sábado, 26 de junio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 12 - El futuro

 Tendría que hablar con su padre. Debía hacerlo. Tenía su dinero propio, pero temía que esa gentuza le exigiera más pagos y cada vez más altos. Necesitaba el respaldo paterno. Pero para obtenerlo, debía explicarle todo lo ocurrido. Sabía que no lo entendería, que se llevaría las manos a la cabeza, pero si conseguía sus fines, y llegase a  conocerla, la adoraría como a él le había ocurrido.

¿La adoraba?¿En serio? Pues sí, se había enamorado de ella como un colegial, como si fuera su primera experiencia. Y lo cierto era que había corrido muchas juergas, pero nunca como la que estaban viviendo.

— ¿En qué piensas?— la voz queda de Danka  le devolvió a la realidad.



Tenía uno de sus brazos bajo la nuca, con el otro la abrazaba jugueteando con su cabello. Tenía la cabeza reclinada en su pecho. Sabía que ya nunca, nada, sería lo mismo. Había ocurrido por esos extraños designios del destino. Había estado allí a una determinada hora, en un día determinado y ella le fue presentado por un determinado motivo. Y eso había sido  todo. Algo les había unido y, sería definitivo.

 Había sido suya por entero, al igual que él a ella. Su destino estaba firmado y rubricado, sin retroceder, por muchas palabras que, seguro escucharía. Por mucha furia que su padre soltara por su boca. Por muchos consejos dados por sus mejores amigos, Si, esos que siempre están a las buenas y a las malas. Le dirían que se había vuelto loco. Liarse con una chica de un burdel.

Ellos no sabían lo que juntos habían vivido esa noche y la siguiente. Tampoco lo diría: su intimidad sólo a ellos pertenecía. Sabía que tendría con su padre un disgusto monumental y que posiblemente dejará de hablarle, pero ya se las arreglaría. Trabajaría en el rancho sin descanso. Vendería su apartamento de Sacramento, si acaso necesitara dinero. Haría todo cuanto fuera necesario, pero ella no volvería a esa casa horrible.

Pero aún quedaba otro asunto pendiente: su pasaporte. Se le ocurría miles de pretextos para conseguir uno nuevo. Según le había dicho se lo quedó los hombres que la trajeron aquí. Se lo insinuaría a Margueritte . También pensó que ella estaba en el ajo por mucho disimulo que tuviera. En cuestión de dinero, no se casaba con nadie por mucha amistad que tuviera

Llamaron a la puerta. Miró el reloj El tiempo se les había ido sin sentir, era mediodía. La comida, las flores. El cartelito de "no molestar" aún seguía colgado en el exterior de la puerta, y a eso se debía la llamada: no querían interrumpir nada.

— Ve al baño. Ahora  y, deja el agua correr.

 La dijo con voz firme. No sabía muy bien porqué la hizo esconderse. Probablemente tuviera miedo. Hasta que no la viera fuera de allí siempre estaría en alerta.

El salió también de la cama y se puso a prisa los pantalones. Abriría mostrando señales de "euforia": pelo revuelto y a medio vestir. Lo cierto es que le importaba un rábano lo que pudieran pensar, pero era el attrezzo de la comedia que estaban representando. No se les podía escapar ningún detalle. Efectivamente era el camarero con el carro del almuerzo y sendo ramo de rosas.


Al ver las flores Danka abrió sus ojos hasta el límite. Eran las primeras flores que alguien la enviaba. Los ojos se le llenaron de lágrimas y corrió a abrazarle de nuevo. Escondió su cara en el cuello de él. Había tenido mucha suerte al conocerle. Era bueno. Bueno de verdad y lo demostraba a cada minuto. Estaba luchando por ella, pero no sabía lo que "rumiaba" mientras guardaba silencio.

Le echaría mucho de menos cuando se marchase. Porque tarde o temprano es lo que haría. En dos días sus vidas se separarían. Alex proseguirá a su ritmo y ella... ¿Qué le depararía el futuro? Sólo dolor y vergüenza, añorando constantemente sus brazos y sus caricias. No le diría nada. No quería que la despedida fuera más amarga de lo que ya sería. 

Había conocido una cara de la vida: la del amor puro e incondicional, y a él se aferraría durante la oscuridad que la aguardaría nada más traspasar la puerta de esa habitación.

 ¿Por qué no se conocerían en otras circunstancias? Cuando ella era pura, intocable. Porque aunque fuese él quién rompió su pureza, fue en una situación más que discutible. Y ese pensamiento es el que más la perturbaba. Cuando saliera de su vida, no le volvería a ver más. Sabía que eso la destrozaría, porque sin él no era nada. Y nada importaba. Aguantaría lo que la tocase vivir.. Lo que la dolía también, era su padre. No haberse podido despedir de él. 

Mejor que no se enterara en lo que había terminado, porque ese dolor le mataría. Las lágrimas anegaban sus ojos. No quería que él la viera llorar y con un pretexto se dirigió al cuarto de baño. para terminar de desahogarse.

De repente se había aislado de ese lugar, de esa habitación, y de esos brazos que la abrazaban. Estaba como en una burbuja, ella sola, porque ella sola tendría que seguir adelante. Pero nada sería igual. La esperaba sólo la tristeza. Echaría mucho de menos estos días que había pasado con él y ese sería su refugio para el resto de su vida.


Tras darle la propina, cerró la puerta, tomó aire y esperó unos segundos a que ella saliera del cuarto de baño. Lo hizo envuelta en el albornoz, con el cabello mojado: se había duchado. Y la vió más linda que nunca. Sin maquillar, sólo con su inocencia. Porque lo era y lo sería siempre, a pesar de que la había perdido con él.

Estaban viviendo los mejores días de sus vidas, al menos ella. Se la veía radiante, pero al mismo tiempo, un velo de tristeza se vislumbraba en sus ojos. Alex, para quitar hierro dijo:

— No sé tú, pero yo estoy hambriento

— Quiero que sepas que nunca voy a olvidar estos días que hemos pasado juntos. A ellos me aferrare cuando ya no estés conmigo. Nunca nadie en mi vida ha hecho lo que tú. Y puedo jurarte que no lo olvidaré nunca. Te has hecho dueño de mi corazón y de toda mi vida. Puedo asegurarte que nadie más entrará en ella, nunca.

Al escuchar esas palabras, Alexander avanzó hacia ella. Hablaba de separación definitiva ¿Es que no le había escuchado? ¿ Es que no creía que su plan saliera bien? Daría cualquier cosa por borrar esa sombra de tristeza que tenía en sus ojos. Un simple ramo de flores la había emocionado ¿Podía existir un alma más pura que la de ella? Sabía que su historia nadie la entendería, porque era difícil con el encuadre en que se había forjado. Pero se habían juntado por una carambola del destino y no lo dejará pasar.

— Ten paciencia sólo un día más, amor mío. Después todo será más sencillo

— ¿Me has llamado amor mío?¿Por qué?

— Pues porque lo eres. ¿Es que no te has dado cuenta?

Volvieron a besarse. La fuga ideada debía tener éxito. No quería ni pensar si fracasaran y tuvieran que separarse.

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