miércoles, 23 de junio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 9 - Ante lo inesperado

 Sentados uno frente al otro, guardaban silencio. Tenían hambre y devoraban el desayuno que les habían preparado, demasiado copioso, pensando quizás que la noche había sido especial y que posiblemente estuvieran medio desmayados. Ella le miraba mientras llevaba el tenedor o la cuchara a su boca. Él sin embargo no lo hacía. Tenía una arruga en la frente y, aunque no le conocía, ese gesto denotaba preocupación.

La que debía estar preocupada era ella; tenía un porvenir no solo incierto, sino problemático. Pensaba que lo que fuera que él había pensado, no tendría éxito. Le hubiera gustado conocerle en otra situación, pero las cosas ocurrieron como ya sabemos. ¡Que distinto hubiera sido todo si se hubieran encontrado en otro lugar!


Debía ser alguien generoso, porque otro, ante lo ocurrido,  hubiera seguido hasta terminar lo que había iniciado sin importarle lo que la otra persona sentía. Sin embargo, él reaccionó en el acto. ¡Menuda sorpresa debió llevarse! Ella sabía cuál era su destino y se había resignado a él. Pero tampoco esperaba que fuera su "bautizo" como mujer con alguien tan atractivo, tan generoso, caballeroso y...tan guapo.  Desechó de inmediato la  idea que se abría paso en su cabeza. Era absurdo y, de todo punto descabellado, pero la imaginación era libre y después de verle anoche en toda su integridad, las hormonas se la disparaban. La situación no era como para pensar en "eso". Debía prepararse para lo que sería su día a día, tan distinto a aquella noche. Eso fue una casualidad, el dar con alguien tan sensible y generoso.

¿Qué la esperaría en lo sucesivo? ¿Se convertiría en una mujer vacía por dentro?¿Aprendería a fingir lo que no sentía? Al menos ahora tenía una referencia en la que invertiría el tiempo que estuviera con cualquier cliente, haciéndose a la idea de que estaba con él.

¡Qué cosas pensaba! En lugar de estar preocupada por su situación estaba pensando en quién tenía enfrente. ¿Se había vuelto loca? Nunca  lo hubiera imaginado, aunque saliera con algún chico que la gustase. Pero él se había comportado de un modo tan poco usual, en una situación extrema y, sin querer,  imaginaba lo que sería si se hubieran conocido en la calle, en algún semáforo esperando el cruce, o en una cafetería, o en el cine. En cualquier lugar menos en aquella casa. La había salvado, pero venían más noches y más clientes y lo normal es que solo pensaran en disfrutar por lo que habían pagado y ese importe se traduciría en algo en lo que no quería ni pensar.


Sin embargo con él se sentía segura, a salvo. Se había comportado como un caballero de siglos pasados, aunque en aquél burdel era conocido, señal que lo frecuentaba. Y lo normal hubiera sido que, pese a todo, él no se interrumpiera sin importarle la condición física de ella, sino el importe suculento que la madame había cobrado por pasar una noche con ella. Y de repente pensó que no la importaría ser su amante, aún a riesgo de que la magia ya no estuviera, porque seguramente fuera la sorpresa, con lo  que no contaba y sucediera. Le pillo fuera de órbita. Nunca lo hubiera imaginado, seguramente. Pero, lo que no se había preguntado, si sería un hombre comprometido. No lo creía, porque de ser así no hubiera estado y aún estuviese con ella. De tener novia no vendría a un burdel, sino que se irían a un motel u hotel, pareciendo una pareja normal.

Ahora ya daba lo mismo. Si acaso volviera a ver a su padre, no podría mirarle a la cara. Ella no tenía la culpa de lo que había pasado, o quizá si, por egoísta. No se paró a pensar que nadie regala ni trabajo ni dinero, que posiblemente había gato encerrado. Tuvo muchas horas de avión para analizar la situación y en cualquier escala de las realizadas, y con la excusa de ir al servicio, haber tratado de huir cuanto antes y esconderse en cualquier lugar en el que no pudieran encontrarla.

¿En serio piensa en eso? ¿Creía acaso que la dejarían marchar, sin más, después del dineral que habían invertido en ella?¿Terminaría como madame Margueritte regentando una casa de citas cuando fuese mayor para ejercer la prostitución? ¿Sería ese su destino? Pues, qué triste. Merecía algo mejor. Su futuro lo había pensado en cosas muy básicas: encontrar un buen trabajo, tener un novio del que estuviera locamente enamorada, casarse, tener hijos... Pero nada de eso sería ya posible, sino todo lo contrario.

Imaginó como hubiera sido su novio si las cosas hubieran transcurrido por el camino normal. Y no lo pensó ni un segundo: como Alexander.

Sin darse cuenta y, sumida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que había dejado de comer y le miraba fijamente, con la cucharilla suspendida en el aire con un bocado de huevo escalfado. Tampoco vió que él, extrañado, la observaba desde hacía rato con cara de preocupación. No quería volver a la realidad, porque sus pensamientos eran bonitos, y la verdad era cruda y dura. 


¿Se refugiaría en lo sucesivo en sus fantasías? Seguramente así sería, mientras fingía un éxtasís debajo de un barrigón que se creía que la producía el máximo placer. Ese sería su día a día, hasta que, al llegar a una determinada edad ya no atrajera a los hombres y entonces...

—¿Qué te ocurre? Llevo un rato observándote y no me has hecho caso de lo que te decía. Estás muy distraída y, lo entiendo, pero has de alimentarte. En cuanto termines tu desayuno, te explicaré el plan. Tendremos que vivir, seguramente, situaciones parecidas a las de hace un rato. Tendremos que hacerlo para convencerles de que nuestro plan funcione, de lo contrario no sé de qué modo podré ayudarte.

— Lo siento, discúlpame. Es que tengo la cabeza embotada de tanto pensar. No creas que no aprecio en el problema en que te he metido. ¿ Por qué no lo dejas pasar? Ya me las arreglaré. ¡Bastante has hecho! Anoche te portaste como un caballero de la edad media. Otro en tu lugar...

— Pero es que ni tu eres otra, ni yo tampoco. Me enseñaron desde muy pequeño los valores que hemos de tener a lo largo de nuestra vida y lo de anoche...Francamente, ni en mil años pensé que eso pudiera ocurrirme. Te ruego me perdones; de haberlo sabido, no te hubiera elegido. Por cierto ¿te encuentras bien?

— En eso discrepo. Agradecí que ocurriera contigo una vez vista tu reacción. Otro no se hubiera comportado tan generosamente. Me consta que pagaste un dineral por estar conmigo hasta hoy, y en serio te lo agradezco. Pero ya ves no tengo escapatoria.


—Te prohíbo que pienses así. No al menos mientras nuestro plan pueda funcionar. Me gustas Adeline y lo hubiera hecho con cualquier otra mujer que estuviera en tu misma situación. Siento hacia tí una atracción que no tiene fundamento, pero te vi tan perdida ayer. Con una cara tan pálida y tan tímida, que enseguida pensé que eras novata en estas cosas y que no necesitabas a un bruto a tu lado, sino a alguien que te cuidará. Y lo traté, pero la segunda parte es la que ni siquiera imaginé. 

—¿Deseas terminar lo que ayer quedó interrumpido? Lo comprendería. Tienes derecho a ello. Pagaste mucho dinero por tener una noche alegre y, lo que conseguiste fue cargar con un problema que en nada te concierne. Así que si lo quieres, estoy disponible para tí. Termina lo que empezaste anoche.

— ¿Me estás insinuando que deseas tener relaciones hoy, ahora?

— Pagaste por ello y yo he terminado aquí por esa causa. Si lo quieres, que sea. Procuraré responder a tus expectativas

— ¿Qué te pasa? ¡No me puedo creer lo que me estás proponiendo! No creo que sea procedente, por mucho que te desee, porque sí, te deseo. Pero habrá tiempo para ello, y ahora no lo es. Centrémonos en lo que nos ocupa y te ruego que no tientes a la suerte. Eres una mujer hermosa y muy tentadora, pero no ahora. Sería aprovecharme de tu debilidad y ese no es mi estilo. Cuando estoy con una mujer quiero que se entregue a mi con los cinco sentidos, que me atraiga y que yo la  atraiga  también. Que sea consciente de lo que hacemos. Tú en estos momentos estás muy desorientada y no sabes lo que dices. Termina tu desayuno y enciende el televisor.

Ella guardó silencio ¿Decepcionada? ¿Esperaba otra respuesta? Sí, la esperaba desde que le vió salir del baño con la cabeza empapada de agua, sabía  a qué se debía. No tenía experiencia con hombres, pero sus amigas y compañeras de instituto si, y sus conversaciones, sobre todo los fines de semana se basaban en eso. Sorbió un poco de zumo y siguió el consejo de él. Se acurrucó en el sofá y encendió la tele. Le daba igual el programa que fuera. Estaba inquieta con una sensación nunca antes experimentada, y lo que buscaba era distraer su imaginación, y apagar algo que se abría paso en su interior.


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