viernes, 11 de septiembre de 2015

Historia de dos familias - Prólogo

POR UNA ESPAÑA EN BLANCO Y NEGRO


Aunque parezca ilógico, la sociedad de aquella época en España, se movía por intereses. Las chicas no podían salir a ningún sitio si su padre no le daba el consentimiento. Los novios tardaban años en conocer a los que serían sus futuros suegros, y si salían al cine o a algún baile, tenían que llevarse a otra persona que les "cuidara".

No podían besarse, ni tomarse de la mano, ni abrazarse. Aprovechaban los cines, en la última fila, para darse un ligero beso y cuidar de que la linterna del acomodador no les descubriera, pues les echarían del cine. Si lo hacían en un parque público los guardias les imponían una multa y les hacían avergonzarse delante de su familia, pues iban a su domicilio a entregársela.

Las mujeres no podían abrir cuentas en los bancos si el marido no les autorizaba, ni podían viajar sin el permiso del esposo, . .   Sería interminable la lista de prohibiciones que teníamos en la España "libre"




Y en este contexto, comienza la historia que voy a relataros, y que anticipo a continuación:

Transcurre  en España y en Estados Unidos.   Narra la historia de dos familias que estando a miles de kilómetros de por medio, en un juego del destino,  sus vidas se entrecruzan.  Todo comienza en Madrid,  en los años 50..

 Corría el año de 1950 y se avecinaba un verano muy caluroso. Sabido es que en Madrid el calor fuerte se sufre del 15 de Julio al 15 de Agosto, pero este año parecía que se iba a adelantar.

La familia Villanueva gozaba de muy buena situación económica por la suerte de acertadas inversiones en el extranjero que le había proporcionado pingües beneficios en la empobrecida bolsa madrileña.  Preparaban sus vacaciones a la finca que tenían en Extremadura, en el Valle del Jerte.
Allí tenían un caserón heredado de los padres del Sr. Villanueva, ya que de siempre eran gentes de adinerada posición

--Vamos mujer ¿vas a tardar todavía?

--Ya voy, hombre no te impacientes.

El sr. Villanueva por nombre Rafael, no estaba muy contento. Le costaba irse de Madrid, a pesar de las incomodidades del calor, pero ausentarse significaba no ver por una temporada a Almudena.

 Era una chica que había conocido años atrás de la que se había enamorado, pero sus padres le impusieron el casamiento con Luisa: una señorita de la misma posición social que él. Algún día unirian las fortunas de ambas familias y pasarían a ser una de las más influyentes de la empobrecida España.

Por fín las maletas estaban en su sitio   y pudieron emprender la marcha  Horas más tarde llegarían a la finca y por fin podrían descansar . El viaje se hacía pesado; habían pasado sed y polvo por esas carreteras de Dios, sin ninguna venta en la que poder descansar, al menos por un rato.



Finca Villanueva
Frente al ventanal del salón principal Rafael recordaba el momento en que Almudena y él se vieron por primera vez.

Rafael había salido a caballo, a pasear por la finca ya que su padre quería se hiciera cargo de su administración, aunque a él encerrarse en el campo no le hacía ninguna gracia.

Fue a revisar los cerezos que estaban comenzando a florecer y la belleza era esplendorosa, y fué en un recodo del camino cuando un grupo de muchachas se cruzaron con él. Entre todas ellas, se fijó en una morena que había llegado de Madrid a pasar unos días con unos familiares que vivian en el pueblo.




Valle del Jerte
Fué solamente un instante en  que sus miradas se cruzaron, pero ambos sintieron una atracción mutua. El repentinamente sentía afición a cabalgar las tierras y ella pedía permiso a sus tios para pasear por el campo,  de infinita belleza.

Y fue cuando Almudena intentó coger algunas cerezas y  Rafael desde el caballo,  se las alcanzó, teniendo de esta forma su primer encuentro y conversación.

Cuando el verano se acercaba,  ella regresó a Madrid y Rafael algún tiempo,  después, ya en Otoño,  inició de nuevo sus estudios de económicas.

Ninguno de los dos sabían donde vivian. Ella trabajaba de secretaria en una pequeña cooperativa frutícola y él de vez en cuando pasaba por las oficinas de la compañía que su padre regentaba de frutas y hortalizas.

Y así fué como en una casual visita a la cooperativa del sr. Villanueva (padre) acompañado por Rafael averiguó el lugar de trabajo de la muchacha que le había cautivado en el Jerte.
.
Se las apañó para poder hablar con ella como excusa de pedir información, y pasándole un papel con una calle céntrica de  Madrid, quedaron para cuando ella saliera de trabajar.  Ella nerviosa, le sonrió, y se apresuró a guardar el papel.

La calle era de San Bernardo, cercana a La Gran Vía y aunque era ya tarde, Almudena acudió dándole golpetazos el corazón.

Mantuvieron una relación oculta durante casi un año. Transcurrido ese tiempo él habló con ella de contraer matrimonio, pero antes debía presentarla a su familia y él a su vez conocer a la de ella.
Rafael acudió un sábado por la tarde que ella no trabajaba a buscarla a su domicilio y ella le rogó que entrar en casa...

--Rafa, mi padre quiere conocerte. Pasa por favor

Estaba muy nervioso y violentado, pero por fin habría de conocer a su futuro suegro.  El padre de Almudena le hizo las preguntas de rigor:

--¿Qué intenciones tiene usted con mi hija? - le preguntó

--Señor, quiero casarme con ella no tardando mucho

--¿Tiene trabajo?

-Si, señor. Mi padre tiene una empresa hortifrutícola y yo cuando termine mis estudios me pondré al frente de ella

--Por lo que veo goza de buena posición, y se habrá dado cuenta que nosotros no andamos sobrados de dinero. Somos gente honrada y formal, pero trabajadores y nunca mi hija podrá ponerse a su nivel.

--Pero a mi no me importa. Yo solo quiero hacerla mi esposa y quererla y respetarla

--Si todo eso está muy bien, pero el "contigo pan y cebolla" créame no funciona en la vida real. Así que lamento tener que decirle que no doy mi autorización.

--Pero señor, eso no puede ser. Nos queremos, no podemos estar separados...

--Joven, yo también estuve enamorado de mi mujer, pero ambos éramos de la misma condición social. Seguro que sus padres tampoco lo aprueban

--Por favor señor, si es necesario me iré de casa y buscaré trabajo en donde sea, pero denos su autorización , por favor.

Por mucho que insistió, por mucho llanto que derramó Almudena, no hizo que cambiara de opinión lo que enfureció a Rafael que salió de aquella casa decidido a plantear a sus padres lo que ya había hecho con el padre de Almudena

--¿Estás loco, con una mecanógrafa? ¡ Tú que vas a ser uno de los más importantes empresarios de este pais ! ...

-- No, no doy mi aprobación y lo que creo es que debes alejarte de Madrid, cuanto antes. Matriculate en otra universidad. Tengo amistades con el rector de Salamanca. Vivirás allí. Hablaré con él ahora mismo para que tramite tu expediente cuanto antes. Me debe algún favor y no creo que ponga impedimentos.

Y no los puso. Rabiando y pataleando se trasladó a vivir a Salamanca. Almudena estaba destrozada, pero sabía que su padre no lo autorizaría nunca. Trató de olvidarle saliendo con otros muchachos y a pesar de que seguía enamorada, acudía a dar un paseo, o al cine  con Enrique que aunque no le amaba al menos se divertía con él, pues era un andaluz muy gracioso que siempre le hacía reir.
Rafael supo que ella tenía un "medio novio" y cuando regresó a Madrid para pasar las Navidades, fué a buscarla al trabajo y pedirle que volviera con él. Discutieron  fuertemente, dolorosamente para ambos. Rafael la amenazó:

--Si no vuelves conmigo me marcho a América y no me verás nunca.

Rafael


--Haz lo que tengas que hacer , pero nuestro amor es imposible - y  rompió a llorar

Almudena


Mientras Rafael se alejaba desesperado, pero firme en su propósito.   Se iría lejos, tenía que olvidarla.

Pero no la olvidó,  nunca,  ni ella a él. A pesar de todo Almudena se casó con Enrique y tuvieron dos hijos: Enrique y Rocío.


Enrique


Rafael se fué a Nueva York y allí,  pasado algún tiempo,  conoció a Lucille, mujer perteneciente a la alta sociedad americana con la que se casó.Tuvieron un sólo hijo Ralph.


Lucille

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