sábado, 19 de diciembre de 2015

Leyes - Capítulo 5 - Ann Kilmore

Ann Kilmore nace en San Francisco en una familia de clase media. Su padre trabajaba como informático en una multinacional, su madre lo hacía como secretaria en la misma empresa, pero al quedar embarazada de Ann, decidió quedarse en casa y atender a su familia.

Ann fué una niña muy despabilada, estudiosa y le encantaba jugar al fútbol con los compañeros de su clase, que siempre se metían con ella y la llamaban "chicazo", por la clase de juegos que prefería y que no eran propios de una chica.

Terminó la escuela primaria y la secundaria e hizo una solicitud para ingresar en la universidad. Durante toda su adolescencia fué cambiando como es natural hasta convertirse en una bonita muchacha,  simpática, servicial y algo tímida pues se creia el "patito feo" de su promoción.

Dado que su familia hacía muchos sacrificios para que ella pudiera acudir a la universidad, decidió buscarse un trabajo y estudiaba al mismo tiempo. Lo hizo de camarera en un restaurante de poca monta, de canguro, en una residencia de ancianos y en una  boutique. Todos estos trabajos le proporcionaron algunos ahorros. Se sacrificba al máximo pues era consciente del esfuerzo de sus padres. Por fín llegó la tan deseada carta con la admisión en la universidad.


La universidad de San Francisco era católica y había sido fundada por los jesuitas. Hubiera querido ingresar en una  de más renombre, pero eran demasiado caras, de forma que optó por ésta que estaba cercana a casa, con lo cual se ahorraría su pensión.

Al haber trabajado y estudiado al mismo tiempo para ayudar a sus padres, sabía el  esfuerzo que representaba para la gente de clase media, cualquier extraordinario que hicieran en su vida cotidiana.  Decidió estudiar Derecho para ayudar a las gentes cuyos recursos eran limitados.  De esta forma se licenció sin haber sido nunca suspendida en ninguna asignatura.  A su licenciatura acudieron sus padres emocionados y orgullosos de tener una hija tan buena y tan inteligente.  Se despidió de sus compañeros con los que no tenía demasiada intimidad dado que no podía alternar con ellos debido a su situación económica y ellos tener más poder adquisitivo.

Decidió buscarse un trabajo, que encontró rápidamente, pues no exigía gran sueldo  Era muy inteligente y despierta, con lo que se ganó el aprecio de su jefe y el cariño de sus compañeros. Era un trabajo modesto: una gestoría y  lo que desempeñaba estaba muy alejado de lo que había estudiado y que era su meta.

Trabajó durante dos años, y ahorró todo lo que pudo. Era sabedora que en el ambiente en el que se movía no tendría más futuro y planteó a sus padres el intentar abrirse camino en Nueva York.  Ella creia que nada más llegar a la ciudad, tendría infinidad de trabajos como abogada que era lo que ella tenía en mente. Pero al llegar ,  se dió cuenta de que no le iba a ser fácil; no conocía a nadie, ni tampoco moverse por la inmensa ciudad. Buscó una pensión modesta con el fin de estirar al máximo los ahorros que traia desde San Francisco, pues no sabía lo que tardaría en encontrar trabajo. 

Se levantaba temprano y en un modesto bar al lado de la pensión,  se tomaba un café con una tostada y buscaba sin cesar en el periódico algo que le encajara.  Desilusionada veia cómo pasaban los días sin encontrar un trabajo

--Buscaré de otra cosa, lo que sea, pero tengo que encontrar algo deprisa antes de que se me acabe el dinero.

Ese día decidió ir a Brooklyn por conocer el barrio. Era domingo y con el periódico en la mano llegó hasta allí. Paseaba mirando en las portadas de los establecimientos por si hubiera  algún anuncio que requiriesen trabajadores . Se daba por vencida, y cuando ya iba a regresar a la pensión vió en una portada un rótulo y un aviso.  En el rótulo decía Walter Schiller- Abogado.  Y un cartel en el que se solicitaba un pasante.  Dado que era domingo y estaba cerrado, tomó nota del número de teléfono y contenta esperó al día siguiente y a primera hora llamó solicitando el empleo.

A las nueve en punto de la mañana telefoneó al número que había anotado y preguntó por el tal Walter que era el nombre que figuraba en la placa

Walter Schiller


--¿Señor Walter Schiller, por favor?

--Si soy yo, ¿ quién pregunta?

---Señor soy Ann Kilmore, abogada. He visto su solictud de empleo y quisiera saber si me admitiría.

--Pero lo que yo necesito es un pasante. Ya tengo abogado y mi despacho no da para tener dos. Lo siento señorita, quizás en otra ocasión

--Por favor, no cuelgue. No importa, me interesa el puesto, necesito ese trabajo aunque no sea de lo que puedo ejercer

--En ese caso, pásese por aquí y hablamos.

--Muchas gracias, señor, en un rato estoy por allí. Gracias de nuevo.

Se miró en el pequeño espejo del armario del cuarto de baño y revisó su ropa. Estaba bien vestida y bien peinada.  Se retocó un poco el maquillaje y pintó sus labios con un color suave. Tomó su bolso y salió a la calle contenta.

El autobús llegaba cuando estaba recién llegada a la parada.  Frente a la puerta del despacho se paró un instante y tragó saliva. Miró al cielo y pidió: " Dios mio, que me den el trabajo, por favor".  Con paso decidido empuñó el picaporte que cedió a su mano


Lisa


--Buenos días señorita . Acabo de hablar con el señor Schiller y me espera para una entrevista.

--Ah, si, me lo ha dicho. Soy Lisa, y espero seamos compañeras

Lisa dió dos golpecitos en la puerta del despacho de su jefe, y éste le dijo:

--Adelante Lisa, puedes pasar.

 Lisa cedió el paso a Ann que se presentó ella misma a Walter.

Schiller le hizo algunas preguntas referente a su trabajo y comprobó que efectivamente era abogada, y quién sabe porqué solicitaba un trabajo de inferior categoría. Pero ¿qué importaba?, a fin de cuentas él saldría ganando. Así si alguna vez Dick se ausentaba, estaría ella para reemplazarle.

--De acuerdo, el trabajo es suyo. Debo decirle que no le puedo pagar un gran sueldo. Mi despacho como puede comprobar es humilde y mis clientes son personas de categoría humilde, que la mitad de las veces ni siquiera pueden pagar mi minuta.

--No me importa ganar un gran sueldo. Con que me de para ir viviendo me conformo.  Estoy recién llegada a Nueva York y necesito trabajar, pues los ahorros que tenía se van con rapidez.

-- Muy bien, ¿cuándo puede empezar?

--Oh, pues ahora si quiere.

--Muy bien, pues venga conmigo que le voy a indicar lo que debe hacer y su mesa de trabajo.

Y así empezó a trabajar en el humilde bufete de Walter Schiller y allí conoció a Dick, el abogado del despacho que cambiaría su vida.

Dick Foster, el abogado de Walter

Llevaba dos días trabajando cundo entró en el despacho Dick Foster, el hombre más guapo, alto y simpático que Ann hubiera visto nunca.  Se enamoró de él al primer instante que le vió.  Dick besó a Lisa y saludó efusivamente a Ann:

--¡ Hola !  tú eres nueva ¿no?, vaya por fin me han traido a un ayudante,  y preciosa por cierto.

La tendió la mano y ella se le quedó mirando atónita. La había dicho bonita, no se lo podía creer. Al cabo de un rato Ann se levantó, cogió su bolso y entró en el lavabo. De él sacó un pequeño espejo y comprobó que en efecto era bonita. Un suave rubor cubría sus mejillas y un extraño brillo se había instalado en sus ojos. Se sintió feliz y contenta de haber entrado a trabajar en aquel despacho.

Dick era un conquistador impenitente y se había dado cuenta del impacto que había causado en ella, por eso pasado unos días le pidió a Walter llevarse a Ann a un juicio que tenía para ese día

--Así se irá soltando. La noto un poco verde y si alguna vez me tiene que substituir, que  vaya adquieriendo experiencia. A Walter le pareció bien y se lo comunicó a Ann, que encantada asintió,  ya que iba a asistir a su primer juicio, aunque no interviniese, y además iría con él, con Dick.

Entraron ambos en el juzgado y se cruzron con Robert, que saludó ligeramente a la pareja sin reparar en la chica que acompañaba a aquel  abogado que conocían bien todas las secretarias del juzgado.  Ann tampoco reparó en él.  Dick, una vez instalados en la sala, le comentó que aquel fiscal tenía fama de duro, aunque era una excelente persona , y en su profesión era bastante estricto y no pasaba ni una.

El juicio fué sencillo pero a Ann le pareció una maravilla. Salió entusiasmada al ver actuar a los dos hombres: fiscal y defensor.  Lo ganó el fiscal, pero por efectos de la rutina, Dick salió como si tal cosa.

--A mi me hubiera hundido, comentó Ann

--Ya te acostumbrarás. No puedes involucrarte,  de lo contrario no podrías vivir.  La rutina te hace una coraza, ya lo comprobarás.

Pero nunca lo comprobó, porque cada juicio para ella era algo personal. Se metía en la piel de cada persona que defendía y su angustia,  hasta resolver el caso,  era tremenda. Quizá por eso es que en el transcurso de su carrera perdía muy pocos juicios, lo que la hizo alcanzar un importante renombre.




Habían transcurrido algunos meses y Ann bebía los vientos por Dick, a él también le gustaba la chica y decidió invitarla a cenar.  Ella aceptó encantada; rebuscó en su pequeño armario y eligió un bonito vestido que le sentaba como un guante y delineaba su figura que al contrario de la opinión quen ella tenía de sí misma, era bonita.  Era una chica muy guapa aunque ella no lo creyera.

El maquillaje acentuó lo dulce de su rostro y el brillo de sus ojos. Remató el arreglo con un toque en los labios y unas gotas de perfume.  Apenas había terminado de arreglarse cuando la dueña de la pensión llamó a su puerta advirtiéndole de que un chico muy guapo preguntaba por ella.

Salió nerviosa e impaciente a reunirse con Dick, que asombrado la contempló retirándose un poco después de estamparle un beso en la mejilla. Lo hizo igual  como si contemplara un cuadro. Estaba preciosa, era una chica preciosa.

Salieron y él la llevó a un restaurante modesto puesto que no disponía de grandes  ingresos, pero no importaba: lo importante era estar juntos.



El menú elegido fué modesto: ensalada y pescado a la plancha, vino y de postre un café.  A Ann le pareció un menú digno de reyes. Dick se mostraba especialmente cariñoso, no dejaba de mirarla; la tomó una mano y se la llevó a los labios. A Ann el corazón la golpeaba fuertemente en el pecho. El mirándola a los ojos le dijo que la amaba y la deseaba fuertemente.  Sus palabras eran muy cariñosas y dulces. Sin saber cómo Ann se encontró en la habitación del piso de Dick recibiendo un torrente de besos y caricias y tuvo su primera experiencia sexual, brusca y dolorosa, algo que ella no esperaba. Se la había imaginado de otra manera, como en el cine.  Pensba que las actrices al entornar los ojos experimentarían el mayor de los ensueños, sin embargo ella lo que había sentido era un profundo dolor en su vientre y sin saber porqué se acordó de su madre. Deseó ardientemente que aquello acabase pronto. No le gustó, como tampoco le gustó que Dick ni siquiera la dijera ninguna palabra de amor mientras la estaba poseyendo. Fué mecánico, sin magia, y pensó:  "No merece la pena", y lamentó no haber sido más consciente de sus actos, pero ya no tenía remedio.



Al presentarse a trabajar la daba vergüenza mirar a  Lisa y mucho más a Dick, que la miraba de soslayo y parecía rehuirla.  A la hora del almuerzo, Dick, tomándola de la mano, la condujo a un rincón de la cafetería en la que almorzaban y la pidió perdón por su comportamiento de intimidad. En su descargo argulló que él no se imaginaba que era vírgen y que reconocía que no estuvo a la altura de las circunstancias.

El ídolo que Ann había construido  en Dick, se había desplomado de golpe, lo que la causaba un profundo dolor. Había ocurrido un hecho importante en su vida: se había enamorado y se había entregado a un hombre que era un conquistador y sospechó que no era la primera vez que actuaba de esa forma. El anteponía su propio placer al de la pareja.  Sus ojos se cubrieron de lágrimas y no acertó a articular palabra, no tenía nada que decirle.  El error había sido de ella, la había seducido, si, pero era mayor de edad y se suponía que debía conocer las consecuencias .  En ese momento terminó su enamoramiento, le había conocido. Era un egoista misógeno sabedor de lo que gustaba a las chicas. No la volvería a ocurrir nunca más.

Dejaron de salir, pero ella estaba muy triste y se dió cuenta de ello su compañera. La invitó a comer un sábado en su casa; quería averiguar lo que la ocurría . Se había dado cuenta de la atracción que sentía hacia Dick y le extrañaba que de repente cortaran su relación.  Sospechaba lo ocurrido, pero quería ayudar a su amiga de alguna forma.


Ann acudió al domicilio de su compañera Lisa para comer en su compañía. Lisa se mostró muy criñosa con ella y hablaron de cosas intrascendentes. Con toda intención descorchó una botella de buen vino que había adquirido para la ocasión y juntas se sentaron en el suelo ante sendas copas y algunos aperitivos. La conversación se hizo más íntima y Lisa abordó lo courrido con Dick:

--Ann, dime ¿Dick te ha hecho daño? Recuerda que llevo mucho tiempo trabajando con él y le conozco perfectamente. Sé sincera conmigo . Se que te pasa algo, no tienes la misma alegría de hace un tiempo y he observado que vuestra relación ya no es como lo era antes

Ann, tenía ganas de hablar con alguien que comprendiera su decepción y lo hizo abiertamente sin ocultar nada a su amiga.

--¡ Oh Ann ! lo siento. Abrazó a su amiga mientras Ann lloraba descosoladamente

Lloraba por la decepción sufrida, más que por haberse entregado a él. Creia que para Dick, ella era lo primero, como lo era para ella, pero sólo pensaba en si mismo. Cada vez que le veia en el despacho o le acompañaba a algún juicio, la situación era muy violenta por parte de ambos. Ya a penas hablaban y una muralla se había levantado entre los dos.

Lisa comprensiva la dejó llorar hasta que se calmó y entonces la propuso que viniera a vivir con ella y así los gastos para ambas eran más llevaderos.  Estaban contentas en el bufete por la labor que desarrollaban con gentes humildes, pero los sueldos eran un poco escasos .  Ann aceptó. Siempre sería mejor que la fria habitación de la pensión por mucho que su dueña fuese muy amable con ella.

Tratando de aliviar la situación, Lisa enseño a Ann el apartamento que no era muy grande, justo para ellas dos. Era cómodo,  alegre y estaba situado a pocos metros del despacho y en una calle bonita.  Decidieron hacer la mudanza al día siguiente así irian juntas cada mañana al trabajo.

Dick por su parte estaba pesaroso de su actitud de aquel día con Ann. Debió haberse dado cuenta de que era inexperta e inocente; no era como otras chicas con las que había salido.  Cada día le era más difícil trabajar con ella y decidió que tendría que irse del despacho.  Ella había adquirido alguna experiencia e incluso había intervenido en juicios de algunos adolescentes que habían cometido algún hurto. Estaba preparada para reemplazarle.  Llamó al despacho y le dijo a Walter que se enconraba enfermo y que esa mañana no iría al despacho.

Y así fué como Ann en esa mañana nubosa y con lluvia hizo su debut frente a Robert, nada afortunado, debido a la indumentaria de ella, pero eso ya lo hemos narrado.


Calle en donde se sitúa el bufete de Walter



Domicilio de Ann y Lisa

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