lunes, 5 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 22 - Vivir en El Castro

 Al día siguiente de su llegada, Alex y Danka irían al médico en San Francisco. Allí nadie les conocía. Lo harían con las primeras luces del día, de esta manera no coincidirían con nadie en la carretera.

 Alex iba preocupado y silencioso. Danka le miraba de reojo, y apretaba su rodilla para hacerle notar que le comprendía, que no se preocupara. Ella lo solucionaría de regreso  al rancho, pero nadie debía saberlo, ni siquiera él.

No quería vivir escondida toda su vida, pero también tenía miedo por su bebe. ¿Debería esperar a dar a luz? Sería lo más apropiado ya que no se fiaba de que alguno de esos hombres la diera alguna paliza que pusiera en peligro la vida de su hijo. ¿ Por qué no vivir en San Francisco hasta dar a luz? Seguro que allí no la buscarían, pero al menos dejaría al bebe con su padre y estaría protegido.

No temía por su vida, pero sí le llenaba de infinita tristeza de no ver crecer a su hijo o hija, porque estaba segura que, en cuanto supieran la verdad de lo ocurrido recibiría el castigo. Pero al menos vivirán tranquilos en el rancho. Escribiría una carta a su padre despidiéndose de él y después se entregaría.


Imaginaba que la harían pagar la deuda contraída con ellos, a pesar de que recibieron un buen pellizco de dinero de Alexander. Contaba con   que la tuvieran trabajando día tras día y hora tras hora. Lo sabía, y estaba resignada a su suerte.

— Vas muy callada ¿ Qué te ocurre? — La preguntó Alex, apretándola la mano cariñosamente.

— Nada . Sólo pienso cómo nos hemos metido en este lío descomunal. Es mi culpa. No debiste elegirme. Si no lo hubieras hecho, a estas horas estarías tranquilo con tu vida. Me sentiré culpable toda la vida

— Ni se te ocurra pensar en eso. Tu única culpa es de haber caído en manos de unos criminales. Nada más. Dime ¿Qué piensas de lo que mi padre nos ha comentado?

— Bien, me parece bien. Pero siempre viviremos con miedo. Estemos donde estemos, aunque sea en el fin del mundo. Jamás recuperaremos nuestras vidas. Estoy angustiada por vosotros y por mi padre que se hará miles de preguntas el porqué no me he comunicado con él. Si se enterara, sé que le costaría la vida, y eso no podré perdonármelo.

— En cuanto lleguemos a San Francisco buscaremos un hotel y después un ginecólogo. Todo saldrá bien. No te preocupes; no le haces ningún bien a nuestro bebe.

Y volvieron al silencio que hasta entonces habían mantenido. Encontraron el hotel que les pareció más adecuado y a continuación desde allí mismo, pidió que les consiguieran un ginecólogo que visitase a su mujer pretextando que estaba embarazada y no se encontraba muy bien.

— Puedo recomendarle la consulta, porque no atiende  a domicilio, pero le garantizo que es de lo mejor— respondió quién le atendió desde la recepción.

Hacia la dirección facilitada por el hotel se encaminaron. Había sido un acierto, ya que en la consulta la podrían hacer más pruebas en las que comprobarían si todo marchaba bien. No tuvieron que esperar mucho. El médico ya estaba en antecedentes de que les visitarían unos huéspedes del mencionado hotel.



La enfermera les dio paso y se encontraron frente a un médico de edad mediana, afable y simpático. Hizo las preguntas de rigor y por las fechas que Danka le facilitó, se enteró Alex que se había quedado embarazada en su segundo encuentro sexual en aquella habitación de Madame Margueritte. Extraño, pero así son las cosas de los humanos. 

— No es nada raro. Hay bastantes parejas a quienes les ocurre. No consiste  en el día en la que tengan relaciones sexuales, sino el día de la ovulación. El óvulo sale "de viaje" y si en el camino se encuentra con un viajero...Pues... ya saben lo que ocurre. Les doy la enhorabuena; por lo que he podido comprobar todo está en perfecto orden. No obstante esperaremos a la analítica.

Alex se quedó helado. No quería ni pensar si hubiera sido otro, quizás el trato que la diera hubiera sido muy diferente al que él la dio. Pero ahora eso no importaba. Iba a ser padre y amaba a la persona que estaba tumbada en una camilla preparada para hacerla una ecografía.

Era como si algo impensable les hubiera puesto en el camino y tras esa noche, lo que fuera deseo carnal, se convirtiera en un amor profundo entre ambos. Nada podía cambiarse; el destino les había unido y ya no les separaría.

Tendrían que volver a la mañana siguiente para efectuar unas analíticas y si todo marchaba bien, podría regresar a su hogar o continuar el viaje que habían proyectado. Es lo que habían pretextado en el hotel y al médico, para que todo fuera de lo más normal, aunque su situación no lo fuera.

Llamaron a Alejandro a la salida de la consulta, y le pusieron  en antecedentes de lo que les habían dicho. Todo estaba normal, en espera de que al día siguiente analizaran su sangre.


Parecía que estaban más tranquilos y se decidieron a  recorrer la ciudad y conocer sus barrios más emblemáticos. El semblante de Danka se iba relajando y, por tanto también el de Alex. La miraba con frecuencia buscando en su cara alguna respuesta y saber en verdad cómo se encontraba. Estaba muy preocupado por ella. No había comentado nada referente al viaje a Europa y eso le hacía pensar que no estaba conforme con ello. Que inclusive allí tendría miedo también por su padre.

Cenaron en un restaurante del barrio más emblemático de San Francisco:  El Castro. Había un ambiente alegre y desenfadado, en el que podías sumergirte en él y olvidar cualquier temor que sintieras. Era un ir y venir de gentes dispuestas a pasárselo bien, en que cada uno se ocupaba de sus propios asuntos sin fijarse en los ajenos.

Allí podrían vivir perfectamente sin tener que desplazarse hasta otro lugar lejano. Se sentían protegidos y en definitiva no estarían muy alejados del rancho. Podrían traer a su padre y vivir con Alejandro . Seguro que allí, en aquel barrio, pasarían desapercibidos y ellos tampoco darían muestras de su permanencia en él, sólo lo justo para su vivir día a día.

No obstante, Danka no borraba de su cabeza el presentarse frente a Margueritte y hablar con ella sobre lo que motivó su ausencia. Sabía que la pedirían más dinero y, estaba dispuesta a trabajar incansablemente para saldar su deuda con ella.

La analítica era buena y, tras recetarla lo normal a las embarazadas, les citó para el mes siguiente. No le dijeron que estaban de paso. Si acaso decidieran instalarse en San Francisco lo tenían todo controlado seguirían viviendo en el hotel, hasta saber la decisión a tomar.

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