viernes, 18 de septiembre de 2015

Historias de dos familias - Capítulo 7 - Un encuentro no deseado

Ralph contemplaba la caja de la que habían salido los fantasmas del pasado. Por fin había averiguado lo que quería y mentalmente, dirigiéndose a su padre, le dijo:

--Descansa en paz, papá. Tuvo familia y por lo que yo conozco , que es a su nieta,  no tienes porqué preocuparte. Se sabe defender. Es preciosa, como debió ser Almudena. Estate tranquilo; ya he cumplido tu encargo.

En ese momento cuando Ralph estaba inmerso en sus pensamientos, Robert entró en la habitación y pudo ver a su padre acariciando unas cartas y un reliciario, que hasta entonces no había visto:

--¿Ya has averiguado algo?

--Si, y no te lo vas a creer. La mujer que volvió loco a mi padre, es la abuela de Perla, la veterinaria.

--¿Cómo dices?...¿Me quieres decir que por poco no soy pariente de esa....mujer?

--Robert. Esa mujer tiene un nombre y es toda una señorita

--Si, pero es muy antipática. ¿Sabes que nos conocimos por casualidad en Madrid? Nos presentó David. Ella había sido compañera de universidad, pero a mi no me cayó bien y yo a ella tampoco.

Robert tomó entre sus manos el relicario y comentó

--En verdad se parece a ella, aunque yo creo que la abuela era más guapa.

Robert se dirigió a su habitación, y a solas recordó el incidente con Perla:

--La he mordido. Así escarmentará, ja,ja,ja,

Perla llegó a su casa  sintiendo que los labios de repente le habían crecido. Se miró al espejo y comprobó que lo que tenía era un pequeño corte, sin duda obedece al mordisco que "ese cretino" le dió. Se lo curó y procuró olvidarse del incidente.

Al cabo de una semana, Robert recibió una llamada desde Madrid:

--Robert, chico estoy en España, en Madrid

--David, ¡qué alegria que andes por aquí otra vez! Me estoy aburriendo como una ostra. No te muevas que ahora mismo salgo a buscarte. Tengo infinidad de cosas que contarte, algunas te van a sorprender. ¿Sabes lo que se me ocurre? Nos quedaremos allí unos días. Mis padres se vuelven a América dentro de nada. Yo pretendo irme con ellos. Aquí no estoy a gusto...no se puede ni ligar...es un pueblo pequeño en el que todos se conocen y claro...  Aunque te tengo reservada una sorpresita. Ja,ja,ja,  En tres o cuatro horas estoy allí ¿Dónde vives, en el apartamento?

--¡Claro !

--Bien pues voy derecho para allá.

David
Al encontrarse ambos amigos después de tanto tiempo se dieron un fuerte abrazo de alegría. Robert pensaba:

--Por fin, voy a poder salir con alguien que me entiende..

--Robert, compruebo que sigues igual. ¿Cuándo vas a sentar la cabeza?

--Mientras haya chicas libres por el mundo, creo que nunca. Y por tu país , tu familia ¿qué tal?

--Oh, muy bien. Me costó mucho convencerles de que quería ser independiente, pero aquí estoy. Ahora necesito un trabajo y urgente. La mitad de los ahorros se me han ido en el billete de avión.

--¿Necesitas un trabajo? Pues ya lo tienes. Mis padres ampliaron la finca de labor a ganadera y ahora tenemos cerdos y ¡ caballos!.  De pura sangre, preciosos. Los estamos domando para monta y para carreras. Así que ya tienes trabajo señor veterinario.

--¿ No tenéis veterinario?

--Bueno, se puede decir que no. Hay una doctora en el pueblo que cuando nos vemos en apuros, nos visita, pero no está fija y además me cae fatal. Es una niña engreída que se cree independiente, y yo creo que lo que necesita es que alguien..., vamos,  la ponga en su sitio. Pero ¿qué digo? tu la conoces: se trata de Perla, tu antigua compañera

--¿Perla, engreida? Se ve  que no la conoces, no tienes ni idea. Pero lo que no quiero es buscarle problemas. Déjalo ya encontraré otro empleo, total acabo de llegar.

--Ni hablar, necesitamos a uno fijo y tu eres mi amigo y además el indicado.


Habían pasado dos noches y sus correspondientes días en Madrid, por lo que decidieron partir hacia Cáceres. Con el coche corrian por la carretera como queriendo demostrar que eran dueños absolutos del terreno que pisaban. David le recriminaba que fuera tan rápido, pero Robert estaba eufórico y deseando llegar.

--Esta noche nos iremos a un pub que hay cerca de Alameda , que así se llama el pueblo Alameda del Jerte. Es un lugar bonito, pero yo me ahogo allí por mucho que mi padre se empeñe en que me haga cargo de todo. Cuando regrese a Nueva York, por aquí no me ven el pelo, nada más que en contadas ocasiones.

--Pero Robert, algo tienes que hacer con tu vida. No puedes vivirla de esa manera, como si fuera el último día . Yendo cada día con una chica nueva, ligando a todo ligar. No es bueno...

--Cuando veas el panorama, ya me dirás...

--Oye, me gustaría ver a Perla. ¿Nos podemos acercar un momento por su casa?

--Bueno, es pronto de todas formas

Cuando llegaron a las inmediaciones, vieron que una figura femenina con un gran perro, se acercaba por el camino. Sin duda era Perla

--Mira, ahí la tienes. Seguro que viene de reconocer a algún animal. Olerá a cuadra y vendrá sucia. Yo no pienso salir del coche para saludarla . . .



--Perla - llamó David.  Ella se paró en seco escudriñando a la persona que le llamaba

--¡ David ! ¡ qué alegria tan grande y cuánto tiempo sin verte!

Se abrazaron y él observó la herida que tenía en el labio

--¿Qué te ha ocurrido, te has caído?

--Pregúntaselo a ese...

--¿Ese, a quién?

-- A tu amigo. Pero no importa, no merece la pena. ¿Cómo tú por aquí?

--Pues vengo a quedarme. Robert me ha ofrecido un trabajo en su finca para cuidar los caballos. Lamento ...

--¡ Oh no !, no lo sientas . Yo no trabajo para ellos. Solamente lo hice porque el caballo de él, estaba enfermo. Y si , necesitan un veterinario y tú eres magnífico.  No sabes la alegria que me das. Así podremos charlar de nuestras cosas. Mira ahí es donde vivo, y está muy cerca de la Finca.¿Quieres pasar a tomar algo?

--Me encantaría, pero todavía no hemos aparecido por la casa. Te prometo que mañana me acerco.

Le dió un beso en la mejilla y se despidieron.  Robert miró por el retrovisor riendo y Perla le sacó la lengua a modo de burla.

Después de cenar Robert planteó acercarse a Cáceres a correrse una pequeña juerga:

--Robert, deja que David descanse. Estará rendido del viaje. Id mañana...- le dijo Ralph

--No papá iremos esta noche. Vendremos a dormir pero no sé a qué hora. No estéis intraquilos. Ahora me voy con mi" Pepito Grillo" particular.

Se vistieron  y emprendieron rumbo a la capital, pero ni siquiera llegaron. Como cinco kilómetros antes de llegar, Robert había descubierto un pub con unas chicas muy bonitas,  y le sugirió a su amigo que pararían para que lo conociera.



Entraron e inmediatamente unas muchachas salieron a su encuentro. Robert ya era conocido y por tanto le trataron con bastante familiaridad. Estuvieron allí toda la noche y cuando ya estaba amaneciendo, decidieron que había que regresar a casa. Habían bebido bastante y las chicas les sugirieron que no cogieran el coche por temor a un accidente, pero ellos dijeron que podían conducir. En especial David que era el menos bebido.
Se pusieron en camino; iban cantando a pleno pulmón. Pasaban delante de la casa de Perla, y entonces Robert dijo a David:

--Para, para. Vamos a dar una serenata a la doctorcita. Seguro que ya está levantada. Lo hace como las gallinas. En cuanto apunta el sol. Verás...

Y se puso a tocar el claxon con todas sus fuerzas. David trataba de impedir que lo hiciera, pero no pudo evitar que Perla abriera la puerta y les viera en tal estado

--Pero...¡ Están borrachos!... David ¿de dónde venís a estas horas? Dios mio, este hombre está loco. ¿No te das cuenta de que es un irresponsable, que habéis  podido tener un accidente? ¿Por qué  has dejado que bebiera de esa forma?  Anda ayúdame a entrarlo en casa. Si su madre le ve en este estado, le va a dar algo.

--Te lo dije David, está deseando de que alguien la ponga en su sitio. Ja,ja,ja -  comentó Robert medio dormido

--David, ven acuéstale aquí mientras yo le preparo algo que le haga despabilarse. Y tú ¿qué tal vas?

--Pues yo tampoco estoy muy bien, pero me mantengo más firme que él.

Robert se había dormido profundamente. Al cabo de unos instantes, regresó Perla con una jarra con café puro en la que había echado sal, bastante sal

--Te aseguro que va a echar hasta la primera papilla. Cuando llegues a casa que se acueste y le das una aspirina. El dolor de cabeza que va a tener va a ser de los de antología. ¿Pero dónde os habéis metido?

--En un bar de alterne, y bebimos, bebimos...y no nos dimos cuenta hasta que no nos teníamos en pie.

--Sois unos majaderos. Sabéis de sobra que cuanto más bebáis más ganan ellas de comisión.¡ El listo, el señorito americano, el que todo lo sabe ! y es un perfecto imbécil

--Perla ¿ te puedo preguntar algo?

--Claro

--¿Por qué os odiais de esa manera?, no lo entiendo. No os soportáis,  ¿por qué?

--Yo tampoco lo sé, David, pero no me ha caido bien nunca. Se cree que entontece a todas las mujeres y conmigo va listo.

Entre los dos consiguieron que tragara una buena cantidad de aquel brebaje imposible de tragar.  Perla había llevado a la cabecera de la cama ,  donde estaba echado Robert, un cubo y una toalla. El vómito se esperaba de inmediato,  como así ocurrió.  Pasado un buen rato, le dio una taza de caldo,  que había preparado María, junto con una aspirina.

--Gracias,  estoy mejor. Muchas gracias.  Para ti ha sido gratificante, verme hunmillado de esta manera. Vomitando en tu cama...

--¿Te das cuenta David lo que te dije? Para empezar no es mi cama, y no lo he hecho por humillación, sino por lástima. Para que tu madre no te viera en ese lastimoso estado, pero veo que no comprendes nada. Eres odioso, niño.

David consiguió llevarle hasta el coche y meterle en la cama antes de que sus padres se levantaran para desayunar.

Los señores Villanueva salieron para Nueva York, y David  pidió a Robert que se quedara unos días más para ponerle al tanto  con las cuestiones concernientes a la finca, Y así lo hizo; no hicieron ninguna mención a lo ocurrido en casa de Perla.

Hacía calor y Perla salió al atardecer a dar una vuelta como siempre aompañada de Canela. Llegaron hasta la poza del valle. Tenia aguas cristalinas, aunque un poco frias. Siempre se daba un baño cuando el sol caía. Era un lugar solitario por el que nunca pasaba nadie.  Se desvistió dejando a Canela al cuidado de la ropa y ella se zambulló en las frescas aguas de la poza.



De repente unos ladridos se oyeron muy cerca que hizo que Canela se incorporara y saliera corriendo no sin antes llevar en su boca la blusa de Perla.

--Canela, Canela, ven inmediatamente..

Pero Canela había desaparecido corriendo detrás del perro que ladraba y en su lugar un hombre a caballo se plantó delante de ella


--¡ Vaya, vaya ! ¡ Pero si es la doctorcita bañándose! ...

Robert se apeó del caballo y desabrochándose el pantalón comenzó a desvestirse

--Ni se te ocurra, no estarás pensando en bañarte...

--¿Qué crees que voy hacer? Hace mucho calor y me apetece un buen bañito...

--Por favor, por favor. No lo hagas, te lo pido por favor...

--Está bien, en compensación por tu ayuda del otro día. Estamos en paz...Pero mi perro se ha ido con tu perra, así que me quedaré aquí hasta que regrese...

--Por favor, te lo pido por favor, vete.

--¿Por qué ? aquí se está bien. Corre brisa. Esperaré. No te importa si me quito la camisa ¿verdad? hace mucho calor...

Robert se tumbó en la hierba, mientras que Perla aguardaba dentro del agua. Ninguno de los dos se daban por vencidos y la perra no regresaba con la ropa de ella.  Perla empezó a sentir frío y a castañatearle los dientes. Con los brazos cruzados sobre el pecho, aguardaba a que volviera Canela, se hiciera de noche ó Robert decidiera de una vez que para broma ya era suficiente.
Ël se reia de la situación aunque empezaba a preocuparse ¿quién cedería antes?



--Desde luego ella no va a ceder, y creo que no me estoy portando bien.

Se levantó y le dejó su camisa en la orilla al tiempo que se daba la vuelta.

--Para que veas que no soy tan sinvergüenza como crees que soy. Ponte mi camisa; te prometo que no me giraré. Anda que te vas a quedar helada.

Perla cogió apresuradamente la camisa y se la pusó, pero el frio no  cedía. Había pasado mucho rato dentro del agua y la camisa se había mojado al tener el cuerpo húmedo.

--Anda te llevare a tu casa. Sube al caballo.

Robert  había alzado a Perla hasta la montura y él se acomodó detrás rodeándola para coger las bridas de la cabalgadura.  El pelo húmedo de ella rozaba el rostro de Robert, pero lejos de molestarle tenía una agradable sensación protectora hacia la muchacha. Se les había hecho de noche y cuando María les vio llegar se alarmó al ver en la situación que llegaba Perla.

--Prepárele una taza de leche caliente y que se meta en la cama. Viene helada. Por cierto ¿ha llegado la perra?

--No señorito.

--Ande atiendala, de lo contrario mañana tendrá fiebre y un enfriamiento - y sonriendo se despidió de Perla, diciéndola

--Hasta mañana, sirena del lago.Ja,ja,ja.

Ella no pudo decir nada, el castañeteo de los dientes se lo impidió

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares