ni un ápice. No podía esgrimir el comportamiento del padre para su defensa, Carmina se lo había prohibido, entonces ¿Qué quedaba ?

— Sé que mi presencia en vuestra casa no es del todo agradable, que me veis como un intruso y que no acabáis de entender nuestra relación, pero porque amo intensamente a vuestra madre, no veo otra salida que someterme a vuestro juicio y tratar de convenceros que nuestra relación es sincera, que nos compenetramos, que somos felices juntos y que queremos llegar a nuestra vejez unidos. Necesitamos la compañía el uno del otro.  Mi vida ha sido buena, muy buena diría yo.  Pero precisamente porque elegí ese modo de vida, ahora no me satisface y me encuentro solo. No me quejo porque la elegí yo, pero compruebo la vida de mis amigos y les veo felices con sus mujeres  y, hasta alguno de ellos ya es abuelo.  Sin embargo yo no tengo nada.  El encontrar a vuestra madre, fue un regalo, la oportunidad que necesitaba.  No tendré hijos, solamente vosotros si me admitís, por fin, en vuestras vidas. Seré abuelo de esas deliciosas criaturas por las que vuestra madre está dispuesta a renunciar a todo.  No existe un amor que os haga la competencia; se que me ama profundamente, pero ha renunciado a mí antes que a vosotros.  ¿Necesitáis mayor prueba de amor?.  Sé que tú Raquel, adorabas a tu padre; fue un hombre afortunado.  Gozó del amor de una mujer excepcional y de unas hijas estupendas.  El partió, vosotras creasteis vuestra familia, tuvisteis hijos y gozáis del infinito amor de vuestros maridos, pero a ella  ¿Qué le queda?: vuestra visita del fin de semana.
Tiene una capacidad infinita de dar amor, pero también necesita recibirlo y el vuestro ya no es suficiente.  Es una mujer aún joven, viuda muy temprana, vital, con deseos de comerse la vida. Sus alas se las habéis, se las has cortado tú Raquel y ahora está desorientada y sin saber qué camino seguir, porque sabe que ya nada será igual entre vosotras.  Ella os adora, a todos,  y por vosotros daría hasta la vida.  ¿ Creéis que es justo que vosotros le neguéis la felicidad que podría alcanzar a mi lado?
No soy un "cazadotes", no lo necesito. Mi posición me proporciona pingües beneficios, además de mi fortuna personal, pero a vuestra madre  la necesito para vivir, ella es mi vida. La descubrí tarde, pero precisamente por eso la defiendo a capa y espada.  Os ruego penséis en todo lo que os he dicho. No os lo pido por mi, lo hago por ella que es muy vulnerable y ya pasó por una pérdida al morir  vuestro padre.
Simplemente haced una llamada de teléfono y decidla alguna palabra de cariño. Os aseguro que lo necesita porque se siente que ya no la queréis, que no os importa.  Y ahora pensad todo lo que os he dicho...



— Ha sido todo muy bonito y romántico, pero repito: ningún hombre ocupará el lugar de mi padre —respondió altanera Raquel
—Ni lo pretendo. Sería absurdo, pero es otra etapa de la vida, distinta,  que atañe solamente a vuestra madre y a mi.  Vosotros estáis en otro plano, en el más preferente...No debes ser tan dura, Raquel. o el tiempo te pasará factura, créeme.
—Creo que nuestra conversación debe terminar en este punto, señor....
— Adolfo....   Bien, compruebo que sigues pensando lo mismo. Lástima, creo que algún día lo sentirás. Me queda una cosa por pedirte. Nosotros ya no volveremos a vernos, pero por favor no dejéis de darle vuestro cariño, sería injusto si no  lo hicierais.

Y despacio, sintiéndose fracasado en la misión más importante de su vida, salió a la calle. Era de noche y sin rumbo fijo,  encaminó sus pasos hacía no sabía dónde. Sin saber cómo,  se encontró frente a la casa de Carmina.  En la acera de enfrente miraba a sus balcones tratando de ver su silueta. Tan sólo en la habitación de ella había luz, que al cabo de un rato se apagó

-—Adiós mi vida. Nunca te olvidaré. Nunca.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares