Se dirigieron al restaurante elegido y frecuentado a menudo por
ellos. Les conocían y se apresuraban a servirles deprisa ya que sabían que
debían retornar al trabajo con prontitud. En esa ocasión no era el caso, puesto
que, por ese día, la asamblea había quedado disuelta hasta dentro de dos días.
Debían preparar la ponencia como respuesta a lo expuesto en esa mañana. Se
presumía tediosa y con grandes discusiones, según comentaban el resto de los compañeros.
Parecía ser que, era lo habitual. Cosas de la política. Tenían que reafirmarse
en lo expuesto por cada uno de ellos, estuvieran en el camino correcto o no, de
lo contrario darían la impresión de que habían claudicado ante no se sabía que
artículo, del párrafo tal, folio…. etcétera.
Hablaban en un lenguaje que no tardaría mucho en ser el suyo
también, pero estaba algo asustada y a la vez se preguntaba si habría hecho su
trabajo de acuerdo a las ordenanzas, es decir correctamente. Llevaban una línea
de discurso para que todos lo entendieran, fueran del país que fueran. A pesar
de que el inglés era el idioma oficial de la Cámara, pero, como el que no
quiere la cosa, a veces, se escapaban algunos párrafos dichos en el país de origen
del parlamentario que en ese momento estaba disertando en la cámara. Son trucos
que se buscaban para resaltar más ante el resto de sus compañeros. Para eso
debían ser ágiles en la reacción y tener dispuesto el idioma que trataba de
camuflar.
De todo eso se trataban las recomendaciones dadas por sus
compañeros. El que menos llevaba un año en el puesto y ya había cogido el
tranquillo de la experiencia. A fuerza de escucharlos, se conocía todos los
trucos de según cada interviniente.
Y de eso mismo, el compañero que tenía al lado, la estaba hablando
y, aunque todo parecía muy sencillo, hasta que ella no llevara, siquiera unos
días más, no encontraría sus propios trucos con los que salir airosa en
determinadas ocasiones.
Hoy había tenido suerte o que el interviniente de turno había
sido muy claro y a penas ella intervino, nada mas que para pasarlo al datáfono
que lo grabaría en una cinta a modo de archivo por si alguien tuviera alguna
reclamación que hacer. Todo se hacía sobre la marcha. No se podía negar que
tenían a su alcance todos los medios para facilitarles el trabajo al máximo.
Que no hubiera ni un solo error, ya que los temas que allí se desmenuzaban era
de vital importancia para el país de turno y por lógica para el resto de la
Cámara. Todos hablaban alegremente,
despreocupados, pero Elizabetta, a pesar de escucharlos, su cabeza no dejaba de
dar vueltas y su compañero más cercano, se dio cuenta de que ella no
participaba en la tertulia y que permanecía callada y con la mirada fija en
algún punto de la mesa, de cualquier vaso, o plato que tuviera cercano.
—¿Estás preocupada por algo? — la preguntó discretamente— Si es
por eso tu silencio, no te preocupes, mañana podremos repasar las traducciones
y si hubiera algún error, tenemos margen para rectificarlo. Ya te
acostumbraras. Trabajamos a mil por hora. Algunos parlamentarios que hablan con
calma, pero otros, en cambio, parecen que les dan cuerda, lo que te obliga a ti
a traducir a la velocidad del rayo, pero tenemos un margen de error, que luego
podemos rectificar al transcribirlo a limpio. Olvídate de todo y disfruta. Si
necesitas ayuda, ya sabes que cuentas con nosotros. Todos la hemos necesitado,
al principio. No tienes más que decírnoslo y enseguida estaremos a tus órdenes.
Lo bueno de este departamento es que somos como una familia bien avenida y nos
ayudamos unos a otros. Ahora tu, vosotras — dijo dirigiéndose a la otra chica—
no tenéis más que decírnoslo. Sin pudor. Hoy por ti mañana por mi.
— —No estoy preocupada. Estoy nerviosa por lo vivido.
Pero tengo la seguridad de tenerlo y hacerlo bien. Gracias. Sé que en algún
momento os necesitaré
— —Bien. Pues olvídate del día de hoy. Mañana lo
pondremos todo en limpio y ahora no pienses en el trabajo.
— —¿Conoces al parlamentario que me ha tocado en turno?
— —Puede que si, pero en ese momento estaba pendiente
de mi intervención, y no le presté atención ¿Por qué, le conoces?
— —Tendría que verle de cerca. Pero sí. Me recuerda a un
antiguo compañero de instituto.
No se daba cuenta del porqué de aquél volver una y otra vez a
visionar la misma imagen del a penas visto rostro. Tendría que volverle a ver y
de esta forma lo confirmaría o la dejaría en paz de una vez por todas. Creía
haber superado lo de aquellos días de adolescencia, pero estaba claro que no lo
había conseguido. Superado el primer peldaño, tendría que seguir subiendo esa
escalera imaginaria de su cabeza si quería recobrar de nuevo la tranquilidad.
¿Podría verle de frente en alguna ocasión?
— —Seguramente—se dijo. No tanto por dejar de pensar en ello, sino por comprobar que su corazón no la había engañado. Quedaba aún mucha leña por quemar dentro de esa cabecita tan inteligente, pero, que en los menesteres amorosos dejaba mucho que desear.
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