lunes, 21 de junio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 8 - El plan

Se despertó sobresaltado. Miró a su alrededor como para ubicarse en dónde estaba, y de repente, volvieron a su cabeza las imágenes vividas la noche anterior. Ella estaba a su lado. Parecía tranquila en su respiración. Estaba boca arriba, pero inclinada su cabeza en  dirección a él.

 Algunas guedejas de cabello  estaban sobre la almohada. Sonrió y tomó una de ellas enroscándola suavemente entre sus dedos. Su pelo era como hebras de oro suave y de un color luminoso.

La experiencia  que ambos habían vivido sería difícilmente explicable. Había personas que se quejaban de que nunca en sus vidas habían vivido nada que les alterase. Sin embargo, ellos, dos desconocidos, habían vivido algo que jamás olvidarían. Se sentía, en parte, responsable de esa muchacha que descansaba tranquila y confiada a su lado. Pero él, ciertamente no había tenido nada que ver en lo ocurrido aunque fuera el autor del suceso. ¿ Por qué se sentía mal? 


Miraba al techo de la habitación pensando en cómo salir de ese embrollo. No se le ocurría nada. Ella se rebulló en la cama sin despertarse. Tenía que hacer algo. Estaba vestido con sus vaqueros y una camisa. Se calzó y dejó una nota a la muchacha para que no se impacientara si se despertaba. Se le había ocurrido algo que debía gestionar con madame Margueritte. Volvería enseguida, y esperaba que con buen resultado.

— He salido un momento. No abandones la habitación por nada hasta que yo regrese. No abras a nadie. Tenemos que hablar pero será luego. Trataré de arreglar tu situación confía en mi.

¿Qué confiara en él? ¿Cómo? Se estaba metiendo en un buen lio y no pintaba nada bien. Si fuera lo que imaginaba, debía andar con cuidado. Esas gentes son peligrosas y hay que andar con mucho tiento.

Había silencio en el pasillo. Ningún ruido salía de las habitaciones. Debía hablar con la madame. Ella sería su última esperanza si es que fuera tan leal como decía. Pero no la encontró. Preguntó a uno de los hombres de negro y le dijo que se había retirado a descansar

— Anoche tuvimos bastante trabajo. Hace poco que se ha ido a dormir. ¿Puedo ayudarle?

— No lo sé. Aparte de que deseo desayuno para dos, copioso — y dijo esto riendo de medio lado como dando a entender que su noche también había sido intensa—Creo que con  otro asunto que me importa no creo que pueda ayudarme. Necesito a la chica que está en mi habitación para una presentación de un negocio que tengo en perspectiva dentro de un par de días. ¡ Caray amigo! ha sido la bomba! Necesito hacerla pasar por mi novia, pero para eso tendría que acompañarme a una cena. Margueritte me conoce desde hace años ¿ Cree que podría ser?

— No lo sé, señor. En esas cosas no intervengo. Efectivamente, tendrá que hablarlo con ella.

— Si quisiera estar con ella al menos hasta mañana ¿sería posible? Pagando, por supuesto y con una buena propina.

—No creo que haya inconveniente, pero no puedo responderle. La dejaré una nota para cuando se despierte. Pienso que lo admitirá. Si es de su gusto y lo paga, a nosotros nos da igual. Me alegro que esté conforme con el servicio. Se lo transmitiré a la señora en cuanto la vea.

— Muy bien. Pues entonces está todo dicho. ¡Ah una última cosa! No nos molesten .¿me entiende?

—Perfectamente señor

— Muy bien, pues espero el desayuno y ya sabe: no deseo interrupciones.


Volvió a la habitación sin haberlo resuelto más que  a medias. pero al menos seguiría con ella. Con él estaría a salvo. Esperaba que Margueritte no se extrañara de su comportamiento, porque nunca lo había hecho. Pero ya pensaría en la respuesta si es que le preguntara.

Tranquilizaba en parte su conciencia quedándose con ella y protegiéndola. No le llevaba otro deseo más que ayudarla. Sabía que la explicación dada al hombre de negro no tenía porqué darla, pero al menos si alguno de sus amigos preguntara por él, sabrían qué responder. Estaba seguro que hasta mediodía no vería la sonrisa de la madame. Y es que en realidad era esclava de su negocio. Empezó en una triste habitación de un mísero hotel de los bajos fondos y ahora era una mujer  reconocida y respetada en ese ambiente. Por eso no se explicaba que  interviniese en algo tan sucio como en lo que estaba. Quizá a ella también  la engañaran. Pronto lo sabría.

Abrió la puerta y al no verla se sobresaltó por un instante, hasta que sintió el ruido del agua en la ducha. Deberían pasar varias horas metidos en esa habitación, y la ropa que tenían ambos no era la más adecuada para representar la comedia que él pretendía. Debía avisarla porque de un momento a otro llegarían con el desayuno.


— Adeline, vístete  y sal a la habitación lo más pronto que puedas. Te lo explicaré más tarde, pero ahora hazme caso en todo lo que te diga.

— ¿ Qué ocurre? 

—Ahora no hay tiempo. Ponte  mi camisa. Muy bien. Ahora súbete a la cama y muéstrate coqueta conmigo. Después te lo explicaré. Cubre , cubre...

Le daba corte por ella y por él. Iban a representar una comedia y debían atar todos los cabos muy bien para que nada fallase. Debían ocultar la prueba de lo ocurrido allí la noche pasada. Nadie, excepto ellos, lo sabrían. Ignoraba el porqué de esa reacción, pero algo, en su interior, le advertía de que debía ser así.

Apenas había terminado de organizar el escenario, cuando los golpes en la puerta les indicaron que el desayuno estaba allí. Abrió la puerta con el torso desnudo y  puesto una toalla de baño por la cintura. El escenario era perfecto. Quería dar una impresión falsa que les hiciera pensar que lo dicho al hombre guardián tenía su base. Y no era otra más que se había encaprichado de la chica y la deseaba para él solo.
Mientras recogía el servicio de la noche anterior, y acomodaba el desayuno, la imaginación del camarero tejía su historia. la que ellos deseaban transmitir, y a kilómetros de distancia de la realidad. Pero aún faltaba un detalle y era que ellos juguetearan como si el camarero no estuviera. Ella captó la idea e incorporándose en la cama se acercó a Alex, rodeó el cuello con sus brazos y le besó apasionadamente. Él no lo esperaba, pero correspondió al beso. Después se darían todas las explicaciones del mundo, cuando estuvieran a solas.


No sabía porqué, pero confiaba en él. Le había dado muestras para ello. No se había aprovechado de la situación, al contrario, buscaba denodadamente una situación para sacarla de allí, a sabiendas del peligro que eso supondría.

El no tenía ni idea en  lo que se iba a meter la noche anterior. Debió advertirle, pero fue todo tan rápido y tan sorpresivo, que no supo reaccionar hasta que fue demasiado tarde. Pero la reacción que tuvo al darse cuenta, fue de todo un caballero. Quizá tuviera novia, o prometida... La chica que le hubiera enamorado no conocía la clase de hombre que se llevaría.

Había correspondido a su beso no como un comediante, sino como un hombre ardiente besando a una mujer, correspondiendo a su caricia.

Cuando el camarero salió apresuradamente, ellos se separaron de su abrazo. Se miraron fijamente durante un instante, pero en esa fracción de segundo, había ocurrido algo que ninguno de los dos esperaba que ocurriese, pero así había sido.

— Debemos desayunar — dijo Alex mirándola muy fijamente

— Si, de acuerdo.

Cruzó la camisa de él, envolviendo su cuerpo y se bajó de la cama, sentándose en una silla junto a la mesa. Alexander recogió sus vaqueros y entró en el cuarto de baño. A los pocos minutos salió con los pantalones puestos, y el pelo mojado. Se había tenido que refrescar la cabeza. Estaba viviendo algo que era superior a su control y no quería tirar por el suelo lo conseguido hasta ese instante.

Esperarían pacientes a que llegase la tarde y con ella la posible presencia de la madame.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares