domingo, 4 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 21 - Regreso al rancho

 Aún permanecían abrazados, cuando entró en la cabaña. Al verle, Danka comenzó a temblar y a llorar a un mismo tiempo. Alex la estrechaba fuerte contra él. No podía soportar verla tan temerosa de todo. Alejandro alarmado, corrió hacia ellos con miedo de que, les ocurriera algo.´

Les notó más desmejorados, especialmente a ella. Tan sólo habían pasado cinco días desde la última vez que se vieron. Estaba claro que esa situación no podía dilatarse. Sería mejor llevarles al rancho. En definitiva, seguir el plan que se había trazado. Tras calmarla, se sentaron alrededor de la mesa y les explicó lo que había pensado, todas las alternativas en las que había estado trabajando e hilvanando los hilos.

— ¡ Vamos hija. Ya queda poco ! — la dijo mientras apretaba su mano.



Ese gesto cariñoso, hizo  que se calmara, y poco a poco fue serenándose, ante una taza de leche caliente y alguna galleta como desayuno, Alejandro fue desgranando todas las alternativas que tenían por delante. En un principio guardaron silencio, tratando de asimilar lo que su padre había pensado para salir con bien de la situación por la que estaban pasando.

No le gusto nada el semblante tan desmejorado que tenía Danka, demasiado pálida y delgada. Se dio cuenta de inmediato cuando, ella tuvo que levantarse de la mesa precipitadamente, y acudir al dormitorio.

Desde la salita se escuchaba perfectamente las arcadas de ella, y Alex le explicó desde cuando las tenía y creyendo a qué se debían.

— ¡Por Dios, Alex! Te dije que fueras prudente...

— Y lo hemos sido, pero los primeros días... Era difícil


— Esto desbarata todo los planes que había pensado. Lo primero es ayudarla yendo al médico. Creo que hoy mismo debemos partir para el rancho. Llegar de madrugada, así nadie se dará cuenta de la llegada. Llamaremos al médico y estaréis vigilados constantemente. Adecuaremos algún refugio de los que hay en el rancho. Y ahora más que nunca estoy decidido a seguir adelante cuanto antes. Esta clase de vida no es la que quiero ni para vosotros ni para mi nieto. Preparad todo que esta misma noche salimos rumbo a casa.

Y así lo hicieron. Esperaron a que se hiciera de noche para ocultarse lo máximo de las miradas curiosas de la gente. Llamó al rancho y habló con Carmela para que prepararan uno de los refugios y, a continuación preguntó por Anselmo y a él, le explicó a groso modo lo que ocurría y que tomara medidas de vigilancia.

Todos los enseres que tenían fueron empaquetados entre los dos hombres, mientras Danka reposaba un poco. Iban a emprender  un largo viaje y pesado en su estado, así que cuanto más descansará se encontraría mejor..

Por un lado tenían miedo de enfrentarse a un enemigo desconocido, pero por otro se alegraban de que terminara de una vez ese encierro. Confiaban plenamente en Alejandro y si él lo tenía todo atado y bien atado, seguirían los pasos que él marcase. Pero eso sería al día siguiente, una vez que estuvieran descansados y en casa.


Acomodaron una especie de cama en el asiento trasero de su coche, para que ella viajase lo más cómodamente posible. Pararían en alguna gasolinera a tomar un café y seguirían camino.

Estaban viviendo otra nueva aventura, excitante aventura, que les sacaría de la monotonía de los días vividos en la cabaña, en la que cualquier ruido extraño les ponía en alerta.
En  el rancho estarían bien, y además protegidos. No obstante, hasta que todo se normalizase con la policía, debían ser cautos y no dejarse ver. Seguirían desaparecidos, aunque estuviesen en casa.
Todos los braceros eran de confianza, pero cuanto menos supieran mejor para todos.

Llegaron muy de madrugada. Les esperaban impacientes Anselmo y Carmela, preocupados por ellos e ignorantes de lo ocurrido en realidad. Del porqué se escondían, y quién era esa muchachita tan joven y en tan lastimoso estado. Pero no preguntaron . Tarde o temprano sabían que  Alejandro les contaría algo. Ahora no era oportuno. Lo primero que la niña se acostara y descansara: tenía una cara horrible. Pero no le iba a la zaga la de Alex, y la arruga  de la frente que tenía el señor. Algo gordo les había ocurrido. Quizá huyeran de alguien. Ellos no tenían el porqué esconderse, pero la muchacha, tan rubia y sin hablar  era muy sospechoso, aunque ni siquiera podían imaginar la aventura que estaban viviendo.

Nada preguntaron, y en silencio cumplieron las órdenes que recibían. Danka agradeció el cariño y la solicitud de Carmela. Al fin un rostro amable y cariñoso, el de una mujer que quizá comprenda por lo que estaba pasando. Seguro que lo imaginaría al primer síntoma. Al fin descargar algo de  responsabilidad de los hombros de Alex, que tan bien la había cuidado y protegido.

Pese a todo, no podía permitir que él cargara con todo el peso. Ni él ni su padre, que se habían comportado como unos caballeros, no teniendo ninguna obligación ante ella. Alexander decía que la quería, y no lo dudaba, pero ella no podía permitir que  unieran sus vidas y huir a las primeras de cambio cada vez que vieran un rostro sospechoso.
  

Había escuchado atentamente el plan que Alejandro les había explicado en la cabaña. No dijo nada. A ambos hombres les parecía lo adecuado, sin embargo ella, no estaba de acuerdo. No podían estar escondiéndose toda la vida, y por muy seguros que creyeran estar, aunque fuera en el fin del mundo, siempre estarían con miedo. Siempre miraría atrás cada vez que pasearan por la calle. Además vivir en el extranjero... Era arriesgado. No podían esconderse en ningún lado, porque las mafias son como los pulpos: tienen tentáculos en todas partes. No permitiría que todas las personas que vivieran a su alrededor, estuvieran siempre pendientes de un hilo.
Sólo ella fue quién causó tanta preocupación y sólo ella debía solucionarlo. No podía decir que iba al médico, porque seguro de Alex querría acompañarla. Ni tampoco ir a la ciudad, dado que allí eran conocidos  y las voces correrían de inmediato. Pero necesitaba volver a Sacramento y aclararlo todo. Sabía que si se lo explicaba a Alex, no se lo permitiría.
Eso la intranquilizaba mucho, porque no encontraba salida para lo que estaba pensando. Y debía hacerlo y era la ocasión propicia antes de que su estado cambiase más. Además les pillaría por sorpresa . Iría con la verdad por delante y muy duros debían ser para no hacerse cargo de la situación. Lo primero sería dar esquinazo a Alex y a su padre, y después entrevistarse con Madame Margueritte. Esa sería la solución. La mejor. La única. Y que Dios la ayudara.

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