viernes, 19 de agosto de 2016

El brigadista de la Lincoln - Capítulo 3 - El brigadista Thomas Jeffrey Spencer

Perla se vistió para la ocasión: un sencillo vestido negro, algo escotado. Se recogió el cabello y se maquilló discretamente. Encima se pondría un ligero abrigo de entretiempo, pues ya refrescaba bastante por las noches, a juego con el vestido. Unos pendientes de fantasía y un ligero toque de su perfume preferido.  Se miró al espejo sin demasiado interés.


Desde hacía mucho tiempo no salía por las noches, como no fuera con sus amigas algún sábado o vísperas de fiesta.  No le apetecía y ellas no insistían, pues sabían el motivo.   Esta noche era especial:  debería aceptar las disculpas de aquel desconocido que desde el primer instante que le vio fue rechazado por ella.   ¿Por qué?  Lo ignoraba. Era guapo, inteligente y poca cosa más sabía de él. No fue muy afortunado su primer encuentro.
- Veremos qué tal se desarrolla la noche..- pensó


A la hora fijada,  sonó el timbre. Perla abrió y se encontró frente a frente con Jeff. Ambos se detuvieron por un instante mirándose mutuamente.    Fue él quien rompió el silencio

- Buenas noches Perla. ¿ Cómo estás
- Hola, bien estoy bien. Adelante




Le condujo hasta la sala,  que Jeff recorrió con la mirada. Era una estancia amplia, sin lujos,  pero cómoda, muy funcional. Encima de una mesa destacaba el jarrón con las rosas que le había enviado y ella,  nuevamente,  le dio las gracias.  Ambos estaban un poco violentos y no sabían cómo empezar una conversación.  Fue Perla la que ofreció algo que tomar
-Quieres un whisky, café o cualquier otra cosa
-Un whisky con hielo, por favor

Preparó la bebida para él y un Jerez para ella.  Se sentó frente al escritor y aguardo a que él comenzase a hablar


- Ante todo- dijo Jeff-, debo pedirte perdón por todo el cúmulo de despropósitos que ha ocurrido con este libro. He de reconocer que tenías razón y  que debí escucharte antes de recriminar nada.  Quizás el estrés de ir de un lado para otro me ha jugado una mala pasada y lo pagué contigo. Tengo mucho interés en esta publicación y quiero que todo salga perfecto. Verás.  Se trata de una parte de la vida de una persona a la que quiero mucho:  mi abuelo. Es ya mayor y deseo vea el libro antes de que desaparezca.



- ¡Vaya ! Siento que todo haya sido un malentendido por parte de ambos. ¿ De verdad es autobiográfico?
- Te cuento. Era una época de mucho idealismo. En el mundo entero se estaba fraguando algo grande,  y entonces se produjo la guerra civil española. La mayoría de la juventud americana se involucró en el tema , y mi abuelo a los dieciocho años se alistó como voluntario en las Brigadas Internacionales. La víspera de partir fue cuando se lo dijo a sus padres y te puedes imaginar el revuelo que causó.  Su madre llorando por un lado, su padre gritando para imponer su autoridad, pero él estaba decidido a partir hacia España, y así lo hizo.  Primero llegó a Madrid y al cabo de unos meses le destinaron hacia Aragón. Se estaba preparando el asalto de posiciones por las tropas franquistas. 



 El estaba en un pueblo llamado Belchite. Les hospedaron en casas particulares, en haciendas, en fin en donde hubiera una cama. La gente les cedía todo porque comprendían que estaban allí para ayudarles.  Había un bar que también era pensión y allí conoció a Lolita.  Era la hija de los dueños. Muy joven apenas tenía diecisiete años y era una promesa de mujer. Con inmensos ojos negros, de cabello rizado y con una sonrisa permanente en su infantil cara.  Mi abuelo se enamoró de ella nada más verla y a ella le ocurrió lo mismo. Comenzaron a verse cada vez que alguno de ellos tenía cinco minutos libres.  Pasó un tiempo y aquel juvenil amor llenaba sus vidas en tensión por la situación que se vivía en aquel lugar y en el resto del país.  Empezaron a llegar noticias de que la gran batalla estaba próxima. Era cuestión de un par de días. La noche anterior a la contienda, mi abuelo tomó de la mano a su novia y se la llevó a un pajar cercano semi abandonado. Mirándola fijamente a los ojos no necesitó palabras para que ella supiera lo que él deseaba,  antes de partir para el frente. Fueron el uno del otro durante toda la noche. 





No les dio tiempo a llegar. El ruido seco de las ametralladoras del avión les cerró el paso. Lolita exhaló un gemido y mi abuelo vió con horror como su frágil cuerpo se cubría de sangre y se desplomaba entre sus brazos. El también fue herido, pero abrazado al cuerpo inerte de la muchacha,  se arrodilló en el suelo clamando al cielo y maldiciendo a aquellos que habían segado la vida de su amada.




Ignora el tiempo que permaneció allí besando aquel rostro querido y mirando sus bellos ojos negros, abiertos, sin vida.  Otros muchachos le recogieron a duras penas y le llevaron hasta la iglesia en donde las mujeres del lugar,  junto con un médico,  atendían a los heridos. Después de dejarle en manos de los sanitarios, volvieron a rescatar el cuerpo de ella que permanecía tendido en el suelo.  El pueblo fue destruido. Mi abuelo fue repatriado, pero nunca volvió a ser el joven idealista y alegre.  Tardó más de tres años en retomar su vida, y por insistencia de sus padres se casó con una chica que conocía de toda la vida. Fue franco con ella, le contó todo lo sucedido. Le confesó que no estaba enamorado de ella, pero confiaba en que con el tiempo podría hacerla feliz.


Se casaron y para mi abuelo fue el día más triste de su vida. Dicen que se le vio llorar durante la ceremonia. Todos pensaban que era la emoción, porque casi nadie sabía lo ocurrido en  España.  Tuvieron tres hijos: dos chicos y una chica.  El mayor Jeff es mi padre, el segundo es Charles que vive en Francia y la chica que se llama Lolita



- Dolores-  dijo Perla
- No, no. Mi abuelo,  con el consentimiento de mi abuela,  bautizaron a mi tia como Lolita
-Yo soy hijo único- prosiguió Jeff. Mi tio Charles,  se casó con una francesa y tiene dos hijos varones. Y mi tia Lolita tiene dos hijas que ya están casadas.  Mi prima pequeña está a punto de dar a luz y la mayor tiene un crio precioso.  Prometí a mi abuelo que contaría esa parte de la historia, de su vida que nunca olvidó. Por eso es que era tan importante para mi la publicación.  Le hice otra promesa que cumpliré en otro viaje que realice a este país y es localizar su tumba y depositar unas flores en ella.


Perla tenía los ojos llenos de lágrimas. Se identificaba con el dolor del abuelo, porque aunque situación diferente,  también ella había perdido a su marido bruscamente
- Vamos, vamos. Por favor… Si lo sé no te cuento nada
-Perdona- dijo ella- necesito otra copa. ¿ Y tú?
- Pues no me vendría mal. Son muchas emociones. ¿Sabes cómo aprendí el mal castellano que hablo?  Pues de oírle contar en voz alta toda su peripecia una y otra vez.  Recuerdo que a mi me subyugaba el relato y me sentaba a los pies escuchando su gran aventura de amor.  Soy su nieto preferido…  También cantaba una canción que todos coreaban.  Creo que se llamaba...
- Ay, Carmela, seguro.  Era la canción preferida de los brigadistas y muchos de los que aún viven , la recuerdan
- ¡ Cierto, Ay Carmela !.  De pequeño me la aprendí de memoria sin saber lo que decía.  El me contaba " es como un himno ".  ¡Pobre abuelo!Qué experiencia más triste ! ¡ Qué tiempos tan horribles !




Mientras ella echaba el licor en las copas, Jeff,  de pie,  recorrió con la mirada la estantería en la que estaban depositados algunos recuerdos y fotografías.  Se detuvo ante una y preguntó 

-¿ Es tu marido ?

- Si-  respondió ella
-¿Estáis separados?
-No. Carlos murió hace cinco años, de leucemia. Sólo llevábamos tres años de casados
- Por Dios. Cuánto lo siento. No ha sido oportuno el relatar la historia de mi abuelo

Ella dio un ahogado sollozo y se cubrió el rostro con las manos. La narración de Jeff y sus propios pensamientos le habían llenado de congoja.  Jeff la abrazó para consolarla y extrajo de uno de sus bolsillos un pañuelo que tendió a Perla para secar su llanto.  Ella le agradeció la intención y le respondió


-No, no te preocupes. Estoy muy sensible y cualquier cosa me altera, pero enseguida se me pasa.

-¿Sabes qué ? Ve a retocarte el maquillaje y vayámonos a la calle. A ver si con el fresco de la noche se despejan nuestras cabezas.

Salieron cabizbajos y pensativos por la situación vivida.  Ya en el portal, Perla se paró y dirigiendo una mirada a Jeff, le dijo


-Gracias

- Los amigos están para eso ¿ no crees? Y nosotros esta noche nos hemos hecho muy buenos amigos. Nos hemos confesado cosas de nuestra intimidad. Lo necesitábamos. Guardamos cosas durante demasiado tiempo que nos hacen daño.



Le dio un beso en la frente y pararon un taxi que les llevaría al restaurante elegido.



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