martes, 4 de junio de 2024

ENTRE DOS AGUAS - Capítulo 11 - Preguntas sin respuestas

 Se escuchaban risas y comentarios. Por el ambiente que reinaba entre ellos supo que todo había ido bien. Aunque tan solo era la primera sesión, es decir la presentación del proyecto a debatir. Sea cual fuere el resultado, para ella había sido la prueba de fuego que necesitaba y de la que había salido airosa. Tenía que tranquilizarse; lo pero había pasado, pero debía estar alerta porque no sería tan sencillo. Vendrían otros días tempestuosos, pero ella también tendría más experiencia.

Unos toques a la puerta la saco de su ensimismamiento. Se trataba de su compañero más inmediato para preguntarla cómo había ido todo. Sabía de lo nerviosa que estaba en su debut y recordó el suyo propio de no hace tanto tiempo. Estaría bien darla ánimos.

— ¿ Se puede, o estás ocupada?

— No. ¡Adelante!

— Sólo quería saber cómo había ido todo

— Mejor de lo que  esperaba. ¡ Hasta me ha felicitado !

— ¡Vaya. es una buena noticia!  Me alegro

Agradeció a su compañero su interés y se despidieron hasta la noche. La segunda sesión comenzaba en unos momentos y de nuevo tenían que estar en sus puestos.     Fué en busca de un café. Lo necesitaba y sería el único que pudiera tomar una vez comenzada la segunda sesión. No entendía cómo es que no pudieran tener una máquina en el habitáculo. Sería para no quitar ojo a lo que estaban traduciendo:

— ¡ Bah, tampoco es tan importante!- dijo en voz alta      

Pero lo cierto es que, pese a su buen trabajo, no se mostraba contenta ni conforme con la visita que la hiciera su "jefe" en agradecimiento:

— ¡ Que agradecimiento...! Es mi trabajo y mi obligación de hacerlo bien  

Pero todo su enfado aparente, era debido a ello precisamente. Al no reconocimiento de él ¿ Cómo había podido olvidarse de ella? No era muy sólido lo que la dijo al despedirse. No sólo no había tratado de verla. ni a ella ni a Carlo, sino que no la recordaba siquiera. Eso no había sido más que un amor juvenil , quizás impresionado porque tenían que separarse. De eso se trataba: El no recordarla era porque había volado de su memoria y, quizás estuviera casado, o prometido, o sencillamente la había olvidado. Su mundo era mucho más pequeño y ella si le recordó durante todo ese tiempo.

Y entonces, sin darse cuenta, echó la vista atrás hacia Carlo. Él si la había amado durante todo ese tiempo. Se había visto en pocas ocasiones, pero las suficientes como para "refrescar" su amor. Y recordó su forma de mirarla y el trato dado cuando se veían, +, que, eran en contadas ocasiones. Pero en los cuadros veía reflejada su imagen o, al menos, se lo parecía. Pero el sentimiento de él, seguía siendo de protección como cuando eran jóvenes  al menos así se lo parecía, porque nunca la había insinuado nada. Sólo sus miradas le delataban o quizás ella lo interpretara mal. ?¿La gustaría que fuera su novio?    Se sentía a gusto con él, segura. pero no estaba enamorada de él. Y el caso es que era un joven bastante guapo y atractivo, inteligente y estaba triunfando. Lo tenía todo lo que era  un hombre de éxito , pero ella le quería como a un hermano. Se había acostumbrado a él.


                              
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— Carlo...Por qué no eres tú... — se dijo apenada.

Pero una cosa es lo que la vida nos da, que no suele coincidir con lo que nosotros queremos y deseamos y a ella le había ocurrido, Pensó en lo diferentes que eran ambos y lo que respondería si, cualquiera de ellos la pretendiera como novio. Imaginó a uno y a otro entrando en mayor confusión todavía.  Un fuerte timbrazo   la sacó de sus reflexiones, y estuvo a punto de volcar la taza de café que sostenía entre sus manos sin apercibirse de ello.  Dió un respingo y se puso manos a la obra. Todo estaba bien y en orden, dispuesta a una segunda sesión.  

Pero  a Paolo no le tocó intervenir por lo que su cabeza no paraba. Iba de un tema al otro y, por mucho que se recriminara, no conseguía centrarse en ello. La sesión de aquél día se la hizo interminable y de vez en cuando se le escaba un bostezo de aburrimiento . Pero no podía abandonar su puesto por mucho aburrimiento que la produjera. Era su obligación y su trabajo. No lo echaría todo a perder por algo absurdo que sólo ella conocía. No merecía la pena. Si él no la recordaba, sus motivos tendrá.

—Posiblemente es que no soy lo suficientemente atractiva para sus gustos. Pero de adolescente bien que me miraba...No seas boba. Tú lo has dicho; los adolescentes miran a todas las chicas sean guapas o no. Será mejor que pienses en otra cosa y te olvides de Paolo. Tienes a Carlo que bebe los vientos por tí. No tienes más que mirarle con detenimiento. No seas mema.

Y así, dándole vueltas al tema se le pasó la sesión que no había sido trascendente para ella, salvo haber conseguido que se pusiera de mal humor porque sus pensamientos no coincidían con sus sentimientos. Pero tristemente, así es la vida.   Decidieron ir a tomar algo antes de retirarse. Aun era temprano. Ella desistió de acompañarles, pero la convencieron en nombre de su debut, del éxito obtenido y de que habían terminado a una hora razonable. Las chicas casadas aceptaron en el actor. No tenían ninguna gana de llegar a casa y ponerse a hacer cenas. Sus maridos se encargarían de los niños . Y entre todos consiguieron convencerla a pesar de sus protestas. Pensó que, en definitiva la vendría bien. Era un tema que no tenía solución y en vano debiera preocuparse por él.


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domingo, 26 de mayo de 2024

ENTRE DOS AGUAS - Capítulo 10 < Fue Casualidad




 Ella procuró no rozarle para que no levantara la cabeza de los papeles que estaba leyendo. Su corazón palpitaba a cien por hora. ¿Cómo era posible ? Se enfadaba consigo misma por no poder evitar alterarse frente a él que, ni siquiera había  prestado atención a quién le pedía permiso para salir. Agradeció encontrarse en su cubículo, como ella le llamaba. A pesar de que no sería frecuente encontrarse con él, ya que sólo aparecía en el hemiciclo los días que había solemnidad. Se encontraba a salvo, a pesar de que ni siquiera se había percatado de la presencia de su antigua compañera por la que decía amarla . Pero eso era otra época. Cuando aún eran unos jovenzuelos que comenzaban a despertar a la vida. Ni siquiera la había recordado ante Carlo. Él si que la amaba, aunque tratase de disimularlo , era tan evidente que saltaba a los ojos de todos. Él la había querido desde niños. Desde que coincidieron en párvulos, Siempre trataba de protegerla, por eso le sentó tan mal que llegase Paolo dándose los aires de grandeza y deslumbrándola

—¿
¡ Va bueno ya ! — se dijo malhumorada. Estaba alterada no sabía muy bien si era por el día tan especial que se anunciaba, o por la presencia tan cercana de él.

Decidió aparcar sus intereses y centrarse en lo que era más importante; la sesión del pleno que iba a comenzar en unos instantes.

—¡Halo ! ¿ Me escucha?

La sobresaltó, por inesperado, la voz de él pidiendo paso. La tenía grabada en su memoria por mucho tiempo que había pasado y no tener la oportunidad de verse en el transcurso de esos años.

— Si... si. Adelante — respondió algo nerviosa
— No pasa nada. Simplemente es para comprobar la conexión. Hable lentamente y con claridad. No puedo perder ni una sílaba. Si alguna vez la indico que repita, no es por usted; puede ser un fallo técnico. Repítalo. Tengo muy buenas referencias suyas, así que no es probable que tengamos errores.
— Muchas gracias
— No me de las gracias. Cumplamos cada uno de nosotros con nuestro deber. De ello depende muchas cosas. Bueno corto y cierro. Dentro de poco vamos a comenzar. Recuerde hable claro y despacio para que yo capte todo .
— Así lo haré. Buenos días.

Había pasado la prueba pero quedó  ¿decepcionada? ¿hubiera deseado fuera reconocida? No ni por los cien mil hijos de San Luis. No necesitaba sobresaltos ahora. De nuevo repasó todo y sonrió levemente. Seguramente por haber escuchado su voz sin esperarlo más que por tener todo en orden y dispuesto.

Primero los discursos de presentación, aburridísimos y monótonos. Todos con muy buena voluntad, pero en cuanto comenzase la sesión, propiamente dicha, las buenas intenciones quedarían aparcadas en busca de los intereses de cada uno. Era cuestión de protocolo, después vería la cara de la otra moneda: la defensa de sus intereses que para eso se encontraban allí. 
Entonces llegaría  el no ponerse de acuerdo y las discusiones, a eso es a lo que se refería él. Nunca había presenciado de cerca sesiones como ésta, salvo cuando estaba en prácticas y en verdad, con educación y diplomacia, se lanzaban  al cuello para salvar sus intereses. 

Y por fin tras larga espera llegaba su turno. Era su primera intervención  su primera vez en directo. Las prácticas nada tenían que ver y comenzó a ponerse nerviosa. Tradujo los saludos de ambos intervinientes y estuvo atenta; comenzaba la acción.

En un principio fue todo muy protocolario, como si al salir, cada uno se fueran de bares. Pero nada tenían de amigable aquellas disertaciones. El ambiente se calentaba y las protestas, de uno y otro lado, arreciaban. Debía estar más atenta, que no se le escapara ningún detalle. Fue tranquilizándose a medida que avanzaba la sesión y pudo dominar sus nervios. De vez en cuando, le daba las gracias su "jefe" por lo buena retransmisión que estaba haciendo.

Y así termino la sesión de la mañana. Pararían para comer y seguirían por la tarde. No tenía pinta de que fuera breve, muy al contrario: los ánimos se iban calentando principalmente entre su jefe y el contrincante. No tenía ganas de comer; se tomaría un café y con eso tiraría. Había estado muy nerviosa, pero, poco a poco se había hecho con la situación. No obstante no bajaría a comer. El apetito había huido de su estómago. Además la cafetería estaría llena con los políticos y, no le apetecía nada. Necesitaba relajarse y estar a solas para asimilar toto lo que había vivido. Había pasado su primera batalla y nada menos que con él. Pero le aguardaban más y necesitaba afianzarse en su trabajo y no volver a vivir los nervios con que había pasado toda la mañana, por mucha felicitación que hubiera recibido de él. Necesitaba estar a solas y serenarse; aún no habían terminado, pero los nervios los tenía más calmados. Había un silencio absoluto en toda su sección. Tomó un par de cafés sorbo a sorbo, soplando a veces mecánicamente y absorta en sus pensamientos. El silencio era absoluto. Se recostó más en su asiento y cerró los ojos para dar moviola a todo lo vivido. Tenía que saborearlo, principalmente la parte en que él la felicitó, mediante un paréntesis de aplausos. Era su primera batalla ganada, no por su felicitación, que también, por saber que lo estaban haciendo a satisfacción y, esto para una debutante tenía un gran significado, máxime, si la felicitación viniera de su jefe. Sonrió al recordarlo. Siguieron unos momentos de absoluto silencio, pero el sonido de unas pasos ligeros, llegaron hasta sus oídos. Pensó que era alguno de sus compañeros que se incorporaba a su puesto de trabajo, pero no era así. Con los ojos abiertos como platos, comprobó quién era . El propio Paolo estaba frente a ella.

No podía interpretar si el gesto de él era también por tratarse de quién era, es decir la hubiera reconocido. Porque vamos a ver, por mucho que hubiera cambiado algo tendría en semejanza a la jovencita que dejara hace ya bastantes años. Pero él estaba acostumbrado a ver muchas caras diferentes de todos los rasgos y colores. Ella era un ser normal, pero no pasaba desapercibida  máxime habiendo sido medio novietes antaño.  Pero el tiempo había transcurrido ? Se conocieron lo suficiente? No, indudablemente no. Sus rasgos, tanto de ella como de él, habían cambiado a mejor. a pesar de que ella había ganado con el tiempo, aún conservaba los rasgos de la adolescencia.

—No debía sentir por mi ese amor verdadero de las novelas. El que yo sentí. De lo contrario me hubiera reconocido siquiera por la voz. Ha pasado mucho tiempo es la justificación que le doy, porque si en verdad, hubiera sentido algo por mi, aún la recordaría siquiera por algún rasgo. No por la palabra, porque estuvo muy pendiente de todo, entonces...¿a qué viene a mi despacho...?

—Quería darle las gracias en persona. El trabajo ha sido excelente. Muchas gracias por todo. Me facilita mucho siendo tan buena traductora.
—Oh. no debía haberse molestado. Era mi trabajo.. La traducción debía ser perfecta
— Y lo fue. ¡Vaya si lo fue!  La invito a comer, es lo menos que puedo hacer
— No muchas gracias, ya he comido.
— No la he visto por abajo — dijo refiriéndose a la cafetería
— No, es que no he bajado. Habría mucha gente y yo tenía trabajo
—Pues hace mal. Cada cosa a su debido tiempo y lo hay para todo
—Ya pero... Aquí estoy más tranquila
—¿ Es que no lo estaba?
—Pues francamente no
— Pues si nerviosa traduce de esa forma, no quiero ni pensar cuando no lo esté... Bien, pues ahora me toca a mi- He tenido mucho gusto en saludarla personalmente
— El gusto ha sido mío
— Bueno,. Pues hasta la próxima que será mañana.
— Señor, he tenido mucho gusto en conocerle

Ni siquiera un atisbo de su conocimiento. Era una extraña para él. Ni por un momento se había dado cuenta de quién era. No sólo su imagen , tampoco su cara, ni su forma de hablar... ni nada de nada. Era una total extraña para él. Y pensó que no había cambiado tanto y, si aún la  amaba tanto, algún rasgo debería haber conservado que le recordara quién era, pero ni por esas. Con un tanto de amargura, comenzó a perder su mirada en algún punto lejano e impreciso, Daba pequeñas vueltas al vaso de cartón que tenía entre sus manos, ya vacío de contenido, perdiendo la mirada en algún punto impreciso de su pequeño cubículo, al tiempo que empezaban a oírse  conversaciones y risas de sus compañeros que regresaban a sus  puestos de trabajo para comenzar la segunda parte de la sesión.  


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jueves, 23 de mayo de 2024

ENTRE DOS AGUAS - Capítulo 9 - Un encuentro fortuito

 Él estaba enfrascado en los folios que tenía ante si. Con el entrecejo arrugado señal de que algo no era correcto. No la vió entrar y aunque ella quiso retroceder no pudo hacerlo ya que las puertas se había cerrado. El ascensor iba demasiado lleno como para percatarse de quien entraba y quien salía. Además
iba bastante lleno. Sólo pudo darse la vuelta para que no viera su cara, aunque iba bastante abstraído en lo suyo y no se fijaba en nada ni en nadie, no obstante estaba desean llegar. Y al fin lo consiguió sin que él se diera cuenta de nada. Algo le preocupaba. De repente había recordado un gesto muy característico de él cuando algo no le cuadraba. Sonrió al darse cuenta de ello, justo cuando las puertas se abrieron y Elizabetta salió del ascensor apresuradamente justo en el momento en que él levantó la cabeza para ver por el piso que iban. El próximo era el suyo.

Tenía montada su oficina en el piso décimo. Era un despacho amplio, pero no en excesivo. Con un gran ventanal que daba a la fachada principal. Desde el se divisaba la ciudad y su ir y venir de las gentes. Hoy era día de Asamblea y lo que se debatía era muy importante para él. No esperaba sorpresas, puesto que había hablado con algunos compañeros y sabían que contaban con su apoyo. Sabía que su traductora era novata, ya que Emily, la antigua, causaba baja por maternidad. No le gustaban los cambios.. se había acostumbrado a ella que leía entre líneas lo que él estaba debatiendo y lo que deseaba lograr. No le gustaban los cambios. Lo lógico hubiera sido entrevistarse, al menos una vez, para que le conociera y lo que debía aprender a leer entre líneas, pero no contaba con ella. Se había casado hacía poco y el resultado lógico había sido que iban a tener su primer hijo. Por nada del mundo quería que lo perdiera por las exigencias del trabajo, ya que había jornadas muy comprometidas. Así como la de hoy. Hubiera deseado tener un primer encuentro con quien iba a sustituirla, pero no hubo ocasión para ello. Lo resolvería sobre la marcha si es que algún problema surgiera.

Elizabetta respiró aliviada cuando se vió fuera del ascensor. Sabía que en algún momento tendrían que verse pero no hoy. Había mucha responsabilidad por medio y estaba nerviosa y preocupada. Contaba con conocerle de antemano pero podía haber cambiado de forma de ser, en que estuviera nervioso por la responsabilidad del cargo, aunque él tenía más experiencia que ella y sabría salir al paso si algo se complicaba.

Repaso en diversas ocasiones que todo estuviera en orden. Que el micrófono funcionara correctamente, y, que la visibilidad del hemiciclo fuera la debida. El bloc de notas, dos bolígrafos en su sitio. Uno rojo y otro negro. el bloc para tomar notas si diera lugar a ello, y sobre todo calmar los nervios que tenía. También había sido casualidad de coincidir allí.¡, y en su primer día de trabajo en esos menesteres.

    —Cálmate, cálmate...— se repetía una y mil veces. Si al menos hubiera tenido ocasión de entrevistarse con él... Había muchas cosasa pendientes que debía aprender. Era su primera vez y con quién menos pensaba. Todo se había puesto de acuerdo para complicarla más la vida. Había estudiado concienzudamente de que se trataba la reunión de hoy y sólo tenía que limitarse a traducir lo que los otros decían y transmitirlo a él, a su jefe. Pero es que él era algo mas que un simple jefe. Quería lucirse ante él. Que se diera cuenta que ella también tenía su mérito que justificaba sobradamente las calificaciones que había obtenido, y derivado de ello el puesto que había conseguido. No sólo él era un cerebrito; ella también lo era.
 Y los timbres sonaron en aviso de que iban a comenzar y debían permanecer atentas. Los demás compañeros seguían charlando tranquilamente: tenían experiencia. Ella repasó una vez más y por ultimo que todo estuviera en su sitio.

 al fin el último aviso, el más bronco. echó una mirada el hemiciclo y vió que poco a poco, todos tomaban sus asientos. Buscó con la mirada a Paolo y por primera vez. sus miradas se cruzaron. Ella permaneció tranquila pues sabía lo que ocurriría. Pero él se mostraba extrañado. Recordaba a alguien aunque no la localizara de momento. Él levantó la mano en señal de saludo, o al menos a ella se lo pareció. Afirmó con un gesto de su cabeza que la había localizado, pero no a Elizabetta, sino al traductor. Se dio cuenta que a alguien le recordaba. Cono cía cada uno de sus gestos y aquél era de duda como si no creyera en las casualidades.
Lo último que supo de ella era que estaba opositando para ser guía de turistas. No terminaba de creer que esa chica con quien cruzo su mirada fuera Elizabetta, ya que de darse el caso., se hubiera acercado, al menos, a saludarle.
El último timbrazo la sobresaltó y comprobó que todos tomaban posesión de su asiento y se ponían los auriculares, señal inequívoca  de que iban a comenzar. El presidente de la cámara entró en ese momento y Elizabetta se santiguó y se encomendó para que todo saliera bien y no se equivocara al tiempo de interpretar una frase.

Tras la salutación del presidente tocó un timbre dando comienzo a la sesión.   Era la primera vez que ella veía esa ceremonia . Siempre lo había visto por televisión y cuando ya había empezado y eran retazos de lo más sobresaliente. Estaba siendo parte de la historia, pensó para si, porque una parte tenía que ver con las traducciones que hicieran en su justa medida.  Se santiguó y se dispuso a ejecutar su trabajo para el que había sido contratada. Tenía que hacerlo al unísono. sin perder ni una coma. 

Y lo consiguió estando nerviosa, pero no perdió ni ùna coma. Al fin se tranquilizó y se dio cuenta que desde el hemiciclo él se había girado en su dirección y le había hecho con el pulgar la señal de que todo había sido captado a la primera.





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miércoles, 22 de mayo de 2024

ENTRE DOS AGUAS - Capítulo 8 - Ascensor


 

Habia pasado una excelente tarde conversando con Carlo. Recordando su niñez y adolescencia. Había llegado los recuerdos que permanecían adormilados en algún rincón de la memoria, pero de repente afloraron no sin desilusión por parte de ambos aunque ninguno de ellos comentara al respecto. Prefería seguir como adolescentes y no como jóvenes enamoradizos y habiendo fracasado en el amor. A raiz de descubrir la vida de Paolo, todas sus ilusiones se habían venido abajo. Ya no la interesaba volver a verle  no se identificaría aunque tuvieran que verse en el despacho. Le esquivaría al máximo. Tendría que ser él, si se diera la ocasión de volver a encontrarse.

Inició una conversación tratando de que fuese divertida obviando a Paolo y su casualidad de verse; aunque le viera en el despacho no sería ella la que tomase la iniciativa. Si estaba tan flaco de memoria, no merecía la pena volverle a la realidad. Esta con su posible prometida. Se la veía una chica de la alta sociedad que seguramente él frecuentaría y no sólo por su trabajo, sino porque estaba claro que le gustaba. Y decidió no volver a pensar en él. Pero ella se proponía algo y el destino se encargaba de desbaratarlo todo.

Al día siguiente se dispuso ir a su trabajo de mala gana. Nunca le había pasado pero un terrible dolor de cabeza martillaba sus sienes. Sería un día largo , pues cuando tenía jaqueca era para todo el día y no había analgésicos que obrara milagros. Pero ese día era muy especial y de mucho trabajo. Tenía que despejarse a como diera lugar. Dejar a un lado amores no correspondidos y centrarse en lo verdaderamente importante como era su trabajo. Aunque el tema de Paolo para ella era importante también. La desilusión sufrida en el día anterior la estaba machacando y no se le iba de la cabeza. ¿ Cómo evadirse de ello? Tenía que centrarse en su trabajo a como diera lugar. Era , si puede decirse su debut y tenía que ser impecable. Dejaría atrás problemas amorosos y se centraría únicamente en ello. Se olvidaria de Paolo de una vez y comenzaría de nuevo, como si no le conociera. El mundo no se terminaba en él, pero...había comenzado. Su mundo empezó hace tiempo cuando aún era una niña y toda su vida se había basado en él. No podía ahora borrarlo de ella tan alegremente. Simplemente  se centraría en su trabajos. Pero... es que también estaba en él. Pediría un traslado de departamento cuando pase el tiempo.

—¡Como si eso fuera tan fácil ! . se dijo— Quizás con suerte a él le trasladen o  a mi. Ahora dejemos ese tema y centrémonos en el de hoy que es bastante peliagudo y cuenta con su presencia.

 Y había llegado a su destino sin darse apenas cuenta. Volvió a situarse cuando se encontró frente a la entrada. Era como un hormiguero de gentes con un mismo destino. Hoy era especialmente frecuentado: había Asamblea general. Debía estar muy atenta a todo, más que nunca, no sólo por lo que se jugaba sino porque,  al distraerse podía incurrir en un error  y organizarse un trifostio. Era en directo por lo que no cabía rectificación alguna. Máxime tratandose de quién se trataba. 

Habían subido en el mismo ascensor, pero él , enfrascado en la lectura de una especie de guión que debían tener, seguramente para no salirse del guión y, parte de ese guión era ella, corría de su parte, de que no hubiera ningún error y todo estuviera basado en lo que marcaba el guión.

Le observaba sin que él se diera cuenta. Co era posible que la hubiese olvidado hasta ese extremo. Recordaba su despedida y se le saltaban las lágrimas, porque ella creyó en él y en sus promesas. Pero habían pasado los años; cada uno siguió su propio destino hasta el punto que él la había olvidado.
Sintió como una punzada en en su corazón. Había creído en él, en su sincero amor. Pero eso había durado una siesta y ni siquiera la había reconocido, cuanto menos conservar el amor que la juró.

Les separaban tres palmos y era una desconocida para él. ¿ Tanto había cambiado?  Suspiró quedamente. No quería llorar. No allí, a pesar de que sentía una tristeza increíble.  Había llegado a su piso y pidiendo permiso se hizo paso lentamente sin apenas él se percatara. Sin duda estaba preocupado. ¿ De qué asunto importante se trataría. No había levantado la vista del papel ni siquiera para hacerla sitio en su salida, no había levantado la vista de los papeles. Él iba al piso décimo. Posiblemente allí tendría su despacho, lejos del mundanal ruido, Daría un último repaso hasta la hora de abrir la sesión. 
Faltaban unas cuantas horas. Ella aprovecharía para repasar todo, pues debía tenerlo a punto. Nada podía fallar. Un error de traducción equivalía a un conflicto internacional. Y esa responsabilidad la ponía nerviosa y no había forma de calmarse.

Dado que el café la alteraba aún más decidió beber agua aunque no tuviera sed, pero eso la distraería por un momento. Con suerte encontraría alguna compañera que la distrajera unos segundos.
Todo estaba a punto. A través del cristal, miraba al hemiciclo, ahora casi vacío, pero que se iba poblando poco a poco. Los políticas hacía corrillos esperando impacientes de que fuera la hora de actuar. Uno de ellos era Paolo. Levantó la cabeza hasta conde estaba su traductor pero no vió a nadie

— Sin duda es demasiado pronto - se dijo al tiempo que  Elizabetta entraba en acción.

Siempre establecía contacto con su traductor para ponerse de acuerdo referente a diversos asuntos para que no hubiera ningún error pero en esta ocasión no lo había hecho por falta de tiempo. Confiaba en que no fuera un novato y que no le traicionara los nervios. Por que pensaba que sería un hombre en lugar de una mujer? Era una clase de trabajo  con respecto a su responsabilidad, para un varón en lugar de a
una fémina, pero era algo a que a él no le importaba. Sólo que su traducción fuera la correcta.


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sábado, 10 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 28 - Olvídate de ese día

Alex fue dado de alta definitivamente  con  tan solo unas pequeñas  señales de lo ocurrido en su rostro, ninguna otra secuela le había quedado. No estaba nada contento con su regreso a casa. Ella ya no estaba y a él le sobraba todo lo que le rodeaba.

 Tuvo una pelea con su padre porque quería regresar a la cabaña. No estaba de acuerdo con la decisión que su hijo iba a tomar al rememorar de nuevo las situaciones dolorosas vividas. Pero él decía que necesitaba volver y vivir de nuevo aquellos días con ella allí.

 Se encontraría mejor. Ya no había peligro y, la presencia de Danka estaba por todos los rincones de aquella choza. Los momentos vividos los evocaría nuevamente. Y, se desesperaba por no tenerla a su lado. Los recuerdos son dolorosos pero, a veces, se necesitan. Los que él tenía de aquellos días, eran muy intensos. Necesitaba volverlos a vivir. Necesitaba a su hijo también, que a penas conocía. Oler su aroma a bebe recién bañado y contemplar a Danka mientras daba el pecho a su pequeño. El tiempo transcurría, pero no todo lo rápido que deseaba. 


El juicio era complejo y había que atar muy bien todos los cabos para que nada fallase. Pero al menos podían hablar telefónicamente casi a diario.

No obstante, se mostraban nerviosos y Alex se alteraba por cualquier cosa. A Danka le parecía, cuando eso ocurría, que ya no la quería con la misma intensidad. Que la distancia les estaba castigando. Temía que nunca volvieran a verse, aunque, al menos él, viajara  a Europa para ver a su hijo.

A solas en su dormitorio, se hacía mil preguntas. Tenía el miedo metido en el cuerpo y no terminaba de convencerse de que, el peligro había pasado. No temía por él, sino por Danka y su hijo. Eso le hacía desquiciarse, y a veces, discutir con ella que no tenía culpa de nada. La imaginaba sola y desorientada en la ciudad, acudiendo al trabajo y dejando al bebe con su abuelo y con la señora que había contratado para cuidarles.

Seguía haciéndose la misma pregunta noche tras noche:  ¿Qué habrá sido de su familia? ¿Se acordará de él? ¿Se querrá casar? Estaba impaciente por comenzar los trámites para hacerlo con Danka, y para ir en su busca y de su bebe. Pero para eso, tenía que estar seguro de que el ruso y sus secuaces, estuvieran a buen recaudo y, eso no sucedería hasta que se celebrase el juicio.  Por mucho que estuvieran en libertad provisional y con la pulsera telemática en su pierna. No se fiaba; esa clase de gente saben mil argucias para esquivar a la policía.

Los días pasaban lentos, impaciente por poder realizar el viaje de sus sueños. Conocía por la policía que ella había encontrado un trabajo y, que un guardaespaldas, camuflado, la protegía por si acaso alguno de los rusos la buscaba para cobrar su deuda. El fiscal del caso metía prisa para que el juicio se celebrara. No tenia objeto demorarlo más, puesto que tenían todas las pruebas y, en cualquier momento podría escaparse a su pais o a otro que se le antojara, ya que estaba libre bajo fianza, gracias a su abogado.


El juicio se celebraría rápidamente. Danka declararía por teleconferencia desde Praga. Yuri, estaba  reclamado en su país y, si se demostraba que era culpable, lo encarcelarían allí. 

Se demostró su implicación no sólo por la declaración de Danka, sino de las otras dos chicas que la acompañaron en su viaje, y que estaban a punto de ser repatriadas a su país. 

"Culpable". Fue la palabra mágica que pronunció el juez y desde aquél instante, sería entregado a la justicia de su pais. Ya podían respirar aliviados.

 Después, al llegar ese momento, sólo faltaba que Alex tomara el avión que le condujera a la república checa, encontrarse con Danka y unirse en matrimonio. Siempre y cuando ella le aceptase. No habían tenido ningún contacto y por ese motivo, vivía intranquilo por si ella le hubiese olvidado.  Pero nada era tan fácil como él lo imaginaba. Tenía que ir paso a paso.

 Danka, llamó al rancho desde una cabina telefónica en la calle, así no había forma de rastrear la llamada en caso de que la siguieran sus verdugos. La voz de Alex, sonó en sus oídos como trompetas de gloria. Se quedó callada, ya que no esperaba escuchar su voz, sino la de Carmela o del propio Alejandro. 

Al otro lado del aparato, una voz impaciente preguntaba una y otra vez quién llamaba. Ya estaba a punto de cortar la comunicación, cuando se decidió a hablar:

— Alex. Soy yo

— ¿Danka? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

— Si, mi amor. Estoy bien, pero muy lejos. No puedo hablar mucho. No quiero que escuchen esta llamada

—¿Estás en peligro? ¿ Y el niño ?

— ¡No! Estamos bien, pero no quiero dar facilidades. ¿Cómo estás?¿Te has recuperado?

— Pronto voy a ir a por tí

— A por nosotros...— Y ambos rompieron a reír felices.

Después siguió un torrente de palabras entre lágrimas por parte de ella y de ternura de él.


—Estoy tramitando todo para poder casarnos y reunirnos de una vez. ¿Has hablado con tu padre de la idea de que viva con nosotros?

Danka a penas podía hablar por la emoción al escucharle. Todo seguía igual, aunque hubiera por medio miles de kilómetros de distancia. Y sonreía entre lágrimas y alegría. Parecía mentira que todo siguiera con la fuerza del principio con la cantidad de obstáculos que habían tenido que salvar.

—No pienses más en los malos ratos vividos. Nuestro encuentro estaba preparado por algo extraño que debía unirnos. Y bendigo aquél momento, aunque he de confesarte que estuve tentado de salir corriendo. Nunca me había visto en una situación semejante, pero que me ha servido para seguir evocándote y amarte cada día más. Gracias a todo eso, hemos sido padres y pronto estaremos unidos para siempre. Céntrate en eso solamente. Cuando estemos juntos, no recordaremos aquellos días, aunque desde el fondo de mi corazón, los bendigo, porque me permitieron conocerte y amarte tan profundamente como te amo.
¡Oh Danka! Estoy impaciente por teneros frente a mí. Piensa que ese día no existió, sólo el momento de nuestro encuentro por primera vez. Que su recuerdo no te perturbe, y al contrario, tenemos motivos para alegrarnos de que así ocurriera. No quiero ni pensar si no hubiera sido yo quien te viera primero.

— ¡ Alex, te quiero! He de colgar. Da un abrazo a tu padre. Nunca le olvido en mis plegarias. Adiós

— No te vayas, no te vayas todavía...

Pero, Danka, temerosa, aún guardaba en su cabeza la huida de aquellos tiempos, y  de que Yuri apareciese de un momento a otro para castigarla por su fuga, a pesar de saber que seguía en Estados Unidos, pero también podría tener una mano tan larga que llegase hasta ella, a pesar de la protección. Lo que sí tenía, era la compañía del policía que, desde la distancia seguía sus pasos para protegerla.

 Quería quedarse a solas cuando regresase a su casa. Se encerraría en su habitación con cualquier pretexto para no alarmar a su padre y, evocaría todas las palabras que se habían dirigido por teléfono.

A partir de ahora, el tiempo pasaría más lento aún. Deseaba que él viniera a por ella y su hijito, que se parecía a su padre. Una vez que conocía todos los trámites a realizar, los días, o quizá los meses, pasarían lentos y desquiciantes para ella. No entendía la clase de amor que ambos amantes experimentaban con el poco tiempo compartido juntos, y en la forma en que se conocieron. Era algo difícil de entender teniendo en cuenta sus circunstancias.

No quería desechar de su cabeza, aquella primera vez en  que le vió al final de la escalera en el burdel, la impresión que le causó, sin sospechar siquiera que estaba destinada a ser suya no tardando mucho.

— Tiene razón Alex. Ese día nunca existió, sólo ese momento. He de centrarme en ello, porque todo lo que vino después fue hermoso, pese a lo complicado de la situación a la que nos enfrentábamos día a día.  Quería morirme cuando me vi tendida en aquella cama, desnuda, tapándome el rostro con las manos, teniéndole frente a mí, que se desvestía lentamente, dispuesto a cumplir con algo por lo que estaba allí y había pagado. Eso he de borrarlo de mi memoria, pero conservar todo lo que vino después. Nunca había conocido a una persona tan generosa, amable y comprensiva como él. Por eso le amo y le amaré eternamente. Agradeceré haberle encontrado en mi camino. Siempre. Siempre seré suya y él mío, por muchas cosas que tengamos que enfrentar en la vida, que nos toque vivir, pero siempre junto a él. ¡Oh Alex. Te amo tanto!


Aún tendrían que esperar varios meses para realizar y ultimar toda la documentación que les protegiera y permitiera vivir con normalidad y, tranquilos en América. Hasta consiguieron olvidar, borrar de sus vidas el motivo de su encuentro y el encierro vivido en aquella cabaña. Pese a todo, había sido positivo para sus vidas.
 De algunos trámites fue eximida debido a sus especiales circunstancias de entrada en el país.

La víspera de la llegada de Danka  y su hijo, Alex no pudo dormir. Los nervios, la impaciencia y, los preparativos de su boda, le tenían alterado, pero feliz.

Se casarían poco después de su llegada. Lo celebrarían en el rancho, a la par que el bautizo de su hijo.

Quizá con demasiada antelación a su retorno, padre e hijo, paseaban nerviosos por el aeropuerto de Sacramento. Aún faltaba un par de horas hasta que pudiera abrazarlos, pero estando allí, le parecía que estaban más cerca. Y en realidad, así era, solo que a cientos de kilómetros hacia arriba.

Llevaba un ramo de rosas rojas para Danka y un peluche para el niño que, poco a poco había crecido.  Aún no tenía nombre, ya que, por expreso deseo de la madre, lo buscarían entre los dos.

Sentada en su asiento del avión, con el niño dormido en su regazo, Danka pensaba igual que Alex. La impaciencia la dominaba, aunque faltaran horas para reunirse.

Y por fin, el tan ansiado momento había llegado. No podía ni respirar, mientras el avión se deslizaba por la pista del aeropuerto, aminorando su velocidad. 

 En la terraza, Alex observaba la maniobra, al tiempo que desde los altavoces, anunciaban la toma de tierra del avión procedente de Praga

.

Un nudo en su garganta, subió hasta sus ojos y, tragando saliva, sonrió levemente, nervioso porque todos los trámites aduaneros le permitiera abrazar a su familia pronto,  aunque legalmente aún no lo fueran, pero sí para ellos dos.

Alejandro les observaba algo retirado de ellos. Era su momento y, él abarcaba con su abrazo el cuerpo de Danka y el menudo de su pequeño que protestaba, quizás asustado por esa expresión que desconocía, y que  era de cariño y, de su padre.

Era una muñeco rubio como su madre, con los inmensos ojos azules también de ella. Al fin, los tenía allí frente a él. No era un sueño, sino la más hermosa realidad.

Danka se dirigió hacia  Alejandro que les miraba emocionado. Nunca hubiera imaginado a su hijo tan enamorado de una mujer con una historia tan rocambolesca a sus espaldas. 

El padre de Danka, les observaba también sonriendo. Pasados unos instantes, fue ella la que hubo de presentar a todos y dar nombre a aquellos rostros, hasta entonces desconocidos, pero que tanta influencia tenían en la vida de todos.

Recibió su ramo de rosas con intensa emoción. Era el único regalo que la había hecho. Alex se disculpaba por ello, pero Danka le rectificó:

—Te equivocas, el más grande regalo que me has hecho lo tienes en brazos ahora mismo. Él hizo que todo fuera más soportable. Me volvía a la realidad cada vez que desfallecía y, me hacía seguir adelante, sin renunciar a nadie ni a nada.

Aunque sus padres estaban presentes, se saltaron el protocolo, y Alex atrajo hacia sí a Danka y a su hijo, bajo las protestas de éste. Todos reían y, felices, partieron en dirección al rancho.
Sería Alex quién condujera el coche, y mientras, los padres, charlaban y comenzaban a conocerse. El padre de Danka, lo hacía mitad en ingles, otras partes en checo y francés. Pero los sentimientos afloraron entre ellos y no tuvieron problemas de comunicación.


¿ Qué fue de los prisioneros durante todo ese tiempo?

  Yuri en libertad provisional bajo fianza  y  controlada. Había tenido un excelente abogado, aún así no consiguió que saliera libre de cargos. 
Permanecieron  en prisión hasta después del juicio en que, Yuri sería extraditado a sus autoridades, y Margueritte, aún cumpliría un tiempo en la cárcel. 

Eso la tenía alterada. No deseaba volver a ver a Yuri. Le tenía un miedo horroroso, sin pensar que ya no podría hacerla daño nunca más. Pero las palabras de Alex, no la calmaban, porque machaconamente volvía su imagen, a su memoria una y otra vez.

Muy nerviosa, había declarado como testigo desde Praga. Poco tenía que contar, más que su encuentro con él. Para Margueritte tuvo palabras a su favor, ya que en realidad, nada podía decir en su contra, aunque su estancia en aquella casa, no fuera lo más ortodoxa que se esperaba.

A veces, parecía que la faltaba el aire, sobre todo cuando la mirada del ruso, se fijaba en ella durante el interrogatorio. Pero quién la hace, lo paga y, eso le pasó a Yuri, dado que no era la primera vez que lo hacía y estaba reclamado por la justicia de su pais.

Margueritte cumpliría sus años de sentencia en una prisión, por tráfico de mujeres, aunque éstas estaban registradas y se consideraban "trabajadoras sociales".

Con un sonoro martillazo en la madera , el juez dio por concluido el caso. Había sido un juicio rápido debido  a las pruebas recopiladas, y con el atenuante de las facilidades dadas por los testigos desde el principio.

Y se casaron. Emocionados se miraban fijamente tomados de la mano, y de esta forma dijeron sus votos. Todos los invitados guardaban un silencio absoluto, pero sólo unos pocos, exceptuando los empleados del rancho, conocían la verdadera historia de esas dos personas que en ese día se convertían en marido y mujer.

Al día siguiente celebrarían otro acontecimiento: el bautizo de su hijo, de Armand, en homenaje a esa abuela que no conocía.

Y aquí termina esta rocambolesca novela, de unos seres que se amaron por encima de todo pese a las circunstancias en las que se conocieron. Aún pasaría mucho tiempo, para que, ambos olvidaran aquél día que, felizmente existió. 
Y fueron felices a pesar de discusiones que siempre hay en los matrimonios, pero su amor era tan fuerte que derribó hasta las murallas de Jericó.









                                                          F    I    N

Autoría: 1996rosafermu
Editado: Mayo 2021
Ilustraciones: Internet
Nota: Todas las situaciones planteadas, así como sus lugares y, personajes, son ficticias
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS




El día que nunca existió - Capítulo 27 - Carta de libertad

 El inspector se despidió. Alejandro y Danka, intercambiaron una mirada en la que expresaban su alivio y, también temor de que todo fracasase. Sabía que el riesgo de ser expulsada del país estaba latente, ya que figuraba como turista con un determinado plazo ya extinguido. Tendría que abandonar el pais y a él cuando más le necesitaba.

No se quejaba. Siempre le estaría agradecida porque sin duda la había salvado de una vida  que ella ni buscaba, ni deseaba. Se temía que fuera inminente y no había nada para poder recurrirlo.

Poco a poco Alex se recuperaría, pero ella no estaría allí para verlo. Besó suavemente sus labios y siguió al policía que la esperaba en la puerta para llevarla directamente al aeropuerto. Con su hijo en brazos, echó una última mirada antes de que la puerta de la habitación de Alex, se cerrara tras ellos.

Por muchas gestiones que hiciera Alejandro de nada sirvieron. Primero tendría que regresar a su país, y después ser reclamada nuevamente, pero esta vez con toda la legalidad.

Tenía muchas horas por delante para pensar en todo lo acontecido y, en lo que al final ha desembocado. Lo que más la dolía era la separación de él. Postrado en la cama del hospital, inconsciente, sin saber que ella ya no estaría ahí cuando despertara. Ni ella ni su pequeño.


 Probablemente sería lo mejor, ya que si estuviera consciente, todo sería más difícil. Durante ese tiempo, habían vivido en una burbuja, pensando que todo sería realizable.  Pero, en realidad, era descabellado, y así ha terminado.

— Adiós, amor.

Fueron las palabras que dirigió a Alex que permanecía sedado. Alejandro la observaba apenado. ¡Qué triste situación ! Después de lo que habían luchado por poder estar juntos. Por protegerla...

 En cambio, los autores del delito, serían puestos en libertad en un plazo relativamente corto, después de depositar una importante fianza que, a buen seguro  compensarían con otra expedición de muchachas inocentes, pero no en ese lugar. No importaba. La geografía es amplia y habrían más lugares que abastecer de carne humana. Y probablemente no tendrían la suerte como en  la casa de Margueritte, sino otra en la que se les explotaría sin miramientos de ninguna clase.

Alejandro tenía miedo, por si durante el trayecto, se metieran con ella y fueran capaces de alguna fechoría como castigo. Habló con el inspector que llevaba el caso:

— No se preocupe señor Jiménez. Yo mismo la acompañaré hasta su casa. He  contactado con la policía de Praga y estarán al tanto. Parece ser que iban tras sus pasos. No van a salir tan bien parados como ellos piensan. En ese intermedio tendrán tiempo para efectuar las gestiones si es que van a reclamarla. Por nuestra parte no habrá malos informes, porque en realidad ella se vió involucrada sin saber nada y en nada intervino.

— ¿Y Margueritte?


— Todos conocemos "su trabajo". Pero en todos estos años ha incumplido la ley de su negocio. Además hemos comprobado que en verdad habían firmado un contrato por el "alquiler" de la mercancía, sin especificar qué. Ella cumple con las normas legales establecidas. No quiero decir que esté de acuerdo  con lo que se gana la vida. Permanecerá encerrada durante un tiempo. No hay pruebas de que ella estuviera al corriente de todo y de hecho trató de defender a su hijo con sus propios "gorilas". Tarde, es cierto, pero lo intentó. Es un asunto feo y escabroso, pero de los que tenemos  montones a diario. Todo saldrá bien, no se preocupe.

¿Tranquilo? ¿Cómo podía estar tranquilo con todo lo pasado y con la certeza de que todo ha sido inútil? No quería ni pensar cuando Alex se despierte y compruebe lo que tanto temía: la extradición de Danka y con ella la de su bebe.

De nada habían servido las gestiones que realizara para reconocer al niño. Debía hacerlo ante una autoridad y Alex, no estaba en condiciones de hacerlo aún.

La pidió su dirección y todos los datos con que pudiera localizarla en su país. Estaba seguro que, en cuanto Alex se repusiera, iría a buscarla. Se casarían por poderes si fuera necesario, aunque tardaran meses en reunirse. Aunque también pudiera ocurrir que, precisamente por la tardanza, no lo consiguieran al haberse olvidado de la aventura que les tocó vivir. Todo eso ya se vería. Lo importante es que Alex se recobre. Que todo lo vivido no haya repercutido en su salud¡ La veía tan frágil y perdida...!

También se ocuparía de Margueritte. Era parte de su familia, aunque resultara la hija díscola  que tiró por otros derroteros. Sabía que si su mujer viviera, le insistiría en buscarle un abogada que la defendiera.  

En el fondo no era mala persona, a pesar de con lo que se lucraba, que no aprobaba. Pero al menos cuidaba de sus chicas tanto sanitaria como laboralmente.

 Sabía que tenía predilección por Alex, que probablemente fuera un resto de lo que, en otro tiempo, sintiera por el padre. Quién sabe si aún perduraba. Era su sobrino, aunque él no lo supiera. Era la parte oculta de la familia que nunca quiso saber de ella.


Llamó a su abogado para que se ocupara del caso de Margueritte y, puesto que la habían confiscado sus bienes, también correría con los gastos de la fianza que le diera la libertad. Sabía que a su mujer la hubiera gustado hacerlo, si viviera para verlo. Era su hermana, y con errores y desaciertos, era sangre de su sangre.

Por la tarde, el mismo policía que la había acompañado al aeropuerto, le puso al corriente de que Danka había embarcado y protegida por un policía checo que iba camuflado como un viajero más. Al menos hasta que llegase a Praga, iría segura. Después, sería la policía checa la encargada de tenerla a buen seguro. Estaban muy interesados en seguir ese tema, ya que no era la primera vez que vendieran a alguna chica joven. Esta vez sí les pillarían, ya que los testigos estaban decididos a declarar  a la policía  cómo había ocurrido todo. No querían que su pais se viera envuelto en tráfico de personas


Tenían un piso franco esperándola y, a su padre que, había sido trasladado  y, la aguardaba con inquietud y deseoso de abrazarla y conocer a su nieto. Todos eran gastos sufragados por Alejandro. Los policías que los protegerían, eran detectives privados contratados a tal efecto, además de la policía. No querían que nada fracasara por falta de previsión Sólo faltaba que Alex se pusiera bien.

Y poco a poco Alex se iba recuperando.

 Su rostro iba lentamente volviendo a su fisonomía normal. Se levantaba y daba largos paseos por los pasillos del hospital. En un par de días sería dado de alta. Estaba malhumorado. Lo que menos esperaba al volver en sí, es que ella se hubiera marchado, llevándose a su pequeño con ella. Se sentía culpable y, no quería pensar en que estuviera corriendo algún peligro.

Por más que su padre le hablara de los planes establecidos por la policía de ambos paises, ya que a ambos les interesaba atraparlos, no estaba tranquilo. Inquieto, a penas hablaba. En cuanto estuviera recuperado del todo y pudiera viajar, partiría de inmediato a la república Checa y la buscaría hasta debajo de las piedras.

Le preocupaba su estado y todas las alteraciones que se habían visto obligados a vivir. Sabía por su padre haberse  despedido de él cuando fue trasladada al aeropuerto.  El tiempo pasaba rápido, pero aparentemente, nada cambiaba.

Como suponían Yuri estaba en libertad provisional, tras haber pagado una fianza suculenta. También sería extraditado a su pais, por no tener permiso de residencia, tan sólo de turista. Permanecería en Estados Unidos, hasta celebrarse el juicio, y eso suponiendo que ganara, que no estaba tan claro.

Margueritte también, y a su salida, supo quién había pagado su fianza  Se dirigió al hospital. Tenía que ver a su cuñado y a su sobrino. De haber sabido la relación de ambos jóvenes, otra cosa hubiera sido.

Ahora estaba en deuda con Alejandro y tendría que volver a empezar de nuevo cómo ganarse la vida. Ya no tenía ni la misma belleza, ni el mismo empuje que cuando se inició como madame. Nunca imaginó volver a verse en esa situación. Pero lo que mal comienza, mal acaba. Sentía los despidos de todos sus empleados, a los que apreciaba al cabo de tantos años juntos. Todo eso se lo debía al ruso y a su poca precaución.

Pero todo eso era secundario. Conservaba la vida, que no era poco. Y encontraría la forma de salir adelante como siempre había hecho. Ningún miembro de su familia había salido perjudicado, excepto Alex por la paliza, pero Danka, ahora sí, la llamaba por su auténtico nombre se vería perdida, con una responsabilidad sobre sus espaldas, de criar a un hijo siendo tan joven e inexperta, y haber vivido una aventura totalmente inesperada.

Confiaba en que su cuñado lo arreglase y, pronto ambos jóvenes volvieran a reunirse en paz y con tranquilidad. Disfrutar de su hijo, y olvidarse de una vez de todo este episodio.


viernes, 9 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 26 - La redada

 Danka lloraba silenciosamente encogida sobre sí misma incapaz de sobreponerse. Sentía un dolor profundo por Alex. Si no la hubiera conocido, él, seguiría con su vida, aunque fuera un cabeza loca. 

Y aún debían dar gracias a la llegada de la policía. Estaba segura de que si no hubieran entrado  a tiempo, a estas horas, Alex sería tan solo un recuerdo en su vida.

 Alejandro la agarraba de la mano para darle los ánimos que a él mismo le faltaban.

 Se reprochaba una y mil veces, que no hubiera tomado la decisión de acudir a la policía desde el primer momento.  Deseaba evitar lo que de todas formas, había sucedido viviendo durante mucho tiempo con la incertidumbre y escondidos. Ya no había marcha atrás. Los errores se pagan y ellos lo estaban pagando desde hacía tiempo.


Llegado a este punto, ignoraban qué sería lo siguiente. No quería ni imaginarlo, después de haber luchado tanto.

 A ella la pondrían en la frontera por irregular y trabajar en un local como en el que lo había hecho, aunque ella no "debutase" en él, sino con el hombre al que amaba e iba en una ambulancia camino del hospital por defenderla de esos delincuentes que, a buen seguro saldrían a la calle tras pagar una fianza, mientras Alex se debatiera grave en una cama de hospital.

Ella no había hecho nada malo, sino haber sido una ingenua y creer en la buena fe de unas personas que no lo merecían.  Se acordaba de su bebe ¿ Qué sería de él, de ellos dos? Porque al no estar casados, Alex no tendría derecho alguno sobre su hijo, que acompañaría a la madre al ser expulsada. Al menos se reuniría con su padre, si es que aún estaba en la residencia. También  por él temía.

 La asustaban ¡ tantas cosas! No volver a ver más a Alexander y, aunque esto causaba una punzada de dolor en su interior, lo aceptaría con tal de que su hijo y él, no sufrieran castigo por su imprudencia y buena fe en las personas.  El niño, tampoco tendría a su padre. y él si que era el más inocente de todo lo ocurrido en sus vidas. Y, su propio padre, ignorante del rumbo que había tomado la vida de su hija.

 Esperaba con todo su corazón que él estuviera bien, y si pudiera, sería la primera visita que efectuaría si es que aún permanecía en la residencia. Muchas cosas en las que pensar. Muchos frentes abiertos para alguien tan joven, tan inexperta y tan preocupada por diversos motivos


Sentía mucho dolor por Alex y por su padre, que se habían visto involucrados por su inexperiencia y habían luchado por ella desde el primer momento.

Sentía como si un lobo la devorase el estómago. Tanto Alejandro como Danka, permanecían en la comisaría. Llevaban horas. No sabía cuántas, pero se le hacían larguísimas. Alejandro hablaba tanto con su abogado como con los inspectores que le habían tomado declaración. No podían moverse de allí, ni siquiera para interesarse en el hospital por Alex. Sobre todo ella que, era la protagonista, sin proponérselo, de todo lo acontecido. Pidió un vaso de agua para ver si así calmaba su malestar. Las sienes le batían fuerte y algo amargo la subía desde el estómago hasta la garganta. Los oídos la pitaban y de repente, perdió la vista. Todo se había vuelto  nuboso y las voces que la hablaban las escuchaba muy lejanas. 

Alejandro se levantó rápidamente para sujetarla antes de que cayera al suelo desmayada. Y es que llevaba muchas horas de angustia, nervios y ayuno. 

Con la preocupación de Alex, ni siquiera habían advertido que amamantaba a su hijo y necesitaba alimentarse. Llamó a una policía mujer, porque estaba seguro de que ella, comprendería mejor que un hombre lo que la estaba ocurriendo.

— Necesita comer, y dar de comer a su hijo. Lleva mucho sin probar bocado. Si no puede moverse de aquí, dejen al menos que alguien la traiga a su bebé.— reclamó Alejandro

— ¿ Por qué no lo han dicho antes? ¿ El bebe es de alguno de estos sinvergüenzas?

— Por fortuna no. Mi hijo es el padre y yo su abuelo

—La pondremos más cómoda. Pase a mi despacho. Tengo un sofá y allí podrá tumbarse. Mientras les traeré agua y algo con que alimentarse. Aún van a estar aquí varias horas. Mandaré a un policía que vaya al rancho, Llámeles por teléfono avisando de que van a ir a recoger al niño.

Calmó su llanto y, guardó silencio centrándose en los días, en los momentos más sublimes pasados con Alex. Sin duda era su ángel de la guarda. De no haber sido por él,  a estas horas, posiblemente estaría graduándose en sexo en aquella casa. Y de repente se acordó de Margueritte que también había sido detenida. Su cabeza estaba llena de rostros, secuencias, bosque, cabaña y de habitación de burdel, bendecida por el más puro amor que ambos sintieron al conocerse.


Fue una situación insólita que nunca pensó en vivir. Se había trazado una vida anodina, pero calmada en alguna oficina de Praga, con una vivienda cerca del centro limpia y ordenada. Junto a un padre que, esperaba impaciente que dieran las seis de la tarde, para que su hija llegase a casa al salir del trabajo.

Nunca imaginó que fuera captada por un desaprensivo  y llevándola lejos de allí. 

Alejandro estaba conmovido y preocupado por esta casi niña que tenía a su cargo. También su pensamiento estaba en la cama del hospital y en su hijo, solo, sin saber nada de lo ocurrido con ella. Le permitieron hacer una llamada y hablar con Carmela,

— Carmela, has de ir al hospital: Alex está solo y necesitamos tener noticias de cómo está. Nosotros estamos en la comisaría y no podemos movernos de aquí. Que alguien te acompañe y traes al bebe que necesitará comer. Por favor, ve tú y quédate con él. Dame noticias. Llámame al móvil. Cuando regrese, ya te contaré. Porque es largo.

— ¡Ay, Dios mío! ¿Están bien?

— Si Carmela, estamos bien, la niña está bien. Necesito saber cómo está mi hijo. ¡ Por Dios, traed cuanto antes al bebe ! La madre está desesperada.

— Descuide señor, ahora mismo salgo para allá 

Alexander había sido introducido en quirófano directamente desde la ambulancia. Su cara era un montón de carne cubierta de sangre, a pesar de haber sido limpiada mientras iban camino del hospital. Les preocupaba su inconsciencia, temiendo que algún golpe de los propinados le hubiera hecho daño en la cabeza.

Mientras daban noticias  de lo que habían procedido a curar en la ambulancia, la camilla que le llevaba, iba deprisa. Le introdujeron en quirófano y, de inmediato procedieron a revisarle y tomar nota de lo que precisaba para su análisis de la situación creada. Les avisarían en cuanto supieran algo concreto.

Todos los implicados en el suceso permanecían en comisaría. Unos retenidos como testigos, otros por participantes en un delito. 

Mientras un grupo de policías registraba el despacho de Margueritte, otros la habitación del ruso en busca, ambos, de pruebas. En la caja fuerte de la habitación de Yuri, hallaron un grupo de pasaportes correspondientes , sin duda a las muchachas que explotaban. Entre ellos estaban los de las tres últimas adquisiciones, es decir los de Danka y las otras dos chicas que la acompañaron en el viaje de esperanza a América que se transformó en pesadilla.


Margueritte hizo su declaración, asegurando que desconocía totalmente la situación de esas jóvenes. Yuri lo negó todo alegando que eran mayores de edad y vinieron con consentimiento a lo que viajaban y para el trabajo  en el que fueron contratadas.

Para unir todos los cabos, sólo faltaban las declaraciones de Alejandro, Danka y en cuanto fuera posible la de Alex. Ellos no tendrían nada que esconder, excepto la bronca que les echó el inspector por no haber denunciado antes el suceso.

Era de noche, cuando pudieron salir de la comisaría. Por  deseo de Danka, irían al hospital para ver a Alex si los médicos lo autorizaban. Entregarían a Carmela el bebe para que regresaran al rancho. Se quedaría esa noche para cuidar a Alex. No podría dormir tranquila sabiendo que está hospitalizado por su causa.

—Nos quedaremos los dos, si los médicos lo autorizan. No te voy a dejar sola —respondió Alejandro.

El inspector que llevaba la investigación, pasada la medianoche, les buscó en la habitación de Alex, que, una vez asistido médicamente. había sido trasladado a planta. 

A la cabecera de su cama, sentada en un sillón, permanecía Danka observando su rostro, que permanecía sedado. Alejandro dormitaba al otro lado de la cama de su hijo.

Unos suaves golpes en la puerta dieron paso al inspector que venía a comunicarles que, tras la declaración de los implicados y las pruebas encontradas, permanecerían en prisión por bastantes años. Margueritte  también, pero comprobado la veracidad de su coartada, saldría libre, con cargos, a la mañana siguiente.

— Ella se portó bien conmigo — dijo Danka

— Y lo tendremos en cuenta. Estaba ignorante  de la mitad de las cosas y, por ese motivo saldrá antes de la cárcel, pero no es atenuante. Ella se lucra de unas chicas sin interesarse de dónde y cómo llegaban hasta allí. Es cómplice también; debió exigir la documentación de vosotras y no lo hizo, desentendiéndose de todo. Aprecio a Margueritte, pero el asunto es demasiado grave y no podemos pasar por alto lo sucedido y las repercusiones..

jueves, 8 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 25 - La decisión de Danka

 Estaba preparado para todo, por eso al salir del burdel, el mismo guardaespaldas que le recibiera, le detuvo.

 Como le había comentado Margueritte, eran cómplices de los rusos a base de untarles cantidades de dinero  ¿Sería verdad o, era para descargar culpas? Sabía a lo que se exponía y no le pilló por sorpresa.

El tiempo pasaba y se demoraban en llegar  para ajustar cuentas con él. Por un lado sentía miedo de no poder resistir lo que le esperaba. Su familia no sabía nada, tan sólo Margueritte y en ella confiaba en que diera la voz de alarma, porque seguro que, a ella, también de rechazo, algo le tocaría. ¿ Podría confiar en ella? Al menos, pedía mentalmente, que llamara al rancho para decir dónde estaba. Pensaba que lo que la había unido a su padre, sería por algo y, por eso mismo  le avisaría .

Ni siquiera pudo efectuar una llamada a su casa .El hombre que le mantenía encerrado y maniatado, no se lo permitió , seguro que cumpliendo órdenes de más arriba. No sabrían dónde estaba o dónde había estado si es que no saliera vivo de allí. Centró su imaginación en Danka y en su hijo. Ese hijo que había sido concebido por accidente, pero que al mismo tiempo de engendrarle a él, engendró un sentimiento de responsabilidad y amor por la madre que le llevaba dentro. Se quedaría totalmente desprotegida, confiando en que sólo con él tuvieran bastante. Debieron dar cuenta a la policía y no esperar ¿ A qué esperaban ? No tenía ninguna posibilidad de salir bien parado de allí. Seguramente le harían desaparecer en algún lugar de alguna perdida carretera. Nunca sabría su familia que,  por ellos daría su vida, si fuera necesario, mil veces.


Si tan sólo fuera por cuestión de dinero, no tendría problemas, pero mucho se temía que la soberbia y la venganza estarían detrás de todo lo que le hicieran.

Nadie, excepto el guardaespaldas socio de los rusos, sabía dónde estaba. Lamentaba no haber dejado alguna nota con alguna indicación de adónde se dirigía, y una despedida. Estaba tan ansioso por arreglar su cuenta que ni siquiera se le había ocurrido tal cosa.

Margueritte se asomó a una de las ventanas de su despacho y vió que el coche de Alex seguía ahí aparcado . Había pasado mucho tiempo  desde que saliera del salón. Sus temores se estaban confirmando. Se sentía intranquila y con miedo, sin saber cómo hacer, no sólo por ayudar a su sobrino, sino por ella misma. Seguramente no creerían que ella también había sido engañada por Alex. Ella tan avispada, había caído en un simple engaño. No se lo creería y, sin embargo así había ocurrido.

Descolgó el teléfono con idea de ponerse en contacto con el rancho, pero desistió esperando a saber cuál sería el desenlace.

De improviso la puerta de su despacho se abrió bruscamente y un Yuri fuera de sí se plantó ante ella con gestos muy agresivos. Un escalofrío recorrió su espalda. No quería ni pensar lo que estaría o a punto de suceder en el lugar en donde tuvieran a Alex. Porque si de algo estaba segura, es que no le habían dejado marchar, y, además su coche seguía en el mismo lugar en que lo dejara.

Las voces del ruso se escuchaban en toda la casa y, gracias a eso, los guardianes de Margueritte, fieles a ella, subieron de inmediato hasta su despacho. Llevaban las manos en las pistolas que portaban por si acaso su patrona se viera en apuros.

Al ver a los hombres de ella, grandes como torres, Yuri, replegó un poco su genio. Pero Margueritte estaba de vuelta de muchas cosas y no podría con ella. Además no tenía culpa de lo que Alex hiciera. Sería mejor que llegaran a un acuerdo para que nadie tuviera que lamentarlo y se arreglara todo, de la mejor manera posible, sin que nadie resultara herido.

Pensaba en Alex, en definitiva era su sangre, y conocía los métodos que solían emplear los bravucones para no perder prestigio ante sus socios. Pero además del dinero que le pedirían por la pérdida de beneficios durante tanto tiempo, no se iría de rositas, para que en otra ocasión no jugara a los caballeros sin espada, con otra chica.


— Contigo hablaré luego, cuando termine con él. No creas que me han convencido tus argumentos. Ahora he de solucionar otras cosas. Pero volveré, y será mejor que permanezcas en tu despacho, porque de lo contrario...

—¿Qué? ¿Vas a darme una paliza, o me vas a hacer desaparecer? No se te ocurra ponerme la mano encima ¿Me oyes? Ni se te ocurra.

Yuri, apretando los puños e inflando de rabia las aletas de la nariz, salió del despacho en dirección al lugar en donde estaba retenido Alexander.

Como una exhalación entró en la habitación en donde le tenían  maniatado. Se plantó delante de él y ambos hombres se miraron fijamente. Uno altivo y muy enfadado, el otro tranquilo sabiendo que no saldría bien parado, si es que  hiciera lo que imaginaba.. Esperaba paciente a que algún puño se estrellara sobre su cara, pero simplemente, entre tanto, se miraban fijamente. Cada minuto transcurrido era un desafío para Yuri. No sabía si sobornarle por dinero y darle una paliza que le dejara medio muerto para que no se metiera en asuntos ajenos la próxima vez, si es que le quedaban ganas de hacerlo.

Margueritte, al fin descolgó el teléfono y contactó con el rancho. Algo en su interior la impulsaba a hacerlo, no sólo por el sobrino que ignoraba el parentesco que les unía, sino el recuerdo de un amor fallido con Alejandro.

El capataz la atendió y, dándose a conocer pidió que la pusieran urgentemente con el patrón. Había inquietud en el rancho por la tardanza de Alex en regresar, sobre todo Danka pensaba que no era normal:

— Él nunca se hubiera ido sin mí, y además tarda demasiado en volver. ¿Adónde habrá ido?

No quería ni pensar en lo que posiblemente hubiera hecho. Ella era la causante de todo y sería ella quién aclarara lo ocurrido. En su cabeza bailaba constantemente la idea de que quizá ocurriera lo que en realidad estaba sucediendo. Escribió una nota a su suegro indicándole lo que sospechaba y a dónde se dirigiría. 

" Todo ha pasado por mi culpa y seré yo quién ha de arreglarlo..."

Metió la nota en un sobre dirigida a Alejandro, y se la entregó a Carmela para que se  la hiciera llegar  en cuanto llegase, y rogándola que cuidase de su bebe mientras tanto. Pidió a Anselmo que la llevara a la ciudad. A la casa de Madame Margueritte. Durante el camino no dejaba de pensar en lo que iba a decir a la madame, pero el temor no era ella, sino los esbirros embaucadores de los rusos. Debía tener fuerzas para hacer frente a la situación por difícil que fuera.

Entró en el despacho de la madame sin siquiera llamar a la puerta. Corría prisa el asunto que allí la llevaba. Sabía que sería recibida con uñas y dientes, pero eso sería lo que menos importase. Hablaría con ella y la diría la verdad de todo, y después que fuera lo que Dios quisiera.,


La madame fue sorprendida por ella. Lo que menos esperaba era su presencia y las explicaciones que la estaba dando. Danka lloraba sin cesar haciéndola mil ofrecimientos para compensar las pérdidas que por su culpa hubiera sufrido. Ella la escuchaba en silencio, aunque con el gesto duro, pero también reconociendo que simplemente se habían enamorado en una situación especialmente difícil y que, sobre todo ella, había sido una incauta al creer en la buena fe de la gente. Una ingenua por ser demasiado joven y no saber nada del sub mundo  que se oculta y, del que  ella no tenía noticias hasta que la tocó vivirlo. 

El guardián que vigilaba a Alex, a una indicación de su jefe, sacudió un derechazo en la mandíbula de él, que maniatado no podía defenderse. Después de ese vinieron más, no sólo en su cara, también en su estómago y patadas cuando ya estaba en el suelo semi desmayado. Yuri tenía las mandíbulas apretadas, disfrutando de su venganza. Alex, no respondía debido a  su inmovilidad, pero tampoco podía, al haber perdido el conocimiento.

En ese instante se abrió la puerta y Margueritte, acompañada de sus dos guardaespaldas, se hizo presente en la estancia, horrorizada al ver la cara de Alex totalmente desfigurada y sangrando abundantemente.  No quería que Danka le viera, pero ella se escabulló y entró detrás de ellos. Lanzó un grito y corrió hacia Alex, acogiéndole entre sus brazos.

A una orden de Yuri, el hombretón que se había ensañado con Alex, la cogió por los brazos fuertemente, separándola de él.  De nada servían sus llantos, sus peticiones de perdón. El ruso estaba ciego de ira .

Unos pasos firmes apurados, se escuchaban cerca, al tiempo que unas sirenas de policía cercaban la calle. Alejandro les había avisado y contado a groso modo lo que había llevado a su hijo hasta aquella casa.

 Por pronto que quisieron reaccionar, la policía ya había tomado posiciones.

Detuvieron a Yuri, y a sus dos "gorilas", así como a madame Margueritte que, aunque no tenían cargos contra ella, debía declarar en comisaría.  Los paramédicos soltaron a Alex y procedieron a examinarle y a curar las heridas de la cara. Danka permanecía a un lado abrazada por Alejandro. 

— Hay que llevarle al hospital. Seguramente tendrá alguna lesión interna. No perdamos más tiempo— explicó el paramédico.

Salieron detrás de la ambulancia. Padre y novia, iban sobrecogidos por la escena     que acababan de presenciar. El rostro querido de Alex, en nada se parecía a la realidad. Danka sollozaba en silencio bajo la mirada de Alejandro que, de vez en cuando apartaba la vista de la carretera en la que estaban siguiendo al coche policial.



miércoles, 7 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 24 - Margueritte

 Pareciera que la vuelta al rancho les había dado seguridad. Habían dormido durante toda la noche; hasta el chiquitín lo hizo de un tirón ¿ Sería posible recobrar su vida sin zozobra? Alex no confiaba en ello. Era como la paz que precedía a la tormenta, y no quería ni pensar en cómo sería. En su cabeza bailaba una idea fijamente, que desde hacía tiempo tenía: personarse en el burdel y hablar con Margueritte. Ella sabía bien el dineral que había pagado por Danka, pero claro,  argumentará que era por una situación muy concreta, no por casi un año entero.

Si los rusos fueran sus socios, estaba claro que ellos no lo pasarían por alto, así que esperaba alguna sorpresa. Lo increíble era que hasta ahora no sabía nada de ellos. Y eso, en lugar de tranquilizarle, le puso más sobre aviso.


Nada comentó ni con Danka ni con su padre, de los planes que tenía en mente. Seguro que si lo supieran se lo quitarían de la cabeza por lo peligroso que podría llegar a ser. Esos personajes no entienden de componendas, sólo que habían perdido a una preciosa muchacha que les podría haber dado pingües beneficios y no los obtuvieron por su escapada. 

Se preparaba mentalmente para ello. Pero debía proteger a su familia y no habría nada ni nadie que le hiciera desistir de ello.

Desayunó como si tal cosa y hablaron de lo bien que habían descansado, algo que no hacían desde hacía muchos meses. Dejó caer como sin importancia, que daría una vuelta por la oficina del rancho a ver si podía ayudar en algo, y cuando lo hiciese, le apetecía mucho cabalgar un rato a caballo, recorriendo la estancia.

De inmediato su padre protestó para impedir que lo hiciera, ya que el peligro no estaba conjurado. Guardó silencio para no insistir, pero tenía muy claro que no se quedaría a esperar a verlas venir. Necesitaban aclarar su situación cuanto antes, porque también cuanto antes debía regularizar su vida. La estancia de Danka estaba a punto de expirar al cumplirse el plazo de estancia en el pais. Y el pasaporte lo tenían ellos, y sin él no podían hacer nada.

Pediría a su padre que se pusiera en contacto con ese amigo que los falsificaba para estar prevenidos en caso de que tuvieran que salir corriendo de allí de nuevo.

Su cabeza era un caos buscando la solución a, lo que justamente no estaba en sus manos. Como último recurso, estaba el denunciar a la policía la trata de personas, pero ¿cómo justificarlo? Todos los papeles que lo acreditaban estaban en posesión de ellos. 

Por cualquier lado que  buscara una salida, encontraba una puerta que se cerraba. Decidido: no había otra solución más que dar la cara.


Aprovecharía la última hora de la tarde, cogió el coche y lo más discretamente posible, puso rumbo a Sacramento y una vez allí, a entrevistarse con Margueritte. Aún no estaba abierto al público, pero él solicitó al guardián de la puerta, y por ser conocido, que le llevara ante la madame:

— Tengo una cuestión urgente que hablar con ella.

— Tendrá que esperar a las diez de la noche. Antes no se abre

— Lo sé, pero haga el favor de pasarla esta nota. Ella me conoce y estoy seguro que me recibirá de inmediato.

— Aguarde un momento

Cerró la puerta y Alex permanecía en el exterior, esperando impaciente que Margueritte le recibiera. Pero el caso es que se retrasaba más de la cuenta y, eso no era buena señal. O quién sabe si estuviera dudando en recibirle, escuchar lo que tenía que decirla, o no y, hacer oídos sordos a lo que deseaba de ella.

Estaba muy enfadada con él. La había mentido y arguyó una mentira que desde el principio tenia en mente, y ella había caído en la trampa como una inexperta. 
También había tenido una buena pelea con los rusos al reclamarles la jugarreta que la habían hecho exigiéndoles la devolución de lo que había pagado por "Adeline". Algo que ellos rechazaron de plano y, todo lo que les pudo sacar era que la encontrarían y les darían un buen escarmiento.

Lentamente jugaba con el trozo de papel que Alex le había enviado. No tenía el menor interés por volverle a ver, pero en el fondo deseaba saber qué mosca le había picado con esa chica. Alex no era un santo y no era la primera vez que acudía a "su casa", pero en cuanto vió a la chica, perdió los papeles.
¿Qué se traía entre manos?  Si al final decidiera recibirle, no se quedaría callada, ni mucho menos. Le tendría esperando en la puerta hasta que ella quisiera; quería hacerle sufrir, porque lo cierto era que debía tratarse de algo importante, al haber desaparecido del lugar en el que había nacido.


Ella también estaba inquieta sin saber el porqué. Daba vueltas por la habitación sin terminar de decidirse. Al fin llamó a su guardaespaldas y le dijo que hiciera pasar a ese cliente que aguardaba en la calle.

Alex entró en su despacho con paso firme, aunque por dentro tenía los nervios a punto de estallar. Ella tenía el labio superior fruncido, señal de que estaba de mal, de muy mal humor. Ambos se conocían desde hacía tiempo, tanto que ni siquiera Alex lo imaginaba, pero no eran los negocios los que les había unido

Siempre había sentido simpatía por ese joven atractivo, juerguista, adinerado y algo mujeriego. Seguramente fueron reminiscencias del padre, del que estuvo bastante enamorada desde antes de que se casara con su hermana, con Amanda.

Porque sí, la sangre de Alex y la suya, era la misma. Margueritte era la hija díscola de la familia Mulligan. Una cabeza loca que tuvo amoríos con un hombre que, después de conseguirla la despreció, y ella tuvo que salir de su casa y ganarse la vida como mejor pudiera. Su hermana iba a casarse con un ranchero mejicano del que ella se había enamorado, pero que él no tenía ojos más que para Amanda.

Así que viajó lo más lejos que pudo de casa de sus padres, pero no lejos del hombre que la enamoró sin saberlo. Y la mejor manera que encontró para ganarse la vida fue poniendo un bar de alterne que enseguida se hizo famoso, dado que el lugar era pequeño.

Fue al morir su hermana, cuando pasado el tiempo y, seguir viudo, Alejandro volvió los ojos hacia ella, pero no había amor por su parte sino buscaba alivio a su naturaleza. Ni siquiera recordaba que Margueritte era la hermana pequeña de su querida esposa. Por eso siempre ella le guardaba los mejores "planes", y por el mismo motivo lo hizo con su sobrino Alexander.
Era su secreto, nadie excepto ella lo sabía, pero no podía evitar tener consideraciones con aquellos dos hombres que habían irrumpido en su vida sin saber cómo y por qué.


Se miraron fijamente. Ella con gesto hosco, Alex firme, pero al mismo tiempo tratando de comportarse. Sabía que estaba en desventaja y,  mejor con buenas maneras, podría sacar algo positivo de aquella entrevista, que no por las malas.

— Bien, pues tú dirás. Porque pienso que tendrás algo que decirme. Me la jugaste bien, y además con alevosía. Te burlaste de mí, y eso no te lo perdono. Abusaste de la confianza que tenía con vosotros, pero está visto que la cabeza es la que debe regir y, no los sentimientos. Así que te escucho. Más te vale que lo que vayas a contar sea verdad, porque si me doy cuenta de que me vuelves a mentir, llamaré a los rusos y ellos darán cuenta de tí. Así que habla, porque tengo un trabajo que atender.

Alex, pensó que con la verdad le iría mejor, y relató lo ocurrido entre ellos y de qué forma se enamoraron ambos. Sólo buscaban amarse, y por ello no le importó pagarla un dineral, pero no tenían la documentación de ella y no podía salir del pais.

Por Alex, Margueritte se enteró de qué forma habían traído a " Adeline" y a las otras dos chicas. Los rusos la dijeron que no estaban a gusto en el burdel en el que trabajaban y por eso las llevaron allí. A ella también la habían mentido, y la ponían al borde del precipicio si la policía se enteraba de ello.

Alex vió el cielo abierto al conocer que la madame era inocente, al menos de la trata de personas. Por un lado fue un alivio para él, pero también ella estaba en peligro si llegaba a  oídos de los rusos. Trataría de denunciarles, pero si ellos lo descubrieran estaría doblemente en peligro no sólo ellos, sino el burdel también, con todos cuantos trabajaran en él.

Una preocupación más para Margueritte que era muy sensible en cuestiones de amor. Pero ambos tenían enfrente a un enemigo muy peligroso. No tenía plena confianza con los guardaespaldas. Lo más probable era que les untaran algunos dólares para tenerles al corriente de las novedades que ocurrieran en el burdel, y justamente, la novedad que se estaba produciendo en el despacho de la madame sería de lo más suculenta para ellos.

—Debes irte ahora mismo. Te llamaré si consigo algo nuevo. Pero sobre todo cuídate de esos sujetos. Son de los que no perdonan.

A la salida el mismo guardaespaldas que le recibiera, le aguardaba con una sorpresa.


martes, 6 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 23 - Visita en el rancho

 Se encontraban a gusto en San Francisco y poco a poco fueron bajando la guardia. Confiaban en que pasarían desapercibidos entre aquel heterogéneo barrio. De todas formas y, por si acaso. Alex era prudente. Cada quince días recibían la visita de Alejandro, que les animaba a volver al rancho, ya que él estaba siempre intranquilo. Nadie había pasado por allí, nadie había preguntado, pero ese silencio no le gustaba. Estaría más tranquilo teniéndoles cerca.

Ellos eran prudentes y evitaban al máximo dejarse ver. Alquilaron un apartamento amueblado y pequeño. No les importó, ya que estaban de paso. No tenían amigos.

 Y así de esta forma el tiempo, los meses pasaban y,  la hora de que el vástago de Alex y Danka llamara a las puertas de este mundo, cada vez estaba más cerca  Los días habían pasado lentos para ellos. No habían tenido ni un sólo día en que no estuvieran alertas a cualquier movimiento extraño a su alrededor. Era una tortura lenta, siempre alerta.


La atendió en el parto el mismo médico que había llevado su embarazo. No hubo complicaciones, por tanto en tres días estaban de regreso en su hogar. Habían tenido un niño precioso y lamentaban no mostrárselo a los obreros y empleados del rancho, y poder celebrar su bautizo con todos ellos.  Estaban nerviosos alterados por todos los acontecimientos surgidos en sus vidas en pocos meses.

 El encierro voluntario incrementaba el mal humor y las tensiones entre ellos. No habían vuelto a hablar de futuro, o es que quizás asimilaron que toda su vida transcurriría de esta forma, errante, huyendo de  ese enemigo invisible que no les dejaba vivir.

Y surgió la primera discusión seria. Los reproches  se hicieron presentes, los de una y los del otro. Sus desacuerdos con el tipo de vida que llevaban, cuando lo mejor hubiera sido marcharse del pais y formar su vida en otro, como lo habían dispuesto en un principio.

Ya había pasado el tiempo suficiente para que se hubieran olvidado de ellos y, a veces, Danka llamaba desde un locutorio a su padre. La echaba de menos y, el buen hombre no entendía el porqué no había regresado a casa. Argumentó que había conocido a alguien y se habían enamorado. Que la intención era la de casarse y efectuar el viaje de novios a Praga, así le conocería.

Seguía sin comprender los razonamientos de su hija, pero los daba por buenos, aunque en su cabeza había muchos interrogantes que no comprendía.


Alex, sabía que toda su felicidad se estaba esfumando. Echaban de menos el calor humano que tenían en el rancho, y comenzó a pensar que seguramente ya era hora de regresar. Por otro lado allí estaría  segura su familia y sería hora de empezar a pensar en su boda.

A pesar de los desacuerdos, de las discusiones, se querían. Estaban viviendo una situación anómala desde el comienzo de su relación, y eso hacía que estuvieran siempre en tensión. Procuraban zanjar sus diferencias en el mismo día en que se producían, pero poco a poco hacía que su carácter cambiase.

Una mañana se levantó y después de arreglar al pequeño, decidieron regresar a casa. No lo anunciarían al casero, de momento, era su válvula de escape si acaso debieran regresar a toda prisa. Ahora tenían una responsabilidad mayor con el bebe; ya no estaban solos y su deber era proteger a la madre y a su hijo. Ese hijo no buscado pero si querido y deseado desde el mismo momento en que supieron la noticia.

Todo había sido más difícil, pero por nada del mundo renunciaría a su pequeña familia. Lo afrontarían juntos, pasase lo que pasase.


Hacía tanto tiempo que faltaron de allí que, antes de llamar con la bocina, se detuvieron un momento frente a la puerta del rancho. Vivirían una nueva etapa. Quizá la definitiva o la más complicada. El tiempo lo diría.

Y al fin, Alex hizo notar el claxon. Fue Carmela extrañada, la que abrió la puerta y sonriendo, corrió hacia ellos. Por lo inesperado fue una sorpresa doble. La mujer enternecida, abrió sus brazos para tomar en ellos al pequeño. La emoción se hacía latente en todos.

En el dintel de la puerta apareció Alejandro con cara de sorpresa ante la visita inesperada. Abarcó en un abrazo a los tres miembros de su familia.

Tenían mucho de lo que hablar, pero lo harían, padre e hijo, cuando Danka estuviera ocupándose del niño.

Ese sigilo no satisfizo para nada a Alex, que escudriñaba el rostro de su padre buscando respuestas a las miles de preguntas que tenía en mente. Mientras tanto, sostuvieron una charla procurando no desvelar nada de lo que Alejandro había averiguado referente al contencioso con Margueritte. Por la solemnidad de su rostro, presumía que no eran buenas noticias.

Estaba rígido, expectante y, deseando quedarse a solas con su padre y conocer los motivos que tenía para estar tan pesimista. Debían procurar que Danka no supiera nada de lo que fueran malas o buenas noticias, al menos de momento. Un disgusto en ella, repercutiría en el pequeño al ser amamantado por su madre.

Todos en el rancho sabían que debían permanecer con la boca cerrada. Imaginaban algo, pero, por respeto a su patrón, ni siquiera se les ocurrió averiguar nada. Mejor así, cuanto menos supieran, menor peligro de irse de la lengua en el bar ante una cerveza con los amigos.


Aprovecharon que ella atendía al bebe, para que pudieran hablar, al menos explicarle lo más importante. Ya encontrarían una oportunidad para hacerlo más ampliamente, pero sobre todo que Danka no se enterara. Ya estaba bastante alterada como para incrementar más su ansiedad.
Entre padre e hijo, hubo confidencialidad, sin prejuicios, hablando claramente. Alejandro dijo que habían recibido ciertas visitas, pero que no les dijo nada para no preocuparles.

 Se fueron igual que vinieron, pero fue motivo para que él se entrevistara con Margueritte  y averiguar de una vez, cuál era verdaderamente la situación.
Si fuera por dinero, la pagarían la deuda que tuvieran, y ella aceptó el trato, pero también les avisó que los "rusos" eran muy quisquillosos y no lo verían bien con tanta normalidad como ella lo hacía.

Buscaban "venganza", y por mucho que ella les dijera que no merecía la pena, puesto que estaba dispuesto a saldar con creces la deuda, se sentían humillados y eso no se lo perdonarían. 

Se habían reído de ellos y la noticia se sabía en los cuatro puntos cardinales del mundo. Atañía a su "honor" personal. Nunca nadie les había burlado como ellos lo habían hecho. Merecían un escarmiento y así lo harían. Solamente de esa forma, darían el caso por cerrado.

No sabía cómo sería su venganza y eso es lo que les daba miedo. No querían sólo el dinero, que también, sino escarmentar, no sólo a ellos, sino también para el futuro. Que nadie se atreviera a reírse de su organización.


lunes, 5 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 22 - Vivir en El Castro

 Al día siguiente de su llegada, Alex y Danka irían al médico en San Francisco. Allí nadie les conocía. Lo harían con las primeras luces del día, de esta manera no coincidirían con nadie en la carretera.

 Alex iba preocupado y silencioso. Danka le miraba de reojo, y apretaba su rodilla para hacerle notar que le comprendía, que no se preocupara. Ella lo solucionaría de regreso  al rancho, pero nadie debía saberlo, ni siquiera él.

No quería vivir escondida toda su vida, pero también tenía miedo por su bebe. ¿Debería esperar a dar a luz? Sería lo más apropiado ya que no se fiaba de que alguno de esos hombres la diera alguna paliza que pusiera en peligro la vida de su hijo. ¿ Por qué no vivir en San Francisco hasta dar a luz? Seguro que allí no la buscarían, pero al menos dejaría al bebe con su padre y estaría protegido.

No temía por su vida, pero sí le llenaba de infinita tristeza de no ver crecer a su hijo o hija, porque estaba segura que, en cuanto supieran la verdad de lo ocurrido recibiría el castigo. Pero al menos vivirán tranquilos en el rancho. Escribiría una carta a su padre despidiéndose de él y después se entregaría.


Imaginaba que la harían pagar la deuda contraída con ellos, a pesar de que recibieron un buen pellizco de dinero de Alexander. Contaba con   que la tuvieran trabajando día tras día y hora tras hora. Lo sabía, y estaba resignada a su suerte.

— Vas muy callada ¿ Qué te ocurre? — La preguntó Alex, apretándola la mano cariñosamente.

— Nada . Sólo pienso cómo nos hemos metido en este lío descomunal. Es mi culpa. No debiste elegirme. Si no lo hubieras hecho, a estas horas estarías tranquilo con tu vida. Me sentiré culpable toda la vida

— Ni se te ocurra pensar en eso. Tu única culpa es de haber caído en manos de unos criminales. Nada más. Dime ¿Qué piensas de lo que mi padre nos ha comentado?

— Bien, me parece bien. Pero siempre viviremos con miedo. Estemos donde estemos, aunque sea en el fin del mundo. Jamás recuperaremos nuestras vidas. Estoy angustiada por vosotros y por mi padre que se hará miles de preguntas el porqué no me he comunicado con él. Si se enterara, sé que le costaría la vida, y eso no podré perdonármelo.

— En cuanto lleguemos a San Francisco buscaremos un hotel y después un ginecólogo. Todo saldrá bien. No te preocupes; no le haces ningún bien a nuestro bebe.

Y volvieron al silencio que hasta entonces habían mantenido. Encontraron el hotel que les pareció más adecuado y a continuación desde allí mismo, pidió que les consiguieran un ginecólogo que visitase a su mujer pretextando que estaba embarazada y no se encontraba muy bien.

— Puedo recomendarle la consulta, porque no atiende  a domicilio, pero le garantizo que es de lo mejor— respondió quién le atendió desde la recepción.

Hacia la dirección facilitada por el hotel se encaminaron. Había sido un acierto, ya que en la consulta la podrían hacer más pruebas en las que comprobarían si todo marchaba bien. No tuvieron que esperar mucho. El médico ya estaba en antecedentes de que les visitarían unos huéspedes del mencionado hotel.



La enfermera les dio paso y se encontraron frente a un médico de edad mediana, afable y simpático. Hizo las preguntas de rigor y por las fechas que Danka le facilitó, se enteró Alex que se había quedado embarazada en su segundo encuentro sexual en aquella habitación de Madame Margueritte. Extraño, pero así son las cosas de los humanos. 

— No es nada raro. Hay bastantes parejas a quienes les ocurre. No consiste  en el día en la que tengan relaciones sexuales, sino el día de la ovulación. El óvulo sale "de viaje" y si en el camino se encuentra con un viajero...Pues... ya saben lo que ocurre. Les doy la enhorabuena; por lo que he podido comprobar todo está en perfecto orden. No obstante esperaremos a la analítica.

Alex se quedó helado. No quería ni pensar si hubiera sido otro, quizás el trato que la diera hubiera sido muy diferente al que él la dio. Pero ahora eso no importaba. Iba a ser padre y amaba a la persona que estaba tumbada en una camilla preparada para hacerla una ecografía.

Era como si algo impensable les hubiera puesto en el camino y tras esa noche, lo que fuera deseo carnal, se convirtiera en un amor profundo entre ambos. Nada podía cambiarse; el destino les había unido y ya no les separaría.

Tendrían que volver a la mañana siguiente para efectuar unas analíticas y si todo marchaba bien, podría regresar a su hogar o continuar el viaje que habían proyectado. Es lo que habían pretextado en el hotel y al médico, para que todo fuera de lo más normal, aunque su situación no lo fuera.

Llamaron a Alejandro a la salida de la consulta, y le pusieron  en antecedentes de lo que les habían dicho. Todo estaba normal, en espera de que al día siguiente analizaran su sangre.


Parecía que estaban más tranquilos y se decidieron a  recorrer la ciudad y conocer sus barrios más emblemáticos. El semblante de Danka se iba relajando y, por tanto también el de Alex. La miraba con frecuencia buscando en su cara alguna respuesta y saber en verdad cómo se encontraba. Estaba muy preocupado por ella. No había comentado nada referente al viaje a Europa y eso le hacía pensar que no estaba conforme con ello. Que inclusive allí tendría miedo también por su padre.

Cenaron en un restaurante del barrio más emblemático de San Francisco:  El Castro. Había un ambiente alegre y desenfadado, en el que podías sumergirte en él y olvidar cualquier temor que sintieras. Era un ir y venir de gentes dispuestas a pasárselo bien, en que cada uno se ocupaba de sus propios asuntos sin fijarse en los ajenos.

Allí podrían vivir perfectamente sin tener que desplazarse hasta otro lugar lejano. Se sentían protegidos y en definitiva no estarían muy alejados del rancho. Podrían traer a su padre y vivir con Alejandro . Seguro que allí, en aquel barrio, pasarían desapercibidos y ellos tampoco darían muestras de su permanencia en él, sólo lo justo para su vivir día a día.

No obstante, Danka no borraba de su cabeza el presentarse frente a Margueritte y hablar con ella sobre lo que motivó su ausencia. Sabía que la pedirían más dinero y, estaba dispuesta a trabajar incansablemente para saldar su deuda con ella.

La analítica era buena y, tras recetarla lo normal a las embarazadas, les citó para el mes siguiente. No le dijeron que estaban de paso. Si acaso decidieran instalarse en San Francisco lo tenían todo controlado seguirían viviendo en el hotel, hasta saber la decisión a tomar.

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