lunes, 21 de diciembre de 2015

Leyes - Capítulo 7 - Una chica llamada Jenny

Robert no terminaba de comprender todo lo ocurrido, muy a su pesar intentó contactar por última vez con Ann, pero siguió sin obtener respuesta.  Decidido a averiguar qué es lo que le había molestado de esta manera, al día siguiente antes de ir al juzgado se pasó por el despacho de Walter para tratar de hablar personalmente con ella.  Lo encontró cerrado y su extrañeza fué en aumento

--¿Qué es lo que ocurría?

Preguntó al conserje y fue éste quién le explicó lo ocurrido el día anterior. Rápidamente se dirigió al hospital a recabar información sobre el estado de Walter. Habló con los médicos y supo de su gravedad .  No pudo verle al estar en la UVI y no ser hora de visita; tampoco estaban ni Lisa ni Ann, así que decidió volver a llamar a Ann. El teléfono seguia desconectado. El tiempo le apremiaba, ya debería estar en el juzgado pues tenía un juicio a primera hora. Resolvió acudir al trabajo y en un rato que tuviera libre volver  a llamarla.  No pudo localizarla. La vió un día de lejos entrar en el juzgado para asistir a un juicio, pero nada más. Cuando quiso ir a su encuentro ya estaba en la sala. Esperó a que terminara, pero ella salió por otra puerta y tampoco la vió.



Se enteró por Terry del cierre del bufete y de su marcha a San Francisco. La decepción y el desaliento le tuvieron varios días amargado y desorientado. ¿ Qué hacer, la había perdido irremediablemente?  Estuvo vagando por la calle horas y horas, tratando de asimilar la incomprensible actitud de Ann y sacó en conclusión  que ella no le quería y él debía intentar olvidarla y seguir con su vida.  Entro en un bar a tomar un café, pues el frio arreciaba.  En un apartado  había un grupo de jovenes y uno de ellos alzó la voz llamándole

--Bob, Bob. ¿ No te cuerdas de mi?
--Robert le miró distraido y al fin le reconoció.  Era un compañero de la Universidad
--¡ Claro, eres Tommy! Dios mio cuántos años han pasado....

Se dieron un abrazo y le dijo que se uniera al grupo de amigos que estaban celebrando el cumpleaños de uno de ellos.  Fue presentado a todos. La última en ser presentada fue una muchccha rubia que se llamaba...

--Y por último te presento a Jenny, la chica más simpática y alegre de la pandilla
--¡ Hola Bob, ¿ cómo estás?
--Bien, muy bien. Encantado.



Se unió definitivamente al grupo y se sentó al lado de Jenny. Le agradó esa chica desde el primer momento. Era muy distinta a Ann. Era alegre y no parecía estar permanentemente en guardia, como le ocurría a Ann

--Ann, Ann, Ann...Incluso en las cosas más insospechadas mi pensamiento va hacia ella...

Aquella noche Robert, acompañó a Jenny a su casa y quedaron para salir otro día. Se había iniciado un cambio en su vida ¿Se vería libre de la influencia de Ann?  Eso sólo el tiempo lo diría. Cuando se metió en la cama aquella noche, estaba más reconfortado: había iniciado una nueva vida, una nueva etapa.

Una semana es el plazo que se dió Ann como vacaciones para empezar a buscar trabajo. Llamaba a diario a sus amigas y de vez en cuando a Walter,  que ya se había desplazado a Florida. 

Después de desayunar y habiéndo dado un beso a su madre y otro al padre, salió dispuesta a encontrar un trabajo.  No podía depender de sus padres, además tendría la mente ocupada y no pensaría tanto en Robert, del que cada noche era su último pensamiento antes de dormir. En el quiosco de periódicos compró uno en el que la mayoría eran anuncios de demanda y ofrecimiento de trabajos y con tranquilidad se dirigió a un parque cercano buscando algo que le interesara.  El primer día  no lo consiguió, y fué al cuarto cuando leyó en un anuncio bastante remarcado:  McDonald e hijos, necesitamos abogado/a con experiencia en Derecho Civil, interesados personarse.......  Justo lo que necesitaba y además en uno de los más prestigiosos despacho de abogados.  Esperanzada y contenta se personó en el bufete.  Esperó cerca de una hora a ser recibida, ya que las entrevistas eran personales y exhaustivas.  Al cabo de ese tiempo y muy nerviosa, la introdujeron en el despacho del Director General, es decir del gran jefe.

--Señorita...Kilmore,
--Ann Kilmore, señor
-- Muy bien, pues dígame cuales son sus intereses y por qué le desea trabajar en nuestro despacho...



Ella le explicó los motivos de su traslado a San Francisco y en dónde había trabajado y los juicios en los que había actuado. Todo era familiar para el Jefe del bufete. Era un viejo amigo de Walter y el juicio en que ella consiguió la indemnización para Santiago frente a Robert, se hizo famoso entre la profesión.  Ella se extrañó de ello, y el Jefe le dio la explicación:

--A Walter le conozco desde la universidad, e ignoraba lo que le había ocurrido. Lo siento de verdad, es una magnífica persona y un extraordinario abogado que podía estar nadando en oro si no hubiera sido por su altruismo con los desfavorecidos. Y referente a su juicio... En la profesión nos conocemos todos, y el fiscal Hatcher tiene fama de inflexible, por tanto que el propio juez Desmond le concediera una indemnización más alta, dice mucho en su favor. Por tanto queda usted contratada ya.  El sueldo será.....

Ann ya no escuchó más . El conseguir un puesto de abogada en ese despacho sería un buen reclamo en su curriculum. Aceptó sin más y cuando estaba firmando el contrato es cuando se dio cuenta del gran sueldo que cobraría.  Loca de contenta tomó un taxi para llegar a su casa lo más rápido posible a notificar a sus padres la suerte inmensa que había tenido.

--Mamá, mamá, Tengo empleo y, Dios mio, aún no me lo creo : en McDonald, uno de los mejores bufetes del país, y resulta que ya habían oído hablar de mi.

Detalladamente explicó a sus padres el porqué de su fama y los padres embobados la escuchaban  pletóricos de orgullo de tener una hija tan inteligente.

Cada vez Ann se iba afianzando más en su trabajo y estaba muy considerada entre sus compañeros. Era atenta y simpática y se ofrecía siempre a ayudar alguien  que lo necesitase. Empezaba a actuar en los juicios y cada vez estaba más segura del terreno que pisaba, pero no dejaba de pensar en Robert e inevitablemente siempre alguien le recordaba su triunfo en el juicio frente a él.

Nadie conocía su secreto, ni siquiera sus padres, a pesar de que la madre algo debía imaginarse porque no terminaba de entender su rápido traslado a San Francisco, una vez que ya estaba establecida en Nueva York, pero no la preguntó nada esperando, quizás, que ella lo  confesara  en algún momento.

Robert comenzó su relación con Jenny. Estaba a gusto con ella pues era divertida, culta y preciosa. Cada vez con más frecuencia salían a cenar, a la ópera, a bailar o simplemente paseaban. Siempre tenía temas de conversación.  Ella era diplomada en turismo, por tanto estaba acostumbrada  al trato con las personas, y las anécdotas ocurridas en los viajes , divertían a Robert grandemente.

Llevaban varios meses saliendo. Por su experiencia con Ann, Robert no se atrevía a hacerle ninguna proposición, pero fue Jenny,  la que una noche,  en una discoteca,  se le insinuó, y fue ella la que llevó la delantera en los besos.  La noche terminó en un hotel durmiendo juntos.  Al despertarse a la mañana siguiente, Robert se extrañó de que fuera Jenny y no Ann la que descansara a su lado  Se pasó la mano por la cabeza como para alejar el pensamiento que a pesar del tiempo transcurrido le seguía atormentando.  Se levantó y se metió en la ducha. Cuando Jenny se despertó, él estaba sentado en un butacón frente a la cama. La observaba, observaba la placidez de su sueño y sonrió ligeramete. ¿Sería la mujer de su vida?
Agitó la cabeza incrédulo y esperó a que Jenny se despertara.



El tiempo transcurría rápido. Su relación con Jenny se afianzaba, pero al mismo tiempo iba perdiendo el entusiasmo de la primera época. La profesión de ella les alejaba con frecuencia y transcurrían varios días sin  verse  y a veces semanas,  si Jenny iba en algún crucero.  Decidieron ir a vivir juntos, pero la soledad en la vida de Robert seguía existiendo. Cada vez que ella tenía que alejarse, él la echaba mucho de menos, la casa se le venía encima y reconocía que Jenny había ocupado parte del lugar que Ann había dejado desierto, pero sólo parte.  Eso le incomodaba, pues quería ser leal con la chica, pero lo que había sentido por Ann era demasiado fuerte.  Al mismo tiempo se alegraba de que ya su vida se hubiera estabilizado y ya no dependiera de alguna llamada de teléfono de Ann.  Decidió estudiar para la judicatura. Era el escalón superior al que ahora ocupaba. Los estudios, las oposiciones a juez le entretendrían  mientras Jenny estuviera ausente.

La Navidad se aproximaba y el bullicio en las calles era patente. Las luces, las canciones navideñas, las prisas de la gente por comprar los regalos, todo le recordaba que Navidad estaba a la vuelta de  la esquina y Jenny lo pasaría lejos de casa: en Grecia, en un crucero para millonarios.

Otra Navidad solo. No le gustaban esas fiestas; desde que fallecieron sus padres siempre las había pasado solo, excepto el año en que conoció a Jenny, de eso ya eran tres años, en que los pasó con ella. Se divirtieron, disfrutaron de su compañía y por primera vez en mucho tiempo fué feliz.

Le dolía la cabeza. Había estado estudiando parte de la noche y continuaba a lo largo del día. Decidió que ya estaba bien  y miró a través de la ventana. Observó la calle y sonrió al ver a los niños que jugaban con la nieve de las calles y los muñecos de nieve que formaban . Era un invierno riguroso y dos días antes había caído una gran evada en Nueva York, lo que hacía una verdadera estampa navideña.

--Me voy a la calle, al menos no estaré solo en casa. El bullicio de la gente alejará las nostalgias.

Sin querer retrocedió en el tiempo. Volvió con el recuerdo a la primera Navidad en que conoció a Ann y la pequeña fiesta que habían organizado los secretarios de juzgado la víspera . ¿Cuánto tiempo había pasado?, tres, cuatro años... No se acordaba, pero si recordó que ella salió de una sala con su portafolios y su bolso al hombro, como iba siempre y se incorporó a la fiesta. Ann tenía muchos amigos entre los secretarios; era simpática, afable y gozaba de gran popularidad entre ellos. Robert la vio entrar  con una amplia sonrisa, y se fijó en ella. Hasta ese momento la tenía un poco de  antipatía: le había derrotado en un juicio ... A pesar de todo la dio la enhorabuena  Nunca habían coincidido,  como no fuese en el juzgado.



Alguien que iba corriendo por la calle, le empujó y le hizo volver a la realidad. Estaba frente al escaparate de uno de los centros comerciales más importantes de Manhattan y decidió entrar a comprar un regalo para Jenny, a pesr de que tardaría mucho en verla. Le pareció una idea bonita, que ella notase que  la había tenido presente.  Sin saber muy bien qué regalarle, entró en el local.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares