Nunca hubiera imaginado que serían tantos los alumnos a punto de terminar sus carreras en Turismo. Debería haberlo imaginado, sabiendo que Italia es uno de los primeros destinos para viajar. Patrimonio de la Humanidad, toda ella era bella, interesante, histórica y amable, además de una rica gastronomía y un carácter afable en sus habitantes. Los italianos son alegres y despreocupados en cuanto a vivir la vida se refiere. Pensó que había elegido bien su porvenir: nunca le faltaría trabajo y cuando ya no estuviera en edad de tanto viaje, siempre podría dar clases en cualquier instituto sobre ese tema.
Se encontraba exultante y algo nerviosa. Al día siguiente sería la prueba suprema en la que se jugaba su porvenir. Había decidido no estudiar esa noche. Llevaba varios días repasando el temario, de manera que, trataría de dormir si ello fuera posible, para estar más descansada al día siguiente; aunque lo dudaba ya que los nervios hacían que diera vueltas y más vueltas en la cama tratando de encontrar el descanso. De repente, se centró en sus recuerdos de adolescencia y en ellos estaban sus grandes amigos y guardaespaldas de aquella época. Sonrió divertida recordándoles en aquella noche de la despedida en la que los tres se achisparon un poco. En los años siguientes a su separación, no habían coincidido ni una sola vez los tres juntos. Paolo desde luego en ninguna.
Y al llegar a este punto, Elizabetta se detuvo unos instantes tratando de recordarle ¿Cómo estará ahora? Su última visión era la de un jovencito rondando los dieciocho años. Simpático, ocurrente, alegre y atractivo hasta decir basta. Él había sido, desde que le viera, su galán indiscutible, a pesar de la pena que le daba el otro escudero Carlo que, por edad, aunque no en exceso respectivo a ellos, era más sensato y circunspecto. Lo que ignoraba ella, es que esa introspección de él se la debía a ella, a su cercanía, a su futuro que había forjado en su cabeza junto a Elizabetta. Ella ignoraba el interés de Carlo y el alejamiento de Paolo, al que poco a poco se tuvo que acostumbrar.
Fue de las primeras en terminar el examen, algo que la llenó de satisfacción y oportunidad de repasarlo una vez más antes de entregarlo. Lo leía con nerviosismo que iba relajando a medida que en su análisis avanzaba y comprobaba que el examen estaba realizado correctamente, al menos ella no observaba fallo alguno. La sobró tiempo y decidió entregarlo al profesor para su examen, ya que si continuaba repasándolo, seguro que los nervios encontrarían alguna falta, aunque no la hubiera.
Hasta dos días después no se anunciarían en el tablón del vestíbulo a las personas que habían aprobado y, si así fuera, tendría que pasar por el despacho de su profesor para recibir instrucciones referentes a la entrega de diplomas. Hasta no efectuar este último trámite, no estaría tranquila, por más que hubiera repasado hasta el último renglón del examen y creía haber comprobado que estaba impecable.
Demoraba adrede el arreglo personal para acudir a la cita con su profesor. No durmió nada bien esa noche intranquila, repasando mentalmente de nuevo su examen. El cansancio, los nervios la rindieron y estaba casi amaneciendo cuando pudo conciliar el sueño. El despertador repiqueteó a las siete de la mañana, cuando mejor y más sumida estaba en él. De un salto se tiró de la cama y se metió en el baño para arreglarse. Se miró en el espejo para dar una última mirada a su arreglo y dando el visto bueno salió de su casa. Llevaba el semblante preocupado y nervioso. El camino hasta el centro donde había estudiado hasta hacía unos pocos días, apareció ante ella imponente, como si fuera la primera vez que lo viera y los cuatro años se hacían presentes en su memoria. Aspiró el aire de la mañana, hinchó su pecho y, con paso firme entró en el hall del edificio.
Con paso firme y seguro se encaminó hasta el vestíbulo de estudiantes en donde había colgado el cartel que contenía el porvenir o las repeticiones de los examinados. Buscaba entre los nombres de los suspendidos el suyo ¿Por qué lo hacia? Estaba segura de que había aprobado, a no ser que algo de última hora hubiera fallado y eso le restaría puntuación. Suspiró aliviada cuando comprobó que no era tal cosa. Decidida oriento su vista hacia otro apartado con los aprobados. Estaban por orden alfabético y, derecha se dirigió hacia el renglón que contenía la inicial de su primer apellido en la columna de los aprobados. Extrañada, vió que no estaba el suyo. Tenía miedo de rastrear la otra columna. Sería la última. El corazón le latía apresuradamente y no se atrevía a cambiar la dirección. Enfiló su mirada hacia el encabezamiento de la lista que, con letras mayúsculas y en negrilla encabezaba una lista menos poblada que las otras dos anteriores. Nunca la palabra que sobresalía en el listado le había parecido más extraordinaria que nunca y, efectivamente SOBRESALIENTES, era su encabezamientos y no se refería al tipo de nota sacado, sino a la magnífica capacidad de los exámenes realizados. Y en el primer lugar, el suyo. Se tapó la boca con la mano para no lanzar al aire un grito de satisfacción. Pasados los primeros momentos, extrajo de su bolso el teléfono móvil. Sacaría una fotografía y se la enviaría a su padres que esperaban expectantes el resultado de ese fin de curso tan especial. Solamente cinco jóvenes habían sacado la excelente puntuación, y entre ellos estaba Elizabetta. Contentos intercambiaron las enhorabuenas y los cinco se dirigieron al despacho del profesor que había sido responsable durante cuatro años de que ellos recibieran su acreditación como Intérpretes y Guías turísticos. Lo había conseguido. No se lo podía creer. Pero también pensó que a partir de ese momento, comenzaría la otra etapa dura de su vida: buscar empleo en alguna agencia de turismo, o de intérprete en algún hotel. En fin, ya se vería.
Repiqueteó con los nudillos de su mano sobre la madera de la puerta que le daría acceso al despacho del director reunido con su profesor. Esta especie de ceremonia privada, la ponía un tanto nerviosa. En pocas ocasiones se daba esta oportunidad y no acertaba a entender el porqué de tanto ceremonial. Que ella recordase, en contadas ocasiones había sucedido y, eso le dio miedo. ¿ Sería para darle malas noticias? En contadas ocasiones se había dado el caso y, además, en sus manos llevaba el certificado que la acreditaba como la mejor y más adelantada alumna de su promoción.
Tras concederla el permiso de entrada y, aunque temblaba de pies a cabeza, tragó saliva, carraspeó para aclarar su garganta y comenzó a salvar la distancia entre los profesores y ella misma. Aclaró su garganta de nuevo, temiendo que las palabras no la respondieran, aspiró una bocanada de aire y se decidió, al fin, a expresar el motivo por el que allí se encontraba A penas abrió la boca, el Decano y el profesor, ambos se pusieron de pie ante ella y con una sonrisa de satisfacción, extendieron sus respectivos brazos para estrechar la mano de su alumna más aventajada de este presente curso que en ese día terminaba.
El susto, a penas la dejaba respirar, pero al escuchar las primeras palabras del decano respiró aliviada y al fin supo, la idea que, para ella, tenían ambos profesores.
— Dadas tus calificaciones, no sólo del examen final sino de todos los llevados durante el curso, hemos pensado que mereces algo más que una simple guía turística, como habías expresado durante todo este tiempo. De Naciones Unidas, para su central en Nueva York, hemos recibido una petición para traductoras en las asambleas. De inmediato hemos pensado en tí y en otras dos personas más que, los tres, habéis resultado ser brillantes. Creo que es una buena oportunidad para tí. Bien es cierto que tendrías que vivir permanentemente en Nueva York pero sería un extraordinario paso hacia adelante en tu carrera. ¿ Qué dices?
— Pues la verdad... no lo sé. Ha sido todo tan repentino e inesperado que...¿ Puedo sentarme?— pidió antes de desmayarse.
— Piénsalo bien. Es una ocasión única para ti. Además de un extraordinario sueldo. Un horario de trabajo cómodo, es un paso de gigante para tu carrera.
Elizabetta no se lo pensó dos veces. Ni siquiera se había atrevido a pensar en un escalafón tan altísimo como sería traductora de Naciones Unidas. Ella misma se asombró cuando, cortando la palabra al vice rector dijo de inmediato:
— Si, acepto. Habría de estar loca para no hacerlo.
— Bien muchacha. Haces lo correcto y darás un paso gigantesco en tu carrera. Conocerás gentes que de otra forma sería impensable. Verás de cerca a los mandamases que rigen el mundo. Vivirás cómodamente con un horario sin presiones, excepto cuando haya asambleas o algún representante solicite tu presencia en su despacho para efectuar alguna gestión.
— Si. Decididamente acepto. Aunque nunca expresé mi opinión, en el fondo de mi, siempre he pensado en un puesto como este. Así que, decididamente acepto.
Acto seguido la enhorabuena por el acierto realizado por ella. En ese empleo escalará cotas altas debido a su alta capacitación. Tendría no sólo un buen puesto, sino la estima de todos cuantos la rodeasen. Conocería gentes heterogéneas y quién sabe qué cotas alcanzaría y un buen sueldo que la permitiría vivir desahogadamente, entre otras cotas altas de su status.
Decididamente era su empleo soñado, se decía sonriente mientas salía del edificio. Aún sentía en su mano la calidez de quienes fueran sus profesores dándola la enhorabuena por su aceptación. ¿Tan magnífico empleo era? ¡Las Naciones Unidas ! ¡Uau! ¡Jamás pensó en ello, ni siquiera se le había pasado por la cabeza! Se había centrado exclusivamente en su empleo como guía turística. Nada que ver con la carta de recomendación que llevaba en su bolso.
Dos días después se encontraba frente a la entrada principal del imponente edificio que albergaba el poderío universal. Allí se dilucidaban planteamientos que afectarían al resto de los humanos y ella tendría la misión de traducirlos correctamente a la persona que le adjudicaran para ser su traductora. ¿ Y si se equivocaba? ¿ Y si no lo hacía bien? Si así fuera, tendría el poder maléfico de cambiar el rumbo de la Humanidad. Al llegar a este punto, se detuvo impidiendo el paso de las personas que entraban detrás de ella. Se hizo a un lado pidiendo disculpas con una sonrisa. En eso no había pensado. Y entonces todas las dudas del mundo inundaron su cabeza haciéndola dudar de su capacidad.
Pero, al mismo tiempo se decía que si no estuviera capacitada para el puesto, no la habrían recomendado. Aún estaba a tiempo de rechazarlo. Una voz interior la gritaba que no fuera absurda. Que si sus profesores, todos unos talentos, la habían dado esa carta de recomendación que acreditaba su sobrada preparación para el puesto, ella no era quién para dudar hasta el punto de rechazarlo. Como si una mano invisible la empujara, dio el primer paso y después otro y otro hasta llegar hasta el mostrador de recepción. Escuchaba como sonámbula las indicaciones de a donde debía dirigirse. Ya no tenía escapatoria, debía dar la cara para no dejar en mal lugar a los decanos que la habían recomendado. Les diría que rechazaba el empleo ¿En serio lo haría? Carraspeó un segundo para aclarar su garganta y con paso firme y mano segura, repiqueteó en la puerta de la habitación, cuyo cartel decía que era allí dónde debía presentarse. Al escuchar la voz que la autorizaba a entrar, puso su mano firme en el picaporte que la daría entrada,
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Autora< rosaf9494quer
Edición< Marzo 2023
Ilustraciones< Internet
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