domingo, 27 de septiembre de 2015

La carta - Capítulo 5 - Pablo

De alta figura, de piel tostada, de cabellos oscuros y de ojos castaños.  En él se reunían todas las razas que desde tiempos remotos poblaron la Península Ibérica.   Poseía la cultura y gallardía de los que vinieron por el Este, griegos y romanos. De los íberos provenientes del Sur y de los celtas que entraron por Europa.  Todos ellos se reunieron en una sola persona:  Pablo, puro de Celtiberia.
En su sonrisa,  el encanto un tanto picarón que encandilaba a todas las chicas que en su clase cursaban el bachillerato.  El jugaba con todas, y no hacía especial caso a ninguna.
Faltaban dos cursos para terminar la escuela secundaria, cuando a la clase se incorporó una compañera nueva.  De estatura normal, de cabellos y ojos claros y con un rostro tan dulce, que inmediatamente llamó la atención del inquieto Pablo
- ¿ Cómo te llamas ? - ese fue su primer saludo, su primer encuentro

- ¿ Yo ? , Azucena

- Eres nueva ¿ verdad?

- Si, así es

- Muy bien.  Pues sé bienvenida, y que te sea leve... Hasta luego

Azucena joven

Pablo joven

Como un torbellino salió corriendo.  El timbre que avisaba la hora de entrada a clase había llamado por tercera vez.  No había tiempo que perder;  si llegaban tarde se quedarían en el pasillo y no podrían entrar a clase hasta que no concluyera, después de soportar una buena reprimenda del tutor.
Azucena se le quedó mirando curiosa.  No le había dado tiempo más que a pronunciar dos palabras
- ¡ Es increíble !-pensó mientras reía

- Anda, entra, entra,  ó te quedarás en el pasillo ...- le advirtió Pablo.
Ese fue la primera vez que se vieron.  A medida que el tiempo transcurría, se frecuentaban con más asiduidad, hasta que un día el chico la anunció
- Somos novios

- ¿ Cómo dices ?- preguntó ella extrañada

- Pues eso, que somos novios
No la dio tiempo a responder. Pablo la abrazó contra él, dándole un beso en los labios.   Ella estaba desbordada por la energía y decisión de Pablo.  Siempre la dejaba sin respuesta.  Era el primer beso que recibía de un chico.  Tenía 16 años recién cumplidos, y la misma edad era la de él.
Pronto sintieron algo más profundo en sus jóvenes vidas.  Pablo, con su carácter arrollador se había enamorado de Azucena de una forma que ni él mismo creía.  Siempre estaba rodeado de muchachas,  y que debido a su carácter abierto y simpático, se le rifaban.  Hasta que llegó ella....  Desde que eso ocurrió, ya no volvió a coquetear con nadie.  Pasaban el mayor tiempo posible juntos, estudiaban juntos y juntos salían los fines de semana. Buscaban los rincones del parque más escondidos en donde no pudieran ser observados por nadie.  La chica era muy tímida y le daba vergüenza que la besara en público, pero al mismo tiempo,  lo deseaba.  Al sentir en sus labios la presión de los de Pablo, algo recorría su cuerpo, algo muy especial,  que hasta entonces nunca había sentido.


Pasaron los dos años que les faltaba para terminar el bachiller. Les aguardaba la selectividad y por fin, la universidad.  Azucena temía ese momento, pues sabía que tendrían que separarse.  El quería hacer ingeniería aérea, carrera muy difícil en la que necesitaría toda su concentración.  Había contrariado  a los suyos, saga de abogados, pero,  él no iba por ese camino, lo que proporcionó un serio disgusto a su acomodada familia.  Le apodaban el "hippy", por lo desordenado de su aspecto físico.  Siempre iba en vaqueros y acogió con satisfacción la moda imperante de llevar los pantalones con rotos.
Por el contrario, Azucena era la exquisitez en persona. Siempre impecable, cuidadosa, perfeccionista al máximo, de carácter dulce, era la viva representación de ser hija única.  Ambos pertenecían a la misma escala social: familias pudientes y conservadoras.  Pablo era contestatario y progresista hasta las últimas consecuencias, lo que hacía entablase discusiones con su padre y hermano constantemente.  Era un apasionado de los motores, principalmente de las motos.
- Me haré piloto de aviación, y estudiaré ingeniería aeronáutica. Cuando tenga mi formación acabada, nos casaremos y tendremos por lo menos cinco hijos- le decía a la asustada Azucena.  La personalidad desbordante de su novio la intimidaba.  No se veía rodeada de chiquillos
- Pero nos casaremos de ancianos...-protestaba ella impaciente
Pablo reía acariciando su suave cabello
- Mi cielo, tiene que ser así. Si pudiera, ahora mismo te haría mi mujer, pero...¿ de qué viviríamos ?

- Tienes razón...   lo sé, ¡ pero es que falta tanto para que eso suceda !
De vez en cuando surgía alguna discusión entre ellos, pero Pablo con sus bromas y caricias, apagaba todos los" fuegos " que  surgieran.  Un noviazgo normal, un amor juvenil totalmente normal.  Entre los componentes de la pandilla de amigos, había uno que chocaba por su extremada seriedad.  Algo mayor que la media de muchachos.  Quizá por eso se sentía aislado,  y se unió a ese grupo que encontró más desenfadado.  Muy introvertido, no disimulaba sin embargo,  la admiración que sentía por aquella dulce muchachita que era la novia de su amigo Pablo.  Luis era su nombre y estaba destinado a regentar, junto con sus hermanos, la floreciente empresa familiar de importación y exportación de materias primas en la fabricación de la industria textil.

La chica se mostraba igual para todos, excepto como es lógico,  para Pablo.  La tenía loca de amor y de celos.  Pensaba que le gustaba coquetear con todas las chicas y eso a ella no la complacía.
Era sabido por todos los sentimientos que Luis albergaba hacia Azucena, incluso ella lo sabía, pero jamás hicieron gala de ellos.  Luis sabía que esa chica de la que se había enamorado, estaba destinada a Pablo y nunca hizo ninguna insinuación, por mucho que todos se lo hubieran notado.

Luis

Los exámenes de selectividad habían finalizado y todos habían aprobado. Pablo con una excelente media de 9 puntos, lo que le permitía hacer la carrera que había elegido. La media de Azucena, era buena, pero más baja.   Haría empresariales, aunque sin demasiado entusiasmo. Luis, sin problemas, haría la misma carrera que su amada.  Y así sucesivamente.  Todos habían aprobado holgadamente. 
 Para celebrarlo,  acordaron hacer una comida al aire libre y cantar y bailar en alguna pradera de las afueras de la capital.  De esta forma no molestarían a nadie y podrían gritar hasta desgañitarse.  Tenían que dar rienda suelta a la tensión acumulada  por los exámenes.
La pandilla
La armonía era la predominante en el grupo y la hermandad entre ellos era patente. Pablo y Azucena se fueron a dar una vuelta, lejos de las miradas del resto de compañeros.  Fueron despedidos con silbidos y risas.  Sabían de antemano que lo que deseaban era quedarse a solas.  Sólo Luis permanecía serio.
La recostó en el tronco de un árbol y se sintió rodeada por los brazos fuertes de su novio. Era el principio de los días calurosos de un verano que se anunciaba próximo, pero también el principio de su separación.


Pablo tenía parientes norteamericanos. Se había matriculado en una universidad americana, y allí cursaría los estudios que había elegido.  Cuando partiera, tardarían mucho tiempo en volverse a ver.  Ella no quería pensar en la partida; deseaba vivir el momento actual.  Aunque les quedase sólo,  dos meses para estar juntos.
La abrazaba y la besaba y era correspondido por ella.  Les desbordaba su amor juvenil. No querían saber nada más que el amor que sentían, no importaba el resto.  Pablo con los labios pegados al oído de ella, la dijo
- Ven conmigo. Vámonos-,   y ella le siguió
Fueron a buscar la moto del chico y regresaron a Madrid, al  pequeño apartamento de él.  Nada más cerrar la puerta comenzaron nuevamente los besos y abrazos.  Caminaban hacia la revuelta cama que tenían a sus espaldas.  Azucena sintió que las manos de Pablo desabrochaban  su ropa dejando libre la suave piel.  Las palabras de amor entrecortadas que Pablo la decía, hizo que perdiera la noción de las cosas.  Había llegado el momento cumbre de su amor entre caricias y besos de ambos. El era tierno.  Sabía que su novia era la primera vez que estaba con un hombre, y tuvo  cuidado en  que recordara esa primera vez como algo muy especial. Y con Pablo, ella perdió su virginidad
Tumbados uno junto al otro, guardaron silencio. Había dejado de ser una muchachita para convertirse en mujer.  El hombre que amaba la había convertido en mujer, y ella así lo había decidido, se había entregado al hombre que amaba,  a su primer amor.
Al consultar el reloj, se dieron cuenta de que era tarde.  Ella debía estar en su casa dentro de quince minutos. Se vestían rápidamente, pero  aún se colmaron de caricias antes de concluir su hermosa tarde de amor.  Azucena sabía que cuando llegase a casa, le aguardaba una descomunal bronca por la tardanza, pero nada la importaba.  Había tenido unas sensaciones  maravillosas,  como nunca había sentido.  Era la  más feliz del mundo, la más amada, la que el amor de su vida consiguiera que tocara el cielo con las manos.
La fuerte regañina sucedió como lo había previsto, pero no la importó.  La compensación por llegar tarde era más grande.  No quería dormir esa noche. Deseaba recrearse en los momentos vividos junto a Pablo que recordaba una y otra vez.  Se durmió cuando ya amanecía.
Se veían todas las tardes.  Ya libres de estudios paseaban, acudían al cine, o simplemente se sentaban en alguna terraza tomados de la mano.  Querían estar juntos, mirarse a los ojos.  No necesitaban nada más.
Pablo insinuaba la posibilidad de acudir nuevamente a su casa. Amaba y deseaba a su novia cada vez más, pero ella le frenaba.  Hemos de esperar si no queremos llevarnos un susto. 
Los días ´pasaban y Azucena no recibía la "visita" que deseaba llegase más que nunca.  Por lo regular la fastidiaba bastante, pero en aquella ocasión la intranquilizaba.  Era de una puntualidad extrema,  por eso en aquella ocasión cuatro días le parecieron excesivos.
Esa mañana se levantó muy preocupada.  No quería ni imaginar si tenía que comunicar a sus padres un posible embarazo.  Ellos creían que aún era virgen.   Su madre entró a llamarla varias veces, pero ella no quería levantarse, no quería ver  la cara de sus padres.  Posiblemente  notarían que algo no marchaba bien, que algo ocurría
Llamó a Pablo y le pidió verse urgentemente. Tenía que hablar con él.  Ajeno a todo, la propuso nuevamente ir a su casa.  Así lo hicieron, pero la reacción de ella le dejó totalmente descolocado.  No quería la hiciese el amor, muy al contrario, le criticaba agriamente el descuido de su propia persona y del lugar en el que vivía. Pablo se impacientaba por momentos.  Ella conocía su modo de vivir y no entendía el comportamiento y las voces que le estaba dedicando.  Fue entonces cuando le dijo que posiblemente había quedado embarazada, y tenían un gran problema
- No te preocupes- la dijo él tratando de guardar calma-.  Posiblemente sea un retraso.  De cualquier forma, hablaré con tus padres, encontraremos una solución si así ocurriera

- Pero ¿ y los planes de vida que teníamos? Los has hecho añicos

- Oye, oye... que eso ha sido cosa de dos.  Tú viniste por propia voluntad, no te seduje. Creo que los dos lo pasamos muy bien. Yo solo,  no tengo la culpa.

- Pero si eres culpable de no tomar precauciones.  Yo era novata, pero tú no- reprochó Azucena
El comentario de Pablo,  sacó de quicio a la chica que entre llantos e improperios fue subiendo el tono de voz.  Cuando salieron de allí le dijo " no quiero volver a verte, eres un irresponsable"
Con el rostro demudado, Pablo tomó la pluma y ante un pliego de papel en blanco, comenzó a llenar unos renglones dirigidos a la persona que le acababa de romper el corazón.  Cuando hubo terminado, cogió una maleta y lentamente comenzó a llenarla con su ropa.  Había decidido partir hacia Estados Unidos.
Azucena no recibió ninguna llamada de Pablo.  Esperaba la llamase para pedirla perdón y dar por zanjada la cuestión.  Ella se haría la remolona, pero al final cedería y una reconciliación haría que olvidasen esos malos momentos.  Habían de transcurrir dos días más, para que la "pesadilla" de Azucena se desvaneciera.
Estaba tan contenta, se sentía tan aliviada que se prometió que serían más cuidadosos la próxima vez para evitar sobresaltos. Decidida cogió el teléfono y marcó el número de Pablo, pero nadie respondió a su llamada
- ¡ Qué raro !, llamaré más tarde.  Habrá salido a algo
La llamada la repitió varias veces, pero en ninguna de ellas obtuvo respuesta.  Empezaba a enfadarse nuevamente
- ¡ Qué se habrá creído ! - se repetía- Posiblemente estará enredado con alguna.  Pues si cree que voy a ir detrás de él, lo lleva claro
Unos días después recibió una carta.  Cuando la tuvo entre sus manos, reconoció inmediatamente la letra escrita en el sobre.  Imaginaba que sería la disculpa tan esperada, pero se quedó lívida cuando leyó su contenido.  Pablo se había marchado, no sabía a dónde y, posiblemente la olvidaría pronto.  Nunca más volvería a verle.

La madre estaba preocupada.  Su hija sólo quería dormir, a penas comía, ni salía con las amigas, ni se arreglaba.  Era tanto la extrañeza, que al fin un día se decidió a  hablar con ella
- Hija, me tienes muy preocupada. ¿ Qué te ocurre, tienes algún problema?
- No mamá, no me pasa nada
- Pero no es normal tu actitud. ¿ Has hecho algo que te preocupe?
No esperaba esa pregunta. Ignoraba si debía responder a su madre con una mentira, o por el contrario contarle lo ocurrido con Pablo.  Le dolía tener que mentirle;  ella siempre la tenía a su lado.  Con un nudo en la garganta creyó que  debía hablar  y la contó el motivo que la apenaba
- Mamá, espero me comprendas.  Espero entiendas lo que voy a contarte... Perdí la virginidad a fin de curso. Éramos novios, nos queríamos y perdimos la cabeza.  Días después discutimos y él se ha marchado fuera y no se a dónde

- Hija mía ¿ por qué no me lo dijiste antes, estás acaso embarazada?

- En un principio lo creí, pero se trataba de un retraso. Se ha ido mamá, y ni siquiera le pude decir que no había ocurrido lo que tanto temíamos

- Bueno cielo. Se te pasará, ya lo verás. Pero... si se repite la situación, sé más cuidadosa... Ahora tenéis muchos medios para evitar un embarazo no deseado.  Ahora descansa. Todo pasa, cielo, todo pasa.
Besó a su hija en la frente y salió dejándola sola.  Al menos su conciencia se había tranquilizado.

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