miércoles, 23 de diciembre de 2015

Leyes - Capítulo 9 - La ruptura

Robert se desplazó a San Francisco. Tenía un terremoto en su cabeza y debía aclarar sus ideas, aclarar la situación tan anómala que estaba viviendo.   se quedó dormido esperando a Jenny en el hotel. Se despertó con un sobresalto al entrar ella en la habitación , en tromba.  Se tumbó a su lado en la cama besandole y abrazándole. Hacía días que no se veían. A Robert iba a serle muy difícil plantearle lo que le había llevado hasta alli.

--¡ Dios mio, qué ganas tenía de verte!.

Le besaba una y otra vez y Robert correspondía friamente a sus caricias. Ella pareció no percatarse. Con suavidad él la apartó y mirándola fijamente, le dijo.

--Jenny, basta por favor. Hemos quedado en que teníamos que hablar, es urgente

Ella se daba cuenta, aunque nada dejaba entrever, que algo no marchaba bien. Quería dilatar al máximo esa conversación; algo la decía que esa charla iba a suponerle un disgusto serio.

--Mi amor, después de tanto tiempo sin vernos¿ solamente vamos a hablar? Por favor, ya lo haremos más tarde. Ahora hay otras prioridadades.

Robert saltó de la cama impaciente. Sabía lo que vendría después y no le apetecía, no sería congruente con lo que iba aplantear. Después de muchos razonamientos, consiguió convencerla de que debían hablar cuanto antes.  Se sentaron uno frente al otro y Robert comenzó el relato desde el principio de su relación con Ann, para que ella tuviese claro de lo que   se trataba.

Ella prestaba la máxima atención, pero a medida que iba avanzando la conversación tenía más miedo a lo que la diría finalmente.  Quizá la culpa era de ella por dejarle tanto tiempo solo, pero él sabía el tipo de trabajo que tenía y que era asi.  No obstante las últimas palabras se le grabaron como un puñal:

--Lo siento Jenny, tenemos que dejar lo nuestro.  Te tengo cariño, pero no es suficiente para una convivencia.  Entre nosotros, al menos por mi parte, ya no existe amor, estoy enamorado, siempre lo he estado, de otra mujer. No quiero hacerte daño, pero esa es la realidad.

Jenny se levantó de la silla y comenzó a pasear por la estancia, pensando la respuesta que debía darle, tratando de aplacar la furia que sentía.  No era posible que se terminara así. Era una relación de casi cuatro años. Es cierto que en algunas ocasiones le había notado algo frio, pero siempre había respondido a su amor.  Fué ella la que le animó a que hiciera las oposiciones a juez, era ella la que más amor ponía en la relación, pero indudablemente no era suficiente.  Tragó saliva y conteniéndose  le dijo:



--¿Y ya está? ¿así de fácil?, pues qué bien. Conoces a una mujer que te abandona, te rompe el corazón. Yo recojo los pedazos los recompongo de nuevo y cuando ella se presenta otra vez, decides que lo nuestro no puede ser y que te vas con ella ¿no es así?
--No, no es así. Ella no se ha presentado. Nos encontramos por casualidad, y si, la llama se volvió a encender, pero fue ella misma la que volvió a rechazarme porque tú estabas por medio. No es culpa de nadie, los sentimientos son como son. Sé que es difícil de entender, pero no puedo acostarme contigo y estar pensando en otra mientras te hago el amor. No sería justo ni para ti, ni para ella ni para mi.  Siento que lo interpretes como una infidelidad, pero no es cierto. En todo este tiempo no nos hemos vuelto a ver
--Te acostastes con ella ¿verdad?
--¿A qué viene eso ahora?
--La estás protegiendo, la disculpas cuando en realidad ha sido ella la que ha roto nuestra vida. Por favor, empecemos de nuevo. Volveré a enamorarte, dejaré el trabajo, me consagraré a ti en exclusiva. Es hora de tener un hijo, tengámoslo.
--Por favor Jenny, no lo hagas más difícil. No has entendido nada. te quiero como a una hermana, pero no te amo como mujer. Sin amor lo nuestro no funcionará. Se necesitan dos personas para el amor, con una sola que ame no es suficiente.  No lo hagas más doloroso; aunque no  creas, me produce dolor esta conversación.  En cierto modo hemos sido felices, pero ya acabó nuestro tiempo
--Estás decidido ¿verdad?. No sirve de nada el haberte dedicado estos años, el haberte dado todo mi amor.¿ Acaso no soy bonita?
--Por favor, sabes que no es ese el problema. Eres preciosa, tienes todo lo necesario para enamorar a cualquier hombre, sólo que mi corazón hace tiempo que estaba ocupado. Lo nuestro sólo fué una tregua. Yo mismo cuando nos encontramos la recriminé lo que hizo, pero cuando me explicó el porqué, comprendí  sus motivos, y entonces la llama se avivó de nuevo. Siento haberte hecho tanto daño, no te lo mereces, pero no puedo seguir ocultandotelo por más tiempo


--¿Pero cuánto tiempo hace que sales con ella?
--No salgo con ella, te repito que fué ella la que me rechazó para protegerte.   No nos hemos vuelto a ver. No sé como convencerte que ella no tiene nada que ver. Ignoro siquiera si la volveré a ver algún día, y si eso ocurriera, si ella me aceptaría.  Soy  yo el que no puede seguir adelante y estar contigo cuando amo desesperadamente a otra mujer. Quiero ser leal contigo en primer lugar; no te mereces ser engañada.Perdóname si puedes, porque ésto lo llevaré siempre conmigo.  Ahora debo marcharme. Regreso a Nueva York en cuanto salga de esta habitación. Adiós Jenny, deseo con todo mi corazón que te vaya todo bien y que te vuelvas a enamorar pronto. Olvídame cuanto antes, por favor. Cuando regreses a casa, ya no habrá nada mio. Me gustaría que lo nuestro quedara en una buena amistad, comprendo que ahora es difícil, lo entiendo. Adiós.

Ella le vió irse a través de las lágrimas, pero no dijo nada.  Robert estaba dispuesto a irse y nada ni nadie le haría cambiar de idea.  Le había perdido y no toda la culpa era de él.  Si ella no hubiera faltado tanto, no  se hubiera dado la ocasión de  verla .  No se imaginaba su vida partiendo de cero.  Robert era el hombre de su vida y ahora tendría que empezar a vivir sin él.  Su único refugio sería su trabajo, pero el volver a casa y no encontrarle no lo iba a resistir. Su cabeza pensaba a mil por hora. Abrió una botellita de whisky del mini bar y de un trago lo tomó. Se tumbó en la cama y comenzó a sollozar.

Robert había vuelto a Nueva York, había empacado sus cosas y se había trasladado a un hotel hasta buscar un apartamento.  Le gustaba  su anterior zona en la que vivía antes de unirse a Jenny. Se dirigió a una agencia y les encargó le buscaran un apartamento por Manhattan. No tardaron  más de una semana en encontrarle la vivienda.  Había llamado en repetidas ocasiones a Ann, pero siempre le decían lo mismo:  Está de viaje.




Se planteó el volver a retomar el estudio para las oposiciones. El año de excedencia que había tomado, se acabaría pronto y quería terminar cuanto antes. Le ofreceria a Ann su nuevo puesto.  ¿Dónde estaría? No había forma de poder hablar con ella y comenzaba a preocuparse y su impaciencia iba en aumento.  En el despacho no le facilitaban más datos, ni siquiera el lugar al que se había marchado.  Llamó a San Francisco, a sus padres, pero éstos tampoco le dieron razón, tenían órden de ella de no decirle nada.  Una idea comenzó a rondarle: ¿ tendría una relación con el hombre con quién la vió en la ópera?  No quería ni pensar si ella vivia con alguien o ...quizá se hubiera casado.

--Me volveré loco ¡ Me va a volver loco !

Los meses pasaban rápido y rápido llegó el verano.  Ann seguía desaparecida. Robert había sacado las oposiciones y ahora era el Juez  Hatcher. pero  no era el mismo, se le había amargado el carácter. Ya no era el hombre simpático y amable de la época con Ann. Terry se había incorporado a su trabajo y ella misma notaba el cambio de él.  Ni siquiera Robert preguntó a la secretaria el paradero de Ann, a pesar de que estaba seguro que ella lo sabía. Pensaba que si no quería que la encontrara sería porque no deseaba  verle, o quizá le hubiera olvidado.

Presidía los juicios con eficacia; era un juez justo y todas sus sentencias fueron acordes con el delito cometido.  Ni siquiera por el juzgado vió alguna vez a Ann. Se la había tragado la tierra.  Amargado cada vez que pensaba en ella decidió que ya era hora de tratar de olvidarla. Ella seguro habría reemprendido su vida y él debería hacer lo mismo.  Unos suaves golpes en la puerta le distrajeron de los papeles que estaba estudiando

--Adelante-  dijo
--Señor, hay una señorita que desea verle- Terry se había vuelto más ceremoniosa que cuando estaba como fiscal. Le imponía más respeto, no por su puesto actual, sino por el carácter que ahora tenía

--Bien¿le ha dicho cómo se llama, o qué desea?
--No, me ha dicho que es una sorpresa

Por un  momento  le vino a la cabeza el nombre de Ann, pero por la expresión de Terry, sabía que no era ella.

--Bien, hazla pasar, por favor.

Terry introdujo en el despacho de Robert a la misteriosa señorita que deseaba verle. Se levantó de su asiento al tiempo que la puerta se abría de nuevo dando paso a Jenny que con una sonrisa le tendía la mano



--Jenny, Jenny. ¡ Cuánto tiempo, y que alegría me das comprobar que no me has olvidado!
--Robert, te veo estupendamente, aunque la arruga de tu frente está más acentuada. ¿Cómo estás? Ya veo que ahora eres el juez Hatcher. Me alegro

Una pregunta  quedó en el aire sin atreverse a formularla, pero Robert conocía muy bien a la que había sido su compañera e intuyó lo que callaba

--No, no me he casado, no tengo pareja y no la he vuelto a ver. ¿Es eso lo que querías preguntarme? -  Ella rió asintiendo con la cabeza
--Lo lamento Bobby ¿te puedo llamar así en  la intimidad?
--Por supuesto

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares