domingo, 24 de enero de 2016

¿ Existen las casualidades ? - Capítulo 4 - Nueva tierra

Una vez instalada volvió a la oficina de la Organización a recibir las instrucciones para comenzar su trabajo.  Al frente de ella estaba Fernando, un hombre de mediana edad muy competente y cariñoso, aunque tenía fama de ser algo protestón, porque era muy perfeccionista y le gustaba que se hicieran las cosas "como Dios manda".  Era muy importante que todo funcionase bien, pues de ello dependía que las ayudas llegasen a quién verdaderamente las necesitaba y no se extraviasen por el camino.
- Hasta dentro de un par de días no sale la expedición, así que tómese ese tiempo para acostumbrarse al clima y familiarizarse con el paisaje que de ahora en adelante deberá serle familiar
-¿ Me da vacaciones estos dos días?
-¡ Claro !  Yo le aconsejaría que hiciera turismo. Esta es una tierra hermosa que merece la pena ser conocida.
-Pues así lo haré. Contrataré a un guía que me lleve a conocer algo, ya que no hay mucho tiempo- replicó  al tiempo que extendía su mano para despedirse de Fernando.
Habló con Tomás para que la recomendase a alguien que la pudiera llevar a conocer los alrededores del lugar, y la acompañó hasta la casa de Antonio, primo de Tomás, algo más joven que él, pero " un chico formal y responsable"



- Sería bueno que alquilase un jeep, señorita.  No siempre hay buen terreno--, le dijo Antonio
-Dígame dónde puedo hacerlo
- Si quiere la acompaño
- Perfecto, vamos allá
Todo quedó perfectamente concertado y quedaron que saldrían en una primera excursión después de comer, para regresar antes del anochecer.
- ¿ Podría ver algo de los mayas? Tengo mucho interés por conocer esa cultura
- Si, por supuesto. No muy lejos de aquí hay algunos edificios de la época pre-colombina.
- Muy bien, pues esta tarde iremos para allá ¿ le parece ? ¿ A qué hora pasará a buscarme ?
- A las tres sería perfecto
- Muy bien Antonio, a esa hora estaré esperándole
Se plantó frente al magnífico monumento admirando su belleza y majestuosidad. Le parecía mentira que aún se conservasen vestigios de aquella civilización y se admiró de cómo lo habían conservado.  Estableció sin querer,una comparación de esa cultura con la de los aborígenes de los americanos del norte:  no queda apenas nada y los pocos descendientes están confinados en reservas . . .  ¿ Cómo es posible ? -,  se preguntó
Sacaba fotografías desde todos lados y a todo el paisaje. Nunca había visto nada semejante, y sin darse cuenta comenzó a admirar y a amar aquella tierra fértil, verde y hermosa que había dado origen a una raza capaz de realizar aquellas maravillas.  Escuchó las explicaciones de Antonio,   del significado de lo que estaban viendo. Ya de regreso la llevó a contemplar otra maravilla, ésta de la Naturaleza. Un paisaje hermoso : el lago Atitlan.

- ¡ Dios mio, ésto es el Edén !

 Antonio se reía al escuchar sus expresiones, orgulloso de mostrar "su" tierra a aquella extranjera venida del norte del continente.
Llegaron cuando aún la noche no había llegado, se despidió de Antonio hasta el día siguiente temprano.  Ella decidió dar una vuelta por la ciudad y entró en un café a tomar un bocadillo.  Estaba cansada, pero había tanta energía en ella y estaba tan satisfecha,  que no le importaba el cansancio.  Caminando después de cenar se dirigió a su casa. Se duchó y se metió en la cama e inmediatamente después se sumergió en un sueño reparador, pero también mezclado con algunas imágenes, sin duda influenciada por todo lo vivido aquel día.
Finalizados sus cortos días de asueto comenzaría su nuevo trabajo. Estaba nerviosa, expectante y ansiosa por llevarlo a cabo. Irían dos coches: en uno el guía, un auxiliar y ella.  Otro cargado con los alimentos y medicinas que habían de transportar.  Su trabajo consistía en hacer recuento de las existencias que en el lugar tuvieran para controlar las cantidades que habrían de dejar, ya que acudirían a otro pueblo cercano.  A su llegada, como siempre ocurría, salieron los niños a recibirles dando gritos de alegría y riéndose. En sus caritas morenas había expectación por ver el regalo que la señorita nueva les traia.  Nadie le advirtió de este extremo, pero sobre la marcha,  al saberlo,  decidió apartar unos paquetes de galletas. Ese sería su regalo, y para otra vez ya les llevaría alguna muñeca o algún juguete.

En un descanso para comer decidió llamar a Philip por ver si podía comunicar con él. No había cobertura para el móvil y el único teléfono disponible estaba en el consultorio.  Hasta allí se dirigió. Se encontró con un doctor muy joven, de nacionalidad holandesa que la sonrió en cuanto la vió

- ¡ Oh qué alegría ! una cooperante nueva. Me llamo Peter Lykles
- Mucho gustó. Yo soy Elsa McDermon, de Nueva York
- Yo soy de Rotterdam
- Extraordinario puerto-.  Es lo único que se la ocurrió comentar.
La dejó a solas después de conectar la batería que hacía funcionar la centralita
- No sé si podrá hablar a larga distancia, pero debe intentarlo - Y no pudo, por lo que decidió hacerlo cuando estuvieran de regreso a la ciudad.
Tardaron una semana. Llegó polvorienta, calurosa por la humedad, cansada, pero muy contenta por el trabajo realizado. Había cumplido al pie de la letra el guión establecido y  contaba con la satisfacción de su jefe por la buena labor realizada.  Descansaría una semana más antes de violver a salir en otra dirección.

Era muy difícil hablar por teléfono con Philip por lo que optó por escribirle a la dirección que su madre a través de la de su amigo, le habían facilitado.  Se sentó en su escritorio y redactó una carta larga, eufórica en la que relataba sus experiencias en Guatemala y lo contenta que estaba por haber ido.  Omitió su aventura francesa. Esperó a contársela algún día que pudieran verse.  La carta tardó en llegar a su destino, pero al recibirla, Philip experimentó una gran alegría.  Hacía una eternidad que no sabía nada de su amiga del alma, pero ahí estaba,  no se había olvidado de él, y además estaba por allí  Mientras rasgaba el sobre, se le acercó un compañero que extrañado al ver lo emocionado que estaba, le preguntó

-¿Tú con cartas? Tenías novia y no me habías dicho nada ¿ eh, bandido?
 ¿Novia?, no. Esta carta es. .  .

Se detuvo al ver que quién se había acercado era Albert. Sabía lo que le había costado superar el rechazo de Else y no quería hacerle daño.

- Te dejo solo para que leas y releas esas palabras, que por la expresión de tu cara deben ser muy esperadas.

  
Y las releyó hasta saber de memoria cada letra. Aquella tierra era ahora su hogar, pero también quería mucho a Elsa y la añoraba. Creia  que la había perdido como amiga; no le había vuelto a llamar desde que se fuera a Paris e imaginaba que alguien la retenía y ocupaba todos su pensamientos.  Pero al fin la había recuperado. La contestaría esa misma noche para tener la carta lista cuando viniesen a recoger el correo, que por estar en un poblado del interior, lo hacían una vez a la semana.  Estaba ansioso por relatarle la labor que estaban desarrollando, y se encontraban a gusto entre aquellas gentes que agradecidos por ayudarles, les respetaban, querían y admiraban. La prometió que cuando tuviera unos días libres iría a verla. Tendrían que planificarlo todo, no fuera que ella estuviera en algún poblado cuando él llegase.

Y volvieron a verse y su encuentro fue entrañable y emocionante. Estuvieron abrazados largo rato y los ojos de ambos se llenaron de lágrimas. Los de Philip brillantes y húmedos, los de Elsa incontenible su llanto.  Se quitaban la palabra el uno al otro deseoso de contarse sus experiencias.

-¿ A que no adivinas con quién estoy trabajando?
- Ni idea
- Se trata de Albert. Le han hecho coordinador general. Es él quién controla aquella zona. Tiene más experiencia que nadie. Primero ha estado en Bolivia, en Haiti, y ahora estamos en Nicaragua

-Albert era un aventurero
- No te creas, lo ha pasado muy mal. . .

Philip calló, al comprobar que ella no estaba interesada en saber nada acerca de Albert. ¡ Pobrecillo !, pensó Philip acordándose de su amigo. Pero no quiso seguir adelante y ella le contó lo ocurrido en París.  Sin poder contenerse se la escaparon unas lágrimas, que Philip enjugó con su pañuelo

- Tenía que haber estado contigo. Si hubiera sido así, ese . . ., bueno mejor me callo
-Es mejor olvidarlo-  comentó Elsa

Así estuvieron charlando horas y horas, repitiendo una y otra vez que se habían echado de menos. Estaban muy contentos de haberse reencontrado.


Pero todo lo bueno acaba, y las cortas vacaciones de Philip también. La partida fuée emocionante y dolorosa: Se habían reencontrado pero no sabían cuánto tiempo tardarían en volverse a ver. Las distancias son largas y los medios de comunicación para viajar al interior de las zonas, difíciles.  Se fundieron en un largo abrazo
- Escríbeme a tu llegada. Voy a estar muy preocupada
- Pues haces mal. Te escribiré, pero tú también contéstame. Cuídate, reina. Adiós
- Adiós, amigo. Ten mucho cuidado. Hasta la vista



El coche que le conduciría al aeropuerto, arrancó quedando Elsa en medio del camino y viendo cómo cada vez se hacía más pequeña la silueta del vehículo.  Esa noche apenas pudo dormir. La presencia de Philip la había llenado de nostalgia. No se reconocía en aquella chica acostumbrada a lujos en esta otra,  a veces sucia y sudorosa que ya no usaba Chanel nº 5, sino una colonia ligera con perfume a lavanda. La situación y el lugar no requería aquella ostentación.  Pero estaba satisfecha con ella misma, por fin había encontrado su camino, aunque lo mejor estaba por llegar, aun que ella lo ignoraba.
Pasó el tiempo y  ya se había acostumbrado a su trabajo. La llenaba plenamente, el ritmo de vida en aquellos lugares que  era totalmente distinto a los de la ciudad, más calmado, sin tantos nervios, a pesar de que vivían situaciones difíciles, sobretodo cuando el problema era con algún niño.  Recibieron vacunas y había que distribuirlas por varios poblados y a esa labor se entregó en cuerpo y alma.  Esta vez su regreso a casa tardó más en llegar, pero lo hizo con la satisfacción del deber cumplido.  Había partido llevando en el coche una caja enorme con muñecos, balones de fútbol, cuentos, cuadernos...,  cosas que a todos los niños del mundo, de cualquier raza o condición gustaban tener.  El alborozo al llegar, fue grande, pues ya la conocían y sabían que era generosa con sus obsequios.  Habían conseguido hacer un barracón y en él establecieron una pequeña escuela y a su frente una nativa que había cursado solamente la primaria, pero enseñaba a los pequeños a leer y escribir.  Elsa había hablado con sus padres y les había pedido un donativo para la escuela. Su pensamiento es que ellos donasen todos los meses una cantidad y poder hacer una escuela de ladrillo, para que en época de lluvias los niños estuvieran guarecidos y pudiesen continuar con sus clases. Estaba muy ilusionada por ello y sus padres accedieron sin ningún problema. Veían a su hija tan feliz que compensaban su ausencia con la felicidad que expresaba  Decidieron que tenían que visitarla y comprobar por ellos mismos que verdaderamente era feliz. Organizaron el viaje y al cabo de unos días Elsa les recibió en el aeropuerto en un emocionante encuentro.  Se hospedarían en su casa
- No penséis que es un apartamento lujoso, es normal, pero es bonito. Espero os guste. 
Pero  sabía que no sería cómo ellos esperaban . Para poderles enseñar la tierra que ahora consideraba como suya, había solicitado una semana de vacaciones. Era muy poco tiempo, pero sabía que no podía disponer de más. La época de las lluvias estaba cercana y había que transportar las ayudas a sus respectivos destinos pues era muy peligroso adentrarse en el interior en esa época.  Con un nudo en el corazón llevó a sus padres hasta el aeropuerto de regreso a casa.
-Este año me corresponde un mes de vacaciones, así que no preocuparos, iré a Nueva York y lo pasaré enteramente con vosotros-. Se fundieron en una abrazo y no pudieron contener unas lágrimas, sobretodo la madre que se mostraba inconsolable
- Eres muy complicada, hija mía. Sería más natural que te hubieras casado y nos hubieses hecho abuelos. En su lugar poco menos que te has desterrado, no tienes pareja y trabajas como una loca, faltandote las cosas a las que estabas acostumbrada.
- ¡ Mamá !, soy feliz ¿ no es lo que tú quieres? Estoy haciendo lo que deseo y lo que me gusta. Créeme, no lo cambiaría por nada.
Se quedó viendo el avión que cada vez tomaba más altura y sintió una punzada de pena al ver partir a sus padres. Les quería entrañablemente, nunca se había dado cuenta hasta ese momento.  Había sido una  "niña malcriada" que siempre se había salido con la suya, pero en esta ocasión tenía oportunidad de hacer algo por alguien. Entró en el jeep y partió rumbo a las oficinas dónde trabajaba.

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